Luimelia Vientos Celestiales...

By Luimeliamivida

65.8K 5.7K 1K

¿Puede la carta de una ex-amante cambiar toda una vida? Amelia Ledesma es una compositora de éxito comprometi... More

Personajes
01 - Luisa Gómez
02 - Amelia Ledesma
03 - Abuela
04 - Encuentro
05 - Sofía
06 - Cariño
07 - Amigos
08 - Regreso
09 - Celos
10 - Correr
11 - Barbacoa
12 - Conversaciones
13 - Columpio
14 - Tú ganas
15 - Chicago
16 - Mi amor
17 - Nuestra
18 - Halloween
20 - Navidad
21 - Bebé
22 - Vientos celestiales
23 - El paraíso
Epílogo
Secuela

19 - Acción de Gracias

2.7K 230 39
By Luimeliamivida


Con cada día que pasaba, Amelia intentaba adivinar cuándo llegaría la nueva integrante.


— Vale, ya lo tengo todo pensado, cariño — anunció una tarde en la cocina.


Sofía estaba comiéndose un plátano, mientras Luisita le sonreía.


— Sales de cuentas el día tres de diciembre y eso nos deja dos semanas. El jueves que viene es Acción de Gracias. No te preocupes por la cena, yo la prepararé.


— ¿Amor, has cocinado un pavo alguna vez? — preguntó y la morena pestañeó estúpidamente.


— Eh, bueno...


— Puedo hacerlo yo.


— No, no tienes por qué. Espera, tengo una idea, cariño.


Sofía dejó escapar un suspiro y agachó la cabeza. Amelia la miró, ceñuda. 


— Oye, va a salir bien, pifuta. — Miró a la rubia y siguió hablando — Cariño, dime lo que tengo que hacer y yo cocinaré. La pitufa y yo iremos al supermercado a comprarlo todo.


— ¡Síííí, Yo ayudo a Melia! — se alegró la pequeña.


A Amelia se le iluminó la cara y la señaló. — ¿Ves, cariño? És um plan perfecto.


— Voy a cambiarme, Melia. — Dijo la niña y salió corriendo dando saltitos de felicidad


Luisita miró a su hija corriendo feliz por lo pasillo y suspiró. 


— Vale, haré una lista. — Le pasó el telefono a la ojimiel y, ante la extrañeza de esta, añadió — También quieres invitar a su abuela, Miguel y Álvaro, ¿verdad?


— Sí, Sonrió y anadió — Pero recuerda que no vas a mover ni un dedo. Vale? — dijó con firmeza.


La rubia sonrió mordiendo el labio y se acercó a ella, le acarició la mejilla. — Vale, mi amor. — y la besó lento en los lábios.


La morena la estrechó entre sus brazos, suspiró. — Así mi gusta, que me dejes cuidarte, amor. — Le dijo entre beso y beso.


Sofía gritó desde la habitación — ¡Mamá, ayudaaa!


La rubia suspiró y la pareja se separó divertida.


— Voy a...


— Sí, sí, pero antes... — dijó reteniendo a la rubia y le agarro la cara y le plantó otro beso. — Ahora sí, tortuguita, puedes irte y yo voy a hacer las llamadas.


Luisita le sonrió divertida, y se fué dejando una Amelia cada día más enamorada mirandolá desaparecer por el pasillo.





****





La ojimiel empujó el carro de la compra por los pasillos del supermercado.


— Madre mía, tu madre y las benditas listas... — resopló.



Sofía iba sentada en la sillita del carro, con expresión desafiante. La morena no se dejó amedrentar por el carácter del minihumanoide. 


— Puedo solita, Melia.


— No, empezarás a correr por todas las partes y tenemos que concentrarnos — rebatió y revisó la lista —. Bueno, yo tengo que concentrarme. — Se detuvo en el área de frutas, verduras y se alejó del carro —. Vamos a ver, cebollas y apio. Puedo hacerlo — se animó, y empezó a coger los productos —. Patatas...


Fue tachando de la lista y al terminar lo llevó todo al carro. La niña alargó la mano, cogió un tomate y le hincó el diente.


— Pitufa... — la riñó. — Dame eso... Dámelo.


Pero esta alejó el tomate de su alcance y, cada vez que intentaba quitárselo, la pequeña se lo apartaba.


— Jolines, serás pulpo... — protestó entre dientes. Poco a poco se le daba mejor lo de no decir palabrotas.


De golpe, la niña dejó caer el tomate mordido al suelo.


— Perdón, Melia — dijo, con una sonrisa precoz.


Amelia la fulminó con la mirada y, para su vergüenza, una peliroja recogió el tomate y se lo devolvió con una sonrisa radiante.


— ¿Lo has perdido? — la pinchó.


La morena esbozó una sonrisa azorada.


— Gracias... No tendría que haber dejado a la princesita sola — musitó, con una mirada severa a Sofía, que no había dejado de sonreír.


— Bueno, parece que tienes muchas cosas entre manos. ¿La princesita es tu hija? No te asustes con lo que te voy a decir pero te miraba y noté que estan solas, quieres ayuda? — quiso saber la peliroja, con los ojos pegados a los de la ojimiel.


La morena tragó saliva y torció los labios con impotencia.


— Sí a lo primero y no a lo segundo, pues puede que no parezca pero yo tengo todo controlado, gracías — sonrió.


La peliroja se encogió de hombros. 


— Bueno, entonces feliz Día de Acción de Gracias y con suerte nos vemos de nuevo — deseó mientras se alejaba.


Amelia cruzó una mirada con Sofía; era como si la pequeña supiera lo que quería la peliroja, pero ¿era eso posible? Había muchas cosas que no sabía de los niños.





****





Una hora más tarde, Amelia estaba agotada y Sofía estaba toda roja y de un humor de perros.


— Bueno, no ha ido tan mal — rezongó sarcásticamente, de vuelta al coche con el carro.


La pequeña se cruzó de brazos y resopló.


— Melia, yo podia, yo ayudo — dijo, con un puchero.


Dejó el carro junto al coche y observó la triste carita de Sofía. En un abrir y cerrar de ojos, la hizo sentir como una cretina.


— Sí, sí, pero pitufa, tengo que acabar esto. ¿Has visto toda la gente que había en el súper? Dios, si te hubiera bajado del carro me habría pasado el rato detrás de ti.


— No, por que yo ayudo — repitió la niña en voz baja.


Amelia suspiró, sintiéndose como la peor persona del mundo.


— Vale, cuando lleguemos a casa puedes ayudarme a guardar la compra y a hacer la cena de Acción de Gracias. Luego tenemos que escribirle la carta a Papá Noel.


A la niña le brillaron los ojos. 


— ¿Carta? ¿Mía a Papá Noel?


— Sí. ¿Qué te parece, me ayudarás?


Sofía le dio una palmadita en la mano. 


— Claro. Ayudo, Melia.


— Gracias, pitufa. Me has salvado otra vez — le aseguró sonriendo, y le besó la nariz, haciéndola reír.





****





— Pitufa, ese en la estante de abajo — instruyó.


Sofía forcejeó con el paquete de harina. 


— Pesa, Melia — gruñó.


Luisita le lanzó a la morena una mirada asesina y esta tuvo que hacer esfuerzos para no echarse a reír.


— ¿De qué sirve tener a un hobbit...  — empezó a decir, pero como la madre seguía mirándola enojada, se rió y cogió la harina ella misma.


— Muy bien, pitufa, vamos a intentarlo me ayuda con esto — dijo y le dio los tomates.


— Como la señora del súper — observó la pequeña.


La ojimiel cerró los ojos y elevó una plegaria al cielo, pero no hubo suerte. Las mujeres en general tenían un sexto sentido; las mujeres embarazadas tenían un radar mejor que el del Pentágono.


— ¿Qué señora, pastelito? — se interesó la rubia, como si no le diera importancia.


— Una de pelo rojo. La señora gustó de Melia — contestó.


Amelia metió a Sofía en la nevera e intentó cerrar la puerta, mientras la pequeña chillaba y se reía, hasta que la soltó.


— ¿Ah sí? ¿Y qué pasó, Sofía? — insistió tomando asiento a la mesa de la cocina.


Vale, vale, no interrogues la niña — se rindió con las manos en alto —. Tu hija cogió un tomate, le dio un bocado y lo tiró al suelo. Una mujer peliroja lo recogió. Intercambiamos un par de comentarios educados y esto fue todo. Feliz Acción de Gracias, adiós muy buenas.


— Y eso es todo? — Preguntó entrecerrando los ojos.


— Sí, es todo, cariño. Dijó con una sonrisa tierna y Sofía dejó escapar una risilla y logró escabullirse de la nevera. — Espera, aún no estás congelada! — le gritó Amelia a la pequeña traidora en tono travieso.


La niña chilló entre las carcajadas y corrió hacia su madre.





****





A la mañana siguiente, de camino al estudio, Amelia desayunó con su abuela. Lilian extendió generosas capas de mermelada sobre la tostada y le dio un buen mordisco.


— Ha sido una idea maravillosa — opinó.


La nieta asintió mientras se bebía el café.


— Ahora dime cómo vas a preparar el pavo de la cena.


— He ido a comprarlo todo y mucho más.


— ¿Otra lista?


— Sí, otra bendita listita — sonrió —. Y pues, Luisita será nuestro sargento y nos irá dando las órdenes para que Sofía y yo hagamos la cena.


La señora se apoyó en el respaldo de la silla y observó a su nieta, que mascaba una tira de tocino. 


— Estás muy enamorada de esa mujer, no?


Amelia dejó de masticar y levantó la vista. 


— Yo... supongo que sí, abuela.


— ¿Ya os habéis acostado?


La morena casi se atragantó con los huevos. — JO-der — tosió, y se limpió la barbilla —. ¡Abuela! ¿Qué clase de pregunta es esa?


— Creo que es una pregunta perfectamente normal que hacerle a una mujer enamorada.


Amelia ocultó el rostro entre las manos.


— ¿Y bien?


— Aún no, vale? — respondió evitando mirarla a los ojos.


— Ya veo. En el estado de Luisa, seguro que el sexo es lo último que tiene en la cabeza. ¿Pero al menos dormís en la misma cama?


— Sí — contestó obediente —. Y ahora, vieja chafardera, ¿podemos hablar de otra cosa?


— Una pregunta más. ¿Luisa práctica sus Kegels?


Amelia agachó la cabeza, pero respondió solícitamente. 


— Sí, abuela, sí.





****






En la mañana de Acción de Gracias las chicas de la rubia estaban listas en la cocina, pero todo empezó con un sonoro golpetazo. Amelia hizo una mueca cuando se le cayó la olla al suelo.


— Vale, se me da muy bien seguir instrucciones — se dijo.


— Más cuidadito, Melia.  dijo Sofía con una risita.


— Sí, sí. Voy con cuidadito. puso los ojos en blanco.


Luisita miraba las dos haciendo esfuerzos para no echarse a reír. 


La morena volvió a poner la olla en el fuego y se frotó las manos. Durante las tres horas siguientes, Luisita dio órdenes y ella las siguió al pie de la letra. El único momento en que arrugó la nariz fue cuando hubo que rellenar el pavo.


También Sofía puso cara de asco, ataviada con un delantal solo porque Amelia llevaba uno. 


— Agh, esto es repugnante — se quejó la morena.


La pequeña que la contemplaba con los codos apoyados en el mármol, se mostró de acuerdo. — Puaj, Melia, argh — opinó, frunciendo el ceño y sacando la lengua.


Aparte de eso, el pavo acabó exitosamente en el horno. Habían comprado los pasteles de calabaza y de manzana en la panadería, porque la morena todavía no estaba preparada para hornear.


— Mamá, sube los pies — recomendó arrancándole una carcajada a su madre.


La ojimiel estuvo de acuerdo y fue a buscar un banquillo; Luisita se sentó en el sofá y apoyó los pies en alto. Cuando Amelia le acarició las pantorrillas exhaló un suspiro de satisfacción.


— No discutas, cariño — le dijo, inclinó sob ella y la besó.


— No, mi amor — aceptó Luisita, y cerró los ojos con otro besito de la morena.


— Bueno, creo que falta poco para que llegue Papá Noe, no? — questionó y se incorporó mejor.


— Sí, puede ser. — respondió mirando a morena.


— Pitufa!


Amelia llamó a Sofía y puso el desfile de Acción de Gracias en televisión. La niña salió corriendo de la habitación y se sentó delante de la pantalla, mientras la morena tomaba asiento en el sofá, al lado de Luisita.


— Mamá ¿Dónde esta Papá Noel?


— Pronto saldrá, pastelito — contestó la madre, con un suspiro de cansancio.


La morena la miró por el rabillo del ojo. — ¿Estás bien, tortuguita?


Esta asintió y Amelia le acarició la barriga y la hizo reír.


— Dios, ¡estoy enorme! 


— Estas, muy guapa. — Dijo y dejó un besito en la mejilla de la rubia que cerro los ojos y sonrió.


— Gracias, mi amor. Tengo me preguntado estos días: ¿Por qué todo el mundo quiere tocarme la barriga? Ayer estaba con Sofía en la tienda y dos personas me pidieron permiso para tocarme la barriga. ¿Por qué?


Solo de imaginárselo, Amelia se echó a reír. 


— No lo sé. A lo mejor es porque llevas una minipersonita dientro, cariño.


Sofía se volvió hacia ellas. 


— Todos queren al bebé, mamá.


Las dos mujeres observaron a la niña unos segundos. 


— Sofía, cariño. ¿Tú quieres al bebé?


— Ajá. Una hermanita pa jugar esta en la panza de mamá.


— ¿Y si fuera un hermanito? ¿Te parecería bien? — preguntó Amelia.


— Sí — contestó Sofía, concentrada en el desfile.


— ¿Cómo podríamos llamar al bebé, mi vida? — preguntó la embarazada.


— ¡Noel!


— ¿Noel?


— Sí mamá, vene Papá Noel — insistió. Entonces chilló, entusiasmada —. ¡Papá Noel! — gritó, y empezó a dar saltos, antes de escalar al regazo de Amelia — Melia, vene Papá Noel.


Las dos se mirarón y sonrieron, el nombre del bebé tendría que esperar.






****






La cena de Acción de Gracias estaba casi lista.


— Huele que alimenta — aspiró mientras ponía la mesa, con ayuda de la pequeña.


Luisita estaba haciendo de anfitriona con Miguel, Álvaro y Lilian.


— Permíteme que haga los honores — pidió Álvaro, acercándose al mueble bar —. ¿Martini, Lilian? — ofreció, aunque no esperó a que contestara para preparar el cóctel.


— Luisa, no doy crédito a lo mucho que ha cambiado mi amiga, yo siento que -  — comentó Miguel. El ruido de cubiertos impactando contra el suelo lo interrumpió, pero los cuatro decidieron ignorarlo gentilmente y Miguel siguió hablando. — Le has salvado la vida. Tú y tu pequeña diosa.


Feliz, Luisita observó cómo Sofía ponía la mesa siguiendo las instrucciones de la morena.


Ella ha hecho lo mismo por nosotras — afirmó. Cerró los ojos cuando se les cayó otro cubierto —. Le debo mucho.


Un cubierto caído más tarde, Amelia asomó la cabeza a la sala de estar.


— Ya casi estamos, lo siento — musitó, avergonzada.


Lilian aceptó la copa que le tendía Álvaro y luego él le dio un vaso de agua con hielo mineral a Luisita, que sonrió apreciativamente.


— Detecto otra vez una nota de duda — observó la anciana, dirigiéndose a la rubia.


— Prepárame algo exótico — pidió Miguel al mismo tiempo.


— Tú ya eres lo bastante exótico — replicó Álvaro.


Miguel lo besó, Lilian y Luisita les hizo mucha gracia verlos tan juguetones, pero Lilian no había olvidado su pregunta. — Entonces, cuéntame, hija.


— Solo pensaba en todo cambio, en la postura de su nieta respecto a los hijos, lo de que merecen tener a una pareja com matrimonio estable, y me preguntaba si lo decía de verdad, o si no quiere algo así conmigo. Yo que sé? As veces tengo dudas, creo que es normal.


La abuela asintió, comprensiva. 


— Bueno, lo único que sé es que mi nieta no deja de hablar de ti siempre que nos vemos y Miguel es testigo. Habla de Sofía y de ti todo el tiempo. Miguel dice que empieza a ser muy cansino.


Luisita se sonrojó y apoyó la cabeza hacia atrás en el respaldo del sofá. 


— Quiero a su nieta, Lilian, solo tengo miedo.


— Ya lo sé, cariño. Y mi nieta te quiere a ti. Ten paciência, seguro que todo saldrá bien. — le recomendó, dándole un apretón en la mano.


La rubia sonrió con ojos brillosos. — Las hormonas esas, puff.


Lilian se echó a reír. 





****




Amelia ocupó una de las cabeceras de la mesa y Luisita la otra; Sofía se sentaba entre su madre y Miguel, que tenía a Álvaro en el otro lado, mientras que Lilian estaba al lado de la rubia. Todos dieron gracias y la ojimiel alzó la copa de vino. La embarazada levantó el vaso de jugo y Sofía levantó su vaso de plástico como todos los demás.


— Hace mucho que no hacia algo así y por eso nadie sabe mejor que yo lo mucho que tengo que agradecer hoy, y seguramente mucho más en un par de semanas pues habrá una silla más en esta mesa — dijo y cruzó una mirada con la rubia. Las dos tenían los ojos brillosos llenos de amor —. Soy muy grata pues he recibido una gran bendición. Dijo con una tierna sonrisa mirando aquellos ojos marrones que la enamoravan a cada día más. — Gracias cariño, gracias pitufa, gracias bebé que me oye, yo los quiero mucho. — respiró hondo — Y bueno, Miguel, Alvaro, abuela, muchísimas gracias por estar con nosostras.


— ¡¡Oooooh que bonito!! — Soltó Miguel y Álvaro a la ves


Lilian asintió emocionada. — Sí, muy bonito mi nieta.


Las dos sonreirón mirándose conmovidas y Amelia seguió. — Pues, eso Feliz Día de Acción de Gracias a todos — terminó, con la voz um poco rota por la emoción.


Todos brindaron y el sonido de las copas al entrechocar se mezcló con las risitas de Sofía cuando Miguel brindó con ella. La ojimiel le hizo un guiño a Luisita y esta le envió un beso al aire.


Luego, ante la atenta mirada de la rubia, Amelia sostuvo el cuchillo con sus esbeltos dedos y, con un diestro movimiento, el pavo saltó de la bandeja, aterrizó encima de la mesa.


— Queires ayuda, amor? — preguntó la rubia aguantando la risa


— No, cariño. Creo que puedo.


Pero el pavo escapó de lo agarre de la morena y aterrizó encima de la mesa de nuevo.


— Jolines, serás pulpo!


Lilian se echó a reír a carcajadas, igual que Luisita, Miguel, Álvaro y Sofía, mientras que la morena soltó una risita nerviosa e hizo una mueca al recuperar el pavo y colocarlo de nuevo en la bandeja.


— Ves? Todo sob controle. — Dijo y todos carcajaron novamente.


Fue un alivio que el resto de la cena transcurriera sin incidentes, y así dieron comienzo las Navidades.

Continue Reading

You'll Also Like

19.3K 2.2K 15
Donde las cosas simples de la vida nunca se terminan de disfrutar (Segunda parte de "Reglas de Oro") (Advertencia: Fic G!P) .Esta historia no es mía...
11K 1.2K 15
Luisita y Amelia son amigas y con el tiempo descubren cuál es su verdadero lugar. Inspirado en el video y canción de Taylor Swift "You Belong With M...
497 104 18
Lo que solo debía ser un viaje de unos meses se convirtió en un recuerdo inolvidable para dos amantes que aunque no hayan logrado vivir su amor libre...
919 67 36
Emily es millonaria y jugadora. Alison una joven graduada de maestra que no encuentra su vocación. Que pasará cuando Alison reciba una oferta de trab...