The sultana's favourite.

Da _-Blaze-_

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‼️Historia ambientaba en él antiguo imperio otamano‼️ ‼️Hürrem Sultan x Mahidevran Gülbahar Sultan‼️ Hürrem S... Altro

Antes de leer.
Personajes/Apariencias 2da parte
[01: Gerçek prenses Hürrem Sultan]
[02: La fiesta de la sultana Hürrem]
[03:El regalo de mamá]
[05: Rosa de primavera]
[06: La nueva favorita]
[07: Luna de buena fortuna]
[08: Enfretamientos]

[04: La esclava]

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Da _-Blaze-_

Narra Raziye

Mi nombre es Raziye. Solía ser una niña que tocaba y cantaba junto a su padre en las calles de Albania.
Solía tener una madre y una hermana enferma que nos esperaban en casa.
Solía bailarle a mi hermana para divertirla.
Simplemente: solía ser feliz.

Todo eso cambió cuando nuestra situación empeoró. Mi padre, una noche llego golpeado y con sus instrumentos completamente destruidos.
El lloro desconsoladamente en mis brazos. Pero no por la golpiza, si no porque había perdido los materiales de su trabajo.
Recuerdo muy bien esa noche, así como también recuerdo su desesperación.

"—¿Qué haré ahora, hija mía? ¿Como podremos pagar los tratamientos de tu hermana y tú madre?"

Esa noche llore mucho en silencio. Me sentí inútil, maldecí a esos bastardos que nos habían dicho quitado nuestra única fuente de ingresos para nuestra familia.
Pensé que nuestro fin estaba cerca, y el solo pensar que no podíamos hacer nada, me deprimía.
Pensé que era simple cuestión de tiempo de que yo tuviera que empezar a trabajar en burdeles, y esa pesadilla cada vez parecía más una realidad.

Hasta que un día, todo cambio.

Unos guardias habían irrumpido nuestro hogar. No recuerdo mucho la explicación barata que le dieron a padre, pero si recuerdo cómo entraron de manera violenta a la habitación de mi hermana y madre.
Me tomaron del brazo sin previo aviso, me tirotearon hasta sacarme de la casa.

Grite como nunca antes, mi familia también. Mi padre intentó rescatarme, pero su flacucho cuerpo no podría contra los guardias.
Incluso mi amada y enferma madre se levantó con dificultad para ayudarme.
Lo último que recuerdo escucharla decir fue:

"—¡Ladrones! ¡Devuélvanme a mi hija! ¡Devuélvanme a mi Raziye!"

Durante todo el trayecto patalee y forcejee. Pero ninguno se inmutaba, era como golpear a unas rocas.
Me di cuenta que luchar no iba a servir, que lo mejor era guardar mis fuerzas.
Cuando llegamos a lo que parecía ser un palacio pequeño, un hombre que lucia como un sirviente se acercó a mi.
Mi miró de pies a cabeza y luego asintió.

"—Llévenla al haren junto con las otras dos, allí ya sabrán que hacer"

Al escuchar eso mi corazón se aceleró. ¿A que se refería con "llévenla al haren"? ¿Acaso sería una de esclava de la dinastía?
Del viaje hasta el palacio de Topkapi no recuerdo mucho. Me la pase llorando en silencio. No podía preguntar nada, todos allí tenían una mirada indiferente, era como si estuvieran acostumbrados a ver a jovencitas llorar.

Cuando bajamos, nos separaron en distintos grupos, cómo si fuéramos animales. Yo y otras dos chicas fuimos separadas de las jóvenes que iban para el haren pero con otras intenciones.
Nosotras teníamos un "tratado especial" .
Cuando vi el palacio desde el puerto, no pude evitar pensar: "¿cómo hará la gente para no perderse entre esas paredes?"
Porque claramente, era un lugar enorme.

Al llegar, fuimos recibidas por diferentes criadas que nos tomaron del brazo y en fila nos dirigieron a los baños.
Recuerdo pasar por él terrible proceso de examinación. Intente detenerlas, pero me tomaron entre varias. Nos vistieron que de manera simple y todas iguales.

Luego de eso, nos llevaron aún cuarto que compartiríamos las tres, allí nos esperaba una mujer de aspecto mayor.
Tenía una mirada dura y sus expresiones eran serias.

—Sus nombres—ordenó. Yo la mire frunciendo el ceño—¿Acaso están sordas? He dicho que me digan sus nombres—repitió.

—Si no sabemos el suyo, no espere saber el nuestro—conteste desafiante, las dos jovenes me miraron con asombro.

La mujer levantó las cejas sorprendidas, pero luego golpeó con fuerza su bastón contra el piso, provocando que nos asustáramos.

—No seas insolente jovencita. Las muchachitas insolentes no duran mucho en el palacio—me dijo casi escupiendo sus palabras—Dime tu nombre—volvió a decir, pero esta vez, de forma pausada y dura.

Me sentí pequeña ante su mirada y sabía que mi mejor opción era no protestar.
Si quería sobrevivir, debía callarme y obedecer.

—Raziye—respondí finalmente. Ella sonrió.

–¿Y el de ustedes?—le preguntó a las otras.

—Nilüfer.

—Rabia.

—Bien—dijo ella—Desde ahora ustedes pertenecen al haren de su majestad la sultana Hürrem—nos informó, mis ojos se abrieron con sorpresa—Es decir, son mujeres otomanas, por lo tanto, olviden su vida pasada. Entiérrenla porque ya no volverán—las tres nos miramos asustadas.

—P-pero—dije algo angustiada.

—Sin peros, Raziye. Ustedes son un obsequio por parte de la sultana madre a su hija—nos dijo—Serán entrenadas para satisfacer las necesidades de la sultana. Si son astutas, algún día lograrán ser sultanas, si son insolentes o irrespetuosas, perderán la vida.

Mi corazón latía rápidamente y mis lágrimas amenazaban con salir.

—Les deseo suerte. Descansen, mañana será un día largo para ustedes—dicho eso, salió de la habitación, cerrándola con llave.

Mire rápidamente a mi alrededor, no había ventanas, no había ninguna otra salida.
Respiraba agitada, frustrada por no poder hacer nada.
Me giré a ver a las chicas, una se encontraba sentada en el suelo llorando y la otra recostada por la pared, pensando.

—Debemos buscar una manera de salir—dijo Rabia entre sollozos. Nilüfer abrió sus ojos para mirarla.

—No podemos, sellaron nuestra única salida—le contesté frustrada. Sentándome en la cama.

—Ya, ya—dijo Nilüfer con voz calmada—Mientras más nerviosas estén, peor será.

Pude ver cómo colocaba una mano amiga en el hombro de Rabia. No podía entender cómo era que se encontraba tan tranquila.

—¿Porque están tan tranquilas? ¿Acaso no escucharon lo que dijo esa mujer?—preguntó con la voz cortada.

—Sinceramente, pensé que sería peor—comento—Piensa que era mil veces peor ser esclava—yo la mire atónita, sin poder creerlo.

—¿Cual es la diferencia entre ser esclava o concubina? Siempre lo seremos, no importa lo que hagamos—le conteste enojada, ella soltó un suspiro—Yo no voy a ser una criada más, yo saldré de este lugar—dije con voz firme, pero sin creérmelo del todo.

Nilüfer solo me sonrió de manera comprensiva, asintiendo. Rabia en cambio se hizo bolita y continuó llorando.

—Espero que todas podamos salir de aquí...—dijo Nilüfer intentando levantar a Rabia—Vamos, ven, acuéstate. Duerme un poco—la nombrada asintió desganada.

Vi como la recostaba sobre la cama, Rabia se acomodó en posición fetal y cerró sus ojos. Yo no pude evitar dejar escapar unas lágrimas.
¿Cómo saldríamos de este infierno de oro? ¿Cómo escaparíamos? Eso era lo único que podía preguntarme.

Observe de manera detenida a Nilüfer, quien arropaba cual madre a Rabia. Yo sonreí, se notaba que era mayor que nosotras.
Era bella, tenía el pelo castaño claro y unos ojos verdes hermosos, sus facciones eran delicadas como cada uno de sus movimientos.
Era de contextura algo grande, pero eso no le quitaba lo bella.

Rabia, en cambio era físicamente más pequeña que nosotras, sus ojos eran grandes y azules. Su pelo era rubio le llegaba hasta los hombros. También era muy hermosa.

No pude evitar sentir curiosidad por ellas, no nos conocíamos de nada, pero estábamos aquí, apoyándonos como si fuéramos hermanas.

—Nilüfer ¿cuantos años tienes?—pregunte, ella me miró con una sonrisa.

—15, los cumplí hace poco—me respondió con una sonrisa—¿Y tu?

—13—conteste—¿Cuando es tu cumpleaños?

—El 27 de febrero ¿y el tuyo?—pregunto sentándose en la otra cama.

—3 de Julio ¿de donde vienes?—ella soltó un suspiro.

—En realidad soy de la capital, igual que Rabia—me contesto yo la mire sorprendida—¿Y tu?

—Soy de Albania, mi padre es músico—conteste, pude ver su mirada de asombro.

—Espero que nos toques algo, Raziye—dijo riendo, yo me le uní.

—Si, por supuesto que lo haré.

No recuerdo en qué momento nos quedamos dormidas, solo recuerdo que me levante gracias a las fuertes sacudidas de la mujer del bastón.
La mire enojada, sin comprender nada.

—Arriba señoritas, hoy empiezan sus clases—nos dijo de manera estricta—Desayunen rápido y bajen.

Antes de que pudiera decirle algo, ella se fue. Solté un suspiro enojada, mirando a la chicas, ambas se encontraban sentadas frente a la comida con una sonrisa. Las mire atónitas.

—¿Es enserio? Nos levantan como si fuéramos perros y ustedes felices comiendo—dije molesta.

Rabia (que se llevaba un pedazo de pan a la boca) la cerro apenada, mirando de reojo a Nilüfer, quien comía con tranquilidad.

—Que bien que comen los perros—me contesto la castaña partiendo un trozo de pan—Ven, come, deja de quejarte.

Indignada, pero con un hambre voraz, me senté. Ambas soltaron pequeñas risas ante mi actitud, yo las mire algo enojada.

—¿Que? Si queremos salir de aquí, debemos alimentarnos bien—me explique, comenzando a comer.

—Eso era lo que estábamos haciendo, Raziye—me contesto Rabia riendo.

Desayunamos tranquilas, saciando el hambre que teníamos.
Luego llegaron unas criadas a llevarse todo, detrás de ella venía la mujer mayor.

—Vengan conmigo, señoritas—ordenó, nosotras obedecimos, caminando detrás de ella.

Pasamos por los pasillos del haren, hasta llegar a una habitación, un poco más grande que nuestros aposentos. Con diferentes materiales, desde instrumentos, hasta libros y pinturas.
Inconsciente me acerque los instrumentos, tomando entre mis manos una blagama.
La señora me miró enarcando una ceja.

—¿Sabes tocar?—me pregunto, yo me volteé a verla.

—Así es señora—conteste.

—Daye, soy Daye Hatun—me respondió. Asentí—¿Y ustedes? ¿Saben hacer algo?—les pregunto a las chicas.

—Yo solía escribir y leer cuentos, señorita Daye—dijo Nilüfer.

—¡Yo se pintar! Bueno, más o menos—dijo Rabia soltando una risa vergonzosa.

—Bien, cada una recibirá lecciones, no sólo de sus dones, sino de otras cosas. Obedezcan, aprendan, sean inteligentes—nos dijo antes de salir, al instante entraron varios hombres y mujeres.

—Bien señoritas, comencemos—dijo uno de los hombres.

Pasamos horas y horas practicando diferentes cosas, incluso nos enseñaron modales (desde reverencias hasta comer) todo me parecía una locura, no podía, simplemente creer que estaba aquí.
Cuando me dieron para tocar los instrumentos, no pude evitar recordar a mi padre.

¿Cómo estarían? Se que, estarían tristes, pero también algo en mi sabía que yo me encontraba aquí. Quizás para ellos, que se encontraban fuera del palacio, pensaban que yo estaba bien.
Me pregunte también, si nos pagarían algo por estar aquí. Y si era así, cada centavo iría para mi familia.

—Bien señoritas, suficiente por hoy—dijo Daye, entrando, todos hicieron una reverencia. Nosotras también—Veo que han aprende rápido, muy bien—nos felicito—Vamos señoritas, es la hora del almuerzo.

Antes de irnos, tome una blagama entre mis manos, Daye me miró confundida.

—¿Puede llevármela?—pregunte, ella negó—Por favor, prometo cuidarla—dije apretando el instrumento contra mi.

—No, no puedes. Son instrumentos del haren—me respondió, acercándose a mi.

De manera brusca me quito la blagama. Colocándola en su sitio.

—Vamos, fuera de aquí—yo obedecí enojada.

Todos los días era lo mismo. Mañana estudios, tardes donde aprendíamos bailar.
Sin duda todas terminábamos agotadas, rendidas, pero yo no perdí oportunidad de fijarme por los pasillos y preguntar a varias personas sobre el palacio.

Todos me contestaban de manera cortante. Y yo entendía que claramente, no querían ser molestados.
Empecé a frustrarme de verdad, sintiendo la desesperación de no salir de aquí nunca, de no volver a ver a mi familia.

Pensé que me derrumbaría, pensé que no aguantaría, un segundo más.
Fue entonces que, una de las criadas, un nuevo rostro, se acercó a mi.
Yo estaba llorando ese día, había dicho que me sentía enferma. Las chicas me ayudaron con mi mentira, y Daye acepto a regañadientes.

—¿Raziye?—me llamo, inclinándose un poco—Soy Firial Kalfa, me dijeron que te encontrabas enferma—yo asentí. Pude ver cómo sonría con burla—No mientas Raziye, se cuando alguien miente—dijo volviendo a su postura firme, sin dejar de sonreír.

Yo solté un suspiro, derrotada.

—Por favor, solo por hoy, déjeme aquí—le pedí, sentándome en la cama.

—¿Un día libre? Llevas una semana y ya estás cansada, por Allah—dijo riendo, yo baje mi mirada.

—¿Que tiene que ver el tiempo que lleve aquí?—le respondí cortante—Discúlpenme todos por no aguantar mucho en el infierno—ella me miró aun sonriendo.

—Comprendo tu frustración, Raziye—yo la mire enojada—No serás, ni la primera, ni la última mujer en sentirse así, en este palacio—dijo sentándose al borde de la cama—Pero créeme, si estás aquí, debes aprovechar la oportunidad que Allah te dio.

Solté un bufido enojada, cruzando mis brazos.

—Estar aquí hoy, como futura consorte, es una verdadera bendición—esta vez, fui yo quien río sarcástica.

—¿En serio? ¿Qué clase de bendición es estar lejos de tu familia? ¿No saber si respiran? Tengo una madre y una hermana enferma, un padre que sufre por no tener posibilidades económicas y por no saber si su hija secuestrada por estos... ¡animales! ¡está viva o muerta!—conteste, dejando que mis lágrimas cubran mis mejillas, mis voz se quebró a lo último.

Firial dejo de sonreír, mirándome comprensiva.

—Si la situación en tu familia es tan deplorable, entonces con más razón debes aprovechar la oportunidad—dijo colocando una mano en la mía—Te daré un consejo: sécate las lágrimas, que no te vean débil, en este palacio se comen a los débiles—yo asentí—Prepárate, obedece. Si eres inteligente, podrás ser sultana. Las sultanas ganan dinero y más aún si son las favoritas de la sultana.

La mire atenta, escuchando sus palabras.

—No seas tonta, Raziye. Aprovecha esta oportunidad, se una sultana.

¿Ser una sultana? ¿Esa era otra forma de decir prostituta de forma elegante? ¿Ser una "sultana" para la diversión de otra? ¿Una consorte? ¿Solo dar a luz y ya? ¿Sin amarse, solo desearse?
Era un sacrificio, pero no podía ser egoísta. Como dijo Firial, debía aprovechar.

Pronto ella sonrió, jaló mi brazo y me saco con prisa de mi habitación. Caminos por... no se donde hasta llegar a una puerta, está se encontraba abierta y había muchas mujeres allí.
Mire extrañada a Firial.

—Este es el haren principal, aquí duermen las concubinas y las favoritas allí arriba—me explico señalándome—Si consigues el pañuelo morado, pasarás a la habitación de las favoritas—dijo sonriendo.

—¿La sultana tiene tantas mujeres? ¿Cómo pretendes que me convierta en sultana con tantas a su alrededor?—cuestione angustiada, ella soltó una risa.

—Estas son las mujeres del sultán Süleiman, no de la sultana Hürrem—yo me alivie.

Pronto un agá se acercó a nosotras, mirándonos extrañados.

—¿Que hace aquí esta mujer? ¿Porque no está con las otras?—preguntó mirando enfadado a Firial.

—Solo le estaba enseñando el haren, tranquilo Sumbul.

En ese momento, una mujer que rápidamente catalogue como sultana, se acercó a nosotros. Los tres hicimos reverencia rápidamente.

—Sumbul, ¿cómo estas? Ah pasado un tiempo desde la ultima vez que nos vimos—preguntó ella, sonriendo. Sumbul se notaba nervioso.

—Kadin Handan Hatun ¿cómo está usted? Gracias Allah la tenemos de vuelta al palacio, le trae alegría a nuestra sultana—contesto el, exagerando con sus manos.

"¿Le trae felicidad a la sultana?" Me pregunte a mis adentros, sin mirarla.

Sentí su mirada en mi. Sabía que me estaba observando. Pero no de una manera mala.

—Eres nueva ¿verdad?—pregunto, yo asentí sin mirarla—¿Cual es tu nombre?.

—Raziye—conteste, sin pensar demasiado.

—Raziye... bueno señorita, es usted bastante hermosa ¿es algún presente para su majestad?—pregunto, mirando al par que tenia a mi lado.

Ambos estaban muy nerviosos. ¿Quien era ella?

—Si, de la madre sultana—contesto Firial sonriendo.

—Estoy seguro que el sultán quedará encantado contigo Raziye, eres muy hermosa—sin entender mucho, pero contagiada por los nervios, sonreí

—Muchas gracias—conteste volviendo a reverenciarme.

En cuanto se fue, mire a ambos con curiosidades

—¿Quien era ella?—pregunte, pero Firial me ignoró.

—Vamos, es mejor que vuelvas. Si alguien se entera que estuviste aquí, estaremos en problemas.

Esa misma día, por las tarde, las señoritas Daye y Firial, nos dieron la "buena noticia" bailaríamos para la sultana Hürrem.
Firial nos explicaba las cosas de manera suave, intentando no asustarnos, mientras que Daye estaba nerviosa y sin mucha paciencia.

—Recuerden que son un presente de la madre sultana, si hacen algo malo, mancharán su reputación—dijo Daye con su ceño fruncido.

Nos llevaron a las duchas, allí nos asearon bien y nos secaron.
Luego unas jovencitas nos esperaban en otra habitación llena de telas y vestidos.
Se nos acercaron y empezaron a vestirnos, luego nos peinaron y nos colocaron varias joyas.

Mis ojos no podían creer que lo estaba viendo. La tela era suave y las joyas relucientes, ademas, habían hecho todo por nosotras.

—Wow Raziye, no hay duda, eres la mujer más hermosa—dijo Rabia mirándome con admiración en sus ojos. Yo me sonrojé.

Yo llevaba puesto un sencillo vestido color rojo, mi pelo estaba suelto y llevaba algunas joyas.
Las chicas también lucían estupendas.

Rabia tenía un vestido rosa pastel liso, un rodete desordenado y más joyas que nosotras. Tenía un poco de maquillaje, no mucho, ya que ella era realmente guapa.
Nilüfer en cambio tenía un vestido azul, sencillo, el pelo recogido a un lado y al igual que Rabia, un poco de maquillaje.

—Ustedes también chicas, se ven hermosas—ellas sonrieron.

—Bien jovencitas, es hora de ir.

Mi estómago empezó a doler por los nervios, e inconscientemente tome la mano de Nilüfer, ella me miró y me dio una sonrisa tranquilizadora.
No pude evitar pensar que, quizás sin ellas, yo ya no estaría más aquí.

Fuimos hasta los aposentos de la tan aclamada "sultana Hürrem". Las tres abrimos los ojos sorprendidas al pasar por ahí, era bastante notorio que eran de la realeza.
Nos guiaron hasta la terraza, donde nos dieron unas instrucciones.
Todo parecía un sueño o... una pesadilla.

Firial se acercó a nosotras, quedando frente mío.

—Recuerden, quien obtenga el pañuelo morado, tendrá un gran futuro—las tres asentimos, Firial me observó con una sonrisa victoriosa.

—Firial, ven, debemos irnos—dijo Sumbul desde la entrada de la terraza.

—Ya voy, Sumbul. Suerte chicas—las tres agradecimos.

No esperamos mucho.

Recuerdo bien la primera vez que la vi. Llevaba un vestido morado precioso. Una corona gigante que opacaba cualquier accesorio que nos habían puesto.
Ella sentó y nos miró detenidamente a la tres, cuando me miró a mi, yo aproveché para que conectar nuestras miradas.

Tenias ojos azules, intensos. Y su cabello rojo era intimidante, como el fuego.
Sin duda, era una mujer atractiva.
La música empezó a sonar, las tres bailamos.

Sentía su mirada recorrerme, y para mantenerla enganchada, yo también la observaba.
Intente ser lo más sensual que pude, me esforcé en cada movimiento, en cada detalle.
Lo había dado todo, esperando que el esfuerzo valiera la pena.

Recuerdo perfectamente su figura imponente enfrente mío, sus dedos acariciando mi barbilla y su intensa mirada.
Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho, no podía dejar de verla.

Fue entonces cuando me lo dio, el pañuelo morado.
Lo tome sorprendida, sonriendo para mis adentros.
Pero pronto me sentí nerviosa, esto significaba que pronto ella me llamaría para pasar la noche juntas.

Ella me sonrió con burla, ordenando que me retire, la mire extrañada, pero obedecí.
Salimos por otro lugar, allí nos esperaba Firial y el tal Sumbul.

—¿Y? ¿Cómo les fue?—preguntó ella sonriendo. Yo le mostré el pañuelo victoriosa. Ella abrió sus ojos sorprendida—Felicidades, Raziye Hatun—me dijo, para luego abrazarme.

—Felicidades.

—Si, felicidades Raziye.

Me giré a ver a ambas chicas, las dos sonreían con sinceridad.

—Gracias muchachas.

—Bien bien ¡basta de chachara!—dijo Sumbul—Ahora que tienes el pañuelo, deberás prepararte, porque la sultana puede llamarte en cualquier momento—yo asentí sonriendo.

—Vayan a sus aposentos muchachas, descansen.

Las tres asentimos, caminamos entre charlas y risas a nuestra habitación, pero al llegar, un agá controlaba a dos sirvientes, los cuales llevaban un par de cofres y cajas.
Las tres nos quedamos paradas confundidas. Me acerqué al agá.

—Disculpe ¿que esta pasando aquí?—pregunte, él me miró de pies a cabeza.

—¿Tu eres Raziye Hatun?—pregunto, yo asentí confundida—Estamos llevando tus cosas a tus nuevos aposentos—me explico, yo abrí mis ojos sorprendida.

—¿Nuevos aposentos?—el soltó un suspiro frustrado.

—Allah te ha bendecido, llamaste la atención de la sultana Hürrem—dijo tomando mi brazo y empezando a caminar, yo intenté despedirme de las chicas, pero no tuve tiempo.

—¿En donde es eso?—pregunte, aunque ya lo sabía.

—La habitación de las favoritas. Allí deberás esperar hasta que la sultana te llame—me explico.

Al llegar, pasamos por el lugar que me mostró Firial, todas las mujeres allí me miraron curiosas, yo estaba que moría de vergüenza.
Los murmullos no tardaron en escucharse, pero el agá allí parecía no importarle.
Subimos y los sirvientes dejaron mis cosas al costado de la entrada de mis nuevos aposentos.

—Bien señorita, cualquier cosa que necesites, se lo puedes pedir a las muchachas que están fuera, están a tu disposición—yo asentí, sorprendida—Y si es urgente, puedes preguntar por mi, por Sumbul o Firial.

—¿Cual es su nombre?—pregunte.

—Que despistado soy, mi nombre es Gul Agá. Mano derecha de la gran sultana Hürrem—se presentó.

—Gracias por todo—el asintió saliendo.

Mire mis nuevos aposentos, maravillada. Quizás no eran la gran cosa para las sultanas, pero para mi, que era una simple esclava la cual añoraba con volver a su hogar, era hermoso.
No pude evitar imaginarme mi familia en esta habitación.

Pronto los vería de nuevo, pronto saldría de este infierno.

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