La Dueña | Megumi Fushiguro

Από wijujo

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Ni las fuerzas de un matrimonio millonario podrán con el amor de Megumi Fernández, un pobre hombre enamorado... Περισσότερα

Sinopsis + Aclaraciones
Playlist + Personajes
01 - "¿Quién llegó?"
02 - "¿Quién es usted?"
03 - "Apestas"
04 - "¿Un accidente!"
06 - "Vinetum"
07 - "Familia Alvarán"
08 - "De acuerdo al plan"
09 - "Contraste"
10 - "Celoso"
11 - "Un güerito pistudo"
12 - "Un nuevo amigo"
"Fushiguro como Fernández" | MLD
13 - "La gente rumora"
14 - "Bajo hechizo"
15 - "Un ramo de flores"
16 - "Inmortal"
"Se aparece en San Antonio" | E.1
17 - "Una fiesta y un corazón roto"
18 - "Como de telenovela"
19 - "Necio"
"Así lo grabamos" | MLD
20 - "Una vez"
21 - "Chisme en la cocina"
22 - "Un reclamo y un establo"
23 - "Consecuencias"
24 - "Por el bien del dinero"
25 - "Ella en la ventana"
26 - "Bailando con el corazón"
27 - "Nuestras vidas se separan más"
28 - "Él sin mi y yo sin él"
"Tierra pa' los dos" | E.2
29 - "Siempre seré yo su dueña"
30 - "Mal tercio"
31 - "Corazón equivocado"
32 - "Vuelve a mi"
33 - "En otra vida"
34 - "Si me amas..."
35 - "El final de una historia"
Epílogo
Notas de autor
La carta de (Tn) Infante

05 - "Disculpas"

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Από wijujo

[ Un 80% y un 20% ]

El bullicio del ambiente no se hacía callar, los sábados por la noche la fonda del pueblo era bastante concurrida por aquellos que querían pasar una agradable y despreocupada velada.

Unas que otras miradas se desviaban a la mesa en la que estaba Nobara de la Cruz junto a los hermanos Infante. Todo el pueblo estaba al tanto de la reciente llegada de los chicos, y en boca de todos andaba el cambio de Yuji y (Tn) pues solo algunos pocos habían visto a los hermanos, hasta ahora.

Nobara carcajeaba sin filtros, no podía creer lo que Yuji contaba. —¿Pero qué le pasa a ese wey? —sus risas cesaron lentamente para soltar la pregunta.

—Me odia, estoy segura que no me quiere cerca. —respondió esta vez la chica.

—Tu también lo odias. —añadió su hermano.

—No me agrada, pero tampoco llegaría al punto de lanzarle una palada de excremento.

—Yo digo que lo despidas. —soltó Nobara. —No es la primera vez que comete un error.

La chica se limitó hacer una mueca. Fernández ya había acumulado unos cuantos strikes con ella, y fácilmente podía decirle a su padre que lo despidieran, de ese modo se ahorraría más molestias y posibles discusiones con el pelinegro... pero Megumi era un hombre joven, trabajador y seguramente lo que ganaba dentro de la hacienda servía como sustento a su familia, si es que tenía una.

(Tn) no conocía absolutamente nada sobre él, y si en todo caso su hipótesis era cierta, se sentiría culpable al quitarle el sustento a una de las tantas familias de San Antonio. Ella sabía perfectamente que la vida de muchos no estaba arreglada como la de su hermano y la de ella, tenía el privilegio de ser una Infante y estaba consciente de ello.

—Pues se veía muy apenado. —interrumpió Yuji después de un silencio. —Tenía cara de tener una diarrea explosiva.

Nobara carcajeó, apretando los ojos de la risa y del asco que le causó el comentario del pelirosa.

—Ugh Yuji, que asco. —se quejó su hermana con una mueca.

Rio. —Perdón, pero es que es la verdad. —le dio un sorbo a su bebida. —Ya olvídalo, que el tipo se disculpe contigo es más que suficiente.

[...]

«Hola señorita Infante. Le ofrezco una disculpa... No, así no. Señorita Infante, no era mi intención... Así tampoco. Me disculpo por el accidente... ¡Pero qué difícil!» pensaba Fernández, practicando en su mente una y otra disculpa.

—Megumi, la carnicería está por allá. —la voz de Satoru interrumpió en su mente. El ojiazul iba todo distraído por el pueblo.

Los domingos por la mañana; él y el albino acostumbraban ir al centro del pueblo, al mercado y a la abarrotería para abastecerse de todo lo que necesitarían durante la semana. Solían ir a la carnicería por pollo u otros alimentos, si tenían dinero suficiente o alguna festividad importante compraban algunas cuantas piezas de res. Luego con don Enrique por vegetales y frutas, finalmente con Ino; el chico de la abarrotería.

—Ah sí, perdón. —regresó del trance en el que estaba metido, siguiendo los pasos del albino hasta llegar a la carnicería.

—Creo que esta semana compraremos longanizas, pechugas, patas de gallina...

Megumi hizo un gesto de disgusto. Las patas de gallina significaban una cosa; Satoru cocinaría caldo de pata, y a él no le gustaba nada de eso. No lo malinterpreten, al muchacho le suele gustar mucho la comida que González prepara, todo excepto el caldo de pata.

—Oh, y también unas mollejitas. —añadió observando la lista que llevaba en mano.

—¿Patas de gallina? —preguntó sin ganas, agachando los hombros.

—Ya se que no te gustan, eres bien piki-piki, ya te conozco yo.

—¿Piki-piki? —arrugó las cejas. —¿Qué caray es eso?

Guardó silencio unos segundos. Ni él sabía que significaba, solo le gustaba como sonaba la palabra. —Mm ya sabes, ser así bien quién sabe como.

—Buenas días. —saludó un hombre conocido, en cuanto salió de la carnicería.

—Buenos días don García. —González devolvió el saludo bastante animado.

—No seas tan formal Satoru. —hizo un ademán.

Soltó una risa nerviosa. —Bueno, Suguru; que bueno que te veo, queríamos comentarte algo. —dio un vistazo a Megumi, haciéndole saber que este era el momento.

—Por supuesto. —asintió levemente en señal al albino que siguiera.

—Megumi, dile. —empujó al muchacho.

—Bueno, tal vez ya está enterado. —respondió entre dientes.

El albino suspiró. —Verás Suguru, Megumi tuvo un mal entendido con (Tn) Infante. —explicó brevemente. —Yo le digo que se debe disculpar antes que el problema se haga más grande... Tal vez tú nos puedas ayudar en eso.

—¿Qué fue lo qué sucedió Megumi? —interrogó García luego de escuchar a Satoru.

Guardó silencio unos segundos. —¿Se recuerda del caballo que estaba malo? —Suguru asintió. —Bueno, pos' estaba limpiando la caballeriza tranquilamente y no me fijé que los hermanos venían y sin querer le lancé excremento a la señorita Infante. —terminó de explicar con una notable vergüenza.

García permaneció unos segundos callado. —Ah caray Megumi. —dijo finalmente, acariciándose la sien con una mano.

—Pero yo le digo que puede hablar con ella y hacerle saber que fue un accidente, nada más. —sugirió.

Asintió coincidiendo. —Tienes razón Satoru. No te preocupes Megumi, hablaremos con ellos y veremos qué pasa. —regaló una sonrisa tranquilizadora. —Ahora si me disculpan, me tengo que ir, tengo un almuerzo que preparar.

—Feliz tarde Suguru. —González sonrió de vuelta, observando como el hombre desaparecía.

Se sabía poco de don García, un hombre reservado y amable que trabajaba como capataz en Apilolli, trabajo heredado por su señor padre. Los periódicos del pueblo, es decir, los chismosos, rumoreaban que aquel hombre tenía dos hijas, pero nadie sabía quién era la madre o siquiera dónde estaba.

—Entonces, una disculpa sí o sí. —concluyó Fernández.

Asintió volteándolo a ver. —Más que nada hazle saber que no fue tu intención. —sonrió dándole apoyo. —Vente, antes que nos dejen sin pollo.

[...]

El domingo había pasado como cualquier otro; aburrido y tranquilo. Personalmente a Megumi no le gustaban nada, a pesar de ser el único día que descansaba. Odiaba los domingos, porque eso solo significaba que al día siguiente una nueva semana laboral daba inicio.

Siendo ya lunes a medio día, Fernández comenzaba a sentir nuevamente ese ardor y vacío en el estómago. Se debía disculpar con (Tn) Infante. Si utilizaba las palabras correctas; sobreviviría, si se ponía nervioso y soltaba un comentario inadecuado; adiós trabajo.

—Es que 'tas bien burro. —negó Aoi.

—Fue un accidente te dije ya. —recalcó el pelinegro en su defensa.

—Yo digo que ya valiste... —Junpei hizo un silbido dando a entender la palabra que no diría.

Mientras Megumi limpiaba algunos caballos, sus amigos fingían ayudarle en el tema de la disculpa. Digo fingían porque realmente no lo estaban ayudando mucho.

Todo este escándalo del accidente y de la disculpa lo tenían mordiéndose las uñas, hasta comenzaba a sentirse fatigado con tanto. Ni siquiera entendía porqué le preocupaba tanto (Tn), llevaba desde el sábado quebrándose la cabeza por ella.

Por qué se tenía que disculpar en primer lugar, fue un estúpido accidente, si lo hubiera hecho con malas intenciones la disculpa era más que necesaria si quería conservar su empleo. Pero esta situación era diferente, no fue culpa de nadie.

—No me están ayudando. —masculló finalmente.

—Háblale tranquilo, dile que no fue tu intención y ella lo entenderá. —aconsejó Toto, conocía a (Tn) y sentía la seguridad que ella lo entendería.

Chuy asintió apoyando la idea del moreno. —Hoy en la mañana se miraba de buen humor, hasta me saludó.

Bien, solo debía encontrar el momento adecuado para dirigirse a ella, aunque sinceramente, Fernández estaba seguro que ni siquiera le iba permitir gesticular una palabra.

[...]

Nagi se había lucido con el almuerzo, como siempre solía hacerlo por supuesto. Filete de pescado al vapor, acompañado de vegetales y las favoritas de Yuji; papas al horno.

Comer pescado siempre los dejaba satisfechos y agotados, es por ello que los hermanos permanecieron en la sala, recostados, descalzos, respirando lento, escuchando la radio y haciendo uno que otro comentario.

—¿Tendremos práctica hoy? —preguntó Yuji, refiriéndose a las clases que estaban tomando con el mozo de cuadra.

—¿Tú quieres ir? —lo volteó a ver.

Sonrió cotilla. —¿Tú le quieres ver la cara a Fernández?

—No. —se limitó a responder por lo bajo.

—Solo ignóralo. —sugirió. —¡Oh, sabes de qué me enteré? —soltó exaltado, parecía como si acabara de recordar algo sumamente importante.

—Ya vas con tus chismes. —respondió (Tn) riendo.

—No pero, este te interesa hasta a ti.

¿Le interesaría a ella? Bueno, eso fue suficiente para sentir curiosidad. —Suéltalo.

—Satoru. —pronunció el nombre del jardinero lentamente, su hermana asintió en señal que prosiguiera. —Satoru es padre adoptivo de Fernández, alias "el accidentes".

(Tn) respondió frunciendo sus cejas y separando ligeramente sus labios. San Antonio era un pueblo pequeño pero... ¿Tanto así! —Mientes.

Negó automáticamente. —No, no miento. Te lo juro por la vida de paquita que está muerta.

"Paquita" era una gallina de plumas negras y castañas que Yuji adoptó como mascota cuando era niño, fue su mejor amiga hasta que un coyote le mordió el cuello y asesinó al pobre animal. Hasta el sol de hoy, la gallina tenía todo el cariño de Yuji, así que debía ser cierto.

—¿Satoru te lo dijo? —interrogó la chica aún asombrada.

—Sip, también dijo que los padres de Fernández murieron poco después que nosotros nos fuimos a España y desde entonces, él está con Satoru. —explicó lo que recordaba.

—Oh... vaya. —fue lo único que (Tn) respondió.

Entonces; Fernández no tenía padres y vivía únicamente con Satoru. Hasta ahora esa era la poca información que la chica tenía... Bueno, también sabía que el pelinegro era muy torpe, aunque cuidaba bien de los caballos, además de sus bonitos ojos azules y unos hombros muy anch-

—Ustedes dos, a mi despacho. —interrumpió Francisco, asomándose por la sala principal.

Yuji soltó un sonoro quejido, la mera idea de levantarse o mover un solo músculo le pesaba hasta en el alma.

Perezosos y a paso calmado, se dirigieron al despacho principal, donde Kento, Isabel y Francisco ya los estaban esperando. ¿De qué se trataba ésta aparente reunión?

—Si no es sobre el postre no quiero saber nada. —soltó Yuji, tomando asiento en el sofá del despacho.

—¿Pasó algo? —interrogó la chica, paseando su mirada en cada uno de ellos.

Tío Kento leía un par de documentos con el ceño fruncido, su madre Isabel los miraba a su hermano y a ella con el rostro apoyado en la palma de su mano, para finalmente terminar con su padre Francisco; quien retiró sus anteojos para verlos fijamente.

—Hay algo que con ustedes queremos hablar. —suspiró largo. —Como sabrán y se podrán dar cuenta...Ya me estoy poniendo viejo.

—Pero si pareces de quince. —interrumpió Yuji, provocando una leve risa en su padre.

—Gracias Yuji, pero manejar esta hacienda desde los viente años me tiene algo cansado. —colocó nuevamente sus lentes para enfocar su mirada en la serie de papeles que yacían sobre su escritorio. —Así que su madre y yo, junto a Kento por supuesto, hemos decidido que ya es hora de pasarles la batuta a... ustedes.

(Tn) permaneció callada, observando fijamente el ambiente. "Pasarles la batuta a ustedes" sólo significaba una cosa para ella; ahora serían los nuevos dueños de Apilolli. ¿Cierto?

—¿Nos vas a poner a trabajar! —la pregunta de Yuji interrumpió el pequeño silencio.

—Sí Yuji. —apretó los labios en una sonrisa. —Es hora que ambos aprendan como manejar el legado familiar.

—Safo. —susurró el pelirosa.

—Ambos son jóvenes y profesionales. —animó Isabel. —Además, estoy segura que harán un excelente trabajo. Cuentan con el apoyo de Kento, Francisco y de toda la gente que trabaja aquí. —sonrió cálidamente.

Hizo una mueca pensativo. —Si aceptamos, ¿qué tenemos que hacer exactamente? —volvió hablar el mayor de los hermanos.

Yuji se encontraba en un debate interno, de una u otra manera terminaría trabajando para la hacienda, pero él también quería descansar, sentirse tranquilo, comer sandía por la tarde, leer libros viejos y andar descalzo por su casa. Era así porque no se veía a sí mismo montando a caballo todo el día, chiflándole a las vacas y utilizando esas horribles botas, o eso era lo que él afirmaba.

—Kento, por favor.

Asintió. —En primera instancia deben llegar a un acuerdo entre hermanos, al ser dos herederos las producciones y todo lo demás se divide en partes iguales. (Tn) estaría a cargo de ciertos sectores y Yuji de otros. —comenzó a explicar. —Básicamente todo pasa a ser de ustedes, las escrituras de la propiedad, y la propiedad misma de Apilolli entero.

Kento lo había explicado en palabras sencillas y de manera concisa, pero la realidad era otra. Apilolli era la hacienda más grande en su caso, las tierras de los Infante abarcaban un aproximado del 45% haciéndolos dueños de casi medio estado. Por lo tanto, las producciones eran magnas, la taza de empleo también lo era y la responsabilidad mucho mayor.

La hacienda Apilolli se movía entre el sector agrario y el sector ganadero, y en un país como lo era México —en la recta final del siglo XX— donde su foco productivo lo era en el comercio y la exportación de alimentos; las cifras y la competencia eran palabras mayores.

Tomar las riendas podría ser complicado para dos inexpertos como (Tn) y Yuji, pero Isabel tenía razón, ambos habían estudiado y se habían formado para el ambiente, además, contaban con el apoyo necesario.

—Vaya esto es... aterrador. —habló finalmente la menor, soltando una risa nerviosa. —¿Yuji?

Si lo analizaba bien, un cincuenta por ciento de la responsabilidad no era lo que el pelirosa quería. El dinero era lo de menos, Yuji no era nada avaricioso, mucho menos si se trataba de su hermana.

Luego de pensar sus opciones y analizarlas en su cabeza soltó: —¿Qué te parece un ochenta y veinte?

—¿Ochenta y viente? —repitió las cantidades en voz alta. —¿A qué te refieres con eso?

—Bueno hermanita, sé perfectamente que la hacienda te emociona e interesa, mucho más que a mi. Por eso te estoy cediendo el treinta por ciento de mi mitad. —hizo una pequeña pausa. —Tú el ochenta y yo el viente.

—¿Estás seguro? —la sorpresa se apoderaba de la expresión de la castaña.

—Por supuesto (Tn), recuerda lo que te dije en Sevilla.

"No me interesa ser millonario y tampoco que mi cuenta tenga muchos dígitos, te he dicho miles de veces que solo quiero vivir tranquilo... Trabajaré para lo necesario, y cuando sea viejo volveré a España, no quiero morir en el campo [...] No competiría en nada contigo y tampoco discutiría por cosas tan ridículas como el dinero o la potestad". Fueron las palabras exactas que alguna vez Yuji dijo a su hermana.

El rubio se limitaba a observar y analizar a su sobrino, era tal como había pensado; dedicar su vida al campo, no era su estilo de vida.

—Un ochenta y veinte puede funcionar. —dijo Francisco. —Las cosechas que tenemos representan ese veinte por cierto que quieres Yuji.

—Perfecto, me quedo con ellas. —asintió varias veces, estando de acuerdo con su elección.

—Y el ochenta representan el plantado de vides, la producción de carnes y lácteos. —añadió Infante, dando lectura a las escrituras de la propiedad y los recuentos de la hacienda que guardaba.

—Órale (Tn). —dio un silbido.

—¿Qué pasa linda, por qué no hablas? —preguntó Isabel al percatarse que su hija permaneció callada, observándolos a todos.

Una confusa mezcla de emociones eran las que la mantenían callada. Miedo, emoción, sorpresa o tal vez solo comenzaba a sentir estrés con la sola idea. Apilolli le encantaba, le gustaba el campo, los animales y por sobre todo, su familia era lo más importante... pero ser dueña del 80% de la hacienda le aterraba, era una responsabilidad que la hacía sentir abrumada.

—No. —comenzó hablar. —No estoy segura de poder manejar ese ochenta por ciento. —soltó una sonrisa tímida.

—No digas eso. —respondió su madre, incorporándose para sentarse en el brazo del sofá en el que (Tn) estaba sentada. —Tanto tú cómo tu hermano son inteligentes, responsables y muy capaces de hacer lo que sea.

—Concuerdo con mi hermana. (Tn) tienes toda las posibilidades y recursos para hacer de esta hacienda mucho más de lo que ya es. —animó Kento.

Luego de unos segundos analizando, la chica asintió con una sonrisa. Si lo pensaba bien, por supuesto que quería manejar una hacienda como Apilolli, admitía que era una mujer ambiciosa, la idea de poder y control era tentadora, ante cualquier humano.

Incluso, podía verse a sí misma involucrándose de lleno en la administración. Una sensación de liderazgo que la envolvía en un hechizo nervioso y excitante. Estaba decidida.

—¿Firmamos? —preguntó el pelirosa en dirección a la castaña, incorporándose para situarse en el escritorio.

—De acuerdo. —respondió sonriente.

—Fabuloso. —celebró Francisco, cediendo una pluma a Yuji.

Los papeles estaban redactados de manera que la propiedad pudiera ser repartida de cualquier manera, más tarde tendrían oportunidad de levantar actas más formales junto al abogado y todos esos documentos que se necesitaban para hacerlo oficial y legal.

—Por el viente por cierto. —sonrió Yuji, inclinándose en el escritorio y dejando grabada su formal pero peculiar firma. —Adelante (Tn).

—Gracias.—recibió el bolígrafo. —Por el ochenta. —sonrió igualmente, imitando la acción del pelirosa, dejando su sencilla y elegante firma en papel.

Isabel infló sus sonrosadas mejillas, observándolos con orgullo.

—Perfecto chicos. Cada día me siento más orgulloso de ustedes. —una cálida sonrisa adornó el rostro de Francisco. Sabía que habían hecho una muy buena decisión.

—¿Un brindis para celebrar? —sugirió Isabel.

—Adelante querida. Luego de esto haremos una pequeña presentación de los nuevos dueños, la noticia se esparcirá con unos cuantos. —dijo el canoso.

Finalmente, la familia Infante acompañó la firma con un brindis de sidra. (Tn) y Yuji habían firmado y decidido, eran los nuevos dueños de la hacienda Apilolli.

[...]

—¿Ya lograste hablar con (Tn)? —interrumpió Gojo en la entrada del establo.

—Aún no don, recién regresamos del arreo. —dijo por lo bajo.

Después del almuerzo, aproximadamente a las dos o tres de la tarde, varios trabajadores salían al arreo diario del ganado. Megumi solía acompañar a García en algunos traslados, manejar cuántas docenas de reses solía ser agotar y se necesitaba más de dos personas.

—'Ta bien, si la veo en la casa grande te mando a Chuy para que vayas hablarle.

Los nervios se apoderaron nuevamente de Fernández, haciendo que las manos le sudaran y sintiendo ese terrible vacío en el estómago. Era una sensación desagradable.

—Señores, esperen un momento por favor. Tengo un anuncio de Francisco y pide que aguarden un poco. —anunció Suguru alzando la voz y llamando la atención de los trabajadores reunidos a las afueras del establo.

Un par de quejas y suspiros se escucharon por lo bajo.
«¿Ahora qué pasó? ... Ya nos van a regañar.» eran algunos de los pensamientos. La mayoría estaban exhaustos y aunque debía seguir laborando, sabían que si Francisco Infante solicitaba la presencia de todos era porque les esperaba un regaño o malas noticias... o a eso era lo que estaban acostumbrados.

El albino arrugó la nariz en dirección al ojiazul, preguntándole con el gesto: ¿Qué estaba pasando?
Fernández se limitó a alzar los hombros negando, no sabía a qué se debía el llamado. Hasta que a la lejanía pudo divisar a don Francisco y sus dos hijos... Ah caray.

[ Pausa comercial ]

[ Continuamos... ]

—No nos vayas a humillar eh. —bromeó Yuji, caminando atrás de su padre.

Soltó una leve risa. —¿Por quién me tomas? Será solo una pequeña presentación con el grupo ganadero, más adelante tendrán el tiempo de presentarse en sus sectores y comenzar a trabajar.

«No es necesario, preferiría comenzar a trabajar e ir entablando una relación con la gente poco a poco.» pensó (Tn).

—Oye, ¿ya viste quién está ahí? —habló el pelirosa, llamando la atención de la chica. —Tú mejor amigo. —soltó una risilla, refiriéndose al pelinegro.

Volteó a ver hacia donde Yuji miraba fijamente, encontrándose con Megumi Fernández junto a Satoru González... Pero que inoportuno.

—Ni lo menciones.

—Buenas tardes señores. —saludó Francisco, recibiendo pronta respuesta de todos los hombres reunidos. —¿Está todo el grupo ganadero aquí?

—La jornada de la tarde únicamente. —informó Suguru. Eran al rededor de unos diez hombres.

Hizo un leve asentimiento. —Perfecto. Cómo sabrán y ya se habrán dado cuenta. —comenzó hablar, con su inigualable elocuencia. —Mis hijos han regresado a San Antonio y han regresado en óptimas condiciones, por lo cual, me complace hacerles un destacado anuncio.

Todos prestaban fiel atención a las palabras de Infante, por su manera de hablar, la seriedad en su rostro y la incertidumbre que sembraba en el aire, percibían que, definitivamente, se trataba de algo importante.

Megumi observaba el escenario, intercalando su azul mirada en don Francisco, Satoru, e inevitablemente, en (Tn). Vestía un vestido suelto que alcanzaba la altura de las pantorrillas, en un estampado floral de tonos oliva y beige, sus cabellos castaños oro combinaba a la perfección con su atuendo y su piel. Verdaderamente era una mujer hermosa que lograba robar la atención de quién la mirara.

—Apilolli tendrá la dicha de estar bajo la administración de Yuji y (Tn). —completo con una sonrisa de orgullo.

Los rostros se llenaron de sorpresa, otros de confusión y algunos pocos parecían no expresar emoción alguna. Satoru alzó las cejas al entender... ¡Caramba! Ahora sí que Megumi corría peligro.

—Mi primogénito; Yuji Infante Navarro nos apoyará en el sector agrícola y tal vez lo vean por ahí de vez en cuando. —alzó una mano, cediendo la palabra al pelirosa.

—Mucho gusto. —saludó medianamente, con un porte bastante diferente al habitual, más formal y tanquilo.

—Y mi preciada hija; (Tn) Infante Navarro, estará con ustedes en el sector ganadero, lácteos y por los viñedos. —concluyó.

—Un placer. —asintió leve, formando una sonrisa en su rostro.

«Chingao', ¿la vida me odia? Ahora ella estará a cargo de mi sector, lo que significa que la veré más seguido... que también significa que, (Tn) Infante es mi nueva jefa.» Fernández meditó los hechos en su mente.

"Mi nueva jefa." Tragó saliva ahora más nervioso que antes, si lo que Francisco decía no era una broma o una pesadilla, ahora se encontraría bajo las órdenes de (Tn) y de Suguru. Ciertamente, Megumi era el mozo de cuadra, y su tarea principal era el cuidado de los caballos, pero al mismo tiempo, también formaba parte del sector ganadero, pues ayudaba aquí y allá.

A juzgar por la repartición de producciones, imaginaba que la chica de ojos hazel era ahora la propietaria de más del 50% de la hacienda... (Tn) Infante, la mujer que tanto lo odiaba, esa misma mujer era ahora su jefa y la dueña de Apilolli.

¡Que mala pata! Ahora más que nada, debía disculparse con ella y tratar de llevar la fiesta en paz.

—De ahora en adelante, pueden abocarse con (Tn), Yuji, de igual forma con Suguru o conmigo. —añadió el canoso. —Bien, eso es todo. Muchas gracias señores.

Terminando ese pequeño pero significante anuncio, algunos trabajadores se dirigieron a sus otras labores sin más, otros se despidieron de Francisco y algunos más se armaron de valor para presentarse con los chicos.

—Leo Ochoa. —ante (Tn), se presentó un hombre de baja estatura y bastante robusto. —Quedo a sus órdenes señorita Infante. —estrechó su mano animado.

—Mucho gusto señor Ocha, se lo agradezco mucho. —devolvió el saludo de la misma manera.

—Llámeme don Leo, sin problema. —la castaña asintió. —Ya sabe, ay' estamos pa' lo que necesite.

—Lo tendré en cuenta don Leo.

—Permiso señorita, el trabajo llama. —dio una última reverencia para desaparecer del lugar.

Unos pocos más se acercaron al pelirosa y a la castaña, dando la bienvenida y elogiando lo grandes que estaban ambos. Para (Tn) era reconfortante todas aquellas demostraciones de apoyo, ahora que sabía que los trabajadores estaban en condiciones de trabajar con ella se sentía más segura de lo que estaba por hacer.

—(Tn), linda. —la voz de cierto albino llamó la atención.

—¡Satoru!

—Felicidades por ese nombramiento. —abrazó a la chica fraternalmente. —Tres sectores tú solita eh.

—No lo digas así, me pondré nerviosa. —bromeó deshaciendo el abrazo.

—Ni lo pienses, estoy seguro lo harás de maravilla. —regaló esa tranquilizadora sonrisa que tanto lo caracterizaba.

—Te lo agradezco anciano. —soltó con una sonrisa de dientes.

—¡Oye!

Rio. —Será mejor que hagas bien tu trabajo de jardinería si no quieres que te despida. —bromeó la chica alzando el índice.

—Hablando de eso... —hizo una pausa para darle un rápido vistazo a Megumi, quien observaba disimuladamente la escena. —Hay alguien que quiere hablar contigo, deja que al menos se explique. —dijo por lo bajo, señalando levemente al pelinegro con el pulgar.

Infante devolvió su mirada a Fernández, encontrándose con esos luceros azules. ¿Con qué Megumi Fernández quería hablar con ella? Bueno, suponía que no podía evitar lo inevitable.

—De acuerdo. No te preocupes. —respondió tranquilizante.

—Gracias, te dejo que tengo trabajo. Chau chau.

—Bye. —se despidió de él.

El pelinegro comenzó a caminar en dirección a la castaña, pero se detuvo al instante que observó al pelirosa acercarse.

—Hermanita, papá y yo daremos un pequeño recorrido por las cosechas. ¿Vienes?

Ella se percató de la inquietud que se cargaba el mozo, así que decidió darle esa oportunidad. —Por supuesto, llegaré a las caballerizas en un momento.

—Oh, ¿vas hablar con don accidentes? —preguntó cotilla, volteando a ver al hombre de al lado.

—Quiero suponer tiene algo bueno que decir. —respondió. —Y no molestes.

Carcajeó. —Muy bien, no tardes mucho. —dijo para adentrarse en el establo y seguir los pasos de Francisco y Suguru.

Suspiró viendo la hora en el pequeño reloj de su muñeca; las cuatro de la tarde con cincuenta y tres minutos. Inconscientemente, desvió sus ojos en dirección al joven, esperando que él se acercara.

—Buenas tardes, señorita Infante. —se acercó temeroso, hablando en un suave y bajo tono.

—Señor Fernández. —devolvió el saludo, volteando el cuerpo en su dirección.

Remojó sus labios con nervios. —Ya podrá imaginar el motivo por el cual me acerco a usted. —habló lentamente, rascando su nuca.

Ahora mismo, Megumi pensaba en las palabras más formales que conocía. Los nervios le corrían por todo el abdomen y las manos le sudaban ligeramente.

—Adelante. —respondió fría, sin quitar su vista de él.

Era increíble la dualidad de esa mujer, en un momento estaba sonriendo como un auténtico ángel, mostrándose amable y dulce, y al siguiente, intimidaba con su sola mirada y su porte firme. ¿Así era su forma de ser o simplemente Megumi no le agradaba?

—Solo quería hacerle saber que; lo sucedido el sábado fue un accidente, le juro que en mis intenciones jamás estaba hacer algo como eso. —hizo énfasis en la última palabra, refiriéndose a la palada de excremento. —Por lo cual, me quería disculpar si le hice pasar un mal rato...

(Tn) sintió una extraña sensación al escuchar su suave voz y al percibir lo apenado que verdaderamente lucía. Tal vez, el joven Fernández no era tan insolente como ella creía, y tal vez, solo tal vez, no la odiaba como ella aseguraba... Y bueno, si su disculpa era auténtica, ella lo entendía.

—Entiendo que fue un accidente señor Fernández. —habló finalmente. —Y no se preocupe, no perderá su trabajo, si ese es el motivo principal por el cual se está disculpando.

—No, no es solo eso. —respondió inmediatamente. —No quisiera que hubieran malentendidos entre nosotros... menos ahora que trabajáremos juntos.

El semblante de la chica cambió, la última oración del ojiazul la había tomado por sorpresa. "Juntos".

Soltó aire por la nariz, suavizando su expresión. —Tiene razón, tampoco me gustaría.

Megumi sonrió de labios. Sintiéndose tranquilo que por fin este embrollo se había resuelto. —Si necesita ayuda en algo no dude en decirme.

—Muchas gracias. Permiso. —dijo entrando al establo para luego encontrarse con su hermano y su padre.

Yuji, Francisco y Suguru platicaban amenamente mientras García terminaba de ensillar un caballo.

—¡Megumi! —alzó la voz para llamar al joven, necesitaba de su ayuda.

Se acercó rápidamente al llamado de su jefe, sumándose a los demás. —Dígame.

—El caballo de (Tn), por favor. —pidió volteándolo a ver para luego seguir con el caballo de Francisco.

—Ahorita voy. —asintió. —¿El bayo negro, verdad? —se dirigió a la joven.

—Si no le molesta. —alzó levemente un hombro.

—Por supuesto que no. —sonrió tomando una silla de montar y algunas cinchas. El caballo estaba limpio así que no hizo falta todo ese proceso.

Suspiró cruzando los brazos. «¿Está siendo amable por el nombramiento o es que ya le agrado?» pensó.

—Correcto, es como te decía Yuji... —Francisco y los demás hablan del sector del pelirosa.

La conversación pasó completamente a segundo plano, cuando el sigiloso silbido del pelinegro llamó su atención, el joven silbaba una melodía reconocida ¿Acaso era... una canción de Bronco!

Sonrió por sus adentros, no imaginaba que al joven Fernández le gustara ese tipo de música.

—¿Tiene tiempo haciendo esto? —atreviéndose, (Tn) preguntó luego de observar a Fernández durante varios segundos.

Volteó a verla con ligera sorpresa, había sentido la mirada de la chica, pero no pensó que le dirigiera la palabra. Pero vaya... (Tn) Infante iniciando una conversación con él, costaba creerlo.

—¿Qué cosa?

—Ensillar caballos. —respondió con simpleza.

—Ah, sí. También los limpio, me aseguro que tengan sus comidas, vacunas y todo eso. —la volteó a ver.

—Se le da bien.

Megumi se limitó a responder con una sonrisa media. Le causaba mucha intriga la señorita Infante, ante sus ojos, era una mujer que sembraba muchas incógnitas dentro de él. Sus pasadas interacciones no habían salido de lo mejor, ambos sabían que habían comenzado con mala pata, pero el pelinegro tenía la esperanza que todo cambiaría.

[...]

—En general, son pocas cosechas pero todas son de calidad. —hablaba Suguru, caminando a paso lento en su caballo. —Vendemos una gran cantidad aquí mismo en San Antonio, y la otra parte se va a otros estados.

—Ya veo. —respondió Yuji. —Pues me parecen perfectas, justo lo que buscaba.

—Pensé que su hermano iba a tomar más terreno. —habló Fernández por lo bajo.

Por petición de Suguru, Megumi estaba acompañando en el pequeño recorrido, en caso que el joven fuera de ayuda o que la señorita Infante necesitara algo.

«Ya me agarraron de puerco.» fue lo que el ojiazul se dijo a sí mismo cuando recibió la orden. Se había prometido que no sería chacho de ningún niño riquillo, pero ahora que (Tn) era la dueña —en su mayoría— no se podía dar el lujo de ponerse con los moños. Adicional a eso, realmente quería llevarse bien con ella.

Arrugó las cejas. —¿Cree que no soy capaz de manejar más del 50% de está hacienda, señor Fernández?

—No. —hizo una mueca disimuladamente. —No es eso a lo que me refería señorita.

—Pues eso es lo que dio a entender.

—Pero no era eso. —replicó, ganándose una gesto de molestia por parte de la joven. Aclaró la garganta. —En serio que no era eso, estoy seguro que usted es más que capaz... solo me pareció raro por parte del joven Yuji.

—Le voy a decir algo señor Fernández, y no lo tome a mal. —habló firme. Megumi asintió. —Si en verdad no quiere perder su trabajo, será mejor que mantenga su distancia conmigo.

—Dispense. —respondió por lo bajo.

¡Dios santo! ¿En realidad era tan difícil tratar con ella! Fernández pensaba que ya estaban avanzando poco a poco, pero al parecer no, aquella joven parecía mantenerse firme en su posición de odiarlo a toda costa.

Sin duda le tomaría tiempo agradarle.

[...]

—¿Cómo te sientes con todo lo de hoy? —preguntó Yuji sentándose en la cama de su hermana, mientras comía algunas manias que encontró en la cocina.

La noche había caído, eran cerca de las once de la noche y ambos se preparaban para dormir, el resto de la semana seguro lo usarían para las prácticas de caballo, acoplarse al ambiente laboral y conocer sus áreas de trabajo, así que debían estar descansados.

Suspiró. —Bastante bien supongo, papá me tomó por sorpresa, pero aún así, ya me lo esperaba. —sonrió levemente.

—Coincido contigo, pero ya sabes como es el viejo. —rio levemente. —Hace las cosas sin avisar.

—¿Tú como te sientes, estás seguro del treinta por ciento que me cediste? —había recordado las palabras del mozo, y tal vez tenía razón, tal vez Yuji sí quería más terreno.

—Por supuesto hermanita, ya te lo dije cientos de veces. —habló como una madre que regañaba a su hijo. —Además, yo no regresé a San Antonio a trabajar... tú si.

Carcajeó. —Es que eres un huevonazo.

Rio junto a ella. —Un poco sí. ¿Sabes qué es lo mejor?

—¿Qué? —preguntó un poco temerosa de escuchar la tontería que seguro soltaría.

—Tus hijos no tendrán que pelear por terrenos con los míos. —bromeó entre risas. —Tampoco es como si quisiera tener mocosos.

Rodó los ojos riendo. —Ya vete a dormir.

Se incorporó entre quejas. —Ya voy, ya voy doña regaños. Oye por cierto, invite a Nobara a desayunar mañana por la mañana-

—Ni modo que a desayunar en la noche. —bromeó ella de vuelta.

—Cállese. —regañó en broma, mientras su hermana reía. —Vendrá a desayunar y luego por la tarde, daremos un paseo por los viñedos.

—Mjm, me parece bien. —asintió.

—Bien, descansa (Tn). —se despidió saliendo de la habitación.

—Buenas noches Yuji.

Los viñedos. Le encantaba la idea de pasearse por aquellas plantaciones, recordaba que cuando era pequeña observar los amplios campos de viña le fascinaba, cómo se extendían al horizonte el plantado de vides perfectamente ordenados en línea recta. Eran preciosas las cosechas de Apilolli, y cómo no, si ese sector en especial era la mejor producción en toda la hacienda, por algo eran llamados Apilolli.

Acomodándose entre las sábanas, se dispuso a dormir, había pasado un día entretenido y medianamente cansado. Antes de dormir, acostumbraba a meditar sobre su día y lo sucedido, inconscientemente, recordó entonces al mozo y lo que habló con él, incluso había ayudado a bajar del caballo. Era curioso como había cambiado su trato para con ella... quizás el accidente del sábado le había movido los cables.

Como sea, si de ahora en adelante trabajaría en conjunto con el pelinegro, prefería mantener la raya con él, no le gustaba llevarse mal con nadie, pero admitía que Megumi Fernández lograba colmar su paciencia y es que también tenía un no sé que que movía cosas en ella...

El tipo no le agradaba del todo, pero ¿por qué?

En el próximo capítulo...
Muchas preguntas comienza a surgir dentro de la mente de Megumi Fernández. ¿Qué es eso que ronda en su mente que no lo deja pensar con claridad?

Y luego, un recorrido por las viñas dará a conocer varios e interesantes detalles.

Capítulo 6 - "Vinetum"


M| aprovecho este espacio para aclarar algo que no he dicho, lo siento.

Los vinos llevan el nombre "Lolli". De ahí el nombre de la hacienda, donde "Apilolli" proviene del Náhuatl, cuyo significado es: jarro o jarro de barro. Entonces, vino apilolli sería jarra de vino, simplificado a Apilolli.

por cierto, la dueña entra en descanso las próximas dos semanitas, nos leemos ♡

-MaJo

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