Recorrimos parte de la isla en moto con el atardecer rosado de fondo y la brisa del mar acariciando nuestros cuerpos. Estaba sintiéndome viva, en mi cabeza resonaba mi canción favorita y mi piel iba erizada. Apoyé mi pecho contra su espalda y me relajé, aflojé la fuerza que ejercía sobre su torso y cerré los ojos mientras Oliver aceleraba por la carretera con vistas al mar.
Habíamos decidido hacer algo de turismo por la ciudad antes de que anocheciera, aparcamos la moto en el casco antiguo y recorrimos las calles a pie. Todo estaba iluminado, la gente iba y venía y nosotros, agarrados de la mano, esquivábamos como podíamos las aglomeraciones que se formaban en las puertas de los restaurantes.
–¿En qué piensas? –me preguntó Oliver.
–¿Eh?
–Ayla, ¿estás en este mundo? –dijo riéndose.
–Sí, sí, lo siento, es que todo esto es tan bonito
Me acarició la mejilla y me besó en la frente y después en los labios. Cada uno de sus besos eran diferentes, ninguno se parecía al anterior y eso hacía que siempre quisiera más.
Acabamos cenando en el bar de la esquina y más tarde en un pub de la playa decorado con lucecillas colgadas del techo y con la música a todo volumen. Terminamos borrachos viviendo algo que para nosotros era más que un simple viaje, era un sentimiento, de esos que sé quedan grabados, más que en la memoria en la piel, como si acabásemos de tatuarnos con tinta negra el significado de la palabra vida.
–Nunca pensé que viviría esto. –dije lanzando las sandalias que llevaba en la mano hacia la arena.
–¿Y qué es esto? Ayla. –balbuceó él.
–Esto querido Oliver, –dije recolocándome cruzando las piernas. –es vida.
–Exacto, porque, ¿para qué queremos vivir una vida que no vayamos a recordar cuando se vaya a acabar?
–Este sentimiento de vivir solo lo goza aquel que no le tiene miedo a nada. –me dejé caer en la área y esperamos el tiempo suficiente hasta que pudimos encontrarnos en buen estado para conducir.
Me acurruqué a su lado y apoyé la cabeza en su pecho, sintiendo su respiración al mismo ritmo que la mía. Cerré los ojos y deseé quedarme en ese preciso momento el reto de mis días, porque, aunque era algo que trataba de evadir continuamente de mi cabeza, la idea de que el verano se acabara conllevaba separarme de esto y también de él.
A la mañana siguiente el dolor de cabeza y el cansancio eran parte de mí, me aferré a la fina sábana blanca que me cubría y rodé por el colchón tratando de seguir durmiendo, pero fue imposible. Abrí un ojo y acerqué mi brazo arrastrándolo por el colchón intentando encontrar el cuerpo de Oliver, aunque no lo logré, no estaba. Me levanté como pude y me senté con los pies apoyados en el frío suelo, me froté la cara con las manos y las llevé a mi melena castaña tratando de despejarme. Oliver caminaba hacia mí desde el fondo del salón con un vaso a rebosar de zumo de naranja, alargué el brazo para cogerlo y él se sentó a mi lado. Me retiró el pelo de los hombros y me besó con suavidad mientras yo me arrimaba el vaso a los labios.
–Gracias. –susurré.
–No hay de qué. –dijo poniéndose en pie. –¿Qué quieres hacer hoy?
Le miré con una sonrisa y él no tardó en deducir lo que mi cabeza pensaba.
–Algo que no sea quedarte tirada en la cama, Ayla.
–Podemos pasar la mañana en la piscina. –miré la hora que marcaba mi teléfono y resoplé. –Bueno, lo que queda de ella, son las dos del medio día prácticamente.
–Vale, pero por la tarde tenemos que darnos prisa, si no, no llegaremos al ferri.
–¿Qué ferri? –pregunté intrigada.
–He reservado un ferri que sale a las cinco para ir a unas playas a las que no se puede acceder a pie ni en vehículo, en el folleto parecían bonitas.
–Seguro que lo son. –dije sacando la camiseta que llevaba puesta por los hombros. Caminé hasta la terraza donde tenía tendido un bikini, me desnudé por completo para cambiarme y me lancé al agua.
HOLA HOLA, como veis esta semana he subido más capítulos, espero que los 4 de hoy os encanten💌