Fake Lover | Soukoku - BSD

By yanase_gr

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"Tienes una deuda que pagarme. Serás mi amante por un mes". La situación que enfrenta ahora Nakahara Chuya es... More

ADVERTENCIA/ANTES DE LEER
Prólogo
Día 1
Día 2
Día 3
Día 4
Día 5
Día 6
Día 7 - 1
Día 7-2
Día 8
Día 9
♡ Especial 1k lecturas ♡
Día 10
Día 11
Día 12
Día 13
Día 14
🎄 Especial Navideño 🎄
Día 15
Día 16
Día 17
Día 18
Día 19
💖 Especial de San Valentín 💖
Día 20
Día 21
Día 22 - 1
Día 22-2
Día 23
Día 24
Día 25
Día 26
Día 27
Día 28-1
Día 28-2
Día 29-2
Día 30
Día 31
Epílogo.
Agradecimiento
★ Especial 53k lecturas★
★ Agradecimiento +100k de lecturas ★

Día 29-1

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By yanase_gr

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Día 29-1

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—¡Los voy a extrañar mucho, chicos! —gritó desanimada Akiko.

La razón: era su última día de vacaciones en la casa de Dazai; después de tomarse un largo descanso del trabajo, finalmente había llegado el momento de volver a casa y regresar a la rutina de siempre.

Pensándolo bien, Akiko llevaba vacacionando el mismo tiempo que Chuya tenía viviendo en esa enorme casa (que se supone debía odiar) y cuando escuchó a la mujer tan desanimada por su propia partida, cayó en cuenta que definitivamente la extrañaría... se había acostumbrado a su presencia.

—Me pregunto si tienes planeado volver algún día —dijo el pelirrojo antes de dar un sorbo al té de manzanilla.

—Bueno... En realidad, suele venir una vez al año. Ya sabes, los pacientes no pueden descuidarse... pero si todo sale bien, tal vez pueda venir en unos meses —guiñó el ojo dándole una sonrisa.

Si todo sale bien...

Ah, se refiere a mi situación con Dazai.

Chuya no pudo evitar sonrojarse, esperaba que Dazai no viera esa expresión porque no tenía ánimos de ser su objeto de burla. Al menos, había logrado subir el ánimo de su amiga y eso era suficiente.

—Bien, ¿están listos? ¿Por qué no nos vamos?

—Y el rey de Roma finalmente apareció —expresó la mujer levantándose de su asiento—. Entonces, ¿que les parece si vamos a dar un paseo por el puerto y después al aeropuerto?

—¿No te cansas de explotarnos? —cuestionó el castaño ajustando su corbata.

—No. Por algo estoy aquí y no dejaré de explotarlos hasta el último minuto de mis vacaciones. Además, Chuya está de acuerdo —cruzada de brazos.

—Dazai, ¿podríamos pasar un tiempo tranquilo con ella hasta que se vaya? No es que quiera... es solo que, tal vez...

—¿Es tu amiga? —frunció el ceño— ¿Por qué te cuesta tanto trabajo decirlo, enano?

—¡¿Enano?! —entre dientes.

—Quiero que nos detengamos en el barrio chino del puerto —sin esperar un "no" por respuesta, Akiko se adelantó a la salida—. Tiene mucho tiempo que no comemos allá.

Dazai sabía que una vez que la mujer se decidía a dar el primer paso, era difícil negarse a cualquier cosa que ella dijera; en el peor de los casos, recibiría quejas sobre su creciente egoísmo y terminaría yéndose sola sin dirigirle la palabra hasta por el resto de año.

Él no quería eso, no en realidad... Akiko había estado para él en todos los momentos complicados de su vida y sería injusto no retribuirle su esfuerzo.

Lo único que le quedó, fue soltar un gran suspiró de resignación mientras Chuya lo miraba alzándose los hombros, una señal que le afirmaba que no había otra opción.

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La caminata, la comida, el ambiente y la compañía... todo, absolutamente todo, fue increíble para Akiko. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que salió a divertirse a lado de Dazai, porque la última vez que lo hizo fue antes de la muerte de Odasaku.

Ella recordaba ese día con claridad: un día nublado con gran probabilidad de lluvia.

Aquel día se emborrachó y le suplicó a Odasaku que fuera fuerte y no dejara a Dazai solo; también recordaba claramente la respuesta de su amigo: "no voy a dejarlo solo, aún si tengo que dejar este mundo". La tranquilidad con la que se lo había dicho causó un horrible susto en la mujer, y no tuvo más remedio que ponerse a llorar.

Y, recordaba a Dazai sentado al otro lado de Odasaku, solo observando como el hielo circular en flotaba en la copa... como si supiera que no había nada que se pudiera hacer respecto a la enfermedad de su entonces pareja.

No podía evitar pensar eso, simultáneamente que aceptaba que las cosas eran diferentes ahora...

Dazai tenía a Chuya a su lado y estaba segura que ambos iban a corresponderse genuinamente sus sentimientos; estaba segura que el pelirrojo no soltaría a Dazai por un largo tiempo.

—Hasta que la muerte los separe —pensó en voz alta, mirando hacia algún punto del suelo del aeropuerto.

—¿Qué? —cuestionó Chuya, intrigado.

—A-Ah... Dios, ¿que fue lo dije? Seguramente estaba soñando despierta —rio nerviosa, colocando una mano en su nuca.

—¿Por qué dijiste eso? —más intrigado— ¿Será que te enamoraste de alguien en el barrio chino?

—¿Qué cosas estás diciendo tu, Chuya Nakahara? —fingió estar molesta— Es una frase que leí en un libro, que por cierto voy a continuar leyendo cuando me suba al avión.

—Creo que debes saber que no es muy fácil engañarme y sé claramente que dijiste algo porque estás preocupada por nosotros, ¿cierto? 

—En serio, hombre... Solo cállate y olvida lo que dije —cruzándose de brazos, miró con dirección a Dazai, quien estaba comprando el boleto de avión para ella.

Un pequeño silencio se hizo presente, eso no era lo que en realidad quería responderle al hombre que había confiado en ella con los ojos cerrados desde el primer día de su encuentro. No dudo mucho en decir lo que había en su cabeza, Akiko Yosano era una mujer fuerte que diría las cosas directamente aún si tenía que lastimar en el camino.

—Tienes razón —su voz sonaba más seria, lo que hizo pensar a Chuya que realmente estaba enojada—. Estaba pensando en ustedes dos... ¿Cuándo fue la última vez que Dazai se divirtió, o incluso yo? El año pasado esto no sucedió, el estaba ocupado con el trabajo y pase un largo tiempo arrepintiéndome de no haberme despedido.

Una sonrisa melancólica se hizo presente en su rostro y Chuya solo se dedicó a escuchar, no había nada que pudiera decir.

—Entonces recordé que esa última vez fue... hace algunos años... No quiero causar preocupaciones en ti porque tienes suficiente con estar ocupado pensando de que manera puedes hacerle cara a tus sentimientos —después de esas palabras, Akiko estiró su mano hacia el hombro de Chuya—. Solo lo  diré una vez: No lo dejes solo. Acepta tus sentimientos y confiésate como un verdadero hombre.

Las palabras de Akiko alcanzaron el corazón de Chuya, agitándolo y poniéndolo más nervioso de lo que ya estaba. 

—¿Por qué...? ¿Por qué me dices todo eso? —no apartó su mirada— Quiero decir... entiendo bien que quieres que esté con Dazai, pero si él no me corresponde, solo habré cumplido la mitad de tus palabras ¿Y que se supone que sucederá después de eso?

—Dazai no es estúpido —cruzándose de brazos—. Creo firmemente que esto terminara bien y cuando eso suceda, yo cumpliré mi parte de regresar a Yokohama y celebrar esto contigo. Chuya, creo en ti. Creo que eres un hombre maravilloso y sé también que Dazai se ha dado cuenta de eso.

Chuya chasqueó la lengua. No por enojo, sino que estaba creándose un conflicto interno porque aún si Akiko estaba segura que Dazai iba a corresponderle, en su mente las cosas funcionaban de otra manera y no podía hacer más que visualizar el momento del rechazo.

De cualquier forma, quiso mantenerse fuerte y no objetar nada. Mantendría el ánimo hasta el último día y haría lo que la mujer le pidió: sería hombre, se confesaría y afrontaría los resultados. Porque ese era Chuya Nakahara, un hombre que estaba adquiriendo la fuerte experiencia de amar a alguien tan complicado como Osamu.

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—Llegue en buen momento. No estoy de humor para escuchar a Yosano pedirme una revancha, es obvio que seguirá perdiendo.

Los dolores de cabeza de Dazai no terminaban, ahora tenía que lidiar con la presencia de otro de sus amigos: Ango Sakaguchi.

—No, en realidad... llegaste en mal momento —tomando la mano de Chuya, lo repegó contra él—. Porque ahora tenía planeado llegar a comer un manjar.

—¿Q-Qué? Bastardo...

—Que pervertido —ajustó sus lentes redondos—. Eso puede esperar, no es como si tu presa fuera a escaparse... ¿o sí?

 —¡¿Qué mierda estás diciendo?! —intentando alejarse, Chuya cuestionó.

—Por si no lo entiendes... Dazai está hablando en este momento de llevarte a su habitación, quitarte la ro...

—¡Ango, Ango, Ango! ¡Ya entendí! ¡Suficiente! —finalmente soltó a su platillo— Iré por un par de copas. ¿Quieres beber con nosotros, Chuya?

El pelirrojo lo pensó, en ese momento sentía que el corazón iba a salirse de su pecho por el coraje y la vergüenza.

Ese lentes de doctor... ¡¿por qué tenía que ser tan directo frente a ese bastardo?! ¡Ah, que verguenza! ¡Quiero matarlos!

—Tomaré esa expresión como un sí —dijo Dazai—. Siéntense, vendré en un momento.

—No tienes porque sentirte incómodo con mi presencia —habló Ango, evitando el silencio a toda costa—. Como dije antes, soy abogado. Si necesitas hacerle algo a Dazai, cuentas con mi apoyo.

Chuya lo pensó brevemente, estaba cien por ciento seguro que el chico se estaba burlando de él; no obstante, en momentos como ese no tenía más remedio que guardarse sus quejas y suspirar con resignación.

Ango se sentó en el sofá de una plaza, cruzó las piernas e inmediatamente los brazos; sus lentes redondos remarcaban perfectamente la seriedad en su mirada, y el lunar en la zona superior izquierda de sus labios pasaba desapercibido si no le prestabas completa atención. A simple vista, por su forma de vestir, Chuya hubiera deducido que no se trataba más que de un godín y ahora le resultaba un poco difícil tomárselo en serio.

—Me interesa saber como es que llegaste a vivir aquí... Digo, si no te incomoda hablar al respecto —nuevamente, Ango rompió el silencio.

Chuya tomó asiento en el sillón frente a la mesa de centro, recargó el brazo y frunció el ceño. 

¿A esta persona si debía decirle la verdad?

—Mi encuentro con Dazai solo fue una coincidencia, él...

—Si sigues mintiendo, ningún abogado va a tomarte en serio —interrumpió—... En realidad, sé porque estás aquí. Dazai es un viejo amigo, es imposible que no me haya dicho sus verdaderas intenciones hacia ti.

La mirada de Ango pasó de fulminar a Chuya a perderse en algún punto de la gran sala; parecía reflexivo, como si un grato recuerdo hubiera pasado por su memoria y quisiera repetirlo tantas veces para sentirse completo.

—De acuerdo —rendido—. Si lo sabes, no deberías ir con la gente preguntándole el porque.

—¿Te importa?

—¿Qué?

—¿Te importa Dazai?

Lo entendía.

Esa mirada de añorar algo lejano era la misma mirada que Akiko le había mostrado en el aeropuerto. 

—Eso... no es de tu incumbencia, lentes de doctor —giró el rostro, murmurando con vergüenza.

—¿Hah? —se inclinó hacia adelante al escuchar el apodo— Escucha... Claro que es de mi incumbencia, porque Dazai es mi amigo —un gran suspiro se escuchó después—. A tu al rededor solo vas a encontrar a gente preocupada por él... preocupados porque es un hombre inestable que no ha podido recuperar su vida después de eso...

¿Eso? ¿Se refiere a Odasaku?

—Cuando ellos empezaron a salir, le prometí a Dazai que yo me encargaría de divorciarlos en el futuro solo si él me lo pedía. Me siento mal por no haber cumplido mi promesa, porque algún ser divino decidió llevárselo... ¿Sabes cuáles fueron las últimas palabras que me dedicó?

Chuya negó con la cabeza.

Cuida de Dazai. No sabía a que se refería, no hasta que Dazai me informó que había pasado a un lugar mejor. No hay peor lucha en el mundo que perder a un amigo... a un mejor amigo... y no hay peor lucha que eso que no poder decirle que estoy feliz de haberlo conocido.

—¿Por qué me cuentas todo eso?

—Porque sé que a Dazai le importas. 

No era algo que no supiera porque Akiko se lo había hecho saber antes, pero seguía siendo tan sorprendente saberlo... Dazai no parecía ser el tipo de hombre que disfrutara estando con otros, mucho menos de demostrar afecto y contarlo al mundo.

—Entiendo —Chuya cerró los ojos y respiró hondo—. Ese bastardo es complicado y tenemos una promesa. Cuando llegué aquí detestaba todo esto, escuchar su voz era irritante por las mañanas y cuando abría los ojos al amanecer lo único que quería era salir de este lugar, pero ahora... Solo estoy confundido, o creo estarlo.

—Voy a decirte una cosa rápida. Entre nos, sospecho que nos está escuchando —se cubrió la zona de los labios para hablarle en susurro—. Decídete. Parecerá un hombre firme, pero en realidad es mucho más sensible de lo que parece... Creo que está en buenas manos contigo, dame el gusto de divorciarlos treinta años después.

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Su cabeza permanecía recostada en el pecho de Dazai, una posición algo incómoda puesto que nunca había hecho algo así antes; la mano de Dazai enredaba pequeños mechones de pelo rojizo en su dedo una y otra vez mientras los segundos transcurrían tranquilamente.

Dame el gusto de divorciarlos treinta años después.

—Es una tontería, ¿no? —pensó el pelirrojo en voz alta.

—¿Qué cosa? —el castaño frunció el ceño.

—Eh... Lentes de doctor dijo que quería divorciarnos en treinta años, ¿no es una locura? —una risa forzada se escuchó— No es como si en un par de años tu y yo estemos felizmente casados. No nos veo futuro.

—Atraes lo que temes, Chuya —respondió de mala gana.

¿Será que Dazai si nos ve felizmente casados? Eso... eso si es una locura. No... más que eso...

Los dedos de Chuya acariciaron el abdomen de Dazai, tenía que reconfortarlo de algún modo, quizá sus palabras habían sido hirientes. Ambos eran conscientes de sus sentimientos y cualquier oración mal dicha al respecto, sin duda, ocasionaba un conflicto.

Entonces, la mente del pelirrojo dio un salto en sus recuerdos hacia la noche anterior. Aún podía sentir el tacto de Dazai sobre su piel; le era imposible creer que ahora fuera él quien tuviera esos pensamientos sobre el contrario, pero en ese punto álgido de la relación negar lo que realmente sentía ya no era opción.

Sus dedos lentamente bajaron hacia la entrepierna de su almohada humana y, con mucho esfuerzo, exhaló el aire que estaba conteniendo por sentirse ansioso. 

—Vaya que eres un pequeñín muy travieso, ¿eh? —escuchó decir a Dazai.

—¿No quieres? —preguntó con tal seriedad.

—No me molesta si tomas la iniciativa. Somos novios, ¿cierto? Veamos que puedes hacer por mí.

El bulto en el pantalón de Dazai ya era difícil de ignorar. 

Chuya decidió aceptar el reto, quería experimentar cosas nuevas. Quería dejar que su mente volara y que le diera las indicaciones a su cuerpo de lo que tenía que hacer; su mano ágilmente quitó la hebilla del cinturón, desabotonó y bajó el cierre del pantalón. Sus dedos ahora podían tener un mejor acercamiento hacia el miembro del más alto, pero que afortunado sería si tan solo pudiera romper esa barrera y tenerlo para él.

Dazai comprendió ese sentimiento, porque las caricias de Chuya de un momento a otro comenzaron a sentirse indecisas. Fue Dazai quién le autorizó tocar más cuando bajó su pantalón y ropa interior. 

Chuya pasó saliva; lo que sentía en su cuerpo rebasaba los límites de la desesperación, temblaba ligeramente y sus mejillas se tiñeron de rojo. Pasó la lengua por sus labios, no estaba seguro de odiar convertirse en ese tipo de persona, pero ya no había marcha atrás.

Un par de caricias fueron suficientes para arrebatarle a Dazai un gran suspiro, el agarré en su cabello se hizo más fuerte, como si suplicara que le diera pronta atención con su boca. En ese instante, ambos ya empezaban a sincronizarse por el poder divino de Afrodita. 

Y cuando los labios de Chuya estaban tan cerca de cumplir la petición de Dazai...

... un molesto timbre sonó.

La expresión placentera en el rostro del pelirrojo cambió y alzó la cabeza para mirar al responsable detrás de esa imperdonable interrupción; Dazai tomó el celular y sonrió nervioso.

¿Sería extraño pedirle que continué mientras contesto?

—Ho-Hola, Mori-san... ¿no cree que está siendo un poco inoportuno? —respondió entre dientes.

—Aló, Dazai... Te necesito urgentemente en la oficina. Hay un problema que debes atender de urgencia —dijo la voz al otro lado de la línea.

—Del 1 al 10, ¿qué tan importante es? —cubrió su rostro.

—Un millón. Ven rápido, el cliente va a ponerse como una bestia.

Fueron las últimas palabras de su jefe, Ogai, antes de que la llamada finalizara. Chuya se alejó y optó por levantarse de la cama.

—Chuya, mi amor...

—Es tu trabajo. Fue mi culpa, sabía que algo así pasaría.

El pelirrojo le dio la espalda, no estaba dispuesto a que viera la peor de sus expresiones: la vergüenza.

—Podemos continuar cuando regrese, lo prometo.

—Buena suerte.

—Chuya...

—¡Sólo sal de la habitación! ¡Me incómodas!

—¡Ya entendí! ¡Ya entendí! —se apresuró a subirse el pantalón, ese aura en Chuya solo significaba que iba a ser golpeado si no abandonaba el lugar en ese momento.

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