Capítulo diecisiete.
Confrontación
Allison dejó a la chica Carter en casa y Aspen solo quería hacer una cosa mientras se dirigía a su dormitorio. Una cosa que ella no podía hacer.
Quería hablar con su hermano.
Ace tenía una chica a la que amaba, una chica de la que nunca dejaría de hablar. Una chica a la que, según él, quería ponerle un anillo en el dedo.
Ace Carter estaba enamorado, al igual que su hermana. Los hermanos Carter solían hablar entre ellos todo el tiempo, tratando de darse consejos. Ace le preguntaría a Aspen qué le gustaría recibir a una chica como regalo, y Aspen le preguntaría a Ace qué buscan los chicos en una chica.
La parte divertida fue que sus situaciones eran idénticas.
La chica que Ace amaba no lo amaba. Aparentemente ella amaba a alguien más. Sin embargo, no desanimó a Ace, después de todo es un Carter.
—Realmente desearía que estuvieras aquí ahora mismo —Susurró mientras sus ojos se clavaban en la puerta del dormitorio de Ace. Era lo más cercano que podía llegar a hablar con él.
—Desearía que estuvieras aquí para poder hablar contigo sobre esto —continuó, sintiendo sus ojos vidriosos con lágrimas que amenazaban con derramarse.
—Desearía que estuvieras aquí para que pudieras hablarme sobre Paige.
El pensamiento de Ace hizo que otros pensamientos la asaltaran, pensamientos que había estado rechazando todo el día.
Volveré cuando sea seguro.
Ella vio su cuerpo, lo vio ser enterrado. Su hermano está muerto, no 'volverá cuando sea seguro'.
En un intento de pasar de un pensamiento doloroso a otro, finalmente decidió escuchar sus mensajes de voz.
"¿Aspen? Oye, soy yo otra vez, Stiles. Pero estoy seguro de que lo sabes, tienes identificador de llamadas... así que asumo que no contestas el teléfono porque soy yo... y estás enojada conmigo, lo cual tienes todo el derecho de estar. Uhh, supongo que solo estoy llamando para decir que lo siento, otra vez. Si alguna vez escuchas esto, entonces probablemente hayas escuchado los otros diecisiete mensajes que te he dejado. ... lo siento por obstruir tu correo de voz. Lo siento, Asp. Fue un movimiento idiota de mi parte y... solo llámame cuando escuches esto, ¿por favor?"
El corazón de Aspen se hizo añicos cuando finalmente escuchó los mensajes de Stiles, los dieciocho. Sabía que tendría que verlo mañana, sabía que tendrían que hablar. Y ese conocimiento la mantuvo despierta toda la noche. Ella no consiguió una sola onza de sueño.
. . .
Beep. Beep. Beep. Beep.
Aspen gimió ante el sonido de su alarma. Literalmente vio los números rojos cambiar de 6:59 a 7:00 y todavía no estaba preparada para eso. Su alarma sonando significaba que el día tenía que comenzar. Aspen no estaba lista para que comenzara este día. Sabía lo que le esperaba.
Stiles.
Salió de debajo de sus cálidas sábanas, de mala gana, por supuesto. Cuando se dirigió a trompicones al baño, se miró en el espejo.
—Lo tienes —se dijo a sí misma—. Solo tienes que... hablar con él.
Se salpicó la cara con el agua fría corriente para despertarse y se cepilló los dientes mientras se daba una pequeña charla de ánimo en su cabeza.
El hecho de que iba a tener que enfrentarse a Stiles después de la humillación por la que pasó ayer, fue suficiente para hacerla pensar en vestirse para impresionar.
Se imaginó la voz de Allison Argent diciendo "muéstrale lo que se está perdiendo", y siguió la corriente.
De su armario, eligió una de sus faldas plisadas favoritas.
¿Le gustaban tanto mis piernas? Le daré putas piernas.
En contra de su buen juicio, agarró un sostén pushup porque, bueno, estaba a punto de enfrentarse a un chico que efectivamente la rechazó, así que al diablo, al menos sus senos podrían verse bien mientras lo hacía.
Para la mitad superior, eligió una camisa de manga larga pero escotada. Era más o menos invierno y ella iba a salir con una minifalda, ergo, una camisa de manga larga.
Se cepilló el cabello, se puso un poco de rímel para realzar sus brillantes ojos verdes y se pintó el lápiz labial rojo porque Stiles sigue y sigue diciendo cuánto le encanta cuando Lydia usa lápiz labial rojo.
Porque sí, Aspen podía ser una perra mezquina cuando quería.
Cuando fue a pararse frente a su espejo por segunda vez, de repente se sintió mucho más segura.
—Soy atractiva. Soy sexy. Tengo confianza —Le cantó a su reflejo.
—No la necesitas —Continuó, todavía hablando consigo misma mientras paseaba por el piso de su dormitorio.
—Pase lo que pase, mientras me ame a mí misma, la opinión de los demás no importa —ella murmuró. Luego levantó su teléfono y fue recibida con la imagen de su pantalla de bloqueo siendo una selfie de ella y Stiles.
—Oh, a quién estoy engañando... —susurró mientras miraba su rostro perfecto. A ella le importaba lo que él pensara, y ese es el problema.
A ella le importaba demasiado.
—Mamá, ¿puedes llevarme a la escuela hoy? —Aspen le preguntó a su madre mientras bajaba corriendo las escaleras.
—Claro, ¿el jeep de Stiles se descompuso o algo así? —bromeó su madre, pero Aspen instantáneamente se quejó por el tema doloroso.
—Algo como eso.
. . .
Aspen superó todos los períodos de la mañana sin enfrentarse a Stiles, las únicas lecciones que tuvieron juntos fueron Química, Eco e Inglés. Dos de los cuales tiene esta tarde; Eco e Inglés.
Sin embargo, desde que cruzó las puertas de la escuela esta mañana, las cosas fueron diferentes. La gente se tomaba el tiempo para mirarla mucho más de lo normal, lo que originalmente la asustó, pensó que tal vez había un rumor desagradable o algo así, hasta que se dio cuenta de lo que estaba usando.
Es decir, no llevaba sudaderas con una camiseta holgada.
Se empapó de la atención, dejando que aumentara su confianza, porque necesitaba todo lo que podía conseguir hoy.
Pensó que el almuerzo sería su mejor oportunidad para hablar con Stiles, tiempo suficiente, pero también lo suficientemente temprano para poder quitarse de en medio.
Pero, por supuesto, no podía ir de cabeza con los tiburones sin ver a Scott primero. Afortunadamente, él estaba a la vuelta de la esquina cuando ella guardó su libro de texto de matemáticas en su casillero.
—¡Scott! —llamó, corriendo detrás de él. Ella agradeció a las estrellas de la suerte que él estaba solo y no pegado a la cadera de Stiles.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó, notando que ella estaba ligeramente nerviosa.
—He estado mucho mejor, sinceramente —suspiró a través de sus nervios—. Necesito decirte algo.
—Dispara.
—Si esta conversación con Stiles sale como creo que será... Scott, voy a necesitar espacio.
—Lo entiendo, has pasado por mucho con toda esta situación, lo entiendo.
—Ni siquiera me expliqué completamente todavía...
—No tienes que hacerlo —sonrió, cerrando su casillero para darle toda su atención—. Si te preocupan nuestras locas vidas de hombres lobo, tenemos esto. Tómate todo el tiempo que necesites, no esperaría que intentaras volver a ser como eran las cosas con él después de esto.
—Gracias, Scott —dijo ella con sincera gratitud—. Por entender.
—No te preocupes, en serio.
—¿Tú, umm... sabes dónde está Stiles?
Scott dejó escapar un suspiro y levantó las cejas. Realmente se estaba dando cuenta de que sus dos mejores amigos estaban en un gran lío, y él estaba atrapado justo en el centro de todo.
—Creo que tuvo bio, tal vez puedas enviarle un mensaje de texto o... —La voz de Scott se apagó junto con su mirada. Aspen se dio la vuelta para ver lo que estaba mirando.
Era Stiles, parado a unos metros de distancia, luciendo tan nervioso como Aspen. Se dio la vuelta para mirar a Scott mientras dejaba escapar un suspiro tembloroso.
—Te alcanzaré más tarde —dijo ella, dándose la vuelta y enfrentándose a lo que temía.
Confrontación.
Stiles se veía en un estado similar al de ella, en el sentido de que tampoco parecía haber dormido mucho la noche anterior. La morena asintió con la cabeza hacia las puertas que conducían al estacionamiento, Stiles captó el mensaje y se dirigió hacia allí.
—Deséame suerte —ella le dijo también a Scott.
—Estás usando lápiz labial rojo, no la necesitas.
Su comentario la hizo reír mientras se alejaba, siguiendo a Stiles hacia el estacionamiento.
Aquí no pasa nada.
. . .
—Hola —Aspen dijo torpemente mientras se acercaba lentamente a Stiles en el estacionamiento. Estaba vacío, al menos de personas, por lo que tenían suficiente libertad para hacer lo que sea que esto los lleve. Chillar, gritar, llorar, todo.
—Hola —Stiles respondió, con el mismo nivel de torpeza—. ¿Recibiste mis mensajes?
—Lo hice. Los dieciocho de ellos —ella se rio entre dientes, tratando de mantener la atmósfera tan alegre como pudo antes de que todo inevitablemente se volviera una mierda.
—Entonces sabes que lo siento —dijo a través de un tono sorprendentemente ronco, probablemente por su falta de sueño.
—Lo sé —dijo ella inexpresiva. Unos momentos de silencio, un silencio dolorosamente incómodo, los invadió de nuevo. Estaban evitando el tema que ninguno de los dos quería tocar. El beso.
—Yo iré primero —Stiles finalmente dijo. Había metros de espacio entre ellos, como si estuvieran demasiado asustados el uno del otro para acercarse más—. No debería haberte besado. Fue estúpido y tonto, y sé por qué lo hice, Aspen. Sé por qué.
—Sí, yo también, querías veinte dólares.
—Eso no fue todo —se aclaró la garganta mientras continuaba—.nDesde que regresaste de Europa, las cosas han estado un poco mal, y creo que ambos lo notamos, pero ninguno de nosotros dijo nada al respecto. ¿Es justo decir eso?
—Sí, eso es justo.
—Me encontré tratando de explicárselo a Scott, y dije que se siente como si hubiéramos estado jugando este juego. Uno juvenil, donde ninguno de nosotros lleva la cuenta. Pero si nadie lleva la cuenta, entonces ¿por qué siento que siempre estás ganando?
—No entiendo lo que estás tratando de decir. ¿Qué juego?
—Ya sabes, quién puede tener más razón. Quién puede desafiar más al otro. Ayer por la mañana, cuando apostaste que no podría conseguir que una chica me besara, me encontré con muchas ganas de demostrar que estabas equivocada, porque yo nunca lo hago. Nunca podré probar que estás equivocado porque siempre tienes razón.
—No necesitaba que me dijeras eso —dijo ella sarcásticamente, manteniendo la compostura.
—Sé que no —Hizo una pausa, lamiéndose los labios con nerviosismo—. El límite es, nunca debí haberte besado. No tenía idea de que...
—Que te devolvería el beso —su voz era ronca y tranquila. Stiles solo asintió. Aspen obligó a sus piernas a llevarla a caminar un poco más cerca de él, aún manteniendo su distancia, pero lo suficientemente cerca como para que él pudiera ver el dolor en sus ojos cuando dijo lo que estaba a punto de decir.
—¿Quieres saber por qué te devolví el beso? ¿O puedes averiguarlo por ti mismo? —Ella susurró. Permaneció en silencio, no pudo encontrar ninguna palabra.
—Te devolví el beso porque no te veo como tú me ves, Stiles —ella finalmente confesó. Por mucho que le sudaran las palmas de las manos y su corazón se acelerara, había algo liberador en haberlo dicho finalmente.
—Lo siento —susurró él de vuelta, su voz era temblorosa ya que estaba al borde de las lágrimas.
—¿Por no sentirlo también? —preguntó ella, todavía en un susurro. Le tomó un momento de vacilación, pero asintió después de unos segundos—. No lo sientas, no puedes evitar a quien amas. Si eso fuera controlable, no estaríamos en este lío ahora, ¿verdad? —terminó, finalmente dejando caer una lágrima. Una lágrima que no pasó desapercibida para el chico que tenía delante.
—Pero como estamos siendo súper honestos en este momento, tengo algunas cosas más que debo decir. Y lo siento de antemano si te lastiman —ella habló, aclarándose la garganta y secándose la lágrima caída. Él no respondió con palabras, pero no apartó los ojos de los de ella.
—Te he visto suspirar por Lydia durante años, y duele como un montón. Siempre he pensado '¿qué tiene ella que yo no tengo?', ¿Fue el cabello rojo? ¿Fue la popularidad? Estuve haciendo todo lo posible durante todo el primer año tratando de parecerme más a ella, pero nunca te diste cuenta. ¿Recuerdas esa semana en la que no vestía nada más que rosa todos los días? Fue porque la vi haciéndolo la semana anterior. Ni siquiera sé sobre esto, pero una vez le rogué a mi mamá que me dejara comprar un tinte de caja rojo, pensé que tal vez eso funcionaría, tal vez eso finalmente llamaría tu atención.
—Pero no fue así. Nada de eso lo hizo. Porque tú solo has tenido ojos para ella, y yo solo he tenido ojos para ti. Pero no te culpo por no sentirlo, Stiles —su voz se apagó cuando se le formó un nudo en la garganta.
—Lamento mucho no haberlo visto nunca. Lamento que sintieras que tenías que cambiar por mi culpa. Lamento que yo no...
—No lo hagas. No te disculpes por no corresponder, ¿de acuerdo? Esto ya es lo suficientemente humillante, la lástima solo lo empeorará —Ella habló—. ¿Puedo preguntarte algo? ¿Y respondes honestamente?
—Sí, cualquier cosa, por supuesto.
—¿De verdad nunca lo viste? ¿La forma en que te miro? ¿O elegiste no verlo?
—Eso no tiene ningún sentido.
—Claro que sí. No quieres creer en algo lo suficientemente fuerte, simplemente bloqueas tu mente para que no lo vea. ¿Crees que tal vez elegiste no verlo porque era más fácil?
—No lo creo —dijo él tembloroso—. Honestamente, creo que soy un imbécil ignorante que no lo vio.
—No sé si creo eso. ¿La forma en que te miro? Es la misma forma en que la miras a ella. Seguramente debes saber cómo se ve esa mirada.
—Yo... no sé qué decir aquí, Aspen. Eres mi mejor amiga, nunca quiero perderte.
—¿De verdad crees que puedes perderme? Mierda, Stiles, te acabo de decir que creo que eres la mejor persona que he conocido, ¡maldita sea! Nunca podrías perderme. Al menos no permanentemente.
—¿Qué?
—Te amo, Stiles. He estado enamorada de ti durante años. Lo he ocultado durante años. Ahora lo sabes, y... no sé cómo actuar contigo en este momento.
—Lo resolveremos, ¿de acuerdo? Siempre lo hacemos.
—¿Notas cómo has evitado por completo responder a ese hecho?
—¿Qué hecho?
—Estoy. Enamorada. De. Ti —dijo ella lentamente. Él no dijo nada—. ¿Ves? Ni siquiera puedes decir nada.
—¡¿Qué quieres que diga?! —de repente levantó la voz.
—¡Cualquier cosa! ¡Dios, cualquier cosa! —gritó ella, elevando su voz para que coincidiera con la de él.
—Bien. Odio que sientas algo por mí, ¿de acuerdo? ¿Es eso lo que quieres escuchar?
—¡No eres el único! —ella gritó de vuelta—. ¡Ver a la persona que amas amar a alguien más es pura tortura, Stiles!
—¡Lo sé! ¡Estoy enamorado de una chica que ama a Jackson Whittemore, por el amor de Dios!
—Confía en mí, lo sé, no necesito el recordatorio.
El silencio se apoderó de nuevo.
Aspen sabía lo que tenía que hacer, por sí misma y por su propia cordura. Iba a doler como una maldita perra hacerlo.
—Un mes —ella murmuró.
—¿Qué?
—Necesito al menos un mes. Necesito espacio de ti, y no es tu culpa, es mía por enamorarme de ti. Necesito hacer esto por mí, Stiles.
—¿Hacer qué?
—¡Necesito tiempo para no estar cerca de ti las 24 horas del día, los 7 días de la semana! Necesito estar sola un rato, por el amor de Dios, es como si dependiera de ti, no es saludable.
—¿Qué pasa con Scott? En caso de que lo hayas olvidado, nuestras vidas están llenas de hombres lobo y asesinatos en este momento, no puedes abandonar solo porque...
—Déjame detenerte ahí mismo. Tú no me dices qué hacer. Si he decidido que necesito un poco de espacio del chico que me rompió el corazón, incluso si no fue intencional, tomaré ese maldito espacio —Ella chasqueó. Él no respondió, en secreto su corazón también se estaba rompiendo, solo por diferentes razones.
—¿Un mes? —finalmente él habló en un susurro ronco.
—Aproximadamente.
—¿Este tiempo fuera incluye a Scott o solo a mí?
—Es una especie de paquete, ¿no crees? —Dijo sarcásticamente.
—¿Qué pasa si Derek intenta matarlo? O... o no sé, ¡Derek intenta matarme a mí! O qué pasa si...
—Si hay una emergencia, y me refiero a una emergencia de vida en juego, puedes llamarme. Y en cuanto a Scott, él ya lo sabe.
—¿É-Él está bien con esto? ¿Con que nos abandones?
—¡Por supuesto que lo dirías así! —Ella chasqueó—. Sí, él está de acuerdo con que tenga un espacio de tus cosas porque, a diferencia de ti, Scott puede notar que estoy herida y que no quiero pasar cada hora del día con la persona que me lastimó.
Stiles realmente no había dejado que se diera cuenta de cuánto la había lastimado hasta entonces. No se habían quitado los ojos de encima en todo el tiempo, pero solo ahora podía ver el dolor detrás de sus ojos verdes que generalmente eran del tono más brillante, pero ahora estaban oscurecidos.
—Siento haberte herido —él susurró.
—Yo también.