La Cita [Relato - Ginger].

由 Malula1212

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Este relato NO hace parte de la saga True Colors. Es una historia corta, de tipo FanFiction, ganadora del con... 更多

"La" Cita.
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3.
Ha acabado el concurso
Gracias.
Ke

1.

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由 Malula1212

La mañana de sábado me desperté a las 8 de la madrugada gracias a la ingeniosa y ocurrente Bonnie Huff, cuya espectacular mente decidió vestir, maquillar y peinar a su primogénita para que tuviese la mejor cita de su vida. Debí decirle que pasaría todo el día en casa de Kim y así hubiera salido de ésta.

Oh no, esperen, Kim también quiere hacer parte de esto. Genial.

—¡Ginger! —canturreó mamá tocando mi puerta.

—Ya voy —alargué rascándome los ojos.

—Báñate para bajar a desayunar, Kim no debe tardar tanto.

Tenía una hora de felicidad antes de que llegaran dos mujeres locas a intentar "arreglarme un poco". Por Dios, ya había tenido varias citas con Theo y nunca se habían escandalizado por la ropa que llevaría ese día. ¿Tan mal estaban unas zapatillas y pantalones?

—Mi cabello está bien, no veo razón para destrozarlo con esa cosa—le dije a Kim mientras desenrollaba el cable de la plancha-rizadora de mamá.

—Es tu primer aniversario, G. Sólo le daré algo de volumen para que el peinado quede bien.

—Kim, mi cabello ya es rizado. ¿No es suficiente volumen?

Mi amiga me lanzó una mirada asesina.

—Definitivamente debo enseñarte algunas cosas —y una luz naranja anunciaba que ya era hora de quemar mi cabello.

Giró la silla y tomó un mechón. Pasó la plancha unas cuantas veces y luego hizo unos bonitos rizos que mi cabello nunca hubiese producido por sí solo.

Siguió con esto un rato, hasta que solo faltaban los mechones cercanos a mi oreja.

—Cuidado, Kim.

—Sé lo que hago, G. —sonaba bastante tranquila, pero no confiaba mucho.

—¿Puedo pasar? —preguntó mamá en la puerta.

—¡Adelante! —exclamó Kim.

—Oh, estás tan hermosa... —lloriqueó mientras se acercaba a mí para tomarme las mejillas.

—Mamá... —me quejé mientras trataba de soltarme.

—Lo siento, lo siento —dijo y dio un paso para atrás. Tropezó con la cama y me tomó del brazo tratando de no caer. La silla se sacudió y Kim perdió el control de su mano, haciendo que la plancha terminara aplastando mi oreja.

—¡¡PORCA MISERIA!! —grité tomando mi oreja con las dos manos. Kim se retiró rápidamente y se tapó la boca con la mano. Exclamaba "lo siento" repetidas veces, pero yo no escuchaba muy bien porque alguien había destrozado mi oreja.

En un segundo me paré para ir corriendo a ponerme hielo.

—¡Ginger, cuidado! —escuché decir a mi madre, pero yo ya me había enredado con el cable de la plancha y había caído de cara contra el suelo. Me golpeé la cabeza y el codo. Bien hecho, Huff.

***

—¿Segura que vas a estar bien? —preguntó mamá mientras ponía una bolsa de hielo en mi oreja, rato después.

—Sí, mamá. —no tenía ánimos siquiera para responder algo sarcástico.

—Si quieres llamo a Theo...

—Estoy bien, de verdad —soné más cortante de lo que pretendía sonar. ¿No se suponía que hoy iba a ser un día perfecto? Había amanecido con el pie izquierdo.

Después de que pasara el dolor, Kim siguió rizando mi cabello con bastante cuidado de no destrozar mi oreja sana. Luego ellas escogieron lo que usaría, porque no me iban a permitir usar mi ropa de todos los días. Acepté usar una peplum blanca y unos pantalones negros, pero no iba a sufrir sólo para ser más alta.

—No pienses que voy a usar eso, Kimberly.

—Muy tarde, ya está decidido. Los usarás porque hoy es un día especial.

—¿Destrozarme los pies porque es un día especial?

Ni loca pensaba usar unos tacones azules de 15 centímetros. No sabía manejarlos muy bien, y eran muy incómodos.

Mi propia madre se puso del lado de Kim, y empezaron a usar premisas referentes a mi estatura y el color de mis ojos, y como estaba un poco aturdida por el golpe, terminé usando aquellos martirios. No estaba acostumbrada, yo siempre había sido la Enana Ginger. Ahora sobrepasaba a Kim, y se sentía extraño.

Después de que terminaran de darme los "últimos retoques" y hacerme usar la ropa de Kim, comimos algo y pusimos una película (que por cierto era muy mala). A las tres en punto de la tarde escuchamos una bocina afuera de la casa, bastante familiar.

Kim y mamá me hicieron parar del sillón rápidamente para luego hacerme poner los zapatos, y camino a la puerta perdí el equilibrio y me torcí el tobillo izquierdo.

Con la suficiente fuerza de voluntad como para suprimir el dolor, abrí la puerta y vi a Theo recostado a la puerta del auto.

Estaba tan guapo con su elegante camisa de botones color borgoña y sus gafas de sol colgando de ella. Me quedé mirándolo por un segundo, en silencio, y él me miraba de arriba a abajo con una sonrisa.

Mirando fijamente a sus ojos, me dispuse a atravesar el jardín en su encuentro. Quería abrazarlo y nunca soltarlo.

No me percaté de la bellota que había en la acera. Mi pie se torció y perdí el equilibrio, intenté sostenerme con el otro pie pero éste aterrizó sobre el césped y el tacón quedó sumergido en la tierra. Caí y me golpeé en la rodilla, nuevamente sintiendo un corrientazo.

Kim reprimía una carcajada, y mi mamá me tomaba de la mano para levantarme. Ridículo.

Logré llegar a la cerca caminando como bambi recién nacido, mientras mamá me miraba con lástima. Estaba muy avergonzada.

—Estás hermosa, y además muy alta —susurró Theo acariciando mi cabello. Yo sostenía la mirada en el piso, incapaz de lanzar siquiera un comentario irónico.

Miré hacia atrás y ellas se despidieron con la mano.

—Uhm... ¿nos vamos? —inquirí forzando una sonrisa.

—Nos vamos —confirmó Theo tomando mi mano y guiándome al asiento del copiloto. Abrió la puerta por mí y me senté. Cerró la puerta e inmediatamente me dispuse a ponerme el cinturón, y mi dedo quedó enganchado en la hebilla. Un coágulo se formó al instante. Maldecí en silencio, mientras Theo daba la vuelta al vehículo.

Encendió el auto y se despidió, mientras yo trataba de ahogar el dolor que sentía en el pie, la oreja, el dedo, la rodilla y el codo.

—¿Ya me dirás a dónde iremos?

—Es una sorpresa.

—¿Es divertido?

—Bastante.

—¿Presenta un riesgo para mi salud?

—No, no lo creo...

Sonó algo inseguro. ¿Qué estaba tramando?

***

—No puedo creer que hayas aceptado poner a Julien —solté mirando el camino.

—Todo es por ti, quiero que la pases bien.

—Nunca habíamos celebrado cuando cumplíamos meses y eso.

—Lo sé, pero Nate me dio la idea. Ya sabes, si Nate lo dice es porque sabe lo que hace.

—También dijo que disfrazarte de tortuga sería una buena idea.

—Oye, gracias a ése día es porque estamos aquí después de un año.

¿Por qué siempre sabía qué decir?

—Es aquí —informó al cabo de un rato. Miré por la ventana y, oh, genial. Un parque de diversiones.

Bajé del auto tratando de abrir la mente y olvidar todos los accidentes que había sufrido en los parques de diversiones.

—Estaremos aquí un rato y luego viene otra sorpresa, ¿te parece bien? —preguntó tomando mi mano y guiándome a la entrada. Caminé lo más decentemente que pude, pero el tacón se atoró en una pequeña zanja y mi pie se dobló. Por lo menos no caí.

—¿Quieres ir ahí? —inquirió señalando la montaña rusa.

—Este... yo no sé...

—Vamos, será divertido.

Y así es como terminé en una atracción diabólica diseñada para el sufrimiento humano.

En una de las bajadas, grité con la boca muy abierta y me tragué un insecto. Al final del recorrido había una vuelta de 360 grados, y sentí toda la sangre de mi cuerpo atascarse en mi cabeza. Ahora mi cara estaba del mismo color de mi cabello.

—¿Est-tás bien? —tartamudeó Theo mientras yo abrazaba un basurero para vomitar en él. —Ginger... Lo siento.

—¿Qué? —logré decir mirándolo con una expresión perdida. Estaba muy mareada, me iba a desmayar.

—Lo siento, quería que nos divirtiéramos pero la estás pasando fatal.

—No digas eso... —pero era verdad. Ni siquiera pude terminar la oración porque ya estaba vomitando de nuevo.

—¿Quieres que nos vayamos? —soltó desanimado sentado en una banca.

—No, es nuestro aniversario y dijiste que sería un día especial. Además no puedo esperar a tu otra sorpresa.

Sonrió, nos levantamos y fuimos a una pequeña caseta donde daban animales de peluche si lanzabas una pelota de ping-pong dentro de un vaso en movimiento.

Theo tiró demasiado fuerte, la pelota rebotó contra la pared y aterrizó sobre mi frente. Al parecer el universo no estaba de mi lado ese día.

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