SUNFLOWER | Harry Potter

By etrnaldream

311K 25.3K 45.3K

ใ…คโช ๐—ฆ๐—จ๐—ก๐—™๐—Ÿ๐—ข๐—ช๐—˜๐—ฅ. ใ…ค๐’˜๐’Š๐’•๐’‰ ๐’๐’๐’—๐’†, etrnaldream.โœโœ El girasol simboliza el amor y la admiraciรณn, y es... More

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐•ป๐–—๐–”๐–‘๐–”๐–Œ๐–š๐–Š.
Chapter one.
Chapter two.
Chapter three.
Chapter four.
Chapter five.
Chapter six.
Chapter seven.
Chapter eight.
Chapter nine.
Chapter ten.
Chapter eleven.
Chapter thirteen.
Chapter fourteen.
Chapter fifteen.
Chapter sixteen.
Chapter seventeen.
Chapter eighteen.
Chapter nineteen.
Chapter twenty.
Chapter twenty-one.
Chapter twenty-two.
Chapter twenty-three.
Chapter twenty-four.
Chapter twenty-five.
Chapter twenty-six.
Chapter twenty-seven.
Chapter twenty-eight.
Chapter twenty-nine.
Chapter thirty.
Chapter thirty-one.
Chapter thirty-two.
Chapter thirty-three.
Chapter thirty-four.
Chapter thirty-five.
Chapter thirty-six.
Chapter thirty-seven.
Chapter thirty-eight.
Chapter thirty-nine.

Chapter twelve.

8.7K 771 1.4K
By etrnaldream


𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐂𝐄
───────────────
Dejándose llevar.

.

LOLA WINDSOR.

Definitivamente iba a entrar en un colapso.

Ni siquiera podía tragar tranquila el desayuno de hoy, martes. Porque lo único que corría por mi cabeza era todo lo que sucedió ayer en la oficina del señor Potter.

Al principio creí que estaba loca; seguramente yo estaba malinterpretando las cosas y acciones que él realizó desde el momento que entré en su oficina, pero llegaron a un punto donde pensé:

¿Un profesor haría todo ésto con una alumna durante un castigo?

Era obvio que no, y por esa misma razón me provocaba dolor de cabeza.

¿Lola?

Parpadeé al escuchar una voz masculina a mi lado, y giré mi cabeza para saber de quién se trataba.

Scorpius y Némesis venían juntos; el rubio se sentó a mi lado con las piernas a un lado contrario que yo, y la pelinegra se quedó de pie, observando de reojo lo que había en la mesa.

—Scorpius. —murmuré— ¿Qué pasa?

—¿Te encuentras bien?

Asentí. —Sí, ¿por qué?

—Bajaste más temprano de lo normal y no nos esperaste. —intervino Némesis, cruzándose de brazos.

Rasqué mi mejilla tras una mueca, y volví a retomar mi postura con la vista puesta al frente, dando directo con un pequeño grupo de Hufflepuff que parecían disfrutar su desayuno.

Algo que yo deseaba hacer ahora mismo, pero se notaba que los chicos estaban dispuestos a atacarme con preguntas.

—Me desperté temprano, unos veinte minutos antes de que sonara la alama, así que decidí levantarme e ir a la biblioteca un rato. —respondí.

Ellos se quedaron en silencio unos segundos, y por lo que se me permitía ver de reojo, noté que se miraban entre ellos.

Estaba intentando que mis respuestas fueran lo más convincentes posibles; claro, era cierto que me había ido antes, pero no confesaría que era lo que me ha mantenido activa desde la madrugada.

Incluso desde que volví a mi habitación después del castigo, el cuál terminé más rápido de lo que esperaba.

—¿Dónde está Albus? —decidí preguntar.

—Dijo que iría a hablar con el señor Potter, pero ya venía, no quería perderse el desayuno.

Asentí cortamente, aclarando mi garganta y tomando la tostada de mi plato para darle una pequeña mordida; tenía mi estómago revuelto, y si estaba ingiriendo un alimento era para no recibir regaños de Némesis.

Y cuando notaron que no deseaba hablar más, Scorpius se puso de pie, inclinándose para dejar un pequeño beso en mi cabeza.

—Vuelvo en un rato. —murmuró suspirando— Y termina todo tu desayuno.

Sus palabras me hicieron sonreír.

—Está bien.

Entonces se fue por el mismo sitio que había venido, y Némesis aprovechó el espacio que dejó a mi lado para sentarse de la misma forma que él lo hizo, con un codo apoyado en la mesa.

Alcé una ceja ante su postura, viéndola de pies a cabeza.

—¿Qué?

—¿Dónde estuviste ayer?

Solté una pequeña risa. —Con el profesor Longbottom, les dije que él me ayudaría con los girasoles cerca de la cabaña de Hagrid.

—¿Y eso te hizo volver casi a las nueve de la noche? El toque de queda es a las ocho.

Tragué saliva, soltando la tostada.

—¿Qué estás insinuando, Némesis? 

—Oh, no lo sé. —se encogió de hombros— Que estabas con alguien más, por ejemplo.

—Estás loca. —chisté.

En ese momento volví a mirar al grupo Hufflepuff por inercia, y debido a eso, Némesis siguió mi mirada para toparse con ellos.

Pareció analizar a cada uno de los integrantes con curiosidad, y entonces, sólo entonces, se volteó hacia mi con una expresión de sorpresa la cuál no pude comprender del todo.

—¿Qué te pasa?

Me dio un suave golpe en el brazo, a lo que fruncí el ceño.

—¿Estabas con uno de ellos?

—¿Con quién, Némesis?

Rodó los ojos.  —Con un Hufflepuff de los que está allá, por eso estás mirando cada cinco segundos.

Quise reírme de su supuesta teoría, negando repetidas veces con la cabeza para hacerle entender que estaba alucinando.

Pero ella parecía completamente convencida, y seguía realizando gestos divertidos además de coquetos.

—Con que un Hufflepuff, eh.

—No me estoy viendo con nadie, menos con un Hufflepuff.

—Pero dijiste que ellos te gustaban. —se cruzó de brazos.

Tartamudeé. —E-Es decir, sí, pero... Némesis, ya. Yo estaba con el señor Longbottom y nada más, se nos hizo tarde.

Alzó las manos en un gesto de rendición, pasando su pierna izquierda por debajo de la mesa para luego hacer exactamente lo mismo con la otra.

Bajó la mirada a su bolsillo para sacar su varita y dejarla a un lado del plato del que comería; yo la seguí con los ojos como siempre solía hacer, y al pasar mi mirada a la liga de mi muslo, me di cuenta de que faltaba lo más esencial.

Mi varita.

Ella pareció notarlo también, y alzó un poco mi falda para comprobar.

—Oye, ¿olvidaste tu varita en la habitación?

Mis ojos se cerraron inconscientemente.

No estaba en mi habitación, estaba en la oficina del señor Potter.

—Uhm... sí, salí tan temprano que me olvidé por completo. —rasqué mi nuca.

—Si quieres puedo ir por ella luego de comer.

—No. —respondí de inmediato— Puedo ir yo, no te preocupes. Después le dices a la profesora Brianco sobre mi retraso a su clase.

Entrecerró los ojos.

—Está bien.

Las dos nos quedamos en silencio para tratar de disfrutar el desayuno que por fin podía comer tranquilamente pese al nudo de nervios que se había creado en el centro de mi estómago.

Mis ojos estaban pegados en la mesa, en mi cabeza resonaba a cada segundo cualquier ruido mínimo dentro del comedor además de que se llenaba de pensamientos.

Pensamientos donde sólo estaba el señor Potter, su suave tacto sobre mi cuerpo y el susurro de su voz deslizándose por dentro de mis oídos como una dulce melodía.

Estaba tan mal pensar de esa forma.

Pero era algo que no podía evitar, era como si todos esos sucesos de anoche golpearan con fuerza contra el muro que estaba creando dentro de mi cabeza para intentar bloquearla por un momento.

Dejarla en blanco, tal como cuando practicaba magia no verbal con mi padre.

Mi padre... mierda.

—Bueno, ya estamos aquí, Lolita.

Tomé el vaso que contenía mi jugo de calabaza, aprovechando así de levantar la cabeza para ver de quién se trataba ahora.

Albus y Scorpius venían sonrientes, ambos caminando al lado del otro mientras el primero jugaba divertido con su varita.

¿Por qué ahora parecía que todos querían presumir sus varitas cuando yo no tenía la mía?

—Albus. —hablé después de tragar el líquido— Buenos días para ti también.

Se inclinó sobre la mesa, dejando un beso en mi mejilla como saludo.

—¿Cómo estás? Scorpius me contó que andas algo perdida.

Le di una mirada al rubio con reproche, y él se encogió de hombros mientras se dejaba caer junto a Albus.

—No estoy perdida como él dice, Al. Estoy bien, solamente hay días y días como cualquiera puede tener. —lo miré— ¿No?

—En eso tienes razón, pero me dijo que cuando llegaron estabas extraña.

Némesis aclaró su garganta para llamar la atención, por lo que nuestros ojos fueron a ella con intriga.

Ella sonrió, trazando líneas imaginarias sobre la mesa con ayuda de su dedo.

—Creo que a Lola la está conquistando un Hufflepuff. —soltó.

Scorpius inmediatamente dejó de agarrar la manzana que tenía planeada comer para mirarme, como si esperara una explicación.

Albus abrió la boca con sorpresa, apoyando sus brazos sobre la mesa para inclinarse.

—¿Quién? —alzó una ceja— Si vas a contar un chisme, cuéntalo bien, Némesis.

—A ver, no sé exactamente cuál de todos es, pero estoy segura de que es uno del grupo que está allá.

Los tres se giraron para verlos nuevamente con curiosidad, pero yo agarré la túnica de Albus para que volteara hacia mi de inmediato, casi jadeando por lo que estaban haciendo.

Por lo menos si querían mirar, tenían que ser discretos.

Algo que no eran.

—¿Se les olvida que sigo aquí y que puedo escucharlos?

Albus hizo un gesto, llevando una mano a su pecho. —Lola, no sabía que estabas aquí. ¿Cómo estás?

Rodé los ojos, dándole un manotazo para que dejara de utilizar sarcasmo.

—¿Entonces ayer no estabas con el señor Longbottom? —murmuró Scorpius.

—Estuve con él hasta que volví a mi habitación, ¿no pueden entender eso?

—¿Y por qué Némesis dice eso?

Cerré los ojos, soltando un largo suspiro que indicaba que mi paciencia se estaba agotando.

Muchas veces ellos podían agotarme a tal punto de amargar mi día, y eso estaba sucediendo ahora mismo.

—Némesis puede hablar muchas boberías, no le hagan caso. —dije firme— Nadie me está conquistando ni lo hará, estuve con el profesor Neville toda la tarde plantando mis girasoles. ¿Bien?

Me puse de pie, saliendo de mi asiento de la misma forma que hice para acomodarme cuando llegué. Ni siquiera me di el tiempo para darles una mirada, y simplemente arreglé mi ropa con las manos, dispuesta a irme.

Pero Némesis me tomó del brazo con confusión.

—¿Por qué te vas?

—Porque están arruinando mi desayuno. —confesé exasperada.

El castaño hizo una mueca. —Lo siento, no queríamos molestarte, sólo bromeábamos.

—Entiendan que una broma deja de serlo cuando la persona se molesta o se ofende. —me solté del agarre de la chica— Los veo en pociones.

Acomodé la tira de mi bolso sobre mi hombro para avanzar por el comedor, directo a la puerta que nos llevaba a los distintos lugares del castillo.

Pretendía ir a la oficina del señor Potter, suponiendo que estaba ahí ya que no lo había visto entrar al comedor en ningún momento.

Pero antes de que pudiera dar un paso más, mis ojos que estaban puestos en el suelo, se encontraron con unos zapatos negros y relucientes.

Podía apostar que me veía en ellos.

Eso me hizo detener del golpe antes de que pudiera chocar con el otro cuerpo, y al momento de alzar mi mirada, me alejé lo suficiente como para tener una distancia prudente.

Aunque después de lo ocurrido ayer, parecía algo absurdo, porque no hubo ni un mínimo de distancia entre nosotros.

—Señor Potter. —aclaré mi garganta.

—Buenos días, señorita Windsor. —saludó, metiendo la mano al bolsillo de su abrigo— ¿Cómo se encuentra hoy?

Abrí la boca, encontrándome en una situación donde no tenía palabras concretas para decir.

—Y-yo, señor... —jugué con mis manos, nerviosa— Quería preguntarle si usted tiene mi varita, la olvidé ayer en su oficina.

—Oh, suponía que iría a buscarla hoy, pero aquí la tengo.

Su mano sostuvo dicho objeto que me pertenecía, dándole vueltas entre sus dedos con tanta agilidad que me distrajo por completo.

Parecía estar tan acostumbrado a hacer eso; era como si estuviera moviendo una pluma.

—Gracias. —respondí en voz baja, tomándola cuando la ofreció.

Se formó un silencio entre nosotros pese a que nuestro alrededor el ruido se iba incrementando por la llegada de más estudiantes que ansiaban comer.

Por esa misma razón traté de estar lo más alejada posible; si levantaba cualquier sospecha, el rumor comenzaría a expandirse por todas las esquinas del castillo.

Siendo que sólo éramos una alumna y un profesor.

—¿De casualidad se encuentra bien? —se inclinó un poco para verme.

—¿Ah? —parpadeé— Ah, sí, sí. No se preocupe, señor Potter. Estoy un poco estresada, hoy debo comenzar con el trabajo que nos indicó, así que... sí.

Apretó los labios, entrelazando sus manos detrás de la espalda. —Si necesita ayuda, puede pedírmela sin problema.

—Gracias, señor. Pero estaré bien, sólo debo organizar bien los tiempos para no chocar con su castigo.

Asintió, haciéndose a un lado para indicarme con un gesto suave que podía seguir con mi camino.

Le agradecí, y sin siquiera despedirme —porque claramente lo vería más tarde— avancé por el pasillo para ir en dirección al salón de pociones.

Sabía que esta clase sería muy complicada si me encontraba en este estado, pero tenía que concentrarme si quería mantener el mismo rendimiento académico que todos los años.

—Denme un respiro. —susurré, tirando la cabeza hacia atrás.

[ . . . ]

Caí en la silla de la biblioteca con un quejido al sentir una punzada en el centro de mi espalda; odiaba las sillas que utilizábamos en pociones, porque no podía apoyarme en ningún lugar.

Por suerte me encontraba sola, los chicos respetaron que siguiera algo distante de ellos, pero Némesis se atrevió a sentarse a mi lado y tomar mi mano por debajo de la mesa el resto de la clase.

Agradecía bastante esos gestos, siempre me ayudaba de alguna forma cuando me veía con actitudes extrañas o angustiantes.

Y prefería eso a tener que estar dando explicaciones.

Dejé cada una de mis pertenencias sobre la mesa que se extendía hasta el otro lado del pasillo frente al estante de libros, procurando sacar mi libreta de la mochila junto a unos pergaminos nuevos en los cuales realizaría el informe.

Tenía aproximadamente cuatro horas para ello; lo que agradecía del día lunes y martes era que sólo teníamos una o dos clases en el día como máximo, y eso me daba oportunidades para trabajar en todo lo pendiente.

Ubiqué el libro de magia no verbal abierto en la página 394, y con un simple bolígrafo escribí en el centro superior de la hoja el título requerido.

—Bien... —susurré para mi misma, viendo el libro— Sólo avanzas un poco, lo más que puedas y luego pides ayuda.

Entonces me crucé de piernas para mayor comodidad y comencé a leer, guiándome con ayuda del bolígrafo para no perder la línea, además de que así aprovechaba de marcar la información importante y necesaria.

Magia no verbal... cómo practicarla... si no te sientes capacitado no intentes ejecutarla... posición requerida...

Podía apostar que era quinta vez que leía las mismas diez páginas, pero ni la mitad de lo que estaba escrito entraba a mi cabeza como para plasmarlo con mis propias palabras.

Revisé la hoja que me serviría de borrador, pero llevaba un simple párrafo de siete líneas.

Encontrarme con eso me causó cierta frustración, haciendo que lanzara el bolígrafo por la mesa y escondiera mi rostro entre las manos cuando apoyé los codos en la madera.

Simplemente hoy no era mi día; me dolía la cabeza y con cada palpitación de mi corazón que resonaba en ella, podía escuchar la voz del señor Potter.

Él llevaba en cada uno de mis pensamientos todo el día, ni siquiera podía olvidarme de lo ocurrido ayer.

No podía olvidar sus manos como si estuvieran cuidándome de cada movimiento que realizaba al quitar los libros, su enorme sonrisa que lucía tan sincera, sus palabras en un susurro que lo hacían parecer tan misterioso.

Y eso me daba tanta curiosidad.

Pero sabía que era una curiosidad mala que me llevaría al arrepentimiento en un futuro.

Por lo que para evitar eso, debía dejar de pensar en él, pero era tan complicado.

—¿Qué diablos diría papá? —cerré los ojos.

El nudo se formaba en mi garganta al imaginar las palabras que saldrían de su boca por verme tan distraída de los estudios; él lo odiaba, y era capaz de quedarse sentado a mi lado toda la tarde hasta que consiguiera grabar en mi memoria todo lo que había leído.

Luego me atacaba con preguntas, excusándose de que era una preparación para los exámenes.

Eso me agotaba tanto mentalmente.

Aunque en cuestión de minutos volví a enderezar mi espalda, estirando los brazos hacia adelante para relajar cada uno de los músculos que estaban tensos.

Mis dedos tambalearon sobre el bolígrafo, ya preparados para escribir; pero yo no sabía qué escribiría exactamente.

—Gracias, señor Potter. —rodé los ojos, apoyando los codos en la mesa— Pero este trabajo se lo merecía-

Mi ceño se frunció, y mi nariz inhaló con suavidad.

Había un aroma en particular que llamó mi atención; un aroma algo familiar y masculino.

Un perfume que fácilmente podría impregnarse en cualquier persona que pasara por su lado.

No, no podía ser él.

Pero antes de que pudiera voltear y enfrentarme al hombre, reconocí a la perfección esa mano cuando descansó a un lado de mi brazo estirado.

Mano sin ningún anillo, despejada de cualquier objeto.

—¿Decía, señorita Windsor?

Alcé la mirada con lentitud por su cuerpo hasta dar con su rostro tan iluminado y sonriente.

Siempre parecía disfrutar de todo lo que hacía.

—¿Cómo sabe dónde encontrarme, señor?

Apretó los labios. —Intuición. Puedo imaginarme que la biblioteca es su lugar favorito.

—Lo es, pero no en este preciso momento.

Alzó una ceja con intriga, llevando sus ojos a mi libreta.

—¿Puedo saber qué estaba haciendo?

—El informe que pidió. —dije obvia, apoyando mi cabeza en la mano.

—Ya veo... pero hay un problema.

Volví a mirarlo con confusión.

—¿Qué problema?

—Es la hora de su castigo, señorita Windsor.

Gruñí con notable molestia ante sus palabras.

Creía que un nuevo castigo ya no era necesario; aprendí perfectamente de la lección y jamás volvería a hacer algo parecido.

Además tenía que avanzar con el informe, y el castigo me quitaría la mayoría del tiempo libre que me quedaba.

—¿Es... es realmente necesario?

Me sonrió, agachándose para quedar a mi altura y verme.

—Puedo ayudarla en mi oficina si tanto le preocupa ésto, ¿mhm? —propuso— Y así quizás me olvide del castigo de hoy.

—¿De verdad?

—Por supuesto. Déjeme ayudarla.

Volvió a ponerse se pie, tomando mi libreta para cerrarla y sostenerla en su mano junto al libro que estaba utilizando.

Yo me limité a dejar el bolígrafo por encima de mi oreja para no perderlo, y lo seguí no sin antes agarrar los pergaminos donde escribiría la información.

—¿De verdad es esencial la posición a la hora de un enfrentamiento? —pregunté mientras avanzábamos.

—Muy esencial tanto para la seguridad propia y para evitar que nuestro contrincante nos vea débiles.

Fruncí los labios.

—Pero cuando alguien siente miedo no siempre puede lucir seguro.

Me miró. —Por eso se requiere estar seguro y máxima concentración para un enfrentamiento de magia no verbal. Como mencioné una vez, es sencillo cuando hay práctica y dedicación.

—¿Usted ha tenido enfrentamientos de ese tipo?

Soltó una pequeña risa, asintiendo.

—Bastantes, y no sólo de magia no verbal. —se encogió de hombros— Así que tengo la experiencia. ¿Y usted?

La respuesta que tenía pensada me hizo recordar a aquella vez que mi padre me desafió; consiguió abrirme una herida al costado de mi torso por un hechizo mal ejecutado de su parte.

Creo que esa fue la única vez que lo vi arrepentido de algo.

—No, nunca. —negué— Mi padre sólo me ayudaba a estudiarla.

—Ya veo.

El resto del camino a su oficina fue silencioso, no sabía si era por falta de temas o por los recuerdos del castigo anterior.

Quería olvidarlos por completo, porque había sido algo del momento nada más.

Pero poner los pies dentro de su oficina los hizo cada vez más intensos dentro de mi cabeza, como si se estuvieran burlando de mi y de mis intentos fracasados.

—Puede ponerse cómoda. —dijo, dejando mis pertenencias sobre su escritorio— ¿Le gustaría comer algo?

Parpadeé.

—¿De verdad olvidará el castigo? —murmuré.

—Sí. Soy un hombre de palabra, señorita Windsor.

Aclaré mi garganta, dejando mi bolso a un lado de la silla para sentarme en ella, justo frente a él que se ubicaba en su propia silla que desgraciadamente era más cómoda.

Noté que acomodaba el cuello de su abrigo negro, alisándolo con sus manos para eliminar cualquier suciedad de encima.

Parecía tan preocupado de su aspecto que cada acción me distraía.

—¿Y? ¿Con qué parte va a comenzar?

Abrí la boca, tomando el libro rápidamente para abrirlo en la misma página que antes.

—S-supongo que una definición breve de la magia no verbal, es como se suele comenzar un informe para dar a conocer el tema del que se hablará.

—Bien. —se cruzó de brazos por encima de la mesa— Entonces, ¿qué es para usted la magia no verbal?

Entrecerré los ojos mientras leía el primer párrafo de la hoja, tratando de tomar la información que transformaría en mi cabeza.

Pero su mano se opuso en mi visión, tapando ambas planas para que evitara seguir.

—Pedí su propia definición con los conocimientos que ya tenga del tema.

Bufé.

—Pues... la magia no verbal es tal como su nombre lo dice; no verbal. El uso de voz para esta práctica es innecesario, por lo que solamente debe usarse la voz interna ubicada dentro de la cabeza, la cuál realiza la mayor parte del trabajo y a la vez estabiliza tu propia mente para evitar distracciones en medio de un enfrentamiento.

Me encogí de hombros al terminar de hablar, y la sonrisa que él tenía en sus labios era algo que no podía explicar.

Generó revoltijo en mi estómago; y por la sensación, supe que era del bueno.

—Creo que dio una definición mejor que la mía. —alzó ambas cejas, ahora señalando un pergamino vacío— Eso como introducción está bien, y le recomiendo a continuación hablar más sobre el trabajo mental y qué tan importante es.

Me incliné para anotar delicadamente cada palabra que había dicho, esperando no olvidar ningún detalle.

Traté de que fuera una letra legible para él, y que también la tinta no se esparramara por otro punto del pergamino. No quería arruinar nada.

—Mmh, ¿podría mencionar antes algo como magos o brujas que la hayan practicado y que se caractericen por ello? —propuse, volteando a otra página mientras seguía escribiendo— Podría citar palabras de alguno, recuerdo haber leído algo por aquí.

—Kingsley Shacklebolt era un buen dominante de la magia no verbal. —comentó, volviendo a su posición anterior.

—De hecho él habló en este libro. —asentí, deslizando mi dedo índice por cada oración— "La magia no verbal no puede adaptarse a cualquier mago o bruja; todo depende de las capacidades mentales del practicante e incluso de qué tan receptiva es una varita a las órdenes mentales. No se trata de prácticas diarias, se trata de preparar tu cabeza a un enfrentamiento donde jamás sabrás lo que está dispuesto a hacer tu contrincante; se debe tener valentía, seguridad y nunca cobardía."

Mis ojos fueron al señor Potter y él asintió.

—No sé si sus padres alguna vez le mencionaron sobre la batalla de Hogwarts, pero él participó en ella y tuvo más control del que creí. —opinó— De hecho, la magia no verbal está relacionada con la Oclumancia.

—¿Por qué?

—La Oclumancia bloquea emociones, e independiente del tipo de magia que se vaya a utilizar, éstas muchas veces pueden jugar en contra del mago al ser la fuente más llamativa dentro de la cabeza.

Chasqueé la lengua, escribiendo aquellas ideas rápidamente en una hoja aparte.

—Tiene sentido, —hablé, casi segura de estar entendiendo cada palabra— porque un enemigo puede utilizar persuasión como un modo de distracción y atacar más rápido. Las emociones debilitan.

—¿Ya le he dicho que su inteligencia logra sorprenderme de muchas maneras?

Su repentina pregunta me hizo abrir los ojos con sorpresa, y sentí mis mejillas entrar en calor, por lo que bajé la mirada al pergamino para continuar escribiendo.

—Siento que dice esas cosas sólo para hacerme sentir bien.

—¿Por qué le mentiría a mi alumna favorita?

Apreté los labios para evitar sonreír, y pese a que no sabía nada de Oclumancia, intenté alejar mis emociones todo lo posible para no distraerme.

Pero ya ni siquiera sabía qué estaba escribiendo; parecía ser que mi cabeza no estaba pensando nada en concreto.

Un estado vacío, donde sólo había una preocupación, un hombre en concreto.

—¿Y cómo está su esposa, señor? No pude verla antes de volver a clases.

Lo vi aflojar el nudo de su corbata con un carraspeo de garganta, lo que me hizo fruncir el ceño por aquella actitud.

Mas no le hice preguntas por ello, y esperé una respuesta, dejando la pluma a un lado.

Podía seguir el informe después, ¿no?

—Ella está muy bien, no ha estado muy presente en casa porque se ha ocupado de su nuevo posible puesto en el Ministerio.

Eso me hizo abrir la boca. —¿Fue aceptada en el Ministerio?

—Aún no es oficial, pero no pierde la esperanza. —se encogió de hombros, entrelazando sus manos— Quiere experimentar algo nuevo que no sea relacionado con Quidditch, y accedió luego de que Hermione se ofreciera a ayudarla.

—Eso es increíble, señor Potter. —sonreí emocionada— No entiendo por qué Albus no me lo comentó.

—Era- era algo privado. —habló de inmediato— No todos lo saben, sólo nosotros y usted.

—Oh.

Hice un gesto con mis dedos sobre mi boca, indicando que guardaría dicho secreto. Luego de eso volví a tomar mi pluma, continuando desde la misma línea donde había quedado.

Traté de traspasar cada cosa que él y yo hablamos respecto a la magia no verbal, asegurándome de escribir el nombre y año de la cita; sabía que era algo importante.

Ignoré cerca de diez minutos que estaba dentro de la oficina del señor Potter con él frente a mi, observando cada uno de mis movimientos alrededor de la pluma.

Eso era lo único que sentía, sus ojos sobre mi y sólo sobre mi tan concentrado.

Y extrañamente ya no me incomodaba por el momento; lo relacioné con la conversación tan espontánea sobre el informe, el intercambio de idea y aprobaciones.

Me estaba acostumbrando tanto a que aprobara cada cosa que yo decía, como si mi boca no soltara nada incorrecto.

—¿Y...? —masajeé mi mano temblorosa— Esto no es algo que vaya a colocarlo como continuación porque sé que no es el punto correcto, pero ¿cómo se supone que es la posición correcta para el enfrentamiento?

—En sí pueden ser muchas, pero siempre se debe mantener firmeza corporal.

—¿Puede hacer una demostración?

Suspiró, tirando su silla hacia atrás para levantarse y llegar hasta mi lado, con unos dos metros de distancia.

Me hizo un gesto para que lo imitara, y arreglando mi falda de la parte trasera, lo hice hasta llegar junto a él.

—Bueno, una posición correcta para cualquier enfrentamiento es estando recto. —comenzó a hablar, caminando a mi alrededor.

Seguí cada una de sus palabras, alzando mis hombros un poco hasta que no hubo curva alguna en mi espalda.

Soltó una risa por mi acción, y se detuvo a mi lado derecho.

—Tampoco se trata de algo exagerado, señorita Windsor.

La palma de su mano se posicionó en mi pecho con tanta suavidad que casi no pude sentirla, pero había algo certero.

Y era que mi corazón estaba palpitando con tanta fuerza que él podría sentirlo.

Entonces empujó hacia atrás, hasta que mis hombros dejaron de estar tensos y tomaron una posición simple, natural.

Me atreví a mirarlo sin abrir la boca, y poco a poco fue quitando su mano para continuar caminando, ahora llegando detrás de mi.

Pude sentir su presencia, esa energía que él transmitía incluso a muchos metros de distancia. Era potente, una que atraía y te cautivaba.

Te hacía temblar de pies a cabeza hasta que tus rodillas tocaran el suelo.

Era tan poderoso que no era necesario que lo demostrara; cualquiera podría saberlo.

—Las piernas siempre tienen que estar levemente separadas, sin que los pies se toquen para mantener equilibrio.

Su susurro tan cercano me hizo dar un pequeño brinco, y el camino que recorrieron sus manos fue exactamente el mismo que ejecutó ayer hasta tomar mis caderas.

Pude asegurar que comenzaba a sudar frío, que una gota pronto iba a caer por mi frente por la situación tan comprometedora.

Pero me apretó con tanta gentileza hasta posicionarme como él lo había dicho.

Notablemente me estaba manejando a su antojo como una muñeca, pero eso ni siquiera me molestaba.

—Se le debe demostrar al contrincante que no hay miedo en absoluto sobre el enfrentamiento. —volvió a susurrar, sintiendo la brisa de su voz chocar detrás de mi oreja— ¿Cree que pueda hacerlo, señorita Windsor? ¿Está dispuesta a ser más fuerte que él?

Asentí con duda.

—No la escucho.

—S-sí señor...

—Eso es, muy bien.

Entonces su pie empujó el mío, haciendo que éste quedara un poco más adelante que el otro, arrancándome un jadeo de la impresión.

Volvió a reír.

Y juré en mi cabeza que si volvía a reír iba a desmayarme.

Segundos después, cuando creía que ya estaba en la posición correcta, su diestra se deslizó lentamente por la curva de mi cadera hasta mi cintura.

—¿Podría sacar su varita?

Tragué saliva, inclinándome un poco para poder levantar la tela de mi falda y revelar aquella liga que la sostenía.

La saqué y la apreté en mi mano dominante. —Aquí está.

—También es importante cómo enseñamos nuestra varita, la flexión del brazo. —lo sentí tocar mi hombro con esa misma mano que resbalaba por mi cuerpo— Jamás debe ir pegado al cuerpo ni tan estirado, porque demostrar mucha seguridad también es un indicio de miedo intentando camuflarse.

Sus dedos se envolvieron en mi antebrazo, y me ayudó a estirar el brazo a una altura donde seguía curvado, revelando un mínimo porcentaje del codo.

Luego continuó hasta mi mano, y la hizo girar hasta que mis dedos alrededor de la madera quedaban expuestos a mi vista; mi pulgar siendo un punto firme en la varita.

—¿Lo va recordando? Porque cada uno de estos movimientos debe ir en ese informe.

Parpadeé repetidas veces. —S-sí.

Y pese a que ya estaba en esa posición, seguía sin soltarme, con sus manos sobre mi como si le perteneciera.

Como si dependiera de tenerme cerca.

—A partir de ese momento, debe estar atenta a cualquier destello que desprenda la otra varita, porque requiere segundos bloquear un hechizo, más si es uno no verbal.

Y entonces aún teniendo su mano en la mía, hizo que realizara un corte al aire con mi varita, hasta que ésta quedara cerca al lado izquierdo de mi vista.

Movimiento para negar el ataque.

Pero eso no fue lo que me hizo volver a jadear.

Fue su cuerpo pegándose al mío, con su mano apoyada sobre mi vientre para poder empujarme hacia él.

No había distancia alguna; su corazón firme golpeteaba mi espalda, y latía tan fuerte que el ruido se mezclaba con el mío hasta formar uno solo que nunca se perdió en ritmo.

Lo sentí tragar, lo imité.

¿Qué se supone que debíamos hacer?

—Perfecto. —hasta pude sentir que sonreía— Eso es lo único que hay que hacer en un enfrentamiento.

Apreté los labios. —Usted... usted enseña b-bien.

—Y usted es tan buena alumna, decidida a aprender, que estoy considerando premiarla.

—¿Con qué?

Me atreví a girar la cabeza por encima de mi hombro con timidez, y sus ojos azules radiantes se encontraron con los míos; oscuros y grandes.

Siempre consideré que el azul y el marrón eran una buena mezcla de colores; tan diferentes que los volvía perfectos el uno al otro.

—Con lo que usted quiera, yo puedo dárselo. —murmuró, subiendo su mano.

Ese movimiento no supe cómo explicarlo, ni tampoco sabría describir qué fue lo que causó en mi.

Pero su dedo índice doblado para frotarse en mi mejilla me dejó muda, con el único instinto de cerrar los ojos por la calidez y paz que me transmitía su tacto.

Aunque su mirada era tan penetrante que no se me permitió.

Sólo pude ladear la cabeza hacia el lado donde provenían las caricias, y mis labios se estiraron suavemente para sonreír.

—Está siendo muy buena hoy, señorita Windsor. —alardeó.

—¿Sabe? —mojé mis labios— Puede... puede llamarme Lola si gusta.

—¿Le parece que así es mejor?

Asentí, girándome ahora por completo hacia él.

Y pese a eso, su dedo nunca abandonó las caricias en mi mejilla; de hecho, las intensificó cubriéndola con toda su palma y dando paso a su pulgar áspero.

Era como si una burbuja estuviera a nuestro alrededor, haciéndonos enfocarnos en una sola cosa, alejándonos de la realidad.

Porque aunque quisiera, no podía separarme para volver a la silla; mis pies no respondían si se trataba de irme.

Querían que me quedara.

—¿Entonces a partir de ahora puedo tutearla?

—Mhm. —asentí con la cabeza.

Ahora su dedo se detuvo en mi labio inferior, rozando apenas la comisura, y mis piernas flaquearon.

Iba a caerme, desmayarme, posiblemente morirme.

Era una mezcla de tantas cosas; su tacto sobre mi tan ligero, su exquisito perfume entrando por mi nariz y perdiéndose en mi interior, su cercanía y empoderamiento que estaba teniendo sobre mi.

Y lo tenía sin tener que hacer algo más.

Estaba enloquecida, definitivamente.

—¿Qué dices? ¿Continuamos con tu informe? —murmuró, haciéndome sentir soñolienta.

—Es buena idea.

Y tras una última caricia a mi labio inferior se alejó, soltando un largo suspiro que luego pasó a mi, llenando mis pulmones hasta dejar de sentirme ahogada.

Había acabado, listo. No había más cercanía.

Peiné mi cabello con los dedos, colocando ambos lados detrás de mis orejas para que no estorbara en mi rostro y volví a la silla.

Me acomodé con una pequeña sonrisa, cruzándome de piernas y tomando la pluma.

Él también sonrió de la misma forma, y se inclinó.

—¿Con qué vas a seguir? Ya tienes la introducción, una cita de Kingsley.

—Podría ser un tipo de continuación a las palabras del señor Shacklebolt, respecto a las capacidades que se necesitan y luego un salto a los pros y contras, seguido de la postura corporal.

—Muy bien. —accedió— Sólo recuerda que siempre debe haber relación con cada tema, ¿si?

—Sí, no se preocupe, señor Potter.

Entonces comencé a escribir, como si nada hubiera ocurrido entre nosotros.

Pero cada sensación y toque seguía rondando por mi cabeza, seguramente por un largo tiempo.

⊹──⊱✠⊰──⊹

Volví más intensa que nunca, y cada vez Lola y Harry más cerca.

OIGAN, RESPECTO A ELLOS,,,,,,
quiero hacer una playlist de Sunflower, por lo que necesito un poco de su ayuda si son tan amables.

¿Qué canciones les recuerdan a este fanfic?

LAS LEO Y LAS AMO.

G.

Continue Reading

You'll Also Like

75.2K 8.1K 54
โ˜† y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo harรญa no saben que ni con cien mencione' van...
886K 104K 121
Despuรฉs de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasรณ toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condiciรณn la obligaba a no entablar...
1.4M 134K 41
ยกEstรก historia ya no estรก disponible para su adaptaciรณn!. โ†’Dรณnde Jungkook es el padrastro de Jimin y descubre que Jimin tiene OnlyFansโ† - Quiero que...
504K 51.7K 129
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves mรกs a fondo en vastante tierno mรกs que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...