Vida de Papá

By SingtuanKrist

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Arthit está decidido a tener una vida respetable. Estudió una carrera y ahora está buscando empleo para demos... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo

Capítulo 12

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By SingtuanKrist

ARTHIT

Más avanzada la tarde, después de que ultimaron los detalles de su viaje por carretera, Arthit dejó a Bright en su departamento y luego regresó a la casa Suthiluck. Entró por la puerta principal para encontrar a Kongpob en el sofá, alimentando a Dae.

—Oh, hola. —Arthit compuso una sonrisa educada y cerró la puerta. Estaba haciendo su mayor esfuerzo para mantener las cosas profesionales entre ellos, pero era solo ligeramente exitoso en ello. — Debería haber llamado primero. Lo siento. No quería molestar a Dae.

—No, está bien. —Kongpob no se levantó del sofá, pero no apartó la mirada de Arthit tampoco. —¿Tienes un segundo para hablar?

—Claro. —El pánico le hizo un nudo en el estómago a Arthit. Se aseguró de que la puerta estuviese cerrada, luego fue hasta la mesita de café. —¿Qué sucede?

—He tenido una buena charla con Maprang
hoy, la madre subrogada de Dae, y trajo esto. —Kongpob sacó un papel doblado de su bolsillo y se lo tendió a Arthit.

Arthit lo tomo y lo desdobló. Era un recorte de una revista, el anuncio a todo color publicitaba una clase de yoga para madres con recién nacidos. Arthit inclinó la cabeza hacia un lado.

—Sé que dice que es para madres, pero he pensado que si es algo que te interesa, podrías intentarlo. Dijiste que querías aprender más acerca de la paternidad, ¿verdad? Podría ayudarte a salir y conocer a algunas mamás. —Kongpob movió el biberón y Dae hizo un sonido enfurruñado en protesta. —Estoy dispuesto a pagar las clases si quieres. Sería bueno para el desarrollo de Dae salir al mundo e interactuar con personas.

Arthit nunca había hecho yoga, pero el anuncio dejaba en claro que se ofrecía para todos los niveles de experiencia, desde principiantes hasta avanzados. Con los bebés sujetados contra el pecho, no podía imaginar que un instructor de yoga les pidiera a sus alumnos que se contorsionaran.

—¿Tú crees? —Arthit estudió los ojos de Kongpob con cuidado, dándose cuenta de su error demasiado tarde. La oscura noche le impactó con fuerza y su corazón palpitó alocadamente. —Es dos veces por semana. Podría manejarlo sin problema.

—De todos modos, no te estoy pagando por hacer las tareas de casa, aunque te lo agradezco con toda el alma. Los días son tuyos para hacer lo que quieras, mientras sea con Dae. Creo que esto estaría muy bien. — Dae dejó de chupar y Kongpob bajó el biberón. —Si no eres fan del yoga podemos pensar en algo más. Estoy seguro de que hay todo tipo de grupos de mamás en la ciudad.

—No, yoga está bien. —La flexibilidad era algo en lo que Arthit necesitaba trabajar más si practicaba yoga, tal vez estaría menos tieso. — ¿Quieres que llame e investigue? ¿Ver si admiten chicos?

—Sí, si quieres.

Arthit asintió. Movió la correa de su mochila y luego miró hacia las escaleras.

—Voy a hacer algunas llamadas y averiguarlo. Gracias por decírmelo.

—De nada.

Pasó uno de esos momentos entre ellos, sutil, pero reconfortante. Arthit se mordió el labio y apretó el recorte de la revista con un poco más de fuerza. Necesitaba escapar antes de hacer el ridículo.

—Te haré saber lo que pasé. Te veo luego. —Se marchó hacia las escaleras sin una palabra más.

Bright lo había animado a ser audaz, pero Arthit no se atrevía a llevarlo a cabo. Ahora que tenía un trabajo de jornada completa con grandes ventajas, no quería perderlo. Por ahora, lo que tenía que hacer era amurallar su corazón. Era la forma más segura de seguir adelante.

Dolorosa, pero segura.

Y tal vez el yoga con bebés era exactamente el tipo actividad que le ayudaría a distraerlo de lo que estaba sintiendo. Bien podría darle una oportunidad.

El estudio Sweet Yoga estaba ubicado en el centro de la ciudad en el segundo piso de un antiguo edificio de ladrillos. A Arthit le costó mucho encontrar estacionamiento en la calle, pero cuando lo hizo, pagó la tarifa y cargó a Dae y su esterilla de yoga por las escaleras hasta la zona de recepción del estudio.

Por dentro, el edificio estaba bien iluminado. Las enormes ventanas dejaban pasar la luz natural, resplandeciendo sobre los suelos de madera de colores claros y avivando las paredes de color azul pastel. La decoración era luminosa y fresca. Una desbordante y frondosa planta florecía en una maceta decorativa junto a la recepción, y la mujer que se sentaba detrás de ella era cercana. Su cabello rubio estaba recogido en una cola alta que estiraba su rostro, y sus labios eran de un rosa suave que era solo un tono más oscuro de lo que Arthit pensó que sería su color natural.

—Bienvenido a Sweet Yoga, —dijo la mujer en el mostrador frontal mientras el entraba. —Tú debes ser Arthit.

—Lo soy. —Arthit se aseguró de que la puerta estaba cerrada y después se situó delante del mostrador. —Gracias por ser tan complacientes. Estoy seguro de que no reciben muchas peticiones de hombres.

—No, pero eres más que bienvenido aquí. —La mujer introdujo algo en el teclado, luego levantó la vista hacia él. —Ya te he registrado. Parece que vienes preparado para la sesión, así que, si quieres, puedes unirte a las mamas detrás de las puertas dobles al final del pasillo en esa dirección. Arthit siguió el dedo hacia donde ella señalaba, notando las puertas dobles.

Asintió.

—Este es un nuevo grupo, así que no vas a estar muy atrasado. La semana pasada creo que Karina repasó los procedimientos adecuados de calentamiento e hizo que todas se presentaran, por lo que aprenderás las posiciones adecuadas junto a todas las demás.

—Genial. —Arthit sonrió. —Gracias por tu ayuda. Voy a prepararme.

—Pásalo bien.

Las puertas dobles al final del pasillo estaban entreabiertas, así que todo lo que Arthit tuvo que hacer fue empujarlas. Cruzó la puerta y se encontró en una sala de yoga con nueve mujeres de diferentes edades y apariencias. Algunas de ellas parecían nerviosas, mientras que otras parecían exhaustas. Le vino bien a su confianza ver que no era el único inexperto del grupo.

La mujer al frente de la sala, Karina, era una morena de piernas largas con caderas estupendas y busto pequeño. Cuando Arthit entró, hizo un guiño y saludo con la mano, y el respondió con el mismo gesto.

—Señoras, tenemos un nuevo miembro que se une hoy. —La voz de Karina era dulce, y aunque llamó la atención sobre Arthit, descubrió que no le importaba. —Al bebé Dae se une su padre, Arthit. Hagamos que se sientan bienvenidos- Nueve pares de ojos se alzaron para estudiarlo. No era la atención lo que incomodaba a Arthit, sino el hecho de que lo habían confundido con el padre de Dae. No había aclarado por teléfono que él era el niñero, por lo que no podía culpar a Karina, pero le dolió recordar que su participación en la vida de Dae era temporal.

—Hola a todas. —Arthit templó los nervios y entró en modo trabajo. Había tenido que hablar en público antes, así que no era ajeno al sentimiento, pero nunca era fácil. Prefería guardarse las cosas para sí mismo. —Soy Arthit. Realmente soy el niñero a tiempo completo de Dae, pero estoy igual de emocionado de estar aquí que no importa cuál sea mi relación con él.

Algunas de las mujeres en la sala perdieron el interés, pero un par de ojos permanecieron pegados a él. Agudizados por la curiosidad, unos brillantes irises de color marrón lo estudiaron. Pertenecían a una mujer en buena forma en algún lugar entre los treinta. Su cabello castaño estaba recogido en una cola de caballo, pero un mechón caía para enmarcar su rostro. Cuando Arthit la miró a los ojos, hizo un gesto con la barbilla hacia un espacio vacío a su lado. Él colocó su esterilla allí sin preguntas.

Karina retomó el control de la clase mientras Arthit se colocaba al lado de la morena.

—Ahora que estamos todos, vamos a trabajar algunos ejercicios de calentamiento. Todos trabajen a su propio ritmo y escuchen a su cuerpo. Nuestro viaje será único en relación a los demás y deben abrazarlo.

—Hola, —la mujer a su lado susurró mientras estiraba sus piernas hacia delante. —Me llamo Nayeon.

—Hola, —Arthit susurró también. Siguiendo los movimientos de Nayeon.

—¿Has hecho yoga antes? —Nayeon se estiró hasta tocar los dedos de los pies. Su hija estaba enganchada a su pecho, dormida.

Arthit hizo lo mismo, sorprendido por lo difícil que era hacer movimientos delicados con Dae enganchado a su pecho. Ni siquiera sus pantalones de yoga y su camiseta ancha eran de mucha ayuda.

—Nop.

—Yo tampoco. Creo que solo una de nosotras tiene alguna experiencia, y ella es la que está enseñando en clase.

Arthit contuvo una risita y sacudió la cabeza.

—Supongo que estoy en buena compañía entonces.

—Lo estás, —Nayeon prometió. —La semana pasada fue bastante divertida, pero todas estamos ansiosas por llegar al yoga real, creo. Fuiste inteligente por saltarte el primer día.

Arthit no tenía nada que decir, pero sonrió de todos modos. Así que así se sentía estar incluido en algo. Nayeon le hizo sentir como si estuviera haciendo amigos, y después de tanto tiempo escondiendo su identidad y evitando la compañía por miedo a ser descubierto, era agradable.

Siguió a Nayeon en el resto de la rutina de calentamiento, y cuando acabaron, el cuerpo de Arthit estaba caliente y listo para la acción.

—¿Se portaron bien los bebés la semana pasada? —Preguntó Arthit a Nayeon en voz baja mientras Karina les instruía en la primera postura simple. —Estaba preocupado de que Dae pueda ponerse quisquilloso.

—Tuvimos un par de pequeños terremotos, pero nada atómico. Karina dice que el movimiento de nuestros cuerpos ayuda a calmar a nuestros bebés como lo harían los viajes en coche con baches o los columpios para bebés. No estoy segura de sí comprárselo, pero estoy dispuesta a intentarlo. Siento que pasar tiempo con otros adultos ha mejorado mi cordura, incluso si el yoga no hace nada por mí.

Arthit sonrió. Observó a Karina mientras bajaba con cuidado al suelo y estiraba la espalda para que sus brazos estuvieran perpendiculares al suelo. Él siguió su ejemplo, moviéndose al compás de Nayeon.

—¿Eres ama de casa? —Preguntó.

—No. Soy pediatra. —Nayeon le lanzó una mirada desde el rabillo del ojo, sus labios curvados con malicia. —No cuento a la mayoría de las personas con las que trabajo como adultos.

Si Arthit no hubiera estado soportando el peso de Dae, se habría tapado la boca para contener la risa. En cambio, a través de sus labios se abrió paso un semibufido que le dejó mucho más avergonzado que si se hubiese reído en primer lugar.

—Recuerden que el yoga trata tanto de despejar nuestras mentes como de trabajar los músculos de nuestro cuerpo. —La reprimenda de Karina era delicada y no hirió sus sentimientos, pero Arthit sabía que iba dirigida a él. —Hay mucho tiempo después de las clases para charlar y todos podemos intercambiar nuestras historias mientras nos relajamos después de los ejercicios.

—Pillados, —Nayeon susurró. Arthit bufó otra vez. Lo iban a echar del yoga para bebés si esto seguía así. Afortunadamente, Nayeon guardó silencio y Arthit pudo dedicarse a la clase. Karina era una buena profesora, paciente y comprensiva, incluso cuando sus alumnos no tenían ni idea de lo que estaban haciendo. Al final del módulo de una hora, Arthit sintió que había aprendido mucho. Su cuerpo nunca se había sentido tan vivo y relajado al mismo tiempo.

—Eso no estuvo tan mal, ¿eh? —Preguntó Nayeon, inclinándose.

—Definitivamente no es tan malo como podría haber sido. No me siento hecho polvo, así que lo considero un éxito. ¿Crees que vendrás la semana que viene?

—La semana que viene llegaré solo a la segunda clase. Me voy de vacaciones una semana, pero vendré regularmente después de eso.

Arthit no se imaginaba saltándose una clase. No solo Dae había estado fenomenal, sino que Nayeon tenía razón, pasar tiempo fuera de casa era bueno para su paz mental. Aventurarse más allá de lo habitual le abrió nuevas puertas y lo refrescó.

—Bien. Te veré entonces. —Nayeon se despidió con la mano y estaba fuera de la sala en pocos segundos. Parecía que tenía algún lugar al que ir. Arthit recogió un poco más lentamente, enrollando su esterilla y atendiendo de Dae mientras las mujeres a su alrededor hacían lo mismo.

Entre su próximo viaje por carretera con Bright y la clase de yoga para mantenerlo ocupado, la vida estaba mejorando. Ahora todo lo que tenía que hacer era calmar sus sentimientos por Kongpob y todo estaría arreglado. El futuro sería suyo.

Arthit sonrió. Finalmente llegaría allí. Todo lo que tenía que hacer era seguir adelante.

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