En la primavera de 1987, Remus tuvo un golpe de suerte. Uno de los viejos compañeros de Grant ahora trabajaba en el Departamento de Leyes de la UCL y logró conseguirle un trabajo a Remus haciendo una edición independiente. Esto fue una revelación; podía hacer la mayor parte en casa y luego llevárselo a Holborn una vez que estuviera hecho. Necesitaba obtener una tarjeta de seguro nacional y una cuenta bancaria muggle, pero eso era bastante fácil con algunos hechizos tácticos de glamour en el banco.
Remus solo hizo un poco de trampa, usando magia para ayudarle a leer y corregir su ortografía, pero encontró el trabajo sorprendentemente agradable, e incluso comenzó un pequeño negocio marcando exámenes para algunas de las escuelas muggle locales.
— No sé cómo puedes concentrarte tanto tiempo. — Grant negó con la cabeza ante la pila de papeles que Remus había acumulado una noche. — Me volvería loco.
— Es interesante, — Remus se encogió de hombros, — Nunca tuve la oportunidad de aprender nada de esto. ¿Has oído hablar de las ecuaciones cuadráticas?
Grant se rió de él con cariño y le revolvió el pelo, — Eres un nerd.
El propio Grant había ido viento en popa en el trabajo. Le encantaba su trabajo y dedicaba más tiempo los fines de semana y las noches siempre que podía. Los chicos con los que trabajaba Grant eran tan problemáticos como los chicos de St. Edmund, pero eso parecía animar a Grant. Siempre le estaba contando a Remus sobre un niño u otro con el que había tenido una pequeña victoria, una nota de aprobación en la escuela, una semana sin pelear, la finalización de algún castigo de servicio. De alguna manera, Grant sabía todo sobre todos; su memoria ilimitada, su capacidad de orgullo y apoyo increíble.
— Tengo que recortar este artículo del Observer* — podía llegar a decir una noche, — Dice algo que a Alfie le gustará. — O, — Me quedaré hasta tarde mañana, si tengo suerte... les prometí a los muchachos mayores que haríamos algo divertido si ninguno se drogaba.
Cuando se sentía inseguro, a veces Remus se preguntaba si Grant solo estaba con él porque él también era un chico con problemas. Que Grant solo estaba tratando de salvarlo; como trataba de salvar a todos los demás. Él vivía por ayudar a una buena causa.
— Cállate, — le sonreiría Grant, si planteaba estas preocupaciones. — Quería meterme en tus pantalones desde que éramos adolescentes, no tiene nada que ver con tu pasado traumático.
Y luego Remus recordaría que, después de todo, Grant también había sido uno de los chicos del Hogar para niños. Algo que era fácil de olvidar, porque a diferencia de Remus, Grant lo tomaba a la ligera, con un casual encogimiento de hombros de aceptación. Pobreza, falta de educación, maltrato: nada de esto pesaba a Grant de la misma manera. Al menos no en la superficie. Pero Remus se había equivocado antes con la gente.
Como resultado de la dedicación de Grant a su trabajo y su empleo de paga baja, Remus se encontró en una posición en la que nunca había estado antes: tenía tiempo libre y un poco de ingresos disponibles.
No necesitaba mucho: el piso estaba pagado, los muebles estaban en buen estado y, en general, podían permitirse el lujo de mantener la electricidad y el agua caliente. Compraba ropa de vez en cuando, pero casi nunca compraba en Harrods. Estaba la bebida, y él razonó que como ya no fumaba, podía invertir el dinero del tabaco en alcohol.
Lo que a Remus le gustaba hacer era salir a caminar. No paseos por el campo, ya tenía suficiente de esos en las lunas llenas, sino paseando por Londres solo, disfrutando de las calles, de la gente. Visitó todos los museos gratuitos de Londres: la Galería Nacional, la Galería de Retratos, el V&A, el Museo Británico. De hecho, se volvió bastante culto. Y si le dolía la cadera (lo que le ocurría a menudo ahora que ya tenía veintitantos años), fácilmente podría subirse a un autobús.
Así que, un día de verano, había completado todas sus calificaciones y no había nada en la televisión, Grant no estaría en casa durante horas, así que estuvo deambulando por el Museo de Ciencias durante una hora más o menos. Curiosamente, recordó a Arthur Weasley, por primera vez en años. Al viejo idiota le encantaría todas las máquinas, los pistones, las bombillas. Podía imaginarse el rostro de Arthur mientras observaba la máquina de movimiento perpetuo, y Remus sonrió para sí mismo, de la nada. ¿Cómo estaría Arthur? ¿Y su esposa, la hermana de los Prewett y su prole pelirroja? Remus sabía que había pasado demasiado tiempo para ponerse en contacto con ellos, y no sabría qué decir, incluso si lo supiera.
Aun así, pensar en los Weasley no le había dolido, que era lo principal. Y tal vez pensar en ellos fue lo que lo puso en una mentalidad diferente para la tarde, más alerta, tal vez, o más nostálgico. No podía ser una coincidencia que se encontrara con un viejo amigo solo dos horas después.
Estaba casi en casa, a solo una calle de distancia, arrastrando los pies de forma anónima por las bulliciosas callejuelas de Chinatown. De hecho, estaba a punto de pasar por el lugar donde habían comprado su televisor: la sauna de Old Compton Street. Remus siempre se sonrojaba un poco cuando pasaba por ahí, y luego se reprendía a sí mismo por ser tan mojigato. Agachó un poco la cabeza mientras se acercaba y, horror de los horrores, justo cuando estaba a la altura de la puerta, unas personas salieron por ella.
Remus tuvo que detenerse en seco, para no chocar con ellos. Se volvieron y lo miraron nerviosamente.
Remus jadeó. — ¡Christopher!
El hombre parpadeó horrorizado. Tenía el rostro enrojecido y los ojos de color marrón oscuro que eran bastante pequeños y llorosos. Estaba un poco más regordete de lo que había estado en la escuela y la línea del cabello se estaba alejando levemente en las sienes. Pero definitivamente era él.
— ¿Remus?
— ¡Hola! Ha pasado...
— Desde...
— Sí. ¿Cómo estás? — Remus hizo una mueca incluso cuando hizo la pregunta. Christopher estaba claramente incómodo, ¿y cómo no iba a estarlo? No había visto a Remus en casi diez años, y ahora él aquí estaba, inclinándose sobre él afuera de un sauna gay.
— Oh tú sabes. — Christopher se miró los pies.
Llevaba ropa muggle: una camisa de mezclilla con los botones abrochados de manera desigual, pantalones de vestir y un chaleco naranja quemado con bordados verdes. En resumen, se veía tan terrible como todos los magos sangre pura que intentaban hacerse pasar por muggles. Como siempre, el aire general de desesperanza de Christopher hizo que Remus sintiera simpatía por él.
—Er... — Remus se frotó la nuca. — ¿Quieres… ? Um. ¿Tienes tiempo para un café? ¿O una copa? ¿Ponernos al día un poco?
— Sí, está bien... — Christopher lo miró con cautela.
Remus se hizo cargo desde ese punto, porque estaba claro que no había otra forma. Condujo a Christopher calle arriba, de regreso a Tottenham Court Road. Había un café en la calle Denmark que era barato y anónimo, lo que era bueno porque por alguna razón Remus quería alejarse lo más posible de su casa.
— Llegamos... — sonrió amablemente, sosteniendo la puerta abierta y señalando una mesa disponible. Christopher no dijo nada y se sentó, inquietamente. Remus se preguntó si todo esto era una idea terrible, tal vez Chris no quería hablar con él. Pero él estuvo de acuerdo y se ofreció a pagar cuando Remus fue a pedir sus cafés.
—¿Vives cerca? — Christopher preguntó, finalmente, todavía sin hacer contacto visual del todo.
— Sí —, asintió Remus, — No muy lejos. ¿Tú?
— Oh no. En Hampshire. Solo vengo a la ciudad por trabajo y ... bueno.
— ¿Dónde trabajas ahora? — Preguntó Remus, desesperado por evitarle más vergüenza.
— Gringotts. — Chris dijo, mirando a la camarera mientras llegaban sus cafés. Le puso a su taza tres cucharadas azúcar y tanta leche como pudo. Remus se dio cuenta de que ni siquiera le había preguntado a Chris si le gustaba el café.
— Que sostificado. — sonrió Remus, — Siempre supe que te iría bien..
— Supongo...
— ¿Todavía lees mucho?
— Cuando tengo tiempo… el trabajo me tiene muy ocupado. Y otras responsabilidades, ya sabes cómo es. Pensé que estábamos sobrecargados de trabajo durante los EXTASIS, pero Hogwarts eran vacaciones en comparación con la vida real.
Remus se mordió el interior de la mejilla, porque eso era muy cierto, y no quería enojarse por eso.
— ¿Y tú? — Preguntó Christopher, claramente tratando de no hacer una mueca mientras tomaba un sorbo de café. — ¿Qué haces ahora?
— Un poco de todo — Remus se encogió de hombros. — No tengo exactamente una carrera.
— Oh, qué pena.
Remus se encogió de hombros, — Está bien, me las arreglo.
Hubo un silencio incómodo. Remus quería preguntar sobre el sauna, pero sabía que era mejor no hacerlo. Grant probablemente preguntaría, pero Grant tenía una forma de ser que hacía que la gente se sintiera cómoda, Remus no. Simplemente bebió su café en silencio y deseó haber sugerido un pub en su lugar.
— Pensé que habías muerto. — Christopher dijo, de repente. Remus casi se atragantó. Dejó su café.
— Tú…
— Habían tantos rumores, en ese entonces, recuerdas cómo era. Y estaban todos estos nombres, y cuando vi lo que le había sucedido a Lily y a tu amigo James, pensé... especialmente después de que se supo que Sirius Black fue quien lo hizo, asumí que...
Remus respiró hondo y esperó a que el dolor desapareciera. Cuando lo hizo, exhaló lentamente y dijo, muy uniformemente:
— No. No estuve allí esa noche. No tenía idea de lo que estaba haciendo Black. Nadie lo sabía.
— Siempre estaba tramando algo, — dijo Christopher, sombrío. —Y con su familia... supongo que no fue una sorpresa tan grande.
— No. — Remus dijo, sin saber realmente lo que estaba diciendo, solo tratando de ignorar el rugido de ira en su cabeza, — Supongo que no.
— De todos modos, realmente me entristeció lo de Lily. Ella era tan amable. ¿Sabes dónde está Harry ahora? ¿El niño que vivió?
Remus simplemente negó con la cabeza. Bebió más café, probablemente no era una idea brillante el agregarle cafeína a su ya acelerado ritmo cardíaco, pero estaba tratando de ser lo más normal posible.
— Y pensé que si no estabas muerto, — continuó Christopher, — igual no querrías hablar conmigo.
— ¿Por qué?
— Sé que tú y tus amigos estuvieron todos involucrados en la guerra, ayudando a Dumbledore y todo. Yo no... mis padres me enviaron a Suecia, después de que terminé mis EXTASIS. Estaban preocupados por mí, querían que me fuera de aquí. Recuerdas cómo eran las cosas.
Sí, quiso decir Remus, sí, maldita sea, lo recuerdo. A veces me despierto y es como si todavía estuviera sucediendo.
— Y siendo nosotros sangre pura… creo que les preocupaba que tuviera que elegir un bando. Así que me enviaron lejos, tenemos familia en Gotemburgo y obtuve mi título en Finanzas Mágicas.
— Correcto. — Remus asintió. Realmente necesitaba hablar de otra cosa. — Bien por ti, Chris. Entonces, um... ¿Vienes al Soho a menudo?
Christopher se puso carmesí de nuevo y miró su taza de café. — Solo… solo a veces. Honestamente, me acabo de enterar de ese lugar y pensé en echarle un vistazo, no hice... no quiero que pienses...
— Sabes que debes tener cuidado, — dijo Remus, bajando la voz en caso de que alguno de los clientes del café estuviera escuchando, — Hay una enfermedad que los muggles están contrayendo, no estoy seguro de cuánto saben ustedes al respecto, pero es realmente serio.
— Como dije, — dijo Christopher, — en realidad, apenas voy allí. Solo fui por curiosidad.
Remus sintió una punzada de culpa por hacer que Christopher se sintiera mal. Si Grant le había enseñado algo, era que nunca debías aumentar la vergüenza personal de nadie. De todos modos, era una emoción desperdiciada, no había necesidad de empeorarla.
— No hay nada de malo en ser curioso, — dijo Remus con suavidad, — Mucha gente va a esos lugares.
— ¿Tú vas? — Christopher lo miró.
— No. — Remus dijo, un poco demasiado rápido. — Er... quiero decir, sabes que nunca fui muy sociable.
— Oh por supuesto. Me lo puedo imaginar, después de todo lo que pasó...
Remus no quería entrar en eso, así que cambió de tema, — ¿Sales con alguien? — preguntó: — ¿Tienes novio?
Christopher negó con la cabeza. — No. Es difícil, ya sabes. Por el trabajo que tengo, y mi familia. Las cosas han sido... bueno, ha habido un poco de prueba y error, en ese sentido.
Remus quería apretar su mano sobre la mesa, pero en realidad no era el lugar. Inclinó la cabeza, con simpatía,
— Se pondrá mejor, Chris.
Christopher lo miró con una sonrisa resignada. — Mm, sí, recuerdo que dijiste algo así antes, en la escuela. Hay una persona para todos.
— Bueno, lo hay. — Remus asintió de manera alentadora. — Más de una persona, incluso.
— No sé. — Chris suspiró, — No sé si es saludable pensar así. Hay tantos factores a considerar, y yo no... No creo que funcione como en los libros. No creo que todo el mundo tenga esa experiencia.
Eso fue algo difícil de escuchar. Remus no sabía qué decir, en realidad, y se sentía extrañamente cohibido e ingenuo. Ciertamente, Remus ya no embellecía el romance, si es que alguna vez lo había hecho. El amor le había dado una paliza en más de una ocasión. Pero también había sido lo único por lo que valía la pena vivir. Lo había levantado, protegido y mantenido humano. Sintió un repentino anhelo de ver a Grant y se preguntó si ya estaría en casa.
— No sientas pena por mí, — dijo Christopher, enérgicamente, mirando su reloj de bolsillo, — Me la he pasado bastante bien. Me gusta mi trabajo, gano mucho dinero, y cuando tengo una noche libre yo... ya sabes, puedo divertirme de vez en cuando. Simplemente lo veo como un placer, más que como un estilo de vida. En realidad — se inclinó un poco —, tengo un piso en Kensington, para cuando trabajo hasta tarde y no quiero aparecerme todo el camino a casa. Puedes ir a verlo, si quieres. — Enarcó una ceja de manera sugerente.
La boca de Remus se secó y tragó, nervioso,
— Um. Es muy amable de tu parte, de verdad, pero. Será mejor que vuelva a casa. Tengo a alguien esperando.
— Oh. — Christopher se enderezó y se retiró. Su rostro pareció cerrarse. — Tienes a alguien.
— Sí, desde hace unos años, ya. — Casi seis, se dio cuenta. Más de lo que había tenido a Sirius, si es que alguna vez había tenido a Sirius.
— Bien. Bien por ti entonces. Mira, será mejor que me vaya, Remus, fue un placer verte de nuevo. — Christopher se puso de pie y extendió una mano formal para que Remus la estrechara. — Deberíamos ponernos al día adecuadamente, uno de estos días, avísame si alguna vez vas al Callejón Diagon, y organizaré un almuerzo.
—Está bien, — asintió Remus, estrechándole la mano.
Sabía que nunca iría al Callejón Diagon, y como Christopher no le dio ningún dato de contacto, Remus asumió que la invitación era simplemente cortesía. No extrañaba la hipocresía de los sangre pura.
Remus caminó a casa rápidamente, ignorando el dolor en su cadera, y se sintió increíblemente aliviado al encontrar a Grant ya allí, en la cocina.
— Hola, nerd — sonrió, — ¿Cómo estuvo el museo?
— Bien gracias. Interesante.
— Creo que debería llevar a algunos de los muchachos allí de paseo, si puedo hacer que me dejen. — Levantó dos latas, — ¿Tostadas de frijoles o tostadas de espagueti en aros?
— Lo que prefieras, — dijo Remus, mirándolo. Grant los miró a ambos alegremente.
— Espagueti entonces. Con mucha salsa ¿No?
— Suena perfecto. — Remus respiró.
— Perfecto... — se rió Grant, — Debes tener hambre.
— No, solo... te extrañé, eso es todo.
— Solo he estado en el trabajo.
—Lo sé…
— Maldito idiota. — Grant negó con la cabeza, todavía sonriendo, volviéndose de espaldas para abrir el cajón de los cubiertos y encontrar el abrelatas.
Remus cruzó la habitación rápidamente y lo abrazó, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Grant, tirando de él e inhalando su aroma. Grant dejó el abrelatas con cuidado y le devolvió el abrazo a Remus, frotándose los brazos. — ¿Estás bien, cariño?
— Mmmhm. — Remus dijo, en su cuello. — Estoy contento de que estés aquí.