✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯ ʟᴇɢᴏʟᴀꜱ

By OrdinaryRu

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𝗹𝗲𝗴𝗼𝗹𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 [terminada en 2023] Silwen era la última de su linaje sobre la Tierra Med... More

Dama de Plata
Gráficos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
epílogo

Capítulo 28

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By OrdinaryRu

Una densidad adherida a la piel, al alma misma, Silwen creyó estar despertando del letargo. Al abrir sus ojos, toda su anterior vida cruzó su mente, cual sueño lúcido. No lo sintió real, no se vio a sí misma viva hasta aquel instante. Tomó una gran bocanada de aire, un aire limpio y dulce como ningún otro que hubiera tocado antes su garganta. Y lo vio. El cielo nocturno cubriendo las paredes, y entre las estrellas pilares de robusta piedra, elevándose sobre su figura empequeñecida por tan majestuoso lugar. Antorchas de luz celeste pendían de la nada, iluminando con su titilar las baldosas de mármol negro que había a sus pies. Silwen retrocedió, confundida, pues iba descalza, mas no sentía frío alguno. Observó su cuerpo, cubierto de la seda más blanca que jamás había visto. Y al contrario de invadirle el miedo por lo desconocido, halló calma, un corazón sosegado palpitándole bajo el pecho. Sonrió entre el desconcierto, dando su primer paso en aquel extraño paraje. Un pasillo largo la aguardaba, oscuro a su espalda, mas brillante a su final. 

El cosmos era una imagen hermosa que admirar mientras recorría con deleite un mundo nuevo y extraño. Encontraba entre los espacios entre columnas, constelaciones nunca vistas, un cielo distinto, más brillante, más puro. Una tímida lágrima descendió su mejilla, y se halló feliz sin saber el motivo. La súbita presencia de otra persona la detuvo, no obstante no era cualquier ser. Una imponente y oscura figura se alzaba en su propio trono. Un cuerpo excesivamente alto y pálido, cubierto de una túnica que caía por varios escalones hasta detenerse justo a los pies de la elfa.

Su expresión solemne se desdibujó al abrir los ojos, y Silwen, a pesar de la distancia, alcanzó a ver como se reflejaba en los orbes profundos de él. Y allí, en soledad, entendió lo que le había ocurrido.

— Námo. —murmuró, y la paz que había encontrado su alma, se distorsionó a una pena capaz de desgarrarle el corazón.

— Hija de los Primeros Nacidos. —la profundidad de su voz reverberó en cada columna, en cada estrella, y un eco eterno creó tras sus palabras. Silwen tembló, hincando con temor la rodilla ante el Señor de los Muertos— Las acciones cometidas serán tomadas bajo mi juicio...

Silwen retiró con furia las lágrimas que sin control la debilitaban frente al Valar. Su existencia se veía ahora insignificante, efímera, al lado de quien había visto nacer a Anar, el Sol que bendecía toda Arda.

— Tiempo atrás advertí vuestra llegada a la Tierra Media, y el caos que precedería a tal acontecimiento. —se estiró sobre su torno, más imponente, más terrorífico— Mas ninguno de mis semejantes tuvo a consideración mi juicio ese día.

Con duda, Silwen elevó la mirada de las baldosas hasta la gélida expresión de Námo. Separó sus labios, con palabras atascadas en su garganta y el miedo enredando su lengua, exhaló, sin embargo no surgió sonido alguno de su boca cuando una ráfaga de viento cruzó el gran salón.

Un ave de plumas azules, tan grande como ella, mas minúscula a comparación del Valar, se posó sobre un bajo pilar junto al trono. Su plumaje reflejaba los astros, las tonalidades del cosmo, no obstante lo más atrayente eran sus obres. Plata pura refulgía de ellos, dos pedazos de la Luna se enfocaron en Námo, quien no movió un ápice su cuerpo, indiferente ante la nueva llegada.

— Mi sentencia no ha sido dictada todavía, Manwë. 

Silwen se balanceó a un lado por la sorpresa, ya no se hallaba ante un único Valar. Su corazón abrió un pedazo de él para albergar esperanza y no terror. Su vida se había forjado ante la creencia de un guardián tras ella, pues el viento siempre había sido guía del camino correcto a tomar. Jamás imaginó, que aquella cálida sensación en su pecho, desde la infancia, portaba nombre, y era, sin duda, tan real como ella misma.

No pudo descifrar la respuesta del ave, de Manwë, pues la lengua que habló a continuación fue etérea. A sus oídos era melodía, grave, tan profunda que rozaba su interior. Mandos se mantuvo en silencio, indescifrable era su expresión a medida que eran dichas las palabras. 

Silwen se encontraba dispuesta a aceptar cualquier juicio impuesto, pues fuera cual fuera de ellos, en ninguno Legolas se encontraba a su lado. Su corazón ya se hallaba roto, y en tristeza había sobrevivido durante centurias su alma. No existía peor condena, que la que el destino ya le había entregado, la que Morgoth le había exigido como castigo a su amado padre. 

Lloró en silencio, anhelando regresar junto a Legolas, y junto a quienes lograron apaciguar los dolores de su alma. 

Námo asintió tras unos segundos inciertos, y Manwë, siendo capaz de percibir como el miedo flotaba en el aire, torció su cabeza emplumada hacia la elfa que luchaba por mantener su tristeza oculta a ojos de ambos. No obstante, era imposible ocultar tal pena. Manwë extendió sus hermosas alas, batiéndolas un ápice con elegancia para atraer la mirada de Silwen. Su intención de cesarle el llanto no fue en vano, pues entre los labios de ella asomó una escueta sonrisa. Silwen conocía en silencio como el Valar había cuidado de ella en la Tierra Media, durante centurias, y confiaba en que su guardián consiguiera ayudarla una vez más.

— Si ese es tu deseo... —habló con profundidad el señor de aquellos salones— Así se hará.

Námo asintió ante ella, exigiendo con un movimiento sutil que se alzara ante él, mas hasta que los ojos de Silwen no recibieron también un asentimiento de Manwë, esta no encontró valor para erguirse ante dos Valar. 

El cuerpo, delgado y ensombrecido por la túnica, se inclinó levemente hacia la elfa. Tan imponente, un aura de poder y terror lo envolvía sin tan siquiera proponérselo. Mandos separó sus finos y pálidos labios, un murmullo surgió de su garganta, su sentencia. Entonces, entre la expectación y el pánico de un destino horrible, Silwen sintió un tirón en sus piernas. Su cuerpo se desplomó con dureza en las baldosas, reverberando el ruido sordo en el gran salón. 

¡Davo annin... —bramó asustada, descubriendo que unos largos brazos habían surgido de la oscuridad para tomarla a ella— ...na van! —"Suéltame".

El espanto se reflejó en sus ojos, creyendo que tal atrocidad era causa de los Valar. La oscuridad la arrastró con fiereza por el largo pasillo, el mismo que había recorrido ella embelesada por su belleza. El cielo abruptamente adquirió un aire tenebroso, el respirar ya no era dulce a la garganta, sino ácido, entremezclado con las lágrimas que no conseguía derramar.

Hilos de sangre comenzaron a mancillar las baldosas, las manos de Silwen anhelando aferrarse a la vida, o a la muerte, pues el gélido tacto de la oscuridad en sus piernas tan solo podía significar un destino más cruel del que ya poseía.

El sabor de la traición inundó su paladar, al menos hasta que escuchó el graznar furioso de una ave. Las plumas sobrevolaron su cabeza, se esparcieron sobre su ropa, y a tal acontecimiento le sucedió una luz cegadora.

— Sostente de mí, Silwen. 

Ante ella ya no se hallaba una grácil ave de plumas celestes, sino un hombre. Su cabello era luz pura, al igual que sus orbes que la observaban bajo un ceño fruncido por la preocupación. 

— ¿Q-Qué... —jadeó, alcanzando a tomar su mano tras varios intentos— ¿Qué me está ocurriendo? 

Y las lágrimas de Silwen, junto a su desconcierto, consiguieron compungir el corazón del Valar.

— Lo desconozco. —confesó.

La bruma que tenía atrapada a la elfa, adquirió un auge repentino en su fuerza. Sus manos se separaron de Manwë, sus miradas se encontraron con horror una última vez, y la sombra devoró en un cerrar de ojos, la existencia de Silwen en el gran salón de Mandos.

Inhaló, cual anhelante de sed recibía las primeras gotas de la lluvia, y sin lograr encontrarse, unos brazos la atraparon en un gesto pleno de amor. Observó inquieta sus alrededores, el amanecer en rojo, el pasto deshonrado por los cuerpos sin vida. Quien la sostenía la apretó con más ahínco, no quedando saciado con la cercanía. La mano de Silwen subió hasta su espalda, hallando una cabellera rubia y suave que le acariciaba la mejilla. Inhaló de nuevo, un perfume a tierra, madera y el rocío del pasto tras una noche gélida.

— Legolas... —murmuró, y el nombrado la alejó de su pecho, contemplando ahora en total devoción el rostro de quien tanto amaba.

Él no halló palabras, mudo de la sorpresa, la estrechó nuevamente en sus brazos y besó su pelo con delicadeza. Silwen advirtió una mirada sobre ella, estática y cauta. Gandalf negó con la cabeza, y entre ambos descendió del cielo una pluma celeste, una tan sola, que terminó embarrándose en la tierra cubierta de sangre.

Los ojos de Silwen se inundaron de lágrimas, pues era consciente de que el tormento sufrido, había sido real. Manwë, Mandos, y la tenebrosa oscuridad atrayendo su alma. Negó hacia Gandalf, y con las mejillas empapadas murmuro para él:

— Yo no debería estar aquí.

— Magia élfica, el deseo de los Valar..., ¡qué importa! —Gimli encerró la mano de Silwen entre las suyas. Una sonrisa adornaba su rostro todavía cubierto de retazos de la lucha— Por las barbas de Durin, estás con nosotros.

Silwen respondió a sus entusiastas palabras con una mueca. Deseaba sonreír, no obstante los recuerdos le impedían conciliar la realidad, pues no la sentía en su corazón como tal. 

— Éomer está siendo atendido por los suyos. —Legolas regresó a la improvisada tienda al borde del campo de batalla, su noticia calmó el acelerado latir de Silwen— ¿Cómo te encuentras, mel nîn?

Silwen se recorrió el labio inferior con la lengua, aturdida, y percatándose de que no hallaba respuesta sincera para su pregunta, asintió con una sonrisa débil. Legolas la correspondió con más intensidad, y desviando sus ojos a Gimli, los entrecerró. Su cabeza indicó la salida de la tienda, varias veces y con poco disimulo, el enano, tras unos minutos, abrió la boca sorprendido.

— Ah, entiendo, entiendo. —recuperó su hacha del suelo, y antes de desaparecer tras la tela, se aseguró de que sus palabras fueran oídas por el elfo— Me siento ofendido, dónde quedó nuestra amistad, orejas picudas...

El resoplido de Legolas llenó el silencio de la tienda, y tras asegurarse de que no iba a sufrir interrupción alguna, se aproximó hasta Silwen, quien sentada sobre la camilla no lograba retirar sus ojos de la nada.

Athog, goheno nîn. (Por favor, perdóname)—le abarcó el rostro con ambas manos, pronunciando sus palabras con el corazón desgarrado en ellas. Silwen al fin desvió su mirada, y confundida subió sus manos rápidamente para tocar las de él. Sus ojos se cubrieron de un velo de horror— Gin iallon, ithil nîn. Goheno nîn. (Te lo ruego, mi luna. Perdóname)— Legolas tembló ante ella, destrozando toda coraza que pudiera quedar en él. Tan frágil ante su amor, tan dolido por sus propios actos— Moriré ante tu silencio. 

Silwen parpadeó, saliendo del estupor, mas sus manos se estiraron acariciando los brazos de Legolas, queriendo comprobar algo en aquel acto.

— Te perdono. —respondió, y su rostro recibió el exhalar de alivio de su amado.

— No imaginaba una existencia sin ti. —confesó Legolas uniendo sus frentes— Habiendo cometido tal aberración, yo... yo habría perecido a tu lado. —agarró el jubón en su pecho con la respiración contenida— Mi corazón no latía del mismo modo, fue como si no deseara continuar.

Silwen colocó su mano sobre la de él, percibiendo el latir bajo la armadura.

— Vives, cunn nîn. (Mi principe)—los humedecidos ojos de Legolas la observaron con plenitud— Y, con el tiempo, aprenderías a vivir con mi pérdida.

— No lograría yo... es... —sus ojos se cerraron por el miedo— Ya no importa. —entrelazó sus manos unidas en su pecho— Pues estás aquí, regresaste y no permitiré que nada vuelva a alejarnos. —Legolas encontró duda en sus orbes, y tras besarla con amor desmedido, susurró en una caricia sobre sus labios:— Le i velethron e-guil nîn. (El amor de mi vida) La eternidad no es suficiente para amarte, pues anhelo que cada instante sea perpetuo junto a ti. 

Gi melin. —sonrió Silwen, hechizada por sus palabras— Te amo. —Legolas retrocedió levemente, abrumado. La mano de la elfa se estiró para ahuecar su mejilla, inconscientemente él apoyó su rostro en ella— Quiero ir a casa. —se puso en pie para lograr besarlo, lentamente, a penas rozando su boca— El camino que he recorrido... ha esclarecido mis deseos. —abrazó su cintura, y refugiándose en la curva de su cuello, inspiró el embriagador aroma que desprendía— Ansio construir un hogar, Legolas, y tan solo te concibo a ti, a mi lado, ante ese sueño.

Jamás se había cobijado tanta dicha en dos únicos cuerpos, y entre el calor de las antorchas se prendieron dos corazones ansiosos de un futuro compartido. 

por si alguien no se ha enterado todavía, también tengo un fic de Aragorn

gracias por leer <3 los votos y los comentarios bonitos animan mucho —

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