Fred acababa de llegar al pisó después de haber arreglado el desastre que él y su prometida habían dejado en el despacho del almacén.
El rico olor a pizza inunda sus ondas nasales, dejándole un buen sabor que desear.
Entra a la cocina y ve a su hermano gemelo junto a su prometida y a su hermano Charlie.
-¿Y esta exquisitez?- pregunta un divertido Fred entrando por la puerta -. George, hermano, ya puedes bajar y entrevistar a la que queda.
-Tío, ¿qué has hecho? Que has tardado una hora.
Fred sonríe, recorriendo con la mirada el cuerpo de su chica, que ahora llevaba el vestido turquesa con el que había llegado desde un primer momento.
-Pues entrevistarlas... es que había llegado otra chica, y bueno, la he tenido que entrevistar.
-Uh, Ylenia, pendiente de este que te lo roban- bromea George antes de irse.
La chica suelta una pequeña risa mientras nota como Fred se acerca por detrás.
Cuando Charlie se agacha para mirar cómo está la pizza, el otro pelirrojo aprovecha para dejar un beso en el cuello de la castaña.
-Que guapa estás- halaga mientras baja su mano hasta su trasero con algo de disimulo por la presencia de su hermano.
-¿Sí? Creía que te gustaba más el color rojo.
-Me gustan los dos- susurra, haciendo chocar el aliento contra su cuello -, ambos sacan diferentes lados de tu personalidad.
-¿Y cuál te gusta más?
-No puedo elegir uno.
-Basta de cháchara- regaña el hermano mayor de Fred -, hombre ya, que se me quema la pizza.
Ylenia ríe.
-Ayuda a tu hermano- ordena y éste obedece.
-Ay que ver- Charlie suspira, sentándose en una de las sillas mientras quitaba el falso sudor de su frente -. Le haces caso a tu mujer y a tu hermano mayor no...
-Hombre..- ella asiente.
El pelirrojo menor ríe.
-¿Nos quedamos a comer?- pregunta la Lupin.
-¿No querías almorzar fuera?
-Quería almorzar contigo- se encoge de hombros, mientras el otro se acerca a ella -, y ya que estamos... aprovechamos y estamos con los tontos de tus hermanos un rato.
-Vale- Fred rodea su cintura con una mano y la acerca para besarla.
-Que sigo aquí- se queja Charlie.
La pareja sonríe y sigue profundizando su beso.
-Que asquerosos que son- se levanta indignado -, mas allá hay dos habitaciones.. métanse en una- dice mientras sale de la cocina.
Fred ríe, separándose del beso.
La castaña sonríe con dulzura.
-Me encanta verte feliz.
-Contigo lo estoy siempre.
Ylenia sigue con aquella sonrisa y se alza para besar sus labios de manera tierna.
-Anda, mira la pizza.. voy a echarle una mano a Bill abajo.
-No...- se queja, haciendo puchero.
Ríe.
-Venga ya, que no me voy a partir las manos- le guiña un ojo y sale de la cocina.
Ni si quiera en su día libre había podido estar con sus hijos, pues, los hermanos Weasley se los habían llevado al mundo muggle para dar un paseo y ella se había quedado en la tienda ayudando a los gemelos.
JJ y Georgia eran los más queridos por la familia, especialmente por sus tíos y abuelos... la locura que tenían con ellos no era normal.
Ylenia suelta un suspiro, mirando a su prometido que estaba hablando con Edward en el mostrador. No había mucha gente, pues los domingos solían ser bastante tranquilos en el Callejón Diagon.
Ve como ambos la miran y decide acercarse, en el camino, el castaño se marcha antes de que ella llegue. Esta frunce el ceño, confundida, aunque con algo de sospecha.
-¿Qué pasa?- pregunta.
Fred niega con la cabeza.
-Nada, ¿por?
-¿Qué hablabas con Ed?
El pelirrojo suelta un suspiro.
-Le estaba diciendo que no me gusta que trabajes en la tienda.
-No trabajo, sólo ayudo. Además, no entiendo porqué esa manía tan fea de que no me dejes ni tocar un mueble- bufa, replicando.
Sonríe al ver su pequeño mosqueo.
-Cariño, es domingo- comienza a hablar con un tono bajo y cálido -, es tu día libre, y en vez de disfrutarlo o estar relajada estás aquí en la tienda.. bastante cansada llegas todos los días como para trabajar también en tu día libre...
-Pero estoy contigo... me es suficiente. Nunca estoy contigo... y para un día que puedo estarlo, ¿que más da dónde o cómo sea? A mi no me cuesta nada ayudar. Nada.
-Lo sé- asiente -... pero es que no me gusta.
Ylenia sonríe.
-Es que me da igual, Fred. Me seguirás diciendo que no te gusta, y yo seguiré viniendo a ayudar las veces que me venga en gana.
-Lo sé- dice, soltando una risa sonora y dulce -, tu testarudez me gusta, pero no en estos casos...
-Es lo que hay- se encoge de hombros, pasando a su lado del mostrador -, hubieras elegido a otra menos cabezota.
-Nunca- dice con naturalidad y La Lupin no se resiste a sonreír ampliamente -. En la vida, vaya...- se inclina para dejar un beso en su cabello antes de atender a un cliente que llegaba al mostrador.
Tras el día domingo no libre, la pareja llega a la casa Lupin, ambos cansados. Los hermanos del pelirrojo habían suplicado para que le dejasen a los mellizos la noche, y accedieron tras ser convencidos, mayormente por Charlie y George. No querían pasar tanto tiempo separados de ellos, pero también tenían derecho a disfrutar de sus sobrinos, además, sabían que estaban bien cuidados con ellos así que no había gran problema.
Tras saludar a Remus y charlar un rato con él en la cocina, Ylenia se percata de que Edward no está, lo que le parece... raro, ya que hoy no tenía donde ir según él
Le había pedido la casa y ella no se la había dejado, ¿habría llevado a la chica a un hotel?
No, que va, es demasiado tacaño como para gastar dinero en eso.
¿Habría decidido ir a casa de su abuelo?
No lo sabía, decía que le daba cosa.
Decide dejar de pensar en eso y se le ocurre una idea.
-Fred- llama, y el nombrado y el suegro de este la miran -, quiero llevar unas cosas a la casa- comenta, comiendo una empanadilla que su padre había hecho -. Las cajas que tenemos hechas, dejémoslas ya allí y dejamos de ocupar espacio.
-¿A..Ahora?- el chico se tensa tras beber de su té helado de sandía -. No- niega, casi atragantándose -, es muy tarde, nena, ya mañana...
-No, quiero llevarlas ahora.
Sabía que había algo raro.
Pero, ¿el qué?
-Es que...- mira a su suegro, suplicante, y vuelve la mirada a su prometida - estoy muy cansado, ¿sabes?
-Bueno- se levanta de la silla y se acerca a la de él -, no te preocupes- deja un beso en su coronilla y sonríe -. Yo las llevo en un momento- hace el amago de irse pero él agarra su brazo.
-No- la suelta con delicadeza.
-¿No?- alza las cejas, esperando que diga algo.
Fred tose.
-Que no... que yo las llevo mañana- se levanta de la silla, todavía tenso -. Ahora no, que es muy tarde, muy de noche.
-¿Bromeas? La casa está a ocho pasos- ríe, mirando a ambos hombres.
Remus, que estaba algo confuso por la conversación tan rara, tose, captando la atención de la pareja.
-Hija, hazle caso a Fred- insiste él también -. Id mañana, sin prisa y con tiempo.. que estaréis cansados.
La castaña chasquea la lengua.
-Pero que pesados- se queja -, que las quiero llevar ahora- los pierde de vista y camina hacia la sala donde había dos pares de cajas de cartón. Agarra dos de ellas pero detiene su camino cuando alguien se interpone.
-Nena, estate quieta, vamos mañana- Fred intenta quitarle las cajas pero ella da media vuelta.
Remus llega tras su yerno, intentando percatarse de la situación.
-¿Me quieres dejar?- ella camina hacia la puerta principal, la abre con dificultad por las cajas y sale, con los dos hombres persiguiéndola en el camino hacia la otra casa -Que no me voy a perder, dejadme.
-Ylenia- llama el pelirrojo, intentando frenarla, pero ella caminaba a paso ligero para llegar lo más antes posible -, para.
-¿Por qué?- pregunta, sin detener su rápido paso.
-¿Pero qué pasa?- el hombre lobo, que no se enteraba de nada, caminaba detrás de la pareja.
-Ylenia- vuelve a llamar el Weasley -, párate ya, ¿vale?
La castaña se detiene, pero ya están en la puerta de la casa.
-Dame las llaves.
Fred alza las cejas.
-No.. no las tengo aquí.
Suspira.
-Bueno, pues entro por el jardín- comienza a darle la vuelta a la casa para llegar al ventanal del jardín, aún con los dos hombres yendo tras ella.
-Volvamos mañana- insiste su prometido.
-Hombre, ya que estamos aquí..- interviene Remus.
-Exacto- la menor deja las cajas en el suelo para dedicarse a abrir la gran puerta ventanal del jardín que daba a la sala de la casa -. Coge las cajas- le ordena a su prometido y éste no tiene de otra que obedecer, suspirando angustiado.
Traspasa la puerta y se queda boquiabierta al ver a aquella morena desnuda en el sofá de su casa.