Virginity

By CreativeToTheCore

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Bragas abajo en tres, dos, uno... Que Dios se vaya de tu lado, Virginity. • Portada hecha por: Ash-Quintana • More

🌟 Sinopsis 🌟
1. Méteme los dedos
2. Al horno, pero sin papas
3. Los hombres no se lavan las manos
4. La cama no resistirá
5. María dio a luz un sándwich de pollo
7. Enséñame a montar (la bici)
8. Pelotas que rebotan en tu cara
9. Por detrás, por favor
10. Átame con azúcar
11. Los cangrejos de la historia
12. Garganta profunda (sale mal)
13. Bañada en crema
14. Ducha de las confesiones
15. Nombres secretos, entradas triunfales
16. A través de tu agujero
17. Anal(gésico)
18. El clítoris y su misteriosa ubicación
19. El abrazo que existía para mí
20. La novia del capitán
21. El tamaño (de su corazón) importa
22. Penetrando (tus sentimientos)
23. El chico bueno siempre pierde
24. El misterio fundador de la Biblia
25. Burbujas que explotan
26. Este impulso de besarte
27. Galleta de la fortuna
28. Un puñetazo de realidad
29. Una princesa por $5,99
30. Beso de amor verdadero
Epílogo: Dios se ha ido de tu lado
Agradecimientos

6. Así de lento, así de suave

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By CreativeToTheCore

—¿Qué mierda? —susurro al encontrar una caja de tapones para los oídos en mi mesa de luz.

Creí que Teodoro bromeaba.

Me quito la camiseta y la lanzo al cesto de ropa sucia en la esquina de la habitación al tiempo que mi teléfono vibra. Me acomodo en el escritorio y lo apoyo contra un lapicero antes de aceptar la llamada del grupo «Los chicos de las pelotas grandes».

Lo eligió Ranjit, cuyo rostro aparece con los párpados cerrados en uno de los rectángulos. Suele atender medio dormido y regresar al mundo de los sueños.

—Ho —dice Kadri con la nariz pegada a la pantalla.

Gustave levanta la mano para saludarme con su usual cara de pocos amigos, lo cual es verdad. Solo nos tiene a nosotros.

—¡Corte, corte, ¿qué putas fue eso?! —Kadri aleja el teléfono y frunce el ceño—: ¡Gus, no dijiste tu parte! Yo digo «Ho» y tú dices «La», como ensayamos.

El chico pone los ojos en blanco y se quita el cigarrillo de la boca:

—La.

—¡No, así no tiene sentido, debías decirlo después de mí! —se queja el moreno.

—Hola a ustedes también, muchachos —intervengo al abrir mi agenda.

Mis amigos son agua y aceite: Kadri es una explosión de color mientras que el armario de Gustave solo conoce los jeans y las chaquetas oscuras; el primero estudia para relacionarse con el mundo exterior y el segundo para conectar con el interior; uno es sociable y el otro gruñe cuando te le acercas. Hasta sus signos zodiacales son opuestos.

Incluso los lugares desde donde llaman contrastan: mientras K está sentado en uno de los retretes de la hermandad —detrás de él cuelga una serpentina platinada del techo, asoma un pato de hule, saluda un miembro de juguete, hay una botella de vino olvidada y a medio beber—, G está apoyado en lo que parece la pared de un callejón.

—¿A cuántas te presentó hoy? —interroga Kadri, sin rodeos.

Trazo un check en la casilla junto a la que dice «gimnasio». También en las nueve que hay debajo. Es una lástima que la productividad no te asegure la felicidad.

—Tres. Fue un infierno.

K maldice. Debió apostar que eran más. Ahora le debe dinero a Gustave.

—¿Por qué tu madre se empeña en buscarle pareja a su sexy hijo que evidentemente no necesita ayuda en lugar de darle una mano a los menos afortunados como yo? —se queja—. Me encantaría tener una novia.

Ranjit ronca en concordancia.

Gus le da una calada al cigarro y expulsa el humo:

—¿Para qué? ¿Ponerle el cuerno? ¿Nunca consideraste que la razón por las que las chicas no duran a tu lado es porque les eres infiel?

—Detalles. —Kadri hace un ademán con la mano para restarle importancia.

—Quisiera que dejara de forzar la situación —confieso—. Entiendo que el amor signifique mucho para ella y quiera que lo experimente, sé que lo hace con buenas intenciones, pero… —Giro la lapicera entre mis dedos y observo la fotografía en mi escritorio—. Es como si quisiera asegurarse de que tenga a alguien más ahora que mi padre no está.

Intentar reemplazar con gente el vacío que dejó una persona jamás funciona. Nadie ocupará el lugar de la misma forma, rellenando cada curva, y será a través de los huecos por donde se cuelen los recuerdos y el frío de su ausencia te estremezca la piel.

Al duelo hay que mirarlo a los ojos y caer de rodillas ante él porque funciona a través de reglas kármicas: cuanto más lo alejes, más se acercará; cuanto más lo ignores, más atención demandará; cuanto más lo desprecies, más difícil te lo hará. En cambio, si le das lugar no necesitará forcejear contigo para que lo dejes entrar. Ahorrarás tiempo, energía y esfuerzo. Podrás conversar con él. Te enseñará a apreciar a la gente de una manera que solo un buen maestro sabe enseñar y, aunque sea de forma cruel, te servirá. Abrazarás con más fuerza y no darás por sentado a nadie más a partir de ese momento.

No queremos aceptar lo malo, pero ninguna persona es capaz de experimentar en paz lo bueno si vive huyendo de lo que le pasó.

Y mi madre está corriendo hace cinco meses.

—También quiere asegurarse de que le rompamos el trasero al equipo de Betland el próximo sábado —añade Kadri.

Reprimo una sonrisa. Es verdad.

—A la entrenadora le gusta que todo esté hecho a su forma. Es terca. Tardará en aceptar que esto no será como ella quiere, pero lo hará —asegura Gus al lanzar el cigarrillo al piso y pisarlo.

—Temo que le lleve demasiado tiempo y que en ese transcurso me vuelva loco —admito.

Si tengo que rechazar a una persona más siento que compraré mi propio boleto al averno.

—¿Y por qué no le das lo que ella quiere? —Kadri toma el pato de hule y lo aprieta hasta que chilla—. Dile que ya tienes una chica. Así dejará de fastidiar.

—Querrá que la lleve a los eventos. Cuando aparezca sin alguien de mi brazo me lanzará a los lobos. —Por lobos me refiero a mis tías, quienes son casamenteras incluso más severas que mi madre.

—Entonces consíguete una novia falsa —responde con simpleza.

Gustave niega con la cabeza:

—Es una idea terrible.

—Coincido. —Lo señalo con la lapicera—. Nadie soportaría esas fiestas horribles sin salir beneficiado. —Redirijo el útil hacia Kadri cuando este abre la boca, porque sé lo que dirá—: Y no ofreceré citas ni mi cuerpo a cambio. Sabes que no quiero estar con nadie. No ilusionaré gente para librarme de mi madre.

—Nos haríamos ricos si lo hicieras, odio que tus valores interfieran con todos nuestros negocios. —Suspira el moreno mirando con decepción el pato, al cual le pregunta—: ¿Verdad, camarada?

Ranjit emite un «mmmh». Tal vez para expresar que piensa lo mismo, tal vez porque sueña con sándwiches de queso o, aun probable, de marihuana.

—Debo irme —dice Gus con la mirada fija más allá del teléfono, pero ninguno le pregunta a dónde porque lo hemos hecho desde que entró al equipo y jamás obtenemos una respuesta—. Kadri, deja de alentar ideas de películas cutres en la mente de Meyer. Y tú, Meyer… —Me clava los ojos grises—. Ten huevos y habla con tu madre de una vez, dile lo que sientes. —Comienza a avanzar por el callejón—. ¿Ranjit? Si estás consciente, buenas noches.

Corta la llamada.

—Más dinero para nosotros si se baja un socio. —K se encoge de hombros y le lanzo una mirada de advertencia—. Es broma, es broma… —Ríe antes de mirar de reojo al pato—. Pero si quieres no es broma. ¡Nos vemos en la práctica, arrivederci!

Corta.

Suspiro y me quedo observando unos segundos a Ranjit mientras ronca. Bastardo suertudo. Si yo quisiera apoyar la cabeza en la almohada el insomnio me impediría babearla como lo está haciendo él.

Lanzo el teléfono sobre la cama y repaso los quehaceres que tengo en la agenda para mañana antes de ir al baño por una ducha.

Cuando estoy acabando de enjabonarme oigo la puerta de la sala y risas, anunciando que Teo regresó.

Y está acompañado.

Bajo la mirada y hallo que tengo en la mano un jabón en forma de caracola: el recuerdo es instantáneo.

Mierda.

La parroquia a la que asistían mis padres solía organizar un campamento para jóvenes cada verano. Nunca asistía porque era bastante caro —que algo esté vinculado a la iglesia no significa que sea gratis—, pero cuando cumplí quince años ganamos el viaje a través de una rifa que hicieron para juntar dinero en nombre de los sinhogar.

Supongo que el número 666 no era tan diabólico como decían, después de todo me dio la posibilidad de salir de mi ciudad por primera vez en la vida.

Conocí a Brie el primer día. Me había escabullido para no tener que ir a misa, ya que ser creyente no hacía desaparecer mi condición de adolescente que se aburre fácilmente. Estaba sentada sobre la rama de un árbol intentando armar un cubo rubik cuando ella apareció. No notó que me encontraba ahí, así que se sentó contra el tronco y abrió una biblia. Sin embargo, esta tenía un agujero. Las páginas habían sido recortadas —ese era un verdadero pecado— hasta crear un rectángulo en el cual guardaba una especie de cigarrillos caseros y un encendedor. Más tarde me enteraría que la habían obligado a asistir al campamento.

Cuando expulsó el humo este ascendió y me hizo toser. Ella se sobresaltó, cerró la biblia de un golpe y levantó la cabeza. Al notar que solo se trataba de mí, se relajó y se echó a reír.

—Hola, pulmones débiles —saludó.

Le lancé el cubo y lo atrapó. Luego, di un salto y caí en cuclillas.

—Creo que el término que buscas para describir a mis pulmones es «sanos» —corregí al acomodarme a su lado, pues no tenía nada mejor que hacer—. ¿Por qué fumas?

—¿Por qué intentas armar esta cosa? —Levantó el juguete.

«Porque es divertido», pensé. Entonces me miró a los ojos y sonrió como si pudiera leerme la mente. «Exacto», dijo la ampliación de su sonrisa, entregando respuesta a mi pregunta.

—Intercambiemos —añadió al pasarme el cigarro de cannabis—. Así tendremos el doble de diversión.

Fue la primera vez que me drogué. También la última. Aunque jamás me reí tanto como ese día, pues intentar armar un cubo Rubik drogada te hace pensar y decir muchas estupideces, y supe que si quería construir una amistad con Brie una de nosotras debía ser la responsable.

Uno debía cuidar a la otra.

Teo se parece mucho a ella, pero los diferencia el hecho de que él se preocupa y se esfuerza en que me divierta en lugar de asumir que lo haré sin importar cuáles sean sus planes. Pregunta. Sin embargo, la intención tras su interrogación es muy diferente a la que me acostumbré con los años a recibir de su parte:

—¿Qué quieres hacer? —indaga en tono juguetón al lanzarse a la cama de espaldas y rebotar en el colchón.

Cierro la puerta despacio, como si unos segundos bastaran para encontrar las palabras indicadas. Debo encontrar una forma de comunicarle cómo me siento sin hacerlo sentir mal ni avergonzado en el proceso.

Se acomoda para sentarse contra la cabecera de la cama y me subo al colchón hasta quedar arrodillada entre sus piernas, cara a cara. Abro la boca dispuesta a explicarle, pero me interrumpe al apoyar sus manos sobre mis muslos e inclinarse para besarme.

Es más veloz que las liebres, en más de un sentido, pero debe recordar que en el cuento es la tortuga la que gana la carrera.

Mientras sus labios se mueven con un frenesí lleno de saliva sobre los míos, comienzo a reflexionar, lo que indica que algo marcha mal porque no estoy inmersa en el momento: uno jamás disfruta del todo la comida cuando siente el vacío en el estómago y este le ruge a causa del hambre. Se desespera con ímpetu al percibir siquiera el aroma. Es en lo único que puede pensar cuando el cuerpo entero le suplica saciedad. La necesidad incluso podría llevarlo a ni siquiera llegar a comer en la mesa… A tragar sin saborear.

Necesito que Teo sea consciente de lo que está comiendo.

—No seas aburrido —susurro al apoyar una mano en su pecho y obligarlo a retroceder hasta la cabecera otra vez.

—¿Te parece aburrido besarme? —Ladea la cabeza al ritmo que las yemas de sus dedos se deslizan bajo el dobladillo de mi camiseta.

—En absoluto. —Le rodeo las muñecas con suavidad y las llevo a mi espalda. No lo soltaré hasta que aprenda a ir más lento— . Pero creo que es más divertido si jugamos antes.

Se libera con facilidad y sus manos envuelven mi cintura. Tira de mí hacia abajo, hasta que estoy sentanda y sintiendo cada parte de él a través del pantalón, pero me aferro a mi autocontrol y esquivo el beso que intenta darme al enterrar el rostro en su cuello. Su suspiro es una balanza equilibrada entre la impotencia y el disfrute.

—La provocación es un pecado, Virgi.

Inhalo hondo. Me gusta su perfume.

—En ese caso es bueno que no esté interesada en guiarme por tu brújula moral.

—¿Y qué te interesa entonces?

Me aparto lo suficiente como para estudiar su rostro y aferrarme a sus hombros. Mis comisuras se tuercen en una sonrisa que intento reprimir sin éxito. Que me pregunte qué me gustaría hacer me da un poco de confianza, pero ¿cómo digo en voz alta lo que quiero sin morir de vergüenza antes?

Sin embargo, me conoce. Sabe que no soy buena con las palabras:

—No hace falta que me lo digas. —Se inclina y deposita un beso en mi clavícula antes de levantar el rostro y sostenerme la mirada con ojos desbordantes de antelación—. Mejor muéstramelo.

Dios me perdone, porque le hago caso y me doy la vuelta.

Recuesto la espalda contra el pecho de Teo y sus brazos se cierran a mi alrededor. La noche cayó del otro lado de la ventana y las cortinas apenas permiten que la luminosidad de la luna contornee los objetos de la habitación que no llega a iluminar la tenue lámpara.

Arrastro las uñas por sus antebrazos y su piel se eriza. En respuesta, refuerza su agarre y muerde el lóbulo de mi oreja, pero no se siente bien. Es demasiado rápido y agresivo. No me gusta.

—Lento y suave —pido al volver a acariciarlo, esta vez solo con las yemas de los dedos.

Su cuerpo obedece. Se relaja y, como un efecto dominó, el mío le sigue. Dejo caer la cabeza contra su hombro y su respiración calienta mi mejilla. Cierro los ojos cuando se inclina y su boca roza mi cuello antes de depositar un pequeño beso ahí. Entonces, lo oigo relamerse los labios antes de volver a presionarlos contra mi piel. Me estremezco ante el contraste cálido y húmedo con el aire frío de la habitación. Exhalo complacida y, atento al pequeño temblor, hace que los besos aislados se conviertan en una cadena que desciende a un ritmo tortuoso hasta llegar a mi clavícula.

Una de sus manos se enreda con la delicadeza de una serpiente paciente en mi cabello. Tira con suavidad de él para lograr tener un mejor acceso a mi cuello. Espero más besos, por lo que la punta de su lengua  me sorprende. Mi cuerpo reacciona, pero su mano libre se presiona contra mi cadera para que permanezca quieta.

Lame con la presión justa su camino de ascenso. Mi espalda se arquea de forma involuntaria y abro los ojos cuando traza con la yema de su dedo el contorno de mi mandíbula: guia mi boca hacia la suya, pero se detiene a un centímetro.

—¿Así de lento? —La provocación llega en un susurro.

Le sostengo la mirada. Sus pupilas se dilatan tanto como su apetito cuando asiento.

Este beso es diferente a los que me ha dado antes. No busca ceder ante el hambre, sino controlarlo. El primer roce es la burla de un fantasma que tiene afán por jugar a las escondidas: aparece y desaparece, y debo cazarlo al morder con delicadeza su labio inferior. Atrapado en el mundo mortal, acaba por ceder ante cualquier deseo humano: su lengua empuja más allá de la trampa y hace pagar a la mía por mi conducta.

—¿Así de suave? —interrumpe el beso.

Así de lento y así de suave. Lo entendió a la perfección.

Ahora no quiero que pare.

Intento volver a besarlo, pero sonríe con autosuficiente y niega con la cabeza. Estoy por protestar cuando hunde la nariz en mi pelo. Inhala al tiempo que sus manos se deslizan por mi estómago, hasta el dobladillo de la camiseta. Cuela sus dedos bajo la tela y luego presiona las palmas tibias contra mi piel; acaricia y sube hasta hallar el borde del sujetador.

Aprendí de la primera vez. Me puse uno que tiene el broche adelante y me digo a mi misma que me merezco un kebab cuando lo abre con facilidad.

De acuerdo, aquí viene la prueba de fuego.

Aquí se pone difícil y acudo a Jesús.

«¡Tú puedes, Virgi!», me animo.

Amén.

¡Un saludo lento y suave para ustedes, bombones! 😘 ¿Cómo están? ¿Tienen más sueño que Ranjit en la videollamada o se encuentran mega activos? 😂

1. Los amigos de Meyer aparecieron por primera vez. A primera impresión, ¿quieren saber más de Kadri o de Gustave?

2. Parte o frase favorita del capítulo
🙈🙉🙊

3. ¿Creen que el encuentro sexual de Virgi y Teo puede acabar más desastroso que el primero? ¿Quién mete la pata y cómo? 😆

¿ESTARÁ MEYER USANDO LOS TAPONES EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO? Hagan sus apuestas 👁️🫦👁️, ¿sí o no?

Con amor cibernético y demás, S. ❤️

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