Cenizas Del Edén

By Yuls_Garcia

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🎖Finalista de los Premios Watty 2023🎖 Asheville, un pueblo maldito. Habitada por un ejército de demonios y... More

ASHES OF EDEN
🔯 Playlist 🔯
🔯 Prefacio 🔯
🔯 I. Miércoles de Ceniza 🔯
🔯 II. Purificación a la acción 🔯
🔯 III. Sueños Nocturnos 🔯
🔯 IV. Obedeciendo órdenes 🔯
🔯 V. Dulce perdición 🔯
🔯 VI. Símbolos de destrucción 🔯
🔯 VII. Ojos color ámbar 🔯
🔯 VIII. Personas extrañas 🔯
🔯 IX. Caleidoscopio de mariposas 🔯
🔯 XI. Compendio de la Legión Ardiente 🔯
🔯 XII. Red Flags 🔯
🔯 XIII. Mademoiselle 🔯
🔯 XIV. El matiz 🔯
🔯 XV. Los hijos del mal 🔯
🔯 XVI. Un Lazo Indescriptible 🔯
🔯 XVII. La Caza 🔯
🔯 XVIII. Entre el bien y el mal 🔯
🔯 XIX. La unificación 🔯
🔯 XX. Cosechar tempestades 🔯
🔯 XXI. Estremecedoras corrientes 🔯
🔯 XXII. Cenizas del Edén 🔯

🔯 X. En plena agonía la sangre te atrapa 🔯

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By Yuls_Garcia


EIRA


En cuanto lo vi quise deshacer el nudo que había en mi garganta, pero, fue algo inevitable y pude sentir la necesidad de matarlo. La persona en la que había confiado me mostró de donde venía, a su gente y el color negro que deponía. Me sentí mal por ello. Todo sucedió demasiado rápido; sin embargo, moría por salir de allí, y el de la mirada oscura aprovechó ese momento para alimentarse de mi miedo.

¿Cómo dejaron ingresar a ese cuarteto de estudiantes a Howard Gates?

«Eira, no seas tonta. Ellos tienen ese encanto sobre los demás y capaz de haber falseado todos sus documentos».

Eran unas bolas de desconocidos, guiados por las malas artes y, me refería a que eran distintos, tanto así que podían llevar años viviendo, atacando, incitando y corrompiendo almas. Para que seguir hablando, si estaba condenada a vivir con ello. Iban por mí, deseando con todas sus fuerzas poseerme.

Lo vi esa noche en mis sueños cuando me entraron ganas de llorar, el rubio sostenía una hoja junto a mi cuello, y en la otra mano, traía una herramienta cortante mientras me apretaba con demasiada fuerza.

Estaba atenta a cualquier movimiento.

Mi expresión era de agonía.

El ambiente era mucho más siniestro que antes, con áreas verdes y estaba entre llamas hasta que desperté, desperté de mi pesadilla, era del tipo atroz y parecía ser tan abierta a la realidad.

—¿Eira?

—Oh, dime —masajeé mi cabeza, arrastrando la mirada desde Savannah hacia la de tía Bernadette que sostenía la sagrada biblia entre sus manos. Aún no me había atrevido a hablar y tampoco estaba muy segura de hacerlo.

—Recuerden que esta noche tenemos un compromiso importante al que asistir.

Esas palabras asaltaron mi mente y el aire se sintió denso mientras observaba hacia todos lados con el corazón en un puño.

¡Oh, cielos! Quería mantenerme invisible por un instante, no voy a negar que me sentí incómoda cuando tuve esa sensación de ser cuestionada y sabía que no era factible para mi salud mental. No obstante, no podía faltar a mis creencias y emprender el viaje más largo de mi vida ahondando la fe en mi interior.

—Eira —murmuró, tocándome el hombro.

—Sí te escuché tía.

Cuando pensé que iba a entrar en trance, me mordí el labio inferior; así que dilaté mis pupilas para no levantar más sospechas y actué como la gente normal que encajaba del todo en una funesta conversación.

—La comunidad cristiana nos consagrarán algunas acotaciones en la denominada ceremonia. De igual forma me hablaron maravillas de ti y esperan verte en primera fila con las otras muchachas —dijo agregándole un tono exigente.

—Debe ser algún tipo de beneficio —Savannah nos ofrendó una sonrisa agradable con su cabello cayendo sobre sus hombros delgaduchos y adoptó una postura más genuina. Esos ojos, de algún modo, arrojaron brillo.

—De solo escucharte, los nervios me dominan.

Apoyé el cojín sobre mi pecho y recliné la cabeza hacia atrás con la luz ligeramente iluminada por ambas direcciones. Lo hacía por el reino celestial y para que las voces intermediarias dejaran de emitirse en mi mente.

—Te confieso que a mí también porque estarán los de la alta jerarquía.

«Los de la alta jerarquía».

«Los soberanos».

Curvé los labios adoptando una expresión pensativa y detuve una mano en mi rodilla. Enseguida, me pellizqué debajo y vi las marcas de mis uñas. He de admitir que me estaba lastimando, alejándome hacia algún lugar mientras sentía el herbaje bajo mis pies y asentir que no estaba tan loca como muchos creían.

—Por cierto ¿qué les hace especial? —empezó a decir, dando una impresión de poder hacia los que permanecían allí.

—Reinan el templo sagrado, además de instruir a los más jóvenes para no desviar su camino, y puedan por fin comenzar de cero...

—Me gustaría saber qué es lo que hay dentro.

Su rostro cambió a uno nuevo y una gota de sudor resbaló de su frente hacia su mentón. El tiempo pasó lento, no hacía falta aligerar todo porque consideraba que era mejor así y, por ende, le parecía absurdo.

—N-no hay nada.

—Yo sé lo que escuché —protesté.

Nada cambió en su expresión, era voluble a la situación.

La vi subir escalón por escalón, apoyando su delgada mano en el barandal y asegurándose de llegar rápido a su habitación. Se proclamó un completo vacío que perforaba cuchillas dentro y fuera de mí. En fin, abundó el complemento de mi sospecha resonando una campada al aire y sometiéndome a un atadero de dudas.

Justo después de eso, caí rendida en el sofá y me apresuré a evaluar cada detalle toda vez que no paró de llover. Abrí los ojos con esmero y me puse en posición firme. Supuse que no me detendría, que trazaría con un marcador para no olvidarme en absoluto y llegar hasta donde se alcanzaba a ver la luz del horizonte.

—Me serviré helado ¿quieres? —Savannah esbozó una pequeña sonrisa mientras iba de camino a la cocina, la seguí y me senté en el alzapié.

—Claro.

Vi que sacaba el bote de helado de la refrigeradora, había en sabor a chocolate, menta y fresa. Se sirvió ella tres bolas gigantes en una copa pequeña pero anchurosa y, de golpe, una minuciosa curiosidad despertó cuando mi mirada se desvió hacia el goterón de la llave del fregadero. Esa invitación extraña, petulante y provocadora irrumpió mi momento. Me daba la impresión de que estaba tratando de avisarme algo y no estaba segura que era con exactitud. Mi instinto me condujo hacia otras áreas por un largo corredor y puertas rojas.

Anunciaron gritos, arrebato, sombras y se formaban pequeños charcos de sangre.

—Eira... —movió su mano en un gesto para verla—. ¿De qué sabor quieres?

—Fresa.

Suprimí aquel evento exagerado, adverso, aterrador y lleno de pánico. Asumí que algunas conexiones neuronales me estaban fallando, no podía verter mi trauma con la realidad y corresponder abruptamente a esa sensación punzante.

—Pensaba en que podría llevar mi crucifijo para bendecirlo con eso de que los demonios están rondando el pueblo.

—Me parece bien —dije, ahorrándome mi comentario que sin lugar a duda podía atormentarla, ya que era consciente de mis malas experiencias nocturnas y las consecuencias que eran sumamente alarmantes.

¡Maldición! ¿A quién engaño? Dije que lo borraría de mi mente y que haría lo que mejor sabía hacer: ignorar.

A pesar de que coexistía una energía electromagnética, algunas veces iba demasiado rápido y otras veces aprendía a seguirle el ritmo a la situación. Pero esto era diferente, demasiado diría yo para mi persuasión y cada pulso taladraba como esferas mágicas rebotando desde una distancia aproximada. Las imágenes podían manifestarse de mil formas y tornar tu mente sin reparo alguno.

Inquieta, caminé al cuarto de baño para mi aseo personal mientras Savannah buscaba en mi armario algo que estuviera acorde con ella. Por lo pronto, cerré la puerta con pestillo y me encargué de quitarme la toalla como debía, exponiendo mí cuerpo como Dios me trajo al mundo y noté algunas marcas, moretones y cicatrices que había en mis brazos y piernas que no recuerdo habérmelo hecho. Puede que haya sido producto de mi pesadilla.

Cuando solté el grifo, la vena de mi cadavérico cuello palpitó, el agua estaba fría y, entonces, medí el encuentro casual. Creé capas de espuma y el aromático era a flores y eucalipto. En fin, hubo un momento de silencio y era el primer obstáculo al que cruzaría. Pasa que el susto y placer me llevé yo.

¿Y cómo? Les explico.

Un bálsamo indescriptible me embriagó llegando a mí cada vez más cerca y sentí que algo dentro de mí se retorció lento y rápido. Mi espalda se arqueó, quedé pegada contra el mosaico y mi respiración se intercaló estrepitosamente.

Unos dedos volátiles penetrando mi zona más sensible, enseguida vi que bajó un líquido blanco y viscoso por mis piernas. Los gemidos surgieron de mi boca a menudo, me agarré con lo que fuera para no caer y sentí mi propio olor. Estaba deshecha pero excitada, alguien estaba tomándome e incitándome a pecar. Observaba cada movimiento y una mano apartó mi cabello del rostro. Nunca antes había experimentado algo parecido, era mi primera vez, alguien oculto quería aprovecharse de mi vulnerabilidad, no era fácil detenerlo y todas mis terminaciones nerviosas siguieron el recorrido.

Uno.

Detente.

Dos.

¿Quién está aquí?

Tres.

¿Por qué haces esto?

Estuve allí para restregárselo y, cuando cerré el grifo, mi pesadilla se fue. De algún modo, querían atormentarme y esa fue la manera más asquerosa que pudo haber hecho. Quise entrar de nuevo a la ducha, pero tuve miedo de que volviera a manosearme, eso sí que no lo permitiría. Salí envuelta y terminé haciéndome bola en mi habitación. Savannah me esperó afuera para que pudiera cambiarme y de un solo arranque lo hice. Me miré al espejo con hostilidad al dejarlo entrar y me di un manotazo en la frente.

—Se hace tarde, hay que irnos —La tía hizo un llamado desde la primera planta.

Sin saber qué hacer, miré de reojo y conseguí colocarme un velo negro dejando caer mi cabello rojo escarlata. Tragué saliva y levanté la cabeza. Savannah me sonrió de lado y bajamos juntas los escalones, nunca creí que al día de hoy seguimos siendo amigas, mucho menos que encontrara un apoyo en alguien.

—Aquí estamos.

—¡Qué bien se ven! —Su mirada pasó a ser de admiración y se inclinó hacia adelante para tomar su paraguas que estaba colgado a un lado del mueble vintage.

—No ha sido nada.

En ese momento cruzamos la puerta avistando pistas y veredas bañadas por la fuerte lluvia que azotaba con deslumbramiento bajo el hechizo de la luz del ánfora flotante. Un vehículo nos condujo en los minutos restantes y escuchamos de vuelta las últimas noticias del día que manaban de la radio.

Un paisaje lúgubre se formó en la ventana como un retrato para el recuerdo, pero mucho después algo retumbó, mi visión se nubló un poco; no era cosa mía y, entonces, vi cruzar a esa abominable chica que arrojé la comida encima. Estaba acompañada de un hombre mucho mayor que ella en aspecto y, como si hubiera sido la primera en darse cuenta, giró para verme y me dedicó una sonrisa destructiva. Nada nuevo pero si real.

Algo horrible y espantoso estaba por suceder.

Nos bajamos en un promedio de una hora y recorrimos con los paraguas elevados pisando pequeños charcos de lluvia que se habían formado en el suelo.

—Señora Bradley por aquí, por favor —Un hombre robusto con el atuendo blanco e impecable nos condujo hacia el atrio primero y, noté que antes de la ceremonia, había una menuda presentación con los creyentes y soberanos.

—Me gusta la exclusividad —comentó Savannah sonriendo en mi dirección.

—Es parte del protocolo.

No paré de ver los manteles blancos y dorados ceñidos a las mesas, en la cual, se sumarían los soberanos listos para darse a conocer hacia los creyentes del templo sagrado, pureza y llena de bondad. Avanzamos por un sendero de alfombra roja hacia el velador que conectaba con la luz interna y el vapor del sahumerio llenaba algunos ambientes hasta que el hombre abandonó el espacio cuando una mujer que tenía un moño en la cabeza y gafas se dirigió a nosotras.

—Señora Bradley ha pasado tanto tiempo que no la he visto.

—Mucho gusto verla de nuevo —respondió tía, a mi lado, y como si tuviera algo importante más que decir me tomó del brazo—. Esta de aquí es mi sobrina Eira Bradley.

—Hola —saludé tímidamente y lo primero que llamó mi atención fue la similitud que había entre su crucifijo y el mío que colgaba en su cuello.

—Oh, claro. Lo recuerdo. La vi cuando apenas dio sus primeros pasos —Una sonrisa afable se trazó en su rostro.

—Cómo olvidarlo.

—Fue en acción de gracias —detalló.

—Eira, ella es la Señora Gordon. Una vieja amiga de la familia, también forma parte del orden jerárquico de la iglesia. Es toda una soberana.

—Es un placer.

—El placer es mío, querida. He oído hablar mucho de ti —me abrazó con un gesto efusivo.

De repente, las campanas tronaron dando inicio a la honorable misa y el padre Francis fue quien la dio para unir la hermandad como debía ser entre fieles cristianos. Todo comenzó con un breve argumento sobre la creación del cielo, la tierra, las estrellas y sobretodo nosotros que éramos dignos de estar con vida y pasó a saludar a todos en conjunto con esa menuda apertura que reinaba en el escenario.

Mientras prestaba atención a sus palabras, vi que Savannah se puso de pie y me habló que iría al baño. Asentí e inhalé el aire cálido agarrando mi crucifijo.

Oramos para que tuviéramos una larga vida y pedimos por los que más necesitaban. Salvar almas del mal augurio, personas con malas intenciones, o a lo mejor, espectros que deambulaban burlándose del orden público. Todos aquí teníamos alguna noción sobre ellos que acometían todo el tiempo.

Y pensar que estuvieron frente a mí: en mi cuarto, en el baño, en las calles, en la escuela o cuando me trajeron a esa oscura mansión.

No debo permitir que me hipnoticen con la mirada o con tocamientos indebidos, me repetí a cada paso.

Esperé a que mi amiga estuviera aquí conmigo y, como si algo anduviera mal, volteé la mirada hacia atrás.

Se estaba tardando.

Intenté ponerme de pie, pero una mano con las uñas barnizadas recayó fuerte sobre mi hombro que dolió un poco. Volvió a su lugar llegando a un espacio iluminado, no hablamos nada en mucho rato, pero como si de la nada, no dejó de verme y me distraje por completo. Bajé la cabeza y estuve de rodillas con las manos orando. Ella hizo lo mismo, pero no fue muy enserio y dio un sonoro bostezo convirtiéndose en aquella escena de mal gusto.

—Ignoremos por un momento la consagración —propuso en un tono sugerente.

—¡¿Qué dices?!

—Sé lo que te digo —chasqueó la lengua y su actitud me pareció extremadamente raro—. ¡Salgamos de aquí!

—¿Estás bien?

—Sí —respondió rudamente—. De hecho, aquí hace demasiado calor.

Con seguridad se quitó el velo y dejó ver su rostro con un poco de maquillaje, su cabello estaba algo revuelto e hizo una mueca. Debía admitir que todo este asunto estaba fuera de lugar y lo tomé como una muestra negativa.

—¡Debe ser una broma, Savannah!

—No lo es —elevó la voz y en el acto todos comenzaron a silenciarla.

Intenté no prestar atención y alisé con mis manos mi traje negro que llegaba hasta por debajo de mis rodillas. Estaba tan cubierta que quemaba dentro, pero si hacía lo mismo que ella, las personas me juzgarían; ya que estaba mal visto y me tildarían como atea.

—Yo en tu lugar oraría en otro lado. Apesta cuando lo haces en ese atuendo de monja —dijo dirigiéndose a mí con una sonrisa burlesca—. ¿No estás escuchándome?

—No te burles como si estuvieras en un circo mediático.

—¿Eres sensible a estas cosas?

—No —murmuré lo más alto que pude fijándome en su miraba y me grité a mí misma que era lo que estaba sucediendo, que le había hecho cambiar y porque tenía una mirada fría.

—No debes ser tan dura conmigo.

Me pareció que no era consciente de lo que había dicho, por lo que no debíamos someternos más a una conversación privada. Desde que volvió del baño ha actuado diferente, adquiriendo algo nuevo y podría haber jurado que esta no era ella.

—Tú lo has sido —contesté con dureza.

—Pero lo mío ha sido inofensivo.

—Déjalo, Savannah —resondré algo cortante.

—¿Por qué crees que lo haría?

—¿Hay algo que no me has dicho? —solté omitiendo su ademán descontento y vi que agachó la cabeza, cerró los ojos con fuerza y luego exhaló aire por la boca.

—No hay nada que contar.

—Entonces ¿por qué no mejor te quedas afuera un poco?

—De acuerdo —resopló llevándose una mano a la cabeza.

Salió por un lado mientras algunos se preguntaron quién era y quería disculparme por ella. Empero, eso no fue posible y cada minuto que pasó fue perenne. Curvé los labios con extenuación y mi rostro se endureció. Bien se dice que en cada momento sucede algo nuevo y, por instinto, alguien llenó el espacio vacío que había a mi lado.

—Eira, querida. ¿Qué ha sucedido? —El dulce aroma de tía me envolvió, quería saber de qué hablamos o cuál era el motivo de mi enojo. Sin embargo, creí que esto era algo que no debía contarle, así que empecé a tragar un poco de saliva y parpadear por unos segundos.

—No ha sido nada.

—Me preocupé mucho por ti porque tu expresión cambió drásticamente.

—No tiene porque —respondí de inmediato y al parecer me creyó—. La verdad me siento como en casa.

—Es un alivio.

—Lo es.

—En el momento en el que pruebes la incisión de la verdad te acostumbrarás a esta vida —Una sonrisa se extendió por su rostro encargándose de presenciar la buena fe y como a la mitad de la ceremonia pasaron a entregar las ofrendas—, y por fin obtendrás una sonrisa de liberación como los que están aquí.

¿Qué tan cierto era eso? Tal vez no era lo suficiente para mí, podía siquiera esperar el momento y conservar la plenitud de mis pensamientos.

—Una vida sin temor a ser lastimada.

Entendí la lógica ser parte de la comunidad, del templo sagrado, me repetí una y otra vez en mi disco duro. Tomaría las creencias doctrinarias para mi bienestar y dejar atrás esos recuerdos traumáticos para unirme minutos después de que terminara la ceremonia.

—Así es. Le di tantas vueltas y creo que ellos podrían ayudarte mejor que yo. Aprende a confiar en el padre Francis y sobretodo en mí.

—La confianza es un antídoto que podría salvar tu vida como también dejarte morir —añadí dejándola fría.

—Somos gente confiable, mi estimada Eira —Puso su mano en mi hombro mientras regresaba mi mirada hacia el efigie que adornaba en cada esquina.

—Lo sé, tía. No quise decir eso —me arrepentí al instante y bajé la mirada hacia el suelo.

—Tranquila, sé que no lo hiciste intencionalmente.

Por lo más sagrado que fuera, era algo que no había cruzado por mi cabeza, y pensé si debía reflexionarlo mil veces.

Un hombre de barba blanca se acercó a ella, salieron hacia no sé dónde y me dejó aquí sola predicando la palabra del señor. Miré figuras esbeltas con detenimiento y cómo una sobresalía entre todas.

A lo mejor la señora Gordon podía hablarme un poco de ello, conocía mejor a mi familia y era alguien importante aquí.

La busqué con la mirada pero no la encontré.

Debía yo misma encargarme de esto.

Cuando estuve por salir, una voz desconocida interrumpió mi meditación.

—¿Estás dispuesta a hacerlo?

Mis ojos estaban sin despegar de los suyos. Tenía el cabello increíblemente negro, ojos audaces, no estaba muy segura si eran azules o verdes, apenas pude apreciarlo por la tenue luz. En lo que me fijé más fue en el libro que sostenía sobre su pecho y esa calma que había en su semblante.

—¿Disculpa?

—Si estás aquí es porque sigues teniendo pesadillas.

¿Cómo es que él sabía todo eso?

Me intrigó su respuesta. Todo comenzó de un modo discrepante y podía desnaturalizar mi mente con ese menoscabo. Por un instante pensé en Timothée y la forma sorpresiva que entró a mi inestable vida. Una manera peculiar pero fascinante. Entonces entré en razón y pensé en la traición que había en sus ojos.

Me usó.

Te usó.

Me dolió.

Te dolió que lo hiciera.

La voz de mi cabeza no se calló.

—¿Y quién eres tú?

—Un simple seguidor del templo sagrado.

—¿Un creyente? —inquirí con esfuerzo.

—Soy más que eso, un soberano, y tengo mis dotes para purificar tus sueños.

No podía creer que fuera a ser alguien importante, lo que hizo que me sintiera entorpecida y mis piernas se mantuvieron firmes igual que mis manos.

—¿Y... tienes nombre?

—Ángelus Jobs.

—Al parecer todos parecen conocerme lo suficiente —miré al chico quien estaba a mi derecha con tanta frialdad sin importar a que rango pertenecía. Sabré yo en que me estaba metiendo; me quedaba un cosa por hacer, ingeniármelas como una adorable sumisa lo haría para apartarme de todos mis verdugos—, pero si gustes ayudarme, te lo agradecería.

—Será un placer Mad maselle.

—¿Eres francés?

—Lo soy.

—Ya decía yo por el acento —dije, él me sonrió y la sangre subió a mis mejillas.

—Hay tanto que no sabes de mí.

—¿Y tú sí de mí?

Entendí entonces cuando tía dijo "aprende a confiar". Claro, se refería a los de nuestro entorno porque de no ser así, ella no lo permitiría, ya me pasó con Timothée, el caballero andante que aparecía en mi habitación sin ser invitado porque él ya tenía pase libre mucho antes y ahora estaba decidida a tomar mis precauciones.

—Ni tanto, pero lo que sí sé es que tú perteneces aquí. Este es tu hogar, Eira Bradley.

—"Mi hooogar" —Tragué saliva, arrastrando las dos primeras palabras—. Nadie me habló así en mucho tiempo.

—Me siento halagado ser el primero.

Silencio.

—Eh... yo ya vuelvo.

Caminé por el pasillo con recelo notando la fila de retratos que habían en las paredes, se veían como en una galería artística. Desde luego, observé la puerta del despacho del padre Francis, intenté abrirla, pero estaba muy bien asegurada y un aire gélido entró por la pequeña ventana multicolor. Las persianas yacían rociadas de lluvia, posé mis manos sobre los filos de cristal y cada parpadeo dictaba la muerte.

El crujido de la siguiente puerta de madera pulida danzó al compás de una melodía sinfónica, estaba iluminada por una luz pálida y mis ojos se centraron en la estatua traslúcida que había al entrar. Una gota de agua cayó en mi frente cuando vi anuncios de desaparecidos y muertes súbitas en el panel. Encontré algo de utilidad, me refería a unas valiosas llaves; lo guardé en el bolsillo delantero de mis tejanos.

Sin mucho esfuerzo, salí en búsqueda de la Señora Gordon y estuve fijando mis pasos cruzando el pequeño salón del confesionario. Acto seguido, hallé a tres personas en el camino que apenas se movían, traían puesto un atuendo blanco con un matiz dorado en la base, parecían ser gente importante y, fue así que, no tardé en acercarme.

—Hola, ¿podrían decirme en donde está la Señora Gordon? —pregunté, pero parecían no escucharme, a lo mejor por el coro, así que me incliné un poco más y les toqué el hombro.

Algo no iba bien.

De repente, un olor nauseabundo invadió el ambiente y traté de calmar mi pobre corazón cuando elevé la mirada de a poco. Pero fue mucho peor, quedé de pie frente a ellos y, entonces, giraron hacia a mí agonizantes y se formó en mis labios un trasteo de inquietud. Les habían cortado la garganta, emergiendo una gran cantidad de sangre y algunos goterones regaron mi rostro y sus cuerpos se desplomaron en el piso. Se me revolvió el estómago, mis manos se doblegaron y entré en pánico. Eran esas mismas palabras e imágenes procedentes que asaltaron mi mente.

—¡¡¡Ahhh!!! —Empecé a gritar desenfrenadamente hasta quedarme sin voz y en mi posición no pude hacer nada.

La sangre era empalagosa y eso me enfermaba. Caí de la misma forma al suelo, paralizada, oliendo cerca de mí la muerte y me ensucié quedándome con la peor parte. Poco después, la gente prestó atención a mis lamentos e inspeccionaron la escena del crimen. Las lágrimas de terror eran incesantes y era una extraña mezcla de tonalidades que proyectaban.

—¡Santos cielos! —Una mujer que era unos años mayor que la tía Bernadette se cubrió el rostro y llenó sus pulmones de oxígeno.

—¿Qué acaba de suceder?

El horror se plasmó en esos semblantes consternados por lo que acababan de ver y podía incluso contemplarse a través del reflejo del espejo.

—¡Qué Dios los tenga en su gloria! —Suspiró un hombre barbudo muy cerca de mí.

—En plena agonía la sangre te atrapa —Ángelus habló a mi lado.

Cada palabra y pintura repasaba mi mente ajustándose al miedo prominente que se alojaba en mi cuerpo. Vi una oscura sombra a través de los telones que se elevaban, tal vez ellos provocaron la muerte de estas personas y fue inútil hallar los puntos de encuentro en mi enciclopedia.

—¡Todo el mundo atrás! —señaló el padre Francis.

Los miró con un rostro devastador y luego pasó a mirarme a mí. Hizo una señal en forma de cruz para que estos siervos dignos de formar parte de la iglesia encontraran el descanso eterno. Observé como se inclinó y besó sus mantos que cubrían sus cuerpos sin vida.

—Eira, cariño. Ven aquí —La tía me trajo del brazo—. Gracias a Dios estás a salvo.

Un sudor glacial bajó por mi columna vertebral, palidecí de la impresión; así que tomé respiraciones profundas y agarré mi pecho con fuerza.

—D-debí haberles advertido —No podía detener las lágrimas y, al cabo de unos instantes, oí murmullos que martillaban mi cabeza.

Savannah y tía me escoltaron con pasos dubitativos. Entonces supe a que se debía su comportamiento, ellos estuvieron aquí.

Una opresión se acumuló en mi pecho, miraba de un lado a otro y me di cuenta que se sumó a mi lista aquella secuela traumática después de tanto tiempo. Al salir, no emití ni una sola palabra, el labio me tembló y no tenía ningún sentido de la realidad.

—Tienes que estar en calma. No fue culpa tuya.

Esta noche tres de nuestros hermanos perdieron la vida y entendí que mis visiones eran ciertas. Un aviso que erróneamente decidí omitir esta noche. Me odié por ello, todo porque quería mantenerme en mis cabales.

Ahora ¿quién será el siguiente?


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¡Eso estuvo "Guao"! Hasta aquí el capítulo de hoy. ;) 

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