Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

By Demitae_6

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1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... More

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ANUNCIO IMPORTANTE
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EPÍLOGO

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By Demitae_6

BAADIR GIRAY

—Va a estar bien señor, no se preocupe, va a estar...

—¡Cállate maldita sea! —se detiene al fin— Te dije que averigües cómo está ella, no que estés siguiéndome a todos lados como un maldito perro faldero.

No sé en qué idioma tengo que hablarle a este imbécil de Kiral. Desde que salimos de la maldita plaza he tratado de mandarlo regresando para que averigüe como está ella, pero el imbécil no deja de preocuparse por mí y ya me tiene harto. Ni siquiera mi padre creo que se ha preocupado tanto por mí.

—Quisiera hacerle caso señor, pero esta vez no podré hacerlo —lo veo mal y este continúa nervioso—. Su padre..., su padre me ordenó cuidar de usted y si le llega a pasar algo —traga grueso—. Es seguro que me mate.

—Bueno, pues si no me traes noticias sobre cómo está ella, el que te va a matar no será mi padre precisamente.

Nuestra charla termina cuando vemos entrar al doctor y una enfermera, los cuales de inmediato empiezan a revisarme. No tardan mucho en curar y tratar la quemadura por el ácido, pues según entendí no me cayó en gran cantidad y solo me quedaran pequeñas marcas que con algún tratamiento que Kiral anotó, estaré bien.

—Qué bueno que no le cayó tanto ácido como al otro paciente. —dice el doctor y sé que se refiere a Emir pues Kiral no tardó en averiguarlo apenas escuchamos que alguien en la habitación de al lado gritaba como loco.

—¿Él otro paciente estará bien doctor? —trato de parecer interesado.

—Claro que estará bien, lastimosamente quedará con cicatrices y unas pequeñas deformidades para siempre, pero no morirá si es lo que le preocupa.

Me limito a asentir y espero que recoja todo para que salga junto a la enfermera. Cuando al fin vuelvo a estar solo con Kiral, recuerdo la charla que estábamos teniendo antes.

—No me moveré de aquí si es lo que te preocupa —empiezo—, tampoco haré una locura como la de ahora —asiente sin entender el porqué de mis palabras—. Pero te pido — «Te ruego»—, que vayas a verla y me traigas noticias, necesito saber cómo está.

—Pero...

—Ni siquiera es tan lejos, solo debes correr un poco y estarás en la casa de los Aydin, escuchas algo de información, la ves que esté bien y regresas. —relato el plan para que note lo sencillo que es.

Tarda solo unos segundos en asentir y entiendo que al fin la irá a ver. Me da algunas indicaciones y recomendaciones antes de marcharse como si fuera un niño pequeño. Al final asiento y le doy la razón para que se vaya más rápido.

Cuando se va completamente me recuesto en la camilla y empiezo a meditar todas las estupideces que he hecho hasta ahora. La más grave y principal estupidez de mi vida fue empezar a drogarme. Maldigo el día en que me metí en esto, pues gracias a la asquerosa droga he llegado a este punto, donde mi abejita está casada con otro.

Tampoco culpo completamente a la droga, pues en mis períodos lúcidos pude haber rectificado mi acusación contra ella y salvarla de la estupidez en la que la metí y solo por mi maldito orgullo no lo hice, pues no quería que Ahmed se saliera con las suyas al llevársela. Pero ahora todo ha salido peor.

«Él la tiene, él ganó. Y yo..., yo me quedé sin ella.»

Si tan solo hubiera actuado con rapidez y hubiera postulado como voluntario para ser su esposo, las cosas serían diferentes. Lastimosamente la acción de Ahmed tomó tanto por sorpresa a todos que incluso Anastasia casi se desmaya y yo como un imbécil perdí tiempo en ayudarla. Cuando terminé de ayudarla, ya había sido demasiado tarde y el alcalde aceptó que Ahmed recibiera el castigo como el dote para casarse.

Esa mujer, Anastasia..., esa maldita mujer que no sirve para nada. Desde que llegó debió convencer a Ahmed de regresar con ella, pero ni para eso sirvió. Y la cereza del pastel fue lo que pasó en la plaza, pues de no haberse desmayado, tal vez hubiera alcanzado a postularme como pretendiente para mi abejita.

Ahora, todos mis sueños y posibilidades creadas en mi cabeza se han esfumado. Ya no hay niños corriendo por todos lados, ya no hay una Elizabeth que despierte a mi lado todas las mañanas, ya no hay el amor que tanto buscaba en ella. Ahora sé que he perdido todo su amor y me he ganado todo su odio.

Pero ¿A quién engaño? Si las posibilidades de haberme quedado con ella fueron nulas desde el principio y todo por la aparición de ese imbécil de Ahmed, el cual siempre gana, siempre tiene lo que yo quiero y ahora me ha arrebatado todo de un solo movimiento. Ni siquiera la ejecución de mi estúpido plan me ha dado la satisfacción que esperaba, de hecho, me ha creado más remordimiento y odio hacia mí mismo.

«Si tan solo hubiera matado a Emir en vez de ir contra ella..., tal vez...»

La puerta de mi habitación es abierta abruptamente lo cual me hace regresar a la realidad. Cuando me doy cuenta de quién es, mis ánimos empeoran más.

—Así que este era tu plan desde el inicio. —se acerca Emir lentamente.

—Lárgate.

—No entiendo por qué estás enojado, de todas formas, todo salió como siempre quisiste —se acerca más y me levanto para enfrentarlo—. Ahora yo soy un don nadie ante el pueblo y tendré que ganarme el respeto de todos otra vez.

—Créeme que esto que te pasó no es nada comparado a lo que tenía pensado hacerte, así que no me tientes y lárgate de aquí —levanto la mano señalando la puerta.

Esa acción, ese pequeño movimiento me deja al descubierto frente a Emir cuando ve que en mi muñeca llevo la pequeña cadena que solía estar en el tobillo de Elizabeth.

Le pedí al alcalde que me la dé y lo hizo fácilmente pues estaba tan concentrado en su nieta que no dejaba de hacer un berrinche por la "pedida de su mano". En fin, no me quedé a escucharlos y solo tomé la cadena y me la puse antes de ir a la plaza a ver el juicio de Elizabeth.

La risa que emite el imbécil que está frente a mí me hace salir de mis pensamientos.

—Te enamoraste imbécil —se agacha cuando le falta el aire—. ¿Por..., por eso estás enojado? ¿Por qué te enamoraste de la puta?

No pienso mucho antes de darle el primer golpe que lo deja en el suelo. Aun así, no se calla.

—Eso me lo confirma —se levanta con dificultad—. Lástima que no la podrás disfrutar o..., espera ¿Esa puta se entregó a ti verdad?

Estoy a punto de darle otro puñetazo, pero es inteligente y se coloca tras una pequeña mesa que hay en la habitación.

—Claro, por eso la defiendes tanto —sigue provocándome—, pero ya que ninguno de los dos pudo tenerla, dime "amigo" ¿Se mueve bien?

Entran 2 policías a la habitación antes de que logre llegar a él. Empiezan a revisarlo de pies a cabeza como si el golpe que le di le hubiera dejado peor de lo que ya está. Emir se molesta y los manda regresando por donde vinieron. Pone seguro a la puerta y cuando noto que va a seguir con su estúpido discurso de "novio herido", hablo al fin.

—¿Sabes? Tienes razón —me mira sin entender—. Se mueve muy bien, lástima que nunca pudieras disfrutarla y nunca lo harás —miento y emito una pequeña risa que lo hace enojar más—. Ahora está casada y no podrás disfrutar como yo lo hice —trata de hablar, pero continúo—, pero dime "amigo" ¿Qué se siente haber esperado tanto tiempo y quedarte con las manos vacías?

Cuando termino me doy cuenta de la estupidez que acabo de decir pues otra vez he puesto el nombre de Elizabeth por los suelos. Tal vez ahora le haya creado otro problema por abrir mi maldita boca.

Lo veo cerrar los ojos y perderse en sus pensamientos mientras sus manos se vuelven puños. Y si, tal vez tenga intenciones de acabar conmigo, pero no podrá, no ahora. Lo saqué de sus casillas, lo sé y espero que haga el primer movimiento para al fin poder descargar toda mi ira sobre él.

Sin embargo, yo soy el sorprendido cuando de la nada abre sus manos y mirándome, emite una pequeña sonrisa un tanto tétrica.

—Me alegra que lo hayas disfrutado Baadir, después de todo parece que siempre ganas, claro, a excepción de quedarte con esa p..., con Elizabeth —no entiendo su cambio repentino—. Pero bueno, ahora ambos nos hemos quedado sin nada..., sin pan ni pedazo.

Quiero responderle, pero continúa hablando mientras su vista se pierde en un punto ciego, lo cual es un tanto espeluznante.

—¿No te parece algo injusto? —dice.

—¿Qué?

—Todo —suelta un gran suspiro—. Siento que debo dejar de esperar a que la vida me regale algo y arrebatarlo yo mismo —sus ojos por una extraña razón siento que se vuelven más negros—. Si, eso haré —sonríe ampliamente mientras mira a la nada—. Gracias Baadir, me has ayudado a saber lo que tengo que hacer ahora. Adiós.

Sin esperar respuesta se marcha, pero esta vez con la cabeza en alto y su mirada llena de —¿De maldad? —Ya ni siquiera sé que le pasa a ese tipo, pero espero no se vuelva a cruzar en mi camino nunca más.

Veo entrar a Kiral a la habitación y me levanto de la camilla lo más rápido que puedo para acercarme casi corriendo a él.

—¿Cómo está ella? ¿Qué estaba haciendo? ¿Ya se van del pueblo? ¡Dime maldita sea!

—Cálmese señor, déjeme hablar —asiento y trato de calmarme—. Cuando llegué, ella también estaba llegando con Ahmed a la casa de los Aydin. Tuve que esconderme tras unos pequeños arbustos pues Ahmed se quedó hablando con Anastasia en...

—¡¿Ese maldito se puso a hablar con Anastasia frente a Elizabeth?!

Me enferma que lo haya hecho frente a ella, pues de seguro le rompió el corazón al ver tal escena. Es que ¿quién no se sentiría mal si ve a su ..., esposo hablando con su exnovia?

—Vámonos Kiral —cojo mi saco y me lo empiezo a poner—, vamos a secuestrar a Elizabeth, ella no puede estar con un hombre como él, no se la merece.

«Tú eres el que menos se la merece Baadir.»

—No señor, no es Anastasia Amery, cálmese —me hace recostar de nuevo—. Es la otra Anastasia, la que hoy pasó a traducir ese libro de las leyes durante el juicio.

Esa mujer. Tuve el leve sentimiento de que la conocía, pero no sé de dónde.

—¿Y de qué hablaban?

—La verdad no me quedé a escuchar, decidí regresar porque no confío en usted —abre los ojos y se da cuenta de lo que acaba de decir—. Perdón, pero es la verdad.

—Entonces si la viste —asiente— ¿Cómo está? ¿Sigue puesta esa corona estúpida o ya se la quitó?

La verdad se veía hermosa con esa corona puesta. Dentro de mí le di la razón a Ahmed al haber acertado con ese pseudónimo con el cual la llama, pues parecía una verdadera Sultana la cual pondría a cualquiera a sus pies.

«Si tan solo supieras el poder que tienes sobre nosotros, Sultana.»

—La vi muy feliz de hecho —me molesta su confesión—. Sobre todo, cuando veía a Ahmed. Supongo que tuvo suerte al encontrar a alguien adinerado como Ahmed para que el saque de este pueblo.

—De verdad que eres idiota —me enojo por la estupidez que acaba de decir—. Él es el afortunado de tenerla para adorarla como se merece ..., como yo lo hubiera hecho si...

Escuchamos un alboroto en el pasillo y me detengo a escuchar. Cada vez se escucha más cerca y con Kiral decidimos salir a ver qué pasa. Cuando abrimos la puerta solo vimos a un policía que parecía algo consternado al igual que otros pacientes y enfermeros que estan viendo en una dirección, al fondo del pasillo.

—¿Nos puede decir qué pasa? —pregunta Kiral.

—Casi matan a nuestro..., perdón, al ex jefe de policías —«¿Emir?»—, lo trajimos casi muerto y ahora están atendiéndolo.

—Pero ¿Por qué? ¿Quién le hizo eso? —pregunto.

—Lo siento, no puedo decirles eso porque —miro a Kiral y este de inmediato saca dinero suficiente para que el policía continúe.

—Eso es suficiente —pongo el dinero en sus manos—. Ahora, dime todo lo que sepas.

—Su amigo, Ahmed Ülker casi lo mata.

—¡¿Por qué?! —Decimos Kiral y yo al mismo tiempo sin poder creerlo.

—Emir..., él..., —se tarda en continuar—le hizo algo muy malo a la esposa del señor Ülker, no puedo revelar los detalles porque...

«¡Elizabeth! No, no ¿Qué le hizo este maldito?»

—Te daré más dinero maldita sea —le quito todo el dinero a Kiral y se los extiendo al policía—. Habla ¿Qué le hizo?

—Por favor, no le diga a nadie que yo se lo dije —asiento desesperado para que hable rápido—. Abusó de ella..., la violó.

Dejo de escuchar las voces a mi alrededor, solo escucho un pequeño pitido en mis oídos que es casi insoportable. Mis pies empiezan a fallar y para sostenerme me arrimo al marco de la puerta que me ayuda a descender lentamente hasta quedar sentado en el suelo.

Después de un tiempo mis sentidos empiezan a funcionar correctamente y veo a Kiral y al policía frente a mí tratando de hablarme. Sacudo mi cabeza y siento que al fin el nudo en la garganta que tenía se ha aflojado y puedo hablar.

—¿Dónde está ella? ¿Está en este hospital? —me levanto de inmediato.

—No lo sé, creo que no porque nadie vino tras nosotros. —Dice el policía.

Varios escenarios empiezan a formarse en mi cabeza con esta última información y no sé qué hacer, ni siquiera sé si ir a la casa de los Aydin o matar al maldito ser que está en este hospital.

Kiral le agradece al oficial y me ayuda a entrar nuevamente a la habitación.

Mientras Kiral acomoda todo y trata de emitir algunos comentarios sobre la información que acabamos de recibir, yo pienso en que esto también es mi culpa. Recuerdo la última charla que tuve con ese tipo y no puedo dejar de pensar que la mentira que le dije fue tal vez el detonante para que ese malnacido haya hecho eso.

"Siento que debo dejar de esperar a que la vida me regale algo y arrebatarlo yo mismo"

Esta frase, esta maldita frase me confirma que fui en parte culpable de que ese maldito haya hecho eso con Elizabeth.

—Ya tiene que dormir señor, mañana lo darán de alta a las...

Retiro las cobijas que ni siquiera me había dado cuenta de que me había puesto encima y me levanto de la camilla.

—Pásame mi ropa.

—¿Para qué quiere la...? —con una sola mirada se calla y hace lo que le pido.

Me cambio a la máxima velocidad que puedo y cuando estoy listo, el plan en mi cabeza también lo está y esta vez será mi último plan, el cual no pretendo fallar en absoluto y sé que no dañará a terceros.

—Escúchame bien Kiral —me paro frente a él y lo miro a los ojos—. Hoy ese maldito debe morir, no importa cómo, pero lo voy a matar.

—Pero no puede...

—Si puedo y lo voy a hacer, dame tu arma y ten preparado el auto.

Lo veo dudar por un momento, pero al final hace lo que le pido. Sin esperar mucho salgo directo a los pasillos del hospital y tras de mí sale Kiral.

Cuando me acerco a una enfermera para preguntar por Emir, veo como tras de ella, en la puerta de salida, unos policías están sacando al malnacido ese.

Aparto a la enfermera y voy corriendo en dirección a la salida esperando alcanzarlos, pero no lo logro. Justo cuando llego a salir del hospital la patrulla arranca.

—Vamos señor. —dice Kiral a mi lado.

Señala el auto y vamos directo a él. No tardamos mucho en quedar tras la patrulla y empezamos a seguirla sin apartarnos ni un poco.

La patrulla se detiene en la estación de policías y para que no vean a Kiral hago que se parquee a unos metros. Sacan a Emir de la patrulla y este se ve muy mal. Me sorprende que no lo estén tratando bien como se supone que lo harían sus malditos secuaces, de hecho, me sorprendo más cuando uno de los que lo sostienen lo golpea para que continúe con su andar.

Cuando entran completamente, decido que es mi hora de actuar. Quito el seguro de la puerta y cuando estoy a punto de bajar, Kiral habla.

—No puede arriesgarse tanto señor, ¿Lo piensa matar dentro de la estación? —asiento— Déjemelo a mí, no saldrá de ahí si lo ven.

—Tengo que hacerlo yo —intenta hablar, pero no lo dejo—, esto empezó por mi culpa, por un berrinche que pude haber solucionado en un día y mira lo que ha pasado, ahora la vida de la persona que más..., de Elizabeth, está arruinada para siempre por ese maldito.

—Entiendo señor, pero si no sale máximo en 10 minutos, llamaré a su padre.

—Deberías llamarlo ahora —sonrío— y tener el auto encendido.

Salgo del auto y subo casi corriendo las gradas para llegar a la puerta de la estación. Algunos policías me ven, pero no me hacen pregunta alguna y yo decido continuar. Solo me detengo cuando escucho a 2 policías hablar sobre Emir.

—¿El jefe pasará en los calabozos?

—Si y ya no es nuestro jefe, ni siquiera es un hombre, es una rata —concuerdo con él mentalmente—¿No te enteraste de lo que hizo?

—No, cuéntame.

No me quedo a escuchar lo que ya sé y voy directo a la oficina de ese maldito porque ahora sé a dónde debo llegar para tenerlo frente a mí y matarlo.

Al entrar a la oficina me dirijo directo a una pared que sé muy bien que es una puerta secreta que da directo a los calabozos. Emir una vez me lo mostró mientras alardeaba de sus beneficios al ser el jefe de policías.

Al pasar por la pequeña puerta de la pared, me adentro a un pequeño pasadizo. Camino por unos segundos y cuando llego a un punto donde existen varios caminos me pongo a pensar en cual debo entrar primero para buscarlo.

Cuando doy el primer paso hacia el primer pasadizo, escucho unas voces que provienen del tercero y me detengo. No se entiende muy bien lo que dicen, pero si logro diferenciar uno que otro golpe, por lo que me decido a ir por ese primero.

Cuando noto que el pasadizo está por terminar me detengo y me asomo lentamente para ver si ese maldito está por ahí. Para mi sorpresa logro identificar muy bien el lugar, pues es el mismo donde me encerraron junto con mis amigos para hacernos todas esas cosas humillantes antes de dejarnos libres.

Mi mente deja de divagar cuando logro divisar a Emir acostado en la misma celda donde alguna vez estuve yo. Antes de acercarme verifico que nadie esté por ahí y cuando me doy cuenta de que estamos solos, avanzo.

—Eres un maldito Emir —se da cuenta de mi presencia y se levanta asustado—. Un maldito que merece morir.

Se ve peor que esta tarde cuando me fue a ver. Tiene tantos golpes en la cara que es casi irreconocible y de no ser por su cabello rojizo y por tener la misma ropa —aunque manchada de sangre y algo rota—, jamás lo hubiera reconocido.

—Fue mía, fue mía Baadir —ríe y mis ganas de apretar sacar el arma y apretar el gatillo crecen más—. Tenías razón, se mueve muy bien, aunque fue un poco arisca, pero lo disfruté.

«Espera un poco... espera Baadir.»

—Eres un hijo de...

—No entiendo por qué lloraba si ella también lo disfrutó —emite un suspiro largo—. No sabes cuanto me excitaba verla llorar mientras trataba de gritar.

«No más, esto se acabó.»

Saco el arma y lo apunto directo a la cabeza.

—Te concedería unas últimas palabras, pero creo que tu asquerosa boca no dirá nada bueno, así que...—quito el seguro del arma—. Adiós, maldito hijo de puta.

Disparo y su cuerpo cae al instante mientras la sangre forma un gran charco a su alrededor. Fue un tiro perfecto, entre ceja y ceja para que no haya posibilidades de supervivencia para él.

Escucho como alguien se acerca corriendo y me dirijo de inmediato al pasadizo de donde salí. Llego justo cuando un gran alboroto empieza a formarse tras de mí y no me detengo a escuchar lo que dicen. No tardo en salir pues incluso los oficiales de la puerta no se encuentran ahí, no hay nadie.

Entro al auto y Kiral me mira preocupado.

—Vámonos.

—Su padre señor —me pasa el celular.

—¡¿Qué carajos acabas de hacer imbécil?! —dice mi padre a penas pongo el celular en mi oreja.

—Lo que debí haber hecho hace mucho tiempo padre, por cierto, ya no mande a nadie para matar a ese tipo, yo ya me encargué.

Cuelgo la llamada, pues en este momento no estoy para aguantar los berrinches de mi padre.

—Vamos a dar una vuelta antes de regresar a casa.

Conecto el bluetooth de mi celular al del auto y reproduzco la canción perfecta para este momento.

"...Would you love me more

(Would you love me more)

If I killed someone for you?

Would you hold my hand?

(Would you hold my hand?)

They're the same ones that I used

When I killed someone for you..."

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