El Camino a casa [II]

By GabuZequeira

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(SECUELA DE PICCOLO, EL SHOW DEBE CONTINUAR) Su piel era tan suave, con la delicadeza perfecta para hacerle p... More

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By GabuZequeira

Canciones del capítulo:
Play with Fire de Sam Tinnez y
NBK de Niykee Heaton


Acomodó la gruesa tira de sus bragas de encaje negro que se adaptaba perfecto a sus glúteos, cubriendo la porción justa de piel para que luciera de manera esplendida. Desde su camerino, podía escuchar la música del espectáculo que se estaba llevando a cabo en el salón principal: Play with Fire, de Sam Tinez.

Agarró el albornoz de encaje con rosas estampadas en color negro que descansaba sobre su perchero y se lo puso con cuidado. Acarició los bordes y tomó el fino cinturón de tela con pompones e hizo un delicado nudo uniendo ambos extremos del mismo. El albornoz le cubría hasta los talones, sin embargo, su transparencia hacía lucir su cuerpo curvilíneo con una extrema exquisitez y sensualidad.

Inclinó su cuerpo hacia el espejo y retocó por última vez su brillo labial que resaltaba el natural color cereza de sus labios y acomodó sus rizos hacia un costado, dejándolos caer sobre su hombro izquierdo y contempló su reflejo por unos instantes. La mariposa en su abdomen y los laureles descansando sobre su pelvis lucían sensuales con ese fina prenda. Harry sabía que su cuerpo era privilegiado y que sus curvas sugestivas estaban absolutamente capacitadas para arrebatarle la cordura a cualquier alfa o beta que las contemplara. Era un omega precioso, también lo sabía.

Respiró profundo y perfumó su piel con uno de los costosos perfumes que Zayn le había obsequiado, esa noche optó por Fucking Fabulous de Tom Ford; jamás en la vida podría darse el gusto de comprar esa fragancia. La verdad era que Zayn lo trataba como a un príncipe, pero la paga de ese imperio era su cuerpo y Harry estaba cansado de eso.

Desde que llegó a Le Ciel Sale, la tarde en que Victorine lo encontró prostituyéndose en la calle, su vida había cambiado por completo. Harry mentiría si dijera que no mejoró, pero, ¿a qué costo? Los dos primeros años, Zayn le había permitido trabajar en el club, atendiendo los clientes que el omega consideraba menos peligrosos. Sin embargo, al poco tiempo, este le había ofrecido un trato al cual Harry no pudo negarse. El Alfa lo quitaría del sector de Complacencia y lo llevaría al sector de Entretenimiento, dónde únicamente debería preparar al cliente para que luego los omegas de Complacencia concluyeran exitosamente su trabajo.

También le aseguraba a Harry un lugar seguro para vivir con su cachorra y la educación de la misma, además, no tendría que exponer más su cuerpo a alfas malolientes o violentos, que maltrataban su piel y su sexo, sino que solamente debía brindar un juego de coqueteo, insinuación y sensualidad con el cual se sentía bien. Había pasado por cosas realmente horrorosas en la calle; eso a comparación, era pan comido. Aunque había tenido que soportar las amenazas que recibía de parte de Damiano; había sido devastador para el omega perder a su alfa y no se resignaba a que este tuviera otro hombre que lo satisfaciera. En cierta forma, Damiano y Harry tenían algo en común, ambos habían perdido a la persona que más amaban en el mundo, por eso nunca podría juzgarlo.

A cambio de ese privilegio, Harry debía abstenerse de ser tocado por cualquier otro hombre que no fuera Zayn, y el punto más importante: Se encargaría de saciar los celos a este cada mes, durante los días que se prolongara el mismo.

Zayn era un alfa muy fuerte, con el cual Harry sabía que no podía jugar. Durante sus celos, la fuerza de este incrementaba a tal punto que el omega había comenzado a usar collares para impedir que el alfa lo mordiera. Este lo había intentado solo algunas veces cuando perdía su buen juicio en medio de la desesperación que le causaba el celo y Harry sospechaba que le sucedía eso debido a la falta que le hacía su omega, ya que lo había escuchado mascullar su nombre varias veces con mucha angustia. Por momentos, Zayn le generaba compasión; estaba tan roto por lo sucedido con Damiano que Harry no podía evitar empatizar con él, sin embargo, también conocía el monstruo del alfa, quien sería capaz de cualquier cosa por conveniencia.

El alfa se había convertido en un ser avaro que solo amaba el dinero y no le importaba el medio para conseguirlo ya que, el imperio que había forjado con Le Ciel Sale, había sido a costa del cuerpo de omegas, incluso, su propio omega, y esa era una razón suficiente para que esa compasión se esfumara de inmediato al recordar el ser malvado en quien se había convertido el alfa con aroma a sándalo.

Por otro lado, Harry también había conocido en Le Ciel Sale el otro lado de la moneda: omegas y betas disfrutaban brindar espectáculos en el lugar y, además, vender su cuerpo a cambio de fortunas que los clientes adinerados pagaban por ellos. Harry no podía comprender cómo disfrutaban de la ultrajante venta de su cuerpo, debido a que había crecido en un mundo de prostitución y drogas, y bajo ningún punto de vista podría considerarlo como algo bueno, sobre todo, al recordar a Donatella y todo lo que ella había sufrido.

No había un solo día en el que Harry no recordara a su hermana. La extrañaba, tanto como la necesitaba para recuperar un poco de la calma que le había sido arrebatada la noche en que pudo escapar del infierno en el que vivía, a costa de su hermana, quien se había sacrificado para que él pudiera ser libre. Junto con Niall, la había buscado sin cesar, encontrando una pista de ella en Winchester, pero el beta le había recordado que esas cosas llevaban tiempo, pero que tarde o temprano la encontraría y la regresaría a casa junto a él y a la cachorra.

Unos pequeños golpes en la puerta lo sobresaltaron, haciendo que prestara atención nuevamente a su alrededor.

—Adelante —respondió rápidamente.

La puerta se abrió descubriendo a Zayn elegantemente vestido con un traje entallado negro; su blazer lucía delicadas figuras trazadas con canutillos negros y plateados. El pantalón de vestir se ceñía a la medida justa a sus trabajadas piernas. Su cabello negro azabache estaba prolijamente peinado con un jopo hacia atrás, dejando en libertad a un rizo que caía descarado sobre su frente.

Harry permaneció observando durante unos segundos las facciones del alfa que parecían poseer rasgos árabes, los que le otorgaban una belleza cautivadora. Zayn era un alfa completamente hermoso, el omega podía apreciar su belleza y atractivo, aún así, cada acercamiento que tenía con este le ponía los vellos de punta y no se debía al esplendor del mismo, sino al temor que le provocaba la maldad en él.

Aún en el umbral de la puerta, Zayn relamió sus labios, deleitándose con el cuerpo de Harry cubierto con en el fino y sensual albornoz que había comprado para él. Caminó hacia el omega, quien todavía permanecía de pie frente al espejo y se detuvo detrás de este sujetándolo de su cintura.

—Te ves hermoso —halagó e hizo a un lado el cabello del omega para acercar su nariz al cuello de este—. Ese perfume te sienta de maravilla. —Pegó los labios a su cuello y los dejó descansar unos segundos allí en tanto presionaba un poco la cintura del menor.

Harry cerró los ojos con fuerza y presionó las manos en el borde del tocador ya que odiaba esos acercamientos. Su piel solamente anhelaba el toque gentil de su dulce alfa, la suavidad de sus caricias que solían encenderlo con tanta facilidad. No obstante, el toque de Zayn le revolvía las tripas, no importaba cuánto se esforzara por verse a gusto, simplemente le disgustaba.

—Esta noche recibiremos la visita de cuatro importantes empresarios —habló otra vez el alfa despegando poco a poco los labios del cuello del omega—. A Victorine se le hizo conocido el nombre y averiguó de quién se trataba. Es uno de los dueños de una prestigiosa empresa de insumos médicos, por lo que necesito que tú y Damiano se encarguen de ellos. Quiero que atiendas a Payne y luego Complacencia se encargará del resto —explicó con interés y acercó otra vez la boca al cuello de Harry—. Quiero que lo atiendas como solo tú sabes hacerlo. —Llevó su mano a la columna del omega y dirigió la caricia por aquel sensual y pronunciado camino, deteniéndose en el nacimiento de su culo—. En el momento en que esté listo, lo atenderá Damiano. ¿Comprendes, ángel?

Harry asintió con rapidez ante esa palabra que Zayn había elegido para llamarlo en Le Ciel Sale, sin embargo, el omega se había percatado que muchas veces el alfa lo usaba como un apodo, más que como un nombre. No tenía dudas de que Zayn buscaba algo más que saciar su celo una vez al mes, pero aún consideraba si le sería conveniente aceptar la propuesto de tener algo serio con él. Era una locura, pero quizá eso aseguraría el futuro de Azul y, por su cachorra, estaba dispuesto a cualquier sacrificio.

—Buen chico —felicitó y dejó un beso sobre el hombro del menor, deshaciendo con lentitud el contacto entre ambos—. Ponte el antifaz y a trabajar —dijo por último y sin más salió del camerino.

Harry respiró profundo, tomó el antifaz veneciano también de color negro y se lo colocó con cuidado, el mismo cubría la mitad de su rostro y su uso era una regla inquebrantable dentro del club nocturno, una política de resguardo a la privacidad de sus clientes y debían utilizarlos tanto los empleados como la clientela. Le Ciel Sale era uno de los prostíbulos más prestigiosos de Londres, dónde asistían desde estrellas de cine hasta políticos; sus identidades debían mantenerse rigurosamente en secreto.

Salió de su camerino, el que antes pertenecía a Zayn. Eso le había traído problemas con algunos de los omegas del lugar, que comenzaron a quejarse de los privilegios que Harry tenía. Sin mencionar los desplantes que Damiano y Ethan le hacían cada día. Harry trataba de no darle importancia a esas cosas y trataba a todos con amabilidad y respeto. Ese era uno de los motivos principales por el que Victorine lo protegía como si fuera su hijo. Ella siempre había tenido un trato preferencial hacia él, quien había sufrido más de la cuenta durante los meses que Victorine se había ausentado de Le Ciel Sale, por motivos personales que solo eran de conocimiento de Zayn.

Comenzó a caminar para dirigirse hacia el salón principal y a su lado desfilaban con rapidez los omegas que recién habían finalizado el show de apertura de la noche y corrían hacia sus camerinos a cambiarse para el próximo. Y como era de esperar, Damiano atravesó la puerta. Él se encargaba del show inaugural de cada noche, tal como lo hacía desde años atrás.

En cuanto lo vio, este comenzó a mirarlo con desprecio, como siempre. Aquel omega era arrogante e irritante, tanto como bello y talentoso. Seguramente caminaba en dirección a su nuevo camerino, el que había obligado a Zayn a instalar con todos los lujos que el omega merecía, ya que, aunque la escritura no poseyera más su nombre, este continuaba siendo dueño del lugar, aunque Zayn no le permitía opinar sobre nada y mucho menos a tener poder de decisión sobre algo. Aún así, Harry no podía odiarlo.

—Angelito rastrero —pronunció Damiano con altivez a manera de saludo, levantando su ceja perfectamente delineada. El italiano era precioso, pero lo que tenía de bello, lo portaba de arrogancia y soberbia por partes iguales.

Harry rodó los ojos e ignorándolo abrió las puertas principales, aquellas que dividían la antesala de los camerinos con el salón principal. Las luces de colores, el humo del hielo seco, el calor del ambiente y la sugerente música lo envolvieron por completo. Cuando cerró las puertas a su espalda, allí también había dejado a Harry. Ahora solo se trataba de Ángel.

—¿Dónde mierda te habías metido? —susurró Liam en el oído de su amigo.

Louis rodó los ojos dándole una calada a su cigarrillo.

—¿Puedes calmarte por favor, Liam? Gracias —dijo irónico y se dirigió a los alemanes—: Siento la demora, tuve que hacer una parada obligatoria —explicó con picardía.

Liam entrecerró los ojos y miró fijo a su amigo. Lo conocía tanto que hasta creía que un día podría leer su mente. Lo tomó del brazo y lo alejó un poco de los hombres.

—No puedo creer que llegaste tarde porque estabas cogiendo con un omega —increpó.

—Una omega —aclaró Louis sonriente.

—Hijo de puta —masculló Liam—. Tenías que hacer una sola cosa que era llegar temprano, y no lo hiciste por andar revolcándote con una omega —enfatizó burlón.

—Lo tenía pendiente, Liam —respondió despreocupado y le dio otra calada a su cigarrillo—. Lo siento —dijo de la misma manera que su amigo, quien solamente lo miró durante unos segundos y volteó hacia los alemanes al escuchar al mayor.

—Tranquilo, Liam —quiso apaciguar al alfa, palmeando un poco su hombro—. Esto no es trabajo, así que no hay de que preocuparse por horarios. Estamos aquí para beber unos tragos y pasar un buen rato ¿No es así, Friedrich?

—Por supuesto. Solo diversión, nada de trabajo. Para eso, tendremos el día de mañana. Relajémonos.

Louis alzó las cejas, esbozó una sonrisa divertida y miró a su amigo.

—¿Lo ves? No hay de qué preocuparse —advirtió con soltura y arrojó su cigarrillo—. Entremos.

No hizo falta que hicieran la fila, ya que Andrea había pagado un plus para que pudieran evitarla. Louis lideró el camino que los conduciría hasta el interior Le Ciel Sale y atravesaron una puerta giratoria con bordes dorados, y una lujosa antesala los recibió. Los pisos de mármol blanco con vetas negras parecían brillar a sus pies. Un fino e imponente cortinado de paños de color borgoña separaba el salón principal de la sala en la que se encontraban, delante del mismo, dos hombres vestidos únicamente con pantalones ajustados de cuerina negros custodiaban el mismo. A un costado, un joven con un antifaz de color rojo los recibía con una sensual sonrisa. Lucía su cabello negro recogido en un exótico peinado. Vestía un corset negro con canutillos brillantes en color dorado, medias con encaje hasta sus muslos y portaligas de color negro. Zapatos con tacones aguja y un spolverino oscuro largo hasta los tobillos.

—Bienvenidos a Le Ciel Sale —les saludó con voz sugestiva.

Louis notó enseguida que se trataba de un omega, pero no sintió ningún aroma. "Buen comienzo", pensó.

—Buenas noches —saludó el alfa. Tenemos una reservación a nombre de Payne.

El omega no necesitó corroborar esa información, por el contrario, dejó la carpeta que tenía en sus manos sobre el atril y se dirigió hacia el grupo de alfas.

—Buenas noches. Mi nombre es Darcy y estábamos esperándolos. —Se alejó un poco y de una caja forrada con una tela brillante oscura, tomó delicadamente cuatro antifaces venecianos de color dorado. Se acercó a ellos y antes de entregarlos, les explicó—: Le Ciel Sale les asegura que disfrutarán de una espléndida noche, así como también les garantizamos el resguardo de sus identidades. Por lo que es importante que antes de entrar al salón principal, se coloquen estos antifaces, que todo nuestro personal también utiliza. ¿Están de acuerdo? —preguntó amablemente.

—No tengo problema en usarlo —advirtió Liam.

—Entonces, perfecto. Los usaremos —dijo con notable emoción el joven alfa alemán.

El omega asintió con una pícara sonrisa, sus labios y parte de sus mejillas eran lo único visible de su rostro. Se acercó a los alfas y les ayudó a colocarles el antifaz.

—Gracias, lo haré yo mismo —respondió Louis cuando el omega estuvo a punto de rozarle la piel.

—Perfecto. —Caminó hacia el centro de la recepción, deteniéndose justo donde un gran círculo negro con finos arabescos decoraban el piso debajo de sus zapatos—. Bienvenidos a Le Ciel Sale, donde sus vidas cambiarán por completo.

Los hombres que habían permanecido de pie frente al cortinado, tomaron un extremo cada uno y lo abrieron, permitiéndoles el paso a los alfas. Darcy les sonrió nuevamente y comenzó a guiarlos por el salón.

Las luces de colores y el humo seco les dieron la bienvenida, la música sugestiva de NBK de Niykee Heaton, comenzó a sonar a todo volumen dentro del salón principal. Sintieron el ambiente envolverlos, tan caliente y sensual que no se demoraron en apagar sus mentes. Preocupaciones, trabajos y cualquier otra mierda habían quedado afuera del club.

Notaron como todos los que allí bailaban o se encontraban en las mesas poseían antifaces. No se sintieron incómodos, el ambiente era por demás sugestivo y el uso del antifaz le daba una pizca de intriga y sensualidad.

Louis observaba con detenimiento el lugar. Las paredes estaban cubiertas con un fino revestimiento capitoné de color claro, absorbiendo las luces de colores, brindándole distinción al recinto, al igual que las lámparas con cientos de cristales colgando del techo. Se sintió conforme con el lugar, no haber conseguido la reserva en el otro club los había beneficiado al fin y al cabo. Observó el escenario y el show que se llevaba a cabo hasta que la atención de sus ojos fue captada por la figura de un hombre acercándose con paso seguro hacia ellos. Podía asegurar que este era un omega, su cuerpo y su vestimenta lo delataban a simple vista.

La música parecía acompañar la elegancia y la sensualidad en cada paso del omega que,  segundo a segundo, se acercaba más. Su cuerpo, prácticamente desnudo, era cubierto apenas con una tela de encaje negro; era una jodida obra de arte.

Darcy, quien se encontraba delante de los alfas, observó al omega que llegaba hacia ellos y marcó con una seña disimulada al primer alfa, el que estaba justo detrás de él. El omega de rizos le sonrió y su mirada se enfocó en el hombre marcado por su compañero. Caminó el último tramo que los separaba y fue entonces que se encontró con unos intensos ojos azules que lo observaban atentamente. Acortó la distancia y se detuvo frente al grupo de hombres. Los cuatro lo observaban como si el omega fuese un oasis en medio de un despiadado desierto.

—Bienvenidos a Le Ciel Sale —pronunció Ángel con voz ronca y sensual, la que utilizaba únicamente mientras estaba trabajando—. Reservamos un lugar en el sector VIP para ustedes— extendió su mano hacia el alfa de ojos azules quien no le había quitado los ojos de encima—. Los acompañaré a su mesa.

Louis no pudo moverse y el omega tampoco cambió su actitud provocativa, ni bajó su mano, por el contrario, movió sus dedos incitando al alfa a que la tomara.

Louis observó los delicados dedos provocándolo a tomarlos, y luego los ojos del joven que se veían verdosos, pero las luces del lugar no ayudaban a definirlos correctamente. Sin embargo, todo en el cuerpo del omega era una invitación a tomar su mano y permitirle que lo guiase hasta el mismo infierno, si este así lo quisiera. Aunque Louis no perdería la cabeza de esa manera. Había prometido que nunca más sucumbiría ante los encantos de ningún omega.

—Camina y te seguiré —advirtió. Su voz sonó seria y cortante, a pesar de que tuvo que elevarla un poco por causa de la música.

Ángel sonrió de costado y un descarado hoyuelo se lució en su mejilla. Ese tipo, seguramente era otro de los pedantes y jodidos alfas que allí frecuentaban. Observó su aspecto por unos segundos y sin dudas su costoso traje vociferaba: ¡Alfa dominante y adinerado! Estaba acostumbrado a lidiar con alfas de ese estilo. No mencionó ni una palabra, bajó la mano y con ella tomó uno de los extremos de su albornoz, y lo meció hacia atrás, permitiendo así que, al girarse, la piel de su pierna quedara al descubierto por unos segundos.

La mirada de Louis se desvió a la porción de piel del joven que de pronto había quedado expuesta. "Omega soberbio", pensó y rio por la nariz, a pesar de que esa simple acción hizo enloquecer a su lobo. Ignorando aquello, comenzó a seguir al provocativo chico.

Friedrich se acercó a Louis chocando su codo izquierdo con el de él, en un acto de camaradería. Louis lo miró con sorpresa y, con una pizca de desagrado ante aquel repentino y confianzudo gesto, volteó con rapidez hacia el omega.

—Was für eine Schönheit!/ ¡Qué belleza! —expresó el alemán con deseo—. Me lo comería entero.

Al escucharlo, Louis lo fulminó con la mirada, ese comentario por algún motivo que desconocía le molestó de sobremanera, sin embargo, el alemán no parecía percatarse de su molestia ya que comenzó a caminar detrás del omega con las intenciones de detenerlo.

—Louis, por favor. —Liam se acercó a su lado con rapidez al ver las molestias facciones de su amigo—. ¿Qué te pasa? Sé amable, ¿o acaso te molestó lo que dijo sobre el chico? —preguntó sonriendo con sorna—. ¿Te gustó?

El alfa cerró los ojos con fastidio, recuperando su semblante serio e inmutable mientras desprendía el botón de su traje.

—No, Liam. Sabes muy bien que no.

Liam levantó las cejas y frunció los labios.

—Perfecto, no habrá inconvenientes entonces —aseguró y relamió sus labios mientras miraba a su alrededor considerando con cual omega se revolcaría esa noche—. ¿Te quedaron ganas de coger? —preguntó burlón—. Porque no puedes perderte las preciosidades que hay aquí.

—Siempre hay ganas de coger, amigo —aseguró Louis llevando nuevamente la mirada hacia el atractivo omega que los estaba guiando hacia su mesa.

Este poseía un especie de magnetismo que no permitía que sus ojos se despegaran de aquella delicada espalda. Las luces blancas, que por momentos iluminaban el salón, le permitían ver la fina y pronunciada cintura del omega. Algún que otro rizo descansaba sobre sus omóplatos, aunque la mayoría de su cabello estaba acomodado sobre su hombro. Se preguntó si en verdad las luces le estaban permitiendo deducir correctamente el color de su cabello; eran del color del chocolate. Batió sus pestañas con urgencia, evitando todo pensamiento que relacionara a ese omega con aquel a quien había amado y, aunque jamás lo admitiera en voz alta, siempre le sucedía lo mismo y ese era el motivo principal por el cual no se permitía admirar a ningún omega. En todos, siempre encontraba algo de aquel miserable novio de su adolescencia.

De pronto, su atención se enfocó en la acción del alemán, quien llevaba su mano a la espalda del chico, deslizándola lentamente hasta que abrazó su cintura. El omega volteó hacia este y Louis tragó saliva cuando la mano de Friedrich se aferró a la atractiva curva. Su lobo se removió perturbado ante lo que presenciaba y Louis se sintió confundido. No había razón para que su lobo se alterara de esa manera, había estado anestesiado durante tantos años que su accionar no tenía sentido; este era un omega más, uno de los tantos que había conocido.

Por otro lado, Harry observó el rostro del alfa que lo estaba abrazando, lo tenía demasiado cerca y, gracias a la luz blanca del espectáculo que se estaba llevando a cabo en el escenario, pudo apreciar las bellas facciones que el antifaz no cubría. La mandíbula de este era redonda, sus labios rosados y rellenos estaban adornados con una barba de algunas semanas. Su aroma era fuerte, una predominante esencia a menta pretendió envolverlo arrogantemente. Sintió náuseas, pero no se mostró afectado.

—Omega —susurró este cerca de su oído—. Te quiero solo para mí esta noche. —Aferró su mano con más fuerza, provocando que el cuerpo del joven se pegara más al suyo.

Harry sonrió con picardía, fingiendo sentirse halagado por esas palabras y, sin detener sus pasos, acarició la mejilla del alfa, quien sonrió ante el delicado tacto.

—Nadie me llama omega, cariño. Mi nombre es Ángel —enfatizó.

Las luces de colores volvieron a oscurecer el ambiente. El alfa se detuvo, deteniendo también el paso del omega y el de sus acompañantes. Lo acercó completamente a su cuerpo y hundió la nariz en su cuello buscando su aroma, pero no encontró nada. Dedujo de inmediato que este ocultaba su esencia.

Louis apretó su mandíbula al mismo tiempo que hizo un puño su mano. Quiso alejar a Friedrich, lo más lejos posible del omega; su lobo se lo exigía con premura.

—¿Por qué ocultas tu aroma? —cuestionó el alemán aún con los labios pegados al cuello del chico, quien impuso la distancia necesaria para apartar al hombre de su espacio personal.

—Queremos cenar. —La voz de Louis irrumpió al acercarse precipitadamente, ganando la atención de ambos. Tomó del brazo al alfa y lo alejó abruptamente del omega.

Las luces blancas se apoderaron del salón una vez más y Ángel llevó su atención al alfa quien se había acercado en el mismo momento en que las luces iluminaban su rostro. De inmediato, su atención se enfocó en los ojos azules de este que se notaban con claridad. Sus latidos se detuvieron, su entrecejo se arrugó y su omega despertó luego de tantos años de letargo.

"¿Alfa?", se preguntó de inmediato, a pesar de que rehuyó rápidamente su vista, lejos del cielo en la mirada ajena. Se sintió confundido y una despiadada duda comenzó a carcomer su interior, pero supo recomponer rápidamente sus facciones para que no afectaran su semblante seguro. Olisqueó disimuladamente el aire, pero no encontró la fragancia que esperaba.

—Si, también yo —respondió Liam con soltura al acercarse al pequeño círculo que de pronto se había formado. Llevó una mano al brazo de su amigo y amenazó con discreción—: Suéltalo.

Louis, quien no había quitado la mirada del omega, aflojó el agarre en el brazo del alemán y extendió su mano hacia el joven quien al notarlo, lo miró rápidamente.

—Llévanos a nuestra mesa —pidió con voz autoritaria.

Harry, lentamente llevó su mano hacia la del alfa, quien lo aguardaba con la palma hacia arriba. Despacio y con suavidad, acarició la piel con sus dedos, hasta dejarlos descansar por completo sobre la calidez que le fue ofrecida. Louis dejó escapar un suspiro ahogado de su boca y Harry separó un poco sus labios con sorpresa. Les fue imposible disimular la electricidad que recorrió sus cuerpos con aquel sencillo toque. Sus miradas se encontraron y el brillo en ellas logró encantarlos durante unos instantes en los que sintieron apoderarse del mundo, uno en el que solamente se encontraban el cielo y el bosque encantado.

Harry pasó saliva y parpadeó varias veces para recomponer su postura que se vio golpeada por la fuerza de aquella mirada azul. Volteó con rapidez y, como si nada hubiera pasado, comenzó a guiar a los hombres que le fueron asignados hacia el sector VIP que aguardaba por ellos, mientras su mente entretejía miles de suposiciones y conjeturas que fueron causadas únicamente por el color de ojos de ese hombre, que poseían un parecido bastante significativo con los ojos de quien había sido su dulce alfa; en casi seis años, nunca había visto unos ojos así. Aún con esa extraordinaria similitud, no podía ser él. Su alfa, seguramente era un prestigioso médico y jamás frecuentaría lugares como ese club. Lo más probable era que estuviera en su casa; tal vez con su omega y sus hijos.

Ese pensamiento, con frecuencia atacaba despiadadamente a Harry, entristeciéndolo por completo. No obstante, era la consecuencia de haber tomado la decisión de liberar a Louis, de haberle permitido cumplir su sueño. Soltó con delicadeza la mano del alfa buscando sentir detalladamente su piel y volteó hacia los demás, haciendo un ademán para invitarlos a sentarse en la mesa.

—Es aquí —indicó con una sonrisa, a pesar de que su voz se perdía entre los aplausos—, pueden tomar asiento.

Fue incapaz de evitar mirar al alfa, quien lo estaba observando mientas se quitaba el saco de su traje, descubriendo una camisa blanca, una corbata y un chaleco entallado negro que se ajustaba osadamente a su cintura.

—Tengo un lugar entre mis piernas para ti, schön / precioso —sugirió con descaro Friedrich al omega en el momento que se posicionó detrás de él y apoyó su entrepierna en los glúteos del joven.

Harry sintió asco, como cada vez que alguien, quien fuera, lo tocaba o se acercaba de esa manera a su cuerpo. Imannuel rió a carcajadas por la evidente excitación de su compañero. Liam observaba sonriente mientras se ubicaba en la mesa y Louis simplemente quería arrancarle la cabeza al imbécil necesitado, pero decidió dejar pasar esa absurda sensación de posesión que no era propia en él, no le interesaba sentirse así; los omegas eran solo un agujero para coger con rudeza, nada más.

—Buonasera, signori. / Buenas noches, caballeros.

La voz de Damiano llamó la atención de todos los alfas en la mesa, incluso la de Friedrich quien parecía obsesionado con Ángel. El omega vestía un corset de cuero negro y unos portaligas con medias de encaje del mismo color, que le permitían lucir el tatuaje de un ave Fénix que el omega tenía en el muslo. Unos tacones negros estilizaban sus piernas, las mismas que Liam no pudo evitar contemplar con detenimiento.

—Buenas noches —saludó el doctor Payne con un evidente interés en el omega.

El italiano se acercó a este y extendió su mano ofreciéndola al alfa, quien la tomó y dejó un beso en el dorso.

—Mi nombre es Shia y estaré acompañándolos esta noche —explicó con voz sensual.

Liam tomó la mano del omega y con caballerosidad lo invitó a sentarse a su lado.

—Sería un honor que nos acompañaras —declaró el alfa.

Louis sonrió divertido ante la actitud de su amigo, a quien claramente el omega le había interesado. Friedrich, de inmediato volvió su atención hacia Ángel y aferró sus brazos a la cintura de este.

—Siéntate conmigo, omega. Sobre mis piernas.

Pretendió obligar al joven de rizos para que lo obedeciera, sin embargo, fue detenido por una fuerte mano que agarró su brazo.

—Con calma, caballero.

Louis llevó su mirada hacia el recién llegado, a quien había escuchado claramente gracias a que la música se había tornado ambiental, ya que era el tiempo de la cena. Notó su extravagante pronunciación, el costoso traje que vestía y la manera en la que tomó a Ángel y lo alejó del alemán. El hombre, era la única persona en el club que no traía antifaz, Louis no tenía dudas de que ese alfa era el dueño del lugar.

—Bienvenidos a Le Ciel Sale —saludó amablemente—. Mi nombre es Baco. —Miró por unos segundos a Damiano, quien parecía estar muy entretenido con Liam. Presionó la mandíbula y continuó hablando—: Me gustaría ofrecerles algo para tomar, como cortesía de la casa —sonrió cordialmente—. ¿Qué les parece un whisky o tal vez unos tragos? —Observó de reojo a Harry, advirtiendo la curiosidad en su mirada y llevó sus ojos hacia el lugar que parecía haber atrapado su absoluta atención, entonces se encontró con el alfa de camisa y chaleco, cuya mirada estaba en el celular que sostenía en sus manos.

—Martini, ¿les parece bien? —consultó Immanuel a sus acompañantes.

—Por mi está bien —respondió Louis sin quitar la vista de su celular.

—Martini —aseguró el otro alemán, quien parecía lucir un mohín insatisfecho en sus labios al haberlo alejado del chico de rizos.

Zayn asintió con su cabeza y llevó la mirada al único alfa que no había respondido a su pregunta, este estaba hablando con Damiano a una corta distancia de su rostro mientras el italiano sonreía a lo que el alfa le estuviera hablando, se veía realmente interesado en él. El pelinegro levantó el mentón y miró seriamente a Liam.

—¿Qué desea tomar, caballero? —preguntó de la mejor manera posible, sin embargo, el mencionado ni siquiera se dio por aludido—. ¡Shia! —espetó de mala manera llamando la atención de Louis, quien por primera vez levantó la vista de su teléfono y observó con atención a Baco. Damiano lo miró enseguida al igual que Liam—. ¿Qué desea tomar, caballero? —repitió para el alfa, ignorando al omega, quien lo estaba fulminando con la mirada.

Liam miró a Louis y este respondió:

—Martini.

—Martini, entonces —le contestó a Baco quien miraba seriamente al omega a su lado.

—Ángel —pronunció el pelinegro con la vista puesta en el italiano, como una orden que Harry no pareció percibir, al estar casi obnubilado por el alfa con chaleco—. Ángel —repitió en un tono más autoritario que el anterior llevando la mirada hacia este. ¿Qué estaba sucediendo esa noche con los dos mejores omegas del club?

El chico parpadeó algunas veces intentando aclararse.

—¿Si? —preguntó confundido hacia el caficho que lo observaba con severidad.

—Martini, Ángel —advirtió—. Tráelos para los señores, por favor.

—Enseguida —respondió bajando la mirada y volteando rápidamente. Se apresuró a llegar a la barra mientras tragaba el nudo en su garganta y sus zapatos de tacones bajos resonaban en sus oídos, estaba seguro que no era audible para los demás por causa de la música del ambiente.

Buscó a Johnny con la mirada y este le correspondió enseguida en cuanto lo vió llegar.

—¿Qué necesitas, Ángel? —preguntó amablemente.

A pesara de que a muchos les molestaba la presencia de Harry en Le Ciel Sale lo trataban con respeto, ya que este era el omega del jefe y ninguno de los empleados quería tener problemas con Zayn. Aunque siempre había excepciones. 

—Cuatro Martini, por favor.

Apoyó ambas manos sobre el taburete de la barra cuando el barman desapareció de su vista, inclinó un poco sus caderas y llevó su mirada a las perlas que cubrían delicadamente su empeine. Las observó como si necesitara contarlas para recuperar la calma.

¿Acaso ese alfa se trataba de Louis? ¿Qué posibilidades habría de que estuviera en un lugar como ese? No podía ser posible. Seguramente solo se trataba de algunas similitudes físicas, pero no podía ser su dulce alfa. Sería una retorcida broma del destino si lo fuera, ya que Harry había soñado demasiadas veces con su reencuentro, y nunca había imaginado que sería en el centro de su infierno personal. Aquel lugar por el que su dulce alfa había luchado alguna vez por rescatarlo y que ahora, estaba absolutamente sumergido en ese lodo de lava ardiente que había terminado de consumir la pureza que habitaba en su alma. Rio por la nariz, tragándose el sarcasmo de sus propios deseos, que gritaban desaforados por recordarle que las cosas nunca sucedían como las soñaba.

—Si necesitas respirar, retírate a tu camerino por unos instantes, cariño. Regresa cuando te hayas recuperado.

El costoso perfume de Victorine llegó a su nariz y de reojo divisó las plumas rosadas de la boa que envolvía el brazo de su madama.

—Lo siento —se disculpó y con rapidez se incorporó—. Estoy bien, no necesito retirarme —aseguró en el momento en que el beta dejó frente a él la bandeja con los cuatro Martini—. Gracias, Johnny.

Extendió ambas manos para tomar la bandeja, pero la delicada mano de la madama se apoyó sobre su brazo impidiéndoselo.

—¿Estás seguro, cachorro?

Sintió la dulce voz de la beta como una caricia en su oído al preguntar aquello con sincera preocupación.

Respiró profundo y pasó saliva.

—Estoy bien. —Sonrió convincente como se había acostumbrado a hacerlo, ocultando sus verdaderas emociones, sus lamentables miserias al resto de la gente, tal como Victorine le había enseñado hacía unos años atrás cuando lo formó en el ambiente de los cabaret. Pero, a pesar de que era un buen alumno, aún no superaba al maestro. 

Ella asintió despacio y alzó las cejas en dirección a la mesa dónde se encontraba Baco esperándolo, dándole permiso a Harry a que se retirara.

Este comenzó a caminar, con la sensualidad natural que lo caracterizaba, inhaló profundamente unas tres veces, tal como hacía en momentos donde necesitara recuperar el control de sus emociones y levantó su mentón, pretendiendo sentirse seguro.

Llevó la mirada en dirección a la mesa y Zayn reía junto a los hombres, seguramente ya se los había metido en su bolsillo, este poseía un carisma especial que siempre le facilitaba la tarea. Aquel alfa sonreía apenas, como si estuviera reprimiendo una sonrisa. De pronto su mirada azulada se posó en la suya al verlo acercarse y Harry tuvo que bajar sus esmeraldas cuando no pudo sostener más la mirada. Presionó la mandíbula y se obligó a permanecer en calma, estaba acostumbrado a reprimir sus emociones, por más difícil que se pusiera el asunto, Harry sabía controlarlo.

Continuó acercándose mientras escuchaba a Zayn hablar con tranquilidad uno de esos chistes que el omega se sabía de memoria y que estúpidamente siempre causaba el mismo efecto en todos los alfas, pero no en el de mirada azulada, el cual podía asegurar que no había dejado de mirarlo. Al llegar, escuchó como uno de los hombres de la mesa mencionó algo al respecto de aquel trillado chiste y que, por algún motivo que Harry desconocía, provocó una fuerte risa en el joven de ojos azules.

Esa risa cantarina jamás podría olvidarla. Era él, su dulce alfa. 

"¡Oh, por Dios!", gritó para sí, en tanto su mundo se estaba poniendo de cabeza una vez más por causa de Louis. Quiso dejar con delicadeza la bandeja sobre la mesa, pero la conmoción era tan grande que sus manos comenzaron a temblar de forma incontrolable, por lo que las apoyó como pudo, causando que las copas tambalearan a causa del impacto.

—Lo siento —se disculpó fingiendo inocencia, lo cual sabía que agradaba a los alfas, que no tenía duda de que lo estaban observando. Con esfuerzo, e ignorando el tamborileo de su corazón, esbozó una sonrisa de costado, evitando por todos los medios mirar hacia donde se encontraba Zayn, ya que percibía que este lo estaba fulminando con la mirada. Tomó una de las copas y conteniendo el aliento se la entregó a Louis—. Su Martini.

—Señor —agregó el castaño con indiferencia y no hizo falta más explicación para que el omega comprendiera. No obstante, Louis no pasó desapercibida la mano del joven que sujetaba el tallo de la copa. Distinguió sus uñas pintadas del mismo color que su vestimenta, excepto por la uña de su dedo anular que no poseía esmalte.

Ángel llevó la mirada hacia el rostro del alfa de ojos azules que observaba la copa frente a él.

—Su Martini, señor —agregó con un tono complaciente, pretendiendo no elevar demasiado su voz ya que no quería que Louis se diera cuenta quién era el hombre detrás de Ángel. Tomó las demás copas y las entregó una por una. Respiró con cuidado el aire alrededor del alfa, buscando una vez más sentir la esencia que confirmaría lo que aquella risa había anticipado, sin embargo, no encontró nada.

Louis, quien continuaba considerando el significado de la falta de esmalte en la uña del omega, levantó la vista y advirtió el momento exacto en que el dueño del lugar susurraba algo en el oído del joven, quien respondió solo con un asentimiento.

—Enseguida les traerán la carta, caballeros —anunció Baco—. Disfruten la noche. —El Alfa se despidió con un asentimiento, al mismo tiempo que envolvía su brazo en la cintura del omega, llevándoselo consigo.

Louis no pudo quitar los ojos de las pronunciadas curvas del chico hasta que desapareció de su vista.

Damiano, quien aún continuaba entablando una amena charla con Liam, observó a Zayn irse con Ángel por unos segundos hasta que el de ojos miel le hizo otra pregunta con respecto a su país natal.

—Aquí les traigo el menú —anunció Darcy en cuanto regresó a la mesa.

—¿Aquí hay solamente omegas varones? —preguntó respetuosamente Immanuel a Louis quien rogó al cielo para que alguna mujer apareciera en el campo visual del alemán, ya que el principal motivo de que estuvieran allí eran los extranjeros.

—Hay para todos los gustos —aclaró Darcy quien logró escuchar al alfa—. En seguida se llevará una gran sorpresa —aseguró con una sonrisa—. Cuando decidan lo que desean cenar pueden llamarme con el pulsador de la mesa.

Louis agradeció al omega y volteó hacia este mientras se retiraba. Tenía buenas piernas y un culo relleno, sin embargo, el omega de cabello rizado era hasta el momento, el que más le había llamado la atención.

—No puedo creer los omegas que tienen en este lugar —exclamó Liam en cuanto Shia fue en busca de más bebida—. ¿Te has fijado lo hermoso que es el omega con el que estoy hablando? —dijo con fascinación a su amigo quien solamente sonrió en respuesta.

—Lo son —aseguró Friedrich—. En Alemania no abundan estos lugares, mucho menos esta clase de omegas. Lucen refinados. ¿Qué opinas, Louis? Tú estás bien adaptado a este ambiente —dijo con sarcasmo.

Louis pasó la lengua por sus dientes antes de responder con una sonrisa socarrona, escuchando un abucheo del otro alemán y de su amigo.

—No se trata de adaptarse, sino de divertirse, y los omegas sirven únicamente para eso —aseguró mordaz—. Así que, estamos en el lugar correcto.

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Este es el albornoz que viste Harry:


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