Hablándole a la luna de ti ©

By spaceymoonn

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«Cuando la luna este acompañandote por tu jardín, imagina que también estaré yo, a tu lado. Cuidare tu camina... More

⚘ Hablándole de ti.
⚘ P E R S O N A J E S.
1 | Bajo las estrellas.
2 | Prometió volver.
3 | Vestido blanco.
4 | Mi desespero por el saber.
5 | Tiempos incorrectos.
6 | Reglas de la sociedad.
7 | Brutalidad: La cruda realidad.
8 | Después de la tormenta.
9 | Nos gobierna la avaricia.
10 | Mi bella damisela.
11 | Descubriendo cosas de ti.
12 | ¿Cuál es tu nombre?
13 | Simpáticos hoyuelos.
14 | La primavera llegando.
15 | Miedos.
16 | Amaneciendo con el sol.
17 | Las calles de Buenos Aires.
18 | Nostalgia.
19 | Algo inesperado.
20 | Quiero ser libre, no valiente.
21 | Querida Lydia.
22 | Desesperación, injusticias y miedo.
23 | Mujeres sin libertad.
25 | Vísperas del festival.
26 | Máscaras y un hombre muy pesado.
27 | Cuando veas a la Luna.
28 | Mil preguntas, pero ni una respuesta.
29 | Notas.
30 | Recuerdos.
31 | Conociendo a los Moretti.

24 | Los Fontaine.

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By spaceymoonn

Punto de vista desde Lydia.

Buenos aires, Argentina.
14 de julio de 1940

Las teclas de un piano resonaban en una pequeña habitación. Sonaban con unos hermosos acordes líricos, típicos de alguna orquesta italiana. Tal y como su madre añoraba de aquel país. De igual manera se escuchaba los pequeños resongos de una joven que intentaba no olvidarse de las notas y poder completar la canción.

Para esta, todo tenia que ser perfecto, delicado, no podía haber ningún error y gracias a eso se frustraba seguido, no toleraba que algo le saliera mal y aquello lo había aprendido de su padre. Una persona temeraria, digna de respeto y elegancia. Le inculco a sus hijos -y más a su hija mujer- Que todo tenía que hacerse de una manera prolija, el no soportaba que estos se equivocaran y si hacía falta los dejaba en su pieza bajo llave, hasta que les saliera de manera perfecta. Un padre muy estricto que no solía mostrar sus sentimientos o alguna señal de cariño hacía sus hijos, nada más les daba ordenes y restricciones que estos debían acatar sin rechistar.

Una persona totalmente opuesta a su madre.

Mujer bella y apasionada que da todo por sus hijos. De padres italianos y abuelo francés, habla estos dos idiomas aunque uno más que el otro. No dudaba en sacarse comida de su boca para dársela a sus hijos si hacía falta. Fue un hombro para estos cuando sus problemas se volvían oscuros y les daba la luz que necesitaban para protegerlos; Tenía más cariño con Lydia, era su joven princesa y un retrato vivido de ella cuando era adolescente, varios cosas en común compartían por lo que largas charlas sucedían en medio de la noche.

La joven dejo de tocar al oír unos pasos que se avecinaban a su habitación. Se encontraba un poco enérgica puesto que finalmente había terminado la canción que tanto estaba preparando y suspiro sacándose un peso de encima.

Una puerta se abrió dejando ver un chico alto, con distintos lunares proporcionados por su rostro y una cabellera rizada de color chocolate. Cualquier mujer caería o a sus pies, o lo detestaría por ser un joven con carácter egocéntrico, desafiante y que no aceptaba un no como respuesta. Sus ojos eran de un color miel, mirada un poco intimidante. Pero aunque tenía varias cosas de su padre. Muy en el fondo padecía de la ternura de su madre. No solía demostrarlo, pero muy pocas señoritas y algunos de su entorno familiar -excptuando su padre- pudieron apreciar de sus palabras consoladoras o de lo cariñoso que a veces es.

-¿No te enseñaron a tocar?- Lydia giro su cuerpo para poder ver a su hermano que se encontraba recostado en el umbral de la puerta.

-Se tocar otras cosas- Elevo una de sus cejas y mordió su mejilla interna de manera burlona- Pero precisamente puertas no- Hablo con su característica voz ronca y dio algunos pasos hasta la joven mientras se reía.

-¡Hunter! no seas grosero- Rodeo sus ojos con un rostro de fastidio.

El muchacho se acomodo su traje y su mano fue hacía uno de los bolsillos. Pero antes, con una sonrisa de lado se acercó una vez más a su hermana. -Como sea señorita educada. Solo venía a hablar de ese supuesto admirador que le anda dejando esquelas- Alzó una de sus cejas y la miro expectante.

-Tendrías que saber bien que al cuarto de las señoritas solo se entra si estas te dan su permiso...¿Un admirador? ¿Que dices?- A Lydia de inmediato le intereso las palabras que salieron de la boca de su hermano. Sus ojos buscaban por todo el traje de este para investigar de que se trataba esa esquela de la que tanto hablaba.

-¿No crees que primero me tendrías que hablar de ese supuesto admirador?- Sus dedos por fin tomaron la hoja que estaba perfectamente doblada-

-¡Dámela! Yo no tendría que hablar de nada, Hunter- Habló un poco brava, su hermano solía molestarla de vez en cuando.

-Claro que tendrías que hablar. Ningún desconocido le enviara esquelas a mi hermanita- Trato de cotillear que decía la hoja pero su hermana trato de sacársela de sus manos. Este en respuesta solo alzo su brazo para que Lydia no pudiera alcanzarla, haciéndola bufar.

-No me digas hermanita, ya tengo diecinueve años- Rodeo sus ojos y se cruzó de brazos- ¿Y tu que sabes si es un desconocido o no?

-Ni tu sabes quien es, no esta bien que las señoritas hablen con hombres extraños ¿Que dirá la gente?- Frunció su ceño y bajo su brazo para finalmente entregársela.

-Me importa un cazzo lo que diga la gente, Hunter.

-Cuidado esa boca, Lydia Fontaine.

-Ya dame la esquela- Una vez más la joven intentó sacársela de sus manos, hasta que accedió.

-Bien. Me retiro, tengo que salir...

Fue interrumpido por Lydia que le preguntaba un tanto curiosa.

-¿A donde vas?- Cuestiona tomando la carta entre sus dedos y viendo a su hermano. Probablemente se iría con alguna mujer.

Como siempre hacía.

-¿Quien es tu admirador?- Contraataco.

-No puedes responder mi pregunta con otra pregunta- Esta se fue a sentar a su cama para estar cómoda mientras que Hunter caminaba nuevamente hasta la puerta y así retirarse.

-Rispondo como cazzo quiero- Habló con un perfecto acento italiano y una voz profunda que te llegaba hasta el alma, todo para molestar a la joven que se encontraba con esquela en mano y mirándolo con su ceño fruncido.

-¿Tu si puedes decir groserías?

-Yo puedo hacer lo que quiera, soy hombre- Hunter se burlo de su hermana y se fijo la hora en su reloj de bolsillo para ver si ya era momento de irse.

Lydia le mostró su lengua en forma de respuesta ante su estupidez, como ella decía por dentro.

-Si me permite, me retiro.

-Ahora si sos educado- Rodó sus ojos un tanto molesta.

-No fastidies.

Con su mano abrió su puerta y antes de salir escucho como la joven le llamaba.

-¡Hunter!

Como respuesta alzó sus cejas como señal de que siguiera hablando.

-No le digas a nuestros padres, por favor- Unió la palma de sus manos y lo miró suplicándole.

Soltó una pequeña risa y para después darle la respuesta que tanto ansiaba -Y tu no les digas que salí ¿Trato, peque?

-Trato, thunder- Ambos negaron divertidos, pues a Lydia de pequeña no le salía decir Hunter, por lo tanto hasta los cinco años -que pudo ordenar las letras- le decía Thunder y cuando estos se unían de manera cómplice le gustaba decirle de esa manera, ya que lo hacía más divertido. Aquel apodo quedo en vigencia hasta entonces.

Minutos después de aquella escena la joven dio un suspiro de valor para poder abrir esa esquela que su hermano le entregó y a la vez la hizo sufrir. Ella estaba un poco dudosa y extrañada, es que no se imaginaba que pudiera tener un admirador. Y que encima le enviara esquelas. No era de conocer tantos chicos. Apenas su padre la dejaba salir y si siempre tendría que ser acompañada de algún varón o de su madre.

¿Podría ser el hombre de la almacén? No, no. Estaba casado y recientemente se fue del país.

¿El joven que trabajaba con su padre? Tampoco puede ser, este le gustaba las mujeres más grandes. Se lo confesó en su cumpleaños.

De su colegio no podría ser, fue a uno donde solo iban señoritas y hace dos años que ya lo había terminado.

Entonces ¿Quien podría ser?

Dejó por un momento de divagar en su cabeza y se decidió en abrir la carta. Esta tenía un extraño perfume. Pero no era cualquier aroma. A Lydia le fascinó como olía, era una extraña combinación del aroma a jazmines con café, no sabía si aquello era posible. Ese aroma no se le saldría fácilmente de su cabeza. Cuando abrió la esquela sus ojos salieron disparados para cada rincón de la hoja y así hacerse algún spoiler de lo que se trataría.

Su corazón comenzó a latir bruscamente al leer lo delicado y simple que se veía el "Querida Lydia..." Ese era el inicio y lo que se vendría después.

Revoltijos de mariposas sucedían en su estomago, como si extrañas hormiguitas caminaran como locas por arriba de este, sus ojos tenían una leve capa de brillo y los dedos de esta comenzaron a tener un poco de temblor. Nunca imaginó que alguien pensara tal como decía la carta.

Los ojos azules de esta fueron hacía un párrafo que le lleno por completo el alma e hizo que una sonrisa se esbozara en su rostro "Hoy, escojo esta noche de invierno para poder recitarte mis más profundos versos y así tratar de explicarme, con las infinidades de palabras que andan revoloteando por mi mente, unas de las tantas cosas que pienso sobre usted..." La poesía era una de las cosas que a esta amaba leer o incluso escuchar, le parecía un arte del seducir. No paraba de leer aquello, no se animaba a seguir ¿Que hombre pensaría tan bien de ella para escribirle con dulzor estas palabras?

"Mi bella dama, usted es como ese rayito de sol que se posa sobre uno en los más duros días de invierno. Me encantaría poder tomar su mano y poder ver más de cerca esas uñas pintada de barniz o esos labios coloreados con labial." Un leve rubor crecía en sus mejillas y juraba ya no sentir que su pulso anduviera de la manera correcta. Hasta que el siguiente comentario la hizo salir un poco de la timidez en la que habitaba haciéndola soltar una carcajada. Tapó su boca con la mano y volvió a leer la parte de que no quería que su padre le escupiera en la cara. Aunque hablando enserio, su padre era capaz de hacer aquella locura.

"Extraño esos días donde tu presencia habitaba la cafetería" Al ver esa parte se acordó el por que su padre dejó de llevarla a esa cafetería, aunque Lydia le hiciera algunos berrinches. Pues un amigo de la familia en una cena, contó que en esa cafetería presenció el momento donde golpeaban a un chico por verse un tanto femenino. Este se enojo llamando al bar "un lugar de antros que permitían a manfloros" y decidió dejar de llevarla e ir el mismo. Según el, para evitar que su hija se contagiase de lo que en ese bar se encontraba. La joven no le habló por unas horas, ese bar era uno de sus favoritos. El café era delicioso y aparte había una camarera que le caía muy bien. Era muy linda con ella y antes de que se fuera logro poder decirle su nombre. Aunque ella no sabía el de la contraria.

De pronto le entro una curiosidad por el baile que allí el admirador hablaba. Según en ese dichoso baile, se iba de máscaras y largos vestidos. Donde varias personas llevan su típica comida y se reúnen entre inmigrantes que llegaron a la Argentina. Aunque quisiera ir, no la dejarían ir, sabiendo como es su padre este se lo negaría no bien le este diciendo "¿Puedo ir?"

La carta había finalizado y en busca de un nombre al que darle al famoso "admirador" se encontró con un peculiar nombre que no se esperaba.

Eva.

¿Quién es Eva?

Sus ojos se abrieron como dos platos y su rostro se enrojeció.

¿Eva era una mujer? ¿Una mujer le dedico tan bella y bien delicada esquela?

No sabía como sentirse, no sabía como reaccionar. Algo extraño estaba pasando en su cuerpo. Su corazón no dejaba de bombear cada vez más rápido y esas mariposas no dejaban de volar por su estomago.

Se quedó pensando por unos largos minutos mirando hacia la nada, aún sosteniendo entre sus manos la esquela.

-¡Lydia! ¡La cena esta lista!- El grito grave de su padre la asusto haciéndola dar un brinco. Mordió su mejilla interna y con rapidez guardo la esquela en una de sus libretas, que después guardo en su mesita de luz.

-Ahí voy.

Respondió con su boca, pero su cerebro y mente aun estaban con esas palabras, con esos versos. Con ese tan curioso nombre.

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