En medio del abismo

De Kashmey

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Gray Village es el único reino restante, conocido como el abismo. Desde hace más de cien años han decidido in... Mais

Nota de las autoras
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 - PARTE I
Capítulo 6 - PARTE II
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Mapa Gray Village
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25

Capítulo 19

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De Kashmey

ANDREW

Cada vez que doy mis condolencias, pienso en cada injusticia que ha habido de generación en generación, en como se ha repetido la historia. Ahora, no sé cómo hacer que el pueblo confíe en nosotros, en que lo lograremos. Yo tampoco estoy a salvo, seré el próximo rey, y hay un misterio, en el cual, si no logro resistir al poder, me convertiré en alguien todo lo contrario a mis principios; en alguien frío, que desea cada vez más poder, sin importar de qué forma lo consiga.

Quiero poder, pero sí me importan los medios que usaré. No quiero ser un tirano, sólo quiero un pueblo en paz.

No conocí a madre sin ser una reina, pero algo cambió cuando ocupó la corona, ¿Sería el mito de la corona? No, es el resultado de lo difícil que fue para ella mantener su posición. Confío en Declan, en lo que él me ha contado todos estos años, de cómo era ella, de cómo intentó poder conseguir romper la "maldición", y ser feliz, pero no tuvo tiempo, justo antes de poder conseguir cómo, la absorbió por completo, sin dejar rastro de lo que ella alguna vez fue.

Lo atribuyo más a lo que tuvo que vivir, pero la plebe cree que es la corona. Sin embargo, ellos no conocen la mitad de la historia de mi madre, y si la conocieran, no la juzgarían así y no la mirarían como un ser maligno

Sólo espero, que cuando yo sea rey, ella sea feliz, sea esa alma libre que alguna vez fue, y sé que su mente y corazón esperan lo mismo: regresar.

Termino de saludar a la última familia noble, la celebración de la vida de sus hombres toca mi corazón, ver a madres llorando descontroladas, ver a personas con la mirada vacía esperando la llegada de quien ya no lo hará. ¿Estas personas dicen hacerlo por el reino? Escupo en sus dioses.

No demuestro cómo me afecta ver a estas familias destruidas, finjo que no quiero estar allí, que no quiero saludarlos, aunque mi corazón por segunda vez, se esté rompiendo en dos. Temo que si demuestro cuánto me afecta, vean a una corona débil. Debo mantenerme firme para mantener al reino firme.

Si Zara estuviera conmigo, podría pedir su mano, podría sostenerme. Basta con imaginar su mirada para sentirme más fuerte, más feroz; me conformo con saber que está a salvo, así me siento mejor.

—El día de la feria, estaremos ahí para honrar a nuestros hijos con usted, su majestad —dice una mujer de mediana edad, que esconde su rostro en una tela negra bordada—. La corona se mantiene fuerte y nosotros junto a ella.

Madre asiente, ocultando una mueca de disgusto. Cuando la mujer se va, ella se gira levemente hacia mí.

—No es mi deber estar aquí. Aún así, necesito su lealtad.

—No creo que hayan pensado en usted, sino que en sus familiares.

—Todo es política, hijo mío. Todo es política, incluso asistir a esto.

Más ministros se pasean por el salón, conversando, armando planes de guerra. Los nobles fantasean con asesinar a sus enemigos, las nobles lloran en cada rincón del lugar. Unos músicos tocan canción en su honor, y es que cada carruaje se dirigirá a la plaza, frente a la estatua de los antiguos reyes de la familia Gray, a honrarlos y pedir por sus familiares, para rogar que sean recibidos en los castillos de los primeros reyes.

Esta ceremonia se realiza tres veces, cuando el noble fallece y se honra su muerte; cuando el noble es ubicado en la cripta familiar; cuando se honra la vida del noble y sus grandes proezas. Así, los reyes escucharán y nuestro Dios los admitirá con honor. Hoy estamos en el segundo rezo por sus almas, el tercero se realizará en la feria, finalizando la ceremonia y las palabras de mi madre.

Ver a la condesa MacCaa al otro lado del salón me genera escalofríos, no ha dejado de mirarme desde que llegué. Me debe odiar, rechacé el arreglo matrimonial, la humillé públicamente. Era algo que no podía hacer, ver sus ojos llenos de amor y deseo hacia mí, perturbaba mis noches. Ella podría ser mi madre, pero además, mi corazón ya estaba tomado por alguien que ni siquiera había intentado capturarlo.

Agradezco tener a Zara en mi vida, tan sólo con miradas y sonrisas, con sus mejillas sonrojadas, el pequeño brillo en sus ojos, nuestras pequeñas conversaciones o momentos bochornosos, nuestros momentos a solas cuando medía mis trajes, todo sumó a que cayera profundamente por ella. Adoro como bate sus pestañas, como se ve el sol en su piel, como ata su cabello cuando le molesta, como me sonríe. Su sola sonrisa podría iluminar mi mundo.

Mi felicidad se basa en la sola existencia de una persona, en encuentros casuales en que no podemos siquiera cruzar mayores palabras.

Ahora que pienso en ella, quiero verla, pero ¿Cómo puedo hacerlo para mantener esto en secreto? ¿Cómo no la expongo a peligro? ¿Cómo la protejo cuando vive en la fuente del peligro?

Pensar en ella me hace suspirar sin notarlo, y sé que lo estoy haciendo sólo cuando Declan aclara su garganta a mi lado. No había notado siquiera que mamá se había movido de mi lado. Estoy perdido.

—¿Declan? Creo que tengo un percance.

—Recordar constantemente a una señorita plebeya, claro que lo es.

—¿Gracioso burlarse de su príncipe?

—Más de lo que usted cree. —Carraspea ocultando una risa— ¿Qué necesita, príncipe? Si está en mi poder, sabe que siempre cumpliré.

—Acabo de recordar que se rasgó el traje con el que iré a la feria y ceremonia, un traje especial para la ocasión y muy preciado para mí. ¿Podrías ir por la sastra, la señorita Zara? Lo agradecería.

—Mañana a primera hora podría tenerla en el castillo.

—Lo agradezco, Declan.

La ceremonia continúa, la música, los llantos, hacen que me sienta mareado. No puedo relajarme hasta que llega una figura que reconozco y que de alguna forma, dentro del triste contexto, me alegra. Desmond peina la calva cabeza de su padre, haciendo que este sobresalte y amenace, de forma disimulada, con golpearlo.

Lo primero que hace Desmond Basile es tomar un vaso de alcohol y rendir honores a cada uno de los presentes. Madre está en otro salón, rodeada de sus guardias, esta vez sin hablar con nadie. Cuando me ve a mí, sus hombros se relajan.

—Mi príncipe. —Hace una reverencia.

—Desmond Basile, es un honor tenerlo aquí.

Ambos disimulamos una sonrisa ante nuestra impropia formalidad.

—Creo que llegamos justo antes de que partieran los carruajes.

—Me preocupaba su tardanza, estando toda la nobleza aquí.

—Oh, es que tuvimos un contratiempo. Arnoldito... Quiero decir, mi padrecito no podía salir del baño, le fue difícil peinar su melena.

No puedo evitar resoplar, captando la atención de algunos nobles, por lo que me fuerzo a retomar mi expresión habitual.

—¿Hice reír al príncipe? —Mira al cielo—. Dios, gracias por regalarme esto el día de hoy.

—Sigues siendo el hijo de ministro más querido del centro, me sorprendes, eso sí que es un regalo.

—Ninguno tiene mi encanto.

—Ni tu forma de mentir, tan particular.

—La vida es un teatro, mi príncipe. Por cierto, olvidé mencionar lo guapo que se ve en esas prendas.

—Usted no tiene arreglo, señor Desmond Basile.

Cuando las familias comienzan a salir, ubicandose en sus carruajes negros, tirados por caballos blancos, me apresuro a llegar al mío. Veo a Declan acompañando a madre a su carruaje, por lo que sé que ella estará a salvo. Desmond se despide moviendo su mano como un pequeño niño, mientras se apresura a llegar al carruaje con sus padres.

Los carruajes comienzan a avanzar, el camino hacia la plaza central es de al menos quince minutos a caballo. Me encanta ver cómo los nobles cuidan sus tierras y casas, cómo en algunos lugares se ve a sus trabajadores haciendo sus tareas diarias y a algunos niños revoloteando por allí. Los que limpian las calles mantienen la limpieza para el cruce, quienes arreglan las flores mantienen la belleza intacta.

No puedo ocultar mi emoción al pasar fuera del salón de costureras, en que sé que ella ya no se encuentra, pero me gusta imaginarla allí, simplemente trabajando o riendo con alguna amiga. ¿Pensará ella en mí como yo pienso en ella? No puedo evitarlo, no puedo renunciar a ella.

El carruaje sigue avanzando, hasta que empiezo a reconocer las calles cercanas a la plaza. Nos detenemos una vez que avanzamos y pasamos a los demás carruajes, para ubicarnos frente a las estatuas. Por protocolo, soy el primero en bajar del carruaje y en ir a recibir a la reina. A pasos lentos, me bajo del carruaje, posicionándome como una figura diminuta frente a las estatuas de los demás reyes Gray.

La estatua de mi madre es la más grande, la reina, la protectora, la madre del reino. Es un peso enorme llevar estos nombres en mi sangre. Me dirijo hacia el carruaje, recibo a mi madre. Ella apenas me mira, y camina con solemnidad hacia las estatuas, que nos dan la espalda. Cruzamos las grandes estatuas, entrando a lo que sería el final de la feria que ya se está armando en cuanto a estructuras.

La feria está frente a las estatuas, a la vista de los reyes. Todas las ceremonias se hacen a vista de ellos. Apenas doy un paso fuera del centro de las estatuas, mi corazón da un golpe en mi pecho, lo suficientemente fuerte para amenazar con hacerme caer. Escucho algunos jadeos, algunos aplausos, algunos silbidos.

Madre, adelante de mí sonríe victoriosa y le da un leve asentimiento a Declan. El chiquillo del bloque Oeste, el que era una sepyáha, nos estaba esperando. Lo puedo reconocer, es él, de su pecho cuelga una cadena que pude divisar cuando lo vi. Una soga lo sostiene desde su cuello, mirando frente a frente a nuestros reyes, su cuerpo está completamente desollado. A su lado, una joven, parece menor que yo, cuelga de sus brazos, desnuda. Ella está viva, llora desconsoladamente sin apartar los ojos de él.

—Mis respetados nobles, familias de este reino, hemos traído una ofrenda para honrar a nuestros caídos —dice madre, ubicándose cerca de los cuerpos, frente a su público—. Se mantendrán aquí durante la feria, es una ofrenda y un mensaje para los demás, en honor a vuestros hijos.

Los hombres se arrodillan, algunos lloran de alegría. Las mujeres no pueden mantener la mirada en el cuerpo del joven desollado, pero sí reaccionan ante la mujer, a quienes le gritan diversos insultos cargados de ira.

Me acerco a unos pasos, viendo al cuerpo sangriento, sin piel, del hombre. Viendo carne viva en estado de descomposición, las moscas revoloteando por su cuerpo, los gusanos comiendo con desesperación lo que queda de él, meciéndose con el movimiento de la soga. A su lado, la mujer que no aparta la mirada de él, como si quisiera grabar esa imagen en su cabeza para siempre.

—Reyes, padres de este reino, intermediarios entre nosotros y el altísimo padre de los padres, pedimos a ustedes, rogamos a ustedes, nos hincamos ante ustedes —pronuncia un hombre perteneciente al templo, un sacerdote—, con el honor en nuestras manos de la sangre derramada por este reino.

Los demás nobles lo repiten, la reina lo repite, incluso yo lo hago, pero mis ojos no se apartan de la escena.

La mujer desnuda, su cuerpo marcado por latigazos, quemaduras, cortes, moretones. Le faltan dedos de los pies, juro que puedo ver un hueso de sus pies y el barro, junto con los gusanos que se acumulan en sus piernas con heridas profundas.

—Traemos ante vosotros esta ofrenda, ante la ofensa de rebeldes contra quienes ustedes lucharon, traemos a sus descendientes traidores, hijos del pecado. —Levanta sus manos al cielo— Reciban con este regalo, a nuestros hijos fieles, puros y nobles en sus castillos, en el reino prometido.

Todos repetimos sus palabras, mientras la sangre del joven desollado cae en el piso y resuena en todo el centro. Un cuervo vuela y se posa sobre su cuerpo, sacando a la joven de su trance. Ella comienza a mover su boca, pero nadie la escucha, todos rezan. Intento acercarme para oír lo que dice, hipnotizado por la escena, perdido en la escena, sintiendo mis rodillas temblar, débil, al borde de caer de rodillas frente a ellos.

Los ojos de ella se conectan con los míos, y de sus ojos salen lágrimas de sangre, lágrimas mezcladas con sus heridas. Sus rojos ojos arden, me traspasa, me quema, no puedo explicar cómo afecta mi cuerpo. Un tatuaje de un cuervo resalta en su pecho, el que fue cortado línea por línea, la mujer morirá desangrada.

—Queridos padres de este reino, rogamos acojan en los castillos a nuestros hijos, cuyas proezas han sido guardadas con ellos en las criptas sagradas de cada familia. Queridos padres, oramos por su protección, oramos porque guíen nuestras espadas en cada guerra, para que en cada batalla nos levantemos con su espíritu y nuestros muertos se levanten con nosotros. Oramos por la victoria de nuestra monarquía, de nuestra nobleza, oramos por la luz de su máxima sabiduría.

Todos los nobles levantan sus manos al cielo, madre también lo hace, pero ella sigue sonriendo mientras observa a la muchacha morir desangrada. Ella sigue moviendo su boca, hablando cada vez más fuerte, sobreponiéndose a los gritos de los nobles que rezan. El cuervo se gira y me observa fijamente, me fuerzo a mantenerme de pie.

—Asesinen a uno de nosotros, pero volveremos siendo miles —grita ella—. ¡Los hijos de los rebeldes volverán por ustedes! ¡Puede ser mañana, puede ser en mil años más, pero volveremos! ¡Volveremos por ustedes! ¡Asesina a los padres, asesina a los hijos, pero siempre regresaremos!

Retrocedo cuando un guardia la apunta con una flecha frente a mí, los demás guardias me obligan a retroceder.

—Y los oíremos arder en el fuego de la venganza. Volverán por ti —dice, observándome—, y ninguna mujer pura podrá salvarte. Volverán por ti.

Una flecha es disparada en su dirección y atraviesa su pecho, otra más atraviesa su cuello y por último, una se dirige contra su estomago.

Los nobles estallan en gritos de alegría y comienzan a lanzarle piedras, todo lo que encuentran disponible para lanzarle a sus cadáveres.

Aún muerta, la mujer no separa su mirada de la mía. El cuervo, chilla en horror o en furia, lo puedo sentir, y también como vuela con violencia antes de pasar sobre mí.

En la antigüedad, en los antiguos libros, los nobles consideraban de mal augurio que un cuervo volase sobre tu cabeza.

—Castíguenlos mis reyes, hagan de su castigo eterno. La monarquía Gris se levanta y se mantiene fuerte. ¡Se mantiene fuerte!

Cuando estoy más cerca de ellos, cuando me puedo sostener, todos comienzan a aplaudir. Sin embargo, aún cuando me giro, siento sus ojos en mi nuca. Temo tener que encontrarlos en la feria otra vez, porque por primera vez no puedo controlar mi cuerpo ante una escena así, ante una mirada de un bosque incendiado ante mí, de flores marchitas e incineradas.

Pero lo entiendo, mi coronación está cerca, lo que significa que... Yo seré el que deba mantener de pie al reino. Sin embargo, este grupo no quiere que lo logre, ya sea la tal familia White o quién se oculte tras esto, no me quieren ver ascender.

No pienso caer.

***

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