Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

By Demitae_6

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1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... More

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ANUNCIO IMPORTANTE
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EPÍLOGO

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By Demitae_6

ELIZABETH AYDIN

Hoy toda mi vida cambiará para siempre. Estoy tan feliz porque ya tengo todo planeado para escapar con Ahmed. Tuve incluso que despertar muy temprano para darle mis cosas a Ahmed. Él me había dejado indicaciones junto a mis cosas para que hoy todo lo hagamos con precaución y así nadie nos descubra.

Tengo planeado incluso pasar por Hanan para despedirme y agradecer a mi maestra por toda su ayuda y cariño brindado durante todo el tiempo que estuvo conmigo. De ahí partiré a donde me lleve Ahmed y no importa a donde, solo sé que confío en él y no me importaría ir hasta el otro lado del mundo si así me lo pide.

Cuando termino de pensar, me siento en una banca para poder comer antes de que empiece el siguiente curso del voluntariado. Saco mi pequeño lunch y cuando me dispongo a comer me doy cuenta de que Elif y sus amigas se sientan en una banca justo a mi lado.

«¿Coincidencia? No lo creo»

Intento no prestar atención a las cosas que dicen, pero cuando hablan de cierta persona, me es imposible no escuchar.

—Si chicas —alza la voz—, mi abuelo hablará esta misma noche con Ahmed para que acepte mi mano.

—No entiendo ¿No se supone que el hombre es el que debe hacer eso? —interviene una de sus amigas.

—Si, pero en nuestro caso es diferente —baja la voz y yo aparto mi cabello para poder escuchar mejor—, en este caso mi honor está en juego.

—Pero ¿Por qué? —pregunta otra y se lo agradezco internamente pues yo también estoy con la intriga.

—¿Recuerdan ese día que nos vimos en la plaza? —todas asienten—. Pues ese día todas las personas que nos vieron asumieron que era mi prometido por cómo nos abrazamos y demostramos cuanto nos extrañamos.

«Si claro, de seguro Ahmed se deja abrazar fácilmente. Mentirosa.»

—Por eso fueron con mi abuelo a felicitarlo por mi compromiso, pero ustedes saben que eso aun no pasa.

—Y tampoco pasará por lo que vi cuando... —interrumpe una y veo como Elif le da un manotazo para que se calle.

—Ay ya cállate que no sabes nada —le corta—. Es obvio que pasará, Ahmed me lo dijo y para acelerar el proceso y que mi honor no esté en tela de duda, mi abuelo hablará con él y por fin seré su prometida, como lo habíamos planeado desde hace tiempo.

Estoy a punto de reírme porque se que todo lo que dice es mentira. Esta vez no caigo en las mentiras que dice porque confío en Ahmed, además, de todo lo que dijo se que él nunca lo haría, lo conozco.

—¡Hey tú! —me dice Elif—¿Qué piensas de lo que dije?

Noto que todas esperan alguna reacción de descontento de mi parte, sobre todo cuando empiezan a reír por lo bajo.

—¿Qué cosa? ¿Me dijeron algo? —me hago la desentendida.

—¿Acaso no escuchaste de mi futuro compromiso con Ahmed? —habla irritada Elif.

—No, no escucho conversaciones ajenas —sus amigas están por decir algo pero continúo—. Pero de todos modos me alegro, espero sean muy felices. —les brindo una sonrisa que más que alegrarlas, les molesta.

—Gracias por tus buenos deseos y espero no te sientas mal porque opacaremos tu boda con nuestra fiesta de compromiso —trata de molestarme, pero no lo logra.

—No, claro que no me sentiré mal, al contrario, estaré contenta por ustedes que hacen una bonita pareja.

No se que me pasa, yo no suelo ser así. Pero esta vez creo que ya me he cansado y he tomado el valor para enfrentar a Elif y sus amigas antes de marcharme, lo cual creo que no está mal.

Tanto Elif como sus amigas se levantan y se van sin agregar más. Cuando ya las veo algo lejos empiezo a reír —no tan fuerte para no llamar la atención— pero me detengo de inmediato cuando escucho a alguien aclarando su garganta tras de mí.

Giro mi cabeza y a quien veo es a Max, el cual se ve muy diferente a como suele venir. Se ve desaliñado, con ojeras y el cabello hecho un nido de pájaros.

—¿Estás bien? —empiezo.

— Claro que estoy bien ¿No me ves? —dice con ironía.

«Ya no más, ya me harté de ser la pobre ilusa que se preocupa por todos mientras me tratan mal.»

— Entiendo. —me levanto para irme, pero me detengo cuando se pone frente a mí cerrándome el paso.

Se acerca demasiado que invade mi espacio personal.

—Dime ¿A cuál de tus noviecitos le tengo que agradecer todo lo que me hicieron? ¿A tus guardaespaldas o a Emir?

—¿Qué te hicieron? No entiendo.

Empieza a reír como si le hubiera contado el chiste más gracioso.

—Vaya que eres descarada —me toma del brazo haciéndome daño—. Uno de tus noviecitos les mostró a mis padres unas fotos mías besándome con Liz, encima sus padres también se enteraron y ahora no me queda más remedio que casarme con esa inválida

Jamás me imaginé que Max estuviera conquistando a Liz. Es una chica del pueblo que debido a un problema en su andar que no pudieron arreglar los médicos, todos los hombres huyen de un compromiso con ella a pesar de ser muy inteligente y hermosa.

—No sé quién les haya mostrado a tus padres o a los padres de Liz esas fotos, pero no creo que en ellas se vea algo que no pasó, así que un mal no te hizo —me suelto de su agarre y este me mira sorprendido—. Solo mostró lo que hiciste con ella y ahora debes hacerte responsable de tus actos o el honor de ella estará por los suelos.

Antes de que diga algo más y me haga perder el tiempo lo aparto y me voy del lugar.

Me siento bien al haber enfrentado por primera vez a alguien —bueno, dos si contamos a Elif—, y no lo hice por mala persona, solo me di mi lugar y no dejé que se aprovechen de mí, lo cual debí hacer desde hace mucho tiempo.

«..26, 27, 28, 29, ...»

Sigo concentrada contando el movimiento que da las manecillas del segundero del reloj. La espera me está matando poco a poco. No falta mucho para que acabe la clase, pero yo ya estoy lista para salir corriendo de aquí. Mentiría si dijera que extrañaré algo cuando no es así, porque en este lugar no tengo nada ni nadie que me haga dudar de mi plan.

Cuando faltan solo 6 minutos para que la clase termine, veo como entran al aula 3 policías y tras ellos el alcalde. Todos saludamos y prestamos atención pues no es normal que ellos vengan sin previo aviso, a menos que vayan a detener a alguien.

—¿A qué se debe su visita señor alcalde? —empieza mi profesora—¿Pasó algo?

— Nada de lo que usted deba preocuparse, solo venimos a hacer cumplir nuestras leyes y tradiciones —me mira directamente mientras continúa—. Oficiales, ya saben que tiene que hacer, adelante.

Los oficiales asienten y empiezan a venir en mi dirección. Yo no me encontraba asustada hasta que los tres se sitúan a mi alrededor. Dos de ellos me toman de cada brazo y me hacen levantar, el otro recoge mi maleta y se sitúa tras de mí.

—No entiendo —digo cuando reacciono— ¿Qué pasa?

Los oficiales me llevan frente al alcalde y este mirándome a los ojos dice:

—Claro, ahora esta mujer impura trata de hacerse la desentendida —vocifera para toda el aula—. Ya verás en la comisaría al cómplice de tus actos impuros, él también será juzgado.

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando dice eso, es que nos han descubierto. Han descubierto mi plan de escape con Ahmed y él tal vez ahora esté encerrado en los calabozos.

«Todo es mi culpa, soy una idiota, no debí dejar que él me ayudara.»

—Él no tiene nada que ver en eso —digo desesperada—. Todo es mi culpa, yo lo convencí de hacerlo y lo chantajee para que lo haga.

Trato de que toda la culpa recaiga sobre mí, pues no puedo dejar que le hagan algo a Ahmed.

No veo venir la bofetada que me da el alcalde que me deja en el suelo y aunque la hubiera intuido no hubiera podido detenerla. Los dos oficiales me vuelven a levantar dejándome nuevamente frente al alcalde el cual, para terminar de humillarme, me escupe.

—Maldita mujer cegada por la lujuria, lo acabas de confesar todo frente a varios testigos —señala—, desvergonzada, pagarás por el acto que haz cometido y te aseguro que no vivirás para contarlo, porque no dejaré que contamines a las mujeres de mi pueblo con tus actos y pensamientos impuros —me da otra bofetada— ¡Oficiales, lleven a esta mujer sucia a la estación!

Trato de resistirme porque me da miedo ir allá, se lo que les hacen a las mujeres cuando pisan una comisaría y no quiero que lo hagan conmigo.

—Por favor, déjenme hablarles a mis padres, tengo el derecho de hablar con ellos antes de que me lleven. —sigo resistiéndome.

Eso me había dicho Emir una vez y espero esta vez me sirva de algo.

—¡Tú ya no tienes derechos! —grita el alcalde—. Oficiales, si se resiste pueden incluso arrastrarla, pero debe llegar a la comisaría ¡Andando!

Empiezo a gritar cuando los oficiales hacen caso a las palabras del alcalde, pues esta vez no tienen nada de consideración y me llevan literalmente casi arrastrando mientras me hacen daño con sus jaloneos.

Mientras me sacan del aula escucho como algunos de mis compañeros, sobre todo los hombres dicen cosas como "impura, asquerosa, algo ha deber hecho, mujer tenía que ser"

Antes de llegar a la puerta de salida del voluntariado, me resisto más, lo cual hace que me gane un fuerte golpe en la cara que me deja algo desorientada. Aun así, no dejo de gritar por ayuda.

«No me van a poder callar, tengo que gritar más fuerte para que me escuchen.»

AHMED ÜLKER

«Ya no falta mucho..., solo minutos.»

Sigo dando vueltas alrededor del auto para calmar un poco la ansiedad que tengo. No hago tanto ruido que delate mi escondite el cual no es tan discreto pues estoy solo detrás de una pared del cerramiento del voluntariado, el cual es un poco desolado pues da directamente al bosque.

Llevo esperando a mi Sultana en este lugar desde hace horas pues quiero que nada salga mal. Ayer fui muy discreto al dejar las indicaciones para que sepa lo que tiene que hacer para que no la descubran. A mi no me importa lo que me podrían llegar a hacer si me descubren ayudándola, pero jamás dejaría que ella resulte afectada en todo esto.

Detengo mis pasos cuando escucho gritar muy fuerte a una mujer. Me doy cuenta que es alguien dentro del voluntariado. Y estoy tentado a asomar mi cabeza para ver de quien se trata.

«Solo un momento, no delatará mi ubicación.»

Alzo la cabeza y me paro sobre una piedra para alcanzar a ver dentro de las instalaciones del voluntariado.

Lo que veo me hace tambalear un poco y todo me empieza a dar vueltas, pero rápidamente agito mi cabeza esperando aclarar mi vista y pensamientos. Regreso la vista a donde hace un momento vi como arrastraban a mi Sultana y confirmo que no vi mal, ella se encuentra casi en la salida del lugar.

«No me equivoqué, es ella.»

Me bajo de inmediato de la piedra y voy corriendo en dirección a la puerta de salida del lugar. No alcanzo a llegar a tiempo cuando veo que ya la metieron en la patrulla.

—¡¿Por qué se la llevan?! —grito tratando de llamar la atención de alguno de los oficiales que estan entrando a la patrulla, pero ninguno me hace caso.

Intento acercarme al auto, pero soy detenido por una mano.

Giro mi rostro y veo al alcalde a mi lado.

—Hijo, que bueno que te veo —espero que me diga algo de mi Sultana— Estoy algo ocupado en este momento con esa mujer —señala la patrulla—, pero quisiera pedirte que en la noche me concedas unos minutos de tu tiempo para hablar sobre lo que sucede entre mi nieta y tú. Ella ya me adelantó algo así que no te preocupes que yo estaré presto a escucharte, pero ahora mismo debo irme.

—¿Por qué se la llevan? ¿Qué hizo? ¿Porqué? ¡Dígame! —digo desesperado.

Por un momento me mira mal pero no me importa.

—No debería decírtelo —estoy por rogarle que me diga, pero continúa—. Pero ya que vamos a ser familia te puedo decir. Ah cometido un delito.

—¿Cuál?

—Se acostó con un hombre y no es su prometido. El hombre lo confesó todo esta misma mañana y hasta pruebas me trajo —estoy a punto de refutar, pero me detiene—. Ahora será juzgada en la comisaría como se debe.

—¿Con quién se acostó?

Se que ella no lo hizo y aunque lo hubiera hecho no deberían juzgarla por eso, pero necesito saber quien es el mentiroso para acabar con él y sus mentiras.

—No me tomes el pelo muchacho —dice mientras ríe—. Tú más que nadie debe de saberlo —al ver que no respondo ni se de lo que habla, continúa—. Baadir, se acostó con Baadir, pero no se lo cuentes a nadie más, solo te lo dije a ti porque ya eres como de la familia.

«Baadir, Baadir..., maldito mentiroso y rencoroso.»

No se que más decir o preguntar pues me he quedado en shock. Para cuando reacciono me doy cuenta de que el alcalde ya se ha subido a la patrulla y se van.

Regreso corriendo a mi auto para seguirlos pues esto no va a quedarse así, no la pueden encerrar por culpa de las mentiras de un hombre despechado que solo busca llamar la atención de todos con alguna estupidez como esta. Siempre lo hacía de pequeño y por eso nunca quise tener una amistad con alguien como él.

Me bajo del auto y veo como frente a mi llevan a mi Sultana casi a rastras por las gradas que dan a la entrada de la comisaría. Noto que el alcalde no se encuentra por lo que me acerco de inmediato a ella.

Al verme se asusta y niega con la cabeza para que no me acerque. No entiendo porque lo hace pero aún así no me aparto de ella y de los policías que la tienen como si fuera alguna criminal de alto riesgo.

Al llegar a la puerta de la comisaría veo a Baadir, Anastasia y a Emir. Estos se encuentran con expresiones muy diferentes, Emir se encuentra casi echando humo por las orejas mientras que Baadir se ve muy feliz — Y drogado por lo que veo—. A Anastasia ni siquiera la detallo pues me centro más en mi Sultana y en su estado.

Colocan a mi Sultana frente a Emir y este no espera nada para darle un golpe seco en la cara que la deja tirada en el suelo. Baadir se adelanta y trata de tomarla de los brazos para levantarla, pero soy más rápido apartándolo de un empujón para tomar a Eli en mis brazos y reponerla.

Cuando ella ya se encuentra de pie me giro hacia Baadir y sin previo aviso le propino un golpe que lo deja en el suelo. Anastasia se agacha con él y quiere ayudarlo a parar, pero él la aparta de inmediato mientras me ve a los ojos.

—¿Cómo te atreves si quiera a verla a los ojos y peor, acercarte cuando el único culpable de que ella esté aquí, eres tú con tus mentiras? —digo entre dientes por la rabia que tengo—. Maldito hombre despechado, no sabes perder ni aceptar cuando una mujer te rechaza.

—¿D-de qué hablas Ahmed? —dice mi Sultana tras de mí.

Me doy la vuelta y por primera vez me doy cuenta de lo mal que está. Tal vez le propinaron varios golpes antes de llegar aquí, lo cual solo me hace hervir la sangre.

Se ve decepcionada y a la vez curiosa por mi respuesta.

—Hablo de que Baadir le dijo al alcalde que él y tú —«Maldita sea»—..., que él y tú se habían acostado —digo lo último en voz baja para que solo ella me escuche—. Le dijo que le fuiste infiel a Emir, por eso estás aquí, por culpa de él y sus mentiras. —lo señalo.

—Es mentira —dice mientras lágrimas se acumulan en sus ojos—. Eso es mentira, tienes que creerme, eso es una mentira, tú sabes que yo nunca...

—Yo lo sé Sultana —tomo su rostro entre mis manos—, no me tienes que convencer porque yo creo en ti.

Trato de abrazarla pero soy apartado por lo policías que la sostenían.

—¡Diles Baadir, diles que es mentira! —grita desesperada mientras llora.

—¡Cállenla! —grita Emir.

Uno de los policías levanta la mano y veo como tiene la intención de golpearla. No espero nada y me voy contra él propinándole un golpe que lo tira al suelo. El otro policía intenta acercarse a mí, pero es detenido por su otro compañero el cual le dice que soy familiar del alcalde y que es mejor dejarlo así.

—Si le vuelven a poner una mano encima —me dirijo a los tres policías—, juro que los mato y yo si cumplo con mis promesas.

Ellos asienten algo asustados pero la risa de alguien a mis espaldas llama mi atención.

—Eres un don nadie, secretario de este —habla Emir mientras señala a Baadir— ¿Qué piensas hacer? ¿Acaso tú también te acostaste con ella? Claro, debe ser eso, por eso la defiendes tanto.

—Él jamás haría eso —interviene Anastasia—, y créeme que no es un don nadie, él es...

—Cállate —digo y me dirijo a Emir—. Piensa lo que quieras, pero cuando te vea arrastrándote ante mí, créeme que no vas a pensar que soy un don nadie.

Emir está a punto de decir algo más pero Baadir interviene mientras mira a la nada.

—Cállate Emir, te conviene quedarte callado, no sabes lo que dices y cree lo que dice. Más vale prevenir que lamentar.

Esta vez Baadir no se equivoca.

Todos nos ponemos alerta cuando vemos llegar al alcalde a nuestro lado.

—Emir, hijo, puedes irte a casa. No sería correcto tenerte aquí hasta el lunes a pesar de que también deberás ser juzgado. —Emir asiente—. Solo debes venir el lunes que es el juicio en la plaza y ya veremos que castigo te ponemos, porque sabes que no podrás escaparte de él ¿verdad?

«Maldito, lo van a dejar libre.»

—Entiendo señor alcalde, pero creo que mis padres aun no hablan con usted, tal vez lo hagan esta noche para dejar algunas cosas en claro.

El alcalde se limita a asentir y da media vuelta para dirigirse a Baadir.

—Tú muchacho, debido a que esta mujer asquerosa —la señala— confesó que te convenció y que era culpa de todo, quedas absuelto de todo, puedes irte a casa, pero antes, déjame la evidencia que me mostraste.

Baadir mira a mi Sultana mientras saca algo de su bolsillo. Se demora demasiado y estoy a punto de ir yo mismo a sacar lo que tenga de ahí, pero al final lo hace. Alza la mano y noto que sostiene entre los dedos la maldita cadena que me maté buscando ayer.

Escucho como mi Sultana empieza a llorar y no me atrevo a mirarla porque se que me rompería el corazón. A la vez, tengo el impulso de ir contra Baadir y arrebatarle la pequeña cadena, pero este al ver mis intenciones se lo entrega al alcalde.

—Señor alcalde —empiezo y logro llamar su atención—, Elizabeth también debería ser enviada a su casa, así como Emir. No puede pasar en los calabozos todo el fin de semana.

—No muchacho, no se puede, ella es mujer y por lo tanto...

—¿Necesita pagar alguna fianza para que la deje ir a casa el fin de semana? —digo desesperado—. Yo pagaré lo necesario. No le pido que la deje libre, solo que no la deje encerrada todo el fin de semana aquí.

—¿Y si se escapa? —interviene Baadir.

«No sabes cuanto te odio Baadir, pagarás por esto»

—Tiene razón —señala el alcalde—. Lo siento muchacho, no puedo hacerlo, sobre todo porque ella confesó que provocó a Baadir y fue la mente maestra de todo el acto impuro.

De inmediato ordena a los policías llevarla adentro y antes de que lo hagan me acerco a abrazarla a pesar de que los policías tratan de detenerme.

—Te sacaré de aquí, no te pasará nada, confía en mí cariño. —le digo casi en un susurro para que nadie más escuche.

Cuando me separan de ella se la llevan, pero esta vez con más cuidado y sin lastimarla. El alcalde los sigue y yo me quedo nuevamente con las tres personas que menos quiero ver ahora.

«Todo es su culpa, ahora mismo estuviéramos alejándonos del pueblo y todo estaría bien.»

Enojado voy otra vez contra Baadir y le doy otro golpe.

—¿Por qué lo hiciste? —le digo mientras lo veo a los ojos.

—Ya no peleen, no vale la pena hacerlo. —escucho hablar a esa mujer—. Tú no eres así Ahmed, cálmate amor.

«"Amor... amor", no me gusta escucharlo de su boca.»

Me giro hacia ella

— ¡Ya basta maldita sea! —«me cansé de esto»—, ¿No entiendes que ya no te quiero?, ya no siento nada por ti y ahora solo estás aquí estorbándome cuando tengo cosas más importantes por las que tengo que preocuparme. Como mi Sultana, por ejemplo.

—Cálmate Ahmed, estás alterado por esa muchacha y estás diciendo incoherencias. —trata de tomarme las manos, pero me aparto.

En vez de eso pongo mis manos en sus hombros y veo algo esperanza en sus ojos.

—Por última vez y escúchame bien porque a la próxima ni siquiera dejaré que te acerques a mí.

—Pero...

—No te amo, no te quiero y ni siquiera te aprecio Anastasia Amery —digo mientras la veo a los ojos para que note que no miento—. Lo que creas que siento por ti, no es verdad, ya no lo es, así que te pido..., no, te ruego que cojas tus cosas y te largues de aquí porque en este momento no estoy para aguantar estas estupideces y si decides quedarte no te me acerques más.

Ella empieza a llorar, sin decir más da media vuelta y se va corriendo a Dios sabe dónde. Era necesario que se lo diga así, directamente, pues de alguna manera debe entender que ya no siento nada por ella y que solo está buscando que la aparte por completo de mi vida. Incluso tengo pensado desligar a su empresa de la de mi padre para evitar este tipo de numeritos.

— Vaya, ahora sí parece que te la quitaste de encima amigo. —habla Baadir mientras ríe lo cual hace que me hierva la sangre aún más.

—Te voy a matar maldito —doy media vuelta para encararlo— ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso no entiendes la gravedad del asunto? —lo tomo del cuello— ¡Ella va a morir maldita sea! Y créeme que, si a ella le pasa algo, yo te mataré a ti.

Empieza a reírse de manera descomunal y solo hace que me moleste aún más.

—Hazlo, hazlo ahora —dice entre risas—, mátame ahora que estoy drogado. Total, podré morir con el gusto de dejarte sin la chica que amas, porque ella no va a salir de esta, lo sabes ¿Verdad?.

—Eres un maldito voy a...

—Si si, ya dijiste que me matarás. —ríe—, pero no te veo haciéndolo.

Estoy a nada de propinarle otro golpe, pero me detengo porque es una perdida de tiempo y tiempo es lo que necesito para pensar en como sacar a mi Sultana de este maldito pueblo.

Lo suelto y voy directo adentro de la estación. Trato de hablar con los policías para que me dejen verla pero no me dejan. Intento sobornarlos con dinero, les prometo que les daré lo suficiente como para que dejen este trabajo mediocre lo cual los hace reír pues dicen que nadie tiene todo el dinero que les estoy ofreciendo.

«Yo lo tengo maldita sea.»

Al final me amenazan diciendo que, si sigo insistiendo y haciéndolos perder el tiempo, no me dejarán verla en las horas de visita que tiene, claro, si es que se la dan dicen al último, alegando que es poco probable por el delito que acaba de cometer.

No insisto más y me voy, no sin antes disculparme internamente con mi Sultana por no poder hacer nada por ella hoy mismo.

Llego a la casa de Baadir y lo único que bajo del auto donde tenía ya todas mis cosas, es mi computadora. Subo a mi habitación y prendo la máquina.

No tuve de otra que regresar acá para poder tener acceso a internet, pues es el único lugar que lo tiene.

Cuando entro a mi correo, empiezo a redactar un mensaje para mi padre.

"¿Estás ahí? Necesito hablar contigo. Si no ves este mensaje a tiempo, llámame a este número: 2885697586"

Dejo el número de la casa pues tengo que hablar con él y de ser necesario esperaré aquí incluso si llega Baadir. Envío el mensaje y no pasa mucho tiempo cuando me responde el correo.

"¿Qué pasa hijo? Estoy aquí"

"Padre, estoy a punto de cometer una locura. No esperes que te de los detalles ahora pero necesito que sepas que si hasta el día lunes en la tarde no me comunico contigo, envía a alguien a buscarme a Vakirust, el pueblo en el que me estoy quedando se llama Kriana."

"Me estás asustando Ahmed. Dime ¿Qué pasa? O ¿Qué planeas hacer?"

"Como te dije no es necesario que sepas lo que voy a hacer porque ni siquiera yo lo tengo muy claro, pero quiero que estés alerta. Y si todo sale bien, el deseo de abuelo y el tuyo se hará realidad, eso debe de darte ya una pista.

Ahora debo irme y por favor, no le digas nada de esto al padre de Baadir o a otra persona, confío en ti. Adiós."

Cierro la computadora y empiezo a meditar todo lo que ha ocurrido el día de hoy. No tengo un plan específico para ayudar a mi Sultana, pero algo tengo que hacer. No dejaré que le hagan algo y de ser necesario mataré a quien la tope un solo cabello ahí adentro.

«Solo espera un poco Sultana, no dejaré que te hagan nada cariño.»

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