En alguna calle de Venecia

Door Vaaalmoon

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La música corre por sus venas, así como corren las aguas por los canales de la ciudad del amor. El vehemente... Meer

Editorial Cobellette
Introducción
Capítulo 1 •Turbulencia•
Capítulo 2 •Karma•
Capítulo 3 •Croissant y chocolate•
Capítulo 4 •Hipnotizada•
Capítulo 5 •Primer día•
Capítulo 6 •Caballo loco•
Capítulo 7 •Tarde de películas•
Capítulo 8 •Plantado•
Capítulo 9 •Mentirosos•
Capítulo 10 •Rarita•
Capítulo 11 •Inesperado•
Capítulo 12 •Tequila•
Capítulo 13 •Llámame por mi nombre•
Capítulo 15 •Amigos•
Capítulo 16 •El inicio de una guerra•
Capítulo 17 •Zona de peligro•
Capítulo 18 •Cannolis•
Capítulo 19 •Piscina, vodka y retos•
Capítulo 20 •Regla número seis•
Capítulo 21 •Fugaz•
Nota de la autora

Capítulo 14 •Perfectamente imperfecto•

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Door Vaaalmoon

—Ponle pausa, iré a buscar algo para comer. —dice Zahara.

Luego del incidente con el tonto de su hermano, nos vinimos a su habitación a ver una película.

Mi amiga se levanta de la cama y sale de la habitación. La curiosidad me carcome, así que al igual que ella, también me levanto y comienzo a recorrer el espacio, observando detalladamente.

Es una habitación muy bonita y muchísimo más amplia que la mía, las paredes son de un tono lila, muy lindo, decoradas con fotografías, dibujos y afiches. Me detengo cuando una foto llama mi atención, sin vergüenza alguna la tomo entre mis manos para apreciarla mejor, en ella se observa un pequeño niño con una bebé en brazos, en la parte trasera tiene una dedicatoria: "Zaid junto a su pequeña princesa Zari"

Devuelvo la foto a su lugar cuando escucho mi celular sonar, regreso a la cama donde lo dejé y la pantalla se ilumina con el nombre de Allan, me está llamando.

La puerta se abre dejándome ver a Zahara con un plato de palomitas y dos vasos de refresco a punto de caerse.

—No estaría mal si me ayudaras con esto. —dice, a lo que yo respondo con una carcajada.

—Me está llamando Allan. —comento, mientras le ayudo con las palomitas.

—¿Y cuál es el problema?

—Que no sé que decirle, seguramente querrá una explicación. —digo mientras nos sentamos en la cama.

—Debes dársela. —dice mi amiga.

—Ah, si, lo siento Allan, me he desaparecido porque el chico que me trae loca resultó ser el hermano de mi amiga y ahora estoy confundida entre si me gustas tú o me gusta él. —tomo un puñado de palomitas. —¿Esa te parece una buena explicación? —pregunto con la boca llena.

—Podrías decirle que enfermaste y estuviste en el hospital.

—Uy no, Dios me cuide.

—Pues entonces dile que yo estaba enferma y tú estuviste cuidándome. —propone.

—Mm, no suena mal.

La pantalla de mi celular se vuelve a iluminar, esta vez es un mensaje.

Allan: "Alessia, no quiero molestarte, pero estoy algo preocupado. Solo quiero saber si estás bien".

—No seas mala, respóndele. —dice Zahara.

—Lo haré luego, reanuda la película. —le pido.

***

Una hora después ya había terminado, me duele el abdomen de tanto que nos reímos, pues la película era una comedia.

—¿Te quedarás a cenar? —me ofrece mi amiga.

—No creo, ya debería irme, mañana tengo clases. —explico.

—Eso no tiene nada que ver, puedes quedarte a cenar y luego te vas. —dice. —El mismo tiempo que te vas a tomar cenando aquí, te lo tomarás cenando en tu casa, así que cuando tengas una mejor excusa te la aceptaré. —sonríe.

«Que niña tan astuta y manipuladora»

—Bien, me quedaré a cenar. —digo girando mis ojos. —¿Cocínanos juntas?

—¿Cocinar? —me mira confusa. —No, amor, la señora Mery es la única que cocina en esta casa.

—Entiendo, privilegios de la gente millonaria. —rio.

—Que tontería. —suelta una carcajada.

—Oye Zahara. —la miro. —Me alegra mucho verte mejor. —sonrío.

Zahara baja la cabeza y se coloca un mechón detrás de su oreja.

—En parte es gracias a ti, me has mantenido animada. —me mira y sonríe. —También porque mis padres no están en casa, así que no tengo que aguantarme sus peleas.

—Eso es bueno.

—Bajemos. —ordena.

Al llegar a la cocina ya no me sorprendí, era de esperarse que sería igual de linda y extravagante como el resto de la casa. Nos sentamos en el comedor, que tiene una hermosa vista hacia el área de la piscina.

—¿Qué quieres comer? —me pregunta Zahara.

—Lo que sea, está bien. —digo.

—Señora Mery, ¿puede hacernos pasta, por favor? —le pide Zahara.

—Ya había hecho la cena, pero la guardaré para luego y les hago la pasta. —dice la señora uniformada.

—¡No! —exclamo. —¿Cómo se le ocurre?, comeremos lo qué hay. —le dedicó una sonrisa.

—¿No quieres pasta? —me pregunta asombrada mi amiga.

—Dije que quería lo que sea, y si ya ella tiene la comida lista no vamos a despreciarla. —explico.

—No se preocupe por mi señorita, es mi trabajo complacerlos en lo que deseen. —me explica nerviosa la señora.

—Queremos lo que preparó, por favor. —le indica Zahara.

Mary asiente y luego se aleja.

—Gracias. —le digo a Zahara. —Por dejarla tranquila, me daba pena que tuviera que hacer más comida solo por un capricho, también es un ser humano. —añado.

El sonido de un portazo seguido de pasos escaleras abajo interrumpen nuestra charla, haciéndonos girar para enfocar nuestra atención en el final de las escaleras.

Zaid aparece en nuestro campo de visión, pero no está solo. Una rubia con el cabello hecho un desastre camina detrás de él.

—¡Hola querida Zari! —le sonríe amablemente la chica, luego, me mira de pies a cabeza.

—Zahara para ti, Zari es únicamente para mis seres queridos. —le dice esta con un tono de indiferencia.

—Oh, disculpa. —dice avergonzada.

—Camina. —le ordena Zaid, dirigiéndose a la puerta principal.

—¿Me vas a acompañar? —le pregunta la rubia una vez fuera de la casa.

—No, adiós Vanessa. —dice Zaid, cerrando la puerta.

—¡Espero que me vuelvas a llamar! –grita la chica desde afuera. 

—Espera sentada para que no te canses. —responde él, caminando hacia nosotras.

Me sorprendió su horrible actitud con la chica, pero a Zahara no. Parece estar acostumbrada.

Mery se acerca, dejando sobre la mesa un gran plato lleno de sushi y una jarra de jugo.

—Mery por favor tráeme un plato, también voy a comer. —pide Zaid, sentándose justo frente a mí.

«No lo mires, ignóralo y come en paz»

—Buen provecho, pequeña. —me dice mirándome a los ojos. —Perdón, Alessia. —ríe.

—Buen provecho para ti también, idiota. —le digo volteando mis ojos.

—A ver si cuando me conozcas mejor seguirás pensando que soy un idiota.

—¿Quién dijo que quiero conocerte mejor?

—Eso ya lo veremos Alessia, lo veremos...

—Bueno. ¿Pueden dejar de comportarse como niños y comer como personas civilizadas? —añade Zahara.

—Díselo a tu hermanito, yo estaba tranquila.

—Si dejaras de mirarme así, tal vez yo no te molestaría. —dice Zaid con una sonrisa pícara.

—¿Y cómo se supone que no te mire si de doce sillas que hay, decidiste sentarte en la que está frente a la mía? —rebato. —Además "mirarme así" ¿Cómo te estoy mirando según tú? —inquiero.

—Como si quisieras saltar esta mesa ahora mismo y besa...

—¡Zaid respeta! —interrumpe Zahara.

Siento como la sangre corre por mis mejillas, que vergüenza debo parecer un tomate.

—Vale, no dije nada. —levanta sus manos en señal de rendición.

Al fin el silencio se hizo presente en este lugar, todos decidimos ignorarnos los unos a los otros y solo dedicarnos a comer.

Siento la mirada de Zaid casi atravesándome, así que hago mi mayor esfuerzo para no mirarlo.

Estiro mi mano hacia el plato que está en el centro de la mesa y tomo unos palitos chinos, los separo en un vano intento de agarrarlos correctamente.

Cómo pude los acomodé en mis manos y me dispongo a tomar un roll, pero claramente al estar sosteniendo los palitos como una tonta fracaso en mi intento.

La vergüenza se apodera de mí y desearía salir corriendo del sitio. Zaid se percata de la situación y decide intervenir.

Con su técnica perfecta de comer con palitos, agarra varios rolls y los coloca sobre mi plato, levanto la mirada y él ya me está viendo fijamente, mi cuerpo está vuelto gelatina.

—Gracias. —digo con sinceridad.

—No hay de qué. —me sonríe mientras guiña un ojo.

Aparto nuevamente mi mirada de la suya, como si esta fuera letal, como si el acto de observarnos mutuamente me quemara.

—Puedes hacerlo así. —Zahara me muestra cómo sostiene un roll con sus manos, y se lo come sin usar palitos.

Solo asiento y le dedico una sonrisa penosa, para luego imitarla.

***

La cena por fin transcurrió tranquila, sin disputas, sin peleas, sin comentarios fuera de lugar y sin miradas.

Tomo mi plato y me levanto llevándolo al fregadero. Abro el grifo dejando correr el agua, cuando me dispongo a tomar la esponja una mano sobre la mía me detiene.

—Déjelo, por favor. —me pide Mery. —Lo haré yo, señorita. Usted es la invitada, no debe molestarse.

—No es ninguna molestia, en mi casa acostumbramos a que debemos lavar cada quien nuestro plato. —explico.

—En su casa no le pagan a alguien para que lo haga. —añade. —En esta casa si lo hacen, así que no puedo permitir que haga mi trabajo.

—Entiendo, entonces lo lamento. —me disculpo.

—No se preocupe. —sonríe Mery.

Me giro sobre mis talones para regresar al comedor.

—Zahara, no quisiera ser maleducada, pero debo irme.

—Si entiendo, ven te acompaño a la salida. —se levanta, invitándome a caminar junto a ella.

La sigo hasta la puerta, pero un pensamiento me detiene.

«No quieres ser maleducada, pero te piensas ir sin despedirte del chico, ¡Cuanta educación!»

Me regreso al comedor y Zahara me sigue. Ahí está Zaid sentando en el mismo lugar, jugando con una servilleta.

—Eh... —dudo. —Adiós.

Él levanta su cabeza para así poder mirarme.

—No digas adiós, es hasta luego. —sonríe. —¿O es que acaso no quieres verme nunca más? Porque para mí un adiós es para siempre. —comenta.

—Bien, entonces hasta luego. —respondo con indiferencia.

—Gracias por venir, fue un placer.

—Umjú, igualmente.

—Ahora sí, vamos. —Zahara me toma del brazo.

Me giro para seguir mi camino.

—¡Invítala el viernes! —grita Zaid.

—¿Quieres venir el viernes a una pequeña reunión que haremos en la piscina? —me ofrece mi amiga.

—Me lo pensaré, gracias.

—No acepto un no por respuesta. —ríe.

—Te avisaré. —digo. —Muchas gracias por todo, fue agradable pasar tiempo juntas, nos vemos después. —la abrazo.

—Igual me lo pase muy bien. —separa el abrazo y entra a su casa, cerrando la puerta.

Salgo hasta el jardín y una decisión apresurada me hace sacar mi teléfono para enviar un mensaje.

"Hola Allan, disculpa, sé que te debo una explicación. Pasaré por la cafetería".

Guardo mi celular y termino de salir del jardín. Ya en la calle le doy un vistazo a la casa por fuera, pues cuando llegué por estar hablando por teléfono no le presté mucha atención.

Está rodeada de altas rejas negras, y desde aquí se puede apreciar la gran fuente qué adorna el centro del jardín.

Levanto mi vista hacia el balcón y mi corazón dio un vuelco.

Allí estaba él, recargado sobre el balcón, sosteniendo un cigarrillo con su mano derecha y mi libro favorito con la izquierda. Tan perfectamente concentrado en su lectura como el primer día en que lo vi, en aquella góndola.

¿Cómo puede ser tan perfecto y tan repugnante a la vez?

N/A:
Hola❣️ tenía tiempo que no dejaba nota de autora.
Disculpen que he tardado en actualizar, no había tenido mucha inspiración pero me obligué a escribir ya que no me gusta dejarlos sin el capítulo de cada semana.
Espero que les esté gustando la historia.

Me ayudarían mucho votando y me encantaría que comentaran que les pareció el capítulo.
¡Hasta la semana que viene!❤️

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