Tentación Irresistible © [Com...

By LuisianaVons

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«Cuando la tentación late entre dos corazones; la única salida que queda es... caer» Lotty siempre se ha sent... More

Tentación Irresistible
1|TikToker.
2|FuckBoy.
3|Caminata Nocturna.
4|Inocente.
5|Advertencias.
6|El Encuentro.
7|Confesiones.
8|La Tregua.
9|El Enemigo.
10|El Juego.
11|El real Bad Boy.
13|Romeo.
14|Deseo.
15|La Verdad.
16|Regalame esta noche
17|Barcos de Papel. Parte I.
18|Barcos de Papel. Parte II.
19|Boulevard.
20|La noche.
21|El Amanecer.
22|Grietas.
23|La Cena.
24|Lealtad.
25|Tormentas.
26|Armaduras.
27|Línea de Tiempo.
28|Otoño.
29|Víctimas.
30|Encuentros.
31|En cualquier Lugar.
32|Pasado Gris.
33| Pruebas.
34|Del ahora al para siempre.
35|Las cartas que nunca escribí.
Epílogo

12|El Campanario.

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By LuisianaVons

Lotty

Labrine solía ir de campamento los fines de semana más largos. Siempre tuvo una conexión inexplicable con la naturaleza, de una forma que siempre cuestioné pero nunca entendí del todo.

Solo sé que allí estaba, atada a su alma como una enredadera. Yo, por otro lado, era más de quedarme en casa disfrutando de la tranquilidad de mi habitación. Lana era más de irse a casa de los Janssen cada fin de semana, y aparecerse los lunes por la mañana con una nueva anécdota acerca de esa familia. Ellos la querían como una hermana, y aunque los sentimientos de mi hermana llegaron a entremezclarse, hubo una parte de ella que cedió a dichos sentimientos.

Siempre dijo que me sucedería lo mismo con el menor de los Janssen.

Asumo ha de deberse a nuestra contemporaneidad. Y sucedió tal y como lo predijo. Durante un tiempo estuve profundamente enamorada de Mickey Janssen. No sé bien cuantos años transcurrieron conmigo acechándolo desde la friendzone. Una zona de su corazón de la que nunca podría surgir.

Nada ocurrió, y menos mal.

Pero lo que más me molestaba de todo aquello no era el hecho de que él no correspondiese mis sentimientos.

Sin duda alguna, lo que más me llenaba el alma de un auto-enojo era que nunca reuní el valor suficiente para decírselo. Nunca le dije que me importaba más que como un amigo. Nunca le dije que me gustaba la forma en la que su sonrisa me hacía sentir mariposas en el estómago. Nunca le dije que su voz me llenaba de ilusión y que, por las noches, me quedaba dormida con su voz acariciándome en los oídos, como un puñado de pétalos.

Nunca he sido tan valiente. Nunca me he sentido tan segura de mis sentimientos o mis pensamientos.

Han transcurridos varios días desde la noche en la que el equipo Tufts fue galardonado como los primeros campeones de la temporada. La conmoción sucumbió en el campus como un virus, propagándose de persona en persona, y contagiando a todos con la nueva emoción y las cosquillas de un futuro incierto pero brillante.

Nos encontramos en una de las áreas verdes del campus. Ha sido un día agradable dentro de todo lo cuestionable. He terminado clases más temprano, porque mi profesor se ha enterado que será papá. He avanzado con mis deberes, y ahora estoy disfrutando de una lectura a la orilla de un árbol.

O eso intento en contra de la marea de distracciones que se avecina.

—¿Vieron el vestido de Lady Gaga en la alfombra roja de los Oscars? —pregunta Naomi, pasando su dedo índice por la pantalla de su móvil.

Hans, que se encuentra tumbado boca abajo junto a mí, emite un gruñido.

—No me gustó —opina, poniendo un morrito en sus labios.

Naomi se lleva una mano al pecho.

—¿Estás loco? ¡Se veía como una diosa!

—La diosa del gallinero —continúa Hans. Siento que se remueve, pero sigo tratando de mantenerme en el hilo de mi lectura. Pronto, siento un tirón en mi brazo—. ¿Ya llegaste a la parte en la que...?

—¡No lo digas! —le corto, soltando el libro y enterrando mis dedos en mis oídos.

Él desliza una sonrisita burlona.

—Pues... ¡Al final...!

—¡Ya, Hans! —le grito, y cierro la tapa del libro de un golpe.

Hans rompe a reír, cogiéndose el estómago con las manos y niega en señal de redención. Pero no le compro su mascara de niño bueno. Es un demonio en el fondo. Ya me ha dado tres spoilers en lo que va de libro.

Le miro con una mueca de recelo.

—No quiero oírte.

Él pone una sonrisita de inocencia.

—¿Por qué no?

—¡Porque arruinas la diversión de todo!

—¡Eh, reclusa! —Alza los brazos, y sonríe—. La diversión trabaja para mí.

Me esfuerzo en mantenerme con cara de señora impoluta, pero su sonrisa tantea la mía, y termino rompiendo en risitas hasta que nos lagrimean los ojos. Naomi solo esboza una mueca, y rueda los ojos.

Hans se incorpora, sentándose con una pierna flexionada contra su pecho. Sus dedos se pierden en la grava, y me fijo en sus lentes oscuros. El sol ha sido tenue por la tarde, y algunas nubecillas se arremolinan encima de nuestras cabezas, amainando el brillo de la naturaleza.

Nuestras respiraciones se escuchan jadeantes mientras nos recomponemos. Últimamente he descubierto que me gusta pasar tiempo con Hans. También con Fergus, porque juntos recrean un dúo icónicamente divertido. Naomi se nos une de vez en cuando, y Taissa... la veo en las noches encendiendo velas alrededor de su cama, y de la mía.

Por otro lado, podrían pensar que, al pasar mucho tiempo con ellos, también pasaría algo de tiempo con Justin.

Solo que no es así.

No he vuelto a ver a Justin desde aquella noche en la que nos besamos, y... ¡Mierda!

Se me llena la cara de calor al recordarlo.

Ni siquiera sé en qué demonios estaba pensando cuando lo besé. No. Es que no estaba pensando. Mis hormonas habían tomado el control, y lo más grave de todo el asunto era que, ansiaba más.

Deseaba más.

Me estremecía por más.

Un más que no sabía que era, solo sentía una necesidad ferviente llevándome al fondo del océano en busca de algo.

—¿Has visto a Justin? —La pregunta escapa de mi boca, incluso antes de que pueda conectarla en mi cerebro, analizar los pros y los contras, y luego declinar la orden.

Hans se masajea la barbilla con una mano. El indicio de una sonrisa tirando de sus labios.

—Vivimos juntos.

—Lo sé.

Hans sonríe, y se toma un par de segundos para pensar. Segundos que se consumen en un silencio amortiguado por la melodía de las avecillas en la puesta del sol.

Luego me mira con sorna.

—¿A qué se debe el interés? —inquiere.

—Eh... nada. Solo preguntaba. —Me hago la loca, y jugueteo con el bordillo de mi suéter verde.

—¿Solo preguntabas por uno de los chicos más sensuales de la universidad?

—Pues... sí. —Hundo un hombro con inocencia, pero sé que no me cree en lo absoluto.

—Vale. Le diré que preguntaste por él.

Medito en lo que ha dicho, y mi corazón se encoge.

—Preferirías que lo mantuvieses en secreto.

—¿Ahora tenemos secretos? —Sus ojos se agrandan con complicidad—. ¿Sobre Justin Brandon?

—No es lo que piensas.

—¿Y qué crees que pienso? —Hans sube una ceja, y su sonrisa se vuelve más radiante de burla.

El aire comienza a parecerme escaso.

—Piensas que me interesa Justin.

—¿Yo pienso eso?

—Sí. —Asiento, y me abrazo las rodillas.

—Pero, ¿lo hace?

—¿Hum? —Vuelvo a fingir demencia, y bajo la mirada a mis zapatillas como si fuesen la mar de interesantes.

—¿Te interesa Justin? —pregunta de nuevo—. Quiero decir, si lo hace, no podría culparte.

Me río, pero no quiero ceder ante mis pensamientos.

Aunque no he podido dejar de pensar en esa noche, y en sus labios, y en sus manos, o en su...

Bueno su cosa dura contra mi vientre.

‹‹Tienes que dejar de pensar de este modo››, me regaño a mí misma.

—Yo... —Sacudo la cabeza, y la dejo caer sobre mis rodillas—, nos besamos la otra noche. —Y no sé por qué demonios le estoy contando esto precisamente a Hans. Ni que fuese mi confesionario personal.

Hans abre la boca, y procesa lo que he dicho, así que me saco el resto de las espinas de encima.

—Pero luego se puso raro, y... se fue.

—¿Te dejó sola?

—Algo así.

—Vaya... —Hans se pasa una mano por la cara, y también abraza sus rodillas—. ¿Pero fue un beso beso?

Su pregunta me llena de incógnitas y grietas.

—¿Cómo así?

—Ya sabes... —dice, y meneo la cabeza. No paso por alto la pequeña nube rosa que matiza sus mejillas—. Con lengua, apretón de culo y demás.

Casi me atraganto cuando lo oigo.

¿Hubo todo eso?

Pienso en la respuesta, y el recuerdo se reproduce ávidamente en mi cabeza.

—Creo que sí.

Hans abre los ojos, y mira hacia el lago. Un puñado de patitos flotan en la orilla. Naomi los alimenta con semillas.

No me mira mientras habla.

—No conozco mucho a Justin como para darte una certeza. Pero sé que no lleva una vida como la que la mayoría de los chicos solemos llevar. Es más reservado que el resto de nosotros. Se la pasa el día entero trabajando. En las noches va a jugar con el equipo, y regresa sin ánimos de contarnos acerca de su vida —Hans hace una pausa, en la que mueve sus ojos de regreso a los míos. Su sonrisa no está en el lugar de siempre. Solo hay un destello de una mueca de consuelo—. Justin es más que un bad boy caliente. Sé que es algo contradictorio, pero siento que esconde algo enorme allá adentro. —Sacude la cabeza, y ahí está. Su sonrisa gigantesca y llena de perversidad—. Además de su culo. ¿Le has visto el culo a Justin?

Su pregunta me hace estallar en una risotada. Le propino un manotazo en el brazo, y le oigo burlarse.

Termino mordiéndome el labio.

—¿Cómo no verlo? —Le sigo el rollo.

—¡Es lo qué digo! —Hans se levanta de un brinco, y se sacude los pantalones cortos. Me tiende una mano—. ¿Lanzamos a Naomi al lago? —Una sonrisita cínica dibuja sus labios.

Me echo a reír mientras recibo su rescate, y me sacudo los trazos de hierba de la ropa.

—Eres malo, Hans.

Él hace una reverencia digna de la realeza, y se encoge de hombros en un gesto realmente aniñado pero tierno.

—No me hagas llorar... nerd.

Su apodo me deja tiesa, y él se desternilla en sus risas.

Solo Justin me llama así. Y me irrita como el infierno que lo haga, aunque me hace sentir como si de verdad tuviésemos alguna conexión.

—¡No te atrevas, Hans! —le advierto antes de echar a correr detrás de él.

(...)

Después de pasar la tarde entera en el lago alimentando a una manada de patitos, terminamos agotados, salpicados de agua y con un poco de tierra en la ropa. Hans debía ir a recuperar las últimas clases en las que anduvo distraído con su nuevo pretendiente; o así le gusta llamarlo. Para mi sorpresa, o tal vez no tanto, comenzó a intercambiar mensajes con el chico del bar. Me enseñó algunos mensajes, y cuando vi otros... lo apartó de tirón por ser demasiado reveladores, si saben a qué me refiero.

Hacía tres horas que me metí en la cama, físicamente agotada pero mentalmente turbada.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas en círculos cada vez que me obligaba a mí misma a cerrar mis ojos, meter la cara bajo la almohada y dormir. Estaba en vela, y aunque me esforzaba en averiguar el motivo, solo no podía dormir.

Ahí estaba ella.

Labrine. El día de su muerte.

El mismo día que entré a su habitación a toda prisa con la ilusión de mostrarle mi nueva obra de arte. Había estado practicando al cincel durante las últimas dos semanas. Siempre me había dedicado a inmiscuirme en distintas actividades fuera de clases. Mis padres me estimulaban mucho a mantener la mente ocupada. Quizá temían que, al tener tanto tiempo libre, pudiese pensar en cosas que me llevarían a... ¿perderme? ¿Ese era su miedo?

Un escalofrío se arremolina en mi médula, escociendo desde mi nuca y deslizándose como hojillas afiladas contra mi espalda.

Dolió. Duele. Dolerá. Siempre igual.

Inconscientemente, mis dedos estrangulan la manta y aunque tengo los ojos cerrados, puedo sentir el movimiento involuntario de mis globos oculares bajo la piel de los párpados. Se mueven con velocidad. Con prisa. Con miedo...

Porque de todas las cosas que pude esperarme que sucedieran ese día, la muerte de Labrine, de mi hermana mayor, nunca estuvo dentro de mi mente.

Fue una sorpresa.

Sigue siendo una sorpresa.

Imaginarla allí. Con una soga atada en el cuello, con sus pies flotando lánguidamente en medio de la penumbra. La imagen me escuece los ojos.

Mis padres dicen que dos personas murieron ese día.

A veces pienso que, en realidad, fuimos tres.

Cuando abro los ojos, tengo lágrimas nublándome la vista. El corazón me late con fuerza dentro del pecho, y puedo sentir a sus latidos propagándose por mis venas y retumbar en mi cabeza. Me apresuro en secarme algunas lágrimas, y me incorporo en el colchón procurando ahogar mis sollozos bajo mi mano.

La habitación se encuentra a merced de la oscuridad. El silencio se pasea a nuestro alrededor con vehemencia, apenas amortiguado por la respiración superficial de mis compañeras, que han caído como plomos esta noche.

Hago a un lado la manta que envuelve mi cuerpo, y saco las piernas de la cama. Sin hacer ruido, me dirijo a la entrada donde cojo las primeras zapatillas que encuentro y arranco la chaqueta que cuelga del perchero. Seguidamente, abro la puerta y abandono la habitación. Sigo afectada cuando bajo las escaleras, mirando a cada ángulo posible, con el miedo arraigándose a mis venas.

Ni siquiera sé qué estoy haciendo. Solo sé que no quiero seguir atascada dentro de esa habitación, forzándome a dormir cuando mi mente está eclipsada por el pasado. Fuera, el frío se cuela por mis poros, y me subo el cierre de la chaqueta. Camino. Y mientras más pasos dan mis pies, más lágrimas caen por mis mejillas.

Labrine debería estar viva.

Ella debería estar aquí.

Ella debería haber cumplido sus sueños.

Debería protegerme. ¿No es eso lo que una hermana mayor debe hacer?

Debería aconsejarme. ¿No es eso lo que una hermana mayor debe hacer?

Ella debería... debería... regresar.

¿No es eso lo que quiere?

¿No es eso lo que todos queremos?

Sigo profundamente enterrada dentro de mis pensamientos que a duras penas puedo lograr caer en cuenta de lo mucho que he caminado. Hace más de veinte minutos que llevo caminando en silencio y engullida por el inclemente frío. Mi aliento se ha convertido en un jadeo irregular, y los ojos me arden.

Me detengo cuando un ruido atronador retumba en el cielo. Entonces, alzo la cabeza para comprobar que el panorama no luce climáticamente favorable. El cielo se ha teñido de morado, cargado de nubarrones grisáceos.

Y otro ruido ensordecedor colapsa entre las nubes, haciéndome vibrar.

Una gota impacta sobre mi mejilla. Está fría. Se mezcla entre mis lágrimas. Y luego, otras gotas más empiezan a diluviar. Así que corro hasta el borde del lago mientras el agua empapa mis pijamas. La grava absorbe el agua con facilidad, volviéndose lodosa. Mis zapatillas se hunden en los charcos de tierra, y a lo lejos, veo mi salvación.

Un campanario.

Me toma unos cinco minutos de chapoteo en el lodo llegar al rellano del campanario. El cuerpo me tiembla de un modo absurdo al llegar. Me resguardo junto a la entrada, y luego de un rato abrazándome y dando brinquitos en el mismo sitio, atisbo una especie de entrada. Tiene apariencia de un pequeño túnel, y el frío se vuelve insoportable así que pienso que sería buena idea entrar y resguardarme.

De cualquier forma, ¿qué es lo peor que podría encontrarme allí dentro?

¿Ratas?

¿Sapos?

¿Gasparín el fantasma amigable?

Dejando a un lado mis miedos internos, me interiorizo en el túnel. Es bastante estrecho, y conduce al otro lado del campanario. Unas escaleras se cruzan en mi camino, y medito entre subirlas o ignorarlas. Opto por subir, con mis temblorosos dedos resbalando por la barandilla y procurando no caerme de los empinados peldaños.

Una campana gigante aparece frente a mí.

Y luego un cuerpo.

Se gira al verme, y yo no puedo retener el grito que brota fuera de mi garganta.

—¿Nerd?

Sus ojos me examinan de pies a cabeza. Se detienen en mi cabello mojado, bajan por mi pijama empapada y terminan sobre mis zapatillas cubiertas de barro. No puedo lucir más desastrosa.

Una ceja se alza en su cara.

—Oh, Dios. ¿Estás bien? —Justin se acerca a mí, rodeando la campana. Sigo temblando. Mis dientes castañean, y solo puedo mirarlo devuelta sin producir ningún sonido.

Me aclaro la garganta como puedo.

—Yo... Eh...

—¿Qué haces aquí? —pregunta suave. Sus ojos siguen arrullando con mi concentración. Hacía días que no lo veía.

Aunque he estado pensando en él. Y en su reacción de la otra noche.

Tal vez enredé mis pensamientos con respecto a Justin.

Tal vez solo fue uno de sus momentos de euforia.

No lo sé. Y no sé bien si deseo saberlo.

—Podría hacerte la misma pregunta —murmuro con mis labios temblándome.

Justin ladea la cabeza. El fantasma de una sonrisa atraviesa sus labios.

—Ya la he hecho yo primero. —Señala mis brazos, enroscados alrededor de mis hombros en un inconsciente intento de protección—. Estás temblando.

Una risita incrédula sale de mi boca.

—Oh, no lo había notado, seguramente.

Justin tuerce los labios, y acerca una mano a mi cuello. Sus dedos se deslizan por mis brazos hasta alcanzar mis temblorosos dedos. Y no puedo evitar que mi corazón se enloquezca cuando lo hace. Veo la mueca que se ajusta a su cara. Destella preocupación.

—Puedes estar teniendo una hipotermia, nerd. —No le quito los ojos de encima mientras se saca la cazadora de encima, y la envuelve alrededor de mis hombros. Luego, se saca la camiseta y mis ojos se abren con vehemencia. Su pecho desnudo brilla ante a mí. Tira de mi brazo hacia su cuerpo, pero lo detengo.

—¿Qué...? ¿Qué estás haciendo?

—Necesitas entrar en calor.

—No necesito nada, Justin. Estoy bien —le aseguro, pero sus dedos siguen clavados en mis brazos. Impulsándome a estrellarme contra su pecho desnudo.

—No luces como alguien que está bien. Estás toda... —Me mira unos instantes, y sus ojos se resbalan a mi pecho. Puedo sentir a la piel de mis pezones erizándose, volviéndose protuberancias visibles a través de la delgada tela transparentosa por la lluvia—, mojada.

Oh... Dios.

—Yo...

Las palabras quedan atrapadas en mi garganta cuando un escalofrío me hace perder el equilibrio.

Escucho el suspiro áspero que sale de la boca de Justin, para luego tirarme entre sus brazos. Inmediatamente, el calor de su cuerpo me envuelve como una manta cálida, y se siente jodidamente bien estar más tibia ahora. Su olor vuela directo a mi nariz, y casi me hallo jadeando. Una de sus manos ahueca mi cintura, y sus otros dedos se deslizan en vaivén desde mi cabeza hasta mi espalda.

Permanecemos un rato largo de ese modo, casi como si estuviésemos compartiendo un íntimo abrazo. Tengo la cara aplastando su pecho, y sus manos siguen moviéndose contra mi cabello húmedo.

Hasta que le oigo hablar.

—Deberías quitarte esa ropa —dice.

Abro mucho los ojos e intento despegarme, pero sus brazos me mantienen firme entre ellos.

—¿Y quedar en bragas bajo la lluvia? —pregunto, sintiendo a mi corazón retomar el pedaleo.

Una risita ronca envía ondas calientes por mi cuerpo.

—Pues... no sería mala idea.

—No lo creo, Justin.

—Es que estás muy mojada. Te puede hacer mal.

Me despego de su pecho para evaluar su rostro. Sus ojos grises me escudriñan, y noto que tiene el ceño ligeramente pronunciado.

Me esfuerzo en respirar, y liberarme de sus brazos.

—¿Y qué me pongo mientras tanto? —inquiero, deslizando una mano por el cuello húmedo de mi camisa de pijama. Odio saber que tiene razón. Mi ropa está para ser exprimida.

Justin señala su camiseta con el mentón.

—Puedes usarla mientras tanto.

Trago con más fuerza que antes. Casi puedo sentir al cúmulo de saliva con agujas enterradas rasgándome el paladar.

Solo me limito a asentir.

—Date la vuelta —le pido.

Una sonrisa socarrona sombrea sus labios.

—¿Tienes vergüenza conmigo, nerd? —Odio el modo en el que pronuncia ese ridículo apodo.

Y la respuesta a su pregunta es ‹‹Si››.

Pero no le daré el gusto.

—No. Solo no quiero que estés mirando donde no debes.

—¿Y dónde se supone que debo mirar, nerd? —¡Ya basta con el apodo!

—Aquí. —Señalo mis ojos.

Justin asiente, sin dejar de ladear los labios.

—Vale. Puedo hacerlo.

—¿Qué cosa, exactamente? —pregunto, algo confundida por el modo en el que me ve.

—Puedo mirarte justo a los ojos mientras te quitas la ropa.

Una risotada se ahoga en mi garganta, y emerge sonando como un jadeo.

Siento a mi rostro enrojecerse.

Suelto una risita nerviosa mientras niego.

—No lo harás.

—¿Por qué no? —Justin se masajea la mandíbula, e inclina la cabeza. Ha recargado las caderas del alfeizar, y su pecho desnudo brilla en medio de la oscuridad que nos rodea. Se ve tan absurdamente sensual que apenas consigo asimilarlo—. ¿No me crees capaz de controlar mi instinto?

—¿Tu instinto es mirar chicas guapas mientras se desnudan?

—Mi instinto es mirarte a ti mientras te desnudas —repone con una seguridad implacable.

¿Cómo mierda puede una oración arrebatarme la respiración de este modo?

Trato de ocultar mi afectación.

—No digas esas cosas.

—¿Por? —Su mirada me presiona, y el aliento queda atorado en mi garganta.

—Solo cúbrete los ojos.

Justin suelta una risita, pero acaba accediendo a mis súplicas de subordinación.

Lleva sus palmas a sus ojos, y yo me tomo un instante para mirarlo. Mis ojos van de sus labios, removiendo mis recuerdos y las sensaciones que me producen, bajo por su cuello, observando el ligero vestigio de lo que hicimos en mi habitación hace varias noches, y termino mi recorrido contorneando sus pectorales levemente marcados y su abdomen. Una avalancha de calor me atraviesa entera cuando mis ojos caen sobre las líneas que comienzan a la altura de sus caderas y se difuminan hasta perderse dentro de sus vaqueros oscuros.

Su voz me hace dar un respingo.

—¿Ya terminaste?

Sacudo la cabeza, pero luego recuerdo que tiene los ojos tapados.

—No, no. Ya casi.

—No has movido un solo músculo, nerd —dice con burla.

—Claro que sí.

—Aja —balbucea—. Entonces, ¿puedo abrir los ojos?

Me apresuro en quitarme la camisa del pijama y luego dejar caer mis pantaloncillos empapados al suelo. Solo llevo una braguita debajo, y me siento realmente idiota por salir así de la habitación.

Por no ver la aplicación del clima.

Por no mirar al cielo enfurecido.

Por meterme en este puto campanario.

Y por estar desnudándome frente a Justin justo ahora.

Nada de esto estaba entre mis planes del día.

Me pongo su camiseta, y noto que me cubre hasta un poco más arriba de los muslos. No es suficiente para cubrirme del frío, así que también me pongo su chaqueta encima.

—Ya puedes abrirlos —le indico, apilando mi ropa a un lado con la esperanza de que seque pronto.

Justin abre los ojos, y parpadea un par de veces. Sus ojos se hunden en mis ojos, y luego se pasean por mi cuerpo, detallando cada centímetro de su camisa negra.

Me remuevo algo incomoda, y mordisqueo mi labio sin darme cuenta.

—¿Por qué estabas aquí? —le pregunto porque me intriga. Y también porque quiero que deje de mirarme con esos ojos grises.

—No podía dormir —masculla. Su voz es un poco más profunda, se aclara la garganta al darse cuenta—. Pero, ¿qué hay de ti?

—Tampoco podía dormir.

—¿Por qué? —insiste en saber.

Temo en ofrecer mi respuesta más sincera.

Cuando Labrine murió, fui el cachorrito perdido del instituto durante un mes entero. Todos me obsequiaban esa mirada de lástima que tanto aborrecía. Murmuraban lamentos al pasar por sus lados.

Pero nunca respondí a ninguno de sus mensajes solidarios.

Nunca encontré las palabras, porque en el fondo de mí, sabía que si las recibía, se sentiría real.

Meneo la cabeza, y avanzo hasta el alfeizar. La lluvia sigue cayendo a raudales fuera, y truenos siguen rugiendo en medio de la tempestad.

—Estaba pensando en Labrine —suelto entonces, arrepintiéndome al instante, pero sin poder dar marcha atrás.

—¿Tu hermana...?

—Sí. Mi hermana.

Justin se pone de lado, y puedo sentir a sus ojos agujerándome la cara.

—Está bien hablar de eso, Lot. A veces cargar tanto peso termina aplastándote.

No lo miro cuando hablo. Mis ojos vuelven a llenarse de vidrios.

—La echo de menos, Justin. Cada maldito segundo de mi existencia pienso en ella. Pienso en la vida que tendría. Pienso en los sueños que tenía. Pienso en esa noche... y pienso en sí de verdad había sido un acto de egoísmo o sí era algo que creyó correcto. —Un sollozo brota de mis labios, y dejo a las lágrimas correr por mis mejillas—. Ella sufría tanto, y nunca nadie lo vio. Nunca nadie lo notó. Cargaba tanto dentro de sí, que se ahogaba en medio de un mar de pensamientos. ¿Fue egoísta? ¿Tuvo razón? ¿Por qué permitió que la encontrase? ¿Por qué tuve que haber sido yo? 

Lágrimas calientes resbalan por mis mejillas. Arden. Pero no puedo contenerlas.

Nada duele más que perder a la persona que amas.

Pero no perderla en vida.

Perderla más allá de la vida. Cuando, de repente, te das cuenta que hagas lo que hagas, intentes lo que intentes, nunca podrás recuperarla.

Nunca podrás traerla de regreso.

Justin permanece silencioso. Mi mirada fragmentada sigue observando a la distancia, mientras gruesas gotas de lluvia resbalan sobre las hojas de los árboles, se deslizan hasta el final hasta caer. Pronto, siento a sus brazos atrapándome.

Me consuela con su silencio, con su calor, con su cercanía.

Y a veces, ese tipo de consuelo es mucho más poderoso que cualquier palabra que pueda abandonar su boca.

—Me pregunto si no me amaba lo suficiente. Si no nos amaba lo suficiente. ¿Por qué causarnos este dolor? ¿Por qué abandonarnos así? —prosigo. Mis labios tiemblan mientras escupo las palabras. El pecho se me aprieta dolorosamente.

Justin acuna mi cabeza entre sus brazos.

—Nunca conocí a Labrine. Pero puedo jurarte que sí te amaba.

—¿Y por qué se fue?

—Porque... —Justin hace una pausa en la que el movimiento de sus dedos se ralentiza—, a veces pensamos que alejarnos de las personas que amamos las hará más felices que si estuviésemos en sus vidas. No se trata de ser egoístas. No se trata de abandonar sin razón. Se trata de decisiones en base a la felicidad de otras personas.

Me froto la nariz con la mano, y un sollozo quebradizo resuena en la parte posterior de mi garganta.

—¿Has perdido a alguien alguna vez? —le pregunto, inclinando la cabeza para encontrar sus ojos. Están entrecerrados, al igual que su boca. Una expresión tan genuina y atiborrada de sentimientos profundos se expone en su cara.

Él no me observa de regreso. Se encuentra contemplando la lluvia.

—Todos hemos perdido a alguien alguna vez.

—¿A quién perdiste?

Justin menea la cabeza, y regresa su mirada a mí. Sus ojos grisáceos se han tornado más claros ahora. Como si pudiese revelarme un poco de su dolor, de su esencia... de lo que resguarda dentro de sí mismo.

Una lucha.

—No importa a quién perdemos. Realmente, lo que importa es cómo lo afrontamos. Cómo seguimos a pesar del dolor. Cómo resurgimos de ese hoyo. Porque... aunque es arduo, siempre hay una manera de avanzar.

—¿Y si no sé cuál es?

Una sonrisa triste se asoma en su comisura.

—Sigues luchando hasta encontrarla. —Me mira entonces, y sus dedos se dedican a dibujar formas imaginarias en mis mejillas. Enjuaga un par de lágrimas, y yo me pierdo dentro de su mirada. Estamos tan cerca, apenas a centímetros de distancia, con la respiración profunda y el corazón latiéndome con histeria.

Me humedezco los labios, y me doy cuenta que mis manos están aferrándose a su torso desnudo. El calor que se desprende de su piel aplaca cualquier ventisca. Me llena. Me envuelve. Me arropa en su esencia.

Y juro que, hasta ahora, nunca antes me había sentido más unida a alguien.

Más conectada.

Como si, de pronto, hubiésemos estado una vida entera juntos.

—Justin...

—¿Sí? —Sus movimientos se hacen cada vez más lentos. Mantiene la mirada suspendida en la mía.

—Gracias por estar aquí.

Una sonrisa atraviesa sus labios. Puedo ver el lento movimiento de su nuez de Adán deslizándose en su garganta. Sus dedos paran de dibujar.

—Gracias a ti por no rendirte, nerd. 

🦋🦋🦋

N/A: ¡Capítulo emotivo! AHHH♡ Antes que nada quiero disculparme por mi demora en subir cap, pero he estado con la cabeza atareada por volver a entrar a la Facu (Estudio medicina por si no saben😝🥲) y pues eso me había tenido ocupada y corta de inspiración.

Sin embargo aquí está,  espero poder subir dos caps más antes de que la semana termine♡

HORA DE INTERACTUARRRR

¿Les gustó el cap?

¿NO ES JUSTIN UN AMOR?

Nos leemos el siguiente cap♡ No se olviden comentar, votar, dejar sus corazones ♥ por Justin y Lot aquí 👇

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