Alcohol de celos [Naruto: Nar...

By Ayram_fanfiction

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❛Lo que tenían era una cuestión física, sin más complicaciones. Le resultaría demasiado difícil abrir por com... More

02 | Tanto ruido azul
03 | Plomo en palabras

01 | Un corazón débil

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By Ayram_fanfiction

Durante esa época del año oscurecía pronto. A las seis de la tarde una candidez grisácea ya teñía el cielo y la luna relucía en lo más alto, sus contornos definidos contra aquel azul que iba cargándose de negro hasta dejarse devorar por las tinieblas. Eran unos meses fríos, y, como es costumbre de esta temporada de vientos helados sin nieve ni lluvia, tenían un exceso de trabajo que los estudiantes trataban de soportar festejando todas las tardes.

Sasuke siempre había agradecido las horas más calmadas de la noche para trabajar en los ensayos que exigían, semana sí y otra también, en la universidad de Derecho. Sus buenos hábitos de estudio en el instituto lo estaban ayudando a sobrellevar mejor que la gran mayoría de sus compañeros el nivel esperado en la universidad, pero no dejaba de ser una carrera que requería inversiones notables de tiempo y esfuerzo, y Sasuke tenía la suficiente madurez para no desperdiciar esas horas en fiestas y alcohol.

Por supuesto, Naruto no la tenía. Con los exámenes finales pisándoles los talones y dos materias del semestre anterior suspendidas, Sasuke había logrado que se sentara a leer leyes dos horas y pocos minutos atrás, pero estaba convencido, por sus movimientos constantes en el sillón beis del departamento, que su capacidad de estudio había llegado al límite alrededor de la primera media hora. Su mejor amigo no era un completo idiota —después de años junto a él tenía que reconocérselo—, pero se volvía incapaz de memorizar en cuanto empezaba a aburrirse. Cansado del golpeteo rítmico que estaba dando ahora con los pies, Sasuke suspiró y soltó el libro sobre su regazo.

—¿Puedes parar? Si quieres salir de casa, no seré yo quien te detenga. Me faltan tres capítulos por estudiar.

Estaban sentados de frente, cada uno en su butaca, con la mesilla de cristal del comedor entre los dos. Naruto, recostado sobre aquellos cojines excesivamente blandos que a alguien se le había ocurrido colocar como soporte para la espalda, levantó los ojos del dosier que aún fingía estar leyendo y le hizo pucheros.

—No necesitas leértelos todos para mantener tus notazas, los profesores te amarán igual aunque no les digas que una posible interpretación de la ley diecisiete se contradice con la trescientos dos. ¿Cuánto rato llevamos ya? —gimoteó, bostezando, y buscó con los ojos el reloj que tenían sobre las estanterías—. Encima tú tienes la semana entera para repasarlo. ¿Qué hago yo con este monstruo pasado mañana? No puedo aprobarlo.

—Y esto es sólo culpa tuya. Pero para la media te irá mejor un cuatro que un tres, así que haz el esfuerzo y trabaja durante más de cinco minutos por una vez en tu vida. —Sin ganas de concederle la oportunidad de continuar la conversación, abrió de nuevo el libro que había estado tratando de terminar y deslizó rápidamente los ojos entre líneas hasta encontrar el punto donde se había quedado. Naruto tenía razón, sus contenidos no eran estrictamente necesarios para la prueba, pero le gustaba entender en profundidad el contexto para tener una base sólida sobre la que hablar cuando tratase la evolución política y los mayores cambios en la Constitución.

Se habían mudado a vivir juntos cuando murieron sus padres. Un accidente de avión le había arrebatado la mitad de la familia en el primer viaje de vacaciones que decidía no hacer con ellos, y aunque Itachi se ofreció inmediatamente a regresar de Norteamérica, donde había estado trabajando para una multinacional desde hacía años, Sasuke rechazó la ayuda.

Ser de repente huérfano era una sensación demasiado abstracta para compartirla con su hermano. No había sentido tristeza, no había reaccionado sorprendido ante la noticia; tan pronto como se lo dijeron sintió que sus padres habían estado muertos siempre, y que el agujero húmedo de la tumba era donde en realidad pertenecían. Fue el sentimiento en sí —la falta de uno—, aquella ausencia de dolor o añoranza por dos personas que lo habían acompañado toda la vida, lo que lo afectó. Habían pasado ya tres años y todavía dudaba, al recordarlo, de su capacidad de amar.

Semanas después del entierro, Naruto le había ofrecido la posibilidad de mudarse a su departamento. Por aquel entonces no hacía tanto que eran amigos, pero Sasuke había tenido desde el principio la sensación de que, a pesar de sus provocaciones constantes y de la forma en que se enfadaba fácilmente si le respondía con arrogancia, Naruto comprendía mejor que nadie lo que necesitaba en cada ocasión. Quedarse solo nunca le había ido bien. Se aislaba más de lo usual y empezaba a tratar con altivez y desprecio a cualquiera que hiciese el esfuerzo de acercársele. Había ocurrido cuando era un niño y, sin la insistencia de Naruto, después del incidente se hubiera vuelto a repetir.

Si lo pensaba, eran muchas las cosas que le debía a Naruto. Durante los primeros meses se había mantenido a la defensiva a su alrededor, como solía hacer con todo el resto. Con el ruido que hacía Naruto en su dormitorio, ya fuera por la música de altavoz o los gritos de frustración en videojuegos, mientras Sasuke trataba de concentrarse y leer, se había preguntado a menudo al principio si no sería mejor regresar a su antigua casa. Era muy consciente de que sólo le serviría para acabar de cortar las pocas relaciones que mantenía y alejarse, quizás definitivamente, de Naruto, pero es justo lo que necesitaba: un poco de tranquilidad y no más gente a la que soportar y defraudar.

Naruto debía de haberlo notado, porque después de ese primer mes empezó a poner la música a un volumen más bajo. Algunos días lo esperaba a la puerta de la universidad y regresaban juntos. Pronto resultó evidente que Naruto pretendía enfrentarse al hábito que tenían los dos de encerrarse cada uno en su cuarto para pasar más tiempo juntos en el comedor o visitando los museos que sabía que interesaban a Sasuke. Eso lo sorprendió; no había imaginado que Naruto fuera una persona de museos. Tenía razón; cuando se lo comentó, Naruto admitió, riendo, que antes de empezar a hacerlo con él nunca había pisado uno. «Tenía que sacarte de esos libros, claro está. Maldito estudiante modélico, ¿no te ves?» Había hecho una mueca como si encontrara escandalosos sus hábitos. «Vuelves de la uni y te encierras a leer, más clases y a estudiar. Aburrido».

Todavía ahora se sorprendía aún algunas veces con la libertad de Naruto. Conseguía pasar de curso cada año con métodos que Sasuke no habría considerado posibles si se los planteara alguien más, después de perder horas persiguiendo objetivos sin lógica alguna —una vez le había enseñado, exultante, la conexión bizarra que había diseñado entre la aspiradora y el contenedor de basura, que, por supuesto, no funcionaba— y asistiendo a la fiesta de todos sus compañeros de clase y a cada celebración que se organizaba en el barrio. Aún lo sorprendía más que tan a menudo consiguiera arrastrarlo.

Se permitió echarle un vistazo rápido, a riesgo de que su amigo se lo tomara como una invitación para volver a hablar, pero Naruto parecía haberse resignado a seguir leyendo un rato más. Sonrió para sus adentros contra su voluntad. Naruto era ruidoso, agitado e irracional, pero había un encanto en sus provocaciones y en los pucheros que hacía cuando lo forzaba a centrarse que siempre lo había atraído.

Frunció los labios para seguir trabajando. Por más que agradeciera haberse ido a vivir con Naruto después del accidente, en los últimos años no había parado de distraerse. No había sido nunca una persona dada al sentimiento, pero después de los primeros besos que se dieron con Naruto en el sofá de junto a la ventana y los flirteos constantes, medio en broma, que le había estado dirigiendo su amigo por casi seis meses, sentía un revoltijo incómodo en el estómago cada vez que se atrevía a contemplar su rostro. Sólo lo hacía si estaba distraído; incluso hablando con él, evitaba tanto como le era posible un contacto visual constante.

Lo que tenían era una cuestión física, sin más complicaciones. Le resultaría demasiado difícil abrir por completo su corazón a alguien más, aunque ese alguien fuera Naruto, y era claro que Naruto estaba en contra de atarse. Por esto le disgustaba la fuerza que iba tomando esa presión en el pecho, casi dolorosa cuando se le aceleraba el corazón por el contacto o las miradas encendidas de Naruto. No era tan estúpido como para querer creer que significaban nada.

—¿Sabes que hoy la fiesta es en casa de Ino? —dijo Naruto de repente.

Sasuke levantó la mirada con un suspiro exasperado.

—¿Y?

—Es la última fiesta antes de fin de curso. ¿Creo que ya te hablé de su casa, cuando fui por el cumpleaños de Sakura? Es la mejor para estas cosas..., y esta vez creo que incluso ha invitado a una banda en directo y llevan toda la semana organizando el espacio para que sea la fiesta más espectacular hasta ahora... ¿Seguro que no quieres ir? —Antes de que pudiera replicar nada, se dio prisa en agregar—: Te prometo que es la última. Después estudiaré las horas que me digas y todo eso. La gente se queda a dormir allí porque durará hasta tarde, pero si te cansas del ruido o lo que sea puedes encerrarte en el estudio de su padre y yo no diré nada. Prometido.

—Ve solo.

Su mejor amigo hizo pucheros.

—Pero esta noche es especial. Quiero celebrar que se termina por fin la tortura contigo.

—¿La tortura conmigo? —sonrió Sasuke.

—Celebrar contigo —lo corrigió Naruto indignado.

Lo molestaba de haber desarrollado una relación más íntima en los últimos meses que, por más que se esforzara en mantener sus posiciones firmes y actuar sólo de la forma que consideraba razonable, al final acababa dejándose empujar en la dirección que Naruto quería tan pronto como el idiota ponía un poco de insistencia.

Negó con la cabeza, cerró el libro, ya casi terminado, sobre la larga mesa de cristal y se incorporó. Los ojos de Naruto se iluminaron de inmediato con una gran sonrisa.

—Si has olvidado lo que decías de no poder aprobar el examen...

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