Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

By Demitae_6

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1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... More

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EPÍLOGO

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By Demitae_6

AHMED ÜLKER

Y aquí vamos, con mi esposa y mi..., mi "madre" rumbo a Turquía. Jamás pensé que, por hacer caso a los deseos de mi abuelo y padre, podría regresar a casa con dos personas que toda mi vida pasé buscando. Primero, Anastasia, nunca dejé de buscarla, de hecho, siempre traté por todos los medios de contactar con ella, pero ahora me doy cuenta de que nunca estuve cerca de hallarla sobre todo porque todos estos años ha estado en este tipo de pueblos tan cerrados que ni siquiera conocen un celular.

Hablé con ella, no tanto como me hubiera gustado, pues apenas escuché el grito de ayuda de mi Sultana, corrí hacia ella, pero creo que las tres preguntas que le alcancé a hacer a Anastasia fueron suficientes para mí y espero que también lo sean para mi padre y mi abuelo. Será muy difícil el reencuentro, lo sé porque soy un Ülker y sé que mi padre no aceptará su regreso, así como así, pero yo no dejaré a Anastasia sola.

Tampoco pienso perdonarla tan fácil, sé que necesito asimilar muchas cosas que me dijo y necesito más respuestas de ambos pues no puedo escuchar solo una parte de la historia. En fin, incluso si no hay suficientes razones para perdonar a Anastasia, no dejaré que se aleje otra vez, esta vez no se irá tan fácil de mi lado.

La segunda persona con la que regreso ahora, también la estuve buscando por mucho tiempo. No puedo creer que en Vakirust siempre estuvo la mujer que me quitaría el aliento con solo una mirada, la mujer que me tendría prácticamente a sus pies si así lo quisiera y, sobre todo, la mujer que en tan poco tiempo he llegado a querer como nunca lo había hecho. No me gustan las comparaciones, pero cuando me empecé a dar cuenta que mi Sultana se estaba adentrando cada vez más rápido en mi corazón, empecé a hacerlo.

Comparé muchas veces la relación que tuve con Anastasia Amery, sus actitudes, su forma de actuar, incluso comparé el tiempo que me tomó enamorarme de Anastasia con el tiempo que se había tomado mi Sultana en adentrarse en mis pensamientos y corazón. Me abrume cuando supe la respuesta, me aterraba darme cuenta de que estaba dejando entrar muy rápido a una persona a mi vida, incluso pensé que mi viaje de regreso a Turquía me haría darme cuenta de que estaba equivocado, pero no fue así.

No pude y no puedo dejar de pensar en la señorita..., bueno, en la señora Ülker que ahora mismo se encuentra durmiendo mientras su cabeza reposa en mi hombro. Aprovecho este momento para detallarla otra vez pues no me canso de hacerlo y no lo haré nunca.

Empiezo por lo que más me gusta de ella y lo que siempre ha llamado mi atención, sus labios. Tienen el color y tamaño adecuado que hipnotizan cuando empiezan a moverse. Recuerdo que muchas veces durante las entrevistas que le hacía Baadir para el famoso libro, yo no escuchaba nada, me limitaba solo a ver cómo se movían sus labios y supongo que nunca se dieron cuenta.

Continúo con su cabello, casi ondulado y abundante que se enreda fácilmente —sus palabras, no mías—, tiene un color un tanto confuso para mí, a veces lo veo negro y a veces café, pero da igual, porque siempre se ve hermosa. Por último, sus ojos, que, aunque ahora mismo no puedo apreciarlos, los puedo recordar a la perfección. Tienen un color un tanto especial pues para mí son plomos y a veces negros, de igual manera hipnotizan cuando los ves.

—¿No crees que la desgastarás? —dice Anastasia sacándome de mis pensamientos.

—Es mi esposa.

—Yo no dije que no lo sea —ríe—. Eres igual a tu padre.

Su último comentario me hace sentir algo incómodo, pero aun así no me quedo con la duda que ha surgido en mí.

—¿Mi padre también te adoraba así?

—Si —suspira—, era incluso más intenso, pero a mí me encantaba.

—Creo que no te encantaba tanto porque lo terminaste abandonando —no planeaba decirle eso, de hecho, creí que solo lo había pensado y no lo había dicho en voz alta—. Lo siento.

—No te preocupes, no tienes que disculparte —me da una sonrisa sincera—. Pero ahora más que nunca sé que debemos hablar con tu padre, bueno, si acepta verme desde luego.

—Claro que lo...

Soy interrumpido por el guardaespaldas que va al frente.

—Señor, perdón que lo moleste, pero... —levanta un celular—, su padre se encuentra en la línea y quiere hablar con usted.

Me acerco para tomar el celular y antes de ponérmelo en la oreja veo a Anastasia, la cual no quita la vista del aparato. Al final decido ponerlo en altavoz para que lo escuche.

—Dime pa...

—¡Ahmed Ülker! —empieza y hace que mi Sultana se empiece a mover incómoda, pero no se levanta.

—Cálmate o te cuelgo papá —digo cansado.

Anastasia se ve algo consternada tras escuchar la voz de mi padre, incluso se ha puesto las manos encima de su boca y no sé si está tratando de contener su llanto.

—¿Colgarme? —estoy a punto de responder, pero continúa— A ti te voy a colgar del cuello cuando llegues a Turquía ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te comunicaste ayer conmigo? Ni siquiera he podido dormir desde ayer, esperé todo el maldito día y ahora me dices que piensas colgarme.

—Perdón papá, es solo que...

—Espera, espera —no entiendo— Tú no eres mi hijo.

«¿Se volvió loco?»

—¿Dé qué hablas?

—Mi hijo jamás pide perdón, así que tú no eres mi hijo —lo que faltaba—. ¿Dónde está? ¿Qué hiciste con él?

«Esto es ridículo.»

—A ver papá, cálmate, soy Ahmed, o te lo hubieran dicho los guardaespaldas ¿No crees?

—Pruébalo.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Solo mi hijo sabría la razón por la cual odiamos comer Karniyarik en la casa de los Ülker, así que dime.

Regreso a ver a Anastasia y se ve confundida, pues antes de que se vaya era el platillo favorito de toda la familia. Claro, lo era porque siempre lo preparaba ella y por la misma razón se volvió el más odiado en la familia cuando nos abandonó. Se que lo que le diré a mi padre le hará daño, pero es la verdad.

—Lo odiamos porque solía prepararlo Anastasia, dejamos de comerlo desde el día que nos abandonó.

—Gracias a Alá, si eres mi hijo —suspira aliviado, «Está loco»—, pero ya te he dicho que no la llames Anastasia, es tu madre y debes llamarla con respeto.

—Yo emmm ¿Quieres decirme algo más?

Omito el último comentario de mi padre, pues aún no me siento listo para volver a llamarla mamá en voz alta y tampoco sé si lo merece, me debe respuestas y hasta no obtenerlas, la seguiré llamando por su nombre.

—Si, quería preguntarte algo —continúa mi padre— ¿Quién viene contigo? Los guardaespaldas solo llegaron a decirme que venías con alguien más, pero no me quieren decir nada más por órdenes tuyas, así que dime.

Me siento tranquilo al saber que cumplieron mis órdenes. No quiero que ninguna de las dos sorpresas que tengo preparadas para él se arruinen.

—Ya verás cuando lleguemos papá, solo debes esperar unas horas, te aseguro que ni siquiera lo imaginas.

—¡Te exijo que me...!

—Lleva al abuelo al aeropuerto y trata de que los paparazis no te sigan, por favor. Adiós. —cuelgo.

En todo el camino hasta llegar a la ciudad, Anastasia no me ha dicho nada. Se ha quedado callada y sumida en sus pensamientos. Mi Sultana tampoco se ha levantado y lo agradezco pues no quiero que se sienta mal por el viaje, prefiero que descanse y se prepare para los dos tornados que se avecinan al llegar a Turquía. Se que mi padre y abuelo la amarán, pero eso no la librará de las preguntas que le harán.

El auto se detiene justo frente al aeropuerto y decido que ya es hora de levantarla. Anastasia, por el contrario, sale sin decir una palabra.

—Sultana —muevo un poco su hombro—, Sultana, ya llegamos, tienes que...

Se levanta de inmediato haciéndose para adelante. Casi se golpea contra el asiento delantero, pero logro detenerla.

—¿Estás bien? ¿Otra vez tuviste una pesadilla? —digo despacio para no asustarla más.

Odio que ese maldito le haya hecho esto, pero ahora ni siquiera puedo hacerlo pagar.

—No-no, solo... —me mira—, solo..., nada, perdón.

—No tienes que pedirme perdón y si no me quieres contar está bien —acaricio sus mejillas para tranquilizarla—, pero quiero que sepas que ya no te volverán a hacer daño, nadie volverá a ponerte una mano encima sin tu consentimiento. Ahora me tienes a mí y haré todo lo que esté en mis manos para cuidarte como se debe.

Me abraza sin decir nada y yo recibo el abrazo gustoso. Cuando se separa ve todo a su alrededor y se sorprende cuando ve por las ventanas.

—¿Dónde estamos? ¿Ya llegamos a Turquía?

—No Sultana —retiro un cabello de su cara—, estamos en Şekırul, la capital de Vakirust. Específicamente estamos afuera de su aeropuerto.

—¿Cómo? ¿Aeropuerto?

—Sí ¿Sabes lo que es?

—Lo escuché una vez de mi hermano, pero ... ¿No se necesitaba un pasatransporte para eso? Yo no tengo nada de eso —abre más lo ojos, asustada—. ¡Oh no! Mis papeles, no sé dónde los dejé, soy una tonta.

Empieza a golpearse la cabeza con sus manos y la detengo al instante.

—No te vuelvas a golpear —hago que me mire— y si, si necesitas un pasaporte, pero no te preocupes, yo ya solucioné eso porque tengo todos tus documentos, tú no te preocupes por nada Sultana.

Parte del dinero que pude sacar esa vez, lo usé para tener los papeles listos de mi Sultana en caso de que escapáramos del juicio. Tenía planeado sacarla del país como fuera posible y al tener todos sus documentos fue muy fácil sobornar a algunos y sacar un pasaporte y otros papeles que necesita para salir del país.

Salimos del auto ya más tranquilos. Los guardaespaldas que yo había contratado sacan de la cajuela todas nuestras maletas, sacan incluso las bolsas que mi Sultana me había dado cuando pensábamos escapar, claro, antes de que la encarcelaran. Noto también unas maletas peculiares que había olvidado, son las que traje de Turquía con vestidos y coronas.

Tomo la mano de mi esposa y nos adentramos al aeropuerto. Puedo escuchar y ver como se sorprende con cada cosa que ve, a pesar de que este aeropuerto es nada comparado a los que tenemos en Turquía u otros países. Anastasia en cambio no se sorprende nada, parece que ni siquiera está con nosotros, solo se limita a seguirnos callada.

Llegamos a la zona VIP —o lo que se supone es VIP para este aeropuerto— y nos sentamos a esperar. Pedí un avión privado desde que logramos tener señal en el camino y debido a lo anticuado que es este aeropuerto, se demoran demasiado en realizar todo el proceso.

Noto como mi Sultana empieza a ver a las chicas y señoras que se encuentran a nuestro alrededor. No son la gran cosa, pero si tienen algunas joyas que llaman mucho la atención. La veo repasar su mirada en toda su vestimenta y hace una mueca.

—¿Quieres cambiarte? —capto su atención.

—No creo que haga un gran cambio —se vuelve a inspeccionar—, tengo casi la misma ropa en las maletas.

Para mí se ve perfecta con lo que lleva. El vestido es simple, pero se ajusta perfecto en cada una de sus curvas. Sin embargo, no puedo negar que se ve algo desgastado, pues el color rosado que supongo era al comienzo, ahora casi se ve blanco. Los zapatos tampoco se ven mal, pero de seguro le gustará más los que compré para ella en Hanan.

—No te lo había dicho, pero cuando vine de Turquía compré unos vestidos para ti, también compré unos zapatos que espero sean a tu medida —se ve sorprendida— ¿Quieres ponértelos?

—Claro que sí, gracias..., pero ¿dónde...?

—Vamos.

La ayudo a levantar y pasamos entre la gente que la ve de pies a cabeza, como si nunca hubieran visto a una chica antes.

Debido a que tendremos un avión privado, nuestras maletas las tienen todavía afuera a espera de nuestro avión. Tomo la maleta que preparó Mariam pues en ella recuerdo que estaban los vestidos más casuales que compré.

—Ten —le paso la maleta—, aquí podrás encontrar algunos vestidos que pueden gustarte —asiente—, pero si no te gusta ninguno de ellos, puedes decírmelo para mandar a comprar algunos con Asil.

—¿Quién es Asil?

—Uno de los guardaespaldas y el que está a cargo de tu seguridad también.

—Entiendo..., entonces ¿Me cambio aquí? —dice dudosa.

—¡No, no! Claro que no, vamos, te acompaño al baño.

La llevo hasta la puerta del baño y dejo que entre a cambiarse. Espero que le guste alguno de los vestidos, creo tener buen gusto, pero puede que mis gustos no le gusten a ella y...

«Estás pensando demasiado Ahmed, cálmate.»

No pasa más de diez minutos cuando la veo salir. Lleva un hermoso vestido rosado que le queda perfecto, igual a todo lo que ella usa. Los zapatos le quedan bien con el vestido, o eso es lo que creo, así que no hay necesidad de cambiarse. Me alivia un poco que se haya puesto uno, eso quiere decir que le... —mis pensamientos se detienen cuando veo su cara—, ¿No le gustó?

Llega frente a mí y antes de siquiera formular una pregunta, estira su mano.

—Ten, creo que se te cayó en la maleta —abre su mano y puedo ver en ella una foto— ¿Puedo saber quién es?

Tomo la foto y me doy cuenta de quien es.

—Si, es Mariam, mi hermana —se ve confundida.

—No me dijiste que tenías hermanos o hermanas.

—Bueno, no es mi hermana —asiente dudosa—, es mi amiga de la infancia y para mí es como mi hermana. Ella fue la que me ayudó a empacar esa maleta, tal vez se le cayó la foto o...

—Entiendo, entonces ¿Ella escogió los vestidos? —se ve algo molesta y solo puedo imaginar una cosa.

«Acaso... ¿Está celosa?»

—No, yo escogí todo pensando en ti —sonríe apenada y me acerco más— ¿Te gustó? ¿O mando a comprar más?

—Me encantaron todos los vestidos, aunque ... —«Oh, no, no le gustaron»—, son un poco cortos y no estoy acostumbrada a los vestidos así. Pero no te preocupes, me acostumbraré a ellos.

Guardo la foto en el bolsillo de mi pantalón y tomo su mano. Nos acercamos a dejar la maleta con los guardaespaldas y regresamos con Anastasia, la cual cuando reacciona a nuestra llegada, empieza a elogiar el vestido de mi Sultana.

No pasa mucho tiempo cuando Asil me informa que ya está todo listo, solo tenemos que subir al avión pues incluso nuestro registro y documentación ya lo han hecho ellos.

Salimos a la pista y frente a nosotros está un Dassault Falcon 8X. No es el avión que pensaba usar, pero mis hombres no pudieron conseguir algo mejor, así que no hago más problema y avanzamos a él. Al llegar a la pequeña escalera me detengo abruptamente cuando mi Sultana también lo hace. Regreso a verla y noto su cara llena de miedo mientras analiza todo el avión.

—¿Qué pasa?

—No quiero subir —suelta mi mano y da unos pasos hacia atrás—, no lo haré.

—Cariño... —trata de intervenir Anastasia, pero la detengo alzando mi mano.

—Sube, yo hablaré con ella.

Hace lo que le pido y al fin nos quedamos solos. Les doy una mirada a los guardaespaldas y entienden al instante que deben hacerse más atrás para no molestar.

—¿Te da miedo subir? —asiente despacio— Pero nunca has subido en uno ¿Cómo sabes que no te gustará?

Parpadea un par de veces y noto que su mente empieza a maquinar.

—Tienes razón, pero aun así tengo miedo, perdón..., yo, no sé qué me pasa, no te enojes conmigo.

El abrazo tomándola por sorpresa, pero responde de inmediato envolviendo sus brazos a mi alrededor. Es tan pequeña que su cabeza queda justo encima de mi corazón.

—Jamás me enojaría contigo por eso, ni por otra cosa parecida, es normal tener miedo —me separo un poco sin romper el contacto—, pero ahora me tienes a tu lado, te lo he repetido tantas veces este día, pero quiero que quede claro que jamás dejaré que salgas lastimada, de ninguna forma.

—Gracias. —me brinda una sonrisa.

—¿Confías en mí? —asiente de inmediato— Entonces podemos hacer algo. Si tú quieres puedo tapar tus ojos desde ahora y te llevaré hasta tu asiento, no me separaré de tu lado, despegaremos y cuando ya estemos en el aire podrás ver el maravilloso paisaje. ¿Qué dices?

La veo dudar por unos pequeños segundos, pero al final me sonríe y cierra los ojos.

Llamo a Asil con un gesto y este viene de inmediato. Le pido un antifaz que suelen tener en el avión para dormir y lo trae de inmediato.

Coloco el antifaz correctamente, sin despeinarla y cuando ya está lista la detallo por última vez. Sus labios son los que ahora llaman más la atención en su rostro y no me puedo resistir a preguntarle.

—¿Puedo besarte? —digo casi en un susurro.

Abre un poco la boca y supongo que es porque se ha sorprendido.

—Cla-claro, me gustaría que lo...

No espero más y tomo su cuello con una de mis manos para acercarla. La otra mano me ayuda a envolverla por la cintura y pegarla más a mí —como si no fuera suficiente—, trato de acercar mis labios lentamente para no asustarla, pero al final no me resisto y termino estampándolos con rapidez. Al principio me muevo despacio para que se adapte al beso y cuando noto que me sigue, acelero un poco con algo de desesperación.

Sus manos van a mi cuello y me envuelven con rapidez haciéndome bajar más, pues su altura no ayuda mucho. No se cuánto tiempo dura el beso pues me dedico a disfrutarlo hasta cuando siento que nos empezamos a quedar sin aire.

«Me encanta.»

Nos separamos cuando no soportamos más la falta de aire.

—Eso fue tan ... Wow, no sabía que mi esposa besaba tan bien, deberíamos hacerlo con más frecuencia.

—¡Ya Ahmed! —dice avergonzada y sus mejillas rojas la delatan aún más—, ¿Te estás burlando porque no se besar?

—Bueno, en realidad creo que te falta algo de práctica —deja de sonreír—, pero podremos arreglarlo si practicamos unas 6 o 10 veces al día ¿Te parece?

—Me parece que jamás lo volveré a hacer si me sigues molestando —río—, ya en serio ¿Beso tan mal?

—No, claro que no, besas muy bien —sonríe de nuevo—. Pero eso no la eximirá de practicarlo 6 o 10 veces al día señora Ülker, incluso podríamos hacerlo más veces si usted acepta.

—Acepto —dice al instante y me toma por sorpresa—, pero ya quiero subir al avión o perderé todo el valor que he ganado con ese beso.

—No se diga más entonces, vamos.

Paso mi brazo por su cintura y con la otra tomo su mano para ayudarla a subir. La aseguro en el asiento y cuando termino me siento a su lado sin dejar de sostenerla. Aprieta mi mano cuando el avión empieza a moverse y yo trato de calmarla diciéndole cualquier cosa para distraerla y funciona pues cuando ya estamos en el aire, ella sigue interesada en saber sobre la gata que tiene mi padre.

—... Y cuando tenga sus gatitos ¿Podemos quedarnos con uno? —dice emocionada.

—Claro que sí, tendremos lo que tú quieras —da pequeños aplausos emocionada—. Ahora, déjame sacarte el antifaz, ya estamos volando y quiero que veas todo el paisaje.

Se lo quito y empieza a inspeccionar todo a su alrededor. Subo la cortina para que pueda ver por la ventana y cuando se da cuenta del hermoso paisaje que tiene al frente no deja de emocionarse como una niña pequeña. Señala emocionada cada nube y cada cosa que alcanza a ver, me pide que lo vea y también finjo emocionarme.

Así pasamos casi todo el viaje hasta que se cansa y se queda dormida nuevamente apoyada en mi hombro.

«Me encanta, me encanta, ¡ME ENCANTA ESTA MUJER, MI MUJER!»

DECIDÍ QUE EL EPÍLOGO LO DIVIDIRÍA EN 2 PARTES, POR ESO ESTE CAPÍTULO QUE PARECE INCONCLUSO AL FINAL. 

MAÑANA (VIERNES) PUBLICARÉ LA ÚLTIMA PARTE, ES DECIR EL EPÍLOGO.

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