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PRELUDE
Boo
Guilty
Touch
Curiosity
Forgiveness
Game
Somebody
Mine
Dream
Maybe
Secret
Within
Frozen
Bath
Walk
Idiot
Real
Sex
Thanks
Ghost (Extra)

Jealousy

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Las yemas de sus dedos se deslizaban despacio por la piel expuesta de mi abdomen. Dejaba tras de sí una estela de temblores que se unían a mi columna vertebral hasta convertirse en un terremoto para mis axones. Un intento de jadeo murió en mi garganta cuando su boca cubrió la mía tan lánguidamente que parecía estar llevando a cabo una venganza silente. Los treinta días de hibernación no me habían privado de ningún sentido, ella me estaba ayudando a comprobar todos y cada uno de ellos. Su olor a vainilla danzaba en mis fosas nasales como una provocación a mis feromonas, sus uñas arañaban peligrosamente el nacimiento de mis senos, el gusto mentolado de la pasta dental y el cigarro se mezclaban en su saliva, sus párpados cerrados una vez que su lengua se enredó en la mía, ese "Camz" que brotó desesperado de sus cuerdas vocales. Ningún detalle se me escapaba.

- Camz. - Repitió nuevamente. Ignoré su llamado para besar su cuello.

Tomó mis muñecas para colocarlas sobre mi cabeza y dejó caer todo su peso en mí. Solté un bufido de resignación al saber que aquella sesión de besos no continuaría. Maldije mentalmente a Lauren por haber encendido una llama que no estaba dispuesta a apagar. ¿Por qué nos habíamos besado en primer lugar? Mi mente comenzó a girar en disímiles espines para encontrar la respuesta, sin embargo, abrí mis ojos de improviso cuando una mano sacudió mi hombro suavemente.

- Camz, despierta. - Murmuró Lauren contra mi oreja.

- ¿Qué? - Pregunté confundida.

- Llevo casi diez minutos intentando despertarte, pero tu sueño se veía interesante. - Dijo lo último con una pizca de picardía en su voz. ¿Había dicho algo incorrecto delante de ella?

- Perdón, aún me es difícil adaptarme a dormir sólo 8 horas. - Rasqué mis ojos con mis puños, gesto que posicionó una mueca de ternura en la ojiverde.

- Tranquila, cielo. - Se acercó a mí y depositó un beso en mi sien. Dejó a la vista una rosa que colocó en mi regazo.

- ¿Y esto? - Inquirí con curiosidad, a lo que ella respondió con un ligero pellizco en mi nariz.

- Te la envía Michelle. - Sonrió cómplice, como si estuviese hablando de una persona totalmente distinta.

- ¿En serio? ¿No era ella la que estaba en contra de asesinar flores? - Le seguí la broma en ese ambiente tan íntimo que creábamos entre las dos.

- Ya, pero por ti hace una excepción. - Un dedo subió por mi brazo inocentemente. - Dice que tu sonrisa lo vale.

- ¿Eso dice? - Me estremecí con el suave toque, reservándome los deseos de suspirar por el contacto.

- ¿Qué tal si me demuestras esa teoría de Michelle? - Respondí con una carcajada genuina a la cual ella no tardó en unirse. - Tenía razón. - Me dedicó una sonrisa triunfante.

- No eres normal. - Para cuando lo noté, su mano me masajeaba la nuca, repitiendo los mismos patrones que en mi sueño.

- Es el mejor halago que haya recibido.

Me regalé el privilegio de ahogarme en el océano esmeralda de sus iris que escaneaban mi rostro con una lentitud inquietante. El escrutinio de la morena no hacía más que incentivar mis nervios. Se calculaba que un aproximado de 35 millones de mariposas monarca llegaban a los bosques de oyameles en México cada octubre. Bien, en mi estómago parecían estar anidando ese número de lepidópteros o no hallaba otra explicación a ese constante zumbido. Aunque mi cerebro seguía gastándome bromas de mal gusto, no podía parar de imaginar cómo sería besarla ahora. No sentiría un frío invernal recorrerme, sino ese toque cálido que la caracterizaba. Y de seguro sus manos vagarían por todo mi cuerpo pero tocando en los lugares exactos y no me dejaría contra una pared con los deseos arremolinándose en mis bragas.

Nuestros ojos seguían unidos en aquella conversación muda. Chaplin estaría orgulloso de ustedes, ironizó mi subconsciente cuando transcurrieron cinco minutos sin mediar palabra alguna. La verdad era que no necesitaba hablarle, mucho menos si implicaba romper la burbuja en la que nos habíamos encerrados. Su dedo índice dibujando una pintura abstracta en el lienzo de mi piel me resultaba lo suficientemente perfecto para no arruinar el vacío sonoro. No obstante, alguien siempre parecía tener una idea ajena a la nuestra y se esforzaba en cambiar el guion que nos habíamos trazado. La puerta se abrió de repente, obligándome a deshacer el contacto visual con Lauren. Ella, por su parte, se levantó de la cama antes de que el intruso entrara a la habitación. Hacía dos días que mi madre había retornado a Miami, Ally ese día debía regresar a New Jersey, Normani estaba involucrada en una sesión fotográfica para una campaña publicitaria de una tienda emergente y Dinah de seguro acababa de despertar con una de sus épicas resacas, teniendo en cuenta que había terminado el curso escolar. Por lo tanto, la visita sólo podía ser de algún doctor. Más específicamente de Matthew, que no dejaba de pasar a verme desde que había despertado. Su presencia no me gustaba, sin embargo, disfrutaba en silencio cómo Lauren se tensaba cada vez que él realizaba mi examen físico día tras día. Mi sorpresa se juntó a un sentimiento de desagrado cuando el desordenado cabello marrón fue sustituido por unas largas rastas.

- Hola, chicas. ¿Interrumpí algo?

Mi rostro debía ser un poema en ese momento. Pero no un poema de amor de Mario Benedetti, se asemejaba más bien a los versos desdichados de Frida Kahlo. Camuflé mi descontento con una fingida sonrisa que mi mejor amiga supo distinguir y, sin que él la viera, me hizo una señal para calmar mi volátil temperamento. De hecho, yo era una mujer ecuánime. Solamente explotaba con ciertas y determinadas personas. Tyron era un de ellas. Observé cómo Lauren caminó hacia él con un nudo incrementándose en mi garganta. Se colocó de puntillas para sellar sus labios es un casto beso que no hizo más que revolverme las bilis.

- ¿Cómo estás, Camila? - Su fallido intento de ser amable no era más que una fachada delante de Lauren.

- Hasta hace unos segundos, tremendamente bien. - La ojiverde separó sus párpados de inmediato, sin embargo, ignoré su petición de tregua. - No puedo decir lo mismo ahora.

- Wow, el accidente no eliminó tu sentido del humor. - Se rascó la nuca, seguramente buscando terreno firme para caminar. - Les traje el desayuno.

- Gracias, bebé, pero no era necesario. - El mote afectivo que pronunció la morena abofeteó mi corazón con esas crueles dosis de realidad.

- Prefiero la gelatina de aquí. Al menos así estoy segura de que no moriré por envenenamiento.

- Camila. - Advirtió Lauren mientras su novio dejaba la bolsa de McDonald's en una pequeña mesa a mi izquierda.

Mentí descaradamente. Prefería mil veces una jugosa hamburguesa antes que la papilla para niños y el zumo de naranja, no obstante, jamás aceptaría algo proveniente de ese hombre. No me gustaba juzgar a las personas por su aspecto, pero aún me preguntaba cómo lo habían dejado entrar si quiera al lobby del hospital. Hice a un lado mis deseos de probar algo de comida chatarra para centrarme en los movimientos de la chica. Sus pupilas se iluminaron con un brillo infantil al descubrir el recipiente que contenía papas fritas.

- Son mis favoritas. - Celebró con esa sonrisa que me derretía el pecho. Lamentaba no haber sido yo la causante de ella.

- No lo sabía. - Dijo el idiota de Ty.

- ¿Cómo ibas a saberlo si pasas la mitad del tiempo mirándole el culo y la otra fumando marihuana? - Las palabras salieron antes de que pudiera controlarlas, pero no me arrepentía. - ¿Qué? - Interrogué cuando Lauren me dedicó esa mirada reprobatoria.

- Estás comportándote como una chiquilla inmadura, Camila. - Su tono hosco no hizo más que asestar otro puñetazo a mis frágiles emociones.

Quería escapar pero mis músculos todavía no estaban capacitados para brindarme ni la movilidad ni el sostén necesarios, así que sólo me hundí en el colchón con la esperanza de que las horas avanzaran raudas. De niña me fascinaba observar cómo los segundos se deslizaban por la esfera del reloj de cucú que tenía mi abuela Mercedes en su cocina. Esperaba siempre paciente a las doce hasta que se disparaba el pequeño pájaro marrón de ojos saltones. Mi infancia en Cuba no era más que un desgastado recuerdo, sin embargo, me gustaba perderme en esos destellos de niñez donde reinaban el amor y la tranquilidad. Desde mi último viaje a la Isla con apenas trece años, el mediodía llegaba a mí en forma de números digitales. Hoy los minutos se negaban a avanzar. Mis ojos no habían abandonado un punto inespecífico en la pared, justo al lado del reloj plateado cuyos dígitos parpadeaban en rojo cada sesenta segundos. Sólo se escuchaban los crujidos de las papas fritas cuando Lauren las degustaba con ese suave gemido al final. ¿A caso no podía ahorrarse ese sonido?

Mi mente me rescató de aquel tedioso ritual de la morena con el nítido recuerdo de una tarde lluviosa en el salón de música de mi antiguo Instituto. La voz ronca de Lauren se acoplaba a la melodía que arrancaba de mi guitarra en el concierto privado que nos habíamos montado para no morir de aburrimiento. Cerraba sus ojos cada vez que alcanzaba una nota aguda y me acariciaba los tímpanos con esos solos rasgados a los cuáles no quería unirme. No porque desafinara, sino porque no me perdonaría estropear la perfección de su voz. La letra de If I Ain't Got You de Alicia Keys escapaba de sus cuerdas vocales con una maestría envidiable para cualquier cantante, sin embargo, yo podía concentrarme únicamente en cómo fruncía el ceño en un gesto de concentración para no perder el tempo.

Some people want it all
(Algunas personas lo quieren todo)
But I don't want nothing at all
(Pero no quiero nada en absoluto)
If ain't you, baby.
(Si no eres tú, nena)

Tuvo que continuar la canción a capella porque no estaba en condiciones de tocar sin romper mínimo una cuerda. La intensidad de sus esmeraldas profanando mi tranquilidad, la sonrisa al terminar, sus dedos acariciando mis mejillas con cariño. Ella no era consciente de la futura arritmia que me causaría si continuaba con ese tipo de momentos emotivos. Sí, había sobrevivido mi adolescencia al vendaval que representaba Lauren Jauregui, pero no había salido ilesa de aquella batalla.

- Quiero tenerte en mi vida siempre, Camz. - Confesó mientras tiraba de mí para fundirnos en un abrazo desestabilizador.

- Yo no quiero irme de aquí, Lern. - Hablaba no sólo de la protección de sus brazos, me refería además a mi lugar favorito en el mundo: ella.

Un ruido súbito me extraía una vez más de mis viajes al pasado. Podía blasfemar en contra del causante de mi retorno a la vida real, pero preferí abstenerme al otear hacia el umbral de la puerta. Matthew sostenía unos papeles entre sus fuertes manos e inspeccionaba el lugar con recelo. Sus orbes turquesa chocaron con el desconocido que se apresuró a rodear los hombros de Lauren con un brazo. Saqué la lengua cual niña que se rehúsa a comer las verduras en su plato. La morena enseguida cambió su postura relajada por una de alerta. El lado primitivo de Lauren se había activado y, por alguna extraña razón, reconocía al médico como una amenaza. Yo tampoco era muy feliz cuando él llegaba, pero hoy me parecía el complemento perfecto para transitar la mañana con algo de diversión. Eché mi cabello a un lado para que mi cuello quedara a la vista del castaño, no obstante, ella también se fijó en la definida línea que había quedado expuesta. No supe distinguir la marea de sentimientos que atravesaron sus fanales, sin embargo, sonreí satisfecha por haber llamado su atención.

- ¿Cómo está hoy, señorita Cabello? - El acento británico se hizo notar más de lo habitual, quizás porque estaba comenzando un ritual de cortejo que nunca antes le había permitido iniciar.

- Mi día acaba de mejor, doctor. - Respondí coqueta.

Las facciones de la ojiverde se endurecieron bruscamente y temí que la hamburguesa muriera estrangulada entre sus finos dedos. Eres tonta, Karla. Me burlé de mí misma por aquel estúpido pensamiento, pero igualmente era gracioso imaginarla como una asesina de comida. Deposité esas ideas en el fondo de mi cabeza para centrarme en mi venganza. Lo bueno está a punto de empezar, Lauren Jauregui. Le advertí silenciosamente antes de girarme hacia Matthew con la sonrisa más amigable que le había dedicado desde que desperté.

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Hola, bellas criaturas del inframundo...
Uffff cuánto tiempo sin actualizar, ¿eh? Perdón por eso, pero a veces las neuronas se niegan a funcionar. En fin, como siempre les digo: disfruten del capítulo y hagan Stream a la joyita de álbum que es FAMILIA de nuestra poderosísima Camila Cabello ✨
Xoxo💖

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