𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹

Por Feneti

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Hace más de quinientos años, los vampiros y las brujas se asentaron en la ciudad de Estambul. Después de que... Más

❧ 𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴 ❧
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❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴 ❧
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Por Feneti

-¿De verdad crees que podrás conmigo?—fingió conmoverse ante el lobo que le respondió con un fuerte gruñido.—Solo sabes ladrar.

-Y tú solo sabes matar gente inocente. ¡Maldito asesino!—le mostró los dientes para intimidarlo.

-Es un gusto saber que mis acciones llegan a oídos de todo el mundo.

-El odio te corroe por dentro porque sabes que ella jamás estará contigo.—lo provocó.

-Ella es de mi propiedad.—una nube negra comenzó a formarse entre sus manos.—¡Y no voy a dejar que me robes lo más preciado para mi!—la lanzó con fuerza haciendo que Kürt impactara contra un árbol y soltara un pequeño quejido de dolor.

-Si no atacas es aburrido.—el lobo se incorporó rápidamente y se abalanzó sobre este haciendo que ambos se enredaran entre la niebla oscura.

Kürt retrocedió un poco para ganar espacio en sus golpes. Sus movimientos al principio no fueron del todo certeros pero después aferró bien sus garras sobre la húmeda tierra y volvió contra el Strigoi.

Serkan se echó sobre él, su mirada estaba llena de odio; estaba dispuesto a matarlo, y a medida que se acercaba, podía ver en sus ojos como se reflejaba dolor ante las grandes heridas que le estaba ocasionando. Sonrió con maldad y clavó sus afiladas uñas desgarrando parte de su piel. Rápidamente el lobezno se echó hacia atrás pero el Strigoi fue más rápido que él y tomó su pierna haciendo que cayera ruidosamente contra el suelo y vibrara bajo su cuerpo clavándose varias rocas sobre su espalda.

-Será más fácil de lo que creía.—se sentó sobre él dejándolo preso contra la tierra.—Me temo que ha llegado tu hora.—colocó las manos sobre su cuello y buscó el punto exacto donde partirlo para acabar rápidamente con su vida.

-Eda jamás te amará.—murmuró entre la sangre que salía sin cesar de su boca.

-Pero evitaré que se case contigo y eso me basta para hacerla mía.—apretó más el agarre y el cuello de Kürt tronó ligeramente.

Eda abrió sus ojos de par en par al ver como el Strigoi estaba sobre su prometido. Pudo ver como su rostro estaba desencajado por la rabia y el odio que albergaba su alma. Kürt, sin embargo, estaba luchando por apartar las manos de Serkan que aún seguían apretandolo más y más.

-Sol y luna, que controlais el día y la noche, préstenme su poder para cumplir mi deber.—alzó las manos al cielo y comenzó a sentir como la energía pasaba a través de ellas.

De repente, todo a su alrededor se congeló como si el tiempo se hubiera parado en ese mismo instante. Los pájaros quedaron suspendidos en el aire y el agua de los arroyos se quedó estática. Todo se había detenido menos ella y Serkan, que estaba confuso al verlo todo.

-Muy bien Serkan Bolat.—caminó hacia él.—Ahora mismo me vas a explicar qué hacías atacando a Kürt.

-Cómo si no supieras el por qué...—se quitó de encima y se acercó que ella.

-No estoy jugando Serkan.—el Strigoi sonrió al volver a escuchar su nombre.—Es mi vida, y la que quiero, así que no puedes obligarme a nada.

-Claro que puedo.—respondió con indiferencia.—Eres de mi propiedad.—la recorrió con la mirada de arriba a abajo haciendo que Eda se frustrase ante su comportamiento.

-¡¿Será que la muerte es lo único que hará que me dejes en paz?!—alzó la voz.

-Tú no puedes casarte con él porque no lo amas.

-¡Si lo amo!—gritó.

-Mientes. Puedo verlo en tus ojos.—sus miradas conectaron por unos segundos hasta que Eda agachó la cabeza evitando mirarlo.—Deja de engañarte a ti misma de una vez.

-Dije la verdad...

-¡No puedes estar con él! ¡No cuando eres importante para mi!—soltó sin pensar en la medida de sus palabras.

-Tú no quieres a nadie.—se acercó rápidamente a Kürt.—No lo haces porque quien quiere a alguien no le hace daño a los seres queridos que a esa persona les importa.—Serkan comenzó a acercarse.—¡Aléjate de mi!—él se detuvo y la miró fijamente.—No quiero volver a verte.—chasqueó los dedos y desapareció de allí junto con Kürt haciendo que el tiempo volviera con normalidad a su curso.


-Soy un hombre de palabra. Puede estar seguro que cumpliré con mi cometido.

-Sé perfectamente que eres capaz de ello por eso recurrí a tus excelentes servicios.—su voz sonaba bastante calmada.

-Le estoy muy agradecido por confiar en mi señor Onur Yildiz.—agradeció.

-Bien muchacho, no hay tiempo que perder.—se levantó y le abrió la puerta.

-Prometo que me haré con la cabeza del Strigoi.—salió de la casa y puso rumbo hacia el bosque oscuro.

Al llegar, abrió su gran maletín donde estaban todos sus instrumentos requeridos para la caza y sacó un estaca de madera junto con un pequeño frasco cuyo contenido burbujeaba.

-Por fin la maldad se acabará en Estambul.—abrió el frasco e impregnó la estaca con varias gotas en la punta afilada.—Tus minutos están contados Serkan Bolat. Pienso encontrarte.—se adentró entre los árboles y comenzó su búsqueda.

Al ver una silueta a lo lejos, se agachó quedando escondido entre los frondosos arbustos. Sobre una de las más altas rocas de la montaña se encontraba alguien sentado que parecía tener la mirada fija en el cielo.

-Tienes mucha suerte Sirius.—sonrió con tristeza al mirar la estrella.—Estás ahí, rodeado de miles y millones de estrellas mientras que yo estoy aquí, sólo y abandonado.—sus ojos se aguaron un poco.—¿Sabes? Los extraño mucho. Extraño cuando iba con ellos de la mano por el prado junto con Pırıl.—Sirius brilló dándole a entender que no estaba solo.—Todos se alejan de mi...

Un fuerte empujón lo sacó de sus pensamientos haciendo que rodara hacia abajo por las grandes rocas. Cuando reaccionó, pudo darse cuenta de que el rostro de su atacante no le era conocido por las tierras de Salisbury.

Rápidamente tomó ventaja y lo alejó lo más que pudo de su cuerpo. Sacó sus colmillos afilados y sus pupilas se dilataron ante la presencia del peligro.

-¡La hora de tu muerte ha llegado!—Cenk gritó enfurecido y se acercó más a él.

-¡Maldito!—lo lanzó contra la roca haciendo que los pedazos de esta salieran por los aires al romperse.—No sabes lo que has hecho.—sonrió malévolamente.

Serkan se abalanzó sobre el cazador que empuñaba con fuerza la estaca de madera. Cenk esperó ese movimiento por parte del Strigoi, por eso no se movió. Todos sus movimientos estaban en su cabeza. La táctica era perfecta.

Sus miradas se encontraron por unos segundos siendo ambas llenas por odio e instinto de supervivencia. El Strigoi lo lanzó contra el suelo y se colocó sobre él colocando ambas manos en su cuello y haciendo presión para partirlo. De repente, dejó de hacer fuerza quedando estático por unos segundos. Bajó su mirada y al ver la estaca clavada en su pecho y la sangre correr sin cesar, soltó un grito ahogado al sentir como aquello comenzaba a arder.

-La maldad se acabará por fin.—lo miró victorioso.

Serkan sacó sus garras y, junto con un gran alarido, las deslizó rápido por su cuello desgarrandolo por completo. La última expresión del cazador era horrible. Sus ojos estaban abiertos de par en par y su boca entreabierta dejaba salir toda la sangre acumulada en su interior.

Se apartó del cuerpo ya sin vida y cayó al suelo respirando con dificultad. Trató de ponerse en pie, pero sus piernas le fallaron haciéndole caer de nuevo. La herida comenzó a sanar cerrándose por completo pero el veneno seguía viajando por todo su organismo a gran velocidad. Sentía como empezaba a perder la movilidad de sus extremidades. Estaba acabado y nadie podía ayudarle.

-Eneldo, Estragón, Salvia...—una voz se escuchó cerca.—Un poco de Acebo y unas cuantas ramas de Serpol.—Serkan intentó gritar sin resultado alguno.—Creo que con esto tengo para las pociones del mes.—caminó con su canastilla entre las plantas.

Las pisadas cada vez se escuchaban más cerca. Como pudo, tomó una pequeña piedra y la lanzó contra los arbustos para intentar llamar la atención de aquel individuo. Cerró los ojos y se resignó a la muerte.

-¡¿Hermano?!—gritó al ver como estaba tirado en el suelo.—¡Serkan!—corrió hacía él desesperada.—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Qué pasa?!—comenzó a revisarlo en busca de alguna herida pero no halló nada.

Miró a su alrededor buscando la causa del mal de su hermano mayor. Y la encontró. Pocos metros más lejos de él estaba la estaca de madera. Se acercó y la tomó entre sus manos analizandola detalladamente.

-Veneno de rosa.—murmuró al distinguir su olor entre la sangre del Strigoi.—Sólo una planta puede contrarrestar el efecto del veneno.—volvió a adentrarse rápidamente entre los arbustos y comenzó a buscar entre la maleza.—Ruda, Cedrón...—siguió buscando.—¡Efedra!—tomó varios tallos y volvió junto a él.—Vas a estar bien. Lo prometo.—abrió su boca y dejó caer dos gotas de savia cerciorándose de que las tragara.—Eso es.—acarició su cabello esperando a que surgiera efecto.—Con tranquilidad hermano. Respira.—lo pegó a su pecho y lo abrazó.—Te quiero...


El tiempo pasaba sin cesar en el castillo Bolat. El líder de los Strigoi permanecía en sus aposentos sin apenas salir. Los demás estaban bajo el mandato de vigilar los alrededores e incluso seguir sembrando el caos en las demás aldeas.

-Serkan.—Pırıl habló tras la puerta.—Es la tercera vez que subo y sé de sobra que no vas a abrirme pero me preocupo.—su voz era nostálgica.—Por favor háblame.—suplicó.

-Pıril, quiero estar sólo.—contestó.

-Esta vez no me voy a ir hasta que abras.

-No quiero gritarte. Vete de aquí.—volvió a echarla.

-Estaré abajo por si me necesitas.—su corazón se encogió al saber que su hermano estaba mal y que no podía hacer nada.

Sus pensamientos lo estaban destruyendo lentamente. Ni la presencia de Sirius a través de la ventana conseguía llevarlo a un estado de calma.

Todos los acontecimientos que había vivido, que había causado, se repetían una y otra vez sacudiendo con dolor su corazón.

-No puedo más.—suspiró agotado.—Ya no puedo...

-Serkan...—la oscuridad se hizo presente.

-No quiero escucharte.—contestó.

-Serkan, no tengas miedo a escuchar mi voz. Yo soy tú fiel compañera. ¿Acaso lo olvidaste?—el Strigoi alzó la mirada hacia la ventana y sus ojos se clavaron en el paisaje.—Lo que hiciste estuvo muy mal...

‐Lo sé.—respondió.

-Ahora que te has dado cuenta de la gravedad que ocasionan tus acciones, deberás recibir un castigo.—sonrío al ver como él comenzaba a perderse de nuevo en sus horribles pensamientos.—No seré yo la que te haga reflexionar. Serás tú Serkan. Tú mismo te castigarás por ello.—se esfumó completamente.

-Yo mismo debo hacerlo.—se levantó.—Yo mismo debo castigarme.—le dedicó una última mirada a Sirius y salió del castillo.

Sus piernas se movían solas mientras que su mente estaba fuera de juego. Su dolor era tan grande que ya no podía hacer nada. Era la primera vez en tantos siglos de vida que experimentaba tal sensación. Se sentía la persona más horrible y repugnante que había pisado esta tierra.

Al llegar a parar al río, se quedó en la orilla observando como el agua corría con fuerza siguiendo el cauce de este. Su mirada se quedó fija y su mente volvió a sumergirse en aquella lucha interna.

-Hazlo Serkan...—sus pues comenzaron a moverse solos de nuevo acercándose demasiado al río.—Ella será feliz si tú no estás...

Eda. Aquel nombre que tanto amaba escuchar vino a su mente. Le había ocasionado tanto daño que hasta su propio corazón dolía.

Debía hacerlo. Tenía que acabar con todo esto para que ella alcanzara la felicidad que tanto anhela por su culpa, así que, sin pensarlo, se lanzó al río y rápidamente fue arrastrado por la corriente. Miles de pensamientos golpeaban su mente una y otra vez mientras luchaba por mantenerse a flote.

Flashback:

-¡Mamá suéltame! ¡Suéltame!—el pequeño se desgarraba la garganta ante los fuertes y dolorosos tirones de su madre.—¡Me duele! ¡Por favor detente!

-¡Cierra la boca maldito crío!—Siguió tirando de él por todo el bosque.

-¡Mi brazo!—comenzó a ahogarse con su propio llanto.

-Solo sirves para llorar y ser un estorbo. Maldigo el día en el que te traje al mundo.—escupió con rabia.

-Mátalo Aydan. Encontrarás tú felicidad sin él. Debes hacerlo.—la oscuridad le habló.

-Por favor mamá.—sollozó.—Yo solo quería jugar.

-Cállate y camina.—lo tomó del cabello y lo arrastró hasta el río.

El llanto del pequeño Strigoi era tan fuerte que los animales del bosque se escondieron ante tanto dolor. Aquellos seres tan puros eran incapaces de ver tanta maldad.

-Mátalo...Mátalo...—se repetía una y otra vez en la mente de Aydan.

-¡Te odio!—lo empujó con todas sus fuerzas al río, y éste, soltó un alarido de terror al precipitarse.

Su pequeño cuerpo dio contra las piedras y rápidamente comenzó a tragar agua. Aydan, salió rápidamente de allí no sin antes comprobar que Serkan, efectivamente, se estaba ahogando.

-¡Ayuda!—intentó gritar pero sus fuerzas se desvanecieron por completo dejando de luchar contra la corriente.

Cerró sus ojos y antes de perder el conocimiento sintió como tiraban de su cuerpo hacia afuera.

-Te tengo pequeño...—salió a la orilla con él.—Seyfi ya está aquí.—comenzó a sacarle el agua que había tragado.—Tranquilo...

✠✠✠✠

-Ya te tengo Serkan.—lo arrastró como pudo y logró sacarlo de allí.

Sus pulmones estaban tan colapsados por el agua que el Strigoi permanecía inmóvil y sin respiración. Estaba mucho más helado de lo normal y su piel comenzaba a tomar un ligero tono morado sustituyendo su color blanquecino.

-No te conocía por cobarde.—le sacó la túnica y rápidamente rasgó su camisa poniendo ambas manos en su pecho dándole compresiones.—¡Vamos Serkan!—gritó desesperada al ver que no obtenía resultado.—Vas a vivir aunque no quieras.—abrió su boca y comenzó a darle respiraciones.—¡¿Dónde está el Serkan arrogante?!—volvió a comprimir su pecho.

La preocupación comenzó a crecer en su corazón al ver que aún no despertaba. Por mucho que haya causado, ella seguía queriendolo y no iba a perderlo ahora.
Cerró sus ojos y concentró todo su poder sintiendo como este viajaba a través de sus manos.

-Siendo Strigoi naciste, con un corazón noble creciste, tú alma fue corrompida pero aun así, sigues siendo un ser que albergaba esperanza.—una luz se posó sobre el pecho de Serkan y comenzó a brillar.—Que tú corazón vuelva a latir si tu deseo es encontrar al alma que te salvará de tu soledad.—la luz se fue desvaneciendo al terminar el conjuro.

Se acercó un poco más a él y lo miró fijamente esperando que surgiera efecto. Lo giró y lo colocó de lado para que botara todo el agua. Una leve respiración se sintió en el silencio que se había creado, siendo sustituido de golpe cuando éste comenzó a toser fuertemente.

-Ya sé tú deseo.—una ligera sonrisa apareció en el rostro de Eda.—Tranquilo.—golpeó ligeramente su espalda ayudándolo a sacar toda el agua.—Lo que desconozco es la persona por la que lo pensaste.

-¿Eda?—su voz salió ahogada.

-¿Acaso conoces a otra?—alzó una ceja indignada.—¿Qué pensabas hacer?

-¿No es obvio?—se sentó como pudo y volvió a toser.

-¿De verdad querías acabar con tu eternidad de esa manera?—cuestionó su forma de actuar.—¿Qué pasa con tu dominio de Estambul?

-No te incumbe.—respondió sin mirarla.

-Serkan.—lo tomó del mentón he hizo que la mirara.

Al tocarlo, le vino una visión del recuerdo que tanto le atormentaba a Serkan. Pudo ver el dolor y el miedo en los ojos de ese pequeño y hermoso Strigoi. Ese mismo sentimiento le llegó a ella pudiendo sentir cada una de las emociones en ese momento.

-Yo...—se le quebró la voz.—Nada me sale bien.—apartó su rostro de la suave mano de Eda.—No debiste salvarme. No te lo pedí.

-Pues resulta que yo actuo según me diga mi corazón. No iba a dejarte Serkan.—se levantó y caminó hacia el bosque alejándose de allí.—Siga así y demuestre que no es lo que la gente piensa. Tal vez se gane el brillo de una estrella.—le habló en su mente y desapareció.

‐¿Por qué a mi?—una niebla negra comenzó a envolverlo debido a su gran tristeza.—Yo dañé la estrella.—rompió en llanto.—Te dañé...
















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