LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLE...

By JUPITER_CROWN

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2️⃣ ⚜SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA LEGENDARIOS⚜ ⛔⛔⛔Prohibido leer sin haber terminado "Mientras te Observo", prime... More

🔹️ANTES DE LEER🔹️
🔹️EXTRAS🔹️
BOOKTRAILER
0.0 DATOS DE IRLENDIA
♤PREFACIO♤
♤1♤ENTRADA VESPERTINA
♡2♡ A ESCONDIDAS
♤3♤ DÚO DINÁMICO
♤4♤UNA OSCURA SORPRESA
♤5♤ ¿PUEDEN LOS DESTROYADORES AMAR?
♤6♤DATOS DEL CLAN DESTROYER
♤7♤UN VERDADERO DESTROYADOR
♤8♤EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS
♤9♤¿LOCURA?
♤10♤EL SÉPTIMO ABISMO
♤11♤SUBTERFUGIO
MUNDO BALGÜIM
♤12♤LA TRAVESÍA
♤13♤MILAGRO
♤14♤SUPOSICIONES
♤15♤ LAS SOMBRAS OLVIDADAS
♤16♤CYBERZONE
♤17♤EL MISTERIO DETRÁS DE LOS DÍGITOS
♤18♤NO TE ENAMORES DE UN DESTROYADOR
♤19♤ADIÓS AL IMPERIO ANDROIDE
♤20♤UNA PARADA NO PREVISTA
♤21♤RETO
♤22♤COMPRENSIÓN
♤23♤LO PEOR DE BAJO MUNDO
♤24♤EL CAPITÁN MALTAZAR
+EXTRA+ 1 "Cuando sobra el corazón"
+Extra+ 1
♤25♤CONTRAMAESTRE
♤26♤LOS HECHOS DE UN ERRANTE
♤27♤LA FIGURA DEL VIENTO
UN VIAJE ENTRE LOS MUNDOS
♤28♤ EL CALOR DEL HOGAR
♤29♤ LA CORTE REAL
♤30♤ PRIMER DÍA DE FESTEJO
♤31♤SORPRESAS
♤32♤REENCUENTRO
♤33♤ LOS ACUERDOS EN JADRE SE SELLAN CON APRETONES DE MANOS
♤34♤RESPONSABILIDAD
♤35♤EL CONSEJO REAL
♤36♤OBSESIÓN
♤37♤DECISIONES
♤38♤TERRITORIO INFAME
<ARTHUR KANE ((ESPECIAL))>
♤39♤MIENTRAS TANTO Y UN "TAL VEZ"
♤40♤UNA ESPERA AGITADA
♤41♤SECRETOS AL DESCUBIERTO
♤42♤LECCIONES DE AKENATEM HAKWIND
♤43♤LEYES DE JADRE
♤44♤ PROPUESTA DE MATRIMONIO
♤45♤PROPUESTA DE MATRIMONIO II
♤46♤ "ESTRELLA DE LUZ"
-͟͞͞★CONCLUSIÓN DE LA PRIMERA PARTE★-͟͞͞
♤47♤"SÍ QUIERO"
♤48♤ BODA
♤49♤ ARRESTO
♤50♤EL ECLIPSE
♤51♤LA SOMBRA
♤52♤ SALTO EN EL ESPACIO
♤53♤ "EL ARROGANTE QUE NO DEJAS DE QUERER"
♤54♤CONFIANZA
♤55♤TODOS TIENEN SECRETOS
♤56♤LA BESTIA DE LAS TINIEBLAS
♤57♤ENTRE LAS ALAS DE UNA BESTIA
♤58♤LA EXCELENTÍSIMA EMPERATRIZ DE IRLENDIA
♤59♤ DETRÁS DE LA NOTA
♤61♤ESTRATEGIA
♤62♤ DRIANMHAR
♤63♤ESPIONAJE
♤64♤ SECCIÓN CUATRO DE DRIANMHAR
♤65♤DE VUELTA EN JADRE
♤66♤MANO DERECHA
♤67♤SUCESOS TRASCENDENTALES
♤68♤PODER NO ES SINÓNIMO DE GANAR
♤69♤ EL PESO DEL AMOR ES MÁS PODEROSO QUE EL PESO DE LA SANGRE
♤70♤ FORIAN Y OTROS CABOS SUELTOS
🦉🐺EJÉRCITO REAL DAYNONIANO🐺🦉
♤71♤LA VICTORIA ESTÁ RESERVADA A AQUELLOS QUE ESTÁN DISPUESTOS A PAGAR SU PRECIO
♤72♤UNA GRIETA EN LOS PLANES
♤73♤CONSECUENCIAS
♤74♤DE CARÁCTER FUNERARIO.
♤75♤PROPUESTA ACEPTADA SIN OBJECIÓN
♤76♤DEL OTRO LADO
♤77♤ FANTASMAS DEL PASADO
♤78♤SOLO UN ACUERDO POLÍTICO
♤79♤ ATANDO CABOS
♤80♤GUIARSE POR EL CORAZÓN ES MÁS FÁCIL
♤81♤ MANDATO ESPECIAL
♤82♤EN LA GUERRA Y EL AMOR NO TODO SE VALE
♤83♤ LA BODA MÁS ESPECTACULAR DE LOS CINCO MUNDOS
♤84♤ NOCHE DE BODAS
♤85♤ CON LÁGRIMAS DE SANGRE

♤60♤FIN DE LA TREGUA

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By JUPITER_CROWN

Año 10
10Ka, 50Ma.
Jadre

Nos escabullíamos por escaleras y pasillos de piedras, doblando derecha, izquierda, luego otra vez derecha. Era como una persecución, como si nos estuviéramos fugando.

—¿Estás seguro de esto? —le había preguntado a Arthur cuando propuso la idea—. Si nos atrapan...

—¿Eres la emperatriz de Irlendia y nunca te has asomado a la Bóveda? ¡Eso tiene que cambiar!

Sí. Se refería a la Bóveda Real. Donde se guardaba el mismísimo oro. Toneladas y toneladas de oro.

Había leído sobre la Bóveda y visto en planos sus compartimentos pero nunca había tenido oportunidad de visitarla. Debía estar programada en mis visitas con los junos, pero evidentemente no había llegado el momento. Arthur y yo tocamos el tema de casualidad cuando entramos nuevamente al patio de armas y él me contó lo que escuchó al respecto la noche anterior, estando en el proceso de sueño profundo.

—Sucedió más allá de la medianoche. Desde la ventana de mi celda pude ver como dos guardias sacaban a rastras lejos de la torre a dos atamarinos para decapitarlos a la luz de la luna bajo el pecado de haber intentado robar en la Bóveda.

»Al parecer uno de ellos tenía contectos en All-Todare y el otro, siendo cortesano, haría el trabajo sucio de sacar un poco de oro, de modo que los encargados no sospecharan que faltaba nada. Luego el ladrón activo y el de los contactos en el municipio se dividirían las ganancias. Los fayremses descubrieron el atentado antes que fuera demasiado tarde.

»Como mismo mis ojos y oídos captaron estas cosas, también debieron hacerlo los demás prisioneros. Los tesoros de la Bóveda Real deben comentarse a diario entre las paredes que resguardan los prisioneros más peligrosos de La Sombra, Khris. De seguro hay conjeturas de a cuánto asciende el oro de Jadre.

—Te escuchas muy emocionado al respecto —resalté.

—¿A ti no te emociona? —dijo y volvió a tomarme la mano poniéndome al frente para que fuese yo quién guiara nuestros pasos.

—No lo sé... Puede que un poco. Pero esto es tan... raro...

—Yo soy un Kane, Khris, me gusta el lujo, está en mi sangre. Y tú eres la...

—La emperatriz, lo sé.

Las palabras de él se escucharon claras pero su expresión difería de seguridad.

—Dime la verdad Arthur —exigí volteándome.

—Te acabo de...

—Te retienen bajo las mayores restricciones en La Sombra y hoy por ser hoy y que mi hermano es un ser generoso, se te ha brindado breves minutos de libertad cerciorada. ¿Y me dices que prefieres escaparte a la Bóveda Real y mirar sus tesoros porque ansías ver un poco de lujo? Eso no tiene sentido. Te conozco, así que dime la verdad Arthur, dime qué está pasando realmente.

Él sonrió de medio lado, esa sonrisa torcida que mostraba cuando pensaba en silencio sabrían sus neuronas qué cosas y tejía una lista de razonamientos sintiéndose superior a todos. Sin embargo la media sonrisa se convirtió en una mueca amarga y las muñequeras que llevaba empezaron a perder su peculiar invisibilidad. Noté cómo sus manos se revestían de acero pero la conversión no abarcaba más arriba de los codos. Entonces supe que sí había un problema hondo y no la simpleza que saltaba a la vista; que pasaba algo tan grave como para que Arthur se tomará las molestias en ocultarlo.

—Quiero que veas el poder tan grande que manejas Khris —esquivó y me apretó la mano—. Quiero que lo veas conmigo. Quiero que hagámos juntos cosas que tú nunca antes has hecho.

Otra excusa mal elaborada, aunque no menos dulce.

—Las cosas que nunca antes he hecho...—Sonreí bajando la cabeza.

Él se acercó a mi oído mirando discretamente a los alrededores, como si fuera a desvelar un secreto.

—Quiero ser tu primera vez en muchas cosas, Khristen.

No negaré que las palabras me atravesaron el pecho. Los colores me subieron y bajaron, ¿o fueron los fluidos? Tal vez eran hormonas chocando entre ellas. No sé asegurarlo ahora, no lo supe tampoco en ese momento. Yo conservaba ese pequeñito y tonto anhelo de una pedida de matrimonio. Sí, entendía lo que Arthur había expuesto sobre su posición para conmigo siendo un pecador prisionero, pero así no sería siempre. En algún momento soltarían al Elegido, en algún momento se convertiría en mi Mano, en algún momento estaríamos casados...

Y luego de eso nosotros...

El rubor de mis mejillas aumentó muchísimo, el volcán interior hacía sus artimañas expulsando pura lava por los poros de mi rostro.

Estaríamos casados para siempre. Lucharíamos hombro a hombro como la realeza de Jadre contra nuestros enemigos. Venceríamos juntos. Reconozco que imaginarlo fue una fantasía muy placentera como todo lo que terminaba imaginando con él.

—No perdamos tiempo entonces —acepté sin nada que objetar y comencé a conducirlo en dirección al lugar.

Recordaba con precisión las maquetas que había visto, conocía en teórico cada rincón del Castillo. Ahora bien, estaba a punto de llevar a práctica uno de esos conocimientos. Nos conduje al pasillo correspondiente que para mi desagradable sorpresa, carecía del dúo de guardias que se suponía que estuvieran.

«Estarán ebrios en alguna parte, disfrutando de la celebración» razoné.

Sabía que eso les traería problemas y como emperatriz debía tomar medidas. Pero no dejé que el pensamiento de lo que debía hacer me estropeara el momento. Cuando no quedaron más que pocos metros entre nosotros y la puerta redonda, taladrada con tornillos circulares y una seguridad imposible de vencer, una corriente caliente azotó mi vientre. Detrás de esa puerta estaba el lugar, el importante y valioso lugar, y sin embargo nunca lo había pisado.

Según los libros la Bóveda tenía dos compartimentos: la antesala donde se guardaban reliquias de guerras, oro traído de Drianmhar y demás tesoros de Irlendia, y el Especial, un cuarto pequeño destinado a guardar lo que desde hacía kiloaños mejor guardaban los daynonianos: lo que quedaba de la estrella Saol.

Nos acercamos hasta quedar a centímetros. La luz extraña y dorada que emanaba de cristales diminutos enterrados en el techo de barro me hizo pensar que minúsculas porciones de energía estaban siendo utilizadas con el fin de iluminación.

—Debe estar mejor resguardado que la Casa Blanca —murmuró Arthur contemplando el relieve complicado de la puerta.

—Lo está.

Pero cuando la inspección de Arthur llegó al picaporte de la puerta, una expresión agria se apropió de sus gestos.

—La han forzado.

—¿Cómo? —No podía creer lo que escuchaba, así que lo hice a un lado para inspeccionar yo misma—. Está llena de arañasos...

—Y el picaporte está flojo, inestable.

—Arthur tengo un mal presentimiento, y hasta ahora los malos presentimientos nunca me han fallado. —Tragué saliva antes de continuar—: ¿No te parece extraño también la oscuridad? Se supone que hay oro y piedras preciosas y sin embargo...

—No sale ni un poco de resplandor de allá adentro —terminó por mí.

—Efectivamente.

—¿Crees que...?

—Solo hay una manera de averiguarlo. —Temía que mis temores fuesen ciertos.

Miré la puerta y ladeé la cabeza. El material parecía titanio con iridio. Lo primero que intenté fue sacar una porción de energía Osérium de mi interior. Pegué la palma derecha de mi mano en el centro de la sofisticada puerta, pero el efecto consecuente fue una convulsión eléctrica, como un electroshock que me lanzó atrás abruptamente y al objeto de titanio especial e iridio no le hizo más que cosquillas.

—Tal vez si le agregas más potencia... —sugirió Arthur.

—No es más potencia lo que se necesita —informé yo, consciente de cuál había sido la falla.

Sopesé mis opciones y luego hice una combinación mental de poderes. Y así fue como lo logré. Energía pura y dorada, electricidad violeta, irá verde, fluidos acuosos... Todo emanó de mi piel formando una pequeña bola de caos. Con un rápido movimiento de ojos la bola se estrelló contra la puerta y todo el pasillo se estremeció violentamente como si un terremoto estuviera azotando el castillo.

Arthur y yo caímos al suelo entre las luces parpadeantes del pasillo que pronto se apagaron. El ambiente se quedó en completa oscuridad pero la puerta... la puerta se abrió.

—Deberás reponer el sistema de seguridad, una puerta nueva incluida.

—Lo haré. Después de descubrir cómo alguien ha podido entrar sin tener mis poderes.

Nos incorporamos al mismo tiempo y al hacerlo, las muñequeras de Arthur empezaron a alumbrar de repente, rayos parpadeantes y rojos a los que acompañó un pitido que podía reventar los tímpanos.

—¿Eso significa que te has pasado de hora?

—Significa que el príncipe Kilian, el general Akenatem y nuestro querido Adrián me están buscando —respondió resoplando y tomando la iniciativa para entrar—. Esto podría volverse realmente tedioso...

Miró de nuevo el vacío que flotaba por el estrecho filo de la puerta hacia adentro. Suspiró y volvió a girarse en mi dirección.

—Puede que quieras esperar a que ellos lleguen para averiguar qué está pasando, Khris.

Negué con la cabeza.

—No tengo miedo.

Entonces nos introdujimos en la Bóveda Real, al lugar donde se guardaba por siglos el poder más mortal de la galaxia. En efecto, todo estaba completamente oscuro. Y sin embargo cuando encendí fuego con mi mano deseé no haberlo hecho. Deseé que mis ojos no estuvieran viendo lo que veía. Deseé que..., que todo fuera una broma, un mal sueño del cual poder despertar. Me aferré al brazo de Arthur soltando un jadeo de horror.

No había oro.

No habían piedras preciosas.

No había tesoro.

Una parte del suelo estaba destrozado para permitir que un hueco profundo fuese cavado en la tierra. Eso respondía la interrogante del método que habían usado para introducirse. Marcas de garras habían sido dejadas en cada esquina de las paredes revestidas con cuero color lavanda. Los cojines estaban destrozados y había sangre reciente en los cofres reales.

En ese preciso instante, escuché como una centena de guardias entraron a la antesala. Al voltearme vi que venían acompañados de mi hermano, Akenatem y Adrián, que estaba sudando y con una agitación terrible en el pecho. Supe que había recibido reprimendas por perder a su primo entre la multitud aunque era evidente que el sistema para localizar al preso funcionaba espléndidamente como bien habían demostrado las chillonas muñequeras.

Pero los sudores de Adrián no solo se debían a haber perdido a Arthur. La desesperación de Kilian no tenía nada que ver con que nosotros nos hubiésemos apartado de la celebración. La furia de Akenatem no implicaba que su radar estuviera vibrando por haber localizado al preso.

Ellos ya sabían lo que se encontrarían adentro.

—Así que es cierto —jadeó el general en puro estado de rabia analizando las salvajes señales por cada sitio.

—Nos han robado —recriminó Kilian y su tono podía dar miedo—. Esas insolentes bestias nos han robado. —Sus puños se apretaron y el labio inferior le tembló por la ira.

—Los destroyadores —me decidí finalmente a decirlo—. Ellos... ellos han entrado aquí y se han llevado todo el oro del reino.

—Pero, ¿por qué? Drianmhar es rico en oro, al clan Destroyer nunca les ha faltado piedras, y metales preciosos —razonó Adrián—. Puede que estén resentidos porque el clan Daynon tome posesiones de su mundo pero venir el día de la coronación nada menos, ¡a llevarse el oro!

—Esto es un mensaje —añadió Akenatem con la voz más firme que se podía usar en vista de la situación—. Han burlado la seguridad del perímetro del castillo, se han introducido en medio de la celebración y llegado a la Bóveda. No fueron a por la emperatriz a propósito, sino que se llevaron descaradamente cuanto poseía la Corte de sustento, todo en una especie de desafío.

—Que pueden hacer lo que quieran cuando ellos quieran —musité con sacudidas internas extendiéndoseme a todas las extremidades—. Que... que estamos indefensos...

El clan Destroyer, máximo líder en Drianmhar, el único mundo en el que mi travesía con Forian no me condujo, y yo agradecía el hecho. Suficientes aventuras había vivido en Balgüim, Korbe y Bajo Mundo como para agregar la desértica tierra de Drianmhar en la lista. Además, los peligros no solo se limitaban al grupo de asesinos con garras que amaestraban dientes de sables, pues yo había estudiado que este mundo entre los otros se caracterizaba por contener los temibles dracosaurios y otros mamíferos prehistóricos.

—Esto no se va a quedar así. —prometió Kilian entre dientes. Cuando me detuve en su rostro sentí un raro escalofrío. La ira reflejada en sus refinadas facciones era tan desconocida para mí como letal.

—Le aseguro que no Alteza —secundó Akenatem, sus ojos audaces se mostraron fieros—. Pero debemos pensar bien lo que haremos. Sir Adrián reúna al Consejo —ordenó—. Si me lo permite Majestad —me dijo—, debo convocar a los miembros, incluyéndola, para planificar una estrategia que impartiré luego con la mayor prontitud al ejército.

La temperatura de mi cuerpo había caído tan en picada que un cadaver no tendría muchas diferencias conmigo.

—Si atacamos al clan Destroyer eso significaría el final de la tregua —deduje lo obvio.

Sería el fin definitivo de la tregua y por ende el reinicio de la despiadada Guerra Roja, de las muertes y del caos. Y yo realmente no estaba lista todavía. En mi mente el final de la tregua existía como un suceso lejano hasta el momento en que yo terminara mi entrenamiento y estudios, hasta el momento que mi capacitación hubiese alcanzado su plenitud.

—No lo ha entendido, emperatriz —dijo Akenatem con respeto—. Esa ofensa de los destroyadores de atreverse a pisar Jadre en pleno día, con la celebración de su ascenso, es lo que ha marcado realmente el fin de la tregua. Ellos la rompieron con su descaro y actos de vandalismos y tenemos que hacer algo al respecto.

—Y ese «algo» debe ser lo más pronto posible —apoyó Kilian que parecía destilar toda la toxina de su organismo mientras hablaba—. Nadie desafía al clan real y sale ileso. Nadie.

—De acuerdo. —Tragué saliva—. Convoquemos al Consejo Real.

—•—

Era una situación incómoda. Por un lado, la prontitud de la reunión nos había obligado a salir inmediatamente al salón donde solía agruparse el Consejo Real a deliberar, con el prisionero Arthur Kane incluido pues ya que era el Elegido, los más influyentes del Consejo acordamos que estuviera presente.

Por otro lado, Kilian había enviado mensajeros a Haffgar con la orden de que el duque Lord Dominic Dukor compareciera en palacio en vista de la apremiante situación. Jadre necesitaba estar unido ante la nueva amenaza y no dividido políticamente por sinsentidos. También debían acudir los jueces idryos. Incluso mi madre, la reina, fue convocada.

Y por último estaba mi mandato, ese especial y reservado mandato incuestionable que debía dar y en el que todavía no me ponía de acuerdo. Necesitaba tener de nuevo a Forian conmigo, pero el rumbo de los acontecimientos se había torcido de tal manera que mi juicio de monarca me impedía usar un decreto tan importante en deseos personales cuando miles de inocentes bajo mi guarda peligraban.

¿Y si de alguna manera Forian había llegado a Drianmhar? ¿Y si había restaurado su lugar como Alfa? ¿Y si tocaba que nos enfrentáramos como enemigos? No, no, no... Él jamás haría algo así. Lo sentía, lo sabía... Porque lo conocía de verdad, porque sus mismas palabras atestiguaban mi certeza:

"Si algo te llegara a pasar no me lo perdonaría en toda una vida. De hecho, no podría seguir viviendo"

"Si me pides que me quede a tu lado, me quedaré"

"Pretendo que te sientes en el trono supremo, aunque sea con mi último aliento"

"Los destroyadores somos los seres más leales del universo"

Todas sus palabras llegaron escalonadas a mi memoria. Forian, mi bueno, salvaje y leal Forian, ningún protector hubiese sido más eficaz. ¡Él no me traicionaría! Podía esperar la traición de todos los seres del universo excepto de Forian. En aquellos instantes sentí más que nunca la necesidad de tenerlo a mi lado o al menos, de saber cómo estaba.

Volví a enfocarme en el presente, en el salón del Consejo Real donde todos estaban tan inquietos como nerviosos. Tal vez Kilian no, la seguridad y ansias de venganza que exudaba por cada poro descartó que tuviera miedos o dudas. Estaba listo para la batalla, lo sabía. Por otro lado, Akenatem había dejado fruncido su ceño, estaba ausente de la realidad perdido en sus propios pensamientos: planeando, teorizando, formando estrategias... Ser el máximo general de Irlendia debía ser una presión fuertísima. Pero nunca sería más fuerte que la que cargaba la emperatriz.

Mi mente y cuerpo eran un manojo de emociones negativas y temores sólidos.

Un toque en la puerta disipó un poco el nudo en el pecho. Debía ser el duque, al menos contaríamos con el apoyo de los idryos.

—Majestad —saludó el mozo daynoniano con una corta reverencia cuando se le abrió la puerta. Luego hizo lo mismo en dirección al resto de la familia real—. Altezas.

—¿Dónde está Lord Dominic? —exigió por lo seco Kilian—. Te advertí que no regresaras a palacio sin él.

—Lo siento mi príncipe. Hice todo lo que pude y...

—No vendrá. —La voz se escuchó detrás del mozo tan alta y clara que flotó por el salón unos segundos. Luego el dueño dio pasos para adentrarse. Sus ojos de mezclados colores se mostraban alarmados, en contradicción con su voz apacible.

—Lord Devian. —Hice un gesto con la cabeza que él devolvió. Luego fue a ocupar su asiento en la parte oeste de la mesa con forma de diamante.

—Pido disculpas por mi padre, Majestad. No hubo forma legendaria de convencerlo de volver al Consejo.

—¡No puede decidirlo así sin más! —saltó el representante del clan Atamar.

—De hecho sí puede —tomé palabra—. Según las leyes en relación con su posición, está en todo el derecho de renunciar al Consejo Real según y cuándo lo decida. —Torcí los labios—. Es el único duque en todo Jadre, máximo líder del clan Idryo y el noble más influyente de Haffgar, esto no son buenas noticias.

—Coincido Majestad —dijo Akenatem.

Kilian se mantuvo apretando los puños sobre la mesa, tenso en la silla.

Me culpé un poco por no haber manejado mejor las desavenencias con el duque, en momentos como aquellos necesitaba más que en cualquier otro el apoyo de los clanes. Mis gustos personales sobre tener cerca o lejos a Lord Dominic no eran relevantes en circunstancias de guerra.

—Haré todo lo que esté en mi poder para ejercer sobre los idryos —prometió Dev—. Intentaré convencerlos de unir fuerzas ahora que la tregua se ha levantado —evidenció con tono grave—. Pero mi padre es el hombre más respetado y temido entre los nuestros, no será tarea fácil.

—No lo será —coincidió mi hermano—. Pero se te recompenzará Lord Devian permitiéndote ocupar por ahora el lugar de tu padre en el Consejo y recibiendo el cargo permanente de conde de Haffgar. —Hubo un silencio absoluto en el que todos miramos a Kilian—. Y al morir tu padre ascenderás como estaba previsto a duque heredando todas sus tierras y herencias. Así lo decreto yo, Kilian Daynon príncipe de Jadre por el legado que me ha sido concedido. —Dicho esto encontró sus ojos con los míos y yo asentí afirmativamente.

Como Alteza de Jadre él estaba en todo su derecho de concederle de regalo el título que quisiera a quién se lo merecía.

—Entonces debo anunciar legalmente a Lord Devian Dukor, conde de Haffgar y heredero del duque. —apoyé.

Se prorrumpieron aplausos cortos en los que Dev no participó pero aceptó el cargo con toda la solemnidad que poseía.

—Ahora cuentas con la influencia extra para convencer a cuantos idryos puedas Lord Devian —mencioné—. No nos decepciones.

—No pretendo hacerlo, Majestad.

Nos sonreímos brevemente y entonces sentí el peso de ojos grises y penetrantes. Ajá, cuatro ojos.

Ubiqué las circunstancias dentro del hecho que era la primera vez que tenía a mis tres «hombres» —para no decir novios— en el mismo salón; y era..., una situación muy extraña. Cambié la dirección de la vista a la última de las gradas, observando a Arthur y dándome cuenta lo fuera de lugar que estaba en aquel salón; sin el atuendo adecuado en contraste con las ropas reales del resto, sin accesorios o joyas, solo con el colgante del colmillo en su cuello. Ese color pálido en el rostro y la demarcación evidente. Y aún así seguía siendo un imán que atraía una fuerza arrolladora. Un agujero semejante a los portales que se abrían entre mundos, un agujero que acaparaba toda mi atención, ganas y pensamientos. Arthur no necesitaba nada para sobresalir, era poderoso con su mera presencia así esta se encontrara un poco marchita.

Yo podría estar eternamente mirándolo y no cansarme. Tenía su esencia Kane tatuada a fuego en mi alma.

Lord Devian Dukor debía representarle un misterio a Arthur, debía suscitarle muchas preguntas. ¿Cuánto nos conocíamos yo y el lord? ¿Cómo era nuestra relación? Supuse que Arthur debía estar sintiéndose terrible, ya que aún siendo el Elegido, constituía un prisionero de La Sombra y Devian, un recién nombrado conde hijo de un duque. Arthur jamás había estado reunido en una sala donde su status fuese el inferior.

Desvié los ojos a Adrián, sentado en la grada más baja al lado del representante del clan Atamar. Él sin embargo desvió los suyos al ventanal detrás mío y se cruzó de brazos. Su frialdad no me dolió, era lo mejor para todos que tratara de contener la... la obsesión. Además necesitaba sus facultades dispuestas para el problema mayor: La Guerra Roja.

—Bien. —Inspiré profundo—. Empecemos a debatir la revancha.

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