La vida de Ux

By NSanchez0000

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Uxue es una adolescente que, por culpa de la crisis, se encuentra de la noche a la mañana obligada a empezar... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
GLOSARIO

Capítulo 12

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By NSanchez0000



 El lunes no empieza bien. Hace un día de perros, no para de llover y según la previsión del tiempo, el temporal durará unos días. ¡Es genial ir en bici en estas condiciones! Para rematar, no más llegar al colegio veo que la pelea de Ángel y Mateo es la comidilla de todos, cosa que me confirma Paula en cuanto me ve.

—Ya tienen nuevo chisme para cotillear. —Me coge del brazo y me pregunta en voz baja—. ¿Has hablado con Ángel? ¿Te ha dicho algo?

Me encojo de hombros.

—Me ha contado que le oyó alardeando de haberse enrollado conmigo y por eso saltó.

Paula niega rotundamente.

—¿Ves? Lo que me imaginaba. Le gustas.

Tal cual lo ha dicho parece algo horrible.

—¿Y eso es malo?

—Tú verás, pero ya te dije que es bastante dado a meterse en problemas. Esta no es su primera pelea, el año pasado, antes de su accidente, pegó a Mateo y todavía no sabemos el motivo. El problema entre esos dos viene de lejos.

No sé qué pensar.

—Quizás lo de Mateo estaba justificado.

—Nadie supo por qué le atacó. solo te digo que tengas cuidado.

Entramos en el aula y Ángel ya está en su asiento. Qué raro. Me siento a su lado y su ceño fruncido no me da buenas vibraciones.

—Hola —le saludo.

—Hola —responde con tono grave.

No me atrevo a decir nada más.

No hablamos en todo el día y durante el recreo tengo que aguantar los comentarios de todo el mundo. No entiendo cómo Mateo ha conseguido hacerse la víctima, pero el caso es que lo ha conseguido. Eso es lo que pasa cuando ya tienes mala reputación, como Ángel, que la gente es muy dada a pensar que la culpa es tuya.

Por la tarde, haciendo los deberes en mi habitación, no puedo dejar de darle vueltas, ya que no sé si me ha ignorado por mi bien o porque no le da importancia a lo que pasó ayer. A ver, tampoco esperaba que se comportara como mi novio, para nada estamos en ese punto, pero ni siquiera parecíamos amigos. Para colmo, no deja de llover, así que ni siquiera puedo coincidir con él en la playa.

Cuando ya he pensado en tantas posibilidades que creo que estoy a punto de descubrir un nuevo algoritmo matemático, recibo un whastapp.

—¿Quieres que te deje un libro? Con este tiempo seguro que no te vendrá mal.

Pienso en ignorarle, pero me puede la curiosidad. Quiero saber por qué ahora le interesa verme.

—Ok. Ahora me acerco.

Me asomo a la puerta de la sala, donde mi madre está viendo la tele mientras plancha.

—Ama, voy a casa de los vecinos. Ángel me va a prestar un libro.

Mi madre me mira y sonríe.

—Buena idea. Con este tiempo, no hay muchas cosas que se puedan hacer por aquí. —apoya la plancha y me mira—. Si está Julia, dile que se acerque a tomar un café conmigo.

—Vale.

Cojo mi chubasquero del perchero y por una vez salgo por la puerta principal. Aun así atajo saltando la valla, pues si no tendría que dar un rodeo enorme. Corro con mis botas Hunter y me da una pena horrorosa estar manchándolas de barro. ¡Con lo que cuestan!

La puerta está abierta, así que asomo la cabeza sin entrar.

—¿Hola?

La madre de Ángel aparece del fondo de la casa.

—Hola Uxue, pasa.

Entro y decido quitarme las botas, además de chubasquero. No quiero ensuciar el suelo.

—Ángel está en su cuarto, primera puerta a la izquierda. —Me señala escaleras arriba—. Os subiré algo para que comáis.

—Gracias. Mi ama dice que te pases a tomar un café. Creo que ella también necesita un poco de compañía.

Julia me sonríe.

—Sí, es lo que tienen los pueblos. Cuando hace este tiempo lo único que podemos hacer es reunirnos unos en casa de otros para pasar el rato.

Y justo es Ángel el que tengo más cerca. Cosas del destino.

Subo por las escaleras y cuando llego a la puerta golpeo con los nudillos.

—¡Pasa!

Me asomo con cierto reparo y veo a Ángel tumbado en su cama leyendo.

—Hola —digo con timidez.

—Entra. No muerdo.

Se ríe y eso hace que me relaje. Miro a mi alrededor con curiosidad. Su habitación es bastante grande pero no lo parece ya que está tan llena de libros que la sensación es claustrofóbica. Los que ya no entran en las estanterías, están apilados por el suelo y me pregunto cómo puede encontrar uno en concreto entre tantos. Me acerco a unas baldas que están llenas de CDs de música de estilos de lo más variado y un montón de viejos DVDs. Todo en su habitación me demuestra que es más culto de lo que quiere aparentar. Paseo alrededor de la cama fijándome en algunas fotos pegadas en las paredes. Las he visto en su Facebook. Estoy segura.

—¿Esas fotos son tuyas?

—Sí.

En blanco y negro. Aquiles corriendo por la playa, su madre riendo, una barquita del puerto...

—Son... increíbles.

—Solo es un entretenimiento —dice restándole importancia.

Me doy la vuelta y le sorprendo mirándome. Al momento aparta la vista incómodo porque le haya sorprendido. No lo entiendo, ayer no pareció tener reparos a la hora de besarme y ahora de pronto, parece cortado.

Tocan a la puerta y Julia entra con una bandeja. Hasta mí llega el olor del chocolate caliente y se me hace la boca agua. Deja las dos tazas sobre el escritorio y un plato con bizcochos.

—Voy a hacer una visita a tu madre, Uxue. Antes de que se le caiga la casa encima —dice abrochándose el chubasquero.

—Gracias. Le vendrá bien hablar con alguien que no sea yo o los tomates de la huerta.

Cierra la puerta y la oigo bajar por las escaleras. Me apoyo en el escritorio y nos mantenemos en silencio hasta que oímos la puerta de la entrada. Ángel me observa durante un instante y ahora soy yo la que estoy incómoda. Clavo la vista en el suelo y pienso que nuestras madres en ningún momento han pensado en el riesgo de dejarnos solos en la misma habitación. Seguro que ni se les ha pasado por la cabeza ni una sola de las imágenes que circulan ahora por mi mente y en las que no estamos precisamente haciendo los deberes.

Ángel se levanta de la cama y se acerca a mí, despacio. No sé lo que pretende y me remuevo expectante. Cuando alarga su mano y coge una de las tazas, me doy cuenta de que su única intención es esa y me relajo, aunque también siento cierta decepción. No puedo evitarlo.

Me pasa esa taza y coge la otra, regresando a la cama y sentándose de nuevo en ella.

—Bébetelo ahora que aún está caliente —insiste.

Doy un pequeño sorbo y tengo que reconocer que resulta reconfortante notar el líquido caliente bajando por la garganta. Aprovecho para calentarme las manos con la taza, e intento pensar en algo de lo que hablar. Veo mi libro sobre el escritorio y lo señalo con la cabeza.

—¿Te lo has acabado?

Asiente.

—Me ha resultado más interesante de lo que esperaba. Me gusta cómo una historia está relacionada con la otra.

—Sobre todo porque al principio es imposible encontrarle sentido.

Mira a su alrededor pensativo.

—Y bien, ¿qué te gusta leer? Lo digo por buscar algo de tu estilo.

De mi estilo... no sé si yo tengo de eso.

—Buff... A ver... te puedo decir que leo prácticamente de todo. Aunque he de decir que quizás lo que menos me gusta es la novela romántica, como mucho algo de Colleen Hoover y... ahora que lo pienso, las de terror tampoco me entusiasman.

Ángel se ríe.

—Bueno, para tu tranquilidad te diré que no tengo libros de esos empalagosos y de terror... solo alguno de Stephen King: El resplandor, El cazador de sueños, Misery, Cujo...

Vaya, ¡qué casualidad!

—Me los he leído. El resplandor... prefiero la película de Kubrick, El cazador de sueños, me aburrió un poco, Misery está bien y Cujo... no he vuelto a mirar a un perro de la misma manera...

Me mira asombrado.

—Y eso que es un género que no te gusta. Me lo estás poniendo difícil. Dame más pistas.

A ver qué le cuento para no asustarle.

—Pues... me gusta mucho la novela policiaca, me encanta Juan Gomez Jurado y también están muy bien los de John Verdon.

—Ah, sí. Me he leído la trilogía de "Reina roja". Tienes buen gusto, no lo voy a negar. ¿Qué más?

—No quiero que pienses que soy una listilla, también leo cosas como Los juegos del hambre, Sombra y hueso y así...

Dejo la taza ya vacía en el escritorio y me cruzo de brazos.

—No esperaba menos de ti. Pero que tus gustos literarios vayan más allá de esos libros me parece de lo más interesante.

—También me gusta Julia Navarro y Matilde Asensi. El último Catón es uno de mis libros favoritos. Qué más... El ocho, Los pilares de la tierra, El nombre del viento, ¡ah! y todos los de Juego de Tronos.

Se tapa la cara con las manos y cuando se destapa me mira divertido.

—Dios, de verdad. ¿De dónde has salido?

Ahora piensa que soy una rarita. Eso me pasa por comportarme con él como soy en realidad. Si es que si me dan coba...

—Ya sé que soy un bicho raro. No hace falta que me lo digas.

Se levanta y se acerca a mí con el ceño fruncido. Pone sus manos sobre mis hombros y me mira fijamente.

—Yo no he dicho eso. Todo lo contrario. Eres lo más estimulante que me he encontrado en la vida. —Me sujeta la barbilla con la mano y hace que le mire—. ¿Ves? Cuando te he mandado el mensaje, me he prometido a mí mismo, portarme bien y ahora te tengo aquí delante, hablando de libros, y no puedo pensar en otra cosa más que en besarte.

Me tiemblan las rodillas. Sí, tal cual lo digo, me tiemblan y espero que él no sé de cuenta, porque no me había pasado nunca y me parece de lo más ridículo que mi cuerpo reaccione así por el simple hecho de tenerle tan cerca.

Desliza su mano desde mi barbilla hasta mi nuca y hunde sus dedos entre mi pelo. Acerca sus labios a los míos y antes incluso de que hayan llegado a hacer contacto ya noto una descarga eléctrica que me recorre el cuerpo de arriba abajo. Presiona mi boca y no me lo pienso dos veces antes de separar mis labios y recibir su beso. Sabe a chocolate y creo que nunca me han dado un beso tan delicioso. Su otra mano me abraza por la cintura y me atrae hacia él y de pronto todo se vuelve más intenso. Sus labios aumentan la presión e intentamos estar tan cerca el uno del otro como nos es posible. Me lleva hacia la cama pero al no mirar, tropezamos con ella y caemos de golpe sobre el colchón. No puedo evitar reírme a carcajadas y noto cómo él también se ríe contra mis labios.

—¿Estás bien? —me pregunta sin separar sus labios de los míos.

—Sí, solo un poco acalorada.

Entre el chocolate caliente y el sofocón, creo que podría caerme redonda.

—Eso se puede solucionar.

Tira de mi jersey de lana hacia arriba y yo me lo dejo sacar sin pensar mucho en ello. En estos momentos me alegro de haberme puesto una camiseta de tirantes debajo. Mis manos también parecen obrar por libre, ya que me veo subiendo su camiseta y él no duda en quitársela. Acaricio su torso y me fijo en que tiene mejor cuerpo del que pensaba. Me dan ganas de no dejarle que se vuelva a poner la camiseta nunca.

Me besa de nuevo y después continúa por la mandíbula, bajando por el cuello y más tarde por el escote. Se me acelera la respiración, cosa que a él parece gustarle y no duda a la hora de ponerse sobre mí. Noto su cuerpo tenso sobre el mío y siento su respiración también agitada mientras vuelve de nuevo a mi boca y me besa con ganas.

Como ayer en la playa, un pequeño rayo de lucidez me hace darme cuenta de que las cosas se nos pueden ir de las manos y no creo que este sea el mejor momento para llegar tan lejos.

—Oye —susurro contra sus labios—. Te das cuenta de que tu madre puede aparecer en cualquier momento, ¿no?

Deja de besarme y apoya su frente contra la mía. Mantiene los ojos cerrados y sé que está intentando ser sensato.

—No creo que vuelva tan pronto. Además, no vamos a ir más allá de esto así que si entrara, tampoco tendría de qué escandalizarse. solo estamos pasando el rato.

Me mira esperando mi aprobación y la verdad es que no quiero que pare. Me da un rápido beso y me suplica...

—Solo cinco minutos más... por favor.

Esta vez soy yo la que le beso y con eso le estoy dando permiso para esos cinco minutos extras.

Cinco minutos... que se convierte en media hora o más. No miro el reloj, hasta que nuestros besos se han ido espaciando y hemos terminado el uno al lado del otro, envuelta yo en sus brazos.

—Quizás debería marcharme.

—No hay prisa. Mi madre aún no ha vuelto.

Eso creemos. Puede estar en el piso de abajo y no saberlo, tal era nuestra concentración en otros temas.

—Bueno, por lo menos, voy a elegir un libro. A eso he venido, ¿no? solo me faltaba volver con las manos vacías. Resultaría un poco sospechoso.

Me siento en el borde de la cama y cojo mi jersey dispuesta a ponérmelo. En cuanto me he separado de Ángel he notado frío. Él se pega de nuevo a mí, me sujeta las manos para que espere un momento y separa mi pelo hacia un lado. Con un cuidado increíble me besa la espalda y el cuello y si no para, seré yo la que me lance sobre él para volver a empezar. Como me doy cuenta de que intenta arrastrarme a su terreno y está a punto de salirse con la suya así que me levanto de un salto y me pongo el jersey antes de que me lo pueda impedir.

—¿Me tienes miedo?

—No me fío ni de ti ni de mí, así que prefiero guardar las distancias. Que sepas que yo, tampoco pensaba besarte hoy —miento.

No sé si se lo ha creído pero veo cierta desconfianza en su rostro. Coge su camiseta y se la pone. ¡Qué pena!

Se acerca hacia mí con interés y busco una escapatoria, pero como la habitación está tan llena de libros, acabo con la espalda apoyada en una torre de ellos.

—Hoy todo el colegio estaba hablando de lo que ocurrió el sábado —dice—. Ya has visto qué fácil resulta para todos que yo sea el malo. ¿Ahora entiendes a qué me refería cuando te dije que no te convenía?

Me encojo de hombros.

—A mí no me importa. Se olvidarán como de todo. Lo que no me gusta es que no me hables por su culpa. Estás más influenciado por ellos tú, que yo.

Se separa de mí dando por zanjada la conversación. Mira a su alrededor.

—¿Y bien? ¿Cuál eliges?

Comienzo a pasar el dedo por el lomo de los libros, leyendo los títulos. Me sorprende ver que son de lo más variados y la verdad es que muchos de ellos ya los he leído.

Cuando voy por la tercera torre de libros, encuentro lo que busco. Muevo varios, para poder rescatarlo y se lo muestro.

—¿1984? ¿De verdad?

Asiento.

—No sabes las ganas que tenía de leerlo pero no sé, es típico libro que siempre he ido relegando y no he comprado nunca.

Esboza una sonrisa sincera y me encanta.

—Vale. Léetelo rápido. Quiero poder hablar contigo de él.

Nos miramos en silencio y de pronto caigo en la cuenta.

—¿Y Aquiles?

Me siento fatal por no haberme dado cuenta antes, pero mi mente estaba a otras cosas, por ejemplo, los abdominales de Ángel.

—Aquiles... —Se rasca la cabeza pensativo—. Seguro que está cuidando a Pixca y sus crías.

Le miro interrogante y él me coge de la mano y me arrastra escaleras abajo.

—Ponte las botas y el chubasquero. Vamos a salir.

Mete su libro y el mío en una bolsa. Coge sus cosas y sale de la casa. Me parece que no tengo muchas opciones, así que me visto y salgo tras él.

—¿A dónde vamos? —pregunto.

Está diluviando.

—Al establo. —Me coge de la mano—. ¿Preparada? ¡Corre!

Salimos corriendo y me alegro de que el establo esté a unos pocos metros. Nos refugiamos en su interior y Ángel coge un farol a pilas y lo enciende.

—Aquí dentro no hay mucha luz. ¡Sígueme!

Huele a animales, pienso, hierba, estiércol... una mezcla de olores que me hace recordar por qué me negué a hacerme cargo de nuestros animales. Le sigo hasta el fondo pasando por la zona en la que están las vacas, el gallinero en el otro lado y un par de cerdos que nos observan con atención. De pronto, una sombra se mueve hacia nosotros y me doy un susto de muerte antes de ver que es Aquiles. Este se acerca a saludarme y le acaricio el hocico como respuesta.

—¿Qué haces aquí Aquiles?

Mira hacia el fondo como si me hubiera entendido y oigo unos maullidos que proceden de allí. Interrogo a Ángel con la mirada y este me hace un gesto con la mano para que le siga.

Andamos unos metros y veo que se agacha en un rincón lleno de paja. Está oscuro y hasta que no me acerco no distingo a cuatro preciosos gatitos mamando de una gata que deduzco será Pixca.

—Aquiles se pasa gran parte del día vigilándolos. Parece su padre.

Me agacho a su lado y aunque Pixca me mira con cierta desconfianza, no protesta. Observo a los gatitos, dos a manchas blancas y negras, uno rayado y otro negro. Me encantan los gatos negros.

Esperamos hasta que dejan de mamar y no tardan en acercarse a nosotros. El negro, como si supiera que es mi favorito, intenta subirse a mi bota, así que lo cojo entre mis manos.

—Tengo debilidad por los gatos negros —reconozco.

—Esa es la única hembra de la camada —me explica Ángel—. Están en el momento del destete. En cuanto no necesiten de su madre, tendré que buscar dónde colocarlos.

Me da pena que Pixca tenga que quedarse sin sus cachorros.

—¿No los echará de menos?

Se encoge de hombros.

—Quizás nos quedemos uno para que se críe con ella. De todas formas, cuando deje de tener leche la llevaremos a esterilizar. Cada vez es más difícil colocar a los cachorros y si no se la esteriliza seguirá quedándose preñada. Es su instinto.

Ángel tiene una especial sensibilidad con los animales. Primero con Aquiles, y hoy hablando de Pixca y sus crías. Le veo y me doy cuenta de lo importante que es, que una persona respete no solo a sus semejantes sino también a los animales. En la ciudad, no era tan consciente de esto, pero ahora lo veo claro.

Salimos del establo y parece que la lluvia nos da una tregua.

—Te acompaño hasta casa —me dice y echa a andar sin darme tiempo a opinar.

—Tu madre seguramente ya haya vuelto.

Me mira y me sonríe.

—Da igual, te acompaño de todas formas.

Cuando llegamos a la puerta, me arrepiento de no haberle besado en el establo, pues ahora no estamos en el mejor lugar para hacerlo y por su expresión creo que él está pensando lo mismo. Está claro que hemos perdido una oportunidad.

De pronto oigo risas en el interior, así que abro la puerta curiosa y al mirar hacia el interior, veo que nuestros padres están juntos charlando. Los cuatro. ¿Cómo han acabado juntos?

Entro, y Ángel me sigue extrañado. Nos detenemos en el marco de la puerta esperando una explicación por su parte.

—Hola chicos. Hemos decidido preparar algo y cenar todos juntos —aclara mi madre.

—Va... vale —respondo tartamudeando. Era lo último que me esperaba hoy. Le miro a Ángel sin saber muy bien que hacer y al final decidimos quitarnos las chaquetas y colaborar.

Cuando un par de horas después estoy acostada, pienso en lo raro que se me ha hecho cenar con Ángel y nuestros padres. Si hubieran sabido lo que estábamos haciendo un rato antes en su habitación... Cojo de la mesilla "1984" y comienzo a leer.

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