SUNFLOWER | Harry Potter

By etrnaldream

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ใ…คโช ๐—ฆ๐—จ๐—ก๐—™๐—Ÿ๐—ข๐—ช๐—˜๐—ฅ. ใ…ค๐’˜๐’Š๐’•๐’‰ ๐’๐’๐’—๐’†, etrnaldream.โœโœ El girasol simboliza el amor y la admiraciรณn, y es... More

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐•ป๐–—๐–”๐–‘๐–”๐–Œ๐–š๐–Š.
Chapter one.
Chapter two.
Chapter three.
Chapter four.
Chapter five.
Chapter six.
Chapter seven.
Chapter eight.
Chapter nine.
Chapter ten.
Chapter eleven.
Chapter twelve.
Chapter thirteen.
Chapter fourteen.
Chapter fifteen.
Chapter sixteen.
Chapter seventeen.
Chapter eighteen.
Chapter nineteen.
Chapter twenty.
Chapter twenty-one.
Chapter twenty-two.
Chapter twenty-three.
Chapter twenty-four.
Chapter twenty-five.
Chapter twenty-six.
Chapter twenty-seven.
Chapter twenty-eight.
Chapter twenty-nine.
Chapter thirty.
Chapter thirty-one.
Chapter thirty-two.
Chapter thirty-three.
Chapter thirty-four.
Chapter thirty-five.
Chapter thirty-six.
Chapter thirty-seven.
Chapter thirty-eight.

Chapter thirty-nine.

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By etrnaldream

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄
───────────────
Otro tipo de castigo.
[ +18 ]

.

OMNISCIENTE.

La idea de Lola siempre se mantuvo en pie durante el almuerzo, visitar a Harry luego de un extenso trabajo sonaba como un buen calmante que no se tratara de ninguna medicina o poción. Sabía que su calor corporal y los buenos abrazos que daba, sería más que perfecto.

Pero era consciente de que primero debía pasar por sus amigos, que a pesar de que estaban siendo consumidos por el cansancio, se darían cuenta de que otra vez desaparecería.

En el fondo le estaba cansando eso de mentir, en especial a su mejor amigo Albus. Mejor amigo desde que entraron a Hogwarts.

Y que ahora le estaba formando una mentira, que al momento de explotar no sabría qué podía pasar entre ellos. Le atormentaba el hecho de hacerle daño.

Pero a estas alturas, también le atormentaba tener que dejar a ese alguien que la estaba convirtiendo en otra persona. O como Harry creía, sólo estaba quitándole las capas que la hacían lucir como una persona que no era.

Ella era la verdadera Lola, la que siempre fue opacada por exigencias familiares, la presión social y los qué dirán.

Potter era dichoso de poder decir que tenía la mejor versión de Lola Windsor.

La versión más real y transparente.

—¿Siguen conmigo? —Lola murmuró con una pequeña sonrisa, dejando caer el tenedor en su plato.

Némesis carraspeó, sobándose los ojos. —No sé cómo, pero sí.

—Vayan a descansar. —ordenó en un tono de voz gentil, no les gustaba verlos con el agotamiento a flor de piel— Se lo merecen.

—¿Y tú? —preguntó Scorpius.

Bajó la mirada a su plato por unos cortos segundos. Ahí iba una nueva mentira.

Ya no sabía si ellos le creían o no, bueno, Scorpius y Albus, porque Némesis sabía hasta el más mínimo detalle de lo que pasaba.

—Iré a escribirle una carta a papá. —suspiró— Creo que querrá estar al tanto de lo que hicimos hoy en pociones.

—¿Quieres que te acompañemos?

Negó con tranquilidad. Lo que menos debía hacer ahora era ponerse histérica o nerviosa.

—Así está bien, quizás tarde un poco, ya saben. —sus labios formaron una sonrisa— Podré estar bien sin ustedes por unos minutos.

Luego de eso, cada uno se fue por caminos diferentes a la hora de salir del comer. Lola se quedó de pie en la puerta por unos segundos, viendo por encima de su hombro para comprobar si Harry la veía aunque sea de lejos.

Así era, fue un contacto visual corto, pero el suficiente para entender lo que cada uno quería.

Primero debía disimular en caso de que uno de sus amigos siguiera cerca, por lo que fue hasta la entrada del castillo que se mantenía siempre con las puertas abiertas. Se apoyó en el gigantesco marco, cruzada de brazos y contemplando el exterior.

La fina brisa golpeando sus rodillas descubiertas, provocando un leve temblor que recorrió todo su cuerpo, abrazándose un poco más.

Entonces sintió unos pasos acercarse a ella, pronto tuvo la presencia de alguien más.

Aunque escuchaba voces, como si fuera un pequeño grupo de personas, lo que le hizo finalmente girarse en su lugar para ver de qué se trataba.

—Dylan. —su rostro se suavizó cuando el Hufflepuff ocupó su campo de visión.

—Mi Slytherin favorita. —se detuvo junto a ella, con las manos en los bolsillos— ¿Qué haces aquí sola?

Lola dio un vistazo para atrás, viendo que el grupo de amigos de Dylan estaba ahí. Conversaban entre ellos, pero todos le dieron un saludo a mano alzada cuando se percataron de la fina mirada de la rubia.

Los imitó, ahora enfocándose en Dylan.

—Quizás pensaba un poco. —bromeó, volviendo a su posición anterior— No, estoy un poco cansada, por eso me veo tan perdida.

—¿Cansada?

—Tuvimos pociones hoy. —resopló— Podrás hacerte una idea de cómo fue eso, pero si te debo dar un consejo, no hagan pociones de alto nivel si no quieren terminar como mis amigos y yo.

Soltó una risa, peinando su cabello de una forma rápida hasta dejarlo algo revuelto.

—Lo tendré en cuenta, considerando que pociones no es mi especialidad que digamos. —hizo una pausa— ¿No tuviste problemas después de la fiesta?

La rubia frunció el ceño, ladeando la cabeza levemente. —¿Problemas?

—¿Se te olvida que ambos nos escabullimos a altas horas de la noche por el castillo?

Eso le hizo jadear al recordar exactamente esa situación. Por supuesto que se le había olvidado, y si no era por ese recordatorio, estaba más que segura de que habría soltado un comentario que la delataría.

—Ah, eso. —se rascó la nuca— Por suerte nadie me descubrió, así que me fui lo más rápido posible en caso de que McGonagall me pillara en sus recorridos nocturnos.

—Menos mal, pensé que algo había pasado. —comentó, cruzándose de brazos— Como ayer no te vi en ninguna parte, de hecho, no te veía desde el sábado en la noche. Pero me alegra que estés bien, ahora a lo que venía.

Sus últimas palabras le dieron cierta curiosidad, por lo que ahora se enderezó, apoyando la espalda contra la pared, dándose cuenta de la diferencia de altura que existía entre ellos. Lola era alta, pero Dylan le sacaba alrededor de una cabeza.

Un poquito más.

—¿A qué venías?

—A proponerte otra junta. —soltó con una sonrisa ladeada— Siento que podríamos pasar más tiempo juntos, ya sea con nuestros chicos o sin ellos.

Nuestros chicos, eso para Lola sonaba como si sus amigos fueran sus hijos y le causó risa.

—Tienes razón. Me divierto mucho contigo, Hufflepuff. —asintió, dispuesta a aceptar la propuesta— Además, si vamos a ser amigos o mejores amigos, mínimo debemos tener tres o cuatro juntas por semana.

El tono firme de Lola le hizo negar divertido, bajando la mirada a sus pies. —No me quejaría, sólo dime cuándo te apetece más y ahí me tendrás.

Hizo silencio por breves segundos.

No podía dar una respuesta exacta; las visitas a la oficina de Harry salían por sí solas en el momento menos esperado, eran manejadas por su propio corazón. Por lo que no quería prometer algo si al final del día optaría estar con Harry.

Eso estaba mal y lo sabía, no sabía cómo controlarlo.

Era básicamente depender de una persona y dejarse manejar por los sentimientos.

—¿Nosotros tenemos Herbología juntos, no? —recordó— En ese caso, podríamos reunirnos después de su clase esta semana e ir a caminar por el bosque un rato.

—Suena bien, me gusta ir al bosque. —miró a sus amigos— Pero es mejor ir solos por esta vez, o se pondrán a fumar otra vez frente a ti. No me gusta que hagan eso.

—Ni que fuera una niña, Dylan.

Se encogió de hombros. —Debo cuidarte o tus amigos me arrancarán la cabeza.

Chistó, dándole un empujón con gracia.

—Bueno, bueno. —se tiró el cabello hacia atrás— Entonces después de clases y no se te ocurra bajarte del plan o yo misma te llevaré de las orejas al bosque.

—Ahí me tendrás.

Ambos se dieron un choque de puños como despedida, pero antes de que él se alejara, se inclinó para depositar un beso en la cima de su cabeza.

Gesto que le sorprendió, mas no dijo nada al respecto. No le incomodaba tampoco.

Todo lo que Dylan hacía le parecía lindo.

Y ya lo dijo una vez, muy Hufflepuff también.

Esperó unos segundos a que desapareciera del lugar para así por fin emprender camino hasta la oficina de Harry, esperanzada de que él ya estuviera ahí.

Al ser día de semana, estaba convencida de que a nadie le parecería extraño verla ingresar al salón; fácilmente podría tener una duda académica. Era la mejor excusa que tenía en esos momentos.

Dio un suave empujón a la puerta del salón vacío, avanzando por el pasillo hasta las escaleras.

Cada esquina de ese lugar se volvía familiar y no precisamente por las clases.

Como de costumbre sentía nervios por estar de pie ahí frente a la puerta. Sentía que sus manos sudaban y debía deslizarlas por su ropa a casa rato; Harry le provocaba eso incluso teniendo la confianza suficiente.

Entonces golpeó la puerta con suavidad, encontrándose con que ésta se movió levemente hacia adentro.

¿Ya estaba abierta?

Le pareció algo extraño, visualizando a sus costados y por detrás antes de continuar empujando hasta conseguir entrar.

Harry no estaba por la parte principal de su oficina, pero sus cosas estaban ahí en el escritorio.

Pero algo en particular llamó su atención y la obligó a acercarse hasta ver el objeto.

Era un trozo de papel enorme, doblado con las medidas perfectas hasta formar una especie de libro que se encontraba abierto. En su interior había muchos dibujos, con puntos específicos que parecían tener nombres.

No podía leerlos porque estaba viendo al revés, tampoco se atrevía a tocarlo.

Pero era curioso para ella ver pies moviéndose por el papel que, vaya, también tenían nombres.

—¿Lola?

Se sobresaltó en su lugar con un grito ahogado, volteando hacia donde provenía la voz.

Harry estaba de pie al inicio del pasillo que llevaba a su habitación y baño.

Seguía usando el traje azul marino que tanto le encantaba a Lola, pero no llevaba la chaqueta, por lo que dejaba ver que su camisa quedaba tirante en la zona de sus biceps con las mangas hasta los codos.

El reloj en la muñeca izquierda y...

Su cinturón de cuero en la mano derecha.

—Harry. —respondió luego de tragar— Dejaste la puerta abierta, así que entré.

El hombre avanzó hasta la puerta, cerrándola suavemente hasta que se escuchara el ruido del cerrojo al ser puesto.

Y Lola no lo notó, pero también se había encargado de soltar un hechizo silenciador, algo que siempre hacía cuando ella llegaba a su oficina.

—Seguramente se me olvidó. —asintió, ahora yendo a su lado.

La rubia suspiró, señalando el papel que estaba sobre la mesa. —¿Qué es eso?

Notó que Harry apretaba los labios cuando siguió su mirada, entonces se percató de algo más allá. Tuvo el presentimiento de que él no quería que ella supiera de eso.

Demasiado tarde, Lola era más que curiosa.

—No es nada.

—¿Y por qué está ahí?

Antes de que él pudiera tomarlo, se inclinó para resguardarlo en sus manos y alejarse para evitar que se lo arrebatara.

—Lola. —habló a sus espaldas.

Ella no analizó a ojos entrecerrados, leyendo atenta cada nombre que aparecía en el papel.

Torre de Astronomía, Invernadero, el Gran Comedor, la oficina de McGonagall, los salones de clases.

Nombres en movimiento también que parecían ir por pasillos.

Dylan estaba ahí de pura casualidad.

Eso la hizo jadear, cerrando el papel para ahora verlo con más confusión que antes, con los brazos cruzados y el ceño arrugado.

—Yo conozco esto.

Él no respondió, pero apretó el agarre del cinturón.

—Es el Mapa del Merodeador, Albus me habló muchas veces de él. —dejó el mapa sobre el escritorio— ¿Dejaste la puerta abierta porque me viste venir hasta acá?

—Lola, yo-

—¿Desde cuándo lo estás usando?

Tiró la cabeza hacia atrás. —Sólo en situaciones que lo requieren.

—¿Entonces asumes haber estado espiándome? —preguntó con indignación.

—¡No! —chasqueó la lengua— Lola, no lo hago porque sea un maldito psicópata, sólo...

Alzó una ceja. —¿Sólo?

Resopló, apoyándose contra el escritorio, viéndose atrapado en la situación, siendo consciente de que no podría salir de ahí aunque batallara.

—Con él puedo asegurarme de que estás bien. —sentenció.

Lola se quedó en silencio, dirigiendo la mirada al mapa una última vez para finalmente acercarse a Harry.

No lo tocó ni se aproximó lo suficiente, únicamente habían dos pies de distancia entre ellos; lo único que los juntaba eran las miradas penetrantes de cada uno.

Por primera vez, Lola no se distrajo con su físico ni con su aroma a perfume caro.

Quizás un poco, pero necesitaba mantenerse firme ante la situación.

—Me preocupo por ti y no tenerte siempre conmigo me desespera. —se sintió avergonzado— Necesito saber si estás bien, si pasó algo y necesitas ayuda o lo que sea. Con él puedo saber que estás a salvo.

No respondió.

Prefirió hacerlo con acciones.

Terminó con aquella distancia de dos pies, subiendo las manos por su pecho hasta aferrarlas en el cuello de su camisa. No lo atrajo, sólo se quedó así.

—No lo necesitas. —negó— No necesitas un trozo de papel para saber de mí, Harry. Primero que todo, los rumores por este castillo van demasiado rápido, no tardarías en enterarte si algo ocurrió.

—Pero-

Lo hizo callar con un gesto.

—Debo reconocer que asusta un poco... —hizo una mueca— Saber que alguien observa mis movimientos es incómodo, sin importar quién lo haga. No lo uses más, por favor.

Asintió inmediatamente, ahora arrepintiéndose de aquel uso.

—Lo siento, cariño. —se lamentó, pasando un brazo por su cintura— No lo volveré a usar, lo prometo.

—Más te vale o lo quemaré delante de tus ojos.

Los dos soltaron una risa antes de unir sus labios, moviéndolos con tranquilidad sobre el otro.

Lola se sentía una adicta a sus labios, al roce de su barba en la piel cada vez que se besaban, a sus manos recorriendo su cuerpo como si quisieran memorizar cada punto, cada curva. A los suspiros que Harry soltaba entre pausas para seguir besándose.

A los apretones que daba en sus caderas, tal como lo había hecho ahora hasta arrancarle un gemido bajo por la fuerza aplicada.

—¿Qué te trae por aquí, bonita? —susurró sobre sus labios, dejando el cinturón sobre el escritorio.

Lola lo siguió de reojo, pero volviendo su atención a Harry.

—Quería contarte que hicimos la poción. —sonrió, percibiendo una mano yendo hasta su cabello rubio— Y Albus me dijo que lo ayudaste con un ingrediente que nos faltaba... gracias.

—Siempre los ayudaré con lo que sea, incluso si eso me mete en problemas. —sonrió— No tienes nada que agradecer.

Los dos volvieron a quedarse en silencio, observándose intensamente a los ojos. Cuatro pupilas dilatadas, enormes y cautivadas por el otro par que tenían en frente.

Se gritaban el deseo que sentían, las ansias por probar algo más que simples besos.

Lola estaba cansada, pero parecía que todo iba mejorando con solo poner un pie en la oficina.

Y desprevenidamente tuvo un agarre firme y seguro en su cabello, a la altura de su nuca que le tiró la cabeza hacia atrás. Se tambaleó un poco, pero ahí estaba Harry para sostenerla.

Rozó su nariz contra la de ella de una forma tan delicada que le hizo cerrar los ojos, sintiendo lo arrugada que se volvía su camisa debajo de sus manos apretadas.

—Cuéntame cómo les fue, cariño. —siguió usando un tono bajo.

Pasó saliva. —Nos fue bien... la profesora Carolyn dijo- dijo que se veía bien. Tuvimos un par de errores pero-

Sus palabras murieron en su boca cuando la mano de Harry se deslizó a la parte delantera de su cuerpo; ya no sostenía sus caderas, sino que buscaba el dobladillo de su falda.

Tan tranquilo, paciente.

Cuando frente a él tenía a una nerviosa, desesperada e impaciente Lola.

Era un desastre y apenas había empezado.

—¿Qué más dijo?

—No pudo decir mucho más... nos vio cansados, así que nos pidió que fuéramos a descansar. —su piel se erizó cuando el tacto fue directo— Harry, ¿q-qué haces?

Los dedos del hombre tantearon por su piel hasta poder llegar al punto que quería, sus bragas.

Rozó el elástico inferior, siguiendo la costura hasta llegar al superior e introducir la mano completa con libre demanda. Eso la hizo jadear, recostándose en su pecho pese a que él seguía con el agarre firme en su cabello lacio.

—Darte tu merecido. —ronroneó, pero con voz baja y siniestra— ¿Te parece divertido abrirte de piernas durante la clase y dejarme completamente duro con ganas de ti?

Aquella escena apareció en la mente de Lola, haciéndola fantasear hasta que sus piernas comenzaban a debilitarse.

Se imaginó en tantas situaciones; ella inclinada sobre el escritorio del salón siendo disciplinada por Harry, escuchando esa charla sucia que acostumbraba a realizar en pleno acto.

Harry sabía como hacer llegar al límite sólo con hablar y tocar.

—Te hice una pregunta.

Negó sobre su pecho. —N-no...

—¿Y entonces por qué abriste las piernas como una niña sucia?

Porque te necesitaba. —tomó una bocanada de aire al sentirse ahogada.

Él se burló de su actitud tan indefensa entre tartamudeos torpes que apenas le hacían entender.

Entonces, solo entonces, Harry la tomó de las muñecas hasta realizar una maniobra rápida que la dejó boca abajo sobre el escritorio con las manos en la espalda, siendo sujetadas por él.

Dejó caer la cabeza en la superficie, sabiendo que sería imposible escapar.

Pero Lola no quería hacerlo, estaba segura con él.

—La pequeña mocosa me necesitaba. —soltó una risa, usando un agarre más firme— Jugaste con fuego, cariño, ahora asume las consecuencias de una quemadura.

A su lado izquierdo notó que la mano de Harry se aferraba al cinturón de cuero que anteriormente traía, pronto desapareciendo de su vista para sentirlo en su piel. Eso le arrancó la respiración, sus pulmones se llenaron de aire al tomar una sola bocanada y se removió un poco en su lugar.

No se removía por susto, no, lo hacía por nervios y por el cosquilleo que incrementaba en la zona entre sus piernas.

Un calor que iba desde los pies hasta la cima de su cabeza, el sudor acumulándose en sus manos y el rubor de las mejillas que se escondía tras el cabello rubio.

Y Harry deseaba tanto ver esa imagen, pero ya lo haría después.

Ahora tenía un único propósito.

El hombre envolvió las muñecas de Lola con bastante facilidad, dando un par de vueltas para así encontrar el broche del material y cerrarlo, dejándolo en el ajuste perfecto para que no saliera de su cuerpo ni para que le apretara hasta hacerle daño.

—¿Te sigue pareciendo divertido provocarme de esa manera? —gruñó por lo bajo.

Sus manos se deslizaron hasta las caderas de la menor, masajeando suave por encima de la falda.

—No... —dijo con un hilo de voz.

—¿Y te arrepientes de eso?

Lola tardó en dar una respuesta.

Y entre esa espera, Harry aprovechó para tomar el dobladillo de su falda y alzarlo por encima de su trasero, revelando las bragas rosas que pudo divisar a metros de distancia horas atrás. Esas bragas que le provocaron un hambre sexual que jamás había tenido en su vida.

En el fondo le encantaba que Lola fuera así de atrevida.

—No, porque gracias a eso estoy aquí. —gimió entre palabras.

Bastó eso para que la mano de Harry se alzara hasta estamparla en el lado derecho de su trasero, directo en la piel, provocando un ruido en seco que llenó la oficina.

La mezcla de eso más el grito de sorpresa de la rubia no solo llenó la oficina, sino que también los oídos de Harry.

Fue música pura.

—¿Te gustaría repetir lo que dijiste, cariño?

Negó.

Su respuesta provocó un segundo golpe, más fuerte que el anterior.

Así el cuerpo de la chica realizó un movimiento involuntario hacia adelante, corriendo de su lugar algunos objetos sobre el escritorio en el que se encontraba inclinada. Pero a ella no le importó, porque ya estaba consumida por completo de la situación y del ardor en su piel.

—Eres una niña tan buena... pero toda una malcriada a la vez. —suspiró hondo, brindando caricias en su piel rojiza, sin despegar la mirada.

Harry serpenteó sus dedos por ella una vez más, riéndose por el estremecimiento que tuvo su cuerpo. Jugueteó con aquellas bragas por unos minutos hasta que no pudo más, tomándola de ambos costados hasta escuchar cómo se rasgaban, deslizándose torpemente por sus piernas casi de porcelana.

Lola observó esa acción, abriendo la boca al notar que su ropa interior se acumulaba en sus propios pies, dándole al hombre una mirada de desaprobación. —¡Eran mis favoritas!

—Y ahora ya no. —simplemente dijo, cayendo de rodillas a sus espaldas.

Ella ya no podía verlo, por lo que se recostó en el escritorio una vez más, tratando de zafarse del cinturón.

Podía sentir la respiración de Harry chocando contra su centro desnudo, palpitante y empapado. Le avergonzaba que la viera entre tanta claridad dentro la habitación, prefería mil veces la oscuridad donde no pudieran verse sus reacciones o gestos de placer.

Pero claro, Harry quería todo lo contrario y haría cualquier cosa con ver hasta el más mínimo gesto de su rostro.

—Tienes que comprarme unas nuevas. —resopló en un gemido bajo.

Se encogió de hombros, subiendo las manos por sus piernas hasta ahuecar su trasero en ellas, apretándolo con fuerza y provocando que sus manos se vieran marcadas en un color pálido.

Más pálido que su piel.

—Voy a comprarte unas nuevas. —susurró, relamiéndose los labios— Pero que no se te olvide que quién las compra, tiene derecho a sacarlas después.

Entonces, sin dejar pasar más tiempo, Harry aproximó su rostro al centro de Lola con la lengua afuera, causando así que hiciera contacto directo hasta sentir todo su sabor al que se había vuelto todo un adicto.

La deslizó por completo, dejando un recorrido de saliva por detrás que se mezcló con sus propios fluidos y los gemidos feroces que se acomodaban perfectamente en los oídos de Harry, llenándolo de más hambre.

Sus labios succionaron con suavidad, utilizando los mismos dos dedos para estimular por encima de su clítoris, donde jugueteó de una forma tan delicada que Lola dio un brinco con un espasmo, continuando con los gemidos que rebotaban contra la superficie del escritorio.

—Harry... —jadeó, apretando sus manos en forma de puños.

—Shh, cariño. —básicamente la devoró, separándose unos momentos para hablar— Vamos a jugar una cosa, ¿te parece?

Él no obtuvo respuesta de su boca y la vio asentir, pero de todas formas quería escucharla, por lo que adentró un solo dedo en ella, soltando un ruido de satisfacción al percibir lo apretada y resbaladiza que estaba.

—Palabras, Lola. —exigió.

—Sí... s-sí quiero jugar.

Suspiró. —Muy bien, niña bonita. El juego será el siguiente.

La lamió por una última vez para ponerse de pie, tal como se encontraba anteriormente.

Bajó la mirada a donde sus intimidades se aproximaban, notando ese horrible bulto que provocaba dolor contra el pantalón; aplicaba más presión de la que le gustaría, pero no haría nada al respecto.

Esta tarde no se trataba de él, sólo de Lola y su preciado orgasmo.

Aún así se presionó contra ella, notando que sus labios inferiores se separaban ante el empujón. Debido a esta acción, obtuvo como resultado una pequeña mancha de humedad en la prenda, ella lo había hecho.

—El juego consiste en que voy a follarte con mis dedos de la forma que yo quiera y tú debes mantenerte en silencio. —ronroneó, inclinándose hasta apoyar ambas manos a cada lado de su cabeza— ¿Te parece justo?

Repartió besos pequeños por su hombro vestido en dirección a su mejilla, donde rozó la nariz con cariño y amor; nada comparado a lo que ha estado haciendo todos estos minutos.

—Nada de gemidos, nada de quejas. —siguió hablado— Y si te escucho decir algo, te azotaré. Así de sencillo, ¿verdad? Yo sé que eres una chica buena y podrás cumplir con ello.

—Sí, sí, señor. —fue veloz con su respuesta.

Harry no quiso desperdiciar el tiempo, y con un último beso en su frente retomó su postura.

Su zurda se apoyó en la espalda baja para mantenerla inmóvil en su lugar, en cambio la otra, fue nuevamente a su intimidad que ya goteaba y brillaba de excitación. Sus dedos tomaron aquellos jugos, llevándolos a su boca para saborearla.

Habría deseado que Lola hubiera visto eso.

Su sabor quedó en el centro de su lengua, el cual se deslizó por la garganta hasta desaparecer. Podría beberla día y noche y jamás aburrirse, casi como una bebida favorita.

Esperó a verla más calmada, sin que sus piernas temblaran al estar acalambradas, para luego sorprenderla con una embestida de sus dedos hasta que sus nudillos llegaron a chocar con la piel.

Lo primero que él recibió fue un grito agudo que Lola silenció de inmediato, pero no fue lo suficientemente rápida; la mano que la sostenía se alejó para caer directo en el lado derecho de su trasero, volviendo a ocasionar ese exquisito ruido.

Fue la primera advertencia del juego y podían venir muchas más.

Comenzó el vaivén de adentro hacia afuera con los dedos, primero siendo lento y tranquilo, sin apuro a pesar de que ansiaba ir veloz hasta escuchar súplicas de su parte. Se resistió a ello, dejando los ojos puestos en el punto de unión que se iba lubricando poco a poco.

—Eso es, cariño... sigue así de silenciosa. —alardeó con un gruñido en lo más profundo de su pecho— Calladita te ves más bonita.

Ambos eran conscientes de que esa charla sucia y provocativa era parte del juego y la situación; para Harry, Lola se veía bonita en todos los aspectos.

Presionó los dedos hasta el fondo, haciendo gemir a Lola por milésima vez.

Segundo azote, más fuerte que el anterior.

—L-lo siento, señor. —susurró entrecortadamente.

Tercer azote.

—No pedí unas disculpas ni que tampoco hablaras. —sentenció, aumentando el ritmo de sus dedos y muñeca.

—P-pero... mierda. —jadeó, enterrando las uñas en la palma de sus manos.

Cuarto azote.

—Sigue metiendo la pata, Lola, el único que sale beneficiado soy yo.

La rubia decidió cerrar la boca por fin, resistiendo los gemidos como si se estuviera sosteniendo a un hilo apunto de romperse. Necesitaba complacer a Harry, por lo que daba su mayor esfuerzo mientras él la penetraba cada vez con más rapidez si es que eso era posible.

Su excitación salpicaba por todos lados e incluso por la ropa del mayor cada vez que él meneaba los dedos de arriba hacia abajo cuando tuvo un gran impulso a causa de su desesperación.

El grito de Lola amenazaba con salir, poniéndose de puntas y sintiendo que la piel de sus manos ya se abría por la fuerza en que sus uñas se enterraban en ella.

Con el pasar de los segundos, Harry sintió que sus dedos comenzaban a ser presionados por las paredes de la chica, indicándole que su orgasmo estaba cerca.

Fue su última motivación para aplicar el resto de brutalidad y rapidez que necesitaba.

En esos minutos Lola fue completamente silenciosa, ni el más mínimo ruido salió de su boca y él no pudo estar más feliz; sabía que podía ser capaz de cualquier cosa y ésto no iba a ser la excepción, claro que no.

—Vente para mí, niña bonita. —se inclinó sobre su espalda, utilizando el dedo anular para acariciar la parte externa de su intimidad para doble estimulación— Córrete en mis dedos para que después puedas limpiarlos tú misma.

Lola creyó que su corazón escaparía de su lugar por las fuertes palpitaciones contra su pecho; todo eso era obra de las palabras de Harry, simples palabras que saliendo de él podían sonar lo más obscenas posibles, explícitas, asquerosas y excitantes.

Y cuando la presión en su cabeza por resistir tanto llegó al límite, se liberó.

Fue como si un balde de agua fría cayera sobre ella y una corriente eléctrica fuera desde su cabeza a los pies; temblaba como una pequeña cierva débil y agotada, con la garganta desgarrada al haber soltado el enorme grito que llevó aguantando todos esos minutos de agonía.

Había acabado, finalmente.

—Sabía que podías. —Harry sonrió, retirando los dedos con cuidado.

La chica se derrumbó en el escritorio otra vez al no tener tensión en sus músculos, pero se vio interrumpida cuando Harry la tomó de los brazos y la alzó, volteándola para quedar frente a frente.

Pese a eso, no la soltó, notó el temblor de sus piernas y sabía que podía caer en cualquier instante si se despreocupaba de ella.

—Abre la boca —ordenó—, y limpia.

Débilmente lo hizo con la lengua afuera, cerrándola alrededor de sus dedos para quitar el exceso que se acumulaba en ellos.

Su ceño se arrugó e hizo algunas muecas; esas cosas eran nuevas para ella, y jamás se le pasó por la mente probarse a ella misma por morbo. Ahora que estaba con Harry, algo en su interior le decía que eso pasaría más seguido.

—Muy bien. —los sacó.

Y sus brazos la rodearon para dedicarse a desabrochar el cinturón que la privaba de muchos movimientos. Se recostó en su pecho con cansancio, soltando una infinidad de jadeos que no podía controlar.

Se sentía ahogada, sedienta, y si antes estaba cansada por la poción, ahora podía dormir una siesta de más de diez horas si tuviera la oportunidad.

Brazos libres y acalambrados cayeron a sus costados; al principio fue difícil dejarlos estirados por el dolor que se hacía en la parte interna a la altura de los codos, pero con ayuda de masajes por parte de Harry se fue aliviando hasta que pudo pasar a la siguiente etapa.

Un abrazo.

El más reconfortante.

—¿Qué dices de limpiarte un poco y quedarnos en cama el resto del día? —susurró con amor, depositando besos en la cima de su cabeza.

Lola sonrió con un asentimiento, dejando que él la cargara entre sus brazos como si se tratara de un koala en dirección al baño.

Y si habían otros planes en la mente de Lola, se esfumaron, porque ahí ahora sólo estaba Harry.

Siempre lo estuvo y estará.

⊹──⊱✠⊰──⊹

Por tanta espera, se merecían un capítulo cochino.

Espero les haya gustado, y les aviso que hay nuevo grupo de WhatsApp por si se quieren unir (el link está en mi tablero)

Les amo.

G.

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