𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1904 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
—¡No te soporto! —Le gritó Emma a su hermano mayor.
—¿Quién? —George preguntó, era el plan perfecto. Y la trampa perfecta.
—A tí pues imbecil... —Emma y iba explotar.
—... Te preguntó. —Remató George. Todo salio como quiso.
Y Emma no pudo más. Gritó de frustración en el lugar varios segundos. George se disgustó y sólo la ignoró.
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—¡Papá, George me está molestando! —Vociferó Emma después de aquello gritando hacia las afueras del ambiente donde estaban.
George pareció alarmarse un poco con eso. Eso ya era empezar a jugar sucio.
—¡ah eso no vale! Que llorona, solo te sabes quejar. —La acusó enojandose más también.
—¡Papá! —Emma gritó de nuevo, sumamente molesta.
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—¡Papá no está Emma, no grites! —La voz de Andrew se escuchó desde el piso de abajo en respuesta. Emma dio un pisotón frustrada.
—¡Ja! —George se burló de ella.
Eso solo enervo a Emma más.
—Cuando llegue le voy a decir, a él y a mi mamá. —Se cruzó de brazos amenazante. Dándole una última advertencia a su hermano.
No lo iba a asustar. Al final no lo iba a hacer.
—Ñiñiñiñiñi. —Su hermano la remedo con una mueca sin siquiera prestarle atención.
Emma se enojó mas, y empujó a su hermano para abrirse paso y salir de ahí. —¡Eres un insoportable! —Le dijo antes de irse por los pasillos. —¡Te odio!
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¿Insoportable George? Insoportable era Emma. Tonta niña engreída. Tenía que ser la menor.
Todos le daban todo, nadie le decía que no.
Pero en esa ocasión George necesitaba la sala de música para practicar una pieza de piano. Tenía qué, él había perdido una lección. No sabía que Emma la quería usar para recibir a sus amigas durante el té. Que ella se lo tome personal era muy su tema.
Sus padres ya le habían dado permiso a él para usar la sala de música. No era su culpa que Emma avise a última hora. Y además habían tantos lugares en el castillo para que haga su reunión, que no tenía por qué pelearse así con George.
Estaba acostumbrada a que le hagan caso en todo. Pero que crezca, ya iba a tener 16. Tonta niña inmadura.
¿Por qué ella era su hermana? ¿Suficiente sus papás no tenían con tres hijos ya? Desde que Emma había crecido, y a partir de sus 13 años, se había vuelto totalmente insoportable.
Ya no era la niña divertida, la que todavía le caía bien hace un tiempo.
Ahora se peleaba muy seguido con ella, sobretodo él. Porque eran los dos menores. Emma era su hermana, y la veía en todo momento del día.
Pero en verdad a veces no la podía aguantar.
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Después de un tiempo en el que se tranquilizó,Ya iba a ordenarse en aquella soledad que por fin consiguió cuando tuvo el ambiente para si solo. Los minutos lo habían tranquilizado.
Pero cuando pasaron otros más, de repente, su otro hermano apareció en la puerta del lugar. Andrew.
Y ahora qué.
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—¿Por qué siempre se pelean así? —Preguntó el joven. Tratando de razonar con su hermano. Siempre en ese papel tan responsable, tenía que ser el mayor.
George suspiró rodando los ojos. Ahí ya venía Andrew en su papel de pacificador.
—Ella empezó, y yo tengo que recuperar esta lección, es importante, ya cancele a la instructora porque chocaba con equitación y esgrima, ya me estoy organizando y ¿Justo quiere hacer su tonta reunión? ¿No escuchó que yo hable primero? —Se justificó.
Andrew tomó un respiro
—Para ser justos. Lo tuyo también surgió de último momento. Solo tuviste suerte de decirle a mamá antes que Emma hoy en la mañana. —Explicó suavemente.
—¿Y qué tiene que ver? —Lo interrumpió sin querer. —Igual tiene que respetar la decisión de nuestros padres. Suficiente engreimiento con ser la menor y la única mujer de los cuatro.
—Ella solo venía a pedir si podías reorganizar para otra hora tu recuperación. —Habló pacíficamente el joven. —Así ambos tendrían lo que quisieran, podrían usar el salón. Tú solo no la escuchaste y te enojaste.
¿Qué tonterías ya le había ido a contar Emma? Si no se quejaba con su papá se quejaba con Andrew. Tonta niña llorona.
Se hacía la linda en frente de Andrew, porque era él más atento de todos. Y porque siempre le creía, no era capaz de ver que "su linda hermanita menor" no sea la víctima.
Cuando se peleaban siempre era George a quien le hablaba, a Emma no le decía nada. De verdad a veces pensaba que Andrew tenia favoritismos.
No quería enojarse con Andrew, pero no era justo que siempre sea a él a quien lo termine "regañando"
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—¿Estas de su lado? —George se sintió ofendido y no pudo retener las palabras que querían salir de su pecho.
Vio a Andrew rodar los ojos en aburrimiento. —Sólo digo. George, que antes de llamar a alguien insoportable. Te veas bien al espejo primero tú. —Le dijo, muy tranquilo, porque así era el tono de voz de Andrew, aunque esté molesto.
George se ofendió. Pero jamás había podido responderle a alguno de los regaños de Andrew. Posiblemente, porque muy en el fondo, sabía que su hermano tenía razón. Aunque quiera enojarse y decir que eran injustos con él. Algo en el sabía que era solo su forma de negar que Andrew tenía razón.
Pero externamente, con palabras, no podría aceptarlo en voz alta. Era muy orgulloso para esas cosas en un momento de enojo.
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Pero George no era mal muchacho. Tan pronto como sus humores y remolinos calmaron en su cabeza. Se empezó a dar cuenta.
Que posiblemente no había reaccionado de la mejor manera. Ni con Emma ni con Andrew.
Siempre creía que él tenía la razón, y le costaba admitir que no. Pero generalmente al darse cuenta, ya había cometido el error.
Y no le quedaba de otra que pedir perdón.
Y eso también le costaba un montón. Más incluso de lo que les costaba a sus hermanos. A sus padres o a cualquier persona.
Ese momento de enojo le había costado pelear con su hermana, y tratar mal a Andrew sin querer.
Y su hermano tenía razón, si George conocía a una persona igual a él. No le iba a tener mucha paciencia.
Seguía enojado, no podía evitarlo. Bastante menos que cuando discutió acalorado, eso sí.
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Pero Emma era su hermana, su hermana menor.
Los hermanos pelean, a cada segundo. Sino la familia no es familia. Pero esas peleas no podían distanciarlos por siempre. Más si era por algo tonto.
Como coincidir en el Salón de Música, George sí podía recuperar la lección otro día, pero solamente por dar la contra y hacer valer su posición se había peleado con su hermana.
Ella vino a hablarle de manera amable, en esa propuesta del cambio de horarios. Pero simplemente George fue tan terco, que se molestó con ella, porque de cierta manera estaba harto de que Emma consiguiese todo lo que quisiese cuando lo quisiese y como lo quisiese.
Además, últimamente tan bien no se habían estado llevando. Posiblemente eso influyó bastante en su discusión.
Pero a pesar de lo difícil que era para George aceptar que no tenía la razón a veces, tenía que tomar fuerzas para poder pedir perdón.
Porque sabía que era lo correcto, a pesar de que su orgullo y propia vanidad, vayan a salir heridos. No siempre lo correcto se sentía bien.
Pensándolo desde fuera sin tomar ninguna parte. Los dos tenían razón desde sus puntos de vista, y también los dos se habían equivocado. No se comunicaron bien. George se puso a la defensiva y Emma se defendió, se entendieron una cosa por otra, George empezó a burlarse como su forma de responderle a su hermana y ofenderña, y Emma utilizó sus berrinches para que George pare. Ninguno estaba en lo correcto en ese punto. Pero creían estarlo.
Por eso se habían terminado peleando.
George era muy orgulloso, Emma era muy berrinchuda. Nadie quedaba libre de ningún defecto.
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Con flojera, y en contra de su orgullo. Pero con el raciocinio suficiente para saber que aunque no le guste, tenía que hacer lo correcto. Fue a pedirle perdón a su hermana. Seguro estaba en su habitación. Abrazando esa muñeca de trapo que le regaló la abuela Karoma cuando ella tenia 5.
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Llegó arrastrando los pies y refunfuñando. La puerta andaba cerrada. Tuvo que animarse a sí mismo para tocarla sin que se escuche como si estuviera tan desanimado.
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—¡Sí, Quién es! ¡Qué quiere!—Dijo una voz femenina desde adentro. Pero no era Emma, era Sophie, la única hija de la tía Frizzy, pero Sophie no era su prima, porque la tía Frizzy no era su tía sanguínea.
Bueno, se entendía.
No había que desviarse. En Sophie podía pensar después.
Pero de seguro la misma había ido junto a Emma consolandola o algo por el estilo. Por algo estaba en la habitación de su hermana, Sophie tenía la edad de Emma. Aunque unos meses mayor si es que no se equivocaba.
Era la mejor amiga de su hermana. Bueno, la suya también, ni que lo fuera a negar. Los tres no se diferenciaban mucho en edad. Siempre habían estado juntos.
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—Soy solo yo. —George habló fuerte para que lo escuchen a través de la puerta.
Hubo silencio desde dentro de la habitación.
—Vete George. —Se escuchó desde dentro después de poco. Esa si era Emma.
George resopló. —Emma... —buscó palabras. Unas que sirvan.
—No me molestes. Ya tienes lo que quieres ¿Que más? —Emma le dijo desde su habitación. —¿Qué se te ofrece? ¿Un vaso de agua? Baboso.
George evitó enojarse. —Emma. —Insistió. —Andrew me habló. Y bueno. —Se quedó en blanco varios segundos. —Ya perdón. —Dijo, era obvio que no sabía cómo hacerlo de manera propia, disculparse no era lo suyo, pero esperaba funcione.
La puerta se abrió, pero no era Emma, era Sophie. La misma se acercó a hablarle seriamente
—Hace un rato estaba llorando. Háblale bonito, que me vengas con tus bromas. George te estoy avisando. —Sophie le susurró lo suficientemente bajo.
George asintió, prometiendo así que no venía a fastidiar.
Sophie lo hizo pasar.
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Emma estaba en su cama, recostada con los brazos cruzados. Su muñeca de trapo estaba en su almohada.
Sintió que lo empujaron un poco. Era Sophie obviamente.
Emma le evitaba la mirada, y traía los ojos algo llorosos.
Se comunicó con Sophie mediante señas y miradas. Como pidiéndole ayuda sobre qué decir o algo así. Pero Sophie solo lo siguió incentivando, no quería meterse, porque si lo hacía no seria lo mismo, George le iba a pedir hablar por el a pesar de estar en la misma habitación, y para estar de mensajera Sophie no estaba.
George podía, no podía ser tan difícil. El había tomado la iniciativa de solucionar el pequeño conflicto, así que claro que lo iba a lograr.
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—Oye, perdón pues. —George habló por fin.
Sophie se llevó una palma a la frente medio frustrada, Emma siguió sin querer ver a los ojos a su hermano.
Hubo silencio unos segundos.
—Ñiñiñiñiñiñi. —Emma lo remedó esta vez con otra mueca.
Bueno, se lo merecía tal vez.
Volvió a mirar a Sophie, esta solo le hizo la seña de que continúe.
Eran hermanos, se iban a terminar entendiendo. Le dio una palmadita. Y George pudo dejar su orgullo un poco más.
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— Oye ya. —George se acercó a su hermana, se sentó a su lado moviendo la muñeca para no sentarse encima y golpeó el hombro de su hermana amistosamente. —No reniegues.
Hubo silencio. Algo incómodo.
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—Me caes muy mal. —Emma le dijo a su hermano después de varios segundos.
George se sintió un poco más tranquilo. —Tú a mí pero eres mi hermana, ni modo. —Le devolvió la respuesta.
Emma se rió un poco. —Puedes practicar sin problema, puedo tener la reunión en otro lado más bonito del castillo. —Dijo Emma, ella también se estaba disculpando, a su manera, pero era una disculpa de todas formas.
Bueno, ya estaba solucionado.
Ellos se entendían.
Las peleas en familia siempre sucedían, podían durar semanas, días e incluso solamente horas o menos, como en esos momentos.
Emma era su hermana, siempre iba a ser su hermana. No era su primera y definitivamente no iba a ser la última.
Eran adolescentes. Los adolescentes pasan por cambios emocionales difíciles, y pasarlos junto a gente de su edad, sobretodo cuando se tiene hermanos, no puede ser de color de rosas todo el tiempo.
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—Aw ¡Vamos dense un abrazo de hermanitos! —Sophie dijo de repente.
—No, iugh. —Emma y George hablaron al mismo tiempo con exactamente la misma expresión de disgusto.
Sophie no pudo evitar reírse al final. —Bueno lo intenté. —Dijo, haciendo reír a Emma y a George de nuevo.