HEAVEN

By belenabigail_

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Kellan no era bueno, pero sin dudas le dió el cielo a Alaris. - inicio: 01/09/2021 - More

Prólogo
Personajes
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Advertencia
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Aviso
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018
019
019 (Parte 2)
020
021
022
023
EXTRA
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026
027 (Parte 1)
027 (Parte 2)
028
EXTRA (2)
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042 (Parte 1)
042 (Parte 2)
043
044
045
046
047
Epílogo
Agradecimientos

029

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By belenabigail_


Alaris POV'S




—¿Hace cuánto que tienes esto?—Kellan inspecciona el pendrive, dándole vueltas entre sus dedos.

—Dos semanas—Cruzo los brazos delante de mi pecho, apoyando parte de mi peso sobre el escritorio detrás de mi. El pelinegro alza una ceja al mirarme, suspirando luego de un segundo.

—¿Por qué me lo muestras ahora?

Aprieto los labios en una delgada línea al mismo tiempo que recorro su rostro a detalle, buscando cualquier señal que delate su enfado. Pero me sorprendo al comprobar que se mantiene tranquilo, la línea de su mandíbula relajada y el celeste de sus ojos brillante, muy claro. Tomo una profunda respiración, rascando la parte de atrás de mi cabeza con nerviosismo.

—Creí que me ayudarías—Me encojo de hombros.

—¿A qué, Alaris?—Me desconcentro un minuto al repasarlo con la mirada; lleva esa gorra suya manchada en pintura, la misma que no le he visto usar en un buen tiempo, y una camiseta negra sin mangas. Hoy es todo tatuajes y músculos definidos, de lo que porsupuesto no me quejo, jamás lo haría. Está más que apuesto.

—A averiguar qué hay allí adentro—Un nudo se forma en mi garganta, incómoda—Todavía no pude si quiera darle un vistazo—Bufo—¿Qué pasa si realmente es de Blake?—Señalo—¿Qué me puedo encontrar allí?

Kellan suelta un suspiro, trazando ahora con la yema de su dedo pulgar las iniciales escritas en blanco sobre la superficie del pequeño objeto. Se lo queda mirando por un buen tiempo, antes de levantar la cabeza y volcar nuevamente toda su atención en mi. Hay algo diferente ésta vez, una emoción ciertamente mucho más intensa bailando en sus iris cuando conecta sus ojos con los míos.

—¿Crees entonces que esa mujer del motel conocía a tú hermana?—Acorta la distancia, poniéndose de pie frente a mi. Levanto ligeramente la barbilla para verlo bien.

Al llegar a casa, antes de que Kellan prácticamente me obligara a comer un muy cargado desayuno en su departamento, también me ayudara a vestir y luego me dijera de mantenerme hidratada el resto del día, nos encaminamos a mi habitación, dónde la memoria seguía escondida con mucho éxito dentro del cajón de mi ropa interior, entre las bragas y los calcetines. Una vez le mostré al pelinegro lo que puede significar una prueba de dónde es que se ha metido mi hermana, ya sea en los últimos meses o en los últimos dos años, le conté también el resto; la extraña conversación con la encargada del motel, y la forma en la que parecía ocultar algo al nombrar a Blake, ni hablar cuando le mostré su foto.

El chico de los tatuajes escuchó todo con suma atención, alguna que otra vez ajustando la postura en concentración, con el entrecejo levemente fruncido y los músculos de la espalda algo tensos.

Sin embargo tenemos toda la tarde para discutir y barajar la opción de que ésto si le pertenezca a Blake, además de por fin darle un vistazo al contenido. Papá y mamá están trabajando, y conociéndolos muy bien seguramente no regresen hasta el anochecer, por lo que me encuentro bastante relajada en ese aspecto. Aunque, mientras tenga a Kellan en casa sigue siendo un real riesgo que William se entere de que lo he traído aquí, sólo si la más chismosa del pueblo que resulta lamentablemente ser mi vecina abre la boca, claro está.

—No tengo ninguna prueba, pero algo me dice que así es—Asiento—¿Es demasiado loco que lo crea?

Kellan me sostiene la mirada, luego niega lentamente—No—Dice—¿Tienes una computadora?

—Sí—Digo.

Inmediatamente me enderezo, dándome la vuelta hacía el escritorio para tomar la computadora portátil. Abro la tapa, la pantalla brillando al instante con la foto de Ava y mía en el inicio.

—Ten—Me entrega el pendrive—Veamos que tanto tiene esa pequeña mierda.

Kellan se inclina sobre mi hombro cuando me siento en la silla; su cálido aliento golpeándome en el costado de la mejilla, los brazos a cada lado de mi cuerpo, descansado las palmas de las manos sobre la superficie de la madera del escritorio. No importa el tiempo que pase, su cercanía no deja de ponerme nerviosa. Tomo una profunda respiración, intentando que las hormonas no me alboroten de más.

—Muy bien—Me muestro de acuerdo.

—¿De cuándo es ésta foto?—Antes de que haga nada, Kellan cuestiona.

Él presiona levemente la pantalla, dónde Ava tiene los ojos a medio cerrarse y yo la abrazo con mucho cariño, con el cabello recogido en un moño desprolijo y usando una pijama dibujada con sutiles instrumentos de pastelería. Frunzo el ceño haciendo memoria.

—El día de mi cumpleaños número diecisiete, creo—Ladeo la cabeza hacia un lado. Rememoro la gran cantidad de pasteles que cociné ese día, la montaña de chocolate y helado que compré para que Blake y yo nos hagamos un festín con azúcar y productos procesados—Si, sin duda fue en mi cumpleaños, semanas antes de que Blake se fuera—Me vuelvo un poco, lo suficiente para verlo a los ojos—¿Por qué?—Inquiero.

No me doy cuenta de lo realmente aproximados que estamos hasta que la punta de su nariz roza la mía en un gesto tierno. El aire abandona mis pulmones. Me cuesta aún demasiado hacerme a la idea de que Kellan puede llegar a ser tan gentil y amable, sobretodo después de tantas peleas y situaciones incómodas entre ambos, pero ahora que hemos llegado a éste punto definitivamente no lo cambiaría por nada del mundo. Aunque en el fondo, siempre supe que el chico de los tatuajes era más que un simple cascarón de alguien egocéntrico y malhumorado.

—Te ves muy feliz—Retira un mechón de cabello de mi frente, dejándolo detrás de mi oreja con mucho cuidado—Es... una diferente tú.

Oh, no.

Sólo que era muy buena para actuar, y ciertamente mi hermana me ayudaba a mantener la máscara y el personaje en su lugar. No obstante, puede que en parte tenga razón.

Era más feliz con Blake, un tiempo de mi vida mucho más fácil. O algo así. Existía menos dramas y secretos que ahora, eso es seguro.

—Soy la misma, Kellan—Niego—Sólo que ahora no me preocupo demasiado en ocultar lo que pienso, aunque tampoco antes lo hacía demasiado—Medio me río—, pero ahora realmente no me interesa si hago enfadar a los demás.

El gesto se le vuelve simpático—De eso soy testigo.

Pongo los ojos en blanco—Tú sacas lo peor de mi, así que no te quejes.

—Mhm—Emite un sonido bajo con la garganta, a la misma vez que desliza la mirada por mi rostro.

Joder.

—Uh... oh—Me echo para atrás, con los vellos de los brazos en punta y una avasalladora sensación en el estómago—¿Hacemos esto?—Señalo, volviéndome a la computadora.

Escucho su ronca risa en mi oído, demasiado entretenido—Por mi cuando quieras, Alaris.

"Alaris"

Aprieto los dientes.

Sin decir nada más conecto la memoria a la computadora, con el corazón latiendo a mil por hora y la ilusión por los cielos. ¿Qué tal si en serio es de Blake? Sería un paso más cerca de mi hermana. Ante tal pensamiento, inconscientemente dibujo una pequeña sonrisa, esperanzada.

Y toda emoción se va por el caño al ver un cartel que dice:

"Ingresar contraseña"

—Tiene que ser una puta broma—Exclamo.

Dos malditas semanas.

Quince jodidos días.

Y todo para que la memoria me exija una contraseña.

—Prueba con el nombre de tú hermana—Muerdo mi labio inferior, ansiosa y frustrada por igual.

Dejo salir un suspiro exasperado—Bien.

Tecleo el nombre de Blake, primero con el apellido y luego sin él. En ambas ocasiones me marca Error. También me aventuro con Ava, la fecha de cumpleaños de mi hermana, su comida favorita, el deporte que practicaba y la Universidad a la que asistía.

Error.

Error.

Error.

Quiero aventar la jodida portátil por la ventana.

—Mierda—Apoyo la espalda con un bufido sobre la silla, haciéndome a la idea de que no importa qué tantas veces lo intente, al parecer no tengo la llave para abrir ésta puerta. Y me enfurece, más que nada por todo el tiempo que decidí aplazarlo para que el resultado final sea tan decepcionante.

—Lo siento, Alaris—Kellan se yergue, dejando su tacto sobre mis hombros—¿No se te ocurre nada más?

—No—Me ofusco, cerrando los párpados por un segundo y haciendo todo lo posible porque el enojo no me tiña de rojo carmesí los sentidos.

—Ven aquí—Kellan da vuelta la silla con rueditas, en resultado quedemos cara a cara. Al abrir los ojos, me encuentro con los suyos, que me estudian por un largo momento—¿Qué tan importante es para ti?

Entrelazo las manos sobre mi regazo.

—Mucho—Muerdo el interior de mi mejilla.

Él inspira, soltando después de los pulmones el aire muy lentamente. Parece estar teniendo una lucha interna, la indecisión brillando en sus ojos cuando aprieta la mandíbula y endereza más la espalda. Al final exhala una maldición entre dientes.

—Sé de alguien que puede ayudarnos.

Alzo las cejas, sorprendida. Me pongo de pie de un salto, más que emocionada.

—¿En serio?—Lo tomo por los brazos, entusiasmada de poder encontrar una solución.

Kellan asiente, rodando los ojos—Si—Masculla.

—¡Si lo que tienes planeado funciona te haré tantos cupcakes como tú estómago tolere comer!—Prometo, medio chillando.

Kellan bufa—Más te vale, porque él es un imbécil de primera.

Me río—¿Quién?—Inquiero con curiosidad, desconectando el pendrive para guardarlo en el bolsillo trasero de mi pantalón.

—Oh, ya lo conoces—Arquea una ceja—Vamos, su lugar queda en Stockbridge y tenemos más de una hora de viaje si no nos apresuramos.

Aunque tengo curiosidad por saber de quién se trata, no presiono, aprendí que si es sobre un tema que aparentemente presenta algún conflicto para Kellan, lo más seguro es que se niegue rotundamente a soltar cualquier cosa a menos que sea de suma necesidad. Además, es capaz de simplemente no abrir la boca sólo para hacerme enfadar.

—¿En Stockbridge?—Nos guía a ambos por las escaleras, bajando los escalones de dos en dos.

Ugh, una de sus propias zancadas es casi una y media de las mías. En cuánto a lo atractivo es un diez, pero si quieres seguirle el paso, lo considero un jodido dolor en el trasero que sea tan alto y tenga las piernas tan largas. En ocasiones me terminan molestando los pies por el esfuerzo de seguirle el ritmo, y eso que no soy específicamente baja, más estatura promedio, pero muchas veces se enfada y acelera tanto que me hace morder el polvo.

Dramático de primera.

—Sí, su departamento queda en el pueblo vecino.

—¿Es de confianza?—Cuestiono.

Una vez los dos estamos en la sala, agarro el abrigo, por supuesto mi celular y algo de dinero.

Kellan menea la cabeza—Haré que lo sea para ti.

Frunzo los labios—No sé si eso me convence.

Él se ríe—Es lo que puedo ofrecerte, Alaris.

De camino a la puerta recuerdo tener algo de brownie restante, unos cuantos trozos en la fuente guardada dentro del horno. Por lo visto y lo que he comprobado, Kellan también es un adicto a la azúcar como yo o quizás sólo le gusten demasiado los cupcakes, en fin, se merece un poco de la serotonina que un buen pedazo de pastel ofrece.

—¡Espera!—El pelinegro se detiene, con su habitual ceño fruncido y gesto malhumorado—Dame cinco minutos.

Doy la media vuelta sobre mis talones, dispuesta a traerle un poco de esa delicia chocolatosa. Al pasar por el sofá, me encuentro con Ava ronroneando y limpiándose las patas traseras. Le doy un toquecito en la cabeza, ella alza la mirada, toda mimos y cariños.

—¿Es en serio, Alaris?—Me paro en seco.

—¿Otra vez con eso de Alaris?—Arqueo una ceja, girando la cabeza en su dirección—Pensé que lo habíamos superado—Lo señaló a él y luego a mi.

La sombra de una sonrisa se extiende desde las comisuras de sus labios.

—¿Tienes algún problema con tú propio nombre?—Se burla. Aprieto los labios en una delgada línea.

—¿Sabes qué, Kellan? Te iba a dar brownies, pero me acabo de arrepentir—Él alza las cejas, ligeramente sorprendido. Una expresión simpática aparece en todo su rostro, los tanques de agua celeste brillando con intensidad, ilusión.

—Espera, espera—Alza las manos, acortando los metros que nos separan en tres simples zancadas—¿Es esa cosa de chocolate?—Asiento—¿Y la hiciste tú?—Vuelvo a asentir.

—Si—Cruzo los brazos sobre mi pecho.

No voy a mentir, creo que al fin encontré la receta perfecta. Sin duda, ésta tanda es la mejor que hice en muchísimo tiempo. Por lo que si el chico de los tatuajes no es inteligente se quedará sin el premio.

—Entiendo—Rasca su barbilla en un claro gesto pensativo —¿Si te digo otra vez por tú apodo me vas a devolver mi camiseta?

Oh.

Tenía oscuras intenciones de que ese pequeño asunto no saliera nuevamente a la luz. Mis mejillas se ponen rojas, e incómoda, me remuevo sobre el suelo. Él arquea una ceja, incrédulo.

—¿Es en serio?—Exclama—Te dije que era mi favorita.

—Mhm—Reanudo el andar hacía la cocina, sólo que ahora con él pisándome los talones—¿Brownie?—Ofrezco.

—Joder, Alaris.

Una carcajada suave se desliza por mi garganta, muy divertida. La verdad es que aún no tengo la menor idea de si le voy a regresar la camiseta o no, pero es bastante entretenido tenerlo refunfuñando por eso. Lo mismo debe creer él sobre mi apodo, así que, ésta es una buena forma de mantenernos nivelados.

Entonces abro la tapa del horno para encontrarme con la fuente a mitad de terminar, la tomo entre mis manos y apoyo sobre la encimera de la mesada. Al dar con Kellan, me río una vez más al verlo con los ojos clavados en los trozos perfectamente cortados en forma de pequeños cuadrados.

—Me gusta que seas tan goloso como yo, es un punto a tú favor—Recorto una servilleta, para ofrecerle un brownie después.

—No sabía que tenía que juntar puntos—Sus tatuados dedos, con esos anillos de plata, son los que se encargan de partir el pastel en dos, soltando un leve gruñido cuando se lo lleva a la boca y saborea—, pero si te soy sincero, conocí lo que eran los dulces desde éste verano.

Orgullosa por su reacción, sonrío más ampliamente.

¿En serio no comía cosas cargadas de azúcar antes de mi? ¿Qué tal en su niñez? En esos años todo lo que importa es cuántos caramelos puedes ponerte dentro de la boca. ¿Tampoco en esa época?

—¿Qué te parece?—El chico de los tatuajes alza la mirada, y al dar conmigo desde el otro lado del desayunador, se inclina para llegar hasta mi. Su mano me toma de la barbilla, apretándome y acercando a su rostro.

—Podría hacerte un altar sólo por las cosas que cocinas—Mi rostro se enciende.

—Suéltame—Le doy un manotazo, pero todavía con una estúpida sonrisa bailando en mis labios.

Él se carcajea—Mete más de eso en un tupper, servirá para el viaje—Se sacude las manos en la tela de los pantalones, no obstante no entiendo muy bien el porqué, ya que inmediatamente se llena la boca con más.

Frunzo el ceño—¿No te has llenado? Te has comido tres porciones.

—¿Y?—Se encoje de hombros—Ya lo dije, tú creaste esto—Hace un gesto hacia él mismo—, ahora hazte cargo.

No exagero, en un tiempo récord se las arregló para agarrar más brownies, aunque los trozos no sean específicamente grandes, con dos mordidas los dió por terminados. La arruga en mi frente se profundiza al verlo tomar una nueva porción entre sus dedos, algo más contento de lo usual.

—¿Tengo que repetirlo, Alaris?—Repite. Mi gesto se crispa.

—Ya no hay disponibles para ti.

—¿Qué?—Limpia las comisuras de sus labios, llevándose algunas migas a su paso. La mirada se le opaca, levemente decepcionado—No puedes estar hablando en serio.

—Pues mírame—Le sonrío con sorna, comenzando a guardar todo en su lugar.

—Cosita...—Una extraña sensación me sacude desde la espina vertebral, esparciéndose por todo el cuerpo al oírle de una vez por todas decirme así—Acepto, ¿De acuerdo? Te quedas con la camiseta y el apodo, si me das más de esa mierda tan rica. ¿Es un trato?

Aprieto los labios para aguantarme las ganas de sonreír.

—Que bueno que seas tan complaciente, Kellan—Lo jodo—Tardaste en aprender, igualmente.

Hago alusión a que definitivamente tendría que hacer lo que le digo más seguido, así habría menos discusiones, seguramente. Con la cálida sensación que me alberga el pecho, me regodeo profundamente en lo increíble que siente haber al fin ganado una pelea con él, la verdad, es que las victorias las tengo contadas con los dedos de una mano, y me sube un poco el ego sumar unos puntos ahora mismo.

Él abre la boca, asombrado y ofendido a la misma vez—Pequeña y jodida cosita...

Me río muy fuerte, observando cómo tiene el entrecejo fruncido y los hombros tensos.

—Es un trato—Logro decir entre risas. No obstante, el sonido cantarin se desvanece cuando él rodea el desayunador a una velocidad impresionante y se pone frente a mi.

Como es usual, tengo que levantar el mentón para dar con sus ojos. Una chispa egocéntrica centellea en sus iris al mirarme directamente, perfectamente al tanto de como mi cuerpo reacciona al suyo, no importa el tiempo que tengamos de conocernos. Además, ha pasado un siglo desde la última vez que nos dimos un beso, o tuvimos algún otro tipo de intimidad parecida. Por supuesto dormir abrazados anoche no lo descarto, es íntimo y tierno, pero el lado mío que pide por mucho más se está cansando de esperar.

Kellan lleva su boca a mi oído, dónde deja un casto beso y susurra;

—Recuperaste el apodo anoche, sólo que estabas muy adormilada para recordarlo—La respiración se me vuelve agitada, mi pecho subiendo y bajando al mismo ritmo. ¿En serio? Joder, ¿Entonces porqué no me lo ha dicho hasta ahora?—¿Nunca vas a dejar de pelear conmigo, cierto?—Me quedo en silencio, aunque el movimiento negativo que hago con la cabeza le da la respuesta que busca—Lo supuse.

Me tuvo toda la mañana creyendo que seguía molesto conmigo, ya sea por lo ocurrido en la arboleda o nuestra discusión anterior a eso, para resultar que en realidad no me llamaba así por puro deleite suyo. Se estaba metiendo conmigo, lo que es bastante habitual.

El chico de los tatuajes se acomoda mejor, trazando con la punta de su nariz la línea de mi mandíbula y luego mejillas. Aprendí que le gusta hacer eso, exactamente antes de acariciar mi propia nariz de manera fugaz, justo como lo está haciendo ahora. Deja caer sus manos en mis caderas, su espalda ancha y pecho firme inclinándose sobre mi.

—Tú tampoco—Por fin me las arreglo para modular. Él me mira—Querías que me enojara, lo buscaste.

Deja salir una ronca risa entre dientes, socarrón.

Kellan dispuesto a refutar abre la boca para contestar, pero ambos nos quedamos congelados en nuestro lugar al escuchar la voz de alguien más rebotando entre las paredes de la casa; firme y enfurecida, casi gritando.

—¡¿Qué significa esto, Alaris?!

Kellan aprieta los párpados por un instante, maldiciendo por lo bajo. En mi caso, hago una mueca, preguntándome qué diablos hace en casa tan temprano.

Mierda.



Kellan se acomoda a mi lado mientras papá nos mira a ambos con cara de pocos amigos, un poco más y le sale humo por las orejas, casi que sí.

William tiene una ceja levantada, la boca torcida en un puro gesto de enfado y los claros ojos más opacos, estrechando la mirada hacia nosotros con recelo. El pelinegro mantiene una expresión aburrida, demasiado tranquilo para el embrollo en el que nos metimos.

—Tuvimos una charla sobre ésto, Alaris—Papá rechina los dientes, poniendo todo de sí para no explotar—¿Qué hace él aquí?—Le hace un gesto a Kellan con la cabeza—¡¿Y qué diablos te pasó en el rostro?!

Tal actitud me pone los pelos de punta.

Kellan no ha hecho nada malo, por más convencido que papá este sobre ello, en cada uno de los problemas en los que me metí fue por responsabilidad mía y de nadie más. Que no pueda tolerar que su "perfecta" hija sea la real y única fuente de todos los conflictos que le dan dolor de cabeza, no es asunto del pelinegro, y que actúe de forma tan osca con él me hace hervir la sangre.

Ahora, respecto al golpe que hoy amaneció mucho más notorio y de un color un poco cuestionable que ayer, huh, eso es más difícil de defender. Al menos no vió la cortada en mi brazo, que me ocupé de esconder debajo de una delgada campera de mangas largas de verano. Ni hablar de la espalda, con varios rasguños y moretones.

Retengo la respiración haciendo memoria de contar desde diez para atrás, en un intento en vano por calmar mi frustración. Sin embargo, con la apariencia que traigo no es muy conveniente jugar a la astuta con papá, debería guardarme los comentarios sarcásticos y burlones para dentro de unos días, cuando la herida en mi sien cierre completamente y no me duela cada jodido músculo al caminar.

Aunque, ¿Por qué no está en el consultorio? ¿Otra vez la vecina metiche hurgando dónde no debe? Ya tendré una pequeña charla con ella. Comienza a joderme de sobremanera.

—Lo invité—Digo al final, encogiéndome de hombros para restarle peso.

Él suelta una risa seca, irónica—Te vas durante toda la noche, y no me interesa que nos hayas dejado un simple mensaje casi sin información. Eso no lo soluciona todo—Espeta—, y regresas así—Me señala con el dedo—Un desastre de golpes, ¿Cómo te hiciste eso?—Aprieta las manos en dos grandes puños, yo instintivamente retrocedo. Kellan se da cuenta, frunciendo el ceño y cubriendo la mitad de mi cuerpo con el suyo.

—Señor Roosvelt...

—No estoy hablando contigo—Es prácticamente venenoso, destila tal altanería y tono condescendiente que me impresiona.

—Lo lamento, pero tendrá que hacerlo quiera o no—Kellan alza el mentón, enderezando la postura y poniéndose en alerta, muy a la defensiva—Esto es lo que va a pasar ahora...—Empieza.

Mi padre aprieta la mandíbula—¿Crees que un mocoso que recién transita sus veintes me dirá a mi qué es lo que va a suceder?—Se mofa—No me hagas reír.

La mandíbula de Kellan se ajusta, el músculo tensándose en un movimiento brusco.

—Ella vendrá conmigo—Lo ignora—Le aseguro que va a estar muy bien cuidada, de eso me encargaré yo mismo. Pero saldrá de esta jodida casa tomada de mi mano, y si tiene algún inconveniente con ello, pues lo lamento, Alaris es mayor de edad y ella decide qué diablos hacer con su vida.

William inspira pesadamente, echándose para atrás al estudiarnos a los dos con minuciosidad, sus dedos dando ligeros golpecitos sobre la pierna derecha, impaciente. La comisura de su labio tiembla debido al enojo, reteniendo la furia.

—¿Así es cómo lo quieres, hija?—El tono peligroso, de máxima advertencia goteando en cada una de sus palabras.

—Me tendrás de regreso en la noche—Prometo, más para tranquilizarlo que otra cosa.

El silencio se vuelve pesado a nuestro al rededor, tan tenso y tirarte que si me lo propongo hasta se lo podría palpar en el aire. Papá da un paso hacia nosotros, y Kellan se pone en guardia.

William alza las cejas, estupefacto—Jamás le haría daño a mi hija, jóven—Tengo que pensar en otra cosa para que los recuerdos no lleguen a mi en fuertes olas y me ahoguen, tomando los bordes de la camiseta de Kellan con firmeza para uso de sustento—Así que déjame tener una conversación a solas con ella, puedes esperarla fuera si gustas, pero permíteme algo de intimidad.

Todo mi cuerpo se tensa, y me alegro de ni siquiera haga falta tener que decir nada cuando Kellan capta el mensaje tan rápidamente, negando.

Nunca es buena idea quedarse a solas con papá, no sí está tan irascible.

—No.

William suspira, empezando a cansarse de la situación.

—Alaris, tengo una convención de médicos ésta semana en Boston, por eso llegué a casa antes del horario habitual. Tal vez hoy sea el último día que nos veamos durante un tiempo—Intenta llegar a mi, pero el pelinegro se interpone—¡Sal del camino, ya dije que no voy a hacerle nada, maldición!—Espeta iracundo, las mejillas al rojo vivo.

—No le hables así, papá—Hago el amago de pasar por un costado de Kellan, no obstante,  él me detiene al tomarme por la cintura.

—¡Es que continúa estorbando!—Grita.

El pelinegro gruñe bajo, aguantando también la necesidad de ponerle un freno a todo ésto.

—Nos vamos, Alaris—Siento el frío de sus anillos envolverme la mano, en un agarre decisivo pero sin perder cuidado—Ella se comunicará con ustedes luego, si es que así lo desea.

—Tú madre sabrá de esto—William pasa por alto lo que le dice Kellan.

Oh, apuesto a que así será.

Pasamos por su lado a un ritmo acelerado hasta la salida. Ava nos sigue contorneando las caderas, mirándonos a todos sin comprender que diablos está ocurriendo. El felino arruga la nariz, levantado la cabecita para olfatear en el aire. Se pone a mis pies, con los pelos crispados y los ojos rasgados en una expresión de recelo.

—Te vas a arrepentir, Alaris, siempre lo haces.

Trago saliva con dificultad, dándole un vistazo a Ava antes de salir por el umbral de la puerta hacia el abrasador calor de Westford, la gatita maulla a todo pulmón mientras me ve marchar, muy estresada. El corazón se me encoje. La tierra todavía algo húmeda bajo mis pies, la gran tormenta de anoche dejando sus huella en los últimos días del verano.

—No le prestes atención. Directo al todoterreno. ¿Comprendes?—Asiento, incapaz de formular cualquier respuesta. Culpa por el leve temor que me impulsa a alejarme lo más que pueda de mi padre.

Siento la presencia de William detrás de nosotros durante todo el trayecto hasta Betty. Kellan se encarga de abrir la puerta del copiloto para mi, una vez estoy sobre el asiento pasa el cinturón de seguridad por delante de mi pecho, en un ágil movimiento lo abrocha.

—Espéreme aquí—Lo miro confundida, hasta que entonces me toma del mentón y me obliga a mirarlo—Dame dos minutos.

—No—Niego repetidamente—No, no, nos vamos ahora. ¡Kellan, es en serio! Me quiero ir, y no...

—Dos minutos cosita, tan sólo eso necesito—Sus ojos mucho más oscuros, las sombras filtrándose y manchando el celeste tan claro de su mirada.

—Por favor—Suplico, queriendo largarme antes de que papá diga lo que sea necesario para amarrarme a la casa. Si lo dejo, se meterá con mi cabeza. Ya es muchísimo tener que lidiar con lo que me ha comentado la última vez.

Kellan esboza una sonrisa de costado, lobuna y mortal.

—Enseguida estoy contigo—A continuación me planta un casto beso en los labios, cerrando la puerta del todoterreno antes de hacer su camino de regreso a la casa.

Me planteo seguirlo mientras se dirige a papá, quién aún está vestido con su camisa y pantalón del trabajo. Nuestros ojos se encuentran a la distancia, el riesgo de lo que estoy haciendo más presente que nunca. Paso saliva. Entonces William dice algo que no logro oír, Kellan le responde y ambos terminan pasando por el pequeño sendero de piedras, la cerca de maderas blancas y el jardín podado, con esas gigantes macetas de rosas y los árboles recortados. Me detengo al momento en el que mi mano se apoya en la manija, demasiado ansiosa al verificar que efectivamente ninguno está ya en mi campo de visión.

¿Debería ir por él, cierto? Mi pie repiquetea sobre la alfombra en el suelo de Betty.

Miro el reloj en el viejo tablero, desesperada por saber qué diablos está haciendo el pelinegro allí adentro. Sin embargo cuando comienzo a desabrocharme el cinturón de seguridad es que veo a Kellan regresar. Trae consigo algunas de mis cosas, al final, está de vuelta conmigo. Profundamente aliviada, me relajo, aunque no mucho. Él abre la puerta del conductor, cerrando con algo de fuerza. Me entrega el celular y los billetes de dólar que dejé sobre la mesa ratona en la sala de estar.

Entonces él se recuesta sobre el asiento, murmurando una maldición entre dientes y dejando caer un suspiro de entre sus labios.

—¿Qué?—Inquiero preocupada.

Kellan vuelve la cabeza hacía mi, algo de oscura diversión en la forma en la que me mira.

—Me olvidé los putos brownies.



•••




—¿Eso es todo lo que te dijo?—Cuestiono, insegura.

—No le dí mucho tiempo—Se encoje de hombros, doblando el todoterreno en una de las tantas coloridas esquinas de Stockbridge.

Perdí la cuenta de todas las veces que le pedí a Kellan que me repitiera la conversación que tuvo con papá, tan así que la hora en carretera se fue volando, y ahora estamos recorriendo la ciudad hacia sabe Dios dónde. Incluso pasamos delante del Minerva, del cuál se están haciendo cargo Robin y Agnes.

—¿Estás seguro?—Presiono.

Él bufa—Si, Alaris—Me da una mirada furtiva—Me dijo que no fuera estúpido y te cuidara, pero también que me fuera a la mierda.

Frunzo el ceño.

—Que poco cortés para alguien que estudió la psicología del ser humano.

Él se ríe, ronco y grave, dándole un ligero apretón al volante—Supongo que sí—Asiente—¿Qué piensas sobre eso de que se irá de convención?

—Que Sebastian también podría estar allí—Digo guardando cierto tacto, esperando que se lo tome a bien. No me olvido de que él podría significar la solución de algunos acertijos.

¿Qué tal si el Doctor Sebastian conoció a Blake? Sé que él es neurólogo, pero tal vez, está al tanto del terapeuta que sí la atendió.

Ya le estuve dando vueltas al asunto. Podría ir hasta ese lugar, aunque no sé dónde sea específicamente que quede y que personas asistirán. Pero si es como William lo dijo, y lo que recuerdo, tendrá una duración de toda la semana. Reuniones, charlas, demostraciones y hasta farmacéuticas mostrando pruebas de sus nuevos medicamentos en asociación con algunos doctores muy famosos.

Ugh, detestaba ir a esas mierdas.

—Lo sé—Asiente, pensativo. La línea de su mandíbula resaltando. Suelta un bufido, buscando un lugar para estacionar a la gran Betty.

—¿Estarías dispuesto a...? Bueno, tal vez a...

—Sí—No me deja terminar—De todas formas encontrarías la forma de hacerlo tú sola, si es que no te acompaño. Aprendí eso, cosita. Si algo se te pone en la cabeza, entonces está decidido.

Su declaración me asombra de sobremanera, porque juraba que se negaría rotundamente a cualquier propuesta que involucre a Sebastian Amery.

—En eso eres igual a mi—Señalo.

Sonríe de costado—Lo sé—Mete el coche entre otro todoterreno más viejo y un auto pequeño color rojo—Pero con toda honestidad, prefiero tener que tolerar al imbécil de mi tío que a saber que podrías estar a solas con él.

La respiración se me queda a medio camino, sorprendida de que haga alusión a su familia. De los casi tres meses que llevo de conocerlo jamás habló de ellos, y todo lo que obtuve hasta ahora son las historias que las mellizas y Rose me contaron en la gran fogata. Noche de que la prefiero no recordar ahora mismo, y de la cuál sin embargo hay pedazos que sigo sin darles lugar. Un rompecabezas sin armar.

—¿Kellan?

—¿Cosita?—El motor de la camioneta deja de ronronear, el pelinegro pone el freno de mano. Se gira para mirarme.

—¿Por qué hay cosas que no recuerdo de la gran fogata?—Pregunto.

El chico de los tatuajes se queda muy quieto, recorriendo mi rostro a detalle antes de inspirar, soltando después el aire pausadamente.

—Agnes se aseguró de que la Redención saliera de tú sistema, por lo que esa no es la causa—Señala medio distante.

Entiendo que no es su tema favorito de conversación. Todavía se siente culpable, no importa cuántas veces repita que no lo es.

—¿Entonces?—Mi entrecejo se frunce, confundida.

Kellan alza la mano, delineando con la punta de sus dedos el golpe en mi sien. Traba la mandíbula, furioso al ver la marca que aquél golpe dejó a un costado de mi rostro. Pronto acaricia después mi mejilla y barbilla, más relajado, pero sin perder el aura espesa a su alrededor. El aire un poco más tenso.

—A veces olvidamos lo que nos hace mal—Sus ojos se clavan en los míos—La mente trabaja de formas muy misteriosas, Alaris—Parte de su rostro oculto bajo la sombra de la gorra—Deberías saberlo, vienes de una familia que se dedica a eso, al mundo de la salud.

—¿Tan mal estuvo? Para que decidiera bloquearlo, quiero decir.

—Fue una experiencia muy jodida para mí, y yo ni siquiera la viví—Muerdo el interior de mi mejilla, disgustada ante tal nivel de vulnerabilidad. Debería poder manejarlo, joder. Kellan se percata de mi cambio de humor, negando lentamente—No te molestes por protegerte a ti misma, a veces puede ser mucho mejor de esa manera.

No es la única cosa que no tengo presente, me gustaría decirle. No tengo nada registrado en mi memoria antes de los nueve años de edad. Todo parece un enorme borrón; imágenes difusas y situaciones cuestionables, sin saber muy bien si identificarlas cómo sueños o hechos que realmente sucedieron. Lo traté en sesiones de terapia, pero no dió sus frutos, sigo sin una respuesta certera del porqué mi mente decidió eliminar esos primeros años de mi vida. Fue bastante frustrante. Blake tenía todos esos recuerdos del jardín de infantes, su cumpleaños de los seis y la niña con la que jugaba cuando tenía siete.

Lo mío es un gran espacio en blanco.

—Supongo—Me encojo de hombros, aunque todavía sin aceptarlo del todo—¿Tú tío, dijiste?—Cambio el rumbo de la charla.

—Un imbécil, no olvides esa parte—Apunta con amargura.

Me río—¿Qué hay del que iremos a ver ahora?

—Otro idiota.

Suelto una sonora carcajada. El gesto de Kellan se relaja al oír mi risa aguda, una casi imperceptibles sonrisa tirando de la comisura de sus labios con simpatía.

—¿Cómo es que tienes a Robin de amigo?—Inquiero—No se parecen en nada, además, le debe llevar mucha paciencia tolerar tus cambios de humor.

—Porque sé mucha cosas de él—Responde—, y el sabe otras más de mi. No te confundas, me saca de mis casillas, pero le soy leal al imbécil que vive babeando sobre tus botas. También a florcitas, cómo tú le dices.

Decido realmente pasar por alto eso último.

Mis mejillas se calientan—No digas eso—Reprocho—Robin es un amigo, nada más.

Él se mofa, aunque la mirada se le ensombrece varios tonos, disgustado—Estoy bastante convencido de que él no lo ve de esa forma.

Niego—Es que él es muy toquetón, demasiado demandante de cariño. Es como un bonito labrador, siempre quiere mimos.

Kellan echa la cabeza para atrás, una carcajada deslizándose por su garganta. Me sonrojo al darme cuenta del ejemplo que utilicé, está de más aclarar que Robin no es ningún perro, maldición.

—Joder, con ésto estoy más que conforme—Se vuelve a reír.

El sonido de su risa, grave y vibrante, resonando entre las paredes del coche. Me río un poco, porque es tan poco usual verlo así de suelto que resulta contagioso.

Es increíblemente atractivo cuando ríe.

—Sabes lo que quiero decir—Le doy un suave empujón en el brazo.

Kellan se seca lágrimas imaginarias de sus mejillas, entretenido con lo que he dicho. Maldito presumido. A puesto todo a que guardará esto en un pequeño cofre mental para cuando quiera sacarlo y usarlo a su antojo. Pobre Robin, luego tendré que darle también armas con las que defenderse.

—Vamos a ver a Vax, será muy fácil para él entrar a la memoria.

—¿Vax?—¿Qué clase de nombre es ese?

—No me mires a mi, yo no fui el genio que lo nombró así.

—¿Entonces quién?—Él me da una corta mirada. No espero a que termine de rodear el todoterreno que yo también estoy fuera.

Por fin le doy un vistazo al sitio en el que nos encontramos. Rodeados de pequeños edificios de no más de seis pisos de altura, una zona residencial de departamentos, claro está. Los colores vibrantes siguen en cada rincón de la ciudad, por lo que no es un área diferente al resto, me animaría a decir que es hasta pintoresca, muy linda.

Kellan hace un gesto con la cabeza para que lo siga, caminando hacia el tercer edificio, uno antes de la esquina. Al llegar toca en el panel eléctrico el botón del último piso, apartamento F. Unos segundos después, se escucha una grave voz a través del viejo parlante. Aunque los edificios guarden cierto encanto, esto no le quita los años de antigüedad.

—¿Qué?—Espetan, y la voz se me hace vagamente familiar.

Kellan bufa—Soy yo, abre la puerta.

Del otro lado se hace un breve silencio.

—No me dijiste que vendrías, estoy ocupado.

—Necesito que me hagas un favor. Así que abre la puta puerta de una vez.

El chico del otro lado protesta, muy descontento.

Yo me quedo en silencio, prestando atención.

—No te saldrá barato, joder—Exclama—Siempre me cortas los planes ¿Sabes lo exasperante que es?—Le reclama.

El pelinegro rueda los ojos—La puerta, Vax.

—Ya te oí, mierda.

Un sonido, y un leve tirón en la manija cuadrada para que tengamos acceso al sitio.

—Se parece mucho a ti—Comento mientras nos dirigimos a los ascensores.

—No repitas esa mierda, Alaris—Tuerce la boca. Me río.

Recorro el lugar sutilmente con la mirada, no es nada fuera de lo normal. Un espacio en común con unos sofás, y el seguridad tendido sobre el escritorio en el que se supone tendría que trabajar. Me causa gracia. Incluso creo que está babeando un poco, manchando los papeles que se esparcen por debajo de su rostro. Arqueo una ceja en dirección a Kellan.

—No hay mucho que pase en Stockbridge, cosita. Deja al hombre dormir—Se burla. Niego con la cabeza, divertida.

Al llegar la gran caja de metal, ambos nos apresuramos a meternos dentro. Las puertas se cierran delante de nosotros cuando Kellan presiona el botón número seis. La espera es mínima, la verdad, en un abrir y cerrar de ojos estamos en el piso en el que vive ese tal Vax. El pasillo que nos recibe es largo pero angosto. Las puertas a los lados de madera, marcando los departamentos con una letra de hierro clavada en el medio, un poco por arriba de la mitad.

Kellan da tres golpes certeros, un minuto después un chico alto y de pelo castaño rizado aparece delante de nosotros. Camiseta negra, zapatos perfectamente lustrados y postura soberbia.

Abro la boca por el asombro. Me vuelvo a Kellan, quién tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión molesta dibujada en la cara. Al regresar al chico de la fogata, que resulta ser el mismísimo Vax, quien también por jodidas cosas del destino abrirá el contenido del pendrive, me quedo muda por la impresión.

¿Es que todos aquí están conectados?

Él me sonríe con astucia, recorriendo mi rostro con la mirada.

—Así que no me has hecho caso. Mira ese golpe—Detalla una vez más mis rasgos, prestando profundo interés en mi herida—Diría que es una lástima, pero no eres mi tipo.

—Vax—Advierte, Kellan.

El castaño se ríe, malicioso, pero sin dejar de mostrar una actitud altanera, casi de puro hastío por nuestra presencia. Se inclina ligeramente hacía mi, conectando los ojos con los míos.

—Prefiero a las rubias—Continúa. Me echo para atrás, bastante disgustada por su cercanía.

Alzo una ceja, aburrida.

—Tenías razón—Veo a Kellan. Él esboza una sonrisa de lado, agridulce.

—Te lo dije.

En serio que es un idiota.



•••


Boom.

Ellos siempre fueron tres.

Bienvenido por fin a la familia de HEAVEN, Vax❤️‍🔥

El grupo de amigos ya está completo, este personaje va a venir con muchas sorpresas, así que atentos.

Espero en serio que les haya gustado✨🤍

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Lxs quiero montones,

Belén🦋

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