Alcohol de celos [Naruto: Nar...

De Ayram_fanfiction

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❛Lo que tenían era una cuestión física, sin más complicaciones. Le resultaría demasiado difícil abrir por com... Mai multe

01 | Un corazón débil
03 | Plomo en palabras

02 | Tanto ruido azul

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De Ayram_fanfiction

El ruido y las multitudes nunca habían tenido ningún atractivo para él, y cruzando la gran portalada de la mansión Yamanaka recordó por qué: el retumbar de aquella música de fiesta sin calidad, con un ritmo que hacía latir hasta el suelo, y las caras de docenas de personas que se volvían en su dirección con un murmullo sorprendido —rostros de gente que no tenía ningún interés en conocer— lo hicieron sentirse enfermo apenas entrar.

Pero Naruto se encendía de una energía vibrante en aquel ambiente. Enseguida que se encontraron dentro empezó a saludar como si fueran amigos de años, a algunos de lejos, a otros con un golpe juguetón en el hombro y alguna pregunta, a los mismos que estaban comiéndose con los ojos a Sasuke. No se quedaba demasiado rato con ninguno; parecía decidido a arrastrar a su compañero de piso hasta el centro de la pesadilla. Lo tomó del hombro para guiarlo a través de una multitud de borrachos que bailaban sin equilibrio y lo empujó, cuando alcanzaron el otro lado, hacia la barra.

—Venga, toma un poco. Aprende a divertirte.

Sasuke se liberó de su agarre con un gesto seco y se volvió molesto hacia él. En una ocasión distinta, en su piso, habría tenido menos problema para emborracharse, pero rodeado de tanta gente extraña, con la inseguridad de un espacio nuevo, de ningún modo se arriesgaría a perder el control. Suavizó un poco la mirada al topar con los ojos curiosos de Naruto, que parecía no entender la razón de sacárselo tan violentamente de encima.

—Si vas a abandonar cualquier mínimo de decencia —replicó al final, apartándose para que no le notara el instante de duda—, prefiero que quede alguien para devolverte a casa.

Durante las dos horas siguientes, eso fue lo que hizo su amigo: perder la vergüenza con una botella de alcohol tras otra, pasearse consiguiendo la simpatía de la gente entre las bromas más tontas que se le hubieran ocurrido jamás a Sasuke, camuflarse con la masa de cuerpos desinhibidos que saltaban y cantaban y se retorcían sin afinar, muchos medio desnudos, rojos y azules y verdes en el miraje de luces de discoteca, y lograr que nuevos amigos acabados de hacer lo invitasen a nuevas rondas de alcohol.

Era complicado mantenerse allí, como espectador, cuando se le retorcía una serpiente en el estómago cada vez que Naruto, confiado, risueño, se colgaba del cuello de alguien más o fingía darle un beso a la mujer bailando y bebiendo y gritando a su lado. Las únicas veces que lo había acompañado a fiestas antes de aquella era con grupos más pequeños; ni Naruto había permitido que se le subiera tanto el alcohol ni los separaba la cantidad de personas que llenaba por la fiesta de fin de curso el recinto de los Yamanaka.

Y, sin embargo, viéndolo destacar sin esfuerzo entre todo el resto, escuchando incluso desde su rincón apartado las risas ruidosas de su amigo, se dio cuenta de que tenía, junto a los retortijones incómodos, el pecho cargado de una calidez distante. Naruto se había lanzado a improvisar un baile ridículo que algunos a su alrededor imitaron, con pasos aún más perdidos que los de su amigo, porque en el caos de Naruto siempre había un grado de carisma que aquella multitud desbravada no sería capaz ni intentándolo de alcanzar. Naruto echaba la cabeza atrás en estallidos de risa puntuales por comentarios chillados al oído, entrecortados, cuando el volumen de la música imposibilitaba dialogar; y buscaba al par de personas que no se habían atrevido a entrar todavía en el ritmo y las impulsaba a meterse en el baile, y, si eran realmente pésimas en la danza, se ponía a bailar él de las formas más estúpidas para darles seguridad, hasta que el desconocido que fuera se veía obligado a detenerse porque la risa le sacudía el cuerpo.

Las fiestas nunca habían sido su escenario de elección, pero el magnetismo que Naruto adquiría en ellas —la forma en que allí brillaba su libertad— lo seducía demasiado como para alejar la mirada si era donde su amigo, de todas formas, no se fijaba.

Varias chicas se le acercaron, y él hizo lo posible para quitárselas de encima; una rubia varios años mayor trató incluso de rozar su baja espalda al sugerir que fueran al interior de la casa a conversar, que aquel ruido no era el mejor para entenderse, y más de una lo asaltó con la jodida pregunta de si tenía novia.

—No —se cansó de responder—. Ni me interesa tenerla.

Su mejor amigo no pensó en ir a buscarlo hasta bien entrada la medianoche. El grupo de mujeres que lo tenían rodeado para entonces empezaba a resultar asfixiante: por más que ignorara la mayoría de sus comentarios y que lo poco que respondía fuese ofensivo, con la esperanza de echarlas pronto de allí, iban demasiado bebidas para querer proteger su orgullo si la opción contraria llevaba a conseguir el teléfono de quien encontraban tan atractivo. Tuvo que torcer la cabeza para evitar que lo besaran, arrinconado como estaba en un margen del gran patio donde se organizaba la discoteca.

Naruto se les acercó con Ino y Sakura. Se notaba que la anfitriona había empezado a beber antes de hora, porque tenía las mejillas sonrosadas y charlaba animadamente sin modular la voz, pero Sakura se veía mucho más controlada: la condujo desde el centro de la pista, con la ayuda a ratos de Naruto, en dirección a los arbustos donde se hallaban Sasuke y aquellas mujeres desesperadas, para que descansase la cabeza contra la pared fría de cemento. Suspiró y se arrodilló a su lado en señal de rendición.

—Como vuelvas a meterte a bailar allí dentro, prometo que nunca más te permito organizar una fiesta en tu vida. Me da igual que sea tu casa. —Ino Yamanaka la despachó con un gesto de mano despreocupado y apoyó la mejilla en el muro de forma que pudiese ver a Sasuke incómodo y rígido entre tanta chica joven, lo que le arrancó otra risita. Su amiga levantó la cabeza también—. Sasuke. No esperábamos que vinieras. Naruto debe de haberse vuelto muy persuasivo para lograr estas cosas, ¿eh?

—Le he dicho que sería idiota perderse la oportunidad de ver bailar a una belleza como tú —intervino Naruto, guiñándole un ojo, pero con el tono de risa mal camuflada que lo delataba—. Por supuesto que cae rendido a mis pies cuando le estoy haciendo ofertas tan generosas. Soy el amigo más atento.

Una de las chicas, una pelirroja que le sonaba como Karin, se había colgado del hombro de Sasuke y le susurró algo al oído, pero apenas lo sintió: su atención estaba puesta únicamente en su amigo y en sus esfuerzos por mostrarse atractivo frente a Sakura, que lo estaban molestando más de lo que sería racional. No era ningún secreto en el campus, y eso que Sasuke hacía lo posible para no meterse en habladurías, que Naruto se había pasado la mitad del primer curso persiguiendo a Sakura, mucho antes de que ella ganara la belleza madura de ahora y mucho más aún de que Naruto aprendiera a explotar su carisma para ganarse a los demás, con lo que su historia había terminado siendo la broma común. Cuando Sakura rio ligeramente exasperada por el flirteo acostumbrado de su amigo y le dio un golpecito en la cabeza por toda reacción, ya sin la repugnancia que le salía en los primeros tiempos, Sasuke apretó los labios.

Era por esto que habían crecido sus miedos al descubrir que la presión en el pecho de cuando estaba con él se estaba volviendo más intensa, más constante. Conocía a Naruto y se conocía a sí mismo, y buscaban cosas distintas. Llevaban la mayor parte de la noche separados y ahora, con menos de tres metros de distancia entre los dos, su mejor amigo seguía más pendiente de las chicas, bromeando y jugando con el amor, que de él.

Se deshizo sin miramientos de las carroñeras que lo rodeaban y cerró la distancia con el grupo de personas que por lo menos conocía. Iba contra todo lo que creía prudente, e incluso entonces una buena parte de él le insistía en que se fuera, que buscase un cuarto en el edificio donde terminar de estudiar y olvidara los celos, pero no parecía que el nudo en la garganta que llevaba minutos molestándolo fuera a desaparecer aunque apartase los ojos de lo que estaba ocurriendo.

Naruto se dio la vuelta al instante y le dirigió aquella sonrisa inmensa que odiaba por cómo iluminaba sus ojos y le hacía aparecer un hoyuelo superficial en la mejilla derecha, más marcado aún por las sombras de la noche. Tiró de su muñeca para que acabara de entrar en el pequeño grupo que formaban él con Ino y Sakura, lo abrazó por la espalda y le apoyó la barbilla en el hombro con la confianza de haberlo hecho una docena de veces, calentándole el cuello como cuando lo besaba.

—¡Anímate, Sasuke! —gritó tan cerca de su oído que le arrancó una mueca—. ¡Deja esa cara de amargado y disfruta de la fiesta!

Lo soltó únicamente para que se girara, decidido a condenarlo un poco más mirándolo a los ojos con los suyos azules, brillantes, mientras entrelazaba sus dedos veloz, como si quisiera asegurar que su mejor amigo no escaparía. Ni siquiera la advertencia silenciosa que le mandó el ceño fruncido de Sasuke lo detuvo. Con una sonrisa creciente en sus labios, empezó a moverlo al ritmo de la música, una canción demasiado rápida y rítmica para que el intento de baile funcionara.

Sintiéndose humillado y muy consciente de que las chicas de antes los estaban mirando, Sasuke se soltó bruscamente.

—No seas idiota.

Naruto se llevó una mano al corazón.

—¡Mi primer rechazo! —Era el alcohol, el que hablaba; hacía comedia. El recordatorio de que nada de aquello tenía un peso real para su amigo se sintió frío como una puñalada en la sien.

Con una risa suave, Sakura le dio un golpecito amistoso en el hombro:

—No es el primero.

—¿Sabéis qué pienso? —los interrumpió de repente Ino. A juzgar por lo firme que tenía la mirada cuando se cruzó de brazos y entornó los ojos contra Naruto y Sasuke, cerca todavía el uno del otro, ya estaba bastante recuperada de su exceso de alcohol. Sonrió, traviesa, segura de sí misma—: Pienso que haríais buena pareja.

Naruto se apartó del amigo con quien se besaba por las noches levantando las manos.

—¡Claro que no! Este cuerpo es enteramente de Sakura.

—Tú no te rindes —rio su amiga.

Recibió un guiño y la media sonrisa que le marcaba el hoyuelo, tan acogedora en otras ocasiones, helada y dura como el rechazo definitivo aquella noche de ruido ensordecedor y luces verdes, rojas y azules.

—Contigo nunca.

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