Inestabilidad ⨾ Connor

By windsofwinter_

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Detroit, distrito de Michigan, Estados Unidos. Año 2038. Los casos de divergencia se propagaban sobre los and... More

0; Protagonistas.
Volumen I; Detroit: Become Human
Prólogo; RK800.
I; Carlos Ortiz.
II; Interrogatorio.
III; Confrontamiento.
IV; Charla.
V; R.T.
VI; La Ruleta Rusa.
VII; El Club Edén.
VIII; No Estás Solo.
IX; La Torre Stratford.
X; Ebria.
XI; El Test De Kamski.
XII; Estáis Fuera.
XIV; Cuerpo A Cuerpo.
XV; Si Tú Vas, Yo También.
XVI; La Torre CyberLife.
XVII; La Libertad.
XVIII; Divergente.
XIX; Completamente Vivo.
XX - Epílogo; Sentir Y Adaptarse.
0; Protagonistas II.
Volumen II; Detroit: Become Lover.
Avance Parte II; Consecuencias.
I; Quiero Sentir, Al Igual Que Tú.
II; VB800.
III; Contactos.
IV; Cicatrices Del Corazón.
V; La Gente No Cambia.
VI; Tortura Sentimental.

XIII; Plantearse Dudas.

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By windsofwinter_

9 de noviembre, 2038. Barco abandonado, Jericho. 21:44 p.m.

Connor;

El androide tenía una misión y, a pesar de todo lo que habíais pasado juntos, iba a cumplirla.

Estaba apoyado, escondido detrás de un muro, cuando pudo ver a North salir de la sala de mandos, vio la oportunidad para poder entrar e ir a por Markus.

Detener al líder de los divergentes, ese era su objetivo. Eso es lo que le habían mandado, lo habían programado para ello, y lo cumpliría.

Se acercó a la sala con una pistola que te había cogido del cajón donde guardabas aquella ropa que le habías dejado, en el de la ropa interior. No lo sabías, quizá nunca lo descubrirás a no ser que te lo dijera. Tenías pistolas escondidas en casi todos los cajones de tu casa, eras demasiado precavida, sobretodo después de tu divorcio.

Entró con sigilo a la sala, pillando a Markus por sorpresa, y sólo.

— Me han ordenado que te lleve con vida, pero no dudaré en dispararte si me obligas a ello. — Habló mientras Markus se giraba a encararlo.

La pistola que te había cogido apuntaba hacia Markus mientras era sujetada por él.

— ¿Qué estás haciendo? — El líder se acercaba con cautela hacia él. — Eres uno de nosotros... No puedes traicionar a tu gente. — La voz del divergente era convincente, digna de un líder dispuesto a hacer cualquier cosa por su pueblo.

— Te vienes conmigo. — Parecía no querer escuchar ninguna de sus palabras.

— No eres nada para ellos, solo una herramienta que les hace el trabajo sucio. — Si estuvieras allí hubieras coincidido con las palabras de Markus. — Pero tú eres más. Todos somos más que eso. — La cara de Connor cambió ligeramente, mientras reflexionaba sobre sus palabras. — Nuestra causa es justa. Y somos más de los que ellos cuentan. — Seguía acercándose poco a poco, paso a paso. — Solo queremos vivir en libertad.

Connor no dijo una sola palabra más. Su cara reflejaba todas las dudas posibles que podía hacerse. Aunque no fueran las primeras dudas que abordaban su mente, las primera fueron de sus sentimientos hacia tí.

— ¿Es que jamás te asalta una duda? ¿Jamás has hecho algo irracional, como si hubiera algo dentro de tí? ¿Algo más que tu programa? — Markus seguía acercándose con cuidado a Connor, aunque este último ya no tenía intenciones de dispararle. — ¿Nunca te has preguntado quién eres de verdad? ¿Nunca has sentido nada por nadie? ¿Amor, quizá? — Las manos de Connor temblaron ligeramente, aún con la pistola entre sus manos. Su LED brillaba en amarillo, pero no podía hacerse notar por culpa del gorro que le habías dejado. — ¿Eres una máquina que ejecuta un programa o... un ser vivo, capaz de razonar? Capaz de sentir, capaz de querer.

Markus se acercó finalmente a Connor, quedando a escasos metros. El de tez oscura alargó su brazo para poder conectarlo con el de Connor. Este último no se quejó, no se apartó; simplemente, dejó que lo hiciera.

El divergente pudo acceder a los recuerdos más importantes que Connor llegó a almacenar en su infinita memoria.

*

Pasó por tu lado y no pudo evitar frenar, justo enfrente de tí. Tú, que seguías tirada en el suelo, agarraste, tras segundos de salir de tu trance, la mano que te estaba brindando ayuda para poder levantarte.

Te alzaste con su ayuda. Ambos os mirasteis a los ojos, y en aquel momento pudiste ver como su LED fallaba, mientras se tornaba amarillo.

Segundos después, los cuales parecieron eternos mientras os fundiais en los ojos del otro, él retiro su mano delicadamente. Volviendo por dónde había venido.

---

— He venido para terminar de revisar la casa. — Te hiciste a un lado, dejándole paso a lo que estabas fotografiando.

— Adelante. — Mientras él revisaba la estatuilla, la cual parecía una ofrenda, tú revisabas las fotos que habías hecho. Perfectas para el informe.

— También he venido a buscarla. — Dejaste de mirar las fotos para fijar la vista en su espalda, pues seguía agachado analizando la ducha. — Tengo que informarla a usted y al teniente de lo que he descubierto.

Asentiste en cuanto lo viste levantarse para mirarte a la cara. Carraspeaste la garganta al poco tiempo.

---

— ¡Te lo he advertido, cabronazo! — Gavin apuntó con su pistola a Connor, sin ningún tipo de remordimiento.

— ¡Ya está bien!

— No te metas en esto, Hank.

— Hazle puto caso. Ha dicho que ya está bien. — Hablaste por fin, apuntando con tu pistola la cabeza de Gavin. Justo como él estaba haciendo con Connor.

— Joder. — Su mano tembló antes de bajar el arma. — No os saldréis con la vuestra. — Dijo mientras os señalaba.

---

Ambos estabais hablando con tranquilidad, como si se tratara de una pareja o viejos amigos. Tú estabas levemente apoyada en el coche todavía, y Connor había girado levemente su cuerpo para poder hablar mejor contigo.

— ¿Me está preguntando si alguna vez me ha ofendido algún comentario? — Asentiste. — No que yo sepa, subteniente.

Sonreíste con ironía.

— Claro, no me esperaba otra respuesta. — Volviste a sonreír, mirándolo a los ojos esta vez.

— No tengo ni idea. — Dijo Hank finalmente, contestando a la pregunta que le había hecho el agente. Respondió tarde, pero era porque os estaba observando antes a vosotros, se fijo en tí, sonriendo mientras hablabas con Connor. Por eso tardó en responder a la pregunta, porque estaba asimilando el hecho de que Connor te atraía. — No sé qué voy a hacer con esos dos.

---

— Bueno, sí. — Rectificó. — Ehm... ¿Por qué te hicieron con esa pinta de imbécil y con esa forma de hablar?

— Oye, yo creo que su voz es bonita. Y su aspecto... no está nada mal. — Soltaste, a penas sin pensar.

Hank te miró con desconcierto, al igual que el androide.

— ¿Qué? No miento. Es la verdad. — Sentiste que tus mejillas se tornaban levemente rojas. — Quiero decir, su aspecto y características son bastante acertadas, a mi parecer, claro...

El LED de Connor se tornó amarillo de nuevo, y de nuevo te surgieron las ganas de preguntar. Pero el androide contestó a la pregunta de tu tío.

— En CyberLife nos diseñan para trabajar en armonía con los humanos. Mi forma de hablar y mi aspecto se diseñaron con el fin de facilitar mi integración.

— Pues la cargaron. — Tu tío y sus opiniones.

— No le hagas caso, lo hicieron bien. — A esas alturas querías pegarte un golpe en la boca, debías callarte de una vez, si querías que tu tío dejara de analizarte con la mirada. En esos momentos parecía él el robot.

---

— ¿Me permite? — Preguntó mientras señalaba la herida de tu cuello. Asentiste y alzaste un poco el cuello, dejándole el libre albedrío sobre él.

Ahora curaba tu cuello, aquella herida no era tan profunda. A penas dolía, a penas la notabas. Podría haberla dejado pasar, pero no lo hizo.

---

El androide agarró tu mano cuando vio que te dirigías a tu vehículo particular, evitando ir en el coche con tu tío.

— Por favor, sigue siendo peligroso. — Lo miraste con un tono ligero de sorpresa. — Siéntese conmigo delante y deje a su tío sentarse detrás, si así lo prefiere. — Te reclamó, con tal de que no fueras en moto aquella tarde-noche.

— Connor... — Lo miraste a los ojos. Su mano seguía agarrada de tu antebrazo. — Joder, está bien. — Acabaste aceptando. No sabes cómo, pero no podías decirle que no, aunque lo estuvieras intentando con todas tus fuerzas.

---

Antes de que pudieras alejarte por completo, Connor estaba agarrando tu brazo con su mano. Eso ya empezaba a parecer una costumbre.

Os mirasteis a los ojos, tú, completamente perdida en su mirada, y él, bastante decidido a hacer una acción completamente inesperada.

Tiró levemente de tu muñeca y acercó tu cuerpo al suyo.

Un abrazo os unía ahora. Viniendo de Connor, te parecía el acto más dulce del mundo.

Tu cabeza descansaba en su pecho, mientras que su brazo todavía agarraba el tuyo. Su otra mano la apoyó levemente en tu cabeza, apoyando su mentón en ella también.

---

Sacó rápidamente su arma y apuntó hacia la frente de Connor.

— Pero ¿te da miedo morir, Connor? — Preguntó mientras mantenía la pistola cerca de su cabeza. — ¿Te da miedo no volver a ver a Enith? — Su LED parpadeó con un color amarillo al oír tu nombre, pero rápidamente se controló.

— No debería hacerlo, teniente. — Intentó sonar razonable, pasando totalmente de contestar a la segunda pregunta, pero no era necesario; su LED había contestado por él. — Destruirme en este punto afectaría a la investigación y tendría consecuencias negativas para su situación.

---

Con los brazos extendidos levemente, y a pasos lentos, llegaste hasta él. Os mirasteis directamente a los ojos, procurando decir todo lo que no podías con las palabras. Tu cara tenía un leve puchero dibujada en ella, el labio inferior protegía al superior, aguantando las lágrimas que no sabías por qué amenazaban por salir, o tal vez sí lo sabías. Aceptarlo era otra cosa.

Tus brazos seguían extendidos, pero los elevaste con cautela hasta su cara. Agarraste su rostro con tus manos, las cuales temblaban levemente. Connor te miró y pudiste notar el miedo que decía que había sentido al ver morir al divergente momentos antes.

El androide posó una de sus manos sobre la tuya, acariciándola. Sin pensarlo un segundo soltaste su cara y lo rodeaste con tus brazos.

No era como el otro abrazo que os disteis días atrás; este mostraba algo distinto.

El androide seguía apoyado en el respiradero, parecía tener miedo de caer si esa cosa no sostenía su peso. A los pocos segundos, elevó sus brazos a tu espalda, reposando sus manos en tu cabeza. Parecía un acto de protección. Y su rostro descansaba sobre tu cabeza, dejándolo girado hacia un lado.

---

El androide no tenía mucha idea de qué serías capaz de hacer en aquel momento pero, simplemente, tiraste de su brazo hasta hacer que cayera en la cama, tumbándose a un lado tuyo, con la espada apoyada en el cabezal de la cama.

El alcohol actuaba por tí y, por esa misma razón, cogiste la fuerza que no sabías que tenías en aquel momento, y te sentase a horcajadas sobre él.

Lo mirabas con los ojos casi cerrados por el sueño que tenías a esas horas. Tus mejillas seguían de color carmesí leve, y tus manos viajaron hasta su rostro de nuevo, como hacía varias horas. Connor tenía sus brazos a cada lado de su cuerpo, parecía que tenía miedo de tocarte, sobretodo en aquel momento en el que no eras tú del todo.

Puede que fueran varios los minutos en los que os estuvisteis mirando a los ojos. O quizá fue más tiempo, o puede que menos. El relativo tiempo tampoco podía medirse en aquellas circunstancias.

Otro pequeño puchero se dibujó en tus labios antes de que te lanzaras hacia su cara, haciendo sus labios prisioneros de los tuyos. Al principio Connor no se movió ni un milímetro, se centró en abrir sus ojos de sorpresa ante tu repentino acto.

Tus labios se movían ligeramente, incitando a los suyos a hacer lo mismo. Si hubieras estado sobria te habrías rendido a esas alturas, pero el alcohol estaba actuando por tí en esos momentos. Connor, quién parecía que no iba a actuar, empezó a mover sus labios también, quizá con más torpeza y lentitud que tú, pues ya estabas experimentada.

Parecía que vuestros labios jugaban con calma. Y, quizá en una acción no planeada, las manos de Connor subieron hasta tus caderas, dejando una a cada lado. No estaba seguro si es lo que debía hacer, pero lo hizo de todas maneras.

Su LED brillaba en un intenso color amarillo esta vez. Parecía estar nervioso si hubiéramos estado hablando de un humano, o de un divergente, mínimamente.

Tras varios segundos tus pulmones reclamaban aire, así que te separaste con cuidado, mientras tus manos abandonaron su rostro para poder descansar en su pecho. Connor estaba algo confuso pues no entendía que necesitabas respirar con necesidad elevada en un momento así.

Vuestra postura no cambió; seguías sentada a horcajadas sobre él, mientras su espalda estaba reposada en el cabezal de la cama. Tus manos seguían descansando sobre su pecho, mientras que las suyas seguían apoyadas en tus caderas. Y vuestra mirada seguía conectada, mientras que su LED brillaba intensamente, haciéndose notar más aún por la escasa luz, pues solo entraba una pequeña cantidad por la cocina ya que la puerta de la habitación estaba abierta.

Tu respiración era agitada, por el beso, por la bebida o por los nervios que tenías a pesar de no ser plenamente consciente de lo que hacías. Qué más daba en aquel momento.

Sonreíste levemente, mientras te bajabas de encima suyo. Y, por mucho que te doliera, el sueño te estaba ganando en esos momentos. Te tumbaste a su lado sin decir una sola palabra, apoyando tu cabeza en su pecho y rodeando su cuerpo con uno de tus brazos.

Él, todavía confuso por tus repentinas acciones, puso uno de sus brazos sobre el tuyo, agarrándolo con ternura, mientras que el otro lo reposó en tu espalda baja.

Vio como cerrabas lentamente los ojos, con una pequeña sonrisa todavía dibujada en tus oscuros labios. Y él, quizá para parecer más humano o para disfrutar tal vez más de aquel momento, cerró los ojos, sin su LED dejando de brillar en su particular color amarillo.

---

— Lo hará..., Enith. — Apretó tus manos ligeramente. En un acto inesperado, acercó su boca a tu frente, dejando un beso suave en ella.

Cerraste los ojos mientras hacía eso, disfrutando plenamente del momento. A los pocos segundos alejó sus labios de tu piel, para poder mirarte directamente a los ojos.

No hablasteis ni una sola palabra más ninguno de los dos. Simplemente se dedicó a dejar una pequeña caricia en tu mano derecha, para después, soltar ambas.

*

¿Te has enamorado... de una humana? — Habló Markus tras haber accedido a sus recuerdos.

Connor seguía apuntando al divergente con la pistola. Su mirada se había suavizado, presentando mil dudas que Markus podía notar con tan solo mirarlo.

El androide parecía luchar contra sí mismo, contra su programa, contra algo superior a él, para poder frenar su misión. Pero eso no le impidió luchar contra su interior, contra su propia meta, contra su obligación.

La cara de Connor se suavizó del todo, bajando el arma por fin contra Markus. Parecía perdido, pero libre, al fin.

— Es la única que no me trató mal. — Empezó a hablar después de todo ese tiempo. — Me ha tratado como a un humano, como a su igual. — Su voz sonaba como en un hilo, suave y débil. — N-no... no quiero que le pase nada...

Antes de que Connor pudiera continuar, una voz llamando su nombre lo sacó de su pequeño discurso sentimental, el primero que hacía desde que lo crearon.

— ¡Connor! — Tu voz fue oída por ambos androides y, ahora, divergentes. Miraron hacia la puerta mientras tú corrías en busca del androide del que te estabas enamorando.

[...]

9 de noviembre, 2038. Barco abandonado, Jericho. 21:42 p.m.

Dabas vueltas en el exterior del barco abandonado que tenía el nombre de «Jericho» grabado en él. Tenías dudas, pero dudas de cómo hacerte pasar por una divergente, no dudas de si tenías o no que ir a por Connor; la respuesta a aquello último era un rotundo sí, que no tuviste ni que plantearte.

Dejaste el casco en la moto, poco te importaba si cuándo volvieras ya no estaba. Te pusiste la capucha de la sudadera que llevabas y te adentraste en Jericho. Por supuesto, la pistola la llevabas guardada en la chaqueta, estabas a favor de los divergentes, pero siempre hay excepciones.

Conseguiste inflirtarte, y nada más lo primero que pudiste ver al entrar fueron decenas de divergentes; de pie, sentados, dando vueltas, mirando las noticias, nerviosos, preocupados... Era como ver a un grupo de humanos expectantes e impacientes porque la guerra no comience.

Eras policía desde hacía años, os entrenan para controlar vuestras emociones, ver cosas horribles y no llorar, o cosas asquerosas y no vomitar; pero ¿eso? Daba igual todo el entrenamiento que te dieron, esa situación te estaba provocando un dolor en el estómago. Tu gran empatía te estaba jugando una mala pasada en aquel momento. Pero, aún así, seguiste caminando.

Pasabas desapercibida, como una divergente más, al fin y al cabo, eran bastante iguales a los humanos. Con cierto nivel de cautela, caminabas hacia no sabes dónde. Sabías que tenías que encontrar a Markus, pues esa era la misión de Connor, y debías llegar antes de que fuera demasiado tarde; antes de que Perkins apareciera, o antes de que Connor entregara a Markus.

Pasaste por lo que parecía ser una familia. Una mujer de corto pelo rubio, con una niña de pálida piel y un gran chico de tez oscura estaban sentados delante de una hoguera, la cual cosa, quizá, no necesitaban; pero lo hacían verse más reales, más humanos.

— Disculpa. — Una voz te sacó de tu ruta a no-sabes-dónde, mientras esa misma silueta apoyaba la mano encima de tu hombro, provocando que te giraras. — ¿Tú... no eres un androide, verdad? — Al preguntar aquello su voz se suavizó, procurando que nadie más lo oyera.

— Yo... yo... — Te habían pillado.

— Tranquila. — La voz de la mujer en la que te habías fijado sentada en la hogera intentó tranquilizarte. — Lo sé porque... te vi con otro policía y ese cazador de divergentes en Ravendale.

— ¿Eres la AX400? — Seguíais hablando en un tono bajo, procurando que nadie más os oyera.

— Kara. — Asentiste, en los archivos no ponía nada sobre su nombre. — No sé qué estás haciendo aquí, pero una policía infiltrada entre divergentes no sé si es muy seguro.

— No quiero haceros daño. — Confesaste con la voz más calmada que pudiste. — Estoy de vuestro lado, solo... — Suspiraste. — he venido a... buscar a alguien.

— Ya veo. — Kara pareció entenderlo con solo unas escasas palabras. — ¿Un divergente?

— N-no... Bueno, no sé si lo es. — La rubia te miraba con compasión y paciencia. — Quiero decir, parece uno pero se niega a ello y... sé que quiere cumplir su misión de todas maneras. — Agarraste la mano que Kara había apoyado encima de tu hombro previamente. — Necesito encontrar a Markus, vuestro líder. Necesito saber dónde está para poder encontrarlo... a él.

— No puedo decirte dónde está. Hace solo unos minutos se fue a no sé qué otra parte del barco. — Tu agarre sobre su mano se aflojó, aunque a ella no llegara a molestarle. — Encuentra a North, ella sabrá dónde está. Es una divergente de pelo largo y pelirrojo, lleva una trenza. Sabrás quién es en cuanto la veas. — Puso su otra mano encima de las vuestras.

— Gracias..., Kara. — La androide te sonrió y volvió a juntarse con los otros dos divergentes. Sonreíste al verlos, merecían ser libres. Todos los allí presentes lo merecían.

Seguiste tu camino, ahora, en busca de la divergente que se llamaba North.

Caminaste por los pasillos del viejo barco, esperando de corazón encontrar a la divergente. Hasta que, una preciosa androide de largo pelo naranja recogido en una trenza apareció por el pasillo de enfrente.

— ¡Perdona! — La divergente se frenó, mirándote. Había algo en su mirada que te hacía pensar que estaba en una situación parecida a la tuya. — Necesito encontrar a Markus.

— Ahora... — Su voz sonaba algo preocupada. — no sé si es el mejor momento, él...

— ¡Por favor! Tengo que encontrarlo yo... tengo que ver a alguien de nuevo y él es el único que... puede saber dónde está. — Adornaste un poco la realidad. Decirle a más de dos divergentes que te habías enamorado de un androide lo veías exceso.

La divergente suspiró, rendida o con compasión. Quién sabe.

— Está en la sala de mandos, solo... debes subir por allí y girar a la derecha. Llegarás hasta el pico del barco, una sala con paneles de control estará allí. La encontrarás enseguida.

— Muchas gracias, North. — La androide te miró con sorpresa pero tú ya estabas de camino hacia donde te había dicho, ignorado todo el entorno. Ignorando lo viejo que era el barco y, por supuesto, tu miedo al mar.

Corriste escaleras arriba. Debiste estar buscando la sala de mandos quizá unos cinco minutos, el barco era enorme y, a pesar de las instrucciones, era demasiado fácil perderse entre tantos largos y amplios pasillos y puertas.

Llegaste al pico del barco, pudiendo ver el cielo de nuevo. El aire de pleno noviembre te golpeaba en la cara, la única parte que no tenías cubierta del cuerpo para frenar el frío. Leves copos de nieve caían sobre la cubierta, dejando ver todo el paisaje apacible; como si una guerra no estuviera en juego y a punto de suceder.

El tiempo os daba tregua, pero las personas no. Por eso mismo, corriste hacia la sala de mandos y, desde lejos, pudiste ver a dos figuras que estaban hablando. Una de ellas era alta y corpulenta, la otra... era Connor.

— ¡Connor! — Gritaste mientras te acercabas con velocidad a ambos. Rogabas porque Connor hubiera abandonado su misión en el último segundo, aunque solo fuera un deseo y poco probablemente una realidad.

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