Nerd 3: rey del tablero [+18]

Від AxaVelasquez

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«Las mentiras terminaron, pero las obsesiones se multiplican». Sinaí cree ser la reina del tablero, y persegu... Більше

ADVERTENCIA Y ACLARACIONES
PREFACIO
Capítulo 0 [+18]
1: La Inocente
2: Definitivamente
3: Hoy lo siento
4: Un verano sin ti
5: Tres pecadores y una mentirosa
6: Volví
7: Happier
8: Freys y Mortem [+18]
9: Odisea [+18]
10: El tiburón y el mini demonio
11: Aysel Mortem
12: Beggin' [+18]
13: Liar
14: Llamado de emergencia [EDITADO]
15: Si tu ex es Axer Frey...
16: Los ángeles de Poison
17: Quédate lejos
18: Obediencia
19: A los enemigos de Víktor Frey [+18]
20: Vas a quedarte
21: Desnudarte
22: La ocasión [+18]
23: I see red [+18]
25: Ella es el veneno
26: Problemática [+18]
27: Positions [+18]
28: Madrugada
29: Jaque mate
30: No soy celoso, pero...
31: Dama de cristal
32: Doce horas para el gambito
33: Apertura
34: El rey ahogado
35: La satisfacción de un ganador
36: Diáfano
37: De reina a peón
38: La persona en la vida del otro
39: Anillos de esmeralda
40: Misión gambito

24: Blanco y negro

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Від AxaVelasquez

¡¡Lin Maddie lo hizo de nuevo, miren nada más esa pedazo de ilustración Sinaxer!!
~~~

Axer

Después del baño Sinaí se puso sus medias de malla y el short negro que había llevado como cambio de ropa. Cuando estaba por ponerse su camisa Axer le lanzó algo de su propio guardarropa a la cara.

—Para que vayas dejando las malas costumbres —le dijo el ruso mientras Sina observaba confundida el suéter blanco—. Ahora juegas conmigo.

—Por esta vez —concedió Sina poniéndose la prenda sin sujetador debajo—. Pero bájate de esa nube, nunca me quitarás el negro.

—¿De qué estás hablando, Nazareth? Soy experto en quitarte la ropa sin importar de qué color la uses.

Se suponía que Axer y Sinaí tenían una cena con los Frey ese día, pero ella estaba demasiado ocupada haciendo no sé qué en su teléfono, y él mirándola. Así se les fue pasando la hora, hasta que unos toques en la puerta les recordó que no estaban solos en el mundo.

Axer fue a abrir con Sina preparada a su espalda para salir, pero para sorpresa de ambos se encontraron con el camino obstruido por una Vikky de sonrisa inquietante que sostenía un lápiz medio gastado.

—Ten, esto te pertenece —dijo la rusa a su hermano.

Axer ni siquiera lo tocó, simplemente lo miraba con los ojos entornados en desconfianza y confusión.

—¿A mí? —inquirió con desdén.

—Sí —confirmó Verónika—. Lo tomé sin querer durante la noche mientras ayudaba a buscar a Aysel en tu cuarto.

Los labios de Axer se fruncieron. Sinaí lo miraba atenta a cualquier indicio de sus pensamientos, esperaba algún gesto más fácil de traducir, pero no consiguió nada.

Axer desvió sus ojos hacia su hermana mayor, su expresión inescrutable.

—Lo tomaste... ¿«sin querer»?

—Necesitaba anotar algo.

Axer forzó una sonrisa, pero el gesto era preocupante.

—No te alteres, mis manos siempre están limpias —gruñó Vikky.

—Le sacaste punta.

—Sí, ¿y?

¿Y? —repitió Axer persistiendo en su tensa tranquilidad.

—¿Estás bien?

—Viktoria, entraste a mi habitación, tocaste mis cosas, le sacaste punta a mi lápiz y luego vienes y lo devuelves como si nada.

—Joder, Vik, tenías como veinte.

—¡Exactamente! —Axer le arrancó el lápiz de las manos a Vikky—. Todos mis lápices estaban agrupados en filas por orden de tamaño. Tú le sacaste punta a uno al azar, modificaste su tamaño y ahora tendré que hacer lo mismo con todos para que la fila tenga sentido.

—Tienes que estar jodiéndome, ¿no? —Verónika bufó—. ¿No puedes solo sacar ese de la fila y dejar todos tal cual?

—Vikky —advirtió una voz detrás de ellos.

Cuando Verónika se hizo a un lado quedó libre la imagen de Aleksis Frey recostado de la pared del pasillo estudiando la escena con los brazos cruzados.

—¿Tú qué quieres? —espetó la mayor.

—Ya la cagaste, no hace falta que además lo insultes —intervino Aleksis.

—¿Y cuál será tu prodigiosa sugerencia? —preguntó Verónika de mala gana—. ¿Que lo deje que arruine mi ropa blanca en compensación?

—No —cortó Axer—. No haré nada parecido. Pero cuando uno de tus pacientes reviva de repente... Ya sabrás a quién echarle la culpa.

Axer finalizó tirándole la puerta en la cara. Se veía tan exaltado, su cuello rojo, sus ojos exhumando un vapor metafórico que contaminó el aire de la habitación.

Sinaí extendió su mano hacia él con intención de tocarlo pero temió detonar todo lo contrario a una sensación de tranquilidad.

—Axer... —llamó ella. Un carraspeo se interpuso mientras pensaba mejor sus siguientes palabras—. Imagino que como tu novia ante los ojos de tu familia debí haber intervenido a tu favor, pero... espero me perdones por no entender una mierda de lo que acaba de pasar.

Axer ni respondió ni le dio la cara, simplemente se abalanzó en dirección a su escritorio y abrió el cajón donde estaban los demás lápices.

—Axer... ¿Estás bien?

El ruso se dejó caer en la silla y exhaló. Al ver a Sinaí y su cara de genuina preocupación, casi se le escapó una sonrisa.

—Cosas de hermanos —simplificó—. No te alarmes.

—Cosas de hermanos Frey, querrás decir.

Entonces una de las comisuras de los labios de Axer tiró hacia arriba. Extendió uno de sus brazos e hizo señas a Sinaí. Ella entendió el mensaje y se subió a su regazo; el simple acto la hizo reprimir un quejido a media garganta. El roce de la tela sobre las marcas de sus glúteos ya era tortuoso, pero el dolor de sentarse iba más allá. Y sin embargo, estar sobre él, custodiada por un medio abrazo, hacía de aquel sufrimiento algo placentero.

Sinaí quiso no recordar cómo habían llegado esas marcas a su cuerpo, pero un vistazo a la corbata de Axer le complicó el intento.

—¿Vas a matar a Verónika? —le preguntó ella queriendo sonar enfocada en el tema.

—No me mató ella a mí cuando le robé su preciado espécimen, menos bases tengo yo para justificar un fratricidio.

—Quiero sus problemas, ¿sabes? —bromeó Sina rodeando a su genio con los brazos en su cuello—. Debería haber un reality show de tu familia. Sería un éxito.

—¿Te burlas de mi sufrimiento? —inquirió él, y aunque su tono era informal, sus ojos miraban con fijeza los labios hinchados de su gatita—. Qué mala novia eres, Sinaí Borges.

—Triste por ti, soy la única que tienes.

—Y eres la única que quiero —finalizó él besándola detrás de la oreja con intenciones que iban más allá de la ternura.

—Axer... —jadeó ella— tu familia espera.

—Que esperen —dijo él inmiscuyendo su mano en el suéter que le había prestado.

Se deslizó por la piel que él mismo había limpiado con en la ducha que compartieron, y subió hasta prenderse de uno de sus senos. Le gustaba que no llevara sujetador, pero le gustaba todavía más sentir cómo perdía el aliento ante su toque despiadado.

Ella se arqueó y, echando su cuello hacia atrás, exhaló un suspiro que conjuró mil confesiones obscenas.

Él la tomó de sus glúteos y tiró hasta pegarla de su erección, presionó tanto que no dejó cabida a dudas sobre su existencia. Ella ahogó un chillido por el contacto despiadado sobre la hinchazón, y fue aquel sonido el que terminó de enceguecer al genio y encender el veneno verdoso de su mirar.

Con ella anclada a su cuello y él teniéndola asida de su trasero con tanta firmeza, se levantó en un solo movimiento y la pegó a su escritorio.

Había discutido con su hermana por tomar un lápiz de su lugar, pero no le importó el desastre, ni todo lo que estaba tirando al suelo, al barrer la superficie con su brazo para poder acostar a Sinaí mientras ella todavía tenía las piernas enlazadas a su espalda.

Todo ocurrió tan rápido que, mientras Sinaí empezaba a analizar la situación, ya tenía las muñecas sometidas por los brazos de Axer y sus labios a un suspiro de distancia. Si ella quisiera realmente ganarse el infierno, podría solo romper su voto de paciencia y besarlo de una vez.

—Hemos estado antes así —dijo él rozando con su nariz el contorno de sus mejillas—. La primera vez que jugamos verdad o reto.

—Pero en aquel entonces era yo la que no quería besarte.

Axer presionó su pelvis contra las piernas abiertas de Sinaí, solo para alejarse de nuevo y castigarla con su ausencia.

—Mentirosa —murmuró con un beso en su quijada—. Te morías por besarme, pero ganarme te generaba más placer.

—¿Es lo que te pasa a ti ahora? ¿Quieres, pero prefieres ganarme?

Axer movió lentamente su cabeza en negación y se alejó para mirarla desde arriba. Sus labios entreabiertos, tan dispuestos a pesar de la hinchazón por lo que recientemente habían hecho, ella vestida con su suéter y sin nada debajo, sus manos sometidas, sus piernas abiertas.

—Te voy a soltar, pero solo para que te quites el suéter —le dijo—. Asiente si estás de acuerdo.

Ella lo hizo, así que cuando las manos de él liberaron sus muñecas, cumplió la orden al pie de la letra. Y al arrancarse la tela por encima de su cabeza, el moño que llevaba puesto se soltó y su cabello fluyó en una oleada desastrosa de un azul intenso sobre su piel desnuda.

Ella mantuvo sus manos quietas sobre el escritorio, un anclaje que le permitió arquearse sentada frente a él.

Le encantaba esa dinámica donde él ordenaba y su cuerpo obedecía, aunque lo disfrutaba todavía más cuando la desobediencia le confería más placer en nombre de castigo.

Pero una parte de su mente le jugó en contra, las alarmas gritando que había descubierto a su dama frente a las blancas, y que el jaque era inminente.

Todas esas paranoias perdieron eco cuando los dedos de Axer rozaron su pezón, entonces solo tuvo concentración para morder su labio con fuerza.

—Hace rato que quería verlas —indicó él con una seriedad preocupante mientras se devoraba su cuerpo con los ojos.

—Solo tenías que pedirlo. Lo sabes, ¿no?

La sombra de una sonrisa vil desfiló en los labios del genio un momento. Con una mano en la garganta de Sinaí, la condujo lentamente en descenso hasta pegarla otra vez de espalda al escritorio.

Sin soltar su cuello, mirándola directo a los ojos, comenzó a delinear todo el contorno de sus senos recorriendo con sus dedos, deslizando su dorso en una caricia sobre su volumen, deteniendo sus nudillos en el pezón para pellizcar a su antojo. En un momento acabó por cerrar sus ojos, las reacciones del cuerpo de Sinaí eran su lectura favorita, y su mano era una excelente intérprete.

—¿Paro?

Ella también cerró los ojos para saborear esa absurda pregunta. Lo había extrañado mucho, le hicieron falta sus manos en más de una ocasión, y ahora esas la recorrían como si también hubieran estado esperando el momento de reencontrarse con su cuerpo.

—Y yo que estaba por pedirte más... —murmuró ella viviendo el momento como en una nebulosa donde solo eran reales las sensaciones que Axer le provocaba.

Ambos abrieron los ojos y, con un solo guiño que recibió en respuesta, Sinaí sintió la humedad formarse entre sus piernas arruinando su ropa interior. Había tenido dos orgasmos recientemente en sus manos y ya estaba ansiosa por otro. ¿Cómo podía él aguantarse tanto?

Lo sintió en su abdomen desperdigando besos que acumularon mucho más calor entre sus piernas.

En un instante que tomó desprevenida a Sinaí, Axer bajó el short de ella cierre un poco para revelar su vientre y caderas. Y ahí comenzó a besar, con tanta paciencia y delicadeza que cada roce y esporádico lametón contribuía al charco que había más abajo.

—Vik, por favor...

—Sshh... —silenció él desviándose a su cintura, donde mordió y tiró de la piel entre sus dientes hasta lastimarla. El gemido de dolor de ella lo agradeció dejando un beso maestral sobre la marca de sus dientes.

«En algún punto me desmayaré», sintió Sina, segura de que tanto placer sobrepasaba el máximo permitido para un ser humano.

Él siguió lamiendo hasta alcanzar sus senos, lo apresó entre su mano, apretando mientras su boca lamía y chupaba a su antojo. Le gustaba estar ahí, le gustaba el cuerpo de ella, y le gustaba todavía más que no pudiera estar inerte, que se arqueara con cada chupetón, que pegase sus caderas a él en busca de contacto.

—¿Por qué estás siendo una gatita inquieta ahora? —murmuraron sus labios sobre la piel de su vientre, enviando corrientes a su zona más baja—. ¿Quieres más?

—Quiero todo contigo.

Sus palabras finalizaron en un gemido cuando Axer empezó a mordisquear su pezón. No estaba siendo gentil, y es que la cara de ella al ser complacida no lo instaba a nada lindo.

—Nazareth —dijo él antes de volver a atacar sus senos con su boca.

—¿Sí...?

—En este momento te deseo más que a ese maldito Nobel.

Sinaí abrió la boca para decir algo, pero solo pudo emitir un ruido de sorpresa y placer en cuanto la mano de Axer se deslizó dentro de su ropa interior, deslizándose por sus fluidos y rozando todo eso que pedía ser atendido.

Cruelmente, él sacó la mano, aumentando la añoranza. Y entonces volvió a deslizarse por su sexo y ese nuevo roce hizo que Sina parpadeara sorprendida por la delicia que había experimentado.

—Axer...

—Dime, bonita —dijo él acariciando su entrepierna como si no significara nada, como si no la estuviese empujando más cerca del clímax con cada mínimo roce.

—Déjame ayudarte, por favor. Solo una vez. Ni siquiera tienes que... Solo déjame recibirte en mi boca de nuevo, esta vez hasta el final.

Él sonrió e introdujo sus dedos dentro de ella, deleitado con la manera en que su boca se abría del gusto.

—Me conozco, a mí y al poder que tienes sobre mí: si cedo el control una vez, lo habré perdido para siempre. Por ahora prefiero que mi placer sea solo contemplar el tuyo.

A Sinaí no le gustaba del todo ese acuerdo, hasta que él se inclinó para besarle el cuello con los dedos dentro de ella.

—¿Lo quieres? —preguntó Axer presionando su pulgar en el área que acababa con ella.

—Yo...

Sinaí lo quería más que nada en ese momento, pero no se lo iba a poner tan fácil a él. Necesitaba quitarle su ventaja, sino él no cedería nunca.

Así que llevó la mano a su muñeca y detuvo su mano.

—No te permitiré más de esto hasta que sea equitativo.

—Eso es trampa, bonita —dijo él besando detrás de su oreja.

«¿Qué era lo que estaba diciendo?», se preguntó Sinaí distraída por lo que él le estaba haciendo.

Cuando al fin recobró algo de lucidez entre tanto deseo, contestó:

—Trampa es lo que haces tú. Lo mío es karma.

—Regáleme uno más —pidió él contra su cuello, con los dedos moviéndose en su punto débil lubricados por su propia humedad—. Déjame ser espectador de cómo empiezas a retorcerte debajo de mí.

Mientras él hablaba y seguía en su trabajo, ella casi ni tuvo tiempo de responder. Estaba al borde de su abismo, asomada a una profundidad que más que aterrarla la alentaba a lanzarse.

Estaba tan cerca...

«—Detenme, Schrödinguer», recordó que le había dicho él en su primer juego de verdad o reto. En aquel entonces por un inocente beso, pero el deja vù estaba ahí.

En aquel entonces Sinaí priorizó su deseo por tener más de él que sus ganas de ese beso, pues sabía que podía ser el último. Esa razonamiento era igual aplicable para esa ocasión, así que le sacó la mano de su ropa íntima y volvió a alzarse para quedar sentada frente a él.

—¿Todo bien? —le preguntó él luego de relamer su propia sonrisa. Tanto tiempo y seguía sin perder el gusto a los retos.

—Todo excelente —dijo ella pasando un brazo alrededor del torso de él y el otro detrás de su cuello.

—¿Entonces qué sucede? ¿No te gustó lo que hacía?

—Tú, mi vida —murmuró ella inclinándose para presionar sus labios en el borde de su boca—.  Tú me gustas.

Esa confesión creó en Axer el impulso de apoderarse de ella en un beso hasta que se quedara sin voz de tanto decirle entre sus labios lo mucho que la veneraba, lo seguro que estaba de sus sentimientos hacia ella desde el momento en que la vio llorar en Mérida preocupada ante la idea de que Axer perdiera el Nobel, o cuando para publicar y editar entre ambos A sangre fría compró la editorial que lo había rechazado. O cuando él tuvo que renunciar a...

Ese flash fue desagradable. Por un momento, ya no vio a Sinaí, vio a Gabriela Uzcátegui, a la usurpadora que se suicidó para robarle todo, a la maldita que había jugado con él indiferente al daño que le hacía y a lo mucho que lloró su muerte y agonizó en su desaparición.

De pronto, el deseo fue reemplazado por el asco. Y luego por la pena de haber pasado año y algunos meses intentando olvidar a Sinaí Borges. Con ciencia. Con trabajo. Con su tesis. Con terapia. Con una científica excelente. Con un imbécil al que le tenía ganas.

Dio igual.

Todos sus intentos por borrarla del tablero se habían convertido únicamente en peones con los que comparar a su reina.

—No puedo estar cerca de ti, Nazareth —dijo con un suspiro derrotado—. Esto me está torturando.

—Dije que podía ayudarte —dijo ella con una mirada insinuante mientras se volvía a poner el suéter.

Él rio por lo bajo y al fin se alejó de su rostro, respirando hondo para serenarse. No podía salir así a la cena, su deseo era evidente en su pantalón.

—Me ayudaría que te bajaras.

—Tú me invitaste a tus piernas, Axer, yo no tengo culpa de nada.

—Tienes toda la culpa de gustarme tanto, no puedes alegar inocencia al respecto.

Ella puso los ojos en blanco pero obedeció y se sentó al borde de la cama con la vista en él.

Axer intentó no fijarse en el desastre de la habitación en ese momento. No era momento para otra crisis.

—Oye —empezó a hablar ella, su rostro revisaba en derredor la habitación mientras sus piernas se mecían distraídas—. ¿Te gusta vivir con tus hermanos? Quiero decir, si quisieras podrías mudarte, ¿no?

Axer, que había estado ocupado en sus pensamientos, de pronto miró a Sina como si le preocupara su salud.

—¿Por qué me mudaría?

—No digo que debas hacerlo, pero... ¿Podrías?

—Por supuesto que podría, pero, ¿por qué haría algo así?

—¿No quieres? Digo, si te molestan tanto...

—Tu madre también te molesta —discutió él—, ¿la dejarías por eso? ¿No sería precisamente esa molestia lo que más extrañarías?

—Por supuesto, pero de todos modos tengo muy claro que en algún momento tendré que hacer mi camino lejos de ella. Al menos en una casa distinta.

—Ya, pero así no hacemos las cosas los Frey.

Sinaí arqueó una de sus cejas, si eso era cierto entonces ella estaría muy mal informada al respecto de algunos detalles.

—Dominik no vivía con ustedes —le dijo.

Axer se cruzó de brazos pegado al respaldo de la silla. Aunque era una conversación seria, Sinaí no pudo dejar de pensar en lo mucho que le encantaba cómo se veía.

—Dominik ni siquiera era mencionado en esta familia hasta que casi se muere en mi guardia. No se fue de aquí buscando nuevos horizontes, Nazareth, escapó luego de que lo internaran por traicionar a uno de los nuestros.

—¿Qué hizo?

—Es...

—Si dices que es una larga historia me levanto y me voy, ¿okay? —amenazó ella señalando con su dedo—. Me tienes jodida con eso, y luego dices que debo aprender.

—Los detalles no importan, en otro momento en que no nos esperen para cenar te lo contaré todo. Lo que debes saber es que Dominik y Azrel son inseparables desde siempre. Azrel y Dain, por otro lado... —Axer movió la cabeza para acompañar la duda de sus palabras—. Dain le hizo algo muy fuerte a Azrel, pero estaba dentro de lo «legal» en su familia, por lo que Azrel no debió buscar venganza. Pero lo hizo. Y a nosotros nos habría dado igual, era un asunto entre Mortems, pero Dominik lo ayudó. Y mi padre no podía dejar pasar algo así.

—¿Qué le hicieron a Dain?

—Asesinaron su mascota y la expusieron con orgullo de lo que habían hecho. Dominik no solo había intervenido en un conflicto que no era de su incumbencia, sino que hirió a un Frey. Mortem Frey, pero da igual, es familia. Sé que puede parecer que somos unos desalmados, pero para nosotros la familia es sagrada. Si no existieran estos límites entre nosotros, ¿qué seríamos? Mi padre no podía dejar ese acto sin corrección, y Dominik nunca ha sido de los que asumen los castigos con madurez.

—¿Dónde lo internó? ¿En un psiquiátrico?

—No, en un internado.

—Ah, gracias por la aclaratoria.

Axer reprimió la burla en los bordes de sus labios.

—Era una vulgar escuela, pero la educación era superior, la seguridad máxima para que no pudiera salir hasta terminado el curso, y estaba especializada en chicos problemáticos con disciplina militar y ayuda psiquiátrica. No está tan mal, era un internado de élite, y carísimo. Pero para Dom era una cárcel.

Sinaí pensó que a ella tampoco le habría gustado que su madre se deshiciera de ella mandándola a un internado militar, pero como no había estado en la situación tampoco se imaginó odiándola el resto de su vida por un castigo como ese.

—Entonces escapó —concluyó Sina—. Y... De repente está aquí de nuevo con Azrel incluido. ¿Cómo?

—Esa sí es historia para otro día.

—Bien. —Asintió ella—. ¿Y qué pasa con Iván? Me dijiste que tiene familia, ¿no? Y vive en quién sabe dónde con su parte de Frey's empire atendiendo otra extensión de la empresa. Así que no puedes decir que «así no es como hacen las cosas los Frey».

Axer desvió el rostro llegados a ese punto.

—Iván es el ejemplo menos indicado para hablar de cómo hacemos las cosas los Frey.

—¿Me dirás por qué?

Entonces él la miró a los ojos de nuevo.

—Porque él nos odia. No fui del todo honesto al decir que él ya tenía su parte de Frey's empire. Él sí goza de esa herencia, pero es que mi padre se la dosifica mensualmente para que él pueda vivir y sustentar a su familia. Familia a la que no conocemos, por cierto. Dice que tiene hijos, pero ni siquiera sabemos sus nombres.

—¿Por qué los odia tanto?

Axer enterró la cara entre sus manos y despeinó su cabello. Sina entendió que no debía ser un tema agradable para él y se lamentó de haberlo puesto sobre el tablero de aquella conversación.

—¿Tú por qué crees? —soltó Axer volviendo a dejarse caer contra el respaldo de la silla—. Todavía no asimila, y mucho menos perdona, que nuestro padre matara a su madre y que nosotros estemos bien con eso. Le vale der'mo el contrato y todas esas cosas. Para él somos monstruos.

«Estás mal, Sinaí, ¿cómo te puede prender que este tipo insulte en ruso en un momento como este?».

—Pero de todos modos acepta su monstruoso dinero —respondió Sinaí con desagrado pese a sus pensamientos y Axer sonrió en reacción.

—Hablas como mi padre.

—¿Eso es malo?

—Es bueno para mí. Sospecho que no despertarás un día decidiendo que esto es demasiado para ti.

—Tú me conoces —dijo ella en voz baja cuidando de no hacer alusiones demasiado delicadas—, jamás podría juzgar las acciones de tu familia luego de las cosas que he hecho.

—Y aún así quieres que me mude.

—¡No! —Sina se cubrió el rostro avergonzada, respiró y luego retomó—. Lo estás entendiendo todo mal. No «quiero» nada, solo intento entender si estás aquí porque quieres, si podrías irte, si lo has pensado, si...

—¿Qué? —dijo él con los ojos entornados cuando ella se detuvo sonrojada.

—Nada.

—Solo dilo.

—Quiero saber cuáles son tus planes a futuro. Además de ganar el Nobel, por supuesto.

Entonces Axer abrió los ojos en comprensión.

Se acercó a la cama y se sentó junto a Sina.

—Quieres saber dónde quedas tú en todo esto, ¿no?

—No, no, ni siquiera sabemos si vamos a seguir con la relación, no asumo que vayamos a tener nada a futuro.

—Ajá.

—Me pone nerviosa que te acerques tanto —le dijo ella mirando sus labios.

—Escucha, cuando llegue ese momento a futuro donde tengamos que decidir dónde hacer nuestra vida, escucharé todo lo que tengas que decir. Pero primero deberías conocer a mi familia antes de dar un veredicto.

—O sea que...

Él la tomó con delicadeza y la acercó para depositar un beso en su mejilla.

—No me cierro a ninguna posibilidad. No lo hagas tú tampoco, ¿bien?

Ella asintió.

—Entonces... ¿cómo sigues por lo del lápiz que Verónika arruinó? ¿Ya no contemplas el suicidio?

Axer gruñó al recordar esa parte.

—Debería llamar a Aaron. Escucharlo hablar me recordará que hay cosas peores en la vida.

—¡Axer, no lo puedo creer! Estás haciendo bromas que sí dan risa.

Él frunció el ceño y se levantó.

—No sé por qué te ha dado la impresión de que eso era una broma.

Ella puso los ojos en blanco y él le extendió la mano.

—Vamos, nos esperan afuera.

Ella le tomó la mano pero tiró para sentarlo de nuevo.

—Me pediste quedarme el fin de semana —le dijo Sina al Axer sorprendido por el tirón.

—Ehh...

—El fin de semana incluye el domingo, o sea que esta cena puede esperar.

—¿Esperar qué?

—Vamos a saltarnos la cena. Tengo que hacer unas cosas en mi casa y tú vas a acompañarme.

Él arqueó una ceja.

—¿Eso haré?

—Sí, debo ayudar a mi madre. Y tú le debes una cena luego de lo de la playa.

—Pero...

—Pero... Tu familia tendrá que repartir tu custodia. Hoy es mi turno.

—¿A qué hora regresaremos?  —custionó él todavía mareado por el giro de la conversación.

—Hoy no, pero estaremos aquí para el almuerzo de mañana.

—¿Es muy importante eso que debes hacer por tu madre?

—Imprescindible.

Axer suspiró.

—Bien. Te acompañaré.

—Te oyes tan lindo fingiendo que tenías opción —finalizó ella acariciando su mejilla.

~~~

Nota:

¡Cuéntenmelo todo sobre el capítulo!

IMPORTANTE: El capítulo 14 tiene una falla loca, a algunos les sale un cap de Vendida. Si te pasa eso, descuida, lo resolveré en breve y les avisaré para que puedan leerlo. No se alarmen.

Capítulo dedicado a  Mapashecomemapashe por salvarme de caer en la demencia 🤍

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