Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

Galing kay Demitae_6

4.4K 1K 672

1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... Higit pa

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
33
34
35
36
37
38
ANUNCIO IMPORTANTE
39
40
41
EPÍLOGO

32

53 17 0
Galing kay Demitae_6

AHMED ÜLKER

—No aprende señorita Amery ¿Verdad? —digo tratando de guardar la calma.

Anastasia solo se limita a mostrar esa sonrisa que una vez amé, pero que ahora mismo solo me fastidia.

Me extiende la pequeña bandeja que tiene entre las manos y habla.

—Hice Karniyarik, espero te guste —no lo tomo, solo me limito a verla —. Lo hice con esa muchacha —señala por donde pasaron hace un momento Baadir y mi Sultana.

Eso es lo que más me preocupa ahora mismo. Mi Sultana debe estar haciéndose tantas ideas en la cabeza y todo por mi estúpida culpa al no tomar acciones contundentes contra esta mujer desde antes.

—Mire señorita Amery, no sé qué vino a buscar y creo que suficiente he tenido con las bajezas que ha hecho. Así que el compromiso que tenía con su abogada de no ponerle una orden de restricción lo romperé y lo haré, porque no pienso soportar más su insolencia.

Contrario a lo que pensé que haría, esboza una sonrisa más amplia.

—No podrás hacerlo —cruzo mis brazos esperando que continúe con su estupidez—. Recuerda que estamos en Vakirust y aquí no tengo antecedentes, así que me tendrás tras de ti todo el tiempo, porque no pienso darme por vencida, tú volverás conmigo, ya verás cariño.

«Suficiente»

—Mire señorita ...

Me detengo al escuchar como bajan corriendo desde el segundo piso. Me doy cuenta de inmediato que es mi Sultana y tengo el impulso de ir tras ella.

—Sultana —digo para que se detenga, pero hace caso omiso a mi llamado.

—Adiós Elizabeth, gracias por tu ayuda —dice la mujer que tengo a lado mientras sonríe victoriosa.

Para cuando me doy cuenta, Elizabeth ya se ha marchado.

«Síguela, síguela, ¡Ahora!»

Intento seguir a mi Sultana, pero me detengo cuando Anastasia me tira todo el platillo que traía encima. Intenta disculparse y trata de acercarse para limpiarme, pero yo no se lo permito, jamás dejaría que alguien que no sea de mi entera confianza me toque.

Mientras me limpio, veo a Baadir bajar por las escaleras muy tranquilo. A mi mente llega la imagen de él drogándose hace unas horas y se junta con la imagen que tengo de mi Sultana saliendo despavorida de arriba.

Sin pensarlo mucho voy directo contra él que ni se inmuta y lo estampo contra la pared.

—¿Qué le hiciste imbécil?

El imbécil solo ríe y eso me hace poner más fuerza contra él para que pare su estúpida risa.

—No te atreverías a golpearme, así que ya suéltame ridículo. —Habla tranquilo.

Tiene razón, no soy mucho de pelear, pero eso no me detendrá de darle por lo menos un buen golpe para que se acuerde de mí y me diga que le hizo a mi Sultana.

—Cálmate Ahmed, por favor, tú no eres así. —dice esa mujer y trata de poner sus manos sobre las mías.

—Cállese, este no es su asunto y ni piense ponerme una mano encima. —Digo sin mirarla.

—Hazle caso a tu noviecita Ahmed, tú no eres así. —dice lo último con sarcasmo.

Esta vez ni siquiera lo analizo y le doy el primer golpe que lo deja en el suelo. No pensó que lo iba a hacer y por eso se confió demasiado. Veo un poco de sangre en su labio y su pómulo se torna rojo.

Me agacho a su altura y lo tomo del cuello de la camisa para que me vea.

—No volveré a repetirlo ¿Qué carajos le hiciste?

Esta vez noto que su mirada ya no se muestra tan confiada como antes. Al no responder, alzo mi brazo nuevamente para propinarle otro golpe.

—Elizabeth, que bueno que regresaste. —espeta esa mujer.

Y como si hubiéramos hecho algo malo, Baadir y yo nos levantamos en menos de un segundo y nos acomodamos tratando de parecer lo más normal posible.

«Que no vea el golpe que le di, que no se de cuenta, esa mujer me va a matar.»

Cuando termino de acomodarme, busco con la mirada desde la puerta hasta la sala y no veo a nadie. Noto que Baadir hace lo mismo. Al darnos cuenta de que es una mentira regresamos nuestras miradas a Anastasia.

—Wow, no pensé que la palabra mágica para calmarlos sería "Elizabeth" —se ve molesta—, pero ahora que ya se calmaron déjenme decirles que no tengo donde quedarme y quisiera ...

Estoy por hablar y decirle que ni piense que se quedará aquí, cuando ese idiota empieza.

—No sé qué viniste a hacer a mi casa, pero no quiero verte aquí —ella intenta hablar, pero él continúa— y no, no me interesa que no tengas donde quedarte.

—No es justo —hace un puchero— ¿Vas a dejar que pase la noche en algún lugar de mala muerte en este pueblo?

—Si y no me interesa —dice cortante y si no fuera porque me cae mal, le aplaudiría a Baadir—. Por cierto, si tienen alguna cosa pendiente entre ustedes —nos señala—, háganlo de puertas para afuera de mi casa y, sobre todo —se toma un tiempo antes de seguir—, no lo hagan frente a Elizabeth, adiós.

Se va sin esperar respuesta alguna y mientras lo hace, analizo sus palabras.

«¿Qué le pasa con mi Sultana? ¿Ya no es su "Abejita"? Bueno pues me alegro de que ya no lo sea.»

—¿Qué le pasa a Baadir? —regresa a verme—, bueno tú no me dejarás a mi suerte ¿verdad?

Esbozo una pequeña sonrisa y ella me sigue. Y antes de que se haga ideas en la cabeza, la tomo del brazo y la llevo hasta la puerta.

—¿Q-qué haces Ahmed? —la suelto al llegar al pórtico.

—Antes no la podía echar señorita Amery, porque no es mi casa, pero ahora que sé que ni Baadir la soporta puedo hacerlo.

Intenta hablar, pero soy más rápido y cierro la puerta en su cara. No me olvido del seguro claro está, pues con esta mujer puedo esperar de todo.

Mientras escucho el berrinche que esa mujer está haciendo afuera, subo las escaleras hasta mi habitación para tomar una ducha rápida antes de ir al voluntariado. No planeo dejar las cosas así con mi Sultana. Se que ahora mismo tal vez se está haciendo varias ideas que no son y prefiero aclararlas todas hoy mismo.

Ha pasado mucho tiempo desde que los últimos estudiantes salieron del voluntariado, hasta sus maestras han salido y mi Sultana no aparece.

No le pregunté nada a Elif cuando salió, de hecho, traté de ocultarme para que no me vea y lo logré. Intenté decirle algo a su supuesto amigo Max, pero este apenas me vio, salió corriendo.

«¿Será que no vino?»

Recuerdo que ella suele quedarse a veces limpiando las aulas y decido ir a buscarla.

Voy al aula donde suele recibir la mayoría de sus clases y encuentro la puerta abierta, entro y veo su pequeño bolso con sus cosas. Empiezo a llamarla en voz alta pero no recibo una respuesta.

«¿Dónde estás Sultana?»

Salgo del aula y voy a buscarla en las demás. Entro incluso al baño por si acaso y no encuentro rastro de ella. Al final regreso al aula donde estaban sus cosas, las recojo y voy directo hacia la salida.

«¿Olvidó sus cosas? ¿Ya se fue y no la vi?»

Al pasar por una pequeña cabaña escucho un pequeño revoloteo dentro y de inmediato se me viene la imagen de mi Sultana diciendo que le aterran las aves.

«Entra, puede estar ahí.»

Sin nada que perder y haciendo caso a mi voz interior, abro la puerta de la pequeña cabaña y apenas lo hago, la veo ahí. Entro en pánico al verla inconsciente y me acerco de inmediato.

—Sultana —la muevo y trato de aplicarle un pequeño estímulo doloroso, pero no responde. — ¡Elizabeth, responde!.

Empiezo a revisar su cabeza buscando algún signo de trauma o sangre que me indique el porqué de su estado, pero no hallo nada.

«Me la tengo que llevar.»

Empiezo a pasar mis manos por debajo de sus rodillas para levantarla, pero me detengo al sentir que empieza a moverse.

—Elizabeth ¿Me escuchas? —digo preocupado y asustado a la vez—. Por favor, dime que me escuchas.

Empieza a abrir los ojos despacio y cuando termina me brinda una pequeña sonrisa. Ese pequeño acto hace que mi alma regrese a mi cuerpo.

—¿Elizabeth? —dice confundida y me preocupa.

De pronto unas palomas pasan revoloteando por nuestras cabezas y ella empieza a gritar. Por instinto la abrazo y ahuyento a las palomas con un brazo hasta que salen de la cabaña.

—Shhh, ya pasó, ya pasó —la abrazo con las dos manos y ella se aferra con más fuerza a mí —. Ya pasó, ya se fueron Sultana, intenta calmarte.

—¿Se-seguro que ya se fueron? —Dice entre sollozos.

—Sí, ya se fueron, confía en mí. —Empieza a soltar su agarre y a separarse, cuando termina siento que me falta algo.

Veo su cara empapada de lágrimas y pequeños restos de paja. Trato de acercar mi mano para limpiarla un poco, pero se hace a un lado y lo empieza a hacer ella. Con cualquier otra persona ni siquiera lo hubiera intentado y no me importaría si me hubiera despreciado, pero el hecho de que ella lo haya hecho me molesta.

Recuerdo a lo que vine y se me viene a la mente que parte de su desprecio es por esa razón, por lo que empiezo.

—Sobre la mujer que acabas de conocer, su nombre es Anastasia, es la misma que ...

—Si, ya sé que es tu esposa —interrumpe y no me mira—. Nunca me contaste de ella, debí parecer una idiota confesándote mis sentimientos —esboza una sonrisa triste e irónica a la vez—. Solo te pido que olvides todo lo que dije, no debes sentirte obligado a cuidar de mí solo porque te he confesado mis sentimientos y sobre todo...

No la dejo terminar y la callo con un beso. Se sorprende al principio, pero no se aparta.

«Me gusta..., no, me encanta.»

Me aparto cuando el maldito oxígeno me hace falta. Sus mejillas están encendidas y se ve hermosa.

—Eres una habladora Sultana, además de olvidadiza —intenta hablar, pero continuo—, pero lo que más me molesta es que creas que existe alguien más en mi cora.., cabeza aparte de ti y dudes de mi palabra —baja la cabeza avergonzada, pero la tomo del mentón para detenerla—. Y te lo digo ahora para que no dudes más, pues si vuelves a dudar de todo lo que he dicho, haré que te arrepientas.

Su expresión de confusión se plasma en su rostro y antes de que diga algo, la vuelvo a besar, pero esta vez más profundo y cuidando que el oxígeno sea suficiente.

Después de un momento nos separamos con la respiración acelerada.

—N-no —aclara su garganta—, no entiendo ¿Quién es entonces esa mujer?

—Parece que nunca me escuchas cuando te cuento algo —esbozo una sonrisa—. ¿No recuerdas la razón por la cual fui a Turquía? —la veo pensar y cuando su rostro se ilumina, entiendo que recordó—. Si, es la misma mujer de la que te conté aquella vez —aclaro.

—Soy una tonta —se pega en la frente.

—Hey no, no eres una tonta —tomo su mano— y no vuelvas a golpearte.

—Perdón, es solo que, si soy una tonta por no recordarlo, me hice tantas ideas en la cabeza y pensé que tú..., pensé que la querías por la forma en la que la viste.

—Dime una cosa —asiente— ¿La miré como te veo a ti? ¿Es la misma mirada que recibes de mí?

—No.

—Entonces ahí tienes tu respuesta —no se ve segura de mi respuesta—, no la quiero, ni siquiera la aprecio, así que no tienes de qué preocuparte.

Su sonrisa se vuelve más amplia, como la de una niña a la cual le acaban de regalar el juguete de sus sueños.

«Repito, me encanta.»

De un momento a otro me abraza. El olor de su cabello me hace olvidar por un momento que me está abrazando y que no me gusta que lo hagan. Pero, aun así, aun cuando me doy cuenta de que no me molesta, no me aparto, de hecho, respondo su abrazo acercándola más a mí. Me atrevo a decir que me molestaría más que se aparte de mí.

—¡Auch! —se aparta de manera brusca y como dije, me molesta que lo haga. Pero de inmediato me preocupa su expresión de dolor.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Me escuchas? ¿Te abracé muy fuerte? ¡Responde!

«Soy un idiota, ni siquiera la puedo abrazar bien, debería practicar más.»

—Cálmate, no me pasa nada..., bueno, sí. Me duele un poco el pie —tomo su pie y empiezo a revisar—, creo que me fracturé cuando me lanzaron contra la... —se detiene.

—¿Te lanzaron? —no me responde y se limita a bajar la mirada— ¿Quién fue?

—Nadie, no tiene importancia, solo estaban jugando y...

—¿Fue Elif? —me mira y al notar que no responde me doy cuenta de que estoy en lo correcto—, ¿Quién más?

—¿Lo tengo fracturado? —señala su pie.

—No lo está, solo es un pequeño esguince y no trates de cambiar el tema.

—¡Oh! Entonces no es tan grave, ahora deberíamos volver a casa, se está haciendo tarde.

—Está bien Sultana, si así lo quieres —la tomo entre mis brazos y la levanto—. El viernes vendré a preguntar, si es necesario sobornaré a cada persona para que me dé un nombre y el cómplice de Elif no vivirá para contarlo, eso tenlo por seguro.

Recojo su maleta con una mano y avanzo hacia la salida.

—No tienes por qué hacerlo, él solo estaba jugando y...

—Gracias, ahora sé que es un hombre —se tapa la boca— Y si sigues justificándolo créeme que ni siquiera verás sus restos cuando me encargue de él.

Emite una pequeña risita. Supongo que piensa que es mentira lo que acabo de decir, pero no es así, si es necesario yo mismo lo haré.

—Está bien, está bien, fue Max ¿Contento?

«Ahora entiendo porque ese cobarde salió corriendo apenas me vio.»

—¿Tu amiguito? —no pude ocultar cierto tono de fastidio cuando lo dije.

—No, ya no es mi amigo, lo dejó muy claro el mismo día que llegaste de Turquía —emite una pequeña risa sarcástica—. Me dijo que solo se había acercado a mí para sacar algo de provecho mientras no estaba con Emir, intentó besarme, pero no se lo permití.

Abro la puerta del auto y la dejo en el asiento de copiloto asegurando bien su cinturón. Cuando cierro la puerta doy la vuelta por detrás del auto para desquitar un poco mi furia con la llanta trasera antes de entrar nuevamente.

No quiero saber más detalles por el momento, no los necesito. Con lo que se hasta ahora me basta y sobran razones para desaparecer a ese imbécil.

Entro al auto—¿Por qué lo sigues defendiendo entonces? —cierro la puerta con fuerza y se asusta— Perdón.

—No lo sé, no quiero que por mi culpa le pase algo y peor que lo desaparezcas. —lo último lo dice con cierto sarcasmo.

«Sultana, solo me estas dando más motivos para desaparecerlo.»

—Está bien.

No digo más, enciendo el estéreo que tiene algunas canciones de ella. Primero se sorprende, pero cuando le explico cómo funciona se limita a disfrutar todo el camino de la música. No me deja llevarla al hospital alegando que no es para tanto lo que le pasó y que con un simple vendaje estará bien. Por supuesto accedí solo cuando dijo que dejará que yo lo haga por ella.

En el trayecto me preguntó con un poco de recelo por qué no la había ayudado cuando cayó sobre las rosas por culpa de Anastasia esta tarde. Le dije la verdad, estaba enojado al ver a esa mujer ahí y no quería que abra su boca frente a ella, por lo que lo más lógico para mí fue tomarla del brazo y alejarla de ahí. Ahora me arrepiento, sé que fue estúpida mi reacción y ahora entiendo que tal vez eso la llevó a pensar que entre Anastasia y yo había algo en verdad.

No preguntó más y subió el volumen del estéreo por lo que intuí que le quedó claro que para mí esa mujer no significa nada.

Detengo el auto al llegar a su casa. En todo el camino no paré de pensar en lo que le haré al imbécil de Max y ahora mismo tengo muchas ideas.

Abro su puerta y espero a que termine de quitarse el cinturón. La tomo en brazos antes de que trate de impedirlo y comienzo a andar hacia su patio trasero. Al llegar la dejo sentada en una pequeña banqueta para poder abrir la puerta que da directo al sótano.

—Gracias por traerme.

—No tienes que agradecerme Sultana.

Termino de abrir la puerta y prender la luz antes de regresar por ella.

Cuando la estoy tomando en brazos veo nuevamente sus pies y me doy cuenta de algo.

—Sultana ¿Dónde está esa cadena que sueles llevar en el pie?

—¡Qué! ¿Cómo que dónde está? Debe estar en mi pie. —alza su vestido hasta las rodillas y cuando se da cuenta que no está la pequeña cadena empieza a respirar más rápido.

—Cálmate, tal vez se cayó cuando te bajé del auto.

—¡Sí! Tal vez se cayó por ahí —trata de levantarse, pero por su expresión noto que no puede caminar.

—Espera aquí, ya lo busco yo. —Se sienta y asiente preocupada.

Voy todo el camino de regreso buscando la bendita cadena esa, pero no la encuentro. Llego al auto y busco por todos lados y no hay rastro de ella.

Regreso al patio y cuando me ve su rostro me demuestra que sigue angustiada.

—Lo siento, no lo encontré —me arrodillo para quedar a su altura.

—No, no puede ser.

—Tal vez esté en esa cabaña, donde te encontré —piensa por un momento y asiente dándome la razón—. Iré a buscarla, no te preocupes ¿Sí?

—¿Estás seguro? Ya mismo oscurece y no podrás ver nada, mejor no vayas, podemos ir mañana.

—No te preocupes por mí —esbozo una sonrisa para que se calme—. Se que esa cosa es importante para ti, sobre todo si quieres evitarte problemas, iré y la buscaré rápido.

—Gracias —acuna mi rostro en sus manos—. Pero si no la encuentras de inmediato no te quedes mucho tiempo, no quiero que te pase nada.

Sus manos en mi rostro me hacen olvidar un poco la situación, me desconcentran demasiado y me gusta, me gusta su tacto. Pero antes de seguir como un idiota anhelando sus caricias me levanto.

—Ya regreso, cualquier cosa, entraré directo al sótano y te esperaré ahí hasta que puedas bajar si tus padres llegan antes que yo.

La tomo en brazos y la meto a su casa. La dejo en el sillón y a pesar de que insistí en vendar su pie, me pidió que vaya rápido a buscar esa cadena para que no se me haga muy tarde. A regañadientes tuve que hacerle caso porque tiene razón.

Regreso preocupado a la casa de mi Sultana porque no encontré esa maldita cadena. No quiero que le pase nada a ella, pero conozco las estúpidas tradiciones de este pueblo y sé que no tendrán piedad con ella. Ni siquiera sé cómo decirle pues cuando me fui se mostraba algo esperanzada en que lo encontraría.

Voy directo al sótano como le dije antes de irme y entro sin problema. Me doy cuenta de que incluso dejó prendidas las luces para que no tenga problema al entrar. Voy directo tras las escaleras donde estuve la última vez por si acaso baje alguien más.

Me siento en el pequeño colchón que está ahí y veo la caja que le di con la corona. La saco para examinarla y me doy cuenta de que esa vez en verdad estuvo muy enojada para que la haya hecho trizas.

«Necesita una nueva corona.»

Escucho pasos bajar por las escaleras por lo que me hago de inmediato para atrás.

—Ahmed ¿Estás aquí? —dice bajito mi Sultana.

—Si, estoy acá. —salgo de mi escondite.

Da media vuelta y su cara se ilumina. Noto que su pie ya se encuentra vendado y me alivia un poco pues estuve con el pendiente todo el tiempo de que se haya olvidado o que no haya podido hacerlo.

Se acerca a paso lento y cuando llega a mi lado se sienta conmigo.

—Dime que lo encontraste, por favor. —dice esperanzada.

—Lo siento, no encontré nada —sus hombros descienden y su expresión cambia a preocupación—. Perdón, traté de encontrarlo, pero no pude.

—¿Qué voy a hacer? Soy una tonta, me van a matar.

«Piensa Ahmed, piensa.»

—Podríamos pedirle a algún joyero que haga uno igual y...

—No, no lo harán, no tienen permitido hacerlo si no tienen la autorización del alcalde.

—De eso no te preocupes, podría darle algo más de dinero y aceptará, eso seguro.

—No lo hará —trato de replicar, pero me detiene—, es el hermano del alcalde el único joyero del pueblo.

—Podría ir a otro pueblo y...

—No, no lo entiendes, faltan días para el Saflık y aunque convenciéramos a algún joyero, no lo harían a tiempo.

No lo había pensado. Estúpido festival, ni siquiera sé porque es tan importante saber si algunas de las muchachas del pueblo ya tuvieron algo con algún tipo. Es su vida personal, que le importa al maldito alcalde.

Unos sollozos a mi lado hacen que detenga mis pensamientos y me concentre en mi Sultana. Ha empezado a llorar y lo primero que hago por instinto es abrazarla.

—Me van a matar, literalmente, me van a matar ¿Lo sabes verdad? —trato de limpiar sus lágrimas, pero es en vano.

—Si, lo sé, pero no dejaré que lo hagan, antes tendrán que pasar sobre mi para tocarte un cabello ¿Lo sabes verdad?

—Me gustaría creerte, pero creo que esta vez no será posible, solo desapareciendo podría salvarme y eso es imposi... 

—Desapareciendo... —medito sus palabras.

—Si, pero eso no es posible, no al menos hasta la siguiente semana.

—Espera ¿De qué hablas? ¿Por qué la siguiente semana?

Se separa de mí y se calma un poco antes de comenzar.

—Te contaré algo que tengo pensado hacer. Confío en ti y sé que no se lo dirás a nadie. Pero antes, espero que no me juzgues por la decisión que he tomado ¿Sí?

—Jamás, puedes contármelo.

Se toma su tiempo antes de empezar.

—Tengo pensado escapar —«¿Escuché bien?»—. No quiero casarme con Emir, lo sabes. Pero no tengo opción a librarme de él si no es escapando.

—P-pero ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Tenía pensado hacerlo la siguiente semana con la profesora de la que te hablé una vez, la que me enseñó a hacer el Karniyarik.

—Si, si la recuerdo, pero ¿Cómo piensas hacerlo?

—Ella me va a ayudar, de hecho, ella me dio la idea así que ya tenía todo preparado para hacerlo, mira.

Me señala unas pequeñas maletas de mano tras de ella que se ven bien camufladas con las otras cosas e intuyo que es ropa lo que está ahí dentro.

—¿Y pensabas irte sin decirme? —digo sin ocultar mi tono de dolor al hacerlo.

«Igual que mi madre.»

—Claro que no, pensaba decírtelo cuando sea seguro —esa simple frase me tranquiliza—. Pero ahora todo mi plan se irá a la basura solo por esa maldita cadena.

«Espera ¿Y si...?»

—¿Y si nos escapamos este viernes? —suelto sin pensarlo mucho.

—¿Q-qué?

—Si, escapémonos —no le pregunto, le digo lo que vamos a hacer—. Este viernes nos iremos de aquí y no tendrás que esperar hasta el lunes ni correr el riesgo de que te descubran.

—Pero...

—Espera, piénsalo. No tendrás que casarte con Emir, te salvarás de tu castigo por esa maldita cadena y tendrás la libertad que tanto deseas. Solo adelantaremos tu plan y ya no será con tu profesora, si no conmigo.

Me mira por un momento y cuando voy a decir algo más para convencerla empieza.

—No quiero meterte en problemas ¿Sabes lo que te pasaría si te descubren tratando de ayudarme?

—No me importa, tenemos que intentarlo —tomo su rostro entre mis manos—. Nada saldrá mal Sultana, solo escaparemos de toda esta mierda y ya verás que no te arrepentirás de irte conmigo.

—De eso no tengo duda Ahmed —me regala una sonrisa—, iría contigo sin pensarlo dos veces, a cualquier lugar.

—Entonces está decidido, este viernes nos largamos de aquí.

Sin esperar más acerco mis labios a los suyos y empiezo a moverme despacio anhelando disfrutar cada segundo que dura el beso. Ella hace lo mismo y me sorprende cuando posa sus manos por detrás de mi cuello acercándome más a ella.

«Veo que el deseo es mutuo Sultana, me gusta»

Nos separamos algo asustados al escuchar como la puerta que da al patio trasero se cierra de golpe.

«Maldito viento.»

—Debiste cerrar bien, ahora mi madre empezará a...

Y como si la hubiera invocado, escuchamos.

—¡Elizabeth! ¡¿No sabes cerrar la maldita puerta?!

—Me tengo que ir o ella bajará —asiento y me levanto para ayudarla.

Antes de que se marche, la detengo.

—Descansa cariño —me sorprendo al escuchar lo que salió de mi boca, pero continúo antes de que haga algún comentario—. Y deja de preocuparte por Anastasia, tu cadena o tus estúpidos amigos del voluntariado, yo arreglaré todo antes de irnos.

Me abraza con fuerza y yo respondo su abrazo anhelando que dure más esta vez, pero la vida es injusta y no podemos permanecer así siempre.

—Gracias por todo Ahmed, no sabes cuanto te..., te quiero.

—Yo...

—Me voy —me da un pequeño beso y sube casi corriendo las escaleras.

—Ten cuidado con tu pie —digo preocupado.

—Lo siento —dice bajito antes de cerrar la puerta.

«"Te quiero" ...Yo también Sultana, pero no me dejaste decirlo.»

Si te gustó el capítulo:

Vota

Comenta 💬

Comparte 💚

GRACIAS POR LEERME, TEN UNA LINDA MAÑANA, TARDE, NOCHE O MADRUGADA, DEPENDIENDO DE CUANDO ME LEAS

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

34.8K 3.8K 52
Tercer libro de la trilogía Cantos a la luna. ¿Puede la vida arruinar una ilusión? Todos los derechos reservados.
3.3K 236 11
Se dice que el amor todo lo puede. No hay nada que el amor no pueda lograr, pero cuando se trata de estatus social, el amor nunca logrará vencer, ¿o...
134K 28.8K 59
La mano del rubio se coló bajo la máscara del anbu acariciando su rostro suavemente, los azules lo veían con debilidad y un gran amor, Itachi se dejó...
2.2M 34K 7
Sarah Fiore ha consolidado una exitosa carrera como jefa de producción en una famosa casa de modas en Italia, no le ha sido particularmente fácil, so...