ARTHIT
El pollo chisporroteó bajo de la tapa transparente de la sartén. Arthit le echó un vistazo, luego miró la hora y apagó el fuego. Dejó la sartén sobre la placa aún caliente y miró en el armario a la derecha de la placa para buscar otra sartén.
A unos metros de distancia, Bright se reclinaba en su silla y estiraba los brazos por encima de la cabeza. Dos botellas de cerveza abiertas aguardaban en la mesa de la cocina, con gotas de condensación sobre sus etiquetas.
—¿Cuándo demonios te volviste tan bueno cocinando? —Preguntó Bright. Dejó de estirarse y se rascó la nuca, luego bostezó. —Yo quemo el agua, y tú estás aquí haciendo... lo que sea que estés haciendo. No lo sé. Huele que alimenta.—¿Pollo? —Arthit enarcó una ceja y le echó una mirada a Bright.
—Es una pechuga de pollo, Bright. No es nada sofisticado.
—En el momento que pones algún tipo de hierba en ello, es sofisticado.
—Si piensas que condimentar tu comida es sofisticado, tu vida tiene que ser muy aburrida. —Arthit encontró la sartén que estaba buscando y la puso en la placa. Encendió el fuego y tomo el frasco de aceite de coco del estante. Una cucharada cayó contra la sartén caliente, y no pasó mucho tiempo para que se derritiera. —¿Cuánto tiempo llevas viviendo por tu cuenta?
—Desde que empezó la universidad... cuatro años más o menos. — Bright encogió los hombros. —Pero nunca he estado solo, solo. Ese es el beneficio de vivir con un compañero de piso. Consigues que cocinen todas tus mierdas y luego intercambias algo. Así que ella cocina y yo limpio el departamento. Nunca verás una casa tan brillante.
—No es excusa. —Arthit deslizó ajo machacado en la sartén con ayuda del cuchillo. Chisporroteó y aromatizó el aceite. —¿Qué pasará cuando ella se vaya?
—Pongo un anuncio, busco otro compañero de piso y hago una selección hasta que encuentre uno que pueda cocinar. —Bright sacó la lengua. —No es tan difícil. Tengo esta mierda controlada.
Arthit rodó los ojos. Mientras se doraba el ajo, se acercó al fregadero para coger el cuenco de champiñones lavados. Arthit comprobó el calor de la sartén, luego echó un champiñón en ella. Chisporroteó como esperaba e introdujo el resto.
—¿Y ellos están confiando en ti para educar a niños pequeños? —
Arthit miró sobre su hombro con una ceja arqueada en broma. —¿Tú, que no sabes cocinar?
—Eso no significa que no pueda hacer un montón de otras cosas útiles, —dijo Bright con la barbilla en alto. —Ya sabes, cuando se trata de destrezas a nivel preescolar, soy un dios. ¿Puedo leer? Por supuesto que sí. ¿Puedo apilar bloques y dibujar tarjetas del Día de la Madre? Puedes apostarlo. ¿Puedo manejar una crisis? Bueno, eso todavía está por ver, pero si tenemos en cuenta las prácticas que hice, soy un experto en aliviar rabietas de niños pequeños.
—Mm. supongo que estás en buena compañía entonces. —Arthit le dio una sonrisita y volvió a cocinar. Movió los champiñones con una cuchara de madera. —Sé que te hago rabiar, pero estoy orgulloso de ti. Sabía que conseguirías el trabajo.
—Por supuesto. ¿Quién no daría a alguien como yo carta blanca sobre sus impresionables niñitos? —Bright puso una sonrisita maligna. Levantó su cerveza y la inclinó sobre sus labios. —¿Una mala influencia? ¿Yo?
Nunca.
—Mmhm. —Arthit dio un paso atrás para vigilar las verduras que se asaban en el horno. Parecían en su punto. Todo lo que tenían que hacer era esperar al pollo, solo quedaban ocho minutos más o menos para que el calor residual terminara de cocinarlo a la perfección.
Había aprendido el truco de cocinar el pollo perfecto durante su primer año de universidad, y se había ceñido a él todo este tiempo. Cocinar a fuego alto durante un minuto para dorar la superficie, dar la vuelta, cubrir, bajar el fuego, cocinar durante diez minutos, luego apagar el fuego y dejarlo reposar otros diez minutos.
Simple y perfecto siempre.
—Entonces, ¿has conocido a alguno de tus compañeros ya?
—Algo así. —Bright encogió los hombros. —He conocido a la directora. Parece una mujer agradable. Cercana, sensata, un poco mayor, pero eso significa que has estado en el juego un tiempo así que sabe lo que hace. El subdirector estaba allí, también. Él es algo más joven, pero es amable. Cuando me guiaron por el pasillo para ver la clase, algunos de los otros profesores saludaron. Lo tomé como una buena señal. En algunas escuelas donde me entrevistaron cuando el equipo administrativo estaba alrededor, los trabajadores se acobardaban, y tú sabes que eso significa problemas. Estoy encantado de que parezca un ambiente estable.
—¿Está bueno el subdirector? —Arthit preguntó.
Bright resopló.
—Él no es tu tipo. De todas maneras, no te pondría en contacto con alguien del trabajo. Lo siento, Arthit . Si quieres un profe sexy, vas a tener que encontrarlo por tu cuenta. No voy a ensuciar cualquier conexión del trabajo solo porque quieras echar un polvo.
Las mejillas de Arthit ardieron, y no era por el calor del horno.
Cambió el peso a su otra pierna, mirando los champiñones un poco demasiado intensamente.
—Lo siento. Yo, eh, probablemente me pasé un poco. No quería decirlo para que sonara tan desagradable. —Bright dejó la cerveza. El clic llenó el incómodo silencio, —Tú, eh, ya sabes, ¿todavía sigues en eso?
—Sí. —Arthit no apartó la vista de los champiñones.
—Así que supongo que todavía no te han devuelto las llamadas. Es extraño que no estén contratando a ningún contable. Cuando entraste en el programa te dijeron que no sería difícil encontrar un trabajo, ¿verdad? Recuerdo que mencionaste eso en nuestro último año de instituto.
—El problema no es que no estén contratando contables, es que ninguno está buscando contratar un contable recién salido de la universidad y con una experiencia laboral mínima. —Arthit suspiró, lenta y con suerte imperceptiblemente. El cabello de detrás de su cuello se erizó. Hablar de lo que hacía para vivir lo incomodaba. —No puedes incluir lo que hago realmente en un curriculum, ¿sabes? Así que tengo este gran vacío laboral.
—Pero has estado en la universidad los últimos cuatro años. Eso es comprensible. — Bright puso recta su silla. El sonido retumbó en la pequeña cocina. —Y tienes esas prácticas sin remuneración, ¿verdad? Así que no es como si no tuvieras experiencia en absoluto.
—Supongo que no están buscando arriesgarse. Voy a seguir intentándolo, pero en este momento está bastante negro. —Los champiñones estaban listos. Arthit apagó el fuego y los cambió a una placa fría. El pollo no tardaría mucho más. Para adelantar, se apartó de la cocina para tomar platos del mueble superior. —Necesito pensar algo. No puedo seguir haciendo lo que hago.
—No si te hace sentir miserable, —Em coincidió. —¿Pero sabes qué? Tal vez es un poco demasiado optimista o ilusorio o ingenuo de mi parte, pero me gusta pensar que el universo nos da lo que necesitamos cuando lo necesitamos. Algo va a venir para ti, y tal vez no sea un trabajo de contabilidad, ¿pero sabes? Va a estar bien. Encontrarás una forma de lidiar con ello. No importa lo que sea, perseverarás.
—Gracias. —Arthit dejó los platos en la mesa. Mientras lo hacía, tomo su cerveza y dio un sorbo. No le gustaba demasiado el sabor, pero el alcohol calmaba un poco su malestar. —No me he quedado completamente sin opciones todavía. Me he registrado en algunas páginas de empleo y he apuntado para algunas ofertas interesantes. No tengo idea si recibiré respuesta, pero en este punto, estoy dispuesto a intentar cualquier cosa.
—¿Por qué tipo de trabajos vas entonces?
—Solo... cualquiera para el que esté calificado. —El temporizador del horno pitó. Arthit se giró, lo apagó y luego apagó el horno. —Un poco de todo.
—¿Por qué no tratamos de reducir el campo? Va a ser menos molesto buscar un trabajo cuando sabes qué tipo de trabajos estás buscando. De esa manera, no tendrás que revisar todas para ver si estás calificado, ya deberías saberlo. —Bright murmuró. —Así que, sabemos que tienes un título universitario. Eres bueno cocinando. Basándonos en tu departamento, diría que eres bueno en la limpieza, también. Eres ingenioso y estás dispuesto a hacer lo que haga falta para asegurarte de alcanzar tus metas.
Arthit miró sobre su hombro, medianamente sorprendido.
—¿Qué te hace decir eso?
—El trabajo que tienes ahora hace que quieras encontrar un trabajo diferente. —Bright miró seriamente a Arthit. —No todo el mundo haría lo que estás haciendo, ¿sabes? Incluso si estuvieran estancados.
Arthit se mordió el labio y apartó la mirada. No quería pensar en ello.
—Así que tenemos bastante buenas cualidades aquí. Algunas buenas calificaciones. —Bright tamborileó con los dedos. —Apuesto a que eres bueno con los niños, también. Deberías haberte graduado tú en educación preescolar este año en lugar de mí.
—La Contabilidad paga mejor.
—Si puedes encontrar trabajo. —Bright resopló. —Por lo tanto también tienes todo el asunto de los niños. Agradable con los niños, diría yo. ¿Has considerado trabajar en una guardería? ¿O tal vez aceptar un trabajo de niñero? Sé que suena juvenil, pero la gente está dispuesta a pagar mucho dinero para conseguir personas calificadas que cuiden de sus niños. Creo que encajarías bien.
—Estaba pensando en cuidar mascotas, o pasear perros. —Arthit sacó las verduras del horno. —¿Realmente crees que sería bueno con los niños?
—Como un dios entre preescolares, estoy calificado para decir que serías extraordinario con los niños, —declaró Bright. Pasó un plato a Arthit. —Deberías echar un ojo a los periódicos locales además de los sitios online. Estoy bastante seguro de que si mantienes todas las puertas abiertas no pasará mucho tiempo antes de que la prosperidad llame a tu puerta.
Ojalá.
Arthit repartió verduras y champiñones en el plato, luego añadió la mitad de la pechuga de pollo y se lo pasó a Bright. Bright le pasó el siguiente plato, y no mucho después, Arthit estaba sentado enfrente de él. La cena estaba servida.
—¿Sabes? Si me hubieras avisado de que ibas a cocinar algo tan elaborado hubiera traído vino en vez de cerveza. —Bright arrugó la nariz. —Bueno, da igual. Supongo que es lo mismo al final, ¿verdad? ¿Un pequeño brindis para acompañar nuestra celebración?
—En fin. —Arthit levantó su botella. —Por tu nuevo trabajo. Bright levantó la suya.
—Por tu nuevo comienzo y continua esperanza.
Los cuellos de las botellas chocaron. Una gota de condensación bajó por el cristal y aterrizó en el dedo de Arthit. Bebió y dejó la botella para secarse la humedad.
—Sabes, con comida como esta será mejor que te cuides. —Bright guiñó un ojo. —Podría convertirte en mi nuevo compañero de piso.
—Nop. Eso no va a pasar. —Arthit había vivido solo desde que empezó la universidad y pretendía seguir de esa manera. Si alguna vez se mudaba con alguien no iba a ser con un amigo. Había escuchado demasiadas historias terroríficas sobre amistades yéndose a la mierda por los malos hábitos en la convivencia. —Me gustas demasiado para poner en peligro nuestra amistad.
—Excusas, excusas. —Bright sonrió. —Cambiarás de opinión. Y oye, si no tienes que pagar el alquiler completo, un gasto menos, ¿verdad? No tendrás que preocuparte tanto sobre si tu nuevo trabajo paga lo suficiente para cubrir tus gastos.
Ahí tenía razón, pero Arthit no iba a considerarlo hasta que encontrara un sitio que quisiera contratarlo. Sin cifras concretas para analizar no podía tomar una decisión.
Pero pasara lo que pasara, Arthit tenía la sensación de que lo había dicho Bright sería cierto, el universo le daría lo que necesitaba.
Dependería de él asegurarse de que su vida se ajustara al plan.