Solo la luna llena fue testigo de mis gritos. Mientras dormía, sentía cómo mi piel se quemaba. Me dolían las cuencas de los ojos, como si estuviera viendo algo tan doloroso que no pudieran soportarlo. Cuando amaneció me levanté de la cama y me dispuse a continuar mi sueño en el sofá del salón. Posé mi mano sobre el pomo de la puerta, lo empujé hacia abajo y tiré.
No se abría.
Pasados diez minutos de vanos intentos por salir de ahí, retrocedí unos pasos. Desde mi médula partió un escalofrío que llegó hasta la parte baja de mi espalda. Mi brazo derecho sostuvo al izquierdo como si estuviera abrazándome, me incliné hacia delante y flexioné las rodillas, dispuesta a echar la puerta abajo.
<<Uno, dos y...>>
Sangre.
Una gota de sangre había caído al suelo. En un gesto rápido pero delicado acaricié mi nariz con el dedo índice de mi mano izquierda; sangraba más de lo que era normal en mí. Me sobrevino además un terrible dolor de cabeza que me dejó de nuevo tumbada en la cama, mareada y con papel higiénico en ambas fosas nasales.Era como si algo me hubiera dicho que no tenía más opción que quedarme entre las sábanas.
Desperté de nuevo dos horas más tarde. El papel estaba completamente empapado en escarlata, pero el mareo había desaparecido y el sangrado se había detenido. Por segunda vez, salí de la cama; con cautela, despacio, sosteniendo mi frente. Abrí el armario, buscando la nota en la pared. Esta vez, las letras habían formado palabras y las palabras frases que detuvieron los latidos de mi corazón:
desde entonces, esta casa está Maldita, maría. yo la maldije. y yo le dije a tu madre que la comprara. para salvarla, para Salvaros. puedo salvaros. Porque, como bien sabes, Soy Una Bruja.
Cerré el armario y apoyé mi espalda contra él. Traté de controlar mi respiración, pero mi pecho subía y bajaba en movimientos rápidos. Me acerqué a la puerta, seguía cerrada. El corazón me iba a explotar. Escuché el murmullo del agua. La bañera se estaba llenando.