𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹

By Feneti

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Hace más de quinientos años, los vampiros y las brujas se asentaron en la ciudad de Estambul. Después de que... More

❧ 𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖁 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁 ❧
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By Feneti

Suave, ligera, dulce. Así es la brisa de la noche que acaricia el rostro de Eda.
Con los ojos cerrados, se limitó a escuchar los sonidos que albergaban en el bosque. El estremer de las hojas de los árboles chocando entre sí por el aire, el ulular de los búhos escondidos en las ramas, el leve susurro del agua entre las piedras del río cercano. Aquella combinación tan mágica hizo que sus pensamientos fluyeran.

-La noche es tan bella, pero a la vez tan misteriosa.—suspiró.—Es como si llamara a hacer cosas inapropiadas...—Sacudió la cabeza tratando de evadir su mente.—Tranquila, Eda...

Una gran sombra negra comenzó a aparecer tras ella. La luz de la luna hizo que lo que había atrás se proyectará en el viejo armario de madera. Cada que se acercaba, iba creciendo más y más. Eda, que aún permanecía con los ojos cerrados, no fue consciente de lo que ocurría hasta que sintió unos labios fríos sobre su cuello que la hicieron estremecer. Rápidamente, volteó y comenzó a buscar con la mirada por toda la habitación tratando de ver en la oscuridad, pero no vio a nadie, más ya sabía de quien se trataba.

-Serkan, por favor, no compliques más las cosas.

-¿Así es como recibes a tus invitados?—salió de la oscuridad de la habitación y la luna lo iluminó.

-Suelo ser más formal con los que se lo merecen.—frunció el ceño al ver como el Strigoi esbozaba una sonrisa burlona.—¿Te crees que no sé que intentaste atacar el orfanato de nuevo?

-Eda.—se apoyó en el marco de la ventana con los brazos cruzados.—Desde que estás haciendo cosas impuras estás más alterada.

-Yo no he hecho nada.—se tensó al acordarse de que él podía leer sus pensamientos.

-Y yo soy santo.—soltó una carcajada.

-Serkan, lo único que hice fue besarte y porque tú lo hiciste. No he hecho nada más.—se cubrió mejor con la bata.—¿Por qué no me dices que haces aquí? Supuestamente eres un hombre muy ocupado, así que no sé que haces perdiendo el tiempo con una bruja blanca.

-Y lo soy, por eso ahora me estoy ocupando de ti.—Eda volvió a fruncir el ceño ante su respuesta.—¿Qué se supone que haces por las noches, Eda Yildiz?

-Pues pensar y dormir, ¿qué más haría?

-Tocarte, por ejemplo...—sonrío pícaramente.

-¿Tocarme?—trató de ponerle un significado a esa palabra en su mente pero no obtuvo resultado.—Sé más claro, Serkan Bolat.

-Por las noches, cierta bruja tiene un momento a solas con su sexo y la luna.—comenzó a detallar su figura por encima de la fina bata de seda.—Y yo, soy testigo de ello...

-No tengo necesidad de tal cosa.—respondió cortante.

-Todos tenemos necesidad de ello. Es normal en el cuerpo, Eda.

-Esta conversación no es correcta.—se ruborizó.—Ruego que te marches.

-¿Se te olvidó que el que da las órdenes aquí soy yo?—se acercó a ella lentamente.—Así es cómo te pones cuando te tocas.—acarició su mejilla lentamente.—Roja por el placer.

-Ya te dije que no lo hago.—soltó un suspiro al sentir su fria mano en su rostro.—Es más, ve con esas mujeres que son de tu agrado.—se apartó de él.

-¿Cómo sabes lo que me agrada? ¿Acaso vienes detrás de mi?—la siguió con la mirada mientras ella se movía por la habitación.

-No necesito ir tras de ti. Aquí el señor de las sombras eres tú.—respondió con sarcasmo y se tumbó en la cama para acto seguido arroparse.—Ten por una vez en tu vida la amabilidad de dejarme en paz.—aún seguía molesta por lo que hizo en el orfanato.

-Dime, Eda, ¿qué sientes cuando te tocas?—clavó su mirada penetrante en ella.—¿Calor? ¿Cosquilleos en el vientre? ¿Temblores?

-Ya basta, Serkan. No puedo sentir nada de eso porque no lo hago. Si tanto quieres saber, lee mis pensamientos y sabrás que lo único que quiero es que te marches de aquí.—se volteó hacia el otro lado dándole la espalda.

-Sabes que mentir es pecado, ¿verdad? Tu gran Dios todopoderoso ahora mismo está muy decepcionado de ti.—atacó con la fé más fuerte de ella. Dios.

-No pongas su nombre en tu boca.—respondió molesta.

-Te diré algo desde lo más profundo de mi corazón.—carraspeó.—Me encantaría meter los dedos en tu sexo y hacerte explotar.—Eda abrió los ojos de par en par y comenzó a sentir como sus mejillas ardían.

-Hazlo con las brujas negras.—respondió tratando de sonar serena.

-¿Celosa?—se rió.

-Jamás lo estaría de un ser tan repugnante como ellas.—cerró sus ojos y comenzó el rezo de todas las noches en su mente para así evitar escucharlo.

-¿Aún sigues creyendo que Dios existe?

-Y lo seguiré creyendo hasta el día en que muera.—contestó cuando su rezo acabó.—Los demás no podrán creer en él pero yo soy libre de mis decisiones tanto en creencias como en mi propio cuerpo.—se incorporó y volvió a mirarlo.—Hace muchos años se esperaba que estuviera casada y con hijos y aquí me tienes, exenta de estar en una relación porque la sociedad lo dictamina. Soy así, y si no te gusta no pongas tu mirada sobre mi ni esperes nada a cambio.—Serkan suspiró ante su discurso.

-Pobre de ti. De verdad, nunca sentí pena por alguien pero hoy me la estás dando. La salvadora de Salisbury está rompiendo con los estándares que su propia iglesia establece.—respondió con sarcasmo.

-Las personas esperan algo de mi y esta estrella que contemplas ahora mismo no pone las cosas en bandeja de plata.

-Shh...—chistó.

-Estás acostumbrado a que todas caen ante ti.—siguió hablando.

-Shh...

-No me mandes a callar, Serkan Bolat.—se levantó con rabia.—Ahí tienes la salida.—señaló la ventana.—Vamos. Márchate.

-Preciosa, estoy bien aquí.—acomodó mejor su espalda en la pared.

-Ya me cansé.—con su poder, hizo que el Strigoi comenzara a levitar.

-Eda, suéltame.—protestó.

-Buenas noches, Serkan Bolat.—lo sacó de la habitación y cerró la ventana.—Que descanses.—volvió a tumbarse en la cama y sonrió victoriosa.—Sé que eres capaz de mucho, pero ahora eres tú un poco y no me tocarías tan siquiera un cabello, al menos no como lo afirmas.—la habló a través del pensamiento.

-Abre la ventana.—golpeó el cristal.

-No lo haré. Ve a tu castillo.

-Nadie me da órdenes, y menos una mujer.—bufó molesto.

-Mientras actúes así, no tendrás nada de mi. Deja de ser arrogante y lleno de prejuicios y podremos hablar.

-Como si de verdad quisieras hablar conmigo...—murmuró y se acomodó en una de las ramas del gran árbol que estaba frente a la habitación de ella.—Se piensa que me iré. Está muy equivocada. Si hace falta pasaré toda la noche aquí.

-¿Qué quieres de mi?—volvió a hablarle en su mente.—No lo entiendo, Serkan. Un día me alejas y al otro es como si yo fuese lo que te hace falta para todo. De verdad, me confundes.

-Cómo si pudieras entenderlo...

-¿Qué quieres hacer?—se levantó y caminó hacia la ventana.—Y no me digas cosas indecorosas porque no cederé a ellas.—se resignó y acabó abriéndole.

-¿No dices que ambos somos muy diferentes?—la miró de nuevo.—Entonces vete con tu gente pura y déjame estar aquí sin hacer nada.—le dio la espalda y cerró los ojos tratando de tranquilizarse. No estaba siendo comprendido y eso lo inquietaba en lo más profundo de su corazón.

-Serkan.—salió de la ventana flotando y se puso frente a él.

-Déjame...

-No seas niño. Mírame.—no lo hizo.—Si no me hablas no podré entenderte y créeme que quiero hacerlo.

-Nadie puede entender lo que yo siento.—apretó los puños con rabia.

Eda abrió las manos e hizo aparecer una hermosa flor Mavi. La cubrió con su magia para evitar que se marchitara cuando Serkan la tocara. Sabía que él amaba las flores a pesar de todo su trasfondo. Lo conocía a la perfección.

-Toma, es una de tus favoritas.—le acercó la flor.

-No tienes que hacer todo esto. Ya me dejaste claro que me odias al sacarme de ahí...

-Yo no te odio.—respondió con sinceridad.—Solo que tus palabras no son las adecuadas para darte a entender. Puedo ver que deseas estar a mi lado, pero tu forma de pedirlo es demasiado grotesca. Así no se trata a una dama.—explicó.

-Adelante, hazme sentir bien por un segundo para luego echarme como los perros. Mi presencia no te agrada, está bien, no pienso tocarte, pero tampoco era para que me echaras de esa manera.—la miró y Eda pudo ver a través de sus ojos que estaba dolido.

-Mira, hagamos algo.—suspiró.—Pídeme que esté contigo como cuando lo hacías de niño—Serkan negó.

-Vete a dormir, Eda.—se apartó un poco de ella.

-Bien...—dejó salir su poder para mostrarle un hermoso recuerdo. Tal vez era lo que necesitaba.

Flashback

-Eda, ¿puedes darme un abrazo?—el pequeño Strigoi la miró con sus hermosos ojos verdes haciendo que su amiga sonriera.

-Claro, ¿estás triste?—se preocupó enseguida.

-No, contigo no puedo estarlo. Sólo quiero un abrazo fuerte y grande de mi princesa linda.

-Ven.—abrió sus brazos y Serkan se apoyó en su pecho.—Te daré muchos abrazos siempre que quieras.

✠✠✠✠

-Ven conmigo.—abrió los brazos y le sonrió.

-¿Por qué me haces esto?—sus ojos comenzaron a aguarse.—¿Qué necesidad había de hacerme ver todo lo que perdí?

-Ven y verás que no todo está perdido.

La flor que ella le había ofrecido comenzó a marchitarse. Sintió como su corazón se encogía al sentir la tristeza tan profunda de Serkan. Sin pensarlo, lo envolvió entre sus brazos y lo abrazó con fuerza, haciéndole saber que estaba a su lado y que todo saldría bien.

-Sé que estás muy triste, pero si pides las cosas de manera diferente se te conocerá tu deseo.—el Strigoi se rompió tras el primer sollozo, dejando la marca de sus lágrimas negras sobre el blanco camisón de la bruja.—Me disculpo. Debí escucharte antes.—el árbol comenzó a marchitarse desde dentro ante tanta tristeza.—Calma, Serkan. Calma.—acarició su cabello con delicadeza.

-Déjame aquí.—murmuró entre lágrimas.

-No podría.—levantó su mentón y limpió su rostro.

-Eda, tienes que irte...

-No voy a dejarte sólo.—apartó una lágrima que se deslizaba por sus labios.—Estoy aquí contigo.

-No, no lo estás.—se apartó de ella con brusquedad.—Siempre dices lo mismo y no lo cumples.

-Estaba molesta por lo que hiciste en el orfanato.

-Vuelve a tu habitación y aléjate de la bestia que tanto te molesta. La bestia que siempre se equivoca en todas sus acciones. La que nunca va a ser comprendida.—habló desde el dolor.

Se bajó rápidamente del árbol y comenzó a caminar dirección hacia el bosque. Una nube enorme lo rodeó por completo evitando que lo pudieran tocar.

-Serkan Bolat, quita eso ahora mismo.—caminó decidida hacia él.

-¡No!

-¡Quítalo!—gritó desesperada.

—¡DIJE QUE NO!—la naturaleza que había a su alrededor se marchitó de repente dejando todo muerto.

-Si no lo quitas, me olvidaré de ti para siempre.—Serkan volteó y la miró con rabia.—Necesitas que te escuchen y aquí estoy.

-Hazlo, Eda, ¡hazlo!—apretó los puños.—¡Olvídate del que tanto daño te ha causado! ¡VAMOS!—Eda comenzó a acercarse despacio.—¡¿Eso es lo que quieres?! ¡¿Olvidarte de mi para siempre?!—la magia de la bruja comenzó a luchar contra la del Strigoi. El dolor estaba controlando todo y Eda debía evitar que fuera a más.

La luz que irradiaba Eda se fue comiendo la oscuridad que albergaba Serkan. La nube negra desapareció por completo dejando al Strigoi sin fuerzas para seguir luchando contra ella. No podía más, ni con su mente, ni con su corazón herido.

-Demuestra lo que sientes con palabras y acciones. No sólo para mi, sino también para ti, Serkan.—acunó su rostro cansado entre sus manos.—Ama y déjate amar de verdad.—juntó sus labios y cerró sus ojos para disfrutar de la sensación que le transmitía el momento. Sintió como los labios de Serkan comenzaban a moverse a la par que los suyos. Le estaba correspondiendo el beso. Estaba borrando todo dolor y lágrimas para sustituirlos por amor. Ese amor único y puro que tanto necesitaba.

Al separarse, Serkan cayó rendido en su hombro y ella acarició su espalda brindandole consuelo. Justo como hacían cuando eran niños.

-Espero que hayas comprendido que, tú y yo, aunque luchemos contra todo, terminaremos uniéndonos por la eternidad.—besó su cuello con cariño.—Aguanta un poco más, colmillitos. Lo estás haciendo muy bien.—tomó su mano y la colocó sobre su corazón para que lo sintiera.—Este corazón te está diciendo que te dará la fuerza de su amor para que pelees contra todo, ¿sabes por qué?—Serkan negó.—Porque te quiero, y estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de volver a verte sonreír. Hace tiempo que no veo tus colmillos y ya sabes lo mucho que me gustan.—soltó una pequeña carcajada.—Ya no estés mal.

Serkan se apartó de ella lentamente y fijó su mirada tras ella. Algo lo estaba atrayendo o al menos él se sentía atraído, tanto que pasó por el lado de Eda y caminó hacia allí.

-No, Serkan.—lo agarró del brazo impidiendo que se acercara al primer rayo de sol que había salido por el amanecer.—No lo permitiré.—alzó la mano y alejó la luz.

-Suéltame.—su mirada transmitía cansancio. Estaba agotado de luchar contra los demonios que tenía dentro.

-No lo haré.

-Serkan es malo. Le hace daño a Eda. Es malo.—sacó sus garras afiladas.—Serkan es un monstruo.—las enterró sobre su piel haciendo que el color carmesí de la sangre pintara su blanquecina piel.

-Detente.—reprimió las ganas de llorar al verlo.

-Eres horrible, Serkan. Siempre lo has sido y siempre lo serás.—la oscuridad comenzó a hablarle en su mente.—¿Crees que Eda no ha llorado a solas por tu culpa? ¿Que no le has roto el corazón o jugado con sus sentimientos?—Serkan se clavó más las garras como castigo.—No esperes que ella te quiera porque nadie podría amar a un ser como tú...

Eda fue rápida y colocó la mano sobre su frente alejando a la oscuridad y sustituyendo los malos pensamientos por recuerdos de los actos buenos que había realizado sin darse cuenta. Serkan poco a poco fue relajándose y con ello, parando su tortura.

-Hay muchas cosas buenas en ti, Serkan Bolat.—volvió a abrazarlo.—Lo único es que no permites que salgan a la luz. Siempre estás detrás de mi y ahora comprendo más el por qué.—besó su cabeza como señal de protección.—Soy como un arroyo en el desierto para ti. Necesitas de mi comprensión, amistad, cariño, una caricia, un beso o simplemente un abrazo mágico de tu princesa.—Serkan escondió el rostro en su cuello.—Permíteme ayudar al Serkan que conozco para que pueda salir de ese pozo oscuro al que lo arrojaron sin piedad.—lo sentó en el pasto y lo pegó a su pecho para que sintiera su calor.—Toda mi vida me han dicho que no debo estar con alguien como tú, pero es que el corazón no entiende de razones y el mío te pertenece hace muchos siglos. Es por eso que intenté apartarte lo más que pude, porque tenía miedo ante lo que se venía pero se esfumó por completo al recordar la primera vez que vi a un pequeño Strigoi en la oscuridad. Ese día sabía que nosotros seríamos inseparables.—sonrió al visualizar en su mente el recuerdo.—Así que te pregunto, Serkan Bolat, con el corazón dividido entre angustia y esperanza, ¿Me permites ayudarte y estar para ti siempre así seas quien seas y como seas?—lo separó un poco y tomó su rostro haciendo que la mirara.—El que ama, ama los defectos y virtudes ajenos y te aseguro que posees más de lo último de lo que crees.

-Eda, yo...

-¿Si?—le dedicó una sonrisa.

-Quiero que me ayudes.



El crujir de la leña quemándose en la gran chimenea era lo único que rompía el silencio que se había creado desde hace días en la cabaña de la bruja. Eda sabía que las cosas no serían fáciles a partir de ahora. Serkan había tomado la decisión de dejarse ayudar por ella así que haría todo lo posible por él. Con calma, se acercó un poco a la ventana donde se encontraba el Strigoi sentado. Su mirada estaba perdida en el paisaje. Era como si estuviera en una especie de trance provocado por la tristeza.

-¿Tú también la estás esperando?—habló por fin cuando la sintió cerca.

-¿A quién?

-A Eda.—ella frunció el ceño sin entender.—Se fue con los otros niños y me dejó solo.

-Serkan.—posó la mano sobre su espalda dándole apoyo.—¿Quieres verla?

-No, lloraría si me ve así y no me gusta verla llorar.

Eda alzó las manos hacia el frente y abrió un portal del pasado. La pequeña bruja salió de este y se acercó a unos arbustos con flores para oler su aroma.

-Que bien huelen.—tomó una y se la colocó en el cabello.

Caminaba dando pequeños saltos mientras tarareaba una canción. Se veía tan feliz que la naturaleza brillaba con su presencia.

-¡Oh!—se acercó a Serkan corriendo.—¡Hola Strigoi grande!—agitó su mano en forma de saludo.—¿Por qué estás solito?

-Nadie me quiere.—respondió triste.

-¿Por qué? Eres muy bonito.—sonrió.—¡Mira! ¡Tus ojos son verdes!—le tomó el rostro con ambas manos y tiró un poco se él para verlo de cerca.—Te pareces a mi amigo Serkan. ¿Sabes? Me gustan mucho los pelirrojos.—Serkan sonrió y sus colmillos quedaron expuestos.—¡Ah! ¡Colmillos!—pasó el dedo por uno de ellos despacio.—Le ganaste a Serkan, pero que no me escuche porque si no sé pondrá muy molesto.—soltó una pequeña carcajada.—Dice que soy de él, ¿tú sabes por qué, señor Strigoi?

-Si, lo dice porque te quiere mucho.—Eda adulta sonrió.—Eres lo único que tiene y si lo dejas solo se pondrá muy triste y enfermará.

-Yo no quiero que eso pase...

-Entonces debes estar a su lado siempre.—le acomodó el cabello con delicadeza.

-Te contaré un secreto.—la pequeña se acercó más a él.—Yo quiero darle un beso pero me da vergüenza, porque es de esos que se dan los mayores.—sus mejillas se tornaron de un ligero color rosado.

-Si quieres besarlo, hazlo. Estoy seguro de que él también quiere pero no se atreve.

-¿Me promete algo?—Serkan asintió.—Que cuando yo esté grande como tú, me darás el beso que tanto quiero.

La pequeña sabía que aquel Strigoi era su amigo Serkan. Amaba el color verde esmeralda de sus ojos y las pecas dispersas que adornaban su nariz. Todo de él le encantaba aún con el paso del tiempo.

-Te lo prometo.—sonrío también.

-No me dejes nunca, ¿de acuerdo? Porque tenemos que hacer una boda muy grande con un pastel gigante.—explicó emocionada.

-Yo nunca he querido dejarte, pero no supe cuidarte y te hice mucho daño.—suspiró con pesar.

-Yo soy buena con las personas. Puedo ayudarte. Mi madre dice que soy especial porque dentro de mi tengo mucha luz.—jugó con la flor de su cabello.

-La luz que necesito...—murmuró.

-Serkan.—la pequeña bruja lo abrazó con cariño.—Este abrazo curará tu tristeza.

-Yo no quiero ser así. No quiero hacerte daño.—la primera lágrima resbaló por su mejilla.

Eda, que observaba desde lejos todo lo que estaba pasando, no pudo evitar entrar en llanto al escuchar al Strigoi. Sufría porque él no podía ser feliz del todo. Era prisionero de la oscuridad y ella la luz que debía eliminarla.

-¡Eda!—una voz se escuchó a través del portal.—¡Encontré una flor nueva!

-Me estás llamando.—se apartó de él y le limpió las lágrimas.—No estés triste, Serkan Bolat. Si lo estás, no puedo ver esos colmillos que tanto me gustan.—el Strigoi no pudo evitar reírse.

-¡Eda!

-¡Ya voy!—caminó hacia el portal.—Nos vemos, amigo. Cuídate.—agitó la mano en forma de despedida y con una sonrisa traspasó el portal cerrándose tras de sí.

-¿Estás mejor?—Eda se sentó a su lado.

-Si.

-Siento mucho lo que dije sobre el beso, pero eso lo pensé hace muchos años.—rió nerviosa.

-¿Eda?—la miró fijamente.

-Te escucho.

-Bésame.—Eda abrió los ojos sorprendida.—Bésame, bruja.

Sin pensarlo más, juntó los labios con los de él y ambos se dejaron llevar por sus sentimientos y emociones. Él, por la necesidad de sentirse querido y ella, por el deseo de volver a sentir esa cercanía que tanto le gustaba. Sin duda alguna, sabían que esto sería el comienzo de algo nuevo. Algo lleno de peligro y amor.
















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