Tentación Irresistible © [Com...

By LuisianaVons

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«Cuando la tentación late entre dos corazones; la única salida que queda es... caer» Lotty siempre se ha sent... More

Tentación Irresistible
1|TikToker.
2|FuckBoy.
3|Caminata Nocturna.
4|Inocente.
5|Advertencias.
6|El Encuentro.
7|Confesiones.
8|La Tregua.
9|El Enemigo.
10|El Juego.
11|El real Bad Boy.
12|El Campanario.
13|Romeo.
14|Deseo.
15|La Verdad.
16|Regalame esta noche
17|Barcos de Papel. Parte I.
18|Barcos de Papel. Parte II.
19|Boulevard.
20|La noche.
21|El Amanecer.
23|La Cena.
24|Lealtad.
25|Tormentas.
26|Armaduras.
27|Línea de Tiempo.
28|Otoño.
29|Víctimas.
30|Encuentros.
31|En cualquier Lugar.
32|Pasado Gris.
33| Pruebas.
34|Del ahora al para siempre.
35|Las cartas que nunca escribí.
Epílogo

22|Grietas.

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By LuisianaVons

Lotty.

Estuve gran parte de mi vida preguntándome qué demonios era lo que quería. ¿Por qué sentía un hueco en el estómago tan profundo? ¿Por qué me esmeraba en fingir que todo estaba bien? ¿Por qué me ponía esa máscara de felicidad inaudita todas las mañanas?

Me despertaba algunos días con la idea de que tenía que ser feliz. Aparentar felicidad. Una que, tal vez, nunca conocí de verdad. No solía demostrar mis emociones a las demás personas, me aislé a mí misma durante tanto tiempo que se me había olvidado lo lindo que se sentía salir de esa caja de vez en cuando.

Le subo el volumen a mi IPod mientras hago mi tarea. Es lunes ya. Regresamos hace un día del fin de semana más maravilloso que alguna vez tuve en la vida. Era maravilloso por muchas razones, pero sobre todo, porque en él pude conocer una faceta del chico con el que había estado fantaseando desde la noche de disfraces.

Por un instante, fuimos uno solo.

Éramos dos estrellas colisionando juntos.

Y nunca nada se sintió malditamente mejor. ¡Dios! Nunca podría olvidarme de esa noche que comenzó siendo todo un campo de batalla en el que expuse mis sentimientos.

Mordisqueo la punta de mi bolígrafo y ahogo un suspiro.

Todavía me quedaban muchas cosas por descubrir sobre Justin. Él me había mostrado la parte de atrás de su gran mural. Pero algunas partes aún estaban cubiertas por las grietas.

El truco estaba en ver bien a través de esas grietas.

—¿Puedes subirle un poco? —inquiere Naomi mientras se encarga de coser trozos de tela. Ha estado trabajando en una tarea durante toda la tarde.

Un bufido resuena opacando su voz. Proviene de la litera de arriba.

—Ni se te ocurra, rubia. —La amenaza de Taissa me obliga a bajarle un poco. Ella se encuentra acostada, con el antebrazo sobre los ojos, cubriéndose de la luz que se filtra por medio de las persianas—. Tu madre llamó mientras no estuviste.

Subo una ceja. Hace mucho que no me llama. O cuando lo hace, no puedo contestar y luego me olvido de devolverle la llamada y hacerle saber que estoy bien.

—¿Y qué le dijiste?

—Preguntó en dónde estabas —informa—. Le dije que los iluminatis te habían raptado porque eres virgen.

Naomi suelta una risita.

Yo me lleno de calor en el rostro. Y no puedo evitar rebobinar hacia el fin de semana en el que esa sentencia habría quedado abolida. Pero, no se los diré a mis compañeras de habitación. No quiero tener que lidiar con los detalles.

—¿En serio?

Ella emite otro bufido.

—No, solo le dije que te habías quedado a dormir con otra compañera.

—Genial. —Suelto un suspiro de alivio cuando veo que he acabado de hacer la tarea. Me he tomado la tarde entera para hacer mis deberes. Lo último que deseo es salirme del carril, aunque ni siquiera sé sí es el camino que de verdad deseo seguir.

Observo la cantidad de renglones que he escrito en menos de tres horas. 122 para ser exactos. Cada uno con un indeterminado número de líneas divagando acerca de la política comercial de las naciones en América. Mientras lo escribía, me perdía entre las oraciones, era mucho para analizar.

Y no puedo evitar cuestionar mis decisiones, ¿era esto lo que quería?

No lo sé... pero esto es lo que hay.

—¿No nos vas a contar en dónde estuviste el fin de semana?

—Ya les dije. —Me levanto de la silla, y guardo mi ordenador en su estuche—. Fuimos a un crucero.

—Me encontré a Chandler ayer en un bar. Ustedes dos... —Naomi me mira con las cejas arqueadas—, no habían llegado aún.

—Nos extraviamos.

—¿Y el barco se fue sin ustedes?

—Sí.

—No lo creo.

—No es mi culpa, Naomi.

—Solo dinos. ¿Pasó algo con Justin? —La intriga centellea en sus ojos mieles. Sus labios se encuentran estirados en una sonrisa llena de complicidad.

El estómago me da una patada. Sí me gustaría hablarlo con alguien, pero Naomi no soportaría un secreto como ese. En menos de dos horas, ya todo el internet lo sabría.

No. Prefiero no tomar esos riesgos.

Un sonido me salva de continuar esta conversación, y lo agradezco. La persona abre la puerta y mete la cabeza por la rendija.

—¿Estás lista para devorarnos un par de libros de política de mierda? —Hans me enseña su alineada hilera de dientes desde la puerta.

Esbozo una sonrisa de fingido entusiasmo.

—Aguarda a que busque un suéter.

Hans entra en la habitación, y se recarga en la puerta.

—Huele raro aquí adentro.

—Estoy quemando las cenizas de mi abuela —replica Taissa, sentándose y dejando caer sus piernas en el borde libre de su cama.

Busco entre mi armario, el mismo que fui a comprar con Justin aquella vez, y descuelgo el primer suéter que veo. Miro a un costado el cesto de ropa sucia que se desbordará si llego a colocar una sola prenda más. Hace mucho que no voy a la lavandería.

—Oh. —Hans hace una mueca, y me mira con cara de horror.

Yo me río mientras meto el suéter dentro de mi bolso junto a un par de libros que nuestro profesor nos endilgó leer.

—¿Nos vamos?

—Sí, por favor. Antes que tu amiga me vuelva cenizas y las queme también —dice lo último en un susurro para evitar que Taissa lo escuche. Oh, error. Ella tiene un oído asombroso.

—¿Y sabes qué hago luego de quemarlas?

—¿Qué? —Hans titubea.

—Inhalo el vapor hasta que mi cerebro estalla en una migraña.

Abro la puerta y empujo a Hans por un hombro. Me despido de mis amigas, y escucho la risa de Naomi. Nosotras estamos acostumbradas a las historias de terror de Merlina. Quiero decir... Taissa.

Hans permanece horrorizado aun cuando llegamos al rellano del edificio.

—¿Cómo puedes dormir por las noches con ella?

—Eventualmente pierde su encanto.

—No creo. —Se pasa una mano, revolviéndose el pelo mientras atajamos por la calzada. El frío se cuela en mis huesos, y empiezo a creer que debí haberme puesto el suéter antes de salir del establecimiento—. ¿Cómo te fue con Justin?

Me muerdo el labio y aferro mis dedos a las asas de mi mochila. Los recuerdos se sienten como los fragmentos del tráiler de una película no apta para todo público. Pero también recuerdo las dos horas que estuvimos admirando la cascada, sentados en la grava, sin decir una sola palabra.

Teníamos miedo de romper el silencio. Teníamos miedo de decir algo que pudiese acabar con la magia del momento, porque sabíamos, muy en el fondo, que no duraría para siempre. Tendríamos que regresar, y las cosas reanudarían su cauce tal y como lo conocemos. O, incluso, peor.

—Fue maravilloso —admito sin poder contener mi sonrisa. Hans se percata de ello, porque sus ojos me miran complacidos—. Fuimos a la playa y a las cascadas, y conocimos a una pareja muy linda de señores.

—Mierda, qué lindo suena. Pero, a ver, ¿tuvieron...?

—¡Hans! —le regaño. Nos hacemos a un lado para que una manada de ciclistas transite a nuestro costado.

Él se echa a reír, agitando la cabeza.

—Perdona, yo te cuento todos mis sucios detalles.

—¿Y pensaste que haría lo mismo?

—Pues... sí. No tiene nada de malo contarle a tu amigo tus detalles suculentos.

Me río y asiento.

—Vale. Sí sucedió algo entre nosotros —me sincero—. Pero no fue sucio. Fue lindo. Muy lindo.

—¿Justin siendo lindo? —Suelta un suspiro y cuadra la mandíbula—. Supongo que el amor hace relucir lo mejor de cada uno.

A la distancia veo la cafetería a la que solemos recurrir la mayoría de los estudiantes del campus. Esa misma cafetería en la que trabaja Justin. El corazón me da un vuelco de solo pensarlo. No nos hemos vuelto a ver desde que regresamos al campus. Tampoco hablamos mucho cuando íbamos en el ferry de regreso a Boston.

Nos sentamos frente a frente, y estuvimos mirándonos durante minutos. Tal vez, una hora. Hasta que me quedé dormida refugiada en su mirada. Me despertó cuando arribamos al puerto, y luego condujo hasta el campus y se despidió de mí con un beso en los labios. No duró más de medio minuto. Puede que hayan sido solo quince segundos.

Y luego le mandé un emoji de buenas noches.

Justin no respondió.

No quería atosigarlo. No quería que pensara que era una loca obsesionada después de lo que sucedió entre nosotros. Todavía tenía mucho por hacer en su vida, y quería darle espacio. Aunque nada tranquilizaba al hormigueo en mi estómago. Quería verlo. Quería hablar con él, o solo escuchar lo que tenía para decir.

Tenía miedo de que la corriente nos volcara por caminos separados.

Nos detenemos frente a la cafetería, y Hans abre la puerta.

Inmediatamente, el exquisito olor a café molido me impregna la nariz. Flota en el ambiente directo desde la cocina. Veo algunas mesas ocupadas. Más de lo que suele haber a esta hora de la tarde y las voces de los comensales sobrevuelan por encima de la música.

Hans serpentea entre las mesas hasta el mostrador. Su dedo resbala sobre la campanilla, y respiro hondo al no obtener huellas de Justin por ningún lado.

Una chica pelirroja repara en nosotros y grita un nombre que no alcanzo a distinguir.

—Ya los atienden, chicos.

Enseguida, un chico sale de la cocina. Se está quejando de alguna cosa que no le agrada de ella, y cuando nos ve, nos dirige una sonrisa.

—¿Chandler? —pregunto atónita.

Él me da una sonrisa de labios cerrados. Sus ojos estirándose justo en las esquinas.

—Hola, Lotty.

—¿Estás trabajando aquí ahora?

—Eso parece. —Un suspiro se dispara de sus labios. Hans enarca las cejas, pero una mueca divertida desenfada sus facciones—. ¿Puedo ofrecerles algo de tomar?

Veo, por encima de su hombro, a la chica pelirroja mirándolo con atención. Parece que está poniéndolo a prueba, y la verdad, es una situación muy curiosa y divertida a la vez. Aunque no me olvido de la última vez que nos vimos y el escándalo innecesario que formó en la cena del barco.

—Sí, dos cafés. Latte. Y edulcorante —pide Hans, sin apartar su sonrisa divertida de la boca.

Chandler lo apunta en la computadora.

—¿Algo más?

—Nop.

—Serían seis dólares. —Hans le tiende un par de billetes, y Chandler se toma un minuto entero para contarlo y meterlo en la caja registradora.

La pelirroja entorna la mirada con hastío.

Noto que a Chandler le tiemblan los dedos mientras cuenta el dinero.

—El cambio son cuatro dólares —le ayudo.

Él sube la mirada y me sonríe con cierta vergüenza.

—Lo sé. Gracias. —Ahora busca el vuelto, pero Hans truena la lengua y lo detiene.

—Quédate con el cambio.

—Gracias. Ahora les preparo sus bebidas.

Noto que la pelirroja agita la cabeza y se pierde de regreso a la cocina.

—Iré a buscar una mesa. ¿Esperas por los cafés? —me pide Hans.

Asiento, y recargo mis manos contra el mostrador.

—¿Cuándo comenzaste a trabajar aquí? —le pregunto en un intento de romper la tensión. Se le ve demasiado nervioso mientras ajusta la maquina y agrega café.

—Hace cuatro horas. Es mi primer día. ¿No se nota?

—Casi diría que lo llevas bajo control... —Disimulo mi sonrisa.

Él sonríe.

—No es lo mío.

—Lo escondes bien.

—¿De veras? —La máquina se pone en marcha y empieza a expulsar vapor.

—No, la verdad no. —Me río y Chandler hace lo mismo. El corazón me tiembla en muchas preguntas, y admito que me sentiría mucho mejor si Justin estuviese aquí en lugar de Chandler. ¿En dónde estará Justin ahora mismo? ¿Sabrá que tiene un nuevo compañero de trabajo? —. ¿En dónde está Justin ahora? Pensé que trabajaba aquí.

—Lo hace. —Pero no es Chandler el que responde. Miro a la chica pelirroja que ha contestado. Ella hace a Chandler a un lado, y toma el control de la máquina. Hace todo tan rápido que nuestros cafés están listos en un segundo—. Pero se ha tomado el día. Y Chandler... está siendo un reemplazo temporal.

Ella lo mira, y él le da una sonrisa amarga.

Es obvio que a ella le gusta tener el control.

Y Chandler odia que lo hagan trapear el suelo.

Son antítesis perfectamente elaboradas.

—¿Y sabes dónde está? —pregunto intentando disimular mi desesperación.

—No soy su novia, chica bonita. No tengo porqué saberlo.

Sirve los cafés en una bandeja y me lanza cuatro sobrecitos de edulcorante. Una sonrisa seca se pinta en sus labios.

—¡Qué los disfruten!

Y regresa a la cocina.

Tomo la bandeja, me despido de Chandler con un ademán y me dirijo a la mesa en la que Hans se encuentra sentado. Hay tres libros apilados junto a la ventana, y los empujo con una mano mientras maniobro para acomodar la bandeja en la pequeña mesa circular.

Sus ojos me miran finalmente.

—Vaya. Han pasado tres años desde que hice este pedido. Ya ni me acuerdo qué tipo de café pedí.

Echo la silla hacia atrás y me siento. Le doy su café y coloco el mío junto a la ventana.

—Chandler es un caos para trabajar.

—Pobre pelirroja.

—¿En dónde estará Justin? —inquiero mientras saco un par de libros del bolso junto a mi móvil. Toco la pantalla para comprobar que no tengo mensajes nuevos de nadie. Ni siquiera de mi madre, a la que todavía tengo pendiente llamar.

—Salió temprano esta mañana. Pensé que había ido a correr como suele hacer al amanecer, pero no regresó para cuando el resto despertamos y tampoco lo vi para el almuerzo. —Echa una ojeada a la cocina en la que Chandler limpia un montón de leche que se le ha derramado—. Y dado lo que veo, tampoco ha venido a trabajar.

El estómago se me aprieta al pensar en el paradero de Justin. El miedo me inunda cada uno de mis pensamientos, y me esmero por no reflejar aquellos sentimientos en mi cara.

—Solo espero que esté bien.

—¿Por qué no lo llamas? —me insta Hans, apuntando mi móvil con sus ojos.

Esa idea ha estado merodeando en mi cabeza desde esta mañana. Pero, en cada ocasión me he buscado una excusa para no hacerlo.

—No quiero invadir su espacio.

—No estás invadiendo su espacio. Te estás preocupando. Es normal.

—Pero...

Hans abre sus ojos al tope.

—Te mueres por saber si está bien. Y están a solo una llamada de distancia, Lotty.

—Le mandé un emoji ayer. —Me encojo de hombros.

—¿Cuál emoji?

—El del mono...

Hans rompe a reír, y niega con la cabeza.

—¡Venga, llámalo!

Observo mi móvil en la mesa, y los dedos me arden por cogerlo y marcar su número solamente para escuchar su voz. Podría hacer eso. Llamarlo, aguardar a que conteste y solo escuchar su voz para asegurarme que está bien.

Pero entonces, escucho un gritito que me hace explotar el corazón.

—¡Justin Brandon no vuelvas a dejarme sola! —Al girar la cabeza, veo a la chica pelirroja envolviendo sus brazos alrededor de Justin. Él la abraza y le dice algo que no alcanzo a escuchar.

Detallo su atuendo y noto que no lleva puesto su típica camiseta negra con el logo de la cafetería. No ha venido a trabajar. Entonces, ¿a qué demonios ha venido?

Oh, no. Una sensación desagradable se instala en mi pecho.

Hans deja de hablar y mira hacia dónde me he quedado congelada.

—Uh, problema resuelto. —Alza su mano hacia el mostrador y le grita—. ¡Hola, Justin!

Y Justin nos mira finalmente.

Sus ojos plomizos se detienen sobre nuestra mesa. O sobre mí, no estoy segura.

Le dice algo más a la pelirroja, y ella señala la cocina y la mesada antes de verlo caminar en nuestra dirección. Mientras se acerca me fijo en su ropa para deducir dónde ha estado. Pero viste casual, con vaqueros negros y un suéter azul oscuro. Su cabello apuntando a todas las direcciones, y el pequeño hundimiento en su mejilla marcándose.

—Hola, Hans. —Le da un apretón en el hombro y luego me mira. Me quedo sin aire, pero lo oculto dándole un sorbo a mi café. Hum... no está tan bueno como los que hace Justin—. Hola, nerd.

Se sienta en la silla junto ambos y se inclina para besar mi mejilla con una lentitud que evapora mi cordura. Su calor rozándome la mejilla despierta emociones enterradas bajo mi piel.

Me destenso cuando se aleja, y se endereza en su silla.

—¿Por qué Chandler está trabajando aquí? —cuestiona Hans.

—No tengo ni puta idea. Tampoco me agradó la noticia.

—Y hace cafés de mierda. —Hans empuja su café a la esquina de la mesa, arrugando el ceño.

Justin se ríe. Y... ¡Dios! Cuanto echaba de menos escuchar su risa.

Aunque solo han pasado casi dos días desde que nos vimos por última vez.

—Por lo que entendí, no estará mucho tiempo. Carrie dice que se cansará pronto. Es demasiado pretencioso para trabajar por sus propios medios.

—Ya veo —digo, y me mira. Sus ojos se hunden sobre mí, haciéndome sentir pequeña. Me estremezco un poco—. ¿Has estado con tu móvil hoy?

—Ya no tengo móvil.

Hans sube una ceja.

—¿Por qué no? ¿Te han robado?

—No, tranquilos. Se lo devolví a David. Él me lo regaló en primer lugar, y... se lo devolví.

—Entonces, ¿va en serio lo de renunciar al equipo? —inquiere Hans.

—Sí. —Justin inspira hondo, y veo a su pecho subir con dureza—. También me iré del departamento.

Hans ahoga un grito.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No me siento cómodo con Chandler luego de... lo que pasó en el barco.

—Vale, entiendo que Chandler es un egocéntrico, pero no es para tanto, Justin. Pueden arreglarlo. Llegar a un acuerdo, no lo sé. Dividir el departamento y ponerse máscaras para no verse a la cara. ¡Qué se yo!

Justin le da una mirada tranquilizadora.

—Ey, no pasa nada. Seguiremos viéndonos.

—No en las mañanas.

—Siempre compras tu café aquí por las mañanas. Estoy seguro que nos veremos en las mañanas —dice con una sonrisa.

De repente, el café se vuelve demasiado agrío a mi garganta.

Tal vez Hans no puede darse cuenta de ello, pero he aprendido a conocer a Justin con el tiempo para saber que está ocultando parte de la historia. Hay más.

He aprendido a verlo a través de sus grietas.

—¿En dónde vivirás ahora? —le pregunto.

Él se inclina sobre la mesa, coge una servilleta y me arrebata mi bolígrafo para hacer una cantidad de garabatos. Empuña la servilleta y me sonríe.

—Visítame y sabrás donde vivo.

—Lo haría sí me dijeras donde vives.

—Es un secreto —susurra, y se despide de Hans con una sonrisa. Le da un sorbo a su café y arruga la cara—. Sí que apestan los cafés de Chandler.

—Ni me lo digas. —Hans vierte el resto del líquido en una planta junto a la ventana.

Me río por lo bajo, y Justin se dobla sobre sí para besarme en la frente. Siento a su mano colarse entre mis piernas por debajo de la mesa y doy un respingo. Él lo disimula bastante bien, porque no se altera ni un poco. Su mano se entierra por mi blusa, y luego de rozarme el vientre, se endereza.

—¿Nos vemos esta noche? —Me guiña, empezando a alejarse.

—¡Pero sí no me dijiste donde vives!

—¿Ah no? —Justin frunce los labios y me mira con diversión—. Supongo que... lo averiguarás, nerd.

Y se pierde entre las mesas para salir campante de la tienda.

Me quedo suspirando, con las hormigas recorriéndome los miembros y una sonrisita patética colgando de los labios. Entonces, siento algo fuera de lugar en mi blusa.

Meto la mano dentro y mis dedos se tropiezan con algo. Lo saco fuera y extiendo la bola de papel arrugada en mi regazo.

Es una dirección.

Sonrío y le doy un trago a mi café mientras leo la nota.

Te espero esta noche, nena.  

...
N/A: ¡Espero hayan disfrutado el cap!
Besitos.

Instagram: Luisivenales_ o luisivons

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