EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)

By nicolebanfo_

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A veces llegamos a la última piedra del acantilado y aunque creamos tener la fuerza suficiente acaba derrumbá... More

Presentación
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CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
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CAPITULO 20
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CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52

CAPITULO 29

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By nicolebanfo_




Habíamos acabado los cuatro de siempre en el coche de Oliver de camino al conservatorio para ver el resultado de las pruebas para las audiciones, diferentes instructores de las escuelas más prestigiosas de ciertos países se habían reunido para deliberar quienes podrían elegir escuelas en las que seguir formándose en el mundo de la danza profesionalmente.

Los rayos de sol atravesaban los cristales y golpeaban mis ojos cerrados, la brisa acariciaba mi melena haciéndola revolotear por el cabecero del asiento mientras que la letra de Pegao que sonaba en ese momento en la radio resonaba en el coche.

Prometo que perdí el miedo

A esto de querernos

Contigo paseo el cielo...

Carolina protestaba entre dientes por los nervios y David trataba de tranquilizarla. Yo por el contrario tarareaba la letra de la canción intentado mantener mi mente en blanco y los nervios a raya. Ahora mismo el futuro estaba en la palma de mis manos, un paso en falso y todo acabaría hecho añicos.

–Mucha suerte, chicas. –gritó David desde las escaleras.

–¡Que salga todo bien! –escuché a Oliver decir antes de que nos alejásemos demasiado.

Le sonreí nerviosa y subimos los escalones rezando para que todo saliera bien. Llegamos a nuestra clase, había un pequeño folio colgado en la puerta y cientos de chicas y chicos rodeándolo, apenas podíamos ver nada, nos hicimos un hueco entre la multitud y fue ahí, en ese pequeño instante que supe que todo había valido la pena. Que todas las horas ensayando, las horas encerrada memorizando cada una de las notas de mi melodía los viernes sin salir habían merecido la pena por completo, porque ahora estaba lista para salir ahí fuera y bailar y brillar.

Ahí, en el segundo puesto estaba mi nombre, Ayla Francis, y cuatro puestos más abajo, Carolina. Todo estaba hecho, todo había salido bien.

–¡Carolina! ¡Lo hemos hecho! –grité emocionada.

–¡Lo hemos conseguido! –dijo abrazándome mientras dábamos pequeños saltitos de la emoción.

Le agarré de la mano y tiré de ella corriendo escaleras abajo hasta salir del edificio. La felicidad rebosaba en mí, aún no podía creerme que mi nombre estuviera en los primeros puestos de esa lista, que todo aquello por lo que tanto había luchado comenzaba a dar sus frutos.

Bajamos eufóricas aquellos escalones y fue casi de un impulso cuando me lancé a los brazos de Oliver abrazándole mientras él me giraba en el aire. Él tan sonriente como siempre y yo tan agradecida de que fuera él quien me sostuviera en todos los sentidos. Ni siquiera supe que decirle cuando me preguntó por la lista, no podía pronunciar ni una palabra de lo nerviosa que seguía estando. Enredé mis brazos alrededor de su cuello cuando me dejó de nuevo en el suelo y le miré, sus ojos brillaban y junto a los míos formaban las constelaciones más bonitas que jamás había apreciado.

–¿Puedo besarte? –preguntó con su voz ronca.

–Bésame hasta que vea nuestra estrella.

–Cariño, esa estrella lleva brillando mucho tiempo.

Y esa fue la forma más bonita de decirme «te quiero».

Fue un beso lento, de esos que no te dejan el sabor a miel y quieres repetirlos para poder saborearlos de nuevo. Fue un beso dulce e intenso, como si ambos hubiésemos estado reprimiendo las ganas de hacerlo desde el primer día. Nuestras lenguas se rozaron y su aliento a menta hizo ruido en mi boca, sus labios húmedos resbalaban en los míos y mis manos se enredaban en su melena. Nos separamos un segundo, apenas unos milímetros, nos sonreímos, nos reímos, y nos volvimos a besar como se besan dos personas que lo único que buscan es plantar las semillas de un amor real.

El resto de la tarde la habíamos pasado en la cafetería, comenzaba la época de exámenes finales en la universidad y tenía que dedicarle mucho más tiempo. Después de eso, llegaría el calor abrasador y las ganas de pasar las horas pegada a un ventilador. Pero hasta que eso llegase, solo podía dedicar mi tiempo a estudiar, vivir en mi habitación mirando libros y apuntes de derecho hasta que acabasen los exámenes finales de la universidad.

Cuando entré en mi casa el ambiente se había tensado, mi madre acomodada en un sillón del salón me esperaba con esa cara que ponía siempre cuando hacía algo que a ella no le parecía éticamente correcto.

–¿Dónde has estado? –dijo seria.

–Viendo la lista de las audiciones. –dije soltando el bolso que llevaba en el sillón que tenía enfrente.

–¿Y se puede saber con quién has ido?

–¿Es un interrogatorio? –dije entrando a la cocina.

Ella se levantó y me siguió.

–¿Sabes qué ha estado aquí Alex preguntando por ti? –dijo alzando las manos. –Tienes a tu pobre novio preocupado porque no sabe dónde estás, a nosotros nos mientes diciendo que te vas con él y apareces ahora, como si nada.

–Él mamá, por mucho que te cueste entender, no es mi novio, lo hemos dejado. –dije sentándome en la silla. –Déjame respirar un poco.

–¿Y ahora hablas así? –contestó alzando la voz. –¿Con quién has estado?

–¡Con unos amigos mamá! ¡Gente normal que no busca restregar a la gente el dinero que tiene! Deberías empezar a hacer lo mismo.

–Por favor. –dijo por lo bajini. –Tienes una clase por Dios Ayla, deberías juntarte con gente de tu entorno, gente que no se acerca por ti por dinero, gente que...

La corté antes de que pudiera terminar. Me levanté de la silla enfadada y la miré disgustada.

–¡Deberías, deberías...! Siempre igual. Déjame hacer las cosas por mí misma y no las que tú tienes programadas para mí.

–¡Eres demasiado pequeña para decidir! –dijo alterada. –Si no fuera por mí tu no hubieras llegado hasta donde estas ahora.

–Joder mamá, ¡qué tengo diecinueve años! Si estoy donde estoy es gracias a mi esfuerzo.

–¡Sí, y mira cómo te comportas! Sales, nos mientes, no avisas a Alex...

–¡Empieza a replantearte porqué te miento! Si te dijera que salgo con un chico que no tiene la misma capacidad economía que nosotros, un chico normal, simple, que trabaja en una cafetería, que es fotógrafo en su tiempo libre, ¿qué me dirías?

–No entiendo cómo has podido rebajarte a algo tan miserable.

–Lo ves. –dije señalándola. –Estás tan absorbida por tu posición económica que todo lo que se salga de ahí, por mínimo que sea, piensas que no es digno de nada. Ni siquiera te has parado a preguntarme porqué lo he dejado con Alex, tampoco te has planteado en cinco años si estaba feliz con él, y ahora que lo soy con otra persona que se sale de tus estándares, ¿me juzgas?

–No te juzgo. Solo quiero que distingas a la gente que se te acerca por dinero o porque te quiere, Ayla.

–Créeme que a él le importa una mierda el dinero que tenga en el banco. –dije poniendo los ojos en blanco. –Sin embargo, no puedo decir lo mismo de ti.

Di una vuelta por la cocina y me pasé las manos por el pelo nerviosa.

–Lo siento. Tienes razón. Si tú estás feliz con ese chico lo tengo que respetar.

–¿De verdad?

–Sí. De verdad. Ante todo, soy tu madre y si necesitas hablar conmigo de cualquier cosa, puedes hacerlo.

–Gracias. Eso es lo que necesitaba escuchar. –dije dejándome caer en una de las sillas de la cocina.

–Y ahora cuéntame ¿cómo han ido los resultados? –dijo sentándose enfrente mía.

–Han ido genial, esto es... un sueño, cada vez estoy más cerca del Ballet de la Ópera de París.

–Con esfuerzo, dedicación y constancia todo se consigue.

Que mi madre entrara en razón o al menos lo intentara me había hecho un poco más feliz, salí de la cocina directa a mi habitación y cambié mi ropa por algo más cómodo antes de acomodarme en la silla del escritorio dispuesta para empezar a estudiar los exámenes de la carrera. Revisé los mensajes antes de apagar el móvil y repasé los apuntes que ya llevaba estudiados, lo cierto es que no los llevaba mal, había estado preparándomelos desde principio de curso y a estas alturas solo me faltaba terminar de memorizar algunos conceptos que me había dejado por el camino.

Después de tres horas seguidas sin descanso ya había anochecido, apenas tenía hambre para cenar, por lo que, cuando todos se acostaron rebusqué en la cocina algo para poder llevarme a la boca y volver a mi habitación.

Me recosté en la cama con una manzana en la mano y encendí de nuevo el móvil para escribir a Oliver.

Dormir solo es un asco campanilla. Ahora mi cama sigue oliendo a ti.

Lo leí, sonreí y escribí.

No me puedo teletransportar. Lo siento.

Escribiendo...

¿Campanilla no tenía poderes mágicos?

Los tiene, pero está demasiado cansada como para usarlos.

Me reí y esperé su respuesta.

Buenas noches pequeña campanilla.

Buenas noches Oliver.

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