Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

By Demitae_6

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1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... More

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EPÍLOGO

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By Demitae_6

BAADIR GIRAY

—Maldito, lo odio y a ella también. —digo en voz baja.

«A quién engaño, no puedo odiarla como desearía.»

Cierro la puerta harto de ver como se besan y no me importa si me escucharon o no. Salgo del patio trasero de la casa de Eli maldiciendo internamente a Ahmed, porque él es el culpable de todo esto.

«Si no hubieras aparecido, ella todavía me seguiría queriendo, maldito.»

Detengo mis pasos cuando veo a Issadora llegar junto con Emir. Ambos vienen hablando y yo hasta ahora recuerdo que ese imbécil quería ayuda para llegar con algún pretexto a la casa de los Aydin que no delate que Issadora nunca estuvo en la ciudad.

Ambos me ven y antes de que digan algo, me acerco.

—Qué bueno que te encuentro ¿Dónde andabas? —suena aliviado.

—Estaba recogiendo algunas cosas que se me quedaron en casa de los Aydin cuando hacía el libro. —miento y espero no me siga preguntando porque en este momento no estoy para andar inventando excusas.

—Bueno, no importa —toma del brazo a Issadora y literalmente la lanza contra mí—. Ya sabes lo que tienes que hacer con la hermana de Elizabeth y sus padres.

Issadora ni siquiera me mira, se ve algo extraña y perdida en su mundo, pero tampoco me interesa mucho la verdad.

Abro la boca a punto de decir todo lo que acabo de escuchar de Ahmed y Elizabeth para su famoso escape. Si se lo digo a Emir acabaría de raíz con el problema, pero...

«Espera Baadir, eso te puede servir luego, ahora no es el momento.»

Ya que ambos me han quedado viendo porque estuve a nada de echar de cabeza los planes del otro imbécil, hablo de otra cosa.

—Issadora ¿Te encuentras bien? —digo con fingido interés.

—S-si ¿Por qué no lo estaría? —suena nerviosa.

Estoy a punto de insistir pues no quiero que la vean en ese estado sus padres y me echan la culpa a mí. Pero para mí mala suerte, abren la puerta de entrada principal de la casa y veo a la señora Aydin la cual al ver a su hija esboza una gran sonrisa.

La señora tarda en reaccionar, pero cuando lo hace se acerca rápidamente a donde estamos. Antes de que la señora llegue, escucho a Emir hablar por lo bajo a Issadora.

—Ya sabes las consecuencias Issadora, no me hagas repetirlas.

La madre apenas llega la abraza y empieza a dar gracias a Dios por la llegada de su hija. Un momento muy empalagoso si me lo preguntan.

—¿Por qué tardaste tanto tiempo en regresar a casa cariño mío?

—Lo siento mami, tuve mucho trabajo gracias a Baadir. —Me señala.

—Muchas gracias Baadir —me mira contenta—. De seguro constataste que mi hija hubiera sido la mejor para hacer el libro y...

Tengo el impulso de corregir que para ellas soy "Señor Giray" pero lo dejo pasar por esta vez, esperando que Issadora termine de contar su mentira para yo secundarla.

—Ya mami, eso ya pasó, ahora lo que importa es que estoy en casa. —dice y casi ni se nota que hace unos momentos estaba mal.

—De seguro fuiste la mejor cariño, tú siempre has sido la mejor y mi único orgullo. —la vuelve a abrazar.

—Señora Aydin, buenas noches —interviene Emir.

—¡Oh! Hijo —se separa de Issadora asustada—, no te había visto, perdón, pero estaba tan contenta por el regreso de mi hija que...

—Si, no se preocupe, entiendo, pero quisiera pasar a hablar ciertas cosas sobre el asunto de Elizabeth.

—¿Asunto? —habla Issadora— ¿De qué hablan mami?

Justo en ese momento llega el señor Aydin y al vernos nos saluda a cada uno, claro, deteniéndose más tiempo en su hija, pero no tanto como su madre, de hecho, fue un recibimiento un tanto distante.

—Pasen por favor, los invito a un té mientras hablamos. —dice el señor y todos vamos tras él.

Al entrar a la sala todos notamos que Elizabeth está algo perdida en sus pensamientos mientras se mantiene apoyada en la puerta que da al sótano.

«De seguro estás pensando en él.»

Noto que por debajo de la puerta se ve una luz e intuyo que es porque Ahmed se encuentra ahí aún, por lo que se me ocurre algo.

—Elizabeth ¿Por qué dejas prendida la luz? —hablo y capto de inmediato la atención de todos— ¿Hay alguien ahí abajo?

Su rostro me demuestra que no sabe que excusa inventar. Pero, aun así, no me arrepiento de ponerla en aprietos.

—¿Escuchaste la pregunta o eres sorda? —dice seria la madre.

—N-no mamá, pensaba..., pensaba bajar y...

—No vuelvas ahí, tenemos invitados y debes atenderlos. —nos señala—. Apaga la luz ahora.

—Está bien lo haré, pero antes, hola Issadora, me alegro de que hayas regresado, te extrañé. —trata de cambiar de tema.

Issadora no responde y solo le muestra una mueca.

«Él plan no te funcionó Elizabeth.»

De pronto su semblante cambia y va casi corriendo en mi dirección, pero pasa de mí. Doy la vuelta y veo como abraza a Emir de manera efusiva.

«Entiendo Elizabeth, estás tratando de desviar la atención, pero no te saldrás con la tuya.»

—Yo apagaré la luz —le digo al señor Aydin—. Dejemos que los novios se saluden como debe de ser.

Sin esperar la aprobación de nadie voy hasta la puerta la cual abro a medias para apagar de inmediato la luz. No quiero ni siquiera ver si ese imbécil sigue ahí abajo.

Regreso justo cuando el señor Aydin nos invita a tomar asiento. Los padres de Elizabeth y su hermana se sientan frente a nosotros en un solo sofá que es similar al que estamos usando Emir, Elizabeth y yo.

—Bueno señor Aydin —empieza Emir—, hoy venía justo a hablar con ustedes porque al fin he encontrado la casa para vivir con Elizabeth.

Nadie emite un sonido por varios segundos, hasta que el mismo Emir rompe el silencio.

—Mañana mismo me llevaré a Eli a vivir conmigo, como debía hacerse desde un principio.

—Creo que es muy pronto para mi hija ir a vivir contigo Emir —trata de mediar el padre—. Tal vez después de la boda...

—Ella ya es oficialmente mi prometida y yo soy el que ahora tiene derechos sobre ella, así que espero no se entrometa —interrumpe molesto Emir—. No le estaba pidiendo permiso, le estaba avisando que desde mañana ella se irá conmigo.

Este momento no se si estoy feliz o enojado por la noticia, pues con esto se irían a la basura los planes de Ahmed, pero a la vez condenarían a Elizabeth a vivir con este tipo y deberá soportarlo desde ahora.

Justo cuando voy a hablar para tratar de convencer a Emir, alguien más se me adelanta.

—¿Por qué nadie me dijo que se comprometieron? —dice casi en un susurro Issadora.

No mira a nadie en específico, pero se nota que está afectada por la noticia.

—Hablaremos de eso luego cariño —interviene la madre y dirige su mirada a Emir—. Perdona a mi marido, claro que debes de llevártela, son nuestras tradiciones y no podemos dejar que la gente hable mal de ti y peor de mi familia solo por una tontería.

—¡¿Por qué nadie me dijo que se comprometieron?! —repite Issadora, pero esta vez más fuerte y gritando.

—Estabas en la ciudad ayudando a Baadir —empieza a hablar Emir casi sin interés—, no queríamos molestarte, además, la fiesta de compromiso fue algo pequeña así que no debes preocuparte. Te aseguro que te gustará más la boda.

La madre está a punto de decir algo, pero se detiene cuando su hija se levanta y se lanza contra Elizabeth. La golpea y jala del cabello sin detenerse. Cuando reacciona Emir, este trata de tomar a Issadora para separarla, mientras yo trato de proteger a Elizabeth interponiéndome entre esa loca y ella.

—¡Te odio maldita recogida!, me has quitado todo lo que siempre he querido. Espero que tu matrimonio sea un infierno —toma aire— ¡Maldita, mil veces maldita! Ya verás como todo luego estará a mi favor.

El señor Aydin toma a Issadora de los brazos de Emir y trata de calmarla, pero al final solo logra que ella de media vuelta y suba corriendo las escaleras hasta donde supongo es su habitación.

—Perdón por las molestias, ella no es así —me mira la madre—. Tal vez lo dijo porque siempre soñó casarse antes que Elizabeth, aun así, no lo tomen tan a pecho las palabras, son las típicas peleas de hermanas.

—Entiendo. —digo sin agregar más.

—Espero esto no dañe la imagen de mi hija ante sus ojos, ya ve que ella es una muchacha muy inteligente, por ende, una gran futura esposa —me da una mirada cómplice—, claro, si alguien pidiera su mano sería muy afortunado de tenerla.

—Seguro que sí —digo y esboza una sonrisa—, espero aparezca esa persona pronto para que no vuelva a armar otra escenita como la de ahora. —su semblante vuelve a caer y esta vez se muestra molesta.

Después de una disculpa por parte del padre, nuevamente nos pide tomar asiento, lo cual hacemos, pero esta vez Elizabeth se sienta en un sofá sola. Desde mi posición puedo ver que está lastimada y aun así nadie le ha preguntado si se hizo mucho daño.

Emir y los señores Aydin empiezan a hablar de ciertos detalles de la mudanza de Eli, tratan de hacerme partícipe de la charla, pero de inmediato trato de evitar incluirme pues no es para nada mi asunto.

Todo este tiempo he tratado de ver disimuladamente a Elizabeth la cual no se ha quejado en voz alta, pero por su cara noto que los golpes y rasguños que tiene en el rostro le duelen.

—Muchacha, ve por el té —interrumpe la señora Aydin dirigiéndose a Elizabeth—. Estás ahí sentada sin hacer nada, si fuera mi Issadora ya hubiera traído el té sin que se lo pida.

Elizabeth solo asiente y se levanta para ir en dirección a la cocina. Y aunque trate de reprimir mis deseos por saber si está bien, no puedo hacerlo, por lo que de inmediato me levanto.

—Voy a ayudar a Elizabeth con el té, con permiso. —trato de seguir.

—Ella no necesita ayuda Baadir —me detengo al escuchar la voz de la señora—, tranquilo, puedes sentarte.

—Si por favor ayuda a mi hija —interviene el señor Aydin mientras me mira con algo de esperanza—, claro, con el té si no es mucha molestia.

—Pero... —trata de hablar nuevamente la señora, pero soy más rápido y me dirijo a la cocina aun cuando Emir me mira mal.

Al llegar la veo desde la puerta de la cocina tratando de alcanzar una bandeja que se encuentra muy por encima de ella.

«No la alcanzarás nunca abejita.»

Voy en su ayuda y me coloco tras ella para alcanzar lo que busca. Cuando lo tengo en mis manos regreso mi vista a Elizabeth y me doy cuenta de que ella se me ha quedado viendo. En su mirada noto que ya no hay ni una pizca de dulzura y amor con la que alguna vez me miró.

«Cuando aún me quería...»

Tengo el impulso de abalanzarme sobre ella y besarla, pero supongo que fui muy predecible pues cuando reuní el valor para hacerlo, ella se alejó de inmediato.

—Gracias. —me quita la bandeja de las manos.

Da media vuelta y empieza a preparar el té. Yo mientras tanto me entretengo detallando sus facciones y trato de encontrar algún defecto, el cual no hallo por ningún lado. Mientras estoy en mi tarea de acosador nuevamente me doy cuenta de que Issadora si le hizo mucho daño.

—¿Te hizo mucho daño? —me mira extrañada, y para que me entienda señalo su frente que es el lugar donde tiene la marca más grande de las uñas de Issadora—La loca de tu hermana ¿Te hizo mucho daño?

—¡Oh! No, no, claro que no —trata de esconder su cara—. Ya escuchaste a mi madre, solo fue ...

—No la excuses tú también —la detengo—. Deja de pensar en los demás antes que en ti.

—Entiendo, ahora, puedes regresar a la sala ¿O necesitas algo?

«Si fuera Ahmed de seguro no me echarías.»

Me molesta que ahora se haga la fuerte frente a mí, dejándome sin excusas para acercarme a ella. Pero con Ahmed es diferente, siempre con él va a ser diferente, el maldito siempre hace todo para que las mujeres terminen dependiendo de él.

—¿Estás segura de que no quieres escapar conmigo? Yo podría llevarte lejos y Emir jamás podría encontrarte. —digo sin pensar.

No tenía planeado decírselo, pero mi mente me traicionó. Ahora solo espero su respuesta y es la última vez que le daré la opción de elegirme porque de aquí no habrá otra.

—Gracias por todo Baadir —empieza con una mirada condescendiente que me molesta—, aprecio todo tu esfuerzo y sobre todo a pesar de que conoces lo que podría llegar a pasarte si nos descubrieran hablando de esto — «Por favor, di que sí...»—pero ya no necesito tu ayuda, ahora no, aun así, te agradezco por todo lo que...

No la dejo terminar y salgo de la cocina enojado, no con ella, si no conmigo por haberme humillado tantas veces mientras ella solo se la pasa rechazándome y dejándome en claro que no soy nada comparado con su querido Ahmed, porque esto es solo culpa de ese imbécil, solo de él.

Llego a la sala y me despido rápidamente antes de marcharme. Invento lo primero que se me viene a la mente para que dejen de preguntar las razones y a la señora Aydin le termino aclarando que Elizabeth no hizo nada, pues planeaba castigarla apenas le dije que tenía que irme.

He dado la vuelta a la manzana 6 veces para intentar calmarme antes de llegar a casa donde está el culpable de mis desgracias, pero no pude hacerlo, nada me quita de la cabeza que ese tipo me ha arrebatado todo desde que éramos pequeños.

Lo único que recuerdo que me ha dado por su voluntad han sido sus juguetes cuando éramos niños y sus novias cuando éramos adolescentes. No porque era mi amigo o le caía bien, solo lo hacía para que yo no me acerque a él con cualquier excusa, pues siempre quise ser parte de su círculo cercano, pero nunca me aceptó, siempre me dejaba con sus sobras para que yo me conformara y desista de acercarme a él.

Ahora agradezco que no lo haya hecho, pues así tengo más razones para odiarlo por hacerme la vida tan miserable desde pequeño.

Apenas entro a casa veo a Ahmed que está por subir las escaleras, se ve tan feliz que me enferma. Lo poco que me había calmado se desvanece y me acerco de inmediato a él.

Lo tomo del brazo y le doy la vuelta para que quedemos cara a cara.

—¿Por qué tan feliz imbécil? ¿Acaso ya te arreglaste con tu noviecita Anastasia?

—No te interesa —dice con su semblante tranquilo—, y si tanto te importa Anastasia vuelve con ella —pone su mano en mi hombro—, a mí no me importaría, tienes el camino libre.

Río por la estupidez que dice, pues esa mujer ya no me interesa en lo más mínimo desde que terminamos.

—No gracias —aparto su mano de un movimiento—, no quiero volver a escucharla hablar todo el tiempo de ti, así como tus otras exnovias lo hacían, la verdad no quiero saber otra cosa más de ti mientras trato de llevarlas a la cama.

—¿Y eso es mi culpa? —dice cansado—. Yo no te he mandaba a seguir a todas las mujeres con las que yo terminaba solo para sentirte igual que yo, porque nunca lo serás, incluso si te diera a mi padre nunca tendrás mi vida.

Lo de su padre me duele un poco que lo diga pues remueve sentimientos y deseos que tuve de niño. Siempre le rogaba que me diera a su padre, pues el mío siempre me pegaba y yo anhelaba un día despertar y ser el hijo del señor ¨Ülker que ante mis ojos siempre fue un gran padre con Ahmed, el cual siempre lo despreciaba y yo lo odiaba por desperdiciar tal cariño.

—En este momento no quiero a tu padre, ni a todas las mujeres con las que has estado, solo quiero una cosa que tienes y que me lo arrebataste —siento que las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero no me importa—. ¡Y esta vez yo lo tuve antes que tú!.

Me analiza por un momento antes de continuar.

—Si estás drogado ve a dormir que yo no estoy para tus estupideces, hoy no.

Intenta dar media vuelta, pero soy más rápido y lo empujo contra la pared.

—¡Devuélvemelo maldita sea!

Bufa y trata de apartarme, pero no lo logra.

—Dime que quieres y te lo devuelvo ahora —dice cansado—, porque no pienso estar perdiendo mi tiempo toda la noche con un drogadicto que no sabe controlarse.

—¡Devuélveme el corazón de Elizabeth! De mi abejita, devuélvemelo ahora. —estiro mi mano como si me lo pudiera entregar de verdad.

«Haz como siempre y déjame tus sobras Ahmed, esta vez no las desaprovecharé.»

«Esta vez será igual, tiene que ser igual Ahmed y te dejaré en paz para siempre, no volveré a acercarme a ti.»

—No, eso jamás, puedo darte todo menos eso. —dice contundente.

Y como último acto de humillación, me arrodillo frente a él y empiezo a llorar como un niño.

—Por favor devuélvemelo —trata de alejarse, pero me aferro a su pantalón—, no te pediré nada más en esta vida, incluso..., incluso te devolveré todos los juguetes que alguna vez me diste para que deje de molestarte, te daré hasta la empresa de mi padre si eso quieres, pero devuélvemela.

Veo que se pone a mi altura y con el mismo semblante de siempre empieza.

—Lo siento, pero esta vez no te daré lo que quieres. Levántate y ve a tu habitación, no te humilles más Baadir, que, aunque no lo creas, yo no lo disfruto.

Logra zafarse de mí agarre, se levanta y se va.

Empiezo a maldecir y a tirar todo lo que se me cruza.

Odio, odio es lo único que siento ahora que me han quitado lo único que me hubiera gustado tener en la vida. Ella hubiera sido una gran esposa, una gran compañera, la mejor madre y todo lo ella quiera, pero a mi lado. Ahora me he quedado sin nada, solo con este corazón roto en mil pedazos que desearía arrancármelo para dejar de sentir.

«Ya no más, no me voy a arrastrar ante nadie, ni ante ti Sultana ni ante ti Ahmed, veremos a quién le rompen más el corazón ahora, porque el mío ya no será el juguete de nadie.»

Me dirijo a mi habitación esperando no encontrarme con ese imbécil por ahí, pues solo me sentiría más humillado y tengo miedo de que mi mente me traicione y vuelva a humillarme.

Entro a mi habitación, retiro toda mi ropa por completo y la lanzo por ahí.

Me acerco a la cama y cuando llego a un lado, siento que he pisado algo. Por el dolor que me provoca regreso a ver y me agacho.

«No puede ser..., lo único que faltaba.»

Recojo la cadena y me doy cuenta de que es la misma que suele llevar Elizabeth en su pie. La detallo y noto que su broche está roto. Pienso como llegó eso ahí y de inmediato recuerdo que pudo haber sido cuando ella estuvo aquí cuando curé sus heridas.

Me recuesto en la cama mientras juego con la cadena entre mis manos.

—¿Qué hago con esto? ¿Debería arreglarlo y...? No, ya no, no es mi problema. —hablo conmigo mismo.

Empiezo a pensar en la famosa tradición que gira en torno a la cadena, pero no lo recuerdo tan bien, por lo que en un acto de curiosidad voy directo a los papeles que tengo en el escritorio con todo lo relatado por Elizabeth.

Leo todo lo que hace referencia a esta cadena y mientras lo hago, varias ideas surgen en mi mente. Ninguna de ellas es buena y temo que en todas la que más sale afectada es Elizabeth.

Al finalizar vuelvo a la cama y en mi cabeza siguen rondando 2 de las ideas que han surgido.

—Con esto podría destruirte abejita —hablo en un susurro—, si tan solo me hubieras escogido, nada de esto importaría ahora.

Si, al final he decidido arreglar las cosas a mi manera. Antes de largarme de este pueblo, destruiré la felicidad de los que han destruido la mía, sin importar quien haya sido, ya nada importa ahora y no voy a dejar que vuelvan a verme la cara de estúpido.

Tomo la cadena y la guardo en mi mesa de noche. Con suma paciencia acomodo la cama y me acuesto a dormir plácidamente pues de ahora en adelante nada deberá preocuparme más que mi venganza y felicidad.

«Mañana será un gran día "Sultana"»

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