CAPÍTULO 4

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-¿Dónde has estado? Hace rato que te estoy esperando.

-Ya salgo, me he demorado en buscar los patines.

- Vale, te espero un rato más - conteste revoleando los ojos.

- Besos amiga.

- me contesto y colgó el móvil.

Esa mañana esta espectacular. Llevaba una blusa de color blanca con estampas en negro, un short de jeans azul con los flecos que se forman cuando ya hace tiempo que lo has cortado. Y los patines muy psicodélicos que me había comprado. Un minúsculo rayo de sol pasaba por el vidrio de mi ventana sin pedir permiso. La radio local le mandaba saludos a todos sus oyentes y entre medio ponían canciones que nunca llegaban al estribillo. Solté mi celular sobre la cama dejando que de unos cortos saltos. Cuando reposo tranquilo la pantalla se encendió mostrando las últimas llamadas realizadas por mí, debajo de la que recién había realizado estaba la de Colin. Cuando terminaba mi jornada y me escondía en la cama ya lista para dormir, lo llamaba. Pero el maldito contestador volvía a decirme lo mismo una y otra vez. Aun así seguía insistiendo con la mínima ilusión de que contestara mis llamados.

Saque la mirada y lo volví a dejar, esta vez con la pantalla hacia abajo. Mi madre grita mi nombre a todo pulmón. Corrí como si algo malo hubiese pasado. Pero cuando llegue a la puerta, me esperaba con un sobre en su mano. Ya sabía lo que me esperaba. La semana pasada estaba con mi coche dando paseando a altas velocidades y un auto de color negro se puso al frente mío, no alcance a pisar el freno y lo choque en un costado. Dejando mi coche muy mal, el frente estaba destrozado, las ventanas se me rompieron. La policía no tardo en llegar y culparme a mí como su hubiese cometido un crimen. El conductor del otro auto era el hijo del juez. Esa mañana me llego la carta de la policía diciendo que me tengo que presentar a declarar como si hubiese cometido un crimen. Y como si fuese poco, le tenía que arreglar la mitad del auto. Y mi situación económica no me está ayudando.

Deje la carta sobre un estante que mi madre lustra todos los días. Es el primer objeto que vez cuando entras a mi casa. Cuando ya estaba más relajada. Cara llama a la puerta con un toc toc muy particular. El hermoso día me volvió a sonreír, y nos escapamos por un rato hacia alguna parte con nuestros patines.

-Perdón amiga. Perdón por tardarme.

- dijo con cara de perro mojado.

- Está bien. Siempre haces lo mismo

- le respondí y nos abrazamos.

- ¿Vamos ya?

- Vale. Espera que busco algunos billetes.

- y corrí en busca de mi salvación.

Las ruedas comenzaron a rodar por el asfalto. Me deslizaba como una profesional, ya que de chica había hecho patín durante cuatro años. Los ancianos estaban contemplando las plantas de su jardín. Mientras que los hombres estaban leyendo su periódico matutino. Cuando cruzamos la calle no tardo en preguntarme sobre las llamadas.

- ¿Sigues llamándolo?

- dijo mirando el sol.

-Sí, pero aun no contesta.

-¿Hace cuanto se fue?

-Un mes y medio. Y mira, todavía sigo con la duda de que quería antes de irse.

- Seguramente se te iba a declarar. Típico de hombres. Te ilusionan y luego se marchan.

- Decía mientras pasaba por detrás mío tocándome el pelo.

-No creo, no sé si está interesado en mi.

-Eso no te puedo decir, no lo conozco todavía. Mira qué hermoso tienes el cabello

Un contrato de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora