El Carnicero del Zodiaco (EN...

By Jota-King

796 219 531

Primera entrega. Una seguidilla de asesinatos perturban a la ciudad de "El Calvario". Las víctimas son mutila... More

Notas del autor.
Prefacio.
El enfermo de los Marmolejo Tapia
Cuerpo sin alma.
El despertar de una bestia.
La decisión de Dante.
El Toro de Creta.
Símbolo.
Protocolo.
Bajo sospecha.
Perla Azul.
Fuego cruzado.
Frustración.
Los gemelos Mamani.
Hojas secas.
Negras ovejas.
Eslabón perdido.
Piedras en el camino.
Cruce de miradas.
Horas de incertidumbre.
Oscuro amanecer.
Hasta siempre amigo.
El carnicero del zodiaco.
Recogiendo trozos del pasado.
Huellas al descubierto.
Condena del pasado.
En lo profundo del bosque.
Una delgada línea.
El cangrejo se tiñe de rojo.
Epístola.

En la penumbra.

18 10 11
By Jota-King

Y bastó una frase por parte del joven policía para encender las alarmas dentro de la carpa, dando un inesperado giro a la situación a la cual se enfrentaban en principio.

—Tenemos serios problemas señor, nos informaron que hay movimiento en el lago.

—¿A qué te refieres con movimiento? —La noticia tomaba por sorpresa a todos, en especial al sargento Tapia. El área había sido revisada con anterioridad y nada hacía presagiar que algo así ocurriría.

—Es lo que nos avisaron, —le aseguraba tímidamente— se acerca una lancha hacia el embarcadero.

—Esto se puede convertir en un problema para nuestra operación. —La mente del teniente ya comenzaba a formular diferentes hipótesis, poniéndose en el peor de los escenarios ante la inesperada noticia— No perdamos el tiempo aquí entonces.

Rápidamente los agentes se dirigían a las inmediaciones de la cabaña para constatar con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo con aquella impensada embarcación. No tardarían mucho en darse cuenta el real motivo por el cual Pedro Prado se ocultaba celosamente en dicha cabaña, quien aparecía junto a sus acompañantes para recibir a los visitantes.

—Todo indica que estamos en presencia de tráfico de drogas, —advertía el teniente mientras observaba desde lejos lo que ocurría a través de los binoculares— debemos pedir apoyo marítimo para que estén atentos e intercepten esa lancha por si alguno intenta escapar en ella.

—¿Será posible que estemos dando con los traficantes que llevamos meses siguiendo?

—¿Qué dice sargento? —Meza era el primero en intervenir y preguntar, pues no contaban con encontrarse con la situación que tenían entre manos.

—A uno de ellos logro identificar, —continuaba el sargento Tapia, quien también observaba los movimientos a través de unos binoculares— y efectivamente es uno de los traficantes que buscamos. Es conocido como “el perro loco”, y es un verdadero maldito.

—Se ve que no llegó solo en la embarcación, —acotaba el teniente Espinoza, sin perder de vista el objetivo— logro divisar a tres sujetos más, incluyendo a la sanguijuela que vinimos a buscar.

—Seguramente son parte de su organización. Tendremos que ser precavidos, estos sujetos son de armas tomar.

—Por lo visto nuestro sujeto es un distribuidor y tiene nexos con la banda a la que ustedes buscan. —El teniente Espinoza observaba a sus acompañantes, quienes a su vez también lo miraban, como esperando instrucciones de su parte, siendo precisamente Tapia quien lanzaría la pregunta.

—¿Tiene algo en mente mi teniente?

—Usted es el dueño de casa mi amigo. —Vivazmente se desligaba de tomar responsabilidades, pese a tener mayor rango, era algo que no le correspondía en el momento— De modo que es usted quien debe dar las órdenes del caso.

—Creo que lo mejor es esperar a que tengamos apoyo marítimo y aéreo, mientras tanto afinamos nuestro plan de ataque.

—Me parece excelente idea, —esas palabras le daban tranquilidad al sargento Tapia, la que rápidamente se esfumaría— ¡pero que le quede claro, si debo enviar al otro mundo a alguno de sus traficantes, créame que lo haré!

—Solo necesito al líder de la banda, —expresaba con un poco de temor en sus palabras el sargento, esperando que su superior reaccionara de mala manera— el resto solo son peones.

—¡Y yo necesito vivo al hijo de perra de Pedro Prado, ¿le quedó claro sargento?

—Muy claro señor.

—Pues entonces no hay nada más que decir. —Ante la mirada expectante no solo del sargento Tapia, quien estaba a cargo de la operación, sino además de los subalternos que se encontraban en el momento, incluyendo al propio Meza, el teniente Espinoza no tenía de otra que alzar la voz para motivarlos— ¡Tendremos baile esta noche señores, escojan sus parejas y a prepararse!

Bastaron unos segundos para que todos los hombres disponibles estuvieran listos para acorralar a los bandidos, siendo un total de quince hombres, incluidos el teniente Espinoza y el sargento Meza. Solo esperaban la confirmación del apoyo vía marítima para realizar el procedimiento, así estarían seguros que lograrían capturar a la mayoría de los involucrados. Para el teniente Espinoza, sin embargo, lo primordial era capturar a Pedro Prado a como dé lugar, pues era de vital importancia para su investigación.

—Siete sujetos en total, y todos armados. No se podía poner peor esta situación.

—¿Nervioso acaso señor Meza? —El teniente revisaba su arma de servicio y las municiones que tenía disponibles, mirando de reojo a su compañero— Los superamos en número.

—Pero por lo que veo, será usted quien al final lleve las riendas de la operación. Tapia está al pendiente de lo que usted dispone.

—Es el peso de ser su superior, —espetaba éste— aunque no trabajemos en la misma unidad.

—Creo que es más que eso, creo que es por la admiración que siente hacia su persona.

—¡No hable estupideces sargento!

—Para nada señor, y no tardará mucho en darse cuenta.

—De eso me di cuenta hace rato ya.

—¿Y no siente nervios de saberlo? —Al igual que su superior, Meza preparaba su arma de servicio.

—¿Es eso lo que lo tiene nervioso sargento, que tengamos que involucrarnos más allá de lo que nos corresponde?

—A decir verdad sí, un poco de nervios y un poco de miedo también.

—El miedo lo mantiene alerta sargento, —respondía seriamente— solo hágame un favor.

—Lo que ordene.

—Procure no morir esta noche. —Ironizaba esbozando una leve sonrisa.

—Lo tendré presente mi teniente.

El sargento Tapia se acercaba a los hombres para informarles que ya todos estaban en posición para la redada. Con cierto grado de nervios dirigía su mirada especialmente al teniente Espinoza, como esperando su aprobación. Pensaba en su interior si sería apropiado mencionar en el momento, la admiración que sentía hacia el teniente y lo dichoso de estar junto a él en un operativo. Los nombres de los tenientes Joel Espinoza y Sixto Pérez eran muy conocidos dentro de la fuerza policial, pese a estar en ciudades diferentes, sus proezas y su estilo de trabajo eran en varias unidades policiales, respetadas y admiradas, y una conversación obligada. Además de sus modos tan particulares para dirigirse a sus subalternos. Y el sargento estaba a punto de vivirlo.

—¡No me mire con cara de baboso sargento, —replicaba el teniente al sentirse observado— solo le falta sacar de su bolsillo una carta de amor para mí, hable ya!

—Disculpe usted señor, —avergonzado bajaba la mirada— es solo que como usted tiene mayor rango…

—¿Y cree que vine a hacer su trabajo? —Con propiedad insertaba el cargador dentro de su arma, la que sostenía con su mano derecha, y con el dedo sobre el guardamonte con rapidez “rastrillaba” ésta— Le recuerdo que el oficial a cargo aquí es usted, yo solo vengo por una basura.

—Me disculpo señor, —el sargento Tapia comenzaba a ver que los comentarios de pasillo eran acertados, además de sentir la autoridad de su superior en carne propia— le diré al resto que pronto daremos inicio.

—Me parece perfecto. —Esbozaba el teniente.

—Aunque en lo personal… —Con algo de vergüenza lo miraba.

—Diga usted sargento, no somos pendejos y hable con total confianza.

—Llevo meses tratando de desbaratar esta banda de traficantes, y hasta ahora solo he logrado capturar peones, ningún pez gordo.

—Pues ahora tiene la oportunidad sargento, —Meza intervenía en la conversación, pues notaba la tensión de Tapia en su tono de voz, intuía que algo quería decirle al teniente, pero no tenía el valor de hacerlo— nosotros estamos aquí para apoyarlos en este momento.

—No contábamos con que sus traficantes aparecerían en escena, —continuaba el teniente— era algo que nadie aquí esperaba. Si fuese la situación original, ustedes serían nuestro apoyo para capturar a nuestro hombre.

—¿Sería mucho pedirle que sea usted quien lleve las riendas en esta operación? —Temeroso al rechazo y por sobre todo, la burla o un fuerte llamado de atención, Tapia lanzaba la pregunta al teniente.

Éste levantaba la cabeza y lo observaba con aquella mirada intimidante que tantas veces Meza sintió y trató de imitar, logrando con ello que Tapia sintiera escalofríos en su cuerpo y se arrepintiera hasta la médula de hacer semejante pregunta. Siendo el oficial a cargo, no podía desligarse de su responsabilidad y dársela al teniente Espinoza.

—¿Tiene miedo señor Tapia?

—Me temo que sí señor, y me avergüenza admitirlo.

—El miedo lo mantiene alerta sargento, no debiera sentirse avergonzado por sentirlo, después de todo somos simples humanos.

—¿Tomará el liderato entonces señor?

—¡No sea estúpido, de ninguna manera lo haré! —La calidez que mostró por escasos segundos se esfumaba de inmediato— ¡Si no tiene la capacidad de liderar a estos hombres, no debiera estar aquí! ¡No se trata de un simple operativo para capturar criminales, estos hombres, sus hombres, al ponerse bajo sus órdenes, le están confiando sus vidas, y de usted depende que ellos vuelvan con sus familias, de su capacidad para tomar decisiones en momentos de presión!

—Me disculpo por mis palabras señor, no merezco portar este uniforme, ni mucho menos ser tildado de hombre.

—¡Si sigue hablando estupideces, le daré un tiro en la cabeza!

—¡Señor, mida sus palabras! —Meza se veía obligado a intervenir, pues notaba cómo el teniente perdía poco a poco la paciencia.

—No es necesario señor Meza, el teniente tiene razón en sus palabras… El sujeto de la embarcación, “el perro loco”, hace un par de meses estuve a punto de capturarlo, —extrañamente la voz del sargento sonaba diferente— por desgracia logró escapar tras darle muerte a mi compañero… y no pude hacer nada para detenerlo.

—Lamento escuchar eso, todos hemos perdido en algún minuto a un compañero. —De igual manera, el teniente cambiaba su tono de voz.

—Era mi hermano señor, —murmuraba éste, acongojado al hacer semejante revelación— se desangró en mis brazos mientras con impotencia veía cómo este bastardo se alejaba entre risas. No pude desenfundar mi arma y dispararle, y ese es el miedo que tengo ahora…

—Tiene miedo de que sus ganas por vengar la muerte de su hermano sea mayor que su deber de llevarlo ante la justicia, —expresaba con pesar el teniente— es comprensible su temor.

—Así es señor. Por esa razón me atreví a pedirle esto. Sé que está fuera de todo protocolo, pero ante la inesperada situación…

—¿Y qué pasa si le da muerte solo por satisfacer su deseo de venganza?

—Por ello mi atrevimiento señor.

Por segundos el silencio fue dueño absoluto. El teniente comprendía el temor que aquel novato y desconocido sargento tenía en su interior, y sus motivaciones para capturar a dicho criminal, pero el que fuese precisamente él quien diera muerte a su compañero y hermano, era un factor a considerar, pues sus motivaciones por hacer justicia podrían ser nubladas por su deseo de venganza. No tenía alternativa, debía dejar las cosas en claro ahora.

—Vaya y reúna a su gente, —esbozaba el teniente— esperen confirmación del apoyo marítimo y estén listos para el operativo. Ya sabe lo que debe decirles, es el oficial a cargo.

—Comprendo señor. —Cabizbajo, el sargento Tapia daba media vuelta para salir de la carpa. Su mente era un mar de dudas. Si todo salía mal, no solo perdería la oportunidad de capturar a dicho criminal, además quedaría en ridículo ante el teniente.

—¡Señor Tapia! —La voz enérgica de su superior lo detenía antes de salir, dando media vuelta.

—¡Dígame señor! —Intentaba mostrar la seguridad que para nada tenía en el momento.

—¡Espero que al llegar a la estación me complazca con una buena taza de café, —una leve sonrisa se delineaba en sus labios— en un minuto saldré a darles las instrucciones del caso.

—Se lo agradezco señor. —Las palabras del teniente Espinoza eran un alivio para el joven sargento, evidenciando tranquilidad y un destello en sus ojos.

—¡No me mire con cara de baboso y salga a hacer lo suyo, antes que me arrepienta!

En el acto éste abandonaba la carpa y se dirigía al grupo de oficiales que se encontraban en el lugar a la espera de instrucciones. Meza se mostraba sorprendido, después de todo, su superior no tenía un corazón de piedra, o tal vez, solo tal vez, había manifestado una leve debilidad. No pasaría mucho tiempo para que el teniente lo devolviera a la realidad, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Seguirá parado ahí con cara de idiota?

—La verdad, —balbuceaba éste— no me lo esperaba.

—¿Acaso tenía otra alternativa? Ese pobre diablo carga un peso enorme sobre sus hombros, y llegado el momento, ese hombre roto, en duelo y furioso, puede cometer un error de proporciones, y de ese error puede haber dos resultados… que mate al dichoso “perro loco”, o que ese bastardo lo termine matando a él.

Una vez más, la mentalidad del teniente dejaba sin palabras a Meza. Tenía esa capacidad de leer de extraña manera a quienes le rodeaban, acertando de forma concisa y anteponiéndose a los hechos casi al pie de la letra a como los describía. Y dada la inseguridad que manifestaba el oficial a cargo del operativo, sentía tranquilidad al ver cómo su superior tomaba con propiedad el liderato. Algo que por lo demás, le nacía de forma natural.

—Yo hubiese pedido algo más que un café, señor. —Ironizaba Meza— ¿No cree que fue muy insignificante el precio de lo que pidió?

—Por lo visto aún no aprende mi joven compañero, ¿estoy haciendo algo mal con usted acaso?

—¿Por qué lo dice mi teniente?

—¡No sea idiota… es más que un café! Pero por lo visto aún no está preparado para este tipo de lecciones, ¿o será que el frío le congeló el cerebro? Procure hacerse revisar cuando volvamos a casa, no me gusta verlo tan desconcentrado.

—Si es que volvemos.

—Vivos o muertos, pero volveremos, eso se lo garantizo sargento.

Minutos después el teniente Espinoza impartía las órdenes correspondientes a sus subalternos, dejando en claro que la prioridad era la de capturar vivos, tanto a Pedro Prado, como al dichoso “perro loco”. Constatando en el momento que el apoyo marítimo y aéreo iba en camino, los oficiales se dispusieron a capturar a los criminales, quienes a esa altura de la noche se encontraban en el interior de la cabaña.

—Manténgase alerta sargento, —sigilosamente los oficiales se acercaban a su objetivo— procure no cometer una estupidez, yo cuidaré sus espaldas.

—No se preocupe mi teniente, créame que lo único que quiero es llevar a este sujeto ante la justicia y que pague sus crímenes… en especial la muerte de mi hermano.

—Llegado el momento puede nublarse su juicio, —la mirada penetrante del teniente era una advertencia que no se debía pasar por alto— no me gustaría tener que darle a sus familiares una mala noticia.

—Descuide señor.

El humo que se escabullía por la chimenea daba a entender que los hombres en su interior se encontraban relajados, sin imaginar lo que en el exterior ocurría. Una cerca de madera de unos 50 centímetros rodeaba el inmueble y contaba con una pequeña terraza de grandes maderos en el frente, justo en el acceso principal. El segundo nivel aparentaba estar sin moradores a la vista, incluso las ventanas se mantenían cubiertas con cortinas.

A unos diez metros de la cabaña se emplazaba una pequeña bodega, donde se encontraban dos oficiales ya. A unos veinte metros del acceso principal se divisaba una larga escalera de madera, la que llevaba exactamente al pequeño embarcadero con el que contaba la propiedad, lugar donde se encontraba amarrada la lancha. Varias cajas apiladas se lograban divisar en la penumbra de la noche.

El camino que llevaba a la cabaña se encontraba en muy mal estado, de ahí el hecho de que sus ocupantes optaran por dejar la camioneta en una zona retirada, aunque los oficiales ya se habían percatado que se estaban realizando trabajos para mejorar dicho acceso. La oscuridad era casi absoluta, salvo por la luz con la que contaban gracias a la imponente luna llena que era dueña del firmamento, y testigo de las acciones de los oficiales.

Con sigilo los oficiales poco a poco se acercaban a la cabaña, guiados por el teniente Espinoza y siendo resguardados apenas por la vegetación y rocas de mediano tamaño que se emplazaban en las inmediaciones. Apostado tras una de ellas, el teniente se apoyaba en sus binoculares para observar el movimiento en el interior de la cabaña a través de una de las ventanas.

—Por lo visto la noche ha sido de provecho para estos tipos, —susurraba— veo mucho dinero sobre la mesa y una cantidad considerable de mercancía. Preparados todos.

—Los hombres solo esperan su señal. —Acotaba Tapia.

—Aún no es el momento.

Un particular sonido se percibía segundos más tarde, junto a un leve destello en movimiento sobre las tranquilas aguas del lago. Era el apoyo aéreo y marítimo que tanto esperaban. Sin perder tiempo, el teniente daba la señal, y los oficiales procedían a tomar por asalto la cabaña. Un fuerte estruendo se sentía tras la detonación de las bombas de humo lanzadas al interior del inmueble, y en cosa de segundos, el caos se desataba, interrumpiendo el silencio sepulcral de la fría noche.

Continue Reading

You'll Also Like

5.5K 245 14
Despues de 8 años volviste a japón para tener una mejor vida y terminar tu preparatoria, Tambien para cumplir la promesa que le hiciste a una niña cu...
6.4M 653K 20
Tercer libro en la Saga Darks (2021) Portada: BetiBup33 design studio.
6.7K 954 15
MC enfrenta un dolor indescriptible y una culpa que la carcome al enterarse por Alan Bloomgate que la mina se ha incendiado sin dejar sobrevivientes...
1.5M 126K 50
Daphne y Reece han presenciado un asesinato. Salvo porque no hay cuerpo, no hay rastro, y la persona a la que creían haber visto está viva. ¿Qué pasó...