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—Hola, mamá— dije mientras nos sentábamos en el sofá de la sala de estar. Teníamos la primera película de Rocky y la estábamos viendo atentamente.
Mi madre suspiró antes de agarrar el control remoto y pausar el programa. —¿Qué quieres?— Ella se vuelve hacia mí expectante.
Le envié una sonrisa demasiado dulce. —Mami linda,— empiezo mientras su rostro permanece sin cambios. —¿Crees que puedo ir a Nueva York más tarde?
Ella solo me miró por un minuto antes de estallar en carcajadas. —Lo siento, pensé que habías dicho que querías ir a Nueva York hoy—. Dice entre risas.
—Eso es lo que dije— le digo con calma.
Ella se burla de mí. —No.— Alcanza el control remoto pero lo agarro antes de que pueda. —¡Oye!
—Por favor— le pido a mi mamá. —Hay un concierto y tienen una gran alineación.
—No voy a dejar que vayas sola hasta Nueva York.
—Mamá—, arrastré con el ceño fruncido. —Por favor, esta es la única oportunidad que tengo.
Ella rodó los ojos hacia mí. —No seas tan dramática, estoy segura de que tocarán en otro espectáculo.
Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, solté una de las que probablemente fueron las peores mentiras de la historia. —Me voy con Tristán.
—¿No está en la escuela militar?— Ella preguntó sospechosamente. Mi madre, por alguna extraña razón, le cae bastante bien con Tristan. Probablemente porque nunca estrelló un auto conmigo.
—Sí, pero él está en un descanso durante el verano—. Mentí, hombre, era bueno en eso. —Él quería pasar el rato. Es por eso que esta es la única oportunidad que tendremos.
—¿Él quería pasar el rato? ¿En Nueva York?— Ella repite. —No sé, es tan lejos y no conocemos a nadie allí.
—Tristan tiene una tía que vive allí, son muy cercanos—. Intento convencerla. —Ella es doctora—, ahora solo estaba mintiendo.
Ella niega con la cabeza con un suspiro. —¿A qué hora tienes que irte?
No podía creerlo, en realidad me había dejado ir. —¡Gracias!— exclamé antes de envolverla en un abrazo. —Tendremos que estar allí a las siete, así que tendremos que irnos unas horas antes.
—Está bien, los llevaré a ustedes— Ella dice cuando sentí que la sonrisa caía de mi cara.
Aparto su sugerencia con la mano. —No tienes que hacerlo, ya tenemos los boletos para el autobús.
Ella levantó una ceja hacia mí. —¿Estás seguro?
—Positivo—, comencé. —Tomará el autobús desde Hartford y lo encontraré allí.
—Está bien, solo asegúrate de decírmelo antes de irte—. Ella cede mientras detiene la televisión. —Si recibo una nota que dice '¡Fui a Nueva York, adiós!' Te castigaré hasta que tengas cincuenta.
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Cuando dieron las cuatro en punto, me estaba mirando en el espejo para asegurarme de que me veía lo suficientemente decente como para que me vieran en Nueva York.
Como era verano, los suéteres y las chaquetas eran un gran no. Así que me había conformado con una simple camisa blanca con un par de jeans oscuros. Revisé mis bolsillos para asegurarme de que tenía algo de cambio y mi libro. Dudaba que necesitaría este último, pero nunca se puede estar demasiado preparado.
Escuché algo de ruido afuera de mi ventana y me dirigí a abrirla. Miré por la ventana para ver a Jess de pie allí con las manos en los bolsillos. Levantó la vista y me dio un pequeño saludo.
—¿Debería subir?— Lo escuché preguntar débilmente.
Sacudo la cabeza como respuesta. —Solo espera allí.
Cerré la ventana y miré mi habitación para asegurarme de que estaba limpia. Cerré la puerta de mi habitación detrás de mí y bajé las escaleras.
Mi mamá se sentó en la pequeña mesa de la cocina con un plato de panqueques frente a ella. Llevaba los mismos pantalones deportivos de antes junto con una camiseta holgada. Cuando me vio bajar las escaleras miró hacia arriba.
—¿Ya te vas?
—Sí—, le digo nerviosamente, no queriendo que se inmiscuya más. —Regresaré bastante tarde, así que no esperes despierta, tengo la llave.
Mi mamá asiente con la cabeza, causando que algunos mechones de cabello castaño caigan sobre sus ojos. Me acerco a ella y le doy un pequeño abrazo por detrás. —Hay algo de dinero junto al teléfono— me dice con una pequeña sonrisa.
—Gracias— le agradezco con un beso en la mejilla. —Adiós.
—Adiós, niña— dice mientras recojo los billetes de dólar de su lugar debajo del soporte del teléfono y salgo por la puerta.
Miro a mi alrededor en busca de Jess cuando escucho que la puerta se cierra detrás de mí. Parecía ser muy bueno escondiéndose. Caminé alrededor de la casa por un rato, deteniéndome debajo de mi ventana para asegurarme de que no se había subido.
—Oye—, lo escucho decir detrás de mí, haciéndome saltar.
Dándole una pequeña sonrisa, me estiro y presiono un suave beso en su mejilla. No tenía que preocuparme mucho de que la gente viera, ya que nuestro patio trasero estaba rodeado de árboles.
—¿Estás lista para ir?— Preguntó mientras yo asentía y ambos nos dirigíamos a la parada del autobús.
Una vez que nos acomodamos en nuestros asientos en el autobús, Jess puso su brazo alrededor de mi hombro. Conseguí el asiento de la ventana mientras que Jess consiguió el pasillo. Ambos sabíamos que el asiento junto a la ventana era mi favorito. No había nadie en el autobús que ninguno de nosotros reconociera, así que no teníamos que preocuparnos por cómo actuábamos entre nosotros.
—¿Cómo conseguiste que tu madre te dejara ir hasta Nueva York?— Preguntó cuando el autobús comenzó a moverse.
Jugué con sus dedos que colgaban de mis hombros. —Puede que le haya dicho una pequeña mentira piadosa.
Me miró con una sonrisa curiosa. —¿Y cuán pequeña es esta mentira piadosa?
—Bueno—empiezo con indiferencia, —Ella piensa que salí con un amigo—. Sabiendo que Jess tenía un pequeño problema con Tristan, no quería mencionarlo.
—¿Qué amigo?
Allí va. —Tristan,— comencé mientras observaba su reacción.
Jess solo gimió. —¿Ese idiota?— Dice exasperado. —A tu madre le parece bien que vayas a Nueva York con ese tipo—. Si no lo conociera mejor diría que está loco. Pero yo lo conocía mejor.
—¿Estás celoso?— Bromeé con una sonrisa arrogante.
Me saca la lengua infantilmente. —¿Yo? ¿Celoso de ese tipo? De ninguna manera—. Mientras se retorcía ligeramente en su asiento, solté una carcajada.
—Estás tan celoso—, continué mientras un leve tinte rojo aparece en sus mejillas.
Lo sentí enterrar su rostro en mi cuello. —Cállate— lo sentí murmurar. Cuando levanta la cara hacia arriba para que yo vea que tenía un pequeño puchero. —Estoy siendo intimidado.
Aparté su puchero con un beso y lo sentí sonreír en el beso. —Sabes que no tienes nada de qué preocuparte—, le aseguré a uno que me aparté.
—Me alegra escucharlo—, dice mientras apoyo mi cabeza en su hombro.
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—¡No puedo creer que hayas dicho eso!— Jess exclama mientras los dos caminamos por las concurridas calles de Nueva York.
Me río mientras muevo nuestras manos entrelazadas de un lado a otro. —Es cierto, Indiana Jones definitivamente habría perdido ante James Bond.
—En primer lugar—, comienza Jess, —no sería una pelea justa, porque Indiana Jones no tiene un arma.
—Incluso si la tuviera, habría perdido.
—Todavía no es justo—, dice mientras serpenteamos entre la gente en las calles mientras nos dirigimos a la sala del concierto. —Ni siquiera están en la misma categoría.
—Bueno, entonces, ¿Quién estaría en la misma categoría que James Bond?
Jess piensa por un momento antes de responder. —Batman.
Gimo ante la mención del superhéroe. —No me hagas empezar con ese tipo—. Mis ojos fueron arrastrados hacia un puesto de comida que pronto inspeccioné más de cerca, vendía bagels y café. —Jess,— tiré de su mano con entusiasmo mientras lo arrastraba hacia el estrado. —¿Tenemos tiempo?
Miró su reloj mientras hacíamos fila detrás de una pequeña familia de tres. —Tenemos media hora para llegar allí, así que sí.
Cuando fue nuestro turno de ordenar, cada uno tomó un café mientras yo tomaba un bagel. Necesito recordar agregar bagels en mi lista de razones para mudarme a Nueva York. Son otro nivel de delicioso. Conseguimos nuestra comida y nos dirigimos de regreso a la dirección del lugar.
Jess sostuvo nuestras dos tazas de café, haciéndome más fácil comer mi bagel. Ninguno de nosotros habló mientras terminábamos nuestra comida. Eso era algo que me gustaba de Jess. Era como si nunca nos quedáramos sin cosas con las que hablar, pero en las raras ocasiones en que lo hacemos, el silencio no nos molestó en absoluto.
—¿Estás lista?— Preguntó mientras estábamos parados frente al salón donde se llevaría a cabo el concierto. La gente entraba y salía por las grandes puertas, hablando en voz alta. El lugar se llenó más a medida que pasaba el tiempo. Tiramos nuestras tazas de café vacías a la papelera de la calle.
—Estoy lista—, estuve de acuerdo antes de que nos dirigiéramos adentro.
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Mientras salíamos de el concierto, aún podía escuchar el ritmo de los tambores resonando en mi oído junto con la adrenalina que me recorría.
—¡Esta es la mejor noche de mi vida!— Le digo a Jess, sin darme cuenta de que estaba gritando. —¡Creo que incluso vi a Mark Hoppus sonreírme!
—Cassie, estabas gritando—. Dice con una leve risa. —Y dudo que lo haya hecho.
La noche de verano era más fresca que el día. Las luces de los muchos edificios iluminaban el cielo mientras Jess y yo caminábamos por las calles. Era como si todos en la ciudad de Nueva York fueran noctámbulos. Había diez veces más gente en las calles por la noche que durante el día.
—¿Tienes miedo de la competencia?— pregunté con una sonrisa. —Además, creo que puede que me haya reventado un tímpano— medio en broma mientras Jess envolvía su brazo alrededor de mi cintura.
Él me echa un pequeño ceño fruncido. —Bueno, entonces, ¿Quién me ayudará a burlarme de Taylor en esas locas reuniones de la ciudad?
—Estoy segura de que Luke te ayudará—, comencé cuando el zumbido en mis oídos cesó. —Está bien, la audición vuelve a la normalidad.
—Eso es bueno—, comienza Jess, —Ahora podemos cenar sin que le grites al mesero.
Nunca identifiqué a Jess como del tipo 'te llevaría a cenar'. Pero me gustaba este lado de él. El lado dulce y cariñoso que la gente rara vez llega a ver. El lado de él que me preguntó durante todo el concierto si podía ver y se ofreció a ponerme sobre sus hombros. Estaba más que feliz de poder verlo así.
—¿Vamos a ir a uno de esos restaurantes elegantes con las servilletas rojas?— Yo consulté. —Porque sé a ciencia cierta que ninguno de nosotros puede permitírselo.
—No vamos a ir allí— dice. —A menos que quieras. Porque si lo haces, podemos ir.
Sonrío ante su dulce oferta. —Gracias, pero no. Estoy segura de que me encantará donde quiera que vayamos.
—Eso es bueno, porque estamos aquí—. Nos detuvimos frente a un restaurante que tenía un letrero de Mickey Mouse con luces de neón rojas y verdes. Los grandes ventanales daban una vista clara de las mesas y sillas que estaban casi todas ocupadas dentro del restaurante.
—Bienvenido a Mickey's Pizza— me dijo Jess con una sonrisa.
Mis entrañas se hinchan por el hecho de que me había llevado a una de mis pizzerías favoritas. Creo que probablemente se lo mencioné solo una vez. —Realmente me conoces—le digo antes de tomar su mano y abrir las puertas del restaurante.