EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)

By nicolebanfo_

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A veces llegamos a la última piedra del acantilado y aunque creamos tener la fuerza suficiente acaba derrumbá... More

Presentación
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CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
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CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
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CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52

CAPITULO 10

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By nicolebanfo_




Habíamos llegado al centro de Madrid antes de lo que esperaba. La música que Oliver había puesto resonaba a todo volumen por el coche y nuestros gritos se fundían en cada letra estuvieran enlazadas entre sí. Me dejé de llevar por el momento, bajé la ventanilla y el aire entre de sopetón, revolvió mi pelo y apenas podía abrir los ojos, los mantuve cerrados y llené mis pulmones de aire antes de seguir cantando.

Llegamos a unos edificios situados cerca de una boca de metro y la música cesó, con ella nuestros cantos y las ventanillas se cerraron. Bajé del coche recolocándome el vestido y nos paramos unos frente a los otros sin saber muy bien que hacer y que decir.

–¿No creéis que vamos demasiado arregladas para una fiesta en una casa? –dije levantando las cejas. Este vestido era lo menos apropiado para esto.

–Qué más da. Nadie se va a enterar. –dijo David. –Además, nosotros vamos en traje, ¿se te olvidaba eso?

–Como os gusta quejaros. Dejadme a mí. –protestó Carolina.

Se acercó primero a David, arrebatándole la americana negra que llevaba y deshaciéndose de la corbata que llevaba ajustada al cuello, lo lanzó todo al interior del coche y procedió a meter sus manos en su melena morena para despeinarle y dejarle un aspecto más casual, como ella decía, le desabrochó los tres primeros botones de la camisa blanca y le arremangó el bajo de los pantalones. Hizo lo mismo con Oliver.

–Ahora eres una especie de mafioso guapo que asiste a fiestas en pisos.

–¿Me ha llamado guapo?

–No te hagas ilusiones. –dije posando mi mano en su hombro fingiendo lastima mientras se me escapaba una risa maliciosa.

Me recoloqué la melena por detrás de las orejas mirándome en el espejo del ascensor, las ondas se me habían ido y lo tenía enredado. Bajé la vista a vestido, el cual comenzaba a resultarme incómodo y lo moví de un lado a otro.

«Con lo bien que habría estado en mis vaqueros».

El ascensor se abrió y salimos los cuatro buscando el número de la puerta que le habían dicho a David.

–Es aquí. –dijo pegando la oreja a la puerta. Hizo una llamada telefónica y nos abrieron enseguida.

La chica que nos abrió era prácticamente de mi estatura, aunque con más curvas, tenía un cuerpo envidiable, la miré de arriba abajo sin disimulo, la ropa que llevaba resaltaba con solo mirarla. Era envidiable. Sus ojos azules brillantes se clavaron en nosotros y frunció el ceño. Tampoco era de extrañar, nuestros vestidos iban arrugados y los chicos parecía que acaban de perder prendas por el camino. Era admirable.

–¡Pasad, pasad! No os quedéis ahí. –dijo abriendo la puerta del tirón y dándonos paso.

–Las bebidas están en la cocina, si traéis alcohol o lo que sea lo dejáis en la barra, por favor, no vomitéis ni en los sofás ni en las alfombras y al fondo del pasillo hay habitaciones libres. –dijo mirándonos de arriba abajo.

La puerta conectaba directamente con el salón, a primera vista se veía gran parte de la casa, a la izquierda una gran cocina y al fondo una terraza decorada con unas lucecillas. Dimos una vuelta por la casa mientras David buscaba a sus amigos y echamos un vistazo a toda la gente que había en el salón, a pesar de ser un espacio más o menos reducido todo el mundo se movía al ritmo de la música.

–¿Quieres una copa? –me ofreció Oliver señalando la cocina.

–Sí claro, vamos. –me encogí de hombros.

Le observé mientras caminaba, su seguridad me calaba por completo y hacía que le viera con unos ojos que ni yo misma podía creer.

Ignoré mi teléfono el cual no paraba de sonar, la barra de notificaciones había colapsado de todos los mensajes que Alex me había mandado. Los miré dubitativa. Enseguida mi cabeza comenzó a llenarse de pensamientos contradictorios. ¿Y si sabía dónde estaba y venía a recogerme? ¿Y si quería dejarme por haberle dejado tirado en la gala?

–¿Estás bien? –la voz de Oliver me hizo volver a la realidad.

–Sí sí. Mi madre, ya sabes. –dije levantando el móvil con la mano.

–No tienes que contestarle si no quieres. ¿Lo sabes verdad? No estas obligada a hacer todo lo que él te diga.

–No sé de qué me hablas.

Cuando volví a levantar la vista Oliver había dado un paso hacia mí, o eso creía, ahora estaba tan cerca, que podía apreciar lo bien que olía, lo bonitos que tenía los ojos, y las pielecillas que marcaban sus labios cortados. Era guapo, mucho, y él lo sabía, aunque tratara de mostrarle al mundo todo lo contrario. Mi respiración por un momento se cortó y él dio un paso más, nos miramos en silencio, como si no hiciese falta que dijéramos nada, como si nos lo estuviésemos diciendo todo.

Como si nuestras manos se estuvieran tocando sin hacerlo.

Como si nuestros dedos se estuvieran entrelazando sin llegar a tocarse.

Como ese sentimiento de quererlo todo y no poder tenerlo.

–A veces querer no es suficiente. Hay que saber hacerlo bien. –dijo a escasos centímetros de mi boca.

No sé si fue su descaro lo que hizo que en ese momento quisiera que me besase, ese pensamiento se había quedado rondando por mi cabeza sin ton ni son y a pesar de que sabía que estaba mal, deseaba que lo hubiera hecho, y desearía que Alex me diera completamente igual. Pero a veces un deseo solo es eso, deseos y no llegan a cumplirse nunca.

No dijimos nada, agarró mi mano con dulzura y cruzamos entre la multitud hasta llegar a la cocina, me sirvió la bebida en uno de los vasos de plástico que había apilados en la mesa y me la llevé directa a los labios tratando de olvidar los últimos minutos que habíamos pasado en el salón.

–¿Tú no bebes nada? –pregunté separando la copa de mi boca.

–Me da que me va tocar conducir de vuelta. –dijo señalando con la mirada a David, quien acababa de entrar por la puerta tambaleándose con Carolina agarrada de la mano.

Acabamos volviendo a las cinco de la mañana agotados, Carolina y David durmiendo en la parte de atrás y yo de copiloto. Cuando llegamos nos dejó en la puerta de mi casa, tuve que despertar cuidadosamente a Carolina, quien seguía durmiendo con la cabeza apoyada en el hombro de David, me despedí de Oliver con dos besos y rebusqué las llaves en el bolso.

Entramos al portal sin hacer ruido y esperamos al ascensor. Metí la llave en la cerradura y la giré tratando de que no sonara, en cuanto puse un pie en el salón una luz se encendió. Mi padre. Mi padre se había quedado despierto. Mierda.

–No quiero saber detalles sobre esta noche, le he dicho a tu madre que Carolina no se sentía bien del estómago.

–Gracias. –susurré

Entramos a mi habitación y nos dejamos caer las dos sobre mi cama, Carolina había recuperado parte de su sobriedad y por lo menos podíamos hablar de todo lo que esta noche había desenlazado.

–Pero debería sentirme mal, ¿no? Digo, es el sentimiento que tienen el noventa y nueve por ciento de las personas que acaban de romper con su pareja después de llevar años... -dije con la cabeza entre la almohada.

–¿Pero Alex y tu habéis roto? –preguntó.

–No, bueno, no lo sé, no sé cómo decírselo sin sentirme culpable.

Carolina me miro con lastima y me hizo colocarme frente a ella.

–Sí, es lo que suele pasar, que cuando una relación se rompe o está a punto de hacerlo, aparezca ese sentimiento de tristeza, sin embargo, no es tu caso, y eso no está mal. Cada uno lleva el duelo como puede y como le llega, tú has sufrido mucho, hay veces que una relación es peor que una ruptura.

Carolina tenía razón, había vivido años de sufrimiento, también preciosos, pero cuando la balanza pesa más por el lado equivocado, ya no queda nada que salvar, y tampoco por lo que luchar.

–Me siento tan extraña cuando estoy con Oliver, no puedo explicarlo. –guardé silencio durante unos minutos, me mire las manos y las guarde entre las suaves sábanas que me cubrían. –Es como si algo en mí explotara por dentro, pero a la vez llenara de paz mi interior. Es contradictorio.

–Cuando el amor llama a la puerta ni el candado más fuerte impide su paso.

–Pero algo tan rápido no es amor, ni siquiera es amistad. –dije intentando justificarme.

–Ayla, no quieras correr en todo, vive, pasa tiempo con él, habla, sal o no hagas nada si no quieres, todo lo que tenga que llegar llegará, y te darás cuenta de ello.

Me recosté en el colchón y cubrí mis piernas con la sábana, nos arropó un silencio de los que dejan tiempo para pensar y noté como mis ojos se enternecían.

-Vámonos a dormir, ha sido un día con demasiadas emociones. -susurró carolina al otro lado de mi cama.

ESPERO QUE ESTE CAPÍTULO OS HAYA ENCANTADO🫶🏻🫂✨

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