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By GhostPepper-

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๐‘๐„๐ˆ๐†๐ | โ Hemos perdido tanta gente el aรฑo pasado que el dolor es indescriptible. Pero no imaginamos, q... More

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XXIV

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By GhostPepper-

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Cuando el descanso había sido suficiente. Se levantaron para poder vestirse. Prefirieron apoyarse el uno al otro, sobretodo a Lauren que llevaría siempre aquellas prendas difíciles de poner.

     Fue divertido verlo ajustar un corsé. Tenía fuerza. Todo habia salido bien.

[•••]

    Se puso un vestido amarillo de encajes y listones blancos, por las mangas, el pecho y sobretodo la falda. De manga corta, que finalizaba rodeada de lindos encajes blancos.

    No usó un armazón interno debido a que no había ningún compromiso público o necesidad del mismo. De todas formas la falda debía adoptar su pomposidad de siempre, y todas las faldas internas de diferentes texturas se encargaron de aquel trabajo.

    Guardó su collar de esmeralda, sentía que era muy valioso para usarlo todos los días, además le gustaba mantenerlo en su elegante y pequeña caja. Conservarlo ahí, usarlo siempre para lo más especial.

    Reemplazó su hermoso collar por su reloj de mano, que colocó al rededor de su cuello, como lo había usado siempre, desde que había tenido once años.

     No se puso guantes, ni joyas, todo estaba muy sencillo, y el vestido ya era lo suficientemente lindo sin ninguna otra extravagancia a pesar de la simpleza que para mucha gente noble eso podía parecer.

    Se hizo una trenza francesa ordenada y ajustada, sin un cabello saliéndose de lugar, con el flequillo en un gran rulero. Para darle forma deseada, a pesar de que el cabello de Lauren era ya ondulado.

    Su espeso cabello permitió que la trenza resalte y termine de manera linda y formal, que debía atar en un moño con un listón blanco a juego con la combinación del vestido.

    No fue tan difícil, valía la pena, siempre se sentía tan bonita desde que tenía esa tan ansiada libertad. Que ya tenía, de esa versión de ella, esa imagen que parecía que siempre la había estado esperando. Que siempre le había pertenecido. Que siempre había estado destinado.

[•••]

    Thomas estaba listo desde antes que ella, obviamente le demoraba menos estar listo.

    Y la esperaba pacientemente.

     El tenía uno de los tantos elegantes trajes azules que usaba. Una camisa blanca, un chaleco ceñido a su cuerpo. Y una corbata de color granate. Siempre se veía tan elegante, tan importante. El saco de su traje era hecho a medida, y claramente lo llevaba abierto para poder lucir el chaleco ceñido y sus botones dorados.

      Era uno de esos pocos días que aparecía soleado. Debían de aprovecharlo. No salir sería un gran error.

     Ir al jardín, pasear por ahí. Hacer un pequeño picnic, mirar el cielo azul. Antes de que lo nublado regrese, el frío reaparezca, o empiece a llover.

[•••]

     Pudieron hacerlo, Octavia insistió en hacerles una canasta con unos pastelillos, y algunas frutas. Para ella no había nada mejor que tenerlos en la cocina un rato. La gente seguía celebrando, por lo que sabía Octavia las tabernas en el pueblo habían estado llenas hasta la madrugada.

     Preparó su canasta con un mantel rojo y blanco de cuadros, para poder extenderlo en el suelo. Y poder sentarse encima.

     Era obviamente propio preguntar como habían amanecido todos. Si se encontraban bien, y sobretodo si hasta el momento todo estaba bien.

    Octavia respondió que si, que el desayuno estuvo bien cuando se llevaron a las habitaciones. Pero que la Reina estaba insoportable, le había hecho una total mueca de asco al desayuno. Había desperdiciado más de la mitad, porque los restos que dejó, que eran varios, los había escupido, para que ni siquiera en cocina alguien pueda aprovechar esas sobrar para comer un poco.

    Thomas murió de vergüenza y así como Lauren le pidieron perdón a Octavia. No eran responsables por la mujer, pero era inevitable no sentirse mal por como podían sentirse los demás por culpa de la inconsciencia de esa mujer, pero Octavia aclaró  que no pasaba nada, más de dos décadas trabajando hacían que esa actitud no la sorprenda, además estaba muy feliz por la pareja como para dejar su humor caer por las tonterías diarias de la Reina.

     De todas formas, Thomas no pudo evitar sentirse avergonzado por aquella anécdota a pesar del consuelo. Era su madre, pero eso jamás significaría estar ligado a sus constantes comportamientos toda su vida.

     Ya no era un niño, y si su padre siempre la protegía por reputación. Eso en algún momento. Se tenía que acabar. Si sus vidas habían cambiado, debían asegurarse que sea en un buen sentido.

[•••]

     Salieron de la cocina, rumbo al jardín. Thomas parecía algo desanimado. Por lo que había escuchado, pero no podía dejar que eso arruine los lindos planes de ese día.

    Lauren llevó la canasta, y cuando en el inmenso lugar donde estaba la casa de Bruno, habían de buscar un lugar para sentarse. Decidieron estar debajo de la sombra de un árbol.

    Bruno no estaba, lo estaban bañando, pero si regresaba antes no les molestaría invitarle un emparedado de los que también les habían dado.

   Y por otra parte Emperador era un dormilón. Se había quedado en un sillón en el tercer piso para que no lo molesten. Era un poco amargado, y era divertido también.

    Thomas extendió el mantel para que puedan sentarse, Lauren dejó la canasta a un costado del mismo y se sentaron, empezando a acomodar la comida en el medio. Los panecillos, algunas tartaletas, emparedados con la mermelada que se hacía en el castillo, un par de frutas.

   Thomas se quiso comer una naranja, Lauren tomó un panecillo de vainilla y arándanos, a la cocina siempre le salían tan bien.

    Estaban en pacífico silencio, apreciando que gracias a Dios el clima estaba bien. Que podían seguir teniendo tiempo juntos y a solas. Que ya era el día siguiente.

[•••]

      Thomas hizo un sonido para llamar la atención de Lauren, y esta al girar la cabeza para mirarlo, se lo encontró jugando con uno de los gajos de la naranja, fingiendo que el mismo era su sonrisa mientras lo tenía en la boca.

     Se rió. No se lo esperaba. Ni modo que no le vaya a dar risa, se veía gracioso. Negó divertidamente, Thomas se sacó el gajo para poder comerlo propiamente y después de eso, se dirigió a Lauren.

[•••]

     —¿Puedo preguntarte algo? —Le dijo, algo tímido al parecer.

     —¿No lo estás haciendo ya? —Bromeó  con el, para quitarle tal vez cualquier duda si podía o no. Claro que podía.

    Thomas tuvo una risa nasal y respiró para hablar. —Así sin ninguna broma ¿De verdad anoche fue bueno para ti? ¿La boda fue lo que esperabas? ¿Todo esto es como lo esperabas? —Dijo.

     —Fue y es incluso más. —Le respondió Lauren con total sinceridad. Apoyando su mano encima de él para luego tomarla y darle un beso en el dorso. El joven enrojeció.

     —Podemos adelantar ir a Doncaster si deseas. Podemos ir en tren, salen todos los días. —Ofreció.

     Lauren sonrió. —Sería lindo, pero no quiero que te atolondres con eso.

     —No es eso, sino que después de Doncaster podemos volver aquí, o ir a otro lugar, Francia ¿Sabías que ahí hay un puente donde las parejas ponen candados con sus iniciales?

    Lauren sonrió. —¿Quieres poner un candado ahí? —Thomas asintió, algo avergonzado. —Qué romántico. —Dijo Lauren, pero no se estaba burlando. No conocía lugar fuera de Inglaterra, Francia era un país que sólo estaba en su imaginación, que escuchaba de la boca de otros, que siempre había sido la ciudad del amor.

    —Después vamos a estar ocupados con el consejo. Ya sabes, por como hay que regresar al trabajo, por como soy la mano derecha de mi padre. Y como activamente tu participación es importante, para mí y para todos, aunque a gente no vaya a gustarle—Dijo y también tenía razón. —No me da vergüenza admitir que eres más inteligente que yo, eres la princesa y te tienen que escuchar. —Le dijo.

     Lauren se sintió muy halagada. Thomas ya había hablado de eso, Lauren misma ya había manifestado su gran ilusión por aquel servicio y ayuda a todos los subordinados al Reino, las cosas que se había imaginado, las cosas que aparecían en su mente como una idea organizada y una propuesta.
 
     No permitían mujeres en el consejo. Sólo la Reina y Ava, por sus cargos. Y ahora Lauren, obviamente, con bastante importancia. La mayoría era gente ya mayor, y las cosas no iban tal vez de la manera más feliz porque el Duque no estaba ahí.

     Lauren deseaba involucrarse porque deseaba hacer lo mejor. Y obstáculos no faltarían, pero no estaba sola. Podían soñar en grande. Ser la representación del sueño de los demás, y asegurar el cumplimiento de un deseo colectivo, de prosperidad y bienestar. Por el Reino que la vio nacer.

[•••]

     Disfruto mucho su tiempo con Thomas. Después de comer y guardar lo que no habían consumido, decidieron recostarse al lado del otro sobre el mantel y por ende el pasto. Tomándose de las manos, mirando al cielo, las nubes esponjosas. Las formas que las mismas podían adoptar.

[•••]

     —Esa tiene forma de delfín. —Thomas señaló una nube en particular

     —¿Por dónde? —Lauren preguntó extrañada, ella no le encontraba la forma.

     —Ahí esta su cola, su cuerpo, y su nariz. —Fue señalando.

     —Yo veo una papa. —Confesó Lauren, otra forma no le veía. En verdad.

    Thomas se echó a reír. —¿Y esa otra? —Preguntó señalando a otro lado.

    Lauren miró, se concentró. Podía funcionar con algo de imaginación, pero no lo logro, era igual o más deforme que la otra —Un huevo estrellado. —Confesó sinceramente sin poder ver otra cosa.

     Thomas volvió a reírse con ganas.

      Lauren se sentó para poder acercarse a Thomas mejor y poder darle un beso. Simplemente quería hacerlo. Podía hacerlo.

     Aun él echado y ella agachándose para poder acercarse. Thomas cerró los ojos y simplemente esperó con una sonrisa.

    Lamentablemente, antes de que el espacio se cierre entre los dos, algo los interrumpió y distrajo por completo.

[•••]

     Un grito espantosamente desgarrador, que venía de dentro del castillo. Y había sido tan fuerte que hasta Thomas y Lauren lo habían escuchado.

     Y no fue solo un grito, fueron varios, de la misma voz, por ende, de la misma persona. Gritos de dolor y un llanto desgarrador.

     Se quedaron completamente congelados y desorientados. Pero no tomó mucho tiempo, reconocer aquella voz.

    Era Karoma.

    Eso solamente los preocupó más, y a penas pudieron reaccionar se levantaron en un instante para correr dentro del castillo, no importaba que habían olvidado recoger todo, porque parecía una emergencia, algo muy grave. Se habían asustado mucho.

   Corrieron hasta los interiores del lugar, donde el eco hacia que se pueda notar el alboroto, el fuerte llanto. De la pobre Karoma.

    Lauren y Thomas se miraron, lo malo se instaló en sus mentes ¿La Reina le había hecho algo a Karoma?

    A pesar del cansancio, decidieron correr al segundo piso, se encontraron con Harumi y Dylan, pero ellos estaban igual de perdidos que Thomas y Lauren, no tenían idea de lo que estaba pasando.

    El sonido venía de la habitación del Rey, donde un tumulto de gente esperaba y gritaba en la puerta.

   Karoma seguía gritando de dolor, tenían que acercarse. Pero cuando lo hicieron, los sirvientes se dieron cuenta y crearon una barrera para los cuatro. El espanto estaba en sus rostros, les pedían que no se acerque.

    Desesperados, preguntaban que había pasado, todos hablaban al mismo tiempo, nadie se entendía ¿Qué le hizo la Reina a Karoma? Karoma solía estar en la habitación del Rey por sus deberes de organización, a caso la Reina estaba con ella ¿Había intentado atacarla? ¿Le había hecho daño?

      Podían escuchar a Karoma seguir sollozando.

      —¡Señora Karoma! Por favor salga. —Le gritaban y mucha gente entraba para poder sacarla, pero por los gritos de la mujer esta no quería salir.

     Thomas se quería abrir paso, pero con todo ese atolondramiento, nada podía hacerse. Les dijeron que el Rey al parecer estaba enfermo, que no sabían que tenía, que Karoma estaba bien. Que  todo iba a estar bien, el Rey a veces enfermaba, no era nada grave.

    Les estaban mintiendo.

[•••]

     —¡Llamen a la Reina! ¡Llamen al médico de la familia! —Gritaba una sirvienta. Mientras otro grupo se retiraba corriendo.

    A Lauren, Harumi, Dylan y Thomas les seguían interrumpiendo el paso. El príncipe pareció hartarse y encontró un camino para poder evadir a todos y entrar en la habitación. Y así como Karoma también se pareció desgarrando.

    —¡No está respirando! ¡No está respirando! —Thomas se desgarró. Su voz salió por encima de todo el mundo.  —¡Papá! ¡Papá reacciona! ¡Traigan a alguien por favor!

    No podía ser. No era cierto, era una pesadilla. Era el día siguiente a su boda, no podía suceder algo como eso, ese era un mal sueño. Ya se iba a despertar. Solo era un mal sueño.

   Se apresuró a seguir a Thomas para entrar en la habitación, se lo impidieron, pero buscó la forma. Tenía que, eso no era real, y si fuese real solo lo podía creer si veía que estaba pasando. Porque de otra forma no podía ser verdad.

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