𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹

Feneti tarafından

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Hace más de quinientos años, los vampiros y las brujas se asentaron en la ciudad de Estambul. Después de que... Daha Fazla

❧ 𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖁 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖃 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴𝖁 ❧

❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴 ❧

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Feneti tarafından

-Eda déjame hacerlo a mi por favor.

-Ya está bien Kürt. Las mujeres también levantamos cosas pesadas.—tomó el cesto de la ropa recién lavada y caminó hacia la casa.

-No tenéis tanta fuerza.—replicó.

-¿Qué pasa?—volteó a verlo.—¿Ahora resulta que un hombre lobo es más fuerte que una poderosa bruja blanca? No tenía ni idea.

-En dos meses que llevamos juntos sigues siendo terca.—siguió su paso.

-No es mi culpa que la mayoría del tiempo estés de malas pulgas.

-Pero aún así me quieres.—golpeó ligeramente su hombro.

-Eso está por ver.

-Pues entonces, ¡me llevo esto!—le quitó el cesto y salió corriendo.

-¡Kürt! ¡Dámela!—corrió tras él entrando en la casa.

Aquel pequeño hogar se llenó de risas al instante. No tenía grandes comodidades como su casa en Salisbury pero se estaba bien. Estaba rodeada de flores, árboles, animales y un pequeño riachuelo. Eda había logrado despejar su mente de todos sus problemas y todo gracias a Kürt, su mejor amigo desde que apenas estaba empezando a tener conocimiento de sus poderes.

-Te gané.—dejó el cesto sobre la mesa y sonrío victorioso.

-Te dejé ganar que es diferente.—soltó una pequeña risa al ver el ceño fruncido de su amigo.—Ayúdame a tender la ropa.

-Está bien.

-¿Sabes?—tomó uno de sus vestidos y lo tendió sobre la cuerda.—Me gusta mucho tú casa.

-Aún le faltan muchas cosas. Además, mi manada siempre rompe algo cuando viene.—le pasó otra prenda.

-Como las zarpas que hay en la puerta de la cocina.—comenzó a reír.

-Ya les tengo dicho que controlen su instinto. A veces pienso que soy el único que razona con coherencia del grupo.

-Sigue creyéndotelo Kürt.—extendió su mano para que le pasara más ropa.

-¿Me permites hacer algo?

-Depende de lo que sea.—lo miró con una sonrisa.

-No seas así.—protestó.

-Está bien.—terminó aceptando.

Kürt soltó en el cesto la prenda que tenía en la mano y se acercó a ella. Con una sonrisa, tomó un mechón de su cabello y lo pasó lentamente entre sus dedos. Eda lo miró fijamente y observó con detenimiento sus rasgos y expresiones. Su cabello oscuro, sus ojos que desprendían autoridad de alfa y su mandíbula bien marcada era lo que más destacaba.

-Me gusta cómo te queda el cabello ahora.—se separó de ella.

-Gracias.—le dedicó una sonrisa.—Necesitaba verme distinta. Lo tenía demasiado largo.

-Estás hermosa.

-Venga Kürt, deja de alagarme y ponte a tender.—negó con risa ante sus palabras.

-Como usted diga señora.—siguió con la labor.



-Y esos serán nuestros próximos movimientos. Ya pueden retirarse.—Serkan dió por finalizado el comité.

-Es un gusto servirle señor Serkan.—Deniz inclinó su rostro en señal de reverencia y salió de la sala.

-Siempre estaré a su disposición. Con permiso me retiro.—Serkan asintió y Balca siguió los pasos de los demás Strigois hacia la salida.

-Disculpa señor.—los ojos del líder se posaron sobre Efe.

-La reunión ya ha finalizado. No puedo escuchar tus palabras.

-Es importante.—habló con rapidez debido al nerviosismo.

-Espero que así sea porque mi tiempo es muy valioso Efe.—jugó con sus anillos.—Escupe todo lo que sepas.—ordenó.

-Como ya sabe, llevamos más de una semana con la búsqueda de Eda Yildiz.—Serkan fijó toda su atención al escuchar su nombre.—Salimos hace un par de horas para seguir con la ruta establecida y ya conocemos su paradero mi señor.

-Bien.—se levantó de su trono y caminó hacia el gran ventanal arrastrando su túnica negra.—¿Dónde se encuentra?

-En las colinas negras a las afueras de Amberbrooke.—respondió.

-Tierra de lobos.—murmuró.

-Así es mi señor.

-¿Por qué estaría en semejante lugar?—comenzó a caminar por toda la sala.

-Quizá se haya ido a vivir a las afueras.

-¡Imposible!—Efe retrocedió ante aquel gruñido tan espeluznante.—Ella no puede alejarse de aquí. No tiene derecho a marcharse de las cercanías de su señor.

-Mi señor yo sólo quería...

-¡Largo de aquí!—Efe salió rápidamente de la sala. Serkan se pasó las manos por el cabello y bufó con rabia.

-Bien Eda Yildiz, no te sirvió de nada bloquear tus pensamientos. Yo siempre encuentro lo que quiero y está vez no será la excepción.—cubrió su rostro con la capucha de la túnica y, enfurecido, salió del castillo en su búsqueda.

Camuflandose entre las tinieblas de la noche, llegó a las colinas negras. No solía frecuentar mucho aquel lugar pero, como dueño y señor de todo Estambul, se lo sabía como la palma de su mano.

Desde hace siglos, los Strigois del bando oscuro y los hombres lobo son enemigos. Cuando corrió la voz de que los sangre fría estaban acabando con los suyos decidieron asentarse en Amberbrooke, una pequeña aldea rodeada por un bosque frondoso en el cual podían mantener la guardia ante los ataques que estaban sucediendo.

Caminó durante horas esquivando a los lobos hasta que llegó al riachuelo. Pareció escuchar como unas voces a lo lejos así que se escondió tras unos matorrales. Su instinto le decía que estaba muy cerca de ella, tan cerca que hasta podía sentir su presencia. Se asomó y pudo observar las siluetas de dos personas sentadas en la orilla. Enfocó su visión y, efectivamente, pudo ver que se trataba de Eda pero estaba acompañada.

-Desde pequeña puedo hablar con los  animales.—pasó los dedos suavemente sobre un pequeño pez que se le había acercado.—No sé el porqué pero me gusta hacerlo. Son tan hermosos.

-Es algo curioso.

-Lo es.—sacó la mano del agua y la secó un poco en su vestido.—Puedo comunicarme con este perro.—sacudió el cabello de Kürt.

-¡Eda!—protestó.

-No me digas que no te gusta que te rasquen—acarició su mentón y este cerró los ojos disfrutando del roce.—Te lo dije.—soltó una pequeña risa.

Eda giró la cabeza hacia los arbustos al notarse observada. Dejó de acariciar a Kürt y enseguida se puso alerta al ver como una silueta negra avanzaba hacia ellos.

-¡Cómo te atreves a irte sin avisar maldita bruja!—los ojos de Serkan cambiaron rápidamente a un negro profundo.

-Tardaste mucho en aparecer.—se levantó y Kürt se colocó frente a ella gruñendo.

-¡No tienes ningún derecho!—de sus manos salió una nube negra que fue disparada hacia ellos. Eda colocó las manos a ambos lados de Kürt he hizo que se desvaneciera.

-Serkan Bolat, ¿qué haces en estas tierras?—Kürt caminó lentamente hacia él.—Mi querida Eda y yo no esperábamos esta visita.

Con un rápido movimiento, Serkan lo tomó del cuello y estampó su cuerpo contra el árbol haciendo que varias ramas y hojas cayeran al suelo por el estruendo.

-¡Ella no es nada tuyo!—apretó más su agarre y sacó sus grandes y afilados colmillos.

-Si lo es.—Eda alzó la voz logrando llamar por unos segundos su atención.—Es mi mejor amigo y mi compañero en este momento.

-Pues es una lástima que vaya a morir.—lanzó el primer golpe hacia su mandíbula haciendo que un hilo de sangre descendiera por la comisura del labio.

-Jamás serás nada para ella.—soltó una carcajada provocando aún más rabia en el Strigoi.

-Largo de aquí perro asqueroso.—soltó su agarre.—¡Fuera!

-¡Ya basta!—Eda tomó su mano con fuerza y lo apartó de Kürt.—El que se tiene que ir eres tú.—tiró de él.

-Suéltame.—le ordenó.

-Serkan vete de aquí antes de que pierda el control.

-No pienso moverme hasta que me digas el porqué de tu ida.—se soltó de su agarre y Eda echó un vistazo atrás viendo que Kürt ya se había alejado.

-¡No tengo por qué darte explicaciones de mi vida!—gritó alterada.

-¡Y tú no tienes derecho a alejarte sin mi consentimiento! ¡No lo pienso permitir!—le lanzó otra nube que logró esquivar.

-¡Es mi vida Serkan! ¡Mi vida!

-¡Eres mía! ¡Sólo mía!—Eda cayó al suelo al ser impactada por su poder.  Se acercó rápidamente y se colocó sobre ella tomando con fuerza su cuello. Estaba cegado en ira.—¡Yo soy tú señor! ¡Me perteneces!

-Me estás lastimando...—comenzó a sentir sus pulmones arder ante la falta de aire.

-¡Te odio!—con las últimas fuerzas que tenía, Eda lo pateó logrando apartarlo. Se llevó las manos al cuello y comenzó a toser.

-Deper seped...—usó el dialecto de las brujas para hacer que Serkan viera su mayor miedo provocándole dolor.

Su gran cuerpo cayó al suelo de golpe comenzando a soltar gritos de angustia. Eda giró el rostro al no poder aguantar con su sufrimiento. Los alaridos que emitía perforaban sus oídos, incluso su corazón.

Flashback

-Los humanos no son nada comparados con nosotros Serkan. Vamos. Bebe toda su sangre.—le acercó el cuenco a los labios.

-Madre no quiero.—el pequeño Serkan comenzó a alejarse lentamente al ver que la mirada de su madre comenzaba a cambiar por una siniestra.

-¡Si no bebes te sacaré al sol para que ardas!—lo tomó del cabello con fuerza haciendo que las primeras lágrimas descendieran por sus mejillas.—Tómala toda.

Serkan agarró el cuenco con sus pequeñas manos y, temblando, lo posó sobre sus labios. El olor que emanaba de esa sangre hacía que su estómago se revolviese. Terminó de beber y miró a su madre entre lágrimas. Cinco segundos bastaron para que todo lo que había ingerido acabara fuera.

-¡No sirves para nada!—lo levantó del suelo con fuerza.

-¡Madre me lastimas! ¡Déjame!—suplicó envuelto en llanto.

-¡¿Aydan?!—su esposo entró en la sala.—¡¿Qué demonios haces?!

-Cariño, lo enseño a ser fuerte. Debe ser un Strigoi digno de poder.

-Sabes que él no tolera la sangre de los bebés. Ya hemos hablado de esto Aydan.—frunció el ceño en desacuerdo.

-Eso es porque la escoria de tú hijo es débil.—tiró de él con fuerza hacia el jardín.

-¡Madre!

-¡Aydan sueltalo!—se abalanzó sobre ella.

El pequeño cuerpo de Serkan salió disparado por los aires impactando con el gran mueble del salón. Abrió los ojos lentamente tratando de observar lo que sucedía a su alrededor pero su visión estaba nublada.

-¡Es tu hijo Aydan! ¡Tienes que quererlo!—comenzó a forcejear con ella.

-¡Lo odio! ¡Es débil! ¡Lo odio!—gritó con todas sus fuerzas.

-¡Serkan sal de aquí! ¡Corre!—el pequeño Strigoi se levantó como pudo y salió aterrado del lugar quedando tras la puerta.

-¡Déjame matarlo!—sacó una estaca del interior de su vestido.

-¡Debes reaccionar! ¡No dejes que la oscuridad se apodere de ti!

-¡Suéltame!—sus ojos estaban desencajados. Con un rápido movimiento Fırat le arrebató la estaca.—¡Te mataré a ti también!

Fırat se quedó estático durante unos segundos al ver como el rostro de su esposa se quedó helado, sin expresión. La sangre comenzó a salir sin control de su boca. Bajó la mirada y vio como la estaca había quedado clavada en ambos por los extremos atravesando sus pechos.

Miró hacia la salida y pudo ver el rostro de terror de su hijo asomado en la puerta. Quiso incorporarse y tratar de calmarlo pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo cayó sobre el de Aydan sin vida y lentamente fue cerrando los ojos viendo por última vez a su pequeño Serkan.

-¿Papá?—abrió un poco más la puerta.—¡Papá!—se abalanzó a él desesperado.—¡Papá no te duermas! ¡No hemos jugado aún!

-Ven conmigo Serkan.

-Seyfi, ¡¿por qué papá no se mueve?!—la manga de la camisa de Fırat comenzó a empaparse por sus lágrimas.

-Déjalo descansar. Yo jugaré contigo y con Pırıl, ¿si?—lo apartó con delicadeza y lo cargó en sus brazos.—Despídete de ellos pequeño.

-Adiós papá.—agitó su mano en despedida.—Adiós mamá.

-Eso es cariño. Sé fuerte.—salió de allí y comenzó a mecerlo hasta que sintió como su respiración se apaciguaba.—Llegó tú momento Serkan. No dejes que la oscuridad se apodere de ti. Eres un niño muy querido. Nunca lo olvides.

✠✠✠✠

-¡Padre!—gritó con dolor en su alma.—¡Soy un monstruo!

-Serkan...

-¡Eda haz que pare!—el llanto lo estaba ahogando.

-Piensa en la flor que más te gusta. Visualiza sus colores, su olor, su forma...—se apartó las lágrimas de su rostro.—Eso es...—Serkan dejó de gritar.

-Todos me abandonan.—murmuró sin fuerzas.—Eda, no te alejes.

-Debo hacerlo. Sé que sufres pero me haces daño.—se quebrantó al sentir todo su dolor.—Duerme.—pasó suavemente los dedos por su frente haciendo que Serkan entrara en un estado de sueño.

Con el alma afligida, Eda se levantó y salió del bosque camino a la aldea. Sentía que algo se rompía en ella al ver todo el sufrimiento que el Strigoi cargaba en sus espaldas pero no podía hacer nada. La oscuridad lo tenía atrapado y no tenía intención de soltarlo jamás.


Los días pasaban sin cesar y con ello la desesperación de Serkan crecía cada vez más y más al no verla. Después de lo sucedido en Amberbrooke, comenzó a llevar a cabo sus primeros movimientos junto con su clan.

-Mi señor, ya hemos acabado con la vida del niño.—informó Balca.

-Excelente.—jugó con los anillos de sus manos.

-Señor ya casi alcanzamos la cifra establecida. Unos cuantos niños más y tomaremos parte del poder.—Deniz sonrió victorioso.

-Ya cumplieron con su parte. El resto del asunto dejenmelo a mi.—sonrió con maldad.—Quiero sentir el placer de ver correr la sangre por mis manos.—caminó lentamente alrededor de la gran mesa.—Pueden retirarse.

-Si señor.—dijeron al unísono y salieron.

-¿Listo para pasarlo bien Serkan?—habló la oscuridad.

-Siempre lo estoy.—esbozó una sonrisa ladeada y, con la capucha de la túnica puesta, salió del castillo y se adentró entre las sombras del bosque esperando su nueva víctima.

El viento comenzó a azotar los árboles con fuerza, arrastrando con ello algunas nubes que nublaron el cielo. El silbido del aire pasando entre las ramas y el sonido de las hojas secas siendo arrastradas era la armonía que comenzó a adoptar el bosque.

-¡Rueda! ¡Rueda peonza!—la hermosa risa de un niño destacó en el lugar.—¡No! ¡Mi peonza!—trató de alcanzarla cuando se metió bajo un enorme arbusto.—Mi hermano me matará...

Estiró su pequeña mano para ver si lograba almenos tocarla pero no obtuvo resultado. Dos grandes ojos aparecieron en la oscuridad del arbusto haciendo que se echara para atrás rápidamente.

-Hola Azad.—éste retrocedió un poco más.—Que linda peonza, ¿te la devuelvo?—se la mostró.

-Si, por favor...—murmuró asustado.

-Pareces un niño bueno. Debes tener muchos amigos.

-Tres, pero mi hermano es mi mejor amigo.—respondió.

-¿Dónde está?—la túnica tapaba casi todo su rostro.

-Enfermo.

-Apuesto que lo puedo animar. Le voy a dar un abrazo.—sonrió.—¿Tú quieres un abrazo Azad?

-No debo aceptar nada de desconocidos.—retrocedió un poco más.

-¡Oh! Yo soy Serkan el vampiro de los abrazos.—soltó una risa amigable.—Serkan, te presento a Azad. Azad, soy Serkan.—el pequeño comenzó a reír.—Ya no somos desconocidos, ¿o si?

‐¿Qué haces en este arbusto?—preguntó  curioso.

-El viento me arrastró hasta aquí y me quedé atrapado.—respondió.—Yo sólo quería ir a la panadería. ¿Hueles los panecillos Azad? Están recién hechos y calentitos. También se pueden oler los dulces...—comenzó a babear.

-Me gustan los dulces.—sonrió.

-¡Y a mi también!—exclamó contento.—Cubiertos de azúcar, con miel...—clavó su mirada en él haciendo que la sonrisa de Azad se borrara.

-Tengo que volver a casa...

-¿Te irás sin tú peonza? No debes perderla Azad, tú hermano te odiaría toda la vida.—sonrió maléficamente.

El pequeño se acercó un poco más al arbusto y metió la mano intentando alcanzarla. El rostro de Serkan comenzó a cambiar listo para devorar a su presa.

-Ten. Tenla.—canturreó para atraerlo.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la peonza sacó sus grandes colmillos y de un rápido movimiento le arrancó el brazo llenando todo de sangre. Los sonidos del bosque fueron sustituidos por los intensos gritos de dolor de Azad.

-¡Ahh!—cayó para atrás y comenzó arrastrarse con el otro brazo dejando un recorrido de sangre sobre el pasto.

-¡¿Azad?!—la voz de Eda resonó en aquel lugar.

Con una gran sonrisa malévola, Serkan se escabulló entre las sombras borrando todo rastro de él.

-¡Ayuda!

-¡Dios mío!—se acercó rápidamente a él.—Tranquilo, vas a estar bien pequeño.—arrancó un pedazo de tela de su vestido y envolvió la herida tratando de parar la hemorragia.—Por favor resiste...—colocó las manos sobre él y cerró los ojos para comenzar con el conjuro de sanación.—Cura...este niño...—comenzó a trabarse por los nervios.—Naturaleza que eres perfecta, sana a este niño que fue herido por una criatura oscura.—de sus manos salió una luz leve.

Sintió que su poder había sido interrumpido por algo. Abrió los ojos y bajó la mirada al pequeño cuerpo inmóvil. Pasó la mano por su rostro y, efectivamente, pudo comprobar que su alma había volado. Azad estaba muerto.

-Lástima que la cosecha de calabazas haya acabado. Se veían tan hermosas en el huerto.—Selin arrancaba las plantas marchitas con un aire de tristeza.

-Era su última semana. Debemos dejar descansar la tierra para el próximo cultivo.—respondió.

-Lo sé Eda, pero me entristece ver cómo se marchitan.

-A mi también.—Tomó el cesto con la última recolecta y se levantó sintiendo como todo daba vueltas.

-¡Cuidado Eda!—se acercó rápidamente y la sujetó.

-Estoy bien.—pasó la mano por su rostro.—Debe ser por estar tanto tiempo agachada.

-Dejemos el huerto por hoy. Te prepararé un té. Vamos.—caminó junto a ella hasta la casa.

-¿Cómo les fueron niñas?—Semiha habló desde la cocina.

-No pudimos terminar. Eda se encuentra un poco mal.—la sentó en la silla.

-Mi niña, ¿qué pasó?—se acercó a ella preocupada.

-No te preocupes, sólo fue un pequeño mareo de estar en el huerto. Ya me encuentro mucho mejor.

-¿Segura?

-Si—respondió con una sonrisa.

-Aquí tienes el té Eda.—le acercó la taza.

-Muchas gracias.

-Selin, ¿podrías ayudarme a preparar las pociones de belladona?—tomó un pequeño caldero y lo colocó sobre el fuego del hornillo.

-Claro.—respondió. 

-Muchas gracias por el té pero ya no me entra más. Saldré a caminar un poco por el bosque.—se levantó y dejó la taza en la pila.

-Eda, hace un momento estabas mareada.—Semiha la miró con desacuerdo.

-De verdad, ya me encuentro mucho mejor. Además, tomar aire fresco me sentará bien.—tomó su chal y lo pasó por encima de sus hombros.—No tardaré en regresar.—salió rápidamente evitando que le dijeran algo de nuevo.

Al llegar al bosque, se sentó bajo un gran árbol que daba sombra y, con los ojos cerrados, comenzó a disfrutar del sonido de la naturaleza. Aquella sensación de paz y libertad era lo que más amaba en el mundo. Desde pequeña siempre sintió una fuerza que la atraía hacia todo lo natural.
Era algo mágico y hermoso.

De repente, un zumbido inesperado sacudió su cabeza sintiéndose aturdida. Abrió los ojos y rápidamente se llevó las manos al pecho al sentir una fuerte presión.

-No puede ser.—se levantó como pudo y apoyó la espalda en el tronco del árbol.—La energía...—trató de tomar aire.—Los ni-niños...comenzó a caminar rumbo a su hogar.

Soltó un estruendoso grito al sentir como dos brazos la tomaban de la cintura y la arrastraban por el camino. Quiso intentar liberarse del agarre pero estaba demasiado débil. Las muertes de los niños se estaban llevando toda su energía y con ello su magia blanca.

-Suélteme...—murmuró antes de perder la conciencia por completo.

-Ahora serás mía Eda Yildiz...—la llevó hasta el castillo.

Serkan dejó caer con brusquedad su cuerpo en la cama y se sentó a su lado, haciendo un recorrido con su mirada disfrutando de cada rasgo que poseía.

-Eres tan hermosa que mis deseos por hacerte mía incrementan tan solo mirarte.—pasó su grandes manos por sus brazos sintiendo la suavidad de su piel.—Tu olor hace que me incite a querer más y más de ti.—se inclinó hacia ella y comenzó a dejar besos por todo su cuello y escote dejando pequeños moretones.—Todo un manjar para tú señor.—clavó los dientes en su clavícula mientras enterraba las uñas en sus finos brazos.—Me vuelves loco—Eda soltó un pequeño gemido de dolor.—Pienso marcar cada parte de tu cuerpo, cada poro de tu piel. Eres mía Eda Yildiz. Mía...














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