Inestabilidad ⨾ Connor

By windsofwinter_

19.6K 1.9K 579

Detroit, distrito de Michigan, Estados Unidos. Año 2038. Los casos de divergencia se propagaban sobre los and... More

0; Protagonistas.
Volumen I; Detroit: Become Human
Prólogo; RK800.
I; Carlos Ortiz.
II; Interrogatorio.
III; Confrontamiento.
IV; Charla.
VI; La Ruleta Rusa.
VII; El Club Edén.
VIII; No Estás Solo.
IX; La Torre Stratford.
X; Ebria.
XI; El Test De Kamski.
XII; Estáis Fuera.
XIII; Plantearse Dudas.
XIV; Cuerpo A Cuerpo.
XV; Si Tú Vas, Yo También.
XVI; La Torre CyberLife.
XVII; La Libertad.
XVIII; Divergente.
XIX; Completamente Vivo.
XX - Epílogo; Sentir Y Adaptarse.
0; Protagonistas II.
Volumen II; Detroit: Become Lover.
Avance Parte II; Consecuencias.
I; Quiero Sentir, Al Igual Que Tú.
II; VB800.
III; Contactos.
IV; Cicatrices Del Corazón.
V; La Gente No Cambia.
VI; Tortura Sentimental.

V; R.T.

649 73 12
By windsofwinter_

6 de noviembre, 2038. Edificio de viejos pisos de Detroit. 15:44 p.m.

¡Eh, Connor! — Hank llamó al androide. Los dos os encontrábais fuera del ascensor, pero el mencionado seguía ahí dentro, con los ojos cerrados y su LED en amarillo. — ¿Te has quedado sin batería?

— Perdonen, estaba haciendo un informe para CyberLife.

— Ah... Bueno, ¿y piensas quedarte en el ascensor?

— No. Voy para allá. — Su voz sonaba tan calmada como de costumbre.

Empezaste a caminar, con tu tío siguiéndote los talones, y Connor de lejos.

— ¿Qué sabemos de este tío? — Preguntó Hank.

— No mucho. Solo que un vecino dijo que oyó ruidos extraños que venían de este piso. — El mayor gruñó. — Se supone que nadie vive aquí, pero el vecino dijo que vio a un hombre con un LED bajo la gorra. — Viste como el androide se agachaba a un montón de plumas que parecían ser de paloma.

— ¡Ay, Dios! Si tenemos que investigar cada vez que alguien oye un ruido extraño, necesitaremos más personal. — Hank se apoyó en la pared, al lado del marco de la puerta.

— Te concedo los honores. — Le dijiste a Connor, invitándolo a llamar a la puerta. El androide te asintió y llamó levemente.

— ¿De verdad estabas haciendo un informe en el ascensor? — Preguntó Hank con cierta curiosidad, algo que te causó gracia.

— Correcto. — Ambos estabais sorprendidos.

— Ya podría hacerlos yo.

— Oye, te recuerdo que siempre soy yo la que acaba redactando los informes. — Le dijiste a tu tío. Y él se limitó a sonreír.

Connor volvió a llamar a la puerta, más fuerte esta vez, al ver que no salía nadie a abriros.

— ¿Hay alguien en casa? — Hank frunció el ceño. — ¡Abran! ¡Policía de Detroit! — Un estruendo se oyó al otro lado de la puerta. Tanto Hank como tú os pusisteis alerta a la vez.

— Detrás de mí.

— No. — Le negaste la acción. Antes de reprocharte nada, volviste a hablar. — Déjame a mí, hace tiempo que no hago esto. Por tu culpa he estado encerrada en la comisaría hasta arriba de papeleo. — Te quejaste a Hank y, al ver que tenías razón, te cedió el poder de ir primero. Connor parecía no estar de acuerdo, pero no objetó nada, solo se puso detrás vuestro.

Ambos sacasteis las armas. Con una patada sonora, abriste la puerta del apartamento.

Hank y tú pasasteis primero, abriendo todas las puertas de la desgastada y vieja vivienda. Parecía que se caería a pedazos en cualquier momento. Y el androide se limitó a seguiros de lejos.

Hank abrió la última puerta, poniendo todo su peso en ella de un golpe. Al momento salieron varias palomas de aquel lugar que estaba empezando a agobiarte.

— Pero ¿qué coño es esto? — Decenas de palomas estaban ahí, encerradas en aquella pequeña habitación. — Dios, cómo apesta este lugar. — A mierda de paloma, sí. A eso olía. — Ah, hemos venido para nada. Se nos ha ido.

— No seas pesimista. Vamos a investigar primero, quizá haya algo importante por aquí. — Intentaste motivarlo de alguna manera. Te negabas haber venido en vano a un lugar así.

Connor te hizo caso, empezando a revisar lo que podrían ser indicios de cualquier cosa que os sirviera.

— «R.T.» — Habló. — Pueden ser unas iniciales.

— ¿Puso sus iniciales en la cazadora? — Pregunto Hank con burla. — Eso lo hacen las madres de los niños de primaria...

— Ni tú te atreviste a tanto. — Reíste. Es cierto, todos los niños en la escuela llevaban las iniciales en sus babis, en las chaquetas o, incluso, en los pantalones. Eras la única que no las tenía, y lo agradecías. Es lo que tenía haber sido criada por Hank.

Connor revisó un hueco que había en la pared. Había un diario pero ninguno de los dos, ni siquiera el androide, fue capaz de entender que había ahí escrito.

El androide pasó a revisar el baño, justo adónde tú te dirigías.

Empezaste a mirar alrededor, hasta que un acto paró tu análisis. Viste a Connor meter los dedos en el lavabo, lleno de hojas secas y a saber qué cosas más. Lo peor fue cuando se llevó esos dedos a la boca.

— No pienso gritarte como hizo mi tío. Sólo dime que ha servido de algo analizar... eso.

— Es thirium, de un modelo WB200. Desaparecido el 10 de noviembre de 2036. — Te sorprendiste ante aquello.

Centraste tu vista en el baño y pudiste notar un led. Lo cogiste con la mano, mientras Connor te miraba atentamente.

— Es un biocomponente n° 9301. — Dijo mientras lo analizaba. No estabas segura de si era necesario, pero el androide estaba agarrando tu mano con la suya, tal vez para que no te movieras y pudiera analizarlo. No tenías ni idea, pero no parecía un acto mínimamente necesario. — Ha sido desactivado recientemente. — Carraspeaste tu garganta ante la repentina cercanía. — Su LED está en el lavabo. — Habló más fuerte, intentando informar a Hank.

Finalmente, te soltó la mano.

— No me sorprende que fuera un androide. Ningún humano viviría con esas putas palomas...

Viste como Connor revisaba la pared. Te pusiste a su lado, leyendo todos los garabatos que había allí. A los segundos escuchaste los pasos de tu tío acercase.

— ¿Sabes lo que significa? — Preguntó, refiriéndose a aquel extraño código que se repetía centenas de veces.

— rA9... escrito 2471 veces.

— Eso también lo escribió el androide de Ortiz en la pared de la ducha.

— ¿Por qué les obsesiona tanto eso? — Se preguntó a él mismo.

— Supongo que será parte de tu misión averiguarlo. — Dijiste, torciendo un poco los labios después de hablar.

Hank se acercó un poco más, poniéndose a tu lado.

— Parecen laberintos o algo parecido... — Y, sin más, se alejó, dejandoos solos de nuevo.

Connor se agachó y empezó a reconstruir la escena con los objetos que había por ahí. Mientras tanto, te acercaste aún más a la pared.

— Estos escritos están frescos, deben de ser muy recientes. — Dijiste, antes de volver al salón.

— ¡Ah, Dios! Odio a estos bichos. — Se quejó de las palomas por octava vez, y solo llevabais ahí tres minutos.

Visualizaste un hueco en el techo, el cual te pareció excesivamente grande. Justo cuando estabas analizándolo, el peso de un cuerpo cayó sobre el tuyo.

— ¡Hay que joderse con las putas palomas!

El divergente te cogió al ver que había dos agentes más en la casa. Llevaba un cuchillo, seguramente que el mismo que usó para quitarse el LED horas antes.

Con tu cuello al rededor de su brazo, apuntándote con el cuchillo, habló.

— ¡Atrás! ¡Atrás o la mato! — Por curioso que sonara, no tenías miedo. Sabías que ambos serían capaces de controlar la situación.

El divergente te llevó con él hasta la salida, donde te soltó. No sin antes dejarte con un pequeño corte insignificante en el cuello, pero otro más profundo en el brazo.

Connor se paró a ver cómo estabas. Sorprendente.

— ¡No hay tiempo que perder, se escapa! — Gritaste mientras te levantabas, corriendo tras él. En ese momento te estaba dando absolutamente igual la sangre que brotaba de tu brazo.

Connor empezó a correr contigo, alcanzándote rápidamente. Corríais por la azotea, esquivando todos los obstáculos que podíais.

El divergente saltó del edificio, ahora estabais en medio de un campo artificial de trigo. Sin importar nada más en aquel momento, empezaste a arriesgarte, cogiendo el camino más rápido pero menos seguro.

Ambos manteníais el ritmo. Él era una máquina y era normal que pudiera soportarlo, pero tú estabas más que entrenada. Podías soportar correr cinco minutos seguidos.

Llegasteis a un lugar más complejo, en el cual Connor se tuvo que deslizar por el techo de un invernadero, evitando caer dentro de él.

Tomaste un desvío, llegando rápidamente al otro lado del invernadero. Pasando por un lioso campo de altas plantas.

Para tu sorpresa, Hank ya estaba allí, forcejeando con el divergente. Y, antes de que pudieras llegar a ayudarlo, lo empujó, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera.

Mientras se agarraba de la cornisa, no dudaste un solo segundo en ir a ayudarlo. Al momento apareció Connor.

Intentabas subir a tu tío, pero habías entrenado para correr durante mucho tiempo, a tener paciencia en los interrogatorios, a disparar con precisión de cirujano... pero no habías entrenado la fuerza en los brazos.

Al ver que tú no podías sola, el androide corrió en vuestra ayuda, dejando que el sospechoso se marchara.

Algo raro.

— ¡Joder! ¡Joder! — Se quejó Hank nada más subir de nuevo a la azotea. — ¡Lo teníamos! Mierda.

— Es culpa mía, debí ser más rápido. — Se excusó Connor. No sabes por qué, pero esa disculpa se clavó en tu corazón.

— Lo habrías cogido se no ser por mí... No pasa nada. — Lo tranquilizó.

— Sabemos cómo es, Connor. — Le dijiste mientras reposabas tu brazo izquierdo herido en su hombro. — Lo pillaremos.

Al veros en aquella escena, Hank decidió que era el momento oportuno para desaparecer.

El LED de Connor brillaba en amarillo, mientras os mirábais a los ojos y después dirigíais la mirada por dónde se había ido el divergente.

— Oye, Connor... — Lo llamó Hank. El mencionado giró la cabeza. — Nada. — Sonreíste de manera dulce. Sabías que eso significaba mucho viniendo de Hank.

El peligris se marchó, finalmente, dejandoos a los dos sólos, definitivamente.

— Esa... — Señalaste dónde había estado Hank segundos antes con la cabeza. — es su manera de darte las gracias. — Le sonreíste al androide.

Connor te observó a los ojos, y más tarde dirigió su vista a tu brazo, que seguía apoyado en su hombro.

— Está herida. — Se alarmó levemente. — Déjeme que la cure.

Viste como tenía intenciones de quitarse la corbata para poder ayudarte, otra vez. Pero, antes de que pudiera hacerlo, negaste con la cabeza, poniendo tu otra mano encima de la suya.

— Iré a mi casa a curarme con el botiquín, no te preocupes. No es una herida grave como para necesitar un torniquete.

— ¿Puedo acompañarla? — Preguntó, mientras veía como te alejabas poco a poco.

— Ehm... — Eso te había pillado completamente por sorpresa. — Claro, puedes acompañarme... — Él sonrió.

{...}

Tu casa estaba solo en el primer piso, por eso no usabas el ascensor y, en ese momento, no podías agradecer más el hecho de no tener que encerrarte en un pequeño espacio, con Connor.

Llegasteis a tu puerta, la cual era de un suave color azul, y sacaste las llaves.

Intentabas, de una manera bastante torpe, meter las llaves en la ranura, sin éxito.

Como odiabas estar tan nerviosa cerca suyo.

— Permítame. — Te quitó las llaves con suavidad de las manos y abrió la puerta, dejándote pasar a tí primero.

«¿Cómo se puede ser tan idiota?» te preguntaste a tí misma. Sentías vergüenza en aquel momento, pues parecía, más que estar llegando a tu casa a las 17 de la tarde con un androide acompañándote, que llegabas de fiesta a las 6 de la madrugada con ganas de comerte todas las sobras que quedaban en la nevera.

— Gracias. — Le dijiste cuando te cedió el paso.

Esperaste en la puerta a que él pasara, para poder cerrarla.

— Siéntete cómodo. — Le hablaste suavemente. — Voy a por el botiquín, estás en tu casa. — Tras informarlo, te dirigiste al baño.

El androide revisaba los cuadros que había en tu mueble de la entrada pegado a la puerta. Era una casa preciosa, sin exceso de decoración. Ahí se podía notar el poco tiempo que pasabas en casa.

Las paredes eran completamente blancas, sin ninguna mancha. El salón era lo primero que se veía al abrir la puerta, con un gran ventanal al fondo. Sofás azules y grises decoraban el medio del salón, mirando hacia la gran pantalla de televisión. Una mesa de madera oscura adornaba el centro. A la derecha, la cocina, de tipo americana, con detalles de madera y color blanco, como el resto de la casa.

Si observabas el otro lado, se podía ver un pasillo, el cual daba con los baños, las habitaciones, la pequeña biblioteca... Pero Connor decidió no explorar más lugar que aquel.

Concentrándose otra vez en las fotos que ahí tenías, pudo identificar a cada uno de los miembros que salían en ellas; amigos tuyos, los cuales no vivían en Detroit, tu tío Hank, tu padre... También había una foto de cuando empezaste a trabajar en la comisaría, de prácticas. Tenías solo veintiún años. Y el androide no pudo evitar sonreír al verte en aquella foto, en la puerta de comisaría, joven, inexperta, y con una preciosa sonrisa que hacía acentuar tus hoyuelos.

Notó que no había indicios de tu madre, o de tu ex marido - lo cual vio lógico -. Más fotos sin analizar llegaron a su campo de visión; una eras tú, con un cachorro de San Bernardo, supuso que era el perro de Hank. Y, las dos últimas fotos, el San Bernardo, un niño pequeño rubio y tú. Y, la otra, aquel niño de nuevo y tú, abrazandoos. Lo analizó y supo que se trataba de Cole, tu primo fallecido.

Antes de poder continuar con su inspección, - aunque en realidad lo que iba a hacer era volver a mirar tu foto con veintiún años - llegaste al salón, con otra ropa y un botiquín en las manos.

— He puesto la ropa manchada de sangre a lavar. — Informaste mientras colocabas el botiquín en el sofá, y ordenabas las mantas que había en él.

Llevabas un top negro de tirantes y un pantalón de chándal gris, ropa con la cual no solían verte porque siempre ibas con camisa. Pero bueno, Connor podría llegar a ser una de las excepciones.

El androide se acercó al sofá, poniendo su peso encima de él, a un lado tuyo. Su cuerpo estaba girado levemente, para poder mirarte.

Se acercó al botiquín abierto y sacó lo que necesitaba. Tenía más que suficientes conocimientos para poder curar un par de heridas.

— Puede que esto llegue a doler. — Informó. Había cogido con delicadeza tu brazo herido, el cual resultó ser el mismo que en el que te pegaron un tiro meses atrás.

Empezó a curar la herida y, sí, dolía bastante. Algo bueno es, que podías disimular bastante tu dolor, pero, para distraerte decidiste entablar conversación.

— ¿Por qué me ayudas, Connor? ¿No deberías estar en CyberLife? — Él pareció pensarlo, mientras su LED cambiaba de color. A pesar de ello, no paró ni un momento en curarte la herida.

— Debería. — Soltó. — Pero, simplemente, he notado que debía ayudarla.

¿«He notado»? Vaya, gran progreso.

— Ya... Gracias, supongo. — Hubieras preferido otra respuesta, quizá más humana. Aunque no podías quejarte de aquella, pues te la esperabas más cortante.

— ¿Me permite? — Preguntó mientras señalaba la herida de tu cuello. Asentiste y alzaste un poco el cuello, dejándole el libre albedrío sobre él.

Ahora curaba tu cuello, aquella herida no era tan profunda. A penas dolía, a penas la notabas. Podría haberla dejado pasar, pero no lo hizo.

— ¿Sabes? Antes no te lo he dicho pero... no creo estar de acuerdo contigo sobre la divergencia.

— Ah, ¿no? ¿Y qué cree usted? — Odiabas bastante que te trataran de usted, pero lo dejaste pasar en aquel momento.

— Que son capaces de sentir de verdad. — Dijiste, cada vez más convencida de tus palabras. — Los humanos hemos sido capaces de crear máquinas infinitamente inteligentes, y la inteligencia va ligada a las emociones. Era evidente que algo así acabaría pasando.

Él te escuchaba atentamente. Si fuera humano, seguramente te estarías derritiendo en sus brazos por su suave tacto y su precisa atención, pero no era así.

— No podemos asegurar nada. Solo puedo decirle que la divergencia se propaga cada día más, y yo tengo claro de que estoy del lado de los humanos.

Que respuesta tan decepcionante. Tal vez él pensaba que te gustaría una contestación así, pero, en absoluto. Prefería estar del lado de la gente que lo convirtió en un esclavo antes que el de su pueblo. Connor llevaría mucho trabajo.

— Yo no tengo tan claro estar del lado de los humanos. — Tu confesión pareció sorprenderle pues dejó de curarte la herida. — Solo quiero que sean libres, Connor. Y creo que tú también serás capaz de quererlo.

— No puedo querer nada, soy una máquina incapaz de querer algo. — Otra gran decepción.

— Muchos androides han presentado divergencia... no sé si tú lo harás algún día. Pero me gustaría. — La última frase la dijiste en un susurro tan bajo que no estás segura de que lograra a oírlo, a pesar de vuestra corta distancia.

— No me gustaría presentar divergencia. Debo adecuarme solo a lo que dicen mis programas. — Volvió a curarte la herida, terminando el trabajo.

— Entonces, ¿por qué estás aquí, ayudándome y no cumpliendo con tu misión? — Él pareció pensarlo.

— Yo... Debo irme, subteniente. — Soltó de golpe mientras se levantaba. — Que tenga una buena tarde. — Asintió con la cabeza, mientras sus pies lo llevaban en dirección a la puerta.

Parecía que estaba huyendo y, mientras lo acompañabas para poder cerrar la puerta, viste rápidamente su LED, parpadeando en amarillo. Más que nunca, esta vez.

— Eh... Claro, adiós. — Te despediste, pero casi no lo oyó pues ya se había alejado demasiado. — Me encantaría poder entenderte. — Suspiraste, cuando ya estabas sola cerrando la puerta.

————————————————————

Continue Reading

You'll Also Like

507K 36.7K 72
Historias del guapo piloto monegasco, Charles Leclerc.
108K 13.3K 31
Itadori descubre una debilidad del rey de las maldiciones. Su esposa Natsumi Pero para eso debería entender la historia de ambos que se remonta en la...
63.7K 9.7K 92
Luke, un niño de 13 años amante de todo tipo de novelas, series y mangas, muere y reencarna en el mundo de los miércoles con poderes psíquicos por en...
196K 22.1K 37
En donde Emma Larusso y Robby Keene sufren por lo mismo, la ausencia de una verdadera figura paterna.