Un contrato de amor

By IvoPualo

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Los destinos se cruzan sin darnos cuentos. A veces es necesario frenarse un momento y mirar nuestro alrededor... More

Asi soy yo
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 3

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By IvoPualo

Otro día más de mi vida había empezado. Un día que no quería que llegue por ahora. La alarma de mi celular sonó tan fuerte que me levante de un salto de la cama. Saque las sabanas que me tapaban y apoye los pies en el gélido frío del suelo, y recorrí mi cabello con mis dos manos. En ese momento no quería saber nada con volver a trabajar.

Por fin me pude levantar de la cama, deje el sueño escondido abajo de la almohada para volver a usarlo a la noche. Hice unos pasos cortos y tranquilos hasta llegar a la puerta del baño, antes de entrar golpee la puerta con los nudillos, y mi padre grita de adentro que se estaba afeitando. Para esperar que se desocupe me apoye sobre la pared del pasillo, levante mi pera y deje que mis pensamientos hablen por su solo. Un mensaje de Brad me interrumpió diciendo:


Brad: Hola, ¿estás despierta?

Yo: No, estoy dormida

Brad: ¿Te paso a buscar más al rato?

Yo: Vale, te espero.

Brad: besos, te amo


Decidí no contestarle, ya que hacía varios días que Brad no estaba nada bien conmigo. Estaba distante y poco caballero conmigo. Cada momento que pasaba con él era eterno, y por ahí estábamos 5 horas mirándonos las caras sin decir ni una palabra. Las veces que estábamos con nuestros amigos, cada uno hacia la suya.

Al fin mi padre había salido, así que cuando entre, me saque el pijama y abrí el agua caliente para ducharme. Un bostezo salió desde muy dentro de mí y grite como si me estuvieran matando. No eran modales para una chica, pero que más va, yo soy quien soy.

El agua recorría mi cuerpo llegando hasta el final de mis pies, el cuerpo se me liberaba de todo el cansancio. Agarre el Shampoo, lo puse en mi mano y lo refregué sobre mi cabello, dejándolo limpio y con brillo. Al cabo de unos treinta minutos ya había terminado de asear me. Y dirigí a mi habitación para vestirme. Suelo llevar la remera y pantalón de trabajo a la confitería para que no me vean caminar vestida de esa forma, pero esta vez me daba igual si me veían o no, total me iba a llevar Brad y quizás me pasaba a recoger.

Baje a la cocina y de la heladera que estaba a la derecha, saque una botella de leche, de una puerta agarre los cereales y los eche en mi tazón negro. Con la cuchara revolví hasta que se ahogaban los cursis ositos azucarados, y llenaba la cuchara con esa mezcla tan deliciosa, de bocanadas grandes me comí todo en un abrir y cerrar de ojos.

Un día largo me esperaba con los brazos abiertos, dejándome atrapada en ese lugar deprimente. El primer día de trajo después de unas cortas vacaciones. Que emocionante.

El rugir del auto de Brad se sentía cuando doblaba la esquina, y la bocina no tardo en sonar en la puerta de mi casa. Cogí el móvil que deje sobre la mesa y lo guarde.

Esa mañana el sol estaba asombroso. Y Brad me sonreía apoyando su brazo sobre la puerta de su coche. Entre pasos me revolvía el cabello y me miraba en el reflejo de la ventanilla.

Las pocas nubes que estaban flotando sobre la inmensidad decoraban el paisaje tan abrumador de una cuidad en movimiento. Las bocinas de

Esos ansiosas personas retumbaba dando apuro al que las escuchara.

Abrí la puerta de ese Ford descapotable y me acomode en su firme asiento. Con esa media sonrisa de galán de cine Brad me saludo tan amable, como si se hubiese levantado feliz. Una falsa imagen para un chico con el pasado más oscuro para alguien.

Desde que era chico, sus padres eran adictos, y su hermano mayor lo usaba para los mandados. Triste historia con final trágico. Donde su padre murió cuando el tenia unos trece años, y la vida le regalo un giro extra en la ruleta. Su destino cayó en la rebeldía y en la agresividad con la persona de su mismo sexo. Pero en fin, ahora es el renegado del lugar, el chico al que temen por su prontuario malvado.

Sin más vueltas lo mire a los ojos y le dije que arrancara su chatarra.


- ¿Nos levantamos mal? - Pregunto queriendo molestarme.


- No, solo que tengo ganas de que este día y los otros terminen lo más rápido posible. - conteste revoleando los ojos.


- Vale, pero tranquila que no te he hecho nada.


- Hace días que estas raro, tratas de evitarme y esas pendejadas. - le dije evitando mirarlo.



Comenzó a reírse de tal forma que subí el volumen al máximo. Baje la ventanilla y deje que el aire entre para calmar el ambiente. Como de costumbre piso el acelerador para destacarse de los demás sin razón alguna.

Doblo a la derecha y tomo una calle donde los autos se ausentaban. Freno en la esquina a unas cuadras de mi trabajo y me clavo la mirada sin parpadear. Esos segundos de tensión se hacían muy largos. Saco un cigarro y lo sostuvo entre sus labios, abría y cerraba la tapa de su encendedor y volteo la mirada hacia adelante.

Una montaña rusa de sensaciones pasaban en ese momento por mi cabeza. La idea de que me vengan con sermones, ya me ponía de mal humor. Pero sin esperar más, soltó un suspiro que acompaño su simpática risa. Decidí mirar hacia un costado y no prestarle atención. Más allá de todo, sinceramente estaba medianamente feliz. Mire la hora de mi móvil y ya estaba por llegar tarde.



- Dime una cosa - dijo muy calmado. - ¿Quién es ese idiota con el que te estás viendo?


- ¿Qué? - Pregunte.


- Ah, ¿no sabes de quien te hablo?- me contesto irónico.

Negué con la cabeza.


- Linda, sabes que los rumores aquí andan como fantasmas. Y no tarde en enterarme que uno nuevo recién llegado intenta coquetear te - Al fin encendió el cigarro y me largo el humo en la cara.


- Tú hablas de Colin. Claro. Ahora entiendo. ¿Estos celosos? - pregunte mientras soltaba una risa fuerte.


- Para nada, sabes que no soy así - Su voz aumentaba aun mas.


- Entonces cállate y llévame - lo interrumpí. Nuestras miradas chocaron y comenzó una mini competencia para ver quién era el que cedía primero. Los minutos pasaban y yo aun en ese maldito auto esperando que Brad decida llevarme. Odio hacer eso. Odio esperar.


- Como digas. te veo con ese tal Colin y ya sabes lo que pasa cuando alguien intenta acercarse a ti - antes que llegue la mitad del cigarro lo tiro por la ventanilla haciendo unas chispas sobre el pavimento.


- Claro, ahora queda en ti, si pasas vergüenza peleando con él. A demás es guapo - y volví a reírme en su cara.



La situación cada vez estaba empeorando, le veía la rabia en sus ojos que desbordaban. Ya no aguante ni un segundo mas, y de un empujón abrí la puerta para bajarme. Dos segundos de ventaja tuve para que el se bajara rabioso, quizás ese comentario me lo tenía que haber guardado. Pero qué más da.

Di unos pasos ligeros para alejarme lo más rápido posible y de unas zancadas fuertes llego hasta mí. Gritando mi nombre agarro mi brazo izquierdo con fuerza y de un tirón me volteo dejándome a dos centímetros de su cara. Le partiría la cara si no fuese que estoy apurada.



- No te lo vuelvo a repetir, no te quiero ver más con ese infeliz. - Dijo repleto de furia.


- Déjame es paz Brad, me tienes cansada con tus estupideces. - No tarde en contestarle. Intentando que me suelte.


- Tu vas a hacer lo yo te digo. ¿Vale?- Volvió a decir sin bajar su voz.


- Suelta me! - Grite, y le pegue una bofetada en su mejilla. Apretó con más fuerza mi brazo y me quiso subir al auto.



El suave motor de un auto nuevo se escuchaba llegar, las ruedas giraban apuradas chillando. Aun seguía luchando con ese idiota para que me suelte mientras me gritaba al oído.

Sentí las ruedas de ese auto frenarse dejando una marca de caucho en el asfalto. El sol no me dejaba ver quién era el tipo que se acercaba hasta donde estábamos nosotros. Pero sus pasos acelerados hacían que mi corazón latiera a su mismo ritmo.

Vi un brazo acercarse hasta la mejilla de Brad, en un abrir y cerrar de ojos estaba tirado en el suelo. Cuando miro fijamente, ahí estaba el intentado salvarme de nuevo. Y otra vez más volvió a golpear su cara con su puño, Brad a desesperado intentaba agarrarlo del cuello pero Colin no se dejaba. Fue una pelea intensa para Brad. Nunca había visto que le peguen más de 3 veces seguidas y lloriqueando como niña pedía que ya lo dejara en paz. Pero Colin lo detuvo unos segundos en el suelo para mirarme y decirme que me suba a su auto. Asentí rápido y corrí hasta donde estaba, abrí la puerta y entre. Ahí estaban los hombres peleando por mí. Me sentí importante en ese momento, pero no supe si lo hizo por algo especial. Mi cabeza no dejaba de pensar en ese momento horrible que estaba viendo. Replicaban las imágenes en mi cabeza de la pelea. Y Al fin se separaron. Unas lágrimas rojas recorrían la cara de Brad. Sus pantalones sucios con la tierra de la calle y Colin parado apuntándolo con los dedos.

La estación de radio que sonaba era muy distinta a mis gustos, la melodía tranquila hizo que mi corazón deje de sufrir palpitaciones extras. Volvió hacia el auto con sus pasos firmes y abrochado se unos cuantos botones de la camisa que se habían desprendido. Las venas de sus brazos hacían verlo muy fuerte y más sexy. Se sentó al lado mío y piso los pedales para seguir adelante.



- ¿Estas bien? - preguntó.


- Si, no hacía falta que me defiendas- conteste mirándolo de reojo.


- Perdón, pero debí hacerlo.


- Gracias de nuevo.


- ¿A dónde te dirigía? - Pregunto muy interesado.


- Iba a trabajar en la cafetería.


- Bueno, no me cuesta nada acercarte. A demás estoy de paso - bajo un poco el volumen y miro mi brazo - Deja me ver eso- estirando su mano.


- Está bien, no pasa anda. - dije mientras apoyaba mi mano en la suya. - Ya va a quedar normal.


- Me parece que te voy a tener que enseñar unas técnicas para que no dejes que te vuelvan a agarrar. - Dijo entre risas.


- No es necesario. Solo que no pensé rápido en ese momento.


- ¿Aquí está bien? - dijo estacionando el carro al frente.


- Gracias de nuevo - le conteste y me baje.



Se quedo mirándome hasta que abrí la puerta de vidrio y desaparecía entre la gente que estaba allí adentro. Volvió a marcharse y hasta que las paredes me permitían lo seguía con la mirada.


Mis compañeros de trabajo estaban en sus lugares y sin dar revuelo de mi llegada, cada uno levanto la mano para saludarme. Mi jefe esa mañana no había llegado, así que me salve de sus regaños. Esa mañana la confitería se había llenado de personas extrañas y por lo que veía, había mucho trabajo. No pensé más y camine hacia el baño de damas para ponerme la remera que llevaba bordado el nombre del lugar. El rechinado de la puerta tras un tropezón hizo que las miradas se enfoquen en mí como un bicho raro. Y para no prestarles atención me termine de prender el delantal verde. Tan mal me veía con ese atuendo espantoso que parecía una planta mojada. Si hubiese sido más lindo, seguramente una sonrisa cada dos horas soltaría por ahí. Sin más vueltas agarre mi libreta y de pasos ligeros llegue a la mesa cuatro que estaba al lado de la columna del fondo.


- Hola, ¿qué les puedo servir? - pregunte rebajando con la mirada a la chica que estaba con su novio.


- Puedes traerme dos malteadas de chocolate con nueces. - me contesto el muchacho que portaba una remera de leñador.


- Claro- respondí mientras anotaba lo que me iban dictando. -¿Algo más? - seguí diciendo.


- Pues. Ya que lo dices - dijo queriéndome coquetear. - Un unas barras de azúcar.


- Ya les traigo su pedido - Y voltee los la mirada rápidamente. Me da repugnancia la gente que intenta hacer eso conmigo. Bah. Si no saben hacerlo bien.


Camine con la libreta en mi mano que se balanceaba hacia adelante y atrás repetidas veces, con la mano que tenia libre me acomodaba el cabello que me molestaba. Y abrí la puerta de la cocina. Ahí estaba Petter, el mejor cocinero del mundo. Y no tardo en darse vuelta para saludarme con voz alta.


- Hola Linda, ¿cómo has estado?


- Hola Petter - conteste rechazando todo tipo de conversación.


- Me parece que alguien tuvo un mal día - dejo al frase en suspenso. No tardo en clavarme la mirada de reojo.


- Me parece que alguien se va a ganar un puñetazo en la cara - y le devolví la mirada. Los chicos no tardaron en gritar replicando lo que había dicho.


- Ven para acá Linda - me dijo Petter en un tono cariñoso. Y me extendió los brazos. - Te extrañe mujer.


- Yo también amigo - y extendí los brazos acercándome a él.


Entendía bien su orientación sexual, ya que también sus pasteles son los más deliciosos de todos. Gracias a eso siempre me lleve bien con él desde el primer día. Fue el único chico que nunca se me acerco con intenciones. Con el puedo hablar de lo mas asqueroso y no sentirme incomoda. Sus consejos siempre fueron los más acertados y ahora voy a aprovechar para platicar de un tema que me inquieta.

Cuando estábamos a unos centímetros de distancia le susurre al oído << Tenemos que hablar >> y rápidamente tomo eso como una caso de suma importancia. No tardo en asentir y guiñarme su ojo celeste. Una cualidad muy rara es que Petter tiene uno ojo celeste y otro marrón. Como si sufriera miopía y se colocara un lente de contacto. Llama la atención verlo fijamente.

- Toma, has esto para la mesa cuatro - le entregue el papelito con el pedido y me marche a llevar un pedido vegano para otra mesa.

Vi a unos ancianos comiendo papas fritas y no pude contener la sonrisa. Ver y luego imaginarse a esa pareja tirarse de un paracaídas a cuatro mil metros de altura. Deje la fantasía de lado para poder entregar ese pedido y retirarme luego a la cocina.

Una vez ahí adentro Petter me entrego el pedido para la pareja y nuevamente con pasos lentos fui hasta ahí. Gritos silenciosos se escuchaban claramente, la discusión de una cursi pareja de telenovelas se volvía inquietante. Camine más lento para que me vieras llegar así se tranquilizaban. Ahí fue cuando el chico se levanto de su silla, dejo el dinero en la mesa con propina de más, y de pasos ligeros salió de la confitería. La histérica novia lo perseguía más lento gritándole que era un idiota, y echándole en cara muchas cosas. Yo quede petrificada con la bandeja en la mano y mire la mesa donde tome su pago. Una hoja blanca había quedado con un número telefónico escrito de color rosa. No dude en pensar que ese era un traidor. Una nube negra se acercaba en mi mente. Y fotografías de Brad discutiéndome se reflejaban en mis ojos.

Hice un puñado el dinero y se lo deje al estúpido de Matt (el encargado) sobre el enorme mostrador rustico.

Escuche un silbido y al darme vueltas vi una mano al fondo que me llamaba. Camine para atenderlo y cuando llego más o menos cerca, como a unos 14 pasos, veo a Colin sentado con una mano apoyado en la mesa y la otra en su móvil. Levante una ceja y lo mire a los ojos.


- Deja de seguirme - dije.


- Esta bien, dime donde hay otra confitería por aquí - dijo y largo una risa.- ¿Me tomas el pedido o llamo a otro? - siguió mirando el móvil.


- Dime que desea caballero - le conteste media molesta.


- Déjame lo que tienes ahí, justo eso me apetece en este momento - miro la bandeja. - Y otras cosas. - dijo en voz baja.


- ¿Qué? - pregunte sabiendo lo que había dicho.


- No dije nada - no despego ni un segundo la mirada de la pantalla que brillaba con intensidad.


Le deje una malteada en la mesa y me retire mirándolo cada cinco pasos. Ni tuvo el coraje de mirarme más de un segundo.

Abrí la puerta para volver a la cocina y mis cachetes estaban colorados, como si el fuego de las leñas de una fogata me diera directamente a la cara. Mire a un costado y Petter me observo con curiosidad. Dejo lo que estaba preparando y camino rápido a donde estaba parada.


- Lo vi todo, ya se dé que me quieres hablar - me dijo al oído.


- ¿Qué? - pregunte haciéndome la distraída.


- Eres tan obvia. Ya vamos a hablar - y se marcho nuevamente.


Por dentro pensaba << Este nunca se equivoca >>. Solo con verme la cara se daba cuenta de todo.


Mire el reloj y el tiempo se había tomado vacaciones.

Cuando me asome por la ventanilla de la puerta vi a Colin sentado en la misma mesa, de la misma forma con la que lo atendí y su malteada seguía a media. Había pasado una hora y seguía muy concentrado.

Esta vez estaba enfocado en un cuaderno. El lápiz iba y venía sobre la hora de papel.

Retome mi trabajo nuevamente y al cabo de una hora me volví a asomar por la ventana y ya no estaba. Corrí para ver donde se había ido. Ya que no me había pagado el trago. Cuando asome mis narices, enojada y con pasos ligeros, lo vi parado al lado del mostrador. Saco su billetera de cuero negro y le entregaba a Matt unos billetes. Di media vuelta para irme, ya mi horario había terminado. Este día trabajaba tres horas a la mañana y debía volver a la noche dos horas antes que cierre.

Cogí mis cosas que estaban en un casillero de metal pintado de rojo y me fui a cambiar. Cuando termine corrí para la salida y justo cuando estaba por abrir la puerta de vidrio, Matt me llamo y me hizo unas señas con las manos.


- ¿Que sucede? - pregunte apurada.


- ¿Ya te vas? - pregunto Matt.


- Si, ¿Que necesitas? - y miraba a la puerta para que se dé cuenta que me quiero ir y que no me interesa lo que me diga.


- Toma esto - estiro una mano cerrada como agarrando algo. - Le recogí lo que me dio y me lo guarde en el bolsillo de mi pantalón sin ver que era.


Abrí la puerta y deje que el sol me golpeara la cara, achique los ojos y baje la mirada. Saque mis lentes oscuros y me los coloque de forma sexy.

Mire a la derecha sin algún punto fijo y luego voltee la cara nuevamente hacia el otro lado.

Metí las manos en mis bolsillos traseros y camine con pasos firmes y pisadas autoritarias, mi mente estaba despejada. Mi celular sonó con un tono espantoso, la melodía polifónica que alguien había creado por casualidad. Di unos pasos por la acera mirando el celeste cielo que acompañado estaba por esas nubes negras y molestas que no paran de hacerle cosquillas para que explote de emoción y nos caiga unas leves gotas cristalinas que cubrirían de emoción a esas plantas que inquietas estaban para salir corriendo hacia algún lugar.

A cabo de unos segundos las bocinas de los autos volvieron a la vida, dando inquietud al que las escuchara claramente. Anunciando que ha vuelto la monótona rutina de la vida. Saque mi móvil de carcasa negra, y a continuación retire los enredados auriculares rojos y lo enchufe en la ranura correspondiente. Acomode los tapones en mis oídos y apreté <Play> a esa canción que estaba puesta. La música acompañaba mi andar, unos golpecitos con una mano en el pantalón daba ritmo al exterior. Un paseo por el lugar que siempre había visto aburrido se convirtió en una odisea espectacular. Serían las nuevas experiencias o quizás unos simples sentimientos que habían vuelto después de tanto tiempo.

De chica siempre soñé con tener una amor real, luego de mis malas experiencias me he dado cuenta que solo eso existe en el mundo del cine. Como esa bella princesa que se duerme por mucho tiempo y un príncipe la despierta de un beso, no cualquier beso, por lo que tengo entendido, ese beso es el más real que alguien le pueda dar. Sin más revuelos, mi vida se acomodó para que todo eso quede guardado en un cofre que enterré hace mucho tiempo.

Vi mis pasos que iban medios chuecos, se tambaleaban cuando la punta del pie llegaba a lo más alto. Quizás sea por el mismo cansancio de haber estado parada todo este tiempo en el trabajo. Mis manos se balanceaban como una hamaca. El aire de ese día estaba bastante fresco, y el sol no hacía mucho para no ver a la gente sufrir. Divise mi casa a la distancia de una cuadra y media. El carro de mi abuela estaba estacionado en la entrada del garaje. Y mis vecinos estaban contemplando la preciosura de un balón con casquillos relucientes. El coraje de patearlo lo más alto posible para sentir el aire rebotar en el gélido asfalto y replicar ese momento. Ahí es cuando un niño de tan solo ocho años me lanzo el esférico sobre mis pies y de una patada se lo devolví despacio y sin fuerza, le había dado con el empeine de mi pie izquierdo. Y ellos corrieron en forma contraria de la pelota.

Le di pausa la música y me saque los cascos que me dejaban aislada del mundo. Sin acomodarlos los guarde nuevamente en el bolsillo de mi pantalón y mire la pantalla que alertaba con una luz fuerte la presencia de un mensaje de texto. Cuando observe quien era el remitente, no dude meterlo rápidamente sin leer lo que escrito estaba. Pensé que hoy era un día de estar distante de todos, y enfocarme a mis familiares que con sorpresa se hicieron presencia. Un previo pestañeo me dio el aliento necesario para abrir la puerta de madera lustrada y barnizada. Una vez adentro, la anciana de unos setenta y tres años, con cabello blanco y unas minúsculas arrugas que mostraban ternuras en su rostro. Camino con pasos apresurados y beso mi frete, acompaño ese gesto con unos pellizcos en mis mejillas y un saludo que revolvió mi infancia. Hacía ya unos largos años que no los veía, ya que su humilde casa estaba bastante retirada.

-Linda, ni hermosa nieta. ¿Cómo has estado? - pregunto alegremente.

-Abuela - Grite- Tanto tiempo. En ese momento deje de ser la molesta chica de poca tolerancia y retrocedí unos trece años.

- Te extrañe mi muchacha, mira lo grande que estas, mira esos pelos revueltos, necesitas un peine - y se echó a reír.

- ¿Qué hacen aquí? - pregunte inquieta. Con una sonrisa en la cara.

-Pasamos a visitarlos, ¿Esta mal que hagamos esto?, ustedes ya no van para allá.

-Qué alegría verte, ¿y el abuelo? -pregunte sin más vueltas.

-Está en el patio con tu padre, vamos a saludarlo - dijo y envolvió mi brazo izquierdo.

Caminamos lentamente. Pasamos por la cocina donde mi madre estaba cortando unas papas, para freírlas con su magia. De su delantal saco una tableta de chocolate. Ya sabía mis gustos así que no me sorprendió. De un beso en la mejilla le di las gracias y con una sonrisa le devolví el fervor de ese gesto. Cuando pasamos la puerta blanca que daba al jardín trasero, lo vi a mi abuelo sentado en una mecedora vieja que rechinaba al balanceo. Lo mire de lejos y contemple los segundos que llegaba hacia él. Es un hombre tan jovial que da placer escucharlo cuando habla. Sus anécdotas que nos contaba una y otra vez ya se hacían más interesante, a medida que pasaban los años entendíamos más lo que nos trasmitía, y quedaba en nosotros si seguir esos pasos o dejarlos de lado.

-No te levantes - dije mientras con sus escasas fuerzas se quería mover.

-Mi niña. Que grande estas - dijo con unas lágrimas en sus ojos.

-Abuelo. Mírate, más joven que antes - le dije para que se siente con la vitalidad de siempre. Los años habían pasado fuerte por ese cuerpo tan iluminado. Y ya estaba bastante encorvado por lo que observe en su espalda. Lo abrace de costado, apoyando mi trasero en el apoya brazos. Miro mi cara y apoyo su arrugada boca en mis mejillas, y luego sentí el ruido tan particular que solamente el tenia cuando te besaba.

-Los extrañe mucho - dije mirándola a mi abuela y con mis brazos rodeados al anciano pero joven hombre que estaba sentado.

- ¿Cómo te fue hoy Linda? - pregunto mi padre sin sacar la mirada de la parrilla, donde se asaban unos pedazos de carne junto a unas salchichas caceras.

-Bien pa - conteste con una media sonrisa de costado.

-Y tu abuelo, ¿cómo andan tus libros? -le pregunte.

-Ahí andan, contesto mirando al gran árbol que teníamos en el patio. - Las palabras quedaron solas, y sucias por no seguir acompañándolas. Mis setenta y ocho años vinieron de un día para el otro, y mis manos tiemblan al escribir sobre el papel. Pero mi cabeza esta espectacular, más lucida que nunca, ahora como ya no escribo mucho, me guardo los secretos - dijo y se echó a reír.

-Siempre me gustaron tus historias-le dije mirándolo fijo a los ojos. - Quiero que algún día me vueltas a contar alguna.

-Claro mi niña - dijo. - Como negarse de los más lindos cuentos a la mujer más hermosa del mundo. Ya sabes dónde queda mi casa, cuando gustes ya sabes que estas más que invitada.

-Vale. Iré c cambiarme y ya vuelvo. -Le dije mientras desenvolvía su gran espalda. Toque su calva cabeza y camine hacia mi habitación.

Cuando subí las escaleras, recordé esos momentos donde nos sentábamos en el sillón que estaba al frente de la chimenea y comíamos dulces mientras mi abuelo nos deleitaba sus más prestigiosas poesías. Luego seguía con los cuentos para niños y unas cuentas anécdotas de cuando era joven. Mi abuela y yo aplaudíamos a ese abuelo que todos hubiesen querido. Era mi cómplice en mis travesuras. Cuando algo me salía mal, él estaba presente para cuidarme y para hacerse cargo de todas mis travesuras. Él fue quien me enseño a conducir, Quien armo mi cometa más fabulosa y la elevo a lo más alto del cielo para que con mi fuerza la mantenga volando. El me mostró su caja donde guardaba las cartas que se mandaban con mi abuela, ya que ellos Vivían en lugares muy alejados. Y sus vivencias se las escribían dos veces al año. Siempre me sorprendí de ese amor que se tenían.

Cuando me despoje de mi incomoda ropa, y me puse algo mas cómodo. Revise el papel que Matt me había dado. Lo sostuve con mis dos manos y mire lo que estaba escrito. Había un número de teléfono. Alguien le había dejo su número para que me lo entregase a mí. La incertidumbre se había colocado en mi cabeza como una pesada piedra. No le di mucha importancia en ese momento y se lo devolví al bolsillo.

El almuerzo estaba listo, la meza estaba en el patio, y el ambiente estaba adornado con las plantas de mi madre. Alguna que otra muy colorida. El mantel preferido de mi padre estaba colocado sobre la madera, y los platos alineados perfectamente con sus respectivos cubiertos, Los vasos al frente de cada comensal. Me ate el pelo como si fuese la cola de un caballo. Y deje mi cara descubierta de todo el maquillaje. Mis abuelos se habían puesto unas camperas enormes. Como si estuviesen a punto de partir hacia el polo norte. Y mi padre tenía el delantal que decía ¨El mejor papá del mundo¨. Con la comida en una bandeja se acercó, y di el primer aplauso para agradecer su manjar. Las grandes ensaladas de mi madre estaban puestas sobre la mesa. Y las papas fritas estaban muy cerca de mí. Deje que unos segundos para dar las gracias por tener alimentos un día más. Ya todo listo nos devoramos todo con tanto gusto que quedamos tirados de panza arriba. Ya sentía que mi pupo iba a salirse. Y me reía por dentro de haber comido tanto. Un loro se posó sobre la ventana de mi casa. Y nos hablaba con sus alaridos tan molestos. Justo cuando no dejaba de observarlo tomo vuelo hacia algún destino. Mire al cielo y una nube negra se puso justo en nuestra cabezas. Anunciando que estaba a punto de llover. Después de unos cuantos minutos, la primer gota cayó sobre mi frente. Luego la acompañaron varias más. Y así corriendo todos entramos a la casa. Mire el mejor y marcaba las cuatro y media. El horario justo para mirar la televisión. Pasaban un programa que unos chicos tenían que superar pruebas para poder ganarse un fajo de billetes. Con sus grandes dotes algunos no llegaban a ningún lado, y otros terminaban todo a la perfección. Sin decir más nada, me escabullí despacio y me senté en el cómodo sillón. De estar tan relajada me fui al sueño más profundo. Y los sueños comenzaron s surgir como grandes ideas. Los ruidos ajenos no me molestaban. La lluvia me hacía relajar mucho más de lo normal. Ya que sabía que nadie iba a molestar.

Mi madre al cabo de unas horas me despertó con su mano y una manta me cubría por completa. Ya el sol se había escondido y la luna estaba por encima de todo. Las ocho de la noche me dejaba en claro que ya tenía que marchar hacia la confitería para terminar el día. Volví a guardar esa muchacha tierna y saque la Linda que todos conocían. El tiempo del recuero quedo atrás. Y la ira de todo lo que he vivido resurgió de lo más dentro de mí. Coloque mi cara en donde estaba y me fui a cambiar con esa ropa que me hacía ser una más del montón.

Corrí unas cuadras largas y me detuve porque un auto pasaba tocando bocina. Cuando vi por la ventanilla, la figura de un idiota estaba con el volante en mano. Y de un silbido me llamo para que entrase a ese carro.

-Ven, te llevo. - dijo Brad.

-Ya estoy cerca, puedo sola - conteste cortante.

-Ven, no te hagas de rogar - insistió.

-Déjame en paz Brad. -le grite junto a un insulto.

-Vete al carajo- y subió la ventanilla. Hizo rechinar las llantas en el asfalto y se largó a gran velocidad.

La lluvia había terminado pero había quedado un tranquilo viento helado. Sin darme cuenta de la presencia de un charco, metí mis zapatillas justo donde estaba y quedaron todas mojadas. El agua que sobraba salía por los agujeros que tenía. Y dejaba el rastro de mis pisadas. Cuando vi la luz de ese infierno dude en entrar. Pero qué más da, dije por dentro.

Todo estaba en orden, muy pocos valientes habían salido esa noche. Algunos estaban cenando y otros solo pasando el tiempo. De a 'poco mi cuerpo se calentó con el calefactor que tenía la confitería. En la cocina estaban refugiados los mozos, las charlas que tenían parecían muy divertidas. Y las mujeres que trabajaban conmigo se arrinconan contándose sus secretos. Esas cosas que las chicas aniñadas hacen.

Vi a Matt llegar a la cocina y al verme sin el delantal me regaño. Cuando me lo puse, fui hacia donde estaba buscando unos papeles en un armario de metal. Y no dude preguntarle sobre lo que me había dado.

-Matt, Escucha- le dije tocándole el hombro.

-Dime Linda - contesto sin mirarme.

- ¿Quién te dio ese número de teléfono?

- ¿Qué número? - contesto sin saber lo que le decía.

- ¿Te acuerdas el papel?

-Claro. Claro. - Me interrumpió.- Me lo dio ese chico que estaba en la mesa cuatro. Me dijo que te lo de sin que nadie se entere.

En ese momento supe que era Colin. Me había dejado su número de teléfono. Segundo que ha querido coquetear conmigo.

-Dijo que lo llames de inmediato. Era urgente- volvió a decir y se marchó a su puesto.

En ese momento no estaba Petter para que le contara. Y mi móvil había quedado en mi casa. Una mala racha había estado pasando desde que me fui de mi casa.

Ese turno de trabajo era el mejor, ya que nadie venía a esta hora a molestar. Así que la hora se me paso rápido.

Cuando regrese a mi casa, sin saludar me marche a mi cuarto y llame a ese número. Pero el contestador me saltaba en cada intento. Volví a marcar y de nuevo no me daba. Cuando me estuve por dar por vencida. Termine de escuchar el mensaje que tenía en contestador de Colin. Y su voz alegre decía << En estos momentos no estoy, acabo de salir por unos meses. Deja tu mensaje que cuando vuelva me comunico, si no es tarde>>

Sentí una depresión por dentro, una angustia que no dejaba pensar. Después de tantas cosas que hizo por mí, quizás necesitaba un favor, o yo que sé. No dude que ese mensaje lo dejo por mí. Pero solo supe que era tarde. Colin se había marchado.

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