𝐋𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 || 𝙳𝚊𝚛𝚢𝚕...

由 https_pxleth

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El mundo se fue al carajo desde que los muertos lo poblaron, pero todo puede mejorar para Amelie al encontrar... 更多

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由 https_pxleth

Las puertas de Alexandria se abrieron al vernos venir, por lo que Daryl aceleró, así que me aferré a su espalda lo más que pude, mientras lo sentía reír un poco.

— Acabas de conducir una motocicleta, ¿y ya tienes miedo? — preguntó divertido al estacionar.

Lo miré con una sonrisa mientras bajaba del vehículo.

— Algún día me voy a caer.— reclamé.

— No lo harás. — se bajó él. — Yo no permitiría eso.— caminó hacia mí.

Bajé la mirada mientras reía, nerviosa, para luego volver a mirarlo, sus ojos observando cada parte de mi rostro.

— Si quieres tenerme cerca, no necesitas acelerar.— quité el pañuelo de mi rostro.

— ¿Ah, no?

— Sabes que siempre estoy alrededor de...—

Ahí están. — ambos giramos hacia la casa, mientras Rick bajaba las escaleras.— ¿Cómo estuvo esa primera clase de manejo?

— Bien.— respondió vagamente Daryl y el hombre asintió.

— No caí a ningún barranco.— me encogí de hombros. — Supongo que estuvo bien.

Rick sonrió un poco. Su rostro seguía algo magullado por el enfrentamiento con Pete y, aunque las curaciones estaban haciendo efecto, todavía quedaban días para que dejara de poner vendas y parches sobre su piel.

— Voy a robártelo un momento.— Rick lo tomó por el hombro.

— Sí, tranquilo.— sonreí.

Ambos se alejaron unos cuantos pasos y comencé a desamarrar mi bolso de la moto.

Hombre, estuve pensando...no necesitamos salir a buscar más personas.— mis manos se quedaron quietas al oír eso.

¿Qué? — preguntó el ballestero y yo terminé de quitar el nudo, para girarme hacia ellos mientras me apoyaba un poco en la moto.

— La gente de afuera tiene que ocuparse de ella misma, igual que nosotros. — explicó.— ¿Opinas de otro modo?

— Sí. — Daryl pasó una mano por su barbilla.— Lo hago.

Rick frunció su ceño cuando Daryl se cruzó de brazos.

— Oye, Rick. — intervine, acercándome.— ¿Cómo está Morgan? — le pregunté.— Oí que estaba viviendo en esa especie de celda.

— Sí, él...— hizo una pausa.— Iré a sacarlo de ahí, no tiene que pasar más tiempo del necesario en ese lugar.— nos miró a ambos.— Los veo luego.

— Sí, claro, luego.— coloqué mi bolso en mi hombro.

Me hice a un lado para dejarle el paso libre, mientras se iba a paso rápido, con una mano sobre la funda de su arma.

Algunas cosas habían cambiado desde la reunión y una de ellas es que ahora todos portábamos nuestras armas desde hace un par de días, o al menos los que no teníamos miedo de usarlas.

— Ese tal Morgan está un poco loco, ¿no crees? — quise aligerar el ambiente.— Vivir en una celda...—

— Mhmm.— asintió mirando el camino por donde se había ido el líder.

— Conoció a Rick al inicio, ¿lo sabías?

— Ajá.

Su atención se había desviado a las palabras de Rick y, aunque parecía estar escuchando lo que decía, su mente estaba en otro lado, por lo que sonreí.

— Creo que podría besarte ahora mismo.— murmuré acercándome a su rostro y llamando su atención.

— Sí, sí. — frunció su ceño. — Oye, no, digo, sí. — finalmente me observó. — ¿Qué? — reí.

— ¿Ahora sí escuchas?

— Yo...no...no hagas eso.— refunfuñó.

— Bien, bien, tú ganas.— levanté mis manos.— Vamos adentro.— choqué mi hombro con el suyo.

— Deberías pensar mejor tus bromas. — dijo mientras subíamos las escaleras principales.

— ¿Eso crees? — abrí la puerta.— Yo pienso que son buenas.— dejé mi bolso en el sofá.

Escuché la puerta cerrarse y a Daryl caminar hacia la cocina. Saqué mi arma de la parte trasera de mi pantalón y revisé su cargador, vacío, dado que tuve que eliminar varios caminantes ahí afuera.

¿Quieres un vaso de agua? — preguntó desde allá.— ¿O una cerveza?

— ¿Tenemos cerveza? — fruncí mi ceño.

Fui a la cocina y me senté en el taburete de la isla, dejando mi arma en la mesa.

— No, pero Abraham sí.— se encogió de hombros.— Si quieres una, puedo ir a pedirle.— se apoyó en la mesa.— Ya sabes, para celebrar.

— ¿Celebrar qué? — ladeé mi cabeza.

— Que no rompiste mi moto.— bromeó.

— Ja, ja, muy gracioso.— sonreí.— Agua está bien.

Asintió y se volteó para buscar un vaso, para luego llenarlo con agua y colocarlo frente a mí.

— Aquí tienes.

— Gracias.— le sonreí y bebí.— ¿Vas quedarte ahí todo el día? — le pregunté cuando no hizo más que enderezarse en su lugar.

Una sonrisa casi imperceptible se instaló en su rostro y caminó hacia mí,  seguí cada uno de sus movimientos, hasta que se dejó caer en la silla a mi lado.

— Eso está mejor.— sostuve mi cabeza en mi mano para observarlo.

— Eres insistente.— tomó una manzana del frutero en la mesa y le dio una mascada al mismo tiempo que miraba hacia el frente.

— ¿En qué piensas? — hablé al verlo algo serio.

Dio otra mordida a la fruta y, esta vez, se ladeó para verme.

— Mañana podríamos salir otra vez, para mejorar tu estabilidad. — comenzó a decir.— Aún te falta aprender mucho sobre el motor, los frenos...—

Asentí a sus palabras sin realmente prestar atención a ellas.

—...tienes que tener seguridad cuando estás manejando, porque sino te vas a caer...—

Mis ojos se movieron por su piel y luego por su cabello, largo, lo que hacía que me preguntara si es que siempre lo había tenido de esa manera.

—...entonces, para que la moto se mueva, los duendecillos tiran de las palancas, ¿bien? — sus labios, se movían a un ritmo rápido, dejando salir su voz, ronca, atrayente en su totalidad, la cual podría escuchar por horas y horas sin aburrirme.

— Sí, tiene sentido.— dije.

— Y cuando ellos se aburren, se van, por eso a veces la moto se detiene, ¿entiendes? Así que yo los amarro al escape para que no puedan irse.

— Los amarras, sí.— seguí observándolo, hasta que finalmente sus labios se quedaron quietos y me vi obligada a mirarlo a los ojos.

— ¿Por qué te detienes? — le pregunté.

— ¿Escuchaste algo de lo que dije? — contrajo su ceño y se acercó un poco a mí.

— Claro.— me enderecé al notar su cercanía.

— Mentirosa.— susurró con una pequeña sonrisa.

— Sí escuché.— murmuré en su mismo tono.— Decías algo sobre tu moto.

— Ajá, sí. — asintió divertido.— ¿Entendiste la parte de los duendes?

— ¿Cuáles duendes? — cuestioné con confusión y solo lo oí reír.

— Los que manejan mi moto.

— Eso no tiene sentido.— una sonrisa se formó en mi rostro.

— ¿Ya ves? — ladeó su cabeza.— No prestaste atención.— sus ojos miraron brevemente mis labios.

Sentí un hormigueo en mi estómago y algo de calor sobre mis mejillas, así que miré hacia otro lugar unos segundos.

— ¿Vas a decirme porqué? — su índice en mi barbilla me hizo volver a sus ojos y retuve el temblor de mi cuerpo ante su toque.

— Estaba...ah...— Daryl asintió con las cejas elevadas.— yo estaba...—

El ruido de la puerta abriéndose nos distrajo.

— Lo siento, no sabía que estaban en casa.— Carl se quedó de pie en la puerta de la cocina, con su hermanita en brazos, y nos miró a ambos.

Daryl quitó su mano de mi rostro y yo me acomodé en mi silla.

— No quería interrumpirlos.— me observó.— ¿Qué estaban haciendo?

Mordí mis mejillas internas.

— Solo...hablábamos.— entrecerré mis ojos.

— Es lo que hacíamos, chico.— agregó Daryl.

— Y...¿ya almorzaron? — le pregunté cambiando de tema.

— A eso veníamos.

Me puse de pie y, dándole una mirada rápida a Daryl, caminé hacia la cocinilla.

— Hola, pequeña patea traseros.— Daryl tocó la cabeza de la bebé. — ¿Tienes hambre?

— ¿Quieres comer fideos? — me dirigí al niño.

— Eh, sí, claro. — se sentó con Judith en sus piernas.— ¿Sobre qué hablaban?— curioseó.

— Motos.— dijo el ballestero.

— Duendes.— respondí yo al mismo tiempo y crucé miradas con el hombre, que me vio con sus cejas contraídas en un gesto divertido.

Lo siento, modulé.

— Claro, temas importantes, ¿no? — se burló.

Llené una olla con agua y la puse a calentar. Los tres nos callamos, a excepción de Judith, que balbuceaba y se reía al jugar con sus manos.

Carl no dejó de verme con una pequeña sonrisa y yo solo evitaba sus ojos.

Escuché a Daryl aclarar su garganta y rascó su nuca ante lo incómodo que se había vuelto el silencio, sumándole las miradas cómplices que Carl nos daba a cada uno.

— Creo que será mejor que me vaya.— me miró y luego al niño.

— Bien. — asentí.

— Que tengas un buen día, Daryl. — el niño lo observó unos segundos.

— Eh, sí. — se levantó.— Ustedes igual.— mantuvo su mirada en mí.

Una sonrisa se asomó en mi rostro y siguió ahí hasta que la puerta se cerró, entonces, miré a Carl y mis labios se alinearon.

— No digas nada.— lo señalé antes de poner los fideos en el agua.

— No pensaba hacerlo.— siguió, divertido.

— Entonces quita esa sonrisa de tu cara.— me crucé de brazos.

— Solo digo.— acomodó a su hermanita.— Aunque no puedes decirme que aquí no sucede nada entre ustedes dos.

— Carl...—

— Siempre están juntos y se ríen. — contrajo sus cejas.— Y Daryl nunca se ríe.— insistió.

— Dime, Carl, ¿quieres hablar de Enid? — lo desafié.

— Bien, me callo.— captó la indirecta y reí en voz baja al ver su rostro enseriar en segundos.

Moví la pasta dentro de la olla, viendo los fideos ablandarse con lentitud.

— Pero no lo entiendo.— elevé mi mirada hacía él. — ¿Por qué Daryl?

— ¿Qué?

— Ya sabes.— se encogió de hombros.— Hay más hombres aquí...—

Y aquí vamos otra vez.

— Quisiera saber de qué estás hablando, chico.— contraje mis cejas, haciéndome la tonta.

Se quitó el sombrero y lo dejó a un costado de mi arma.

— Amy, por favor, mi padre también está solo, como tú. — lamí mis labios mientras lo oía, intentando mantenerme seria.

— Vaya, gracias por eso.— entrecerré mis ojos.

— Quiero decir, está soltero y puedes salir con él.— quise decir algo pero volvió a hablar.— O con Daryl, si es que él es quien te gusta.

— No me gusta Daryl.— traté de defenderme.— Es mi...mi amigo.— me encogí de hombros.

— Entonces sal con papá. — abrí mis labios, sorprendida.— A Judith le agradas, a mí también.— miró a su hermanita.

— Cariño, no voy a salir con tu padre.— lo miré con ternura.— Y Daryl...— suspiré. — no lo sé.

— Pero Daryl no se baña.— reclamó.

— Carl, por Dios.— negué riendo por su ocurrencia.

— Y come ardillas.— mis risas no se detuvieron.— No te rías, hablo en serio.

— Lo siento, lo siento.— me apoyé en la mesa y carraspeé.— Oye, los quiero, ¿bien? — asintió. — Pero no voy a salir con tu papá, Carl, él es como un hermano para mí.

— Bien, bien.— frunció su ceño.— Como quieras.

Su actitud me causó diversión, pero no dije nada más.

— Los fideos están listos.— escurrí el agua y los puse en un plato.— ¿Puedes separar unos para Judith? — me acerqué al niño y tomé a la pequeña.

La coloqué en su sillita y puse las cuerdas de seguridad a su alrededor.

— Aquí está, ¿crees que estén muy calien...— las palabras se Carl se apagaron al escuchar fuertes golpes en la puerta principal.

Mi ceño se frunció y tomé mi arma por instinto, mientras ponía un par de balas en el cargador.

Puse mi dedo sobre mis labios y comencé a caminar, intentando no hacer ruido y me acerqué a la entrada.

¡Amelie, por favor! — la voz de Duncan desde el exterior me hizo bajar la guardia.— ¡Sé que estás adentro, Amelie!

Maldije antes de abrir la puerta.

— ¡Está mal! — fue lo primero que dijo cuando me vio.— Ella...ella está en la enfermería, pero...—

— Oye, oye, cálmate, ¿quieres?

— Tienes que ir a verla, Denise no sabe qué hacer.— me ignoró.

— ¿Qué pasa?

— No lo sé, solo iba...iba a un control y después comenzó a...— me enseñó sus manos cubiertas en sangre.

— Carajo.— guardé el arma.— ¡Carl, voy a salir! — le avisé.

No esperé por la respuesta del niño y comencé a correr, algunas personas me miraron de manera extraña y otras me maldecían cuando las empujaba para hacerme camino.

— ¡Muévanse! — gesticulé con mis manos.— Lo siento, permiso, perdón.

Seguí esquivando a los alexandrinos hasta que choqué bruscamente con alguien, lo que nos hizo caer a ambos al suelo.

— Lo siento, lo siento.— traté de levantarme pero su mano atrapó la mía.

— ¿Qué pasa? — Daryl observó mi rostro con rapidez. — ¿Por qué corres? 

— Tengo que irme, debo irme, lo siento.— repetí y me solté de su agarre para seguir corriendo.

¡Amelie, espera! — gritó, pero no volteé para verlo.

Sentía el corazón en la garganta, tanto así, que podía jurar que se saldría de mi pecho en cualquier momento.

Duncan no era mi persona favorita, claro que no, pero si Raven estaba en peligro tenía la obligación de hacer algo.

Abrí la puerta de la enfermería, con tanta fuerza, que el golpe resonó en cada parte de la habitación, asustando a Denise.

— Gracias al cielo estás aquí.— me miró con miedo en sus ojos.

— ¿Qué carajos sucedió? — le pregunté.

— No lo sé. — negó y cerró sus ojos. — Tenía contracciones y...—

— ¿Contracciones? — la corté.— Pero si tiene solo ocho meses.

— Ayúdame, por favor. — Raven estaba acostada sobre la camilla y estiró una mano hacia mí.

Me debatí entre tomarla o no, pero finalmente lo hice. Hice una mueca cuando su mano apretó tan fuerte la mía que casi sentí que la rompería.

La puerta volvió a abrirse y pude ver a Duncan y a Daryl entrar en la enfermería agitados.

— Está bien, está bien.— percibí el sudor bajar con mi frente.— Dame guantes, por favor.

Denise se quedó de pie mirando a Raven retorcerse de dolor sobre la camilla.

— ¡Que me des guantes! — alcé la voz para sacarla de su burbuja.

Me vio con cierto temor, pero asintió y lo hizo.

— Toma su mano.— le ordené.— No la sueltes, ella necesita nuestro apoyo.— intenté transmitirle algo de seguridad.

Desinfecté mis manos con apuro y deslicé mis manos dentro de los guantes.

Maldición, maldición.— Duncan empezó a pasearse.— ¿Ya va a nacer?

Amelie, ¿en qué puedo ayudarte? — la preocupación en la voz de Daryl era evidente.

No contesté, pero me coloqué de frente a la camilla, posando mi mirada en Raven.

— Hagas lo que hagas, no pujes.— posé mis ojos en los suyos.

Levanté el borde de su vestido y, antes de que pudiera hacer algo, un grito de parte de Raven me alertó.

— No puedo, no puedo hacerlo.— lloró y apretó la mano de Denise.— Amelie...— su rostro se contrajo en dolor.

— Aguanta, solo un poco más. — intenté volver a examinarla.

— ¿Voy a morir? — me preguntó con miedo.

— No, no lo harás. — contesté luego de ver que las condiciones de su cuerpo estaban aptas, lo cual era inusual, considerando el tiempo que se requería.— Tendrás a tu bebé.

— Mi mano, mi mano.— Denise se quejó.

Me tomé un momento para cerrar mis ojos y tratar de recordar si es que en algún momento en mi carrera estudié sobre cómo asistir un parto.

Aunque fueron solo segundos, porque volví a la realidad enseguida, tratando de contener el temblor en mis manos.

— Vas a pujar, lentamente, ¿bien?

— Bien.

Mi pecho subía y bajaba cada vez más rápido.

— ¿Estás lista? — asintió con desesperación.— Puja.

Mantuve mis manos entre sus muslos, esperando ver la cabeza del bebé.

Dios, voy a tener un hijo.— sentí los pasos de Duncan detrás de mí, por lo que suponía estaba viendo lo mismo que yo.

— Ay, ay, me duele.— el rostro de Denise estaba colorado por el aguante que tenía que hacer ante el agarre de Raven.

— Veo la cabeza.— le avisé a Raven.— Puja una vez más.

Yo...yo...No puedo...— solo escuché el sonido del cuerpo de Duncan caer al suelo.

No tuve tiempo de voltearme a verlo, porque Raven hizo fuerza nuevamente y el cuerpo de la criatura se asomó.

— Lo revisaré.— Denise quiso dejar la mano de la embarazada, pero esta se lo impidió.

— No, no me dejes, por favor.— le rogó.

— Ve, yo sostengo su mano.— Daryl tomó la mano de la mujer y permitió que Denise examinara al hombre detrás de mí.

Le dediqué una mirada a Daryl y él asintió, dándome a entender que podía aguantar el apretón.

— Tú puedes, Raven.— le hablé mientras sostenía la cabeza de bebé.

— Yo puedo, yo puedo.— se repitió a sí misma.— Lo siento.— se disculpó antes de apretar la mano del ballestero.

— Tranquila, tranqui...— sus palabras se interrumpieron cuando la mujer agarró su mano.— Mierda. — susurró.

— Solo una vez más, lo juro.— Raven cerró sus ojos con fuerza y empujó, hasta que el llanto de su bebé llenó la habitación.

La madre se relajó y dejó caer su cabeza sobre la almohada, colocando su antebrazo sobre sus ojos, agotada.

Suspiré al sostener el cuerpo del pequeño ser y me permití volver a respirar con normalidad.

Envolví al bebé en una toalla limpia y corté su cordón a una distancia segura.

— ¿Qué es? — le preguntó Raven a Daryl.

Seguí mirando al bebé y limpié su rostro, permitiéndome descubrir el color de sus ojos, algo azulados. Arrugué mi nariz y guardé mis emociones cuando Daryl se acercó a mí.

— Es un varón.— le respondió.

— Quiero verlo.— pidió y Daryl me miró, como pidiéndome permiso para llevarlo con su madre, así que extendí mis brazos.

En el corto camino, lo meció y una sonrisa cerrada se marcó en sus labios, por lo que sonreí un poco.

— Es...hermoso.— Raven observó con amor a su pequeño.— Gracias. — me dijo.

Me puse de pie y asentí, quitándome los guantes.

— Solo es mi trabajo.— le resté importancia.— Yo...necesito salir a tomar aire, ¿te encargas? — me dirigí a Denise.

— Claro, claro, ve.

Daryl frunció su ceño cuando caminé por su lado, pero pasé de él y me apresuré a llegar a la puerta.

El aire entró de lleno en mi organismo y miré al cielo. Una mezcla de tristeza y felicidad se había creado dentro de mi mente.

Me senté en la banca de la enfermería y bajé mi cabeza.

Amelie, ¿qué pasa? — pude ver las botas de Daryl.— Lo que hiciste ahí dentro...mierda, fue asombroso.— se sentó a mi izquierda.— Nunca había visto a alguien hacer algo como eso.

— Mhmm.— estuve de acuerdo.

Suspiró ante mi respuesta y apoyó su espalda en la madera.

¿Es por él? — preguntó.

— No, Dios, no.— respondí con rapidez y me animé a mirarlo.— Maldición, no.

— Bien.— asintió.— Puedes contarme si algo está mal, lo sabes, ¿verdad?

— Lo sé.— sonreí sin enseñarle mis dientes.

Empecé a mover mis pies, jugando con ellos, distrayéndome. El viento golpeó contra nosotros y me estremecí.

— ¿Daryl? — llamé su atención.

— ¿Sí?

— No puedo tener hijos.— le confesé, moviendo mis ojos hacia la calle nuevamente.

— Oh.— se enderezó y pareció entender el porqué de mi cambio de humor.— Eso es...— hizo una pausa.— Oye,— golpeó un poco mi hombro. — ¿quién quiere tener hijos de todos modos? — una sonrisa genuina escapó de mi boca.— Ellos lloran y no te dejan dormir.

Lo observé con diversión y negué.

— Era mi momento triste, ¿por qué tenías que hacerme reír? — le reclamé mientras pasaba una mano por mi rostro.

— Ven aquí.— levantó su brazo y lo pasó alrededor de mis hombros.

— Estoy cubierta de líquido amniótico. — quise alejarme pero me mantuvo a su lado.

— No sé qué es eso, pero me importa un carajo ahora mismo.— finalmente, dejé caer mi cabeza en su hombro.

Mi respiración se regularizó y levanté la mirada hasta ver su perfil.

Probablemente, esto era todo lo que necesitaba.














[...]















Salí del baño y froté mi cabello, tratando de quitar la humedad, para que mi ropa no se mojara.

Amy.— Carl golpeó la puerta de mi habitación y la abrí. — Carol dice que bajes a cenar.

— Voy en un segundo.— dejé la toalla sobre mi cama y caminé por el pasillo con el niño a mi lado.

No demoramos mucho en bajar las escaleras.

— Pero miren nada más. — Michonne me sonrió.— Es la mujer del momento.

— ¿Yo?

— Todos están hablando sobre cómo ayudaste a Raven con su bebé. — Carol colocó un plato sobre la mesa.

— Esperen, ¿ya tuvo a su bebé? — Rick se sentó a la mesa, confundido.— ¿Cuándo?

— Hoy.— Michonne lo miró con una ceja alzada. — ¿Dónde tienes la cabeza?

— He estado ocupado.— fue lo único que respondió.

Ayudé a Carol a traer los últimos platos desde la cocina hacia el comedor.

— Oye, tú. — la mujer habló hacia el salón. — Levanta tu trasero del sillón y ven aquí.

— Ya, ya.— Daryl se puso de pie.— No tienes que gritarme, mujer.

Sonreí ante su pequeña pelea y me acomodé en una silla, acercando un plato hacia mí.

No alcancé a dar un bocado, cuando una botella de vidrio fue colocada entre mis manos.

— Eh...— ladeé mi cabeza al ver la cerveza.— Daryl, ¿qué es esto?— le pregunté cuando se sentó a mi lado.

— Te la debía.

— Pero ¿por qué? — destapó la botella.

— Hoy trajiste un bebé al mundo, es motivo de celebración, ¿no crees? — podía ver el vapor frío saliendo de la bebida.

— Eso es un gran logro. — Carol lo apoyó.

Los observé a ambos y me encogí de hombros.

— Bien.— acepté.

— ¿Y? ¿Cómo está? — preguntó el ballestero.

— Excelente.— tomé otro sorbo.— Pruébala.— le ofrecí la botella.— Te gustará.

Su mano rozó la mía y llevó la cerveza a su boca, por lo que mordí mi labio inferior esperando su reacción.

— No está mal.— frunció su ceño y miró la etiqueta.— Abraham sabe elegir cervezas.

— Puedes estar seguro de eso.

¿A nosotros también nos darás un sorbo o solo es para Daryl? — Rick habló y volteé a mirarlo.

Mis ojos se abrieron algo más de lo normal y mi boca intentó formular alguna respuesta, mas no lo logró, así que apreté mis labios.

— Oye, tranquila.— volvió a decir al ver mi rostro.— Solo bromeaba.

— Oh, bien, sí.— reí un poco para relajarme.

— ¿Qué se traen ustedes dos? — Michonne se acercó un poco a mí y susurró.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres?

— Tú y...—

— Es de mala educación murmurar cerca de otros.— nos regañó Carol.

— Sí, lo siento.— Michonne se enderezó.

Iba a decir algo, pero llamaron a la puerta, con golpes suaves.

— Yo iré. — Rick dejó sus cubiertos sobre la mesa y se levantó.

— Salvada por la campana. — dijo Carl y entrecerré mis ojos hacia él.

— Oh, cállate.— rió ante mis palabras.

Tomé otro trago de cerveza antes de comenzar a comer.

Eh...Amelie.— Rick habló desde la puerta y me giré lentamente sobre mi asiento para darle mi atención. — Ven aquí un momento.

Al ver su rostro serio, me puse de pie casi al instante.

— Cuidado. — Daryl me tomó de brazo cuando casi tropiezo con la silla.

— Sí, gracias.— toqué su hombro para ayudarme a salir y caminar hacia el líder.

Rick estaba con los brazos cruzados sobre su pecho y se hizo a un lado para que pudiera ver a la persona que había llamado a la puerta.

— Deanna...hola.— la saludé.

— Amelie.— me hizo una seña con la cabeza.

— Yo...ah, ¿sucede algo? — pregunté cuando ambos se quedaron en silencio.

— Eres consciente de que Denise es la nueva doctora, ¿verdad?

Directo al punto, vaya.

Su voz contenía un tono acusatorio, así que yo me crucé de brazos esta vez.

— Sí, lo soy, ¿por qué?

— ¿Entonces porqué me entero de que tú has sido la que ha estado haciendo sus tareas? — habló con autoridad.

— ¿Por qué mejor no hablan afuera? — Rick se interpuso. — Hay más personas en esta casa, Deanna.

— Disculpa, — pasé de Rick y me acerqué a la mujer.— ¿pero qué es lo que realmente quieres decirme?— la miré.— ¿Crees que trato de quitarle el trabajo a esa chica?

— Ella debía atender la enfermería hoy, y no lo hizo.— sentenció.

— Y piensas que eso es culpa mía.— no dijo nada.— Qué conveniente.

— Oigan...—

— Atendiste el parto de Raven, ¿no?

— Sí.

— ¿Y porqué no lo hizo Denise? — cuestionó.

Pasé una mano por mi rostro ante su interrogatorio y sonreí por un momento, sin saber qué más hacer.

— No lo sé. — me encogí de hombros. — ¿No pensaste en preguntarle a ella? — mi tono no le agradó, porque entrecerró sus ojos.

La cena se va a enfriar. — Carol apareció y miró a Deanna.

— Solo un minuto más. — pidió la mujer.

— Solo uno.— Carol la observó, seria, pero volvió al comedor.

— ¿Entonces? ¿Cómo pasó?

— Duncan vino a buscarme, había una emergencia y la atendí.— asintió.— Hice lo que tenía que hacer.

— Estás diciendo que eres mejor que ella.

Ladeé mi cabeza para mirar al líder, que seguía de pie a un costado, y él elevó sus cejas, casi diciéndome que esta era una charla que yo debía manejar.

— No dije que lo fuera.

— Pero lo crees, ¿no?

Sentí más pasos y volví a ver a Rick, pero ahora estaba Daryl a su lado, sus cejas se contrajeron al ver a la mujer y luego me miró.

— ¿Qué pasa aquí? — quiso saber.

— Nada.— contesté. — Nada está pasando.

— Amelie, hiciste todo lo que ella debía hacer.— me acusó.— Eres mejor que ella.

— Ella fue a la escuela de medicina, Deanna.— la contradije.— Yo no.

— Pero tú atendiste a Raven.— siguió diciendo.

— ¡Maldita sea, sí! — alcé la voz.— Lo hice, ¿y qué?

— ¿Qué creías que hacías?

— Por un carajo, yo...—

— Ella estaba salvando vidas.— Daryl me interrumpió.

La mujer lo miró mientras contraía las cejas.

— Daryl...— lo llamé.

— Corrió por media comunidad para salvar a esa mujer.— hizo un ademán con su brazo.

Deanna lo oyó con atención y yo me quedé en silencio.

— Yo estaba ahí, ella hizo lo que nadie más pudo hacer.— frunció su ceño.— Y usted no tiene el derecho a venir a pedirle explicaciones.

— Ya veo.— la mujer asintió. — ¿Estás diciendo que ella es la mejor?

— Otra vez con eso.— apreté mi mandíbula.

— Mierda, sí, ella es la mejor.— Daryl sentenció.

— Rick, ¿tú estás de acuerdo con eso? — el líder pasó una mano por su barbilla.

— Claro.

— Bien, eso era todo lo que necesitaba escuchar.— me miró. — Solo eso tenías que decirme, que eres la mejor.

— ¿Qué quieres decir? — cuestioné aún algo molesta.

— Denise no se sentía preparada para tomar el lugar de Pete.— se encogió de hombros.— Yo solo quería saber sí tú sí.

— ¿Interrumpiste nuestra cena solo para...esto? — Rick nos señaló a todos.

— Por supuesto que sí.— Deanna se encogió de hombros.

Cerré mis ojos con frustración.

— Pero también venía a decirte que serás nuestra nueva doctora.— fruncí mi ceño y abrí mis ojos.

— No puedes venir a atacarme y después solo decirme...—

— Sí puedo, y ya lo hice.— me cortó.— Tienes la suficiente experiencia para tomar el trabajo.— su mirada se relajó. — ¿Lo quieres?

Oh.













●●●●●●◇●●●●●●
Me demoré? Claro que sí JAJSJS espero que no los haya hecho esperar mucho, pero aquí está el capítulo.

Creo que hubo algunas emociones fuertes, no? Pero ustedes entienden, si no las hay, no hay historia jsjdjs

En fin, sí sintieron esa tensión? Porque fue aaaaaaah🥴

No les quito más tiempo, ¡un abrazo!

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