Vida de Papá

Door SingtuanKrist

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Arthit está decidido a tener una vida respetable. Estudió una carrera y ahora está buscando empleo para demos... Meer

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo

Capítulo 9

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Door SingtuanKrist

KONGPOB

Ninguno de los mensajes de texto que Kongpob envió ese día llegaron al teléfono de Arthit, ni ninguna de sus llamadas. Incapaz de volver a casa, Kongpob hundió la nariz en su trabajo e hizo todo lo posible para evitar al gran jefe. Con sus emociones completamente revueltas por el teléfono repentinamente desconectado, no podía tolerar una confrontación. Si Warut le echaba el aliento una vez más sobre el presupuesto trimestral o los planes para el próximo año financiero, Kongpob explotaría.

Las horas se arrastraron. Surgió una complicación y Kongpob se la encontró tirada sobre su escritorio. Las cinco de la tarde llego y sus mensajes de texto todavía no encontraban destinatario.

Poco después de las ocho, Kongpob salió de la oficina. Media hora más tarde, se detuvo en el camino de entrada. Como de costumbre, la luz de la sala estaba encendida. Respiró aliviado y se dijo a sí mismo que todo estaba bien. Tal vez durante su paseo, a Arthit se le había caído el teléfono al agua, o lo había dejado en la bolsa de pañales y se le había acabado la batería. Por lo que parece, Kongpob se había pasado todo el día preocupándose por nada.

Ser padre era más difícil de lo que había imaginado, aunque solo fuera porque nunca se había preocupado por nadie ni la mitad de lo que se preocupaba por Dae. Pero no era solo el bienestar de Dae lo que le preocupaba. Kongpob también estaba preocupado por Arthit.

Salió del coche y abrió la puerta principal.

—Soy yo, —Kongpob dijo mientras abría la puerta. —Te habría enviado un mensaje para dejarte saber que estaba de camino a casa, pero... — Kongpob dejó de hablar. Estaba ahora parado en el pasillo, encarando la sala de estar. Como otras muchas noches, Arthit estaba tumbado todo lo largo que era en el sofá. La televisión estaba baja. Dae dormía en su hamaca de bebé.

Pero esta noche, Arthit estaba durmiendo también.

Con el pijama puesto, profundamente dormido, apretaba un cojín contra su pecho. La cinturilla del pantalón del pijama había bajado hasta sus caderas y su camiseta se había levantado un poco. Su cabello estaba revuelto por el sueño.

En silencio, Kongpob cerró la puerta principal y echó el pestillo. Fue a comprobar el horno y descubrió que estaba apagado, sin comidas calientes manteniéndose en el interior. En la nevera había una ensalada de tamaño individual cubierta con una envoltura de plástico, esperándolo.

Kongpob sonrió.

Tomo una cerveza de la puerta del frigorífico y retiró la tapa de la botella. El primer sorbo le refrescó desde la garganta hasta el estómago, y dejó ir el estrés del día para abrazar el fin de semana. Luego, sintiéndose culpable por mirar, regresó a la sala de estar para tratar de despertar a Arthit. Si estaba así de cansado, realmente había dado un paseo extenuante, pero estaría mucho más cómodo durmiendo en su cama que en el sofá.

—Hey. —Kongpob dejó la cerveza en la mesita de café, luego se acuclilló al lado del sofá para dar un toquecito en el brazo de Arthit. —Te has dormido en el sofá. Despierta. Vas a estar mucho más a gusto si te acuestas en la cama, ¿no crees?

Arthit suspiró dormido y soltó el cojín que estaba sujetando. Este cayó al suelo. Kongpob lo recogió y lo puso en el sofá, luego frotó un brazo de Arthit para espabilarlo.

—Arthit, despierta.

—Uhmn, —Arthit balbuceó.

—Estás dormido, Arthit. Despierta.

Arthit apenas abrió los ojos. Se estiró, los brazos y piernas estaban rígidos, luego se relajaron abruptamente. Kongpob siguió frotando suavemente el brazo de Arthit, animándole a abrazarse a la consciencia.

—¿Kongpob? —Arthit preguntó. Giró la cabeza para mirar a Kongpob con sus ojos medio cerrados.

—Hola. Soy yo. Estabas dormido. —La mano de Kongpob bajó hasta el codo de Arthit. Su corazón se llenó de adoración. Ver a Arthit dormido así, tan completamente a gusto en su casa como para sentirse cómodo de dormirse en el sofá, era tan increíblemente hogareño que Kongpob no pudo evitarlo. Bajó la cabeza, acortando la distancia entre él y Arthit, y lo besó dulcemente.

Por un momento, no hubo nada más que dulzura. Los labios de Arthit eran suaves y regordetes, y sabían vagamente a menta, pasta de dientes, razonó Kongpob. Luego esos labios respondieron a los suyos, y el dulce beso se volvió más fuerte. Arthit levantó una mano para acariciar la mejilla de Kongpob, y Kongpob le pasó una mano por la nuca. La posición era incómoda, pero el beso hizo que valiera la pena que Kongpob tuviera el cuello retorcido.

Entonces, justo cuando su cuerpo lo instaba a separar los labios de Arthit y darle un beso más profundo, Kongpob recobró el sentido.

Rompió el beso y dejó que su mano se retirara. Se puso de pie y dio un paso atrás precipitadamente, con el corazón a mil por hora. ¿En qué demonios estaba pensando? No podía. No podía. No importaba que Arthit fuera el hombre más dulce sobre la tierra, que fuera exactamente el tipo de hombre que Kongpob quería en su vida. Arthit era el niñero de Dae, y Kongpob no quería arruinar esa relación profesional. Dae contaba con él para ser fuerte.

—Tengo que cambiarme. —La boca de Kongpob habló por él. No llamó a las palabras, vinieron por su cuenta. El cuello de su camisa empujaba un poco demasiado contra su cuello y su corbata estaba más apretada de lo que recordaba. —Lo-lo siento.

Arthit no dijo nada. Con los ojos brumosos, se incorporó hasta que estuvo sentado en el sofá. El pelo estaba pegado a su cara, y parpadeó para despejarse.

Kongpob dio otro paso atrás, negándose a ser arrastrado de nuevo. Todo lo que quería hacer era presionar a Arthit contra el respaldo del sofá y tocarlo, recorrer con sus manos el pecho de Arthit por debajo de su camiseta, explorar el bulto bajo el pantalón de su pijama y probar esos labios otra vez, pero Kongpob se negaba a sucumbir. No era un animal sujeto a su naturaleza. Podía resistirse.

Debía resistir.

Sin ninguna otra palabra, se dio la vuelta y se fue hacia las escaleras. Necesitaba espacio para aclarar su cabeza. Si no se enfriaba, iba a hacer algo de lo que se arrepentiría.

Salir con Arthit sería un desastre. Unos meses de sexo caliente avanzarían hasta que se esfumara la química, luego la relación se rompería por completo. Había pasado con todos los otros hombres con los que Kongpob había salido, y no iba a dejar que volviera a atormentarlo ahora.

Necesitaba mantener las manos quietas. Mientras lo hiciera, iba a estar bien. Pero con un cuerpo como el de Arthit, eso no iba a ser fácil.

Dios mío, ¿en qué me he metido?

Kongpob escuchó a través de la pared mientras Arthit llevaba a Dae a su cuna y lo acostaba. Los sonidos somnolientos amortiguados de la voz de Arthit lo llamaban como un canto de sirena, pero se negó a ceder.

A oscuras en su habitación, desnudo, Kongpob observó las sombras y esperó hasta que escuchó el clic de la puerta del dormitorio de Arthit. Entonces, y solo entonces, Kongpob se levantó y se vistió con ropa más cómoda. Un pantalón de chándal gris y una camiseta holgada. Más tarde había bajado las escaleras y fue a escarbar en el frigorífico buscando aliño para la ensalada que Arthit le había preparado.

¿Por qué lo había besado? Sacudía a Kongpob de dentro a afuera. Qué desastre había hecho. Fue completa y absolutamente la elección equivocada, no había duda de ello.

La luz del frigorífico bañó la cocina con un suave resplandor amarillo.

En él, Kongpob se dio cuenta de la sombra antes de escuchar la voz que la acompañaba. Su corazón subió a su garganta.

Arthit.

—¿Kongpob? —Arthit preguntó en voz baja.

Kongpob permaneció erguido, pero su cabeza seguía hacia el frente. La puerta del congelador delante de él estaba blanca. Había sido limpiada recientemente.

—Yo, eh. —Arthit respiró hondo. —Te hice una ensalada. Supongo que ya lo has visto. Cuando estuve fuera compré vino. Aunque no lo he abierto. Puedes servirte si quieres. No me sentía con ganas esta noche.

Kongpob no confiaba en sí mismo para responder. Un millón de pensamientos atravesaban su cabeza, contradiciéndose y contrastándose unos a los otros. Parte de él quería echar por tierra sus inhibiciones y hacer suyo a Arthit. La otra mitad le advertía que no lo hiciera. Arthit era su empleado interno. Kongpob tenía un historial negativo en el amor. Mezclarlo con el trabajo solo iba a hacer el historial peor.

—Dae y yo hicimos muchas cosas hoy, creo que va a dormir toda la noche. Estoy exhausto, así que me voy a la cama. Solo quería decirte buenas noches.

¿Arthit no recordaba el beso? La esperanza de que no había metido la pata brotó en el pecho de Kongpob. Si Arthit pensaba que fue un sueño, o si todavía estaba medio dormido cuando pasó, había una oportunidad de que pudieran seguir adelante sin mayor problema. Lo que daría para que eso sucediera. A Kongpob le gustaba Arthit demasiado para querer más de él. No quería perder lo que ya tenían.

—Solo recordarte, ya que es nuestro primer fin de semana juntos, que estoy libre este fin de semana. He dejado el vigila bebés en tu habitación esta mañana, para que esté listo en caso de que Dae se despierte y te necesite durante la noche.

—Gracias. —La voz de Kongpob era rígida. No era la única cosa de su persona que lo era.

—Bueno...buenas noches—los pies descalzos de Arthit pisaron las baldosas de la cocina, y Kongpob se encogió cuando posó suavemente una mano sobre su espalda. —Duerme bien. Si necesitas que haga algo, incluso si no estoy trabajando, no temas pedirlo.

—De acuerdo. —Kongpob no podía sacudir la rigidez de su tono. —Lo haré. Gracias.

La mano de Arthit dejó su espalda. Kongpob lo oyó cruzar el suelo de baldosas, luego oyó el suave sonido apagado de sus pies sobre la alfombra de las escaleras. No mucho después, en el silencio de la noche, la puerta de Arthit hizo clic.

Kongpob estaba solo de nuevo.

Sacudió la cabeza, luego puso en movimiento al resto de su cuerpo. Kongpob hizo círculos con los hombros y balanceó los brazos, luego movió las caderas de lado a lado, haciendo todo lo posible por expulsar su inoportuno deseo.

Arthit se había ido, Kongpob estaba solo y necesitaba comer algo y luego irse a la cama. Pasar algo de tiempo a solas sería beneficioso. Quizás entonces no sería tan sensible a la tentación.

Había pasado mucho tiempo desde que había traído a alguien a casa, y pasaría más tiempo antes de que estuviera en una posición en la que pudiera volver a hacerlo. Cuando le propuso a Yuri ser su vientre de alquiler, se había resignado a una vida de soltero.

Qué lástima que su corazón tuviera otros planes.

Kongpob sazonó su ensalada y comió en la cocina a oscuras, de pie en la encimera. Cuando terminó, echó el cuenco vacío en el fregadero y se fue hacia su habitación a cepillarse los dientes e irse a la cama.

Su primera semana de vuelta al trabajo había sido un infierno. Si dormía como un lirón tal vez no se sentiría tan debilitado y no sería tentado fácilmente.

Tal vez.

Kongpob no tenía mucha fe, pero valía la pena intentarlo. Tenía la sensación de que Arthit se había metido bajo su piel mucho más profundo que eso, pero si no lo intentaba, no llegaría a ninguna parte.

Esa noche, soñó con lo que habría pasado si hubiera llevado el beso más lejos. El sueño lo había traicionado. Arthit no se sintió afectado

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